“He aprendido que, además del espíritu de este tiempo, aún está en obra otro espíritu, que domina la profundidad de todo lo presente. El espíritu de este tiempo sólo quiere oír acerca de la utilidad y el valor […] Pero no reparé en que el espíritu de la profundidad posee, desde antaño y en todo el futuro, más poder que el espíritu de este tiempo que cambia con las generaciones. El espíritu de la profundidad tomó mi entendimiento y todos mis conocimientos, y los puso al servicio de lo inexplicable y de lo contrario al sentido. Me robó el habla y la escritura para todo lo que no estuviera al servicio de la fusión mutua de sentido y contrasentido, que da por resultado el suprasentido.”
Carl Gustav Jung
El libro rojo, Liber Primus
La práctica de la magia consiste en que lo incomprendido se haga comprensible de una manera y un modo no comprensibles.
Carl Gustav Jung
Liber Secundus, cap. XXI, p. 378
Mi discurso no es claro ni tampoco oscuro, pues es el discurso de alguien que crece.
Carl Gustav Jung
Liber Secundus, cap. XVI p. 347
“Me costó cuarenta y cinco años, por así decirlo, incluir en el costal de mi obra científica las cosas que entonces sentía y anotaba […] tropecé con esta corriente de lava, y las pasiones que existían en su fuego transformaron y reestructuraron mi vida. Tal era la materia prima de la cual se formó, y mi obra constituye un esfuerzo más o menos acertado de incorporar esta materia candente en la ideología de mi época.”
Carl Gustav Jung
“Quien posee el mundo, mas no su imagen, posee sólo la mitad del mundo, pues su alma es pobre y despojada”
Carl Gustav Jung
Liber Primus, cap. I, p. 174
Para Jung, Filemón representaba la comprensión superior y era como un gurú.
El Liber Novus representa el descenso de Jung al Infierno. Pero mientras que Dante puede utilizar una cosmología ya establecida, el Liber Novus es un intento de moldear una cosmología individual. El rol de Filemón en la obra de Jung presenta analogías con el de Zaratustra en la obra de Nietzsche y el de Virgilio en la de Dante.
Sólo paulatinamente he llegado a comprender lo que el mandala en realidad es: “Formación, reconfiguración, la recreación eterna del sentido eterno”. Y esto es el sí-mismo, la totalidad de la personalidad que, cuando todo está bien, es armoniosa, pero que no puede soportar ni un autoengaño. Mis imágenes mandálicas son criptogramas sobre el estado de mi sí-mismo que me fueron entregadas diariamente.
Jung le escribió a J. B. Lang: El trabajo con lo inconsciente tiene que pasar, en primer lugar, más que nada por nosotros mismos. Nuestros pacientes se benefician de él indirectamente. El peligro consiste en la ilusión del profeta, que a menudo es el resultado de lidiar con lo inconsciente. Es el diablo que dice: Desdeña toda razón y ciencia, los mayores poderes de la humanidad. Eso nunca es apropiado, aun cuando nos vemos forzados a reconocer [la existencia de] lo irracional.
“Nuestra época está buscando una nueva fuente de vida. Yo encontré una y bebí de ella, y el agua sabía bien.”
Carl Gustav Jung
En la medida en que el yo es sólo el centro de mi campo de consciencia, no es idéntico a la totalidad de mi psique, sino que es meramente un complejo entre otros complejos. De ahí que yo establezca una distinción entre el yo y el sí mismo, por cuanto el yo es sólo el sujeto de mi consciencia, pero el sí-mismo es el sujeto de mi psique entera, también, por tanto, de la psique inconsciente. En este sentido el sí-mismo sería una magnitud (ideal) que incluye en sí el yo. El sí-mismo gusta de aparecer en la fantasía inconsciente como personalidad de orden superior o personalidad ideal, a la manera como aparece Fausto en Goethe y Zaratustra en Nietzsche.
Jung equiparó la noción hindú de Brahman/Atman con el sí-mismo. Al mismo tiempo, proporcionó una definición del alma. Sostuvo que ella posee cualidades que son complementarias a las de la persona, y que posee aquellos rasgos de los que la actitud consciente carece. Este carácter complementario del alma afectaba también su carácter sexual, de modo que un hombre tenía un alma femenina, o anima, y una mujer poseía un alma masculina, o animus. Esto se correspondía con el hecho de que los hombres y las mujeres tenían rasgos tanto femeninos como masculinos. También señaló que el alma daba lugar a imágenes que eran consideradas sin valor alguno desde la perspectiva racional.
Quien habla con imágenes primigenias habla como con mil voces, aprende y supera… encumbra el destino personal transformándolo en destino de la humanidad, liberando así también en nosotros esas fuerzas benefactoras que desde tiempos inmemoriales han permitido a la humanidad escapar a los peligros y soportar la noche más larga.
De la Primera Guerra Mundial en adelante, Jung reformuló la práctica de la psicoterapia, que ya no sólo se ocupaba del tratamiento de la psicopatología, sino que se convirtió en una disciplina para permitir el más elevado desarrollo del individuo, al fomentar el proceso de individuación. Esto tuvo consecuencias de gran alcance tanto para el desarrollo de la psicología analítica como para la psicoterapia en su totalidad.
“El sí mismo podría ser descrito como una suerte de compensación al conflicto entre el interior y el exterior… el sí-mismo es también la meta de la vida, pues es la expresión más completa de esa combinación del destino que llamamos individuo… Se alcanza la meta de la individuación con la sensación del sí-mismo como algo irracional, un ente indefinible al que el yo no se opone ni está sometido, sino del que depende y en torno al que gira en cierto modo como la Tierra alrededor del Sol.”
Carl Gustav Jung
"Como las plantas, así crecen también los hombres, unos en la luz, otros en la sombra. Son muchos los que necesitan la sombra y no la luz."
Carl Gustav Jung
“No se ha de hacer del hombre una oveja, sino de la oveja un hombre. Esto es lo que exige el espíritu de la profundidad, que está más allá del tiempo presente y pasado. Hablad y escribid para los que quieran escuchar y leer. No corráis, sin embargo, tras los hombres, para no macular la dignidad de la humanidad; ella es un bien tan escaso. Mejor es un triste hundimiento en la dignidad, que ser curado sin dignidad. Quien quiere ser médico de almas, trata a los hombres como enfermos. Hiere la dignidad humana. Es una arrogancia decir que el hombre está enfermo. Quien quiere ser pastor de almas, trata a los hombres como ovejas. Hiere la dignidad humana. Es una insolencia decir que el hombre es como una oveja. ¿Quién os da el derecho a decir que el hombre está enfermo y que es una oveja? Dadle la dignidad humana, para que pueda encontrar su ascenso o su descenso, su camino.”
Carl Gustav Jung
El libro rojo
«Alrededor de los treinta y cinco años se llega a un punto donde muchas cosas cambian, por primera vez se abre el costado sombrío de la vida, la precipitación hacia la muerte. Dante ha dado seguramente con este punto, y quien ha leído el Zaratustra sabrá que a Nietzsche tampoco le resultó desconocido. Cuando se alcanza este punto de inflexión, los hombres reaccionan de diversas formas frente a ello: algunos le vuelven la espalda, otros se arrojan en él, y a otros tantos les suceden cosas importantes que vienen de afuera. Cuando no vemos algo, el destino nos lo impone»
Carl Gustav Jung
El libro rojo
"Amigos míos, es sabio alimentar el alma, de lo contrario estaréis criando dragones y diablos en vuestro corazón.
Carl Gustav Jung
El libro rojo
"Entiendo que tampoco he de pensar; ¿tampoco el pensar ha de ser más? He de brindarme por entero a tu mano — pero ¿quién eres tú? No confío en ti —ni siquiera el confiar—; ¿es ese mi amor por ti, mi alegría en ti? ¿Acaso no confío en cualquier hombre valiente, y no confío en ti, alma mía? Tu mano yace pesada sobre mí, sin embargo yo quiero, yo quiero. ¿Acaso no he intentado amar a hombres, confiar en ellos, y no he de hacerlo contigo? Olvida mi duda, sé que es feo dudar de ti. Tú sabes cuánto me cuesta poder librar al propio pensar del orgullo mendigo. Olvidé que también tú perteneces a mis amigos y que tienes derecho a mi confianza en primer lugar. ¿Acaso no ha de pertenecerte lo que les doy a aquéllos? Reconozco mi injusticia. Te menosprecié, según me parece. Dicha mía, fue inauténtico volver a encontrarte. Reconozco que también la risotada burlona en mí tenía razón.
Carl Gustav Jung
El libro rojo
"Debido a que le di a mi alma todo lo que podía darle, llegué al lugar del alma y encontré que este lugar era un desierto ardiente, desolado y estéril. Ninguna cultura del espíritu es suficiente para hacer de tu alma un jardín. Yo había cuidado mi espíritu, el espíritu de este tiempo en mí, mas no aquel espíritu de la profundidad que se vuelve hacia las cosas del alma, hacia el mundo del alma. El alma tiene su propio mundo peculiar. Allí ingresa sólo el sí-mismo, o el hombre que se ha vuelto por completo su sí-mismo, el que, por lo tanto, no está ni en las cosas, ni en los hombres, ni en sus pensamientos."
Carl Gustav Jung
El libro rojo
"Reflexionad esforzadamente sobre las imágenes que nos han legado los antiguos. Ellas indican el camino de lo venidero. Mira hacia atrás, hacia el colapso de los imperios, hacia el crecimiento y la muerte, hacia los desiertos y los monasterios; ellos son las imágenes de lo venidero. Todo ha sido presagiado. Mas ¿quién sabe interpretarlo?"
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 189
¿No sabes aún que el camino hacia la verdad sólo está abierto para el que carece de intenciones?
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 190
A la noche siguiente el aire estaba lleno de muchas voces. Una voz fuerte gritó: «Me caigo». Otras gritaron confundidas y exaltadas entre medio: « ¿Hacia dónde? ¿Qué quieres?». ¿He de confiarme a esta confusión? Me estremezco. Es una profundidad horrorosa. ¿Quieres que me abandone al azar de mi sí-mismo, a la locura de la propia oscuridad? ¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde? Tú te caes, yo quiero caer contigo, quien quiera que seas. En ese momento el espíritu de la profundidad abrió mis ojos y divisé las cosas interiores, el mundo de mi alma, la multiforme y transformable.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 193
No obstante, sabed que hay una locura divina, que no es otra cosa que el dominio del espíritu de este tiempo por el espíritu de la profundidad. Hablad luego de locura enferma, cuando el espíritu de la profundidad ya no pueda ceder y fuerce al hombre a hablar en lenguas, en vez de hacerlo en lengua humana, y le haga creer que él mismo es el espíritu de la profundidad. Pero hablad también de locura enferma cuando el espíritu de este tiempo no deje a un hombre y lo fuerce a ver siempre únicamente la superficie, a negar el espíritu de la profundidad y a tomarse a sí mismo por el espíritu de este tiempo. El espíritu de este tiempo es “no divino”, el espíritu de la profundidad es “no divino”, la balanza es divina.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 195
No obstante, ¿quién podría resistirse al miedo cuando le llegan la embriaguez y la locura divinas? El amor, el alma y Dios son bellos y terribles. Los antiguos sacaron algo de la belleza de Dios y lo trajeron a este mundo, y entonces este mundo se volvió tan bello, que al espíritu de este tiempo le pareció que era la realización del mismo y que era mejor que el regazo de la divinidad. Lo terrible y lo sórdido del mundo yacían bajo la cobija y en la profundidad de nuestros corazones. Si el espíritu de la profundidad os toca, sentiréis la crueldad y gritaréis por el tormento. El espíritu de la profundidad queda preñado con hierro, fuego y crimen. Con derecho tenéis miedo del espíritu de la profundidad, pues él está lleno de horror.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 196
La profundidad y la superficie deben mezclarse para que nazca una vida nueva. Sin embargo, la vida nueva no surge fuera de nosotros sino en nosotros.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 197
La vida no proviene de las cosas, sino de nosotros. Todo lo que acaece afuera, ya ha sido. Por eso, quien contempla el acaecer desde afuera, ve siempre sólo lo que ya ha sido y que siempre es lo mismo. Pero quien mira desde el interior sabe que todo es nuevo. Las cosas que acaecen son siempre las mismas. No obstante, la profundidad creadora del hombre no es siempre la misma. Las cosas no significan nada, ellas sólo significan en nosotros. Nosotros creamos el significado de las cosas. El significado es y fue siempre artificial; nosotros lo creamos. Por eso buscamos en nosotros mismos el significado de las cosas, para que el camino de lo venidero se nos pueda manifestar y nuestra vida pueda continuar fluyendo. Lo que vosotros necesitáis viene de vosotros mismos, a saber, el significado de las cosas. El significado de las cosas no es el sentido que les es peculiar. Este sentido se encuentra en los libros de erudición. Las cosas no tienen un sentido. El significado de las cosas es el camino de la salvación creado por vosotros. El significado de las cosas es la posibilidad de la vida en este mundo creada por vosotros. Es el dominio de este mundo y la afirmación de vuestra alma en este mundo. Este significado de las cosas es el suprasentido, que no está en la cosa y tampoco en el alma, sino que es el Dios que se encuentra entre las cosas y el alma, el mediador de la vida, el camino, el puente y el paso hacia el otro lado.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 197
¿Qué pensáis acerca de la esencia del infierno? El infierno es cuando la profundidad llega a vosotros con todo aquello que ya no sois, o aún no domináis. El infierno es cuando no podéis alcanzar lo que podríais alcanzar. El infierno es cuando tenéis que pensar, sentir y hacer todo aquello que sabéis que no queréis pensar, sentir y hacer. El infierno es cuando sabéis que vuestro deber es también vuestro querer y que vosotros mismos sois responsables de ello. El infierno es cuando sabéis que todo lo serio que os proponéis con vosotros es también irrisorio, que todo lo delicado es también tosco, todo lo bueno, también malo; todo lo alto, también bajo y cuando todos los actos de bien son también actos infames. Mas el infierno más profundo es cuando os dais cuenta de que el infierno tampoco es un infierno sino un cielo alegre, no un cielo en sí, sino en cierta medida un cielo y en otra un infierno.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 214
Cuando tú abrazas tu sí-mismo, entonces te parece como si el mundo se hubiera vuelto frío y vacío. En este vacío ingresa el Dios venidero. Si estás en tu soledad y todo el espacio alrededor de ti se ha vuelto frío e infinito, entonces te has alejado de los hombres y, al mismo tiempo, te has acercado a ellos como nunca antes. El deseo egoísta te condujo hacia el hombre sólo en apariencia, más en realidad te condujo lejos de él y, al final, hacia ti mismo, en lo que para ti y para los otros estaba más lejos. Pero ahora, cuando estás en la soledad, tu Dios te conduce al Dios de los otros y, a través de ello, a la verdadera cercanía, a la cercanía del sí-mismo en el otro.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 218
Admitir la propia añoranza no es cosa menuda. Muchos necesitan para eso un esfuerzo especial de su sinceridad. Demasiados no quieren saber dónde está su añoranza, pues se les presentaría como imposible o demasiado triste. Y, no obstante, la añoranza es el camino de la vida. Si no admites tu añoranza, entonces no te sigues a ti mismo, sino que andas por caminos extraños, que son trazados por otros para ti. Así no vives tu vida, sino una extraña. Más ¿quién ha de vivir tu vida, si no la vives tú? No sólo es tonto trocar la propia vida por una extraña, sino que además es un juego hipócrita, pues nunca puedes vivir realmente la vida del otro, sólo finges hacerlo, y así engañas al otro y a ti mismo, pues sólo puedes vivir tu propia vida. Si abandonas tu sí-mismo, entonces lo vives en el otro; a través de ello te vuelves egoísta con el otro y así engañas al otro. Todos creen entonces que una vida así es posible. Sin embargo, es sólo una imitación simiesca. Al ceder a tus antojos simiescos contagias a otros, porque el mono estimula lo simiesco. Así tú y los otros se convierten en monos. Por la emulación recíproca vives según la expectativa promedio, para la cual ha sido erigida en cada época una imagen, un héroe a través de los antojos de imitación de todos. Por eso fue asesinado el héroe, pues en él todos nos hemos convertido en mono. ¿Sabes tú por qué no puedes desistir de lo monesco? Por temor a la soledad y al sucumbir. Vivirse a sí mismo quiere decir: ser tarea de uno mismo. Nunca digas que sería un placer vivirse a sí mismo. No será ninguna alegría, sino un largo padecimiento, pues tienes que convertirte en tu propio creador. Si quieres crearte, entonces no empiezas por lo mejor y lo superior, sino por lo peor y más profundo. Por eso, di que te repugna vivirte a ti mismo. El confluir de las corrientes de la vida no es alegría sino dolor, pues es violencia contra violencia, culpa, y quiebra lo santificado.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 231
A ciertas cosas del mundo tengo que decir: no debéis ser así, sino de otra manera. No obstante, primero observo su naturaleza detenidamente, sino no las puedo modificar; de igual manera procedo con ciertos pensamientos. Modificas aquellas cosas del mundo que, sin ser útiles por sí mismas, hacen peligrar tu bienestar. De la misma manera debes proceder con los pensamientos. Nada es perfecto y muchas cosas están en conflicto. El camino de la vida es transformación, no exclusión. El bienestar es un mejor juez que el derecho.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 235
Si vas hacia el pensar, lleva tu corazón contigo. Si vas hacia el amor, lleva tu cabeza contigo. Vacío es el amor sin pensar, hueco el pensar sin amor.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 218
Grande es quien está en el amor, pues el amor es la acción presente del gran creador, el instante presente del devenir y el perecer del mundo. Poderoso es quien ama. Más quien se aleja del amor se siente poderoso. En tu prepensar reconoces la nulidad de tu ser actual como la del punto más pequeño entre la infinitud de lo pasado y de lo venidero. Pequeño es el pensante, grande se siente cuando se aleja del pensar. Más, cuando hablamos de la apariencia, es al revés. A quien está en el amor la forma le resulta un obstáculo menor. Sin embargo, su contorno termina con la forma que le fue dada. A quien está en el pensar la forma le resulta insuperable y alta como el cielo. No obstante, ve en la noche la diversidad de los innumerables mundos y su ciclo interminable. Quien está en el amor es un cuenco lleno y rebosante y aguarda el dar. Quien está en el prepensar es profundo y hueco y aguarda la cumplimentación. El amor y el prepensar están en uno y el mismo lugar. El amor no puede ser sin el prepensar y el prepensar no puede ser sin el amor. El hombre siempre está demasiado en uno o en el otro. Esto está relacionado con la naturaleza humana. Los animales y las plantas parecen tener lo suficiente en todas sus partes, sólo el hombre oscila entre demasiado y demasiado poco. Oscila aquel que está inseguro de cuánto tiene que dar aquí y cuánto allá, aquél cuyo saber y poder son insuficientes y aquel que aun así tiene que hacerlo él mismo. El hombre no sólo crece desde sí mismo sino que también es creador desde sí mismo. El Dios se manifiesta en él. La esencia humana es poco habilidosa para la divinidad y, por eso, el hombre oscila entre lo demasiado y lo demasiado poco. El espíritu de este tiempo nos ha condenado a la prisa. Ya no tienes nada futuro y nada pasado cuando sirves al espíritu de este tiempo. Necesitamos la vida de la eternidad. En la profundidad albergamos futuro y pasado. El futuro es viejo y el pasado, joven. Tú sirves al espíritu de este tiempo y crees que puedes escapar del espíritu de la profundidad. No obstante, la profundidad no se retarda más y te forzará al interior del misterio de Cristo. Corresponde a este misterio que el hombre no se redima a través del héroe, sino que él mismo se convierta en un Cristo.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 218
Mal ve quien quiere ver. Éste fue mi querer que me engañó. Éste fue mi querer que provocó la gran discordia de los démones. Por lo tanto, ¿no he de querer? He intentado realizar mi querer una y otra vez tan bien como podía. Y así satisfice todo lo que aspiraba en mí. Al final encontré que en todo eso me quería a mí mismo, pero sin buscarme a mí mismo. Por eso, no quise buscarme más fuera de mí, sino en mí. Entonces quise comprenderme a mí mismo y luego quise continuar sin saber lo que quería, y así caí en el misterio.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 243
Hace mucho que ando por todas las comarcas buscando aquellos hombres que están sentados como tú en una torre alta y miran alrededor hacia cosas no vistas.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 249
«Amigo mío, no percibes nada de mi vida visible exterior. Sólo oyes acerca de mi vida interior, la contraparte de la vida exterior. Si por eso creyeras que sólo tengo mi vida interior y que ésta es mi única vida, entonces te engañas. Pues tienes que saber que tu vida interior no se vuelve más rica a expensas de tu vida exterior, sino más pobre. Si no vives exteriormente, no te vuelves más rico interiormente, sino sólo más sobrecargado. Esto no redunda en tu ventaja y es el comienzo del malestar. Asimismo tu vida exterior tampoco se vuelve más rica y más bella a expensas de tu vida interior, sino sólo más pobre y miserable. El equilibrio encuentra el camino»
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 728
Si no te sucede ninguna aventura externa, tampoco te sucede una interna. La porción que tomas del diablo, precisamente la alegría, te abastece para la aventura. Así encontrarás tanto tu límite inferior como el superior. Necesitas conocer tus límites. Si no los conoces, entonces chocas con las barreras artificiales de tu presunción y de la expectativa de tus prójimos. Pero tu vida no tolera ser contenida por barreras artificiales. La vida quiere saltar por encima de tales barreras y en ellas tú te disocias de ti mismo. Estas barreras no son tus límites reales, sino una limitación arbitraria que ejerce una violencia inútil sobre ti mismo. Intenta por eso encontrar tus límites reales. Nunca se los conoce por anticipado, sino que se los ve y se los comprende sólo cuando se los alcanza. Pero esto también te sucede sólo cuando tienes equilibrio. Sin equilibrio, caes por fuera de tus límites sin darte cuenta de lo que te ha sucedido. Mas el equilibrio sólo lo alcanzas por el hecho de alimentar tu opuesto. No obstante, eso te repugna en lo más íntimo, pues no es heroico. Mi espíritu reflexionaba más allá en todo lo inusual y poco común, espiaba posibilidades inhalladas, senderos que van en lo oculto hacia las luces que brillan en la noche. Y cuando mi espíritu hizo esto, todo lo común en mí fue dañado sin que yo me diera cuenta y comenzó a anhelar la vida, pues yo no la vivía. Por eso me llegó esta aventura. Lo romántico me invadió. Lo romántico es un paso hacia atrás. Para llegar al camino también hay que retroceder algunos pasos.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 261
El alma exige tu locura, no tu saber.
Carl Gustav Jung
El libro rojo
Sentir el más allá desde el más acá, a saber, lo otro y lo opuesto en mí, es tan atormentador como una noche de insomnio. Se acerca furtivamente como una fiebre, como una niebla venenosa. Y cuando tus sentidos están excitados y tensos al máximo, entonces viene lo demoníaco como algo tan insípido y gastado, tan tibio y flojo, que te empiezas a sentir mal. Aquí con gusto quisieras dejar de sentir tu más allá. Espantado y disgustado, añoras las bellezas de tu mundo visible, altas como el cielo. Escupes y maldices todo lo que yace más allá de tu bello mundo, pues sabes que constituye la repugnancia, la escoria, la inmundicia del animal humano que se atiborra en casas enrarecidas, aquel que anda furtivamente en las aceras, que husmea por doquier cada esquina y que, desde la cuna hasta la tumba, sólo disfruta de lo que ya ha estado en boca de todos. Mas no puedes detenerte aquí, no interpongas la repugnancia entre tu más acá y tu más allá. El camino hacia tu más allá conduce por el infierno y, por cierto, por tu particular infierno cuyo suelo se compone de escombros hasta las rodillas, cuyo aire ha sido exhalado millones de veces, cuyos fuegos son pasiones de enano y cuyos diablos son letreros quiméricos. Todo lo odioso y todo lo repugnante es tu propio infierno. ¿Cómo podría ser de otra manera? Todo otro infierno sería al menos digno de ser visto o resultaría divertido. Mas el infierno nunca lo es. Tu infierno está hecho de todas las cosas que siempre echaste de tu santuario con una maldición y un puntapié. Cuando ingreses en tu infierno, nunca pienses que llegas como alguien que padece la belleza o como un despreciador orgulloso, sino que vienes como un estúpido tonto y curioso, y admiras las migajas que han caído de tu mesa.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 267
¿La muerte? ¿Acaso no descubre ella el terrible engaño de la vida?
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 272
¿Qué ilusión engañosa nos pudo hacer creer en enigmas?
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 218
Cuando has alcanzado tu profundidad, entonces ves brillar tu altura claramente sobre ti, deseable y lejana, como inalcanzable…
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 273
Si permaneces dentro de tus límites creados arbitraria y artificialmente, entonces andas como entre dos altos muros: no ves la inconmensurabilidad del mundo. Pero si derrumbas los muros que estrechan tu mirada y si la inconmensurabilidad y su infinita incertidumbre se te vuelven terribles, entonces despierta en ti el antiquísimo durmiente, cuyo mensajero es el pájaro blanco (del alma) Entonces necesitas, por cierto, el mensaje del viejo domador del caos. En el torbellino del caos, allí habitan las maravillas eternas. Tu mundo comienza a volverse maravilloso. El hombre no sólo pertenece a un mundo ordenado, también pertenece al mundo de las maravillas de su alma. Por eso tuvisteis que convertir vuestro mundo ordenado en un espanto, para que os abandone las ganas de ser demasiado exterior. Vuestra alma padece necesidad, pues en su mundo gravita la sequía. Si miráis fuera de vosotros, veis el bosque lejano y las montañas y, por encima de eso, vuestra mirada asciende a los espacios de las estrellas. Y si miráis en vosotros, veis nuevamente lo cercano, lo lejano y lo infinito, pues el mundo de lo interior es tan infinito como el mundo de lo exterior. Así como a través de vuestro cuerpo participáis de la múltiple esencia del mundo, así también participáis a través de vuestra alma de la múltiple esencia del mundo interior. Este mundo interior es verdaderamente infinito y en nada más pobre que el exterior. El hombre vive en dos mundos. Un loco vive aquí o allá, pero nunca aquí y allá.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 264
Estamos sentados en silencio cerca del fuego llameante. Es una noche fría. Izdubar gime fuerte y mira hacia el cielo estrellado. Iz.: «Es el día más espantoso de mi vida, infinito, tan vasto, tan vasto, miserables artes mágicas, nuestros sacerdotes no saben nada, si no me hubiesen podido proteger de esto, dijo que incluso los dioses mueren. ¿Acaso vosotros ya no tenéis más dioses?». Yo: «No, sólo nos quedan las palabras». Iz.: «¿Pero estas palabras son poderosas?». Yo: «Así se dice, pero no se ve nada de eso». Iz.: «Tampoco nosotros vemos a los dioses y aun así creemos que ellos existen. Reconocemos su actuar en el acontecer natural». Yo: «La ciencia nos ha quitado la capacidad de la fe».[102] Iz.: «¿También eso habéis perdido? ¿Cómo vivís, entonces?». Yo: «Vivimos así, con un pie en lo frío y con el otro en lo caliente, y con respecto al resto, ¡tal como venga!». Iz.: «Te expresas oscuramente». Yo: «Así está la cosa también entre nosotros, está oscuro». Iz.: «¿Podéis soportarlo?». Yo: «No del todo. Yo personalmente no me hallo bien con esto. Por eso me he puesto en camino a Oriente, a la tierra del sol naciente, a buscar la luz que nos falta. Por cierto, ¿dónde sale el sol?». Iz.: «La tierra es, como dices, completamente redonda. Por lo tanto, el sol no sale por ningún lado». Yo: «Quiero decir, ¿tenéis vosotros la luz que nos falta?». [39/40] Iz.: «Mírame: he prosperado en la luz del mundo oriental. Así puedes medir cuán fructífera es aquella luz. Mas, si vienes de una tierra tan oscura, entonces cuídate de esa luz superpoderosa. Podrías enceguecer, así como todos nosotros somos también un poco ciegos». Yo: «Si vuestra luz es tan fabulosa como lo eres tú, entonces seré cuidadoso». Iz.: «Haces bien». Yo: «Ansío vuestra verdad». Iz.: «Como yo ansío las tierras de Occidente. Te advierto».
Estamos sentados en silencio cerca del fuego llameante. Es una noche fría. Izdubar gime fuerte y mira hacia el cielo estrellado. Iz.: «Es el día más espantoso de mi vida, infinito, tan vasto, tan vasto, miserables artes mágicas, nuestros sacerdotes no saben nada, si no me hubiesen podido proteger de esto, dijo que incluso los dioses mueren. ¿Acaso vosotros ya no tenéis más dioses?». Yo: «No, sólo nos quedan las palabras». Iz.: «¿Pero estas palabras son poderosas?». Yo: «Así se dice, pero no se ve nada de eso». Iz.: «Tampoco nosotros vemos a los dioses y aun así creemos que ellos existen. Reconocemos su actuar en el acontecer natural». Yo: «La ciencia nos ha quitado la capacidad de la fe».[102] Iz.: «¿También eso habéis perdido? ¿Cómo vivís, entonces?». Yo: «Vivimos así, con un pie en lo frío y con el otro en lo caliente, y con respecto al resto, ¡tal como venga!». Iz.: «Te expresas oscuramente». Yo: «Así está la cosa también entre nosotros, está oscuro». Iz.: «¿Podéis soportarlo?». Yo: «No del todo. Yo personalmente no me hallo bien con esto. Por eso me he puesto en camino a Oriente, a la tierra del sol naciente, a buscar la luz que nos falta. Por cierto, ¿dónde sale el sol?». Iz.: «La tierra es, como dices, completamente redonda. Por lo tanto, el sol no sale por ningún lado». Yo: «Quiero decir, ¿tenéis vosotros la luz que nos falta?». [39/40] Iz.: «Mírame: he prosperado en la luz del mundo oriental. Así puedes medir cuán fructífera es aquella luz. Mas, si vienes de una tierra tan oscura, entonces cuídate de esa luz superpoderosa. Podrías enceguecer, así como todos nosotros somos también un poco ciegos». Yo: «Si vuestra luz es tan fabulosa como lo eres tú, entonces seré cuidadoso». Iz.: «Haces bien». Yo: «Ansío vuestra verdad». Iz.: «Como yo ansío las tierras de Occidente. Te advierto».
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 321
Caminé al sur y encontré el insoportable ardor de estar solo conmigo mismo. Caminé hacia el norte y encontré la fría muerte que muere todo el mundo. Me retiré a mi tierra occidental donde los hombres son ricos en saber y poder, y comencé a padecer la oscuridad vacía de sol. Y arrojé todo de mí y caminé hacia Oriente, donde la luz asciende diariamente. Como un niño fui a Oriente. No pregunté, sólo esperé. Entrañables praderas de flores y amables bosques de primavera ribeteaban mi sendero. Pero a la tercera noche llegó la pesadez. Se encontraba delante de mí como una montaña peñascosa cubierta de una desolación triste y todo quería disuadirme de continuar por el sendero de mi vida. Pero encontré la entrada y el camino estrecho. El tormento fue grande, pues no en vano había rechazado a los dos malvividos y venidos a menos. Aquello que repudio, si saberlo, lo acojo en mí. Aquello que acepto va a la parte de mi alma que conozco; lo que repudio va a la parte de mi alma que no conozco. Aquello que acepto lo hago yo mismo; mas aquello que repudio me es hecho a mí. Por lo tanto, el sendero de mi vida me condujo ciertamente por los opuestos repudiados que estaban juntos delante de mí en un camino llano y, ¡ay!, tan doloroso. Los pisé pero quemaron y helaron mis suelas. Y así llegué al otro lado. Pero el veneno de la serpiente a la que le aplastas la cabeza penetra en ti por la picadura en el talón y así la serpiente se torna para ti más peligrosa de lo que era antes. Pues lo que repudio también está, por cierto, en mi naturaleza. Pensé que estaba afuera y por eso creí poder destruirlo. Pero está en mí y sólo temporalmente ha tomado una forma externa y me ha enfrentado. Yo destruí su forma y creí haber sido un conquistador. Pero aún no me he superado. El opuesto externo es una imagen de mi opuesto interno. Cuando he reconocido esto, callo y pienso en el abismo del antagonismo en mi alma. Los opuestos externos son fáciles de superar. Ellos ciertamente existen pero, a pesar de eso, puedes estar de acuerdo contigo mismo. Por cierto, quemarán y helarán tus suelas, pero sólo tus suelas. Duele, pero continúas y miras hacia metas lejanas.
Aquello que repudio, si saberlo, lo acojo en mí. Aquello que acepto va a la parte de mi alma que conozco; lo que repudio va a la parte de mi alma que no conozco. Aquello que acepto lo hago yo mismo; mas aquello que repudio me es hecho a mí.
Caminé al sur y encontré el insoportable ardor de estar solo conmigo mismo. Caminé hacia el norte y encontré la fría muerte que muere todo el mundo. Me retiré a mi tierra occidental donde los hombres son ricos en saber y poder, y comencé a padecer la oscuridad vacía de sol. Y arrojé todo de mí y caminé hacia Oriente, donde la luz asciende diariamente. Como un niño fui a Oriente. No pregunté, sólo esperé. Entrañables praderas de flores y amables bosques de primavera ribeteaban mi sendero. Pero a la tercera noche llegó la pesadez. Se encontraba delante de mí como una montaña peñascosa cubierta de una desolación triste y todo quería disuadirme de continuar por el sendero de mi vida. Pero encontré la entrada y el camino estrecho. El tormento fue grande, pues no en vano había rechazado a los dos malvividos y venidos a menos. Aquello que repudio, si saberlo, lo acojo en mí. Aquello que acepto va a la parte de mi alma que conozco; lo que repudio va a la parte de mi alma que no conozco. Aquello que acepto lo hago yo mismo; mas aquello que repudio me es hecho a mí. Por lo tanto, el sendero de mi vida me condujo ciertamente por los opuestos repudiados que estaban juntos delante de mí en un camino llano y, ¡ay!, tan doloroso. Los pisé pero quemaron y helaron mis suelas. Y así llegué al otro lado. Pero el veneno de la serpiente a la que le aplastas la cabeza penetra en ti por la picadura en el talón y así la serpiente se torna para ti más peligrosa de lo que era antes. Pues lo que repudio también está, por cierto, en mi naturaleza. Pensé que estaba afuera y por eso creí poder destruirlo. Pero está en mí y sólo temporalmente ha tomado una forma externa y me ha enfrentado. Yo destruí su forma y creí haber sido un conquistador. Pero aún no me he superado. El opuesto externo es una imagen de mi opuesto interno. Cuando he reconocido esto, callo y pienso en el abismo del antagonismo en mi alma. Los opuestos externos son fáciles de superar. Ellos ciertamente existen pero, a pesar de eso, puedes estar de acuerdo contigo mismo. Por cierto, quemarán y helarán tus suelas, pero sólo tus suelas. Duele, pero continúas y miras hacia metas lejanas.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 322
Aquello que repudio, si saberlo, lo acojo en mí. Aquello que acepto va a la parte de mi alma que conozco; lo que repudio va a la parte de mi alma que no conozco. Aquello que acepto lo hago yo mismo; mas aquello que repudio me es hecho a mí.
Carl Gustav Jung
El libro rojo, página 323
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