En muchas tradiciones, el regreso de los dioses se asocia a algún tipo de Día del Juicio o de ajuste de cuentas final, y a una serie de sucesos naturales catastróficos. Cada religión añade su propio color e interpretación, ajusta el relato un poco o un mucho para reforzar su propio mensaje y para asegurar la salvación exclusiva de los que creen en ella. Pero las leyendas que componen el núcleo de todas estas creencias son mucho más antiguas que cada una de las religiones, ya sea la cristiana, la musulmana, la judía o la budista. Repito, entonces: ¿Quién ha de venir? ¿Quién es el juez al que debemos temer? ¿Quién regresará con ejércitos celestiales y gran agitación del firmamento? La filosofía paleobiet puede ofrecer a estas preguntas una respuesta que concuerda con todas las tradiciones. Es una teoría que confirma muchos textos y que resuelve muchos enigmas diferentes. Pero, a diferencia de las religiones, la filosofía paleobiet no exige fe ni creencias: sólo un examen racional y libre de perjuicios de sus ideas y de sus propuestas; pues, a diferencia de las expectativas mesiánicas de la religión, se basa en la lógica y en la razón.
El retorno de los dioses
Erich von Däniken, pág. 95
Lo que hace en realidad la filosofía paleobiet es poner de cabeza la sabiduría recibida (que en general se manifiesta en uno de dos sentidos posibles). Existen dos grupos principales de personas: los creyentes y los no creyentes. Las personas de cada grupo ha sido educadas de manera diferente y se les han inculcado valores diferentes, pero están de acuerdo en una cosa: el ser humano es la única forma de vida inteligente del universo. Los creyentes creen que Dios creó la Tierra en un acto (simbólico) de seis días y que el séptimo descansó. Después de que Dios crease las plantas y los animales, formó al hombre como gloria y remate de la creación. ¡Aleluya! Los no creyentes, por su parte, se ciñen a la teoría de la evolución. En un proceso de millones de años, los aminoácidos formaron las células; después aparecieron las formas de vida sencillas, después las formas de vida más complicadas, hasta que, como punto culminante de la evolución, apareció el Homo sapiens. Somos la cúspide de la evolución. ¡Aleluya otra vez! En ambos casos somos considerados la forma de vida más elevada, única en el universo. ¿Para qué queremos extraterrestres, aunque todos los libros sagrados del mundo nos proporcionen pruebas de su existencia?
El retorno de los dioses
Erich von Däniken, pág. 98
La filosofía paleobiet interpreta la idea del regreso de los dioses como un regreso de aquellos extraterrestres que visitaron a nuestros antepasados hace mucho tiempo.
El retorno de los dioses
Erich von Däniken, pág. 104
Y ¿qué hay de la conciencia humana? El doctor Julián Jaynes, catedrático de Psicología en la Universidad de Princeton (EE. UU.), planteó esta pregunta y fue recibido con gestos de escepticismo por parte de sus colegas. ¿La conciencia? Simplemente, se desarrolló en el transcurso de la evolución. ¿De verdad? Pero ¿cómo nos volvimos conscientes de lo que somos? ¿Es consciente de su propia existencia un montón de células? La consciencia no tiene nada que ver con los reflejos, con las reacciones de temor ni con menear la cola; tampoco es la suma de todos los procesos de la memoria. La conciencia no surge tampoco por la experiencia ni por el aprendizaje. Podemos introducir en un cerebro electrónico toda la información que queramos, pero éste no desarrollará la conciencia. Dice Jaynes: Nuestros periodos de conocimiento consciente son, en realidad, mucho más cortos de lo que creemos. Es difícil darse cuenta de ello, pues en realidad no somos conscientes de nuestros momentos de inconsciencia. Nuestra conciencia cubre estos «vacíos» con su ancha red, dándonos una ilusión de consistencia y de continuidad. Podemos comparar la no-conciencia con todos los objetos que están en una habitación a oscuras y que no son iluminados por el haz de luz de una linterna[87]. ¿En qué consiste, pues, la conciencia? ¿Cómo surgió? Esta pregunta, como la que se refiere a la capacidad matemática, sigue sin tener respuesta. Sólo el ser humano, entre todas las criaturas de la Tierra, está dotado de conocimientos matemáticos. La observación de que esto es lógico, pues tenemos que saber contar para negociar los unos con los otros e intercambiarnos bienes, es una petición de principio. Primero tenemos que disponer de la capacidad, y después podremos hacer uso de ella. Al fin y al cabo, los animales tienen patas y garras, pero a ningún perro se le ha ocurrido todavía contar sus salchichas con los dedos. La capacidad matemática es el requisito previo de toda ciencia. Sin ella no es posible calcular ni comparar nada. El doctor Max Flindt, que se dedicó seriamente al estudio de esta cuestión, lo explicó por medio de un ejemplo: Sin capacidades matemáticas superiores seriamos incapaces de aterrizar en otro planeta. La mayoría de la gente corriente no se da cuenta de que es imposible enviar una nave espacial a la Luna o a Marte sin aplicar un grado elevadísimo de precisión matemática. Lo mismo puede decirse de los vuelos de las lanzaderas espaciales y de todos los satélites artificiales. Los cálculos necesarios para la determinación del ángulo exacto de entrada de la lanzadera espacial en la atmósfera terrestre son un ejemplo perfecto de ello, pues de ellos depende la seguridad de las vidas humanas. Si el ángulo es demasiado agudo (aunque sólo sea por una fracción de grado), la nave espacial se convierte en una bola de fuego; si es demasiado abierto, la nave espacial rebotará en la atmósfera terrestre y saltará al espacio. Esto tiene mucho que ver con la evolución, pues un principio fundamental de la teoría evolutiva dice que ninguna capacidad se desarrolla sola sin que se necesite en algún momento dado. Pero no existe ningún motivo poderoso por el que las matemáticas fueran necesarias para la supervivencia de los antepasados del hombre. Los animales de todo tipo sobreviven sin ellas (aunque no, por ejemplo, sin sentido del olfato). En el espacio, por otra parte, la supervivencia es imposible sin las matemáticas. Y lo que puede decirse de las misiones espaciales humanas puede decirse igualmente de las extraterrestres. Si la Tierra fue visitada alguna vez por extraterrestres, estos visitantes debían estar bien versados en las matemáticas. Por eso considero que nuestra capacidad para las matemáticas es indicativa de que no somos únicamente de origen terrenal.
El retorno de los dioses
Erich von Däniken, pág. 118
La diferencia entre los científicos y los aficionados sólo consiste en unas palabritas: los aficionados son personas que hacen mucho sin cobrar nada, mientras que los profesionales son personas que no hacen nada sin cobrar.
El retorno de los dioses
Erich von Däniken, pág. 141
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