La batalla para curar la maldad humana siempre comienza en casa. Y la autopurificación siempre será nuestra arma más importante.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 5


Definir a un “verdadero cristiano” es un asunto difícil. Pero si tuviera que hacerlo, mi definición sería que un verdadero cristiano es cualquier persona que es “una agradable morada para Jesús”.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 7


Sé que Satanás ansía penetrarnos, pero nunca he experimentado ese deseo como sexual o creativo, sino sólo como odioso y destructivo.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 8


La terapia solo puede andar bien si el paciente siente que su terapeuta lo acepta. Sólo en una atmósfera de aceptación el paciente puede esperar confiar sus secretos para desarrollar un sentido de su propio valor.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 30


Usted siempre busca la salida fácil, George. No la salida correcta. La salida fácil. Si tiene que elegir entre la salida correcta y la salida fácil, siempre elegirá la fácil. La que no es dolorosa.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 35


Si lo pensamos seriamente, tal vez tiene más sentido suponer que éste es un mundo naturalmente malo que misteriosamente se ha “contaminado” de bondad, más bien que al contrario. El misterio del bien es aún mayor que el misterio del mal. 6 Y estos misterios son inextricables.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 46




Tengo la intención de estimularnos a reconocer el mal por lo que es, en toda su espantosa realidad. No hay nada morboso en mi propósito. Al contrario, es en favor de la vida “más abundante”. La única razón válida para reconocer la maldad humana es curarla dondequiera que se pueda, y cuando no podamos (como muy frecuentemente ocurre), estudiarla más para poder descubrir cómo curarla en casos específicos y eventualmente borrar su fealdad de la faz de la tierra. Creo que queda claro, entonces, que al estimularnos a desarrollar una psicología del mal, no estoy hablando de un estudio del mal en abstracto ni de una psicología abstracta divorciada de los valores de la vida y la vitalidad. No se puede estudiar una enfermedad sin la intención de curarla, a menos que uno sea una especie de nazi. Una psicología del mal debe su una psicología curativa. La curación es un resultado del amor. Es una función del amor. Donde hay amor hay curación. Y donde no hay amor hay muy poca —o ninguna- curación. Paradójicamente, una psicología del mal debe ser una psicología llena de amor. Debe rebosar de amor a la vida. Cada paso de su metodología debe estar guiado no solamente por el amor a la verdad, sino también por el amor a la vida, al calor, la luz y la risa; a la espontaneidad y la alegría; amor al servicio y el cuidado del hombre. Tal vez así estoy ya contaminando a la ciencia. Permítanme que la “contamine” un poco más. La psicología científica que sugiero, para no resultar estéril y muerta y mala en sí misma, sino por el contrario rica y fértil y humanamente productiva, tendrá que lograr la integración de muchas cosas que generalmente no se consideran “científicas”. Por ejemplo, tendrá que prestar gran atención a la literatura, en particular a la mitología. En su batalla contra el mal a través de los siglos, los seres humanos, consciente o inconscientemente, han incorporado las lecciones que aprendieron de las historias míticas. El cuerpo de esta mitología es un enorme depósito de estas lecciones, a las que siempre seguimos agregando otras.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 50


La buena ciencia, la buena psicología, no pueden ser de criterio estrecho. Hay que explorar todos los caminos, examinar todas las señales.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 52


Para los chicos —incluso pata los adolescentes— los padres son como dioses. La forma en que los padres hacen las cosas parece la forma en que deben hacerse las cosas. Los chicos rara vez son capaces de comparar objetivamente a sus padres con otros padres. No son capaces de hacer evaluaciones realistas de la conducta de sus padres. Si sus padres lo tratan mal, un chico supone generalmente que él es malo. Si lo tratan como a un feo, estúpido ciudadano de segunda, crecerá con la imagen de que es feo, estúpido y de segunda clase. Los niños criados sin amor llegan a creer que no pueden ser amados. Podemos expresar esto como una ley general del desarrollo de los niños: Siempre que hay un déficit importante en el amor parental, el chico, muy probablemente, responderá a ese déficit suponiendo que es la causa de ese déficit, y desarrollará de este modo una imagen negativa de sí mismo que nada tiene que ver con la realidad.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 72


Es triste, pero el hecho es que las personas más sanas — las más honestas, cuyas estructuras de pensamiento están menos distorsionadas— son las más fáciles de tratar con psicoterapia y las que más se beneficiarán con ella. Y a la inversa, cuanto más enfermos están los pacientes — cuanto más deshonesta es su conducta y más distorsionada su manera de pensar— menos capaces serán de alcanzar algún tipo de éxito. Cuando ellos están muy distorsionados y son muy deshonestos, parece imposible. Entre terapeutas es frecuente calificar la psicopatología de un paciente como “abrumadora”. Lo decimos en sentido literal. Literalmente nos sentimos abrumados por la masa laberíntica de mentiras y motivos retorcidos y comunicación distorsionada en la que caeremos si intentamos trabajar con estas personas en la íntima relación psicoterapéutica. Sentirnos, y a veces con mucha razón que no sólo fracasaremos en nuestros intentos de sacarlos del pantano de su enfermedad, sino que muy probablemente nos harán caer en él. Somos demasiado débiles para ayudar a estos pacientes; demasiado ciegos como para ver el final de los retorcidos corredores por donde nos llevarán; demasiado pequeños como para mantener nuestro amor ante todo su odio.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 77


Para ayudar a los individuos en psicoterapia es necesario tener al menos un atisbo de sentimiento positivo hacia ellos, un toque de simpatía por sus problemas, una leve empatía por sus sufrimientos, una cierta consideración por su condición de personas y esperanza en sus potenciales como seres humanos.

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El mal y la mentira, página 78


La sensación que experimenta una persona sana en relación con una persona mala es de repugnancia. La sensación de repugnancia puede ser casi instantánea si la maldad que se encuentra es evidente. Si la maldad es más sutil, la repugnancia sólo se desarrollará gradualmente a medida que se profundice la relación con la persona mala. El sentimiento de repugnancia puede ser muy útil para el terapeuta. Puede ser una herramienta de diagnóstico por excelencia. Puede significar, en forma más verdadera y rápida que cualquier otra, que el terapeuta está en presencia de un ser humano malo. Pero, como un filoso escalpelo, es una herramienta que hay que utilizar con mucho cuidado. Si la repugnancia surge no por algo del paciente sino por alguna enfermedad del terapeuta, causará todo tipo de daños, a menos que el o la terapeuta sepan reconocer con humildad que se trata de un problema de ellos.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 79


La gente mala es “la gente de la mentira”: ellos engañan a los otros al mismo tiempo que van acumulando capa sobre capa de autoengaño. Si se siente confundido ante un paciente, el terapeuta debe preguntarse si su confusión no es el resultado de su ignorancia. Pero también le corresponde al terapeuta preguntarse: “¿El paciente no estará haciendo algo para confundirme?”.

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El mal y la mentira, página 81


Dar a las cosas el nombre que les corresponde nos otorga un cierto poder sobre ellas.

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El mal y la mentira, página 84


La gente que está en la cárcel puede casi siempre clasificarse dentro de uno u otro diagnóstico psiquiátrico. Los diagnósticos abarcan todo el espectro existente y corresponden, en términos de los legos, a cualidades tales como la locura, la impulsividad, la agresividad o la falta de conciencia (...)  Como distingo entre personas malas y criminales comunes, obviamente hago también la distinción entre la maldad como característica de la personalidad y las malas acciones. En otras palabras: las malas acciones no producen malas personas. De otro modo, todos seríamos malos, porque todos cometemos malas acciones. La definición más extendida del pecado es “no dar en el blanco”. Esto significa que pecamos cada vez que no damos en el centro. El pecado es nada más y nada menos que la imposibilidad de ser siempre perfectos. Como nos es imposible ser siempre perfectos, somos todos pecadores. Habitualmente no hacemos lo mejor que podemos, y con cada fracaso cometemos un crimen de alguna clase: contra Dios, nuestro prójimo o nosotros mismos, cuando no francamente contra la ley. Por supuesto, hay crímenes de mayor y menor magnitud. Sin embargo, es un error pensar en el malo y en el pecado como una cuestión de grado. Puede parecer menos odioso estafar a los ricos que a los pobres, pero de todas maneras es una estafa. Hay diferencias ante la ley entre una defraudación en un negocio, la evasión de impuestos, copiarse en un examen, decirle a la esposa que uno tiene que trabajar hasta tarde cuando en realidad le está siendo infiel, o decirle al marido (o a una misma) que no tuvo tiempo de ir a buscar su ropa al lavadero cuando en realidad pasó una hora hablando por teléfono con una amiga. Sin duda, unas acciones son más excusables que otras —y tal vez lo sean mucho más según las circunstancias—, pero eso no quita que todas sean mentiras y engaños. Si ustedes son lo suficientemente escrupulosos como para no haber hecho ninguna de estas cosas recientemente, entonces pregúntense si hay alguna otra forma en que puedan haberse mentido o engañado a sí mismos. O si han sido menos de lo que podían, lo cual es en sí un autoengaño. Sean perfectamente honestos con ustedes mismos, y se darán cuenta de su pecado. Si no se dan cuenta de eso, no son perfectamente honestos consigo mismos, lo cual es en sí un pecado. No hay salida: todos somos pecadores. Si no es posible definir a las personas malas por la ilegalidad de sus acciones o la magnitud de sus pecados, ¿cómo los definiremos? La respuesta está en la consistencia de sus pecados. Aunque en general son sutiles, su destructividad es notablemente consistente. Esto se debe a que los que han “sobrepasado el límite” se caracterizan por su absoluta negativa a tolerar la percepción de su propia naturaleza pecadora.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 84


... todos los pecados pueden repararse, excepto el pecado de creer que uno no tiene pecado.

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El mal y la mentira, página 91


Las palabras “imagen”, “apariencia” y “externamente” son cruciales para comprender la moralidad del mal. A pesar de que carecen de toda motivación para ser buenos, desean intensamente parecer buenos. Su “bondad” está totalmente en un nivel de fingimiento. En efecto, es una mentira. Por eso son “la gente de la mentira”. En realidad, la mentira no se dirige tanto a engañar otros como a engañarse a sí mismos. No pueden o no quieren tolerar el dolor del autorreproche. El decoro con el que llevan sus vidas se mantiene como un espejo en el que pueden verse reflejados como seres correctos. Pero el autoengaño sería innecesario si los individuos malos no tuvieran sentido de lo que está bien y lo que está mal. Mentimos solamente cuando deseamos tapar algo que sabemos que es ilícito. Alguna forma rudimentaria de conciencia debe preceder a la acción de mentir. No hay necesidad de ocultar a menos que sintamos que hay algo que ocultar.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 96


He dicho que los individuos malos sienten que son perfectos. Pero al mismo tiempo creo que tienen una sensación no reconocida de su propia naturaleza malvada. En realidad, tratan desesperadamente de escapar a esta sensación. El componente esencial del mal no es la ausencia de una sensación del pecado o de la imperfección, sino la negativa a tolerar esa sensación. Las personas malas perciben su maldad y tratan de evitar esa percepción exactamente al mismo tiempo. No tienen la suerte de carecer de un sentido de la moralidad como los psicópatas, sino que están constantemente tratando de barrer la evidencia de su propia maldad y esconderla bajo la alfombra de su conciencia.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 97


Nos volvemos malos cuando tratamos de escondernos de nosotros mismos. La maldad de los individuos malos no se comete directamente, sino indirectamente a través de este proceso de ocultamiento. El mal no se origina en la ausencia de culpa sino en el esfuerzo de escapar de ella.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 97


En psiquiatría existe la regla de que todos los problemas psicológicos importantes están sobredeterminados. Es decir que tienen más de una y generalmente muchas causas diferentes, así como las plantas a menudo tienen muchas raíces. Estoy seguro de que el problema del mal no es una excepción. Pero es bueno recordar que entre estos factores está la misteriosa libertad de la voluntad humana.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 110


… dondequiera que hay mal, hay mentira —comenté—. El mal siempre tiene que ver con las mentiras.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 184


Otra forma de devastación que la “intrusividad” narcisista puede crear es la relación simbiótica. La “simbiosis” —en el sentido que le damos al término en psiquiatría— no es un estado de interdependencia mutuamente beneficioso. Se refiere, en cambio, a un tipo de pareja mutuamente parasitaria y destructiva. En la relación simbiótica ninguno de los dos participantes se separa del otro, aunque evidentemente sería beneficioso para cada uno que lo hicieran.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 187

—Bien, entonces tengo una fobia —dijo—. ¿Qué es una fobia, de todas maneras? ¿Cómo funciona? Las fobias son el resultado de un desplazamiento, le explicó su terapeuta. Aparecen cuando un miedo o rechazo natural hacia algo es desplazado hacia otra cosa. Las personas usan este desplazamiento defensivo cuando no quieren reconocer el origen del miedo o el rechazo.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 199


El hecho de que su madre se aferrara a ella por soledad no era malo; era solamente humano. —Sí, la soledad es humana —respondió su terapeuta— pero la incapacidad de tolerarla no es necesariamente parte de la condición humana. —Y pasó a explicarle que es tarea de los padres ayudar a los hijos a lograr su propia independencia y una existencia separada. Para conseguir este objetivo era esencial que los padres toleraran su propia soledad y así permitieran y aun estimularan a sus hijos a que finalmente los dejaran. En cambio, desalentar esa separación no sólo representaba un fracaso en la tarea parental, sino también un sacrificio del crecimiento del hijo a los propios deseos inmaduros y centrados en sí mismos de los padres. Era destructivo.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 200


No sé cómo sucede esto. Pero sé que sucede. Sé que las personas buenas pueden dejarse penetrar deliberadamente por la maldad de otras —y de esta manera quebrarse, pero sin embargo quedar enteras—, incluso morir en cierto sentido y sin embargo sobrevivir y no sucumbir. Siempre que esto sucede hay un ligero desplazamiento del equilibrio del poder en el mundo.

Morgan Scott Peck
El mal y la mentira, página 381





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