No todos los incunables, impresos antes del año 1.500, son códices. Si tuviéramos que hacer un Top Five de los códices españoles más valiosos habría que citar los siguientes:
El Codex Calixtinux (siglo XII) la primera guía que existe del Camino de Santiago, que fue robado el 5 de juho de 2011 de la catedral de Santiago de Compostela y, hasta el momento de escribir este libro, aún no ha aparecido. El Beato de Liébana (776) o Comentarios al Libro del Apocalipsis de San Juan. Robado del Museo Diocesano de La Seu d’Urgel (Lleida) en 1996. Finalmente, el 21 de enero de 1997, esta joya literaria se recuperó en la consulta de un psiquiatra de Valencia, escondida en un armario entre medicamentos.
Codex Emilianense, glosas o anotaciones al margen que se consideran el primer testimonio de un dialecto romance en la Península derivado del latín, fechado en el siglo X, encontrado en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja) y conservado en la Real Academia de la Historia de Madrid.
El Beato de Girona o de San Salvador de Távara (970) cuya importancia reside en que conserva la primera ilustración del apóstol Santiago.
El Códice Aureus (1043) que son evangelios escritos con letras de oro, regalo de Felipe II a su tía la reina María de Hungría. Es la joya de la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Y eso sin contar los códices que corresponden a obras clásicas de la literatura hispana como son el Cantar del Mío Cid (siglo XI) y el Libro del Buen Amor, del Arcipreste de Hita (siglo XIV) del que sólo existen tres copias, o Las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio (año 1284), que se componen de 1300 miniaturas de las que se conservan tan sólo cuatro copias.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 24


Las reglas básicas del código de caballería laica eran las siguientes:
La protección a las mujeres y a los débiles.
El triunfo de la justicia frente a la injusticia y el mal.
El amor a la tierra natal.
La defensa de la Iglesia, incluso a riesgo de perder la vida.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 40



Durante esos años fatídicos en el que los médicos no encuentran solución para la enfermedad (la peste negra) y los sacerdotes no paran de dar el viático y de rezar oraciones, las leyendas y tradiciones nos cuentan que aparecen extraños personajes, venidos de no se sabe dónde, que ofrecen consejos y dan remedios para que la peste desaparezca. Son generalmente hombres, que el pueblo confunde con pastores, peregrinos o monjes, y que súbitamente hacen acto de presencia en un pueblo asolado y devastado por tan terrible epidemia. Misteriosos personajes que luego desaparecen sin dejar rastro, generando una aureola de milagro y una gratitud que no llegó a ser recompensada, de tal manera que es habitual que se identifique a estos hombres como providenciales ángeles enviados por Dios que, apiadado, hizo caso de las súplicas del pueblo.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 46


Muchas iglesias daban a algunas reliquias una connotación más espiritual, sobre todo aquellas que estaban vinculadas a la crucifixión de Jesús. El hecho de que la cruz fuera de madera, el tocar un lignum crucis, de los muchos que había por todas las iglesias y catedrales de la cristiandad, representaba una plegaria con la esperanza de ser protegidos de la mala fortuna. De ahí, en parte, la expresión supersticiosa de “tocar madera”. En la Alta Edad Media se convirtió en práctica común de la iglesia asignar indulgencias a estas reliquias. Lo que hacían las indulgencias era aminorar el tiempo en el purgatorio, un lugar de penitencia en que el alma de los difuntos podía purificarse antes de ir al cielo. Las indulgencias se recibían a cambio de limosnas caritativas y por venerar las reliquias de los santos. La iglesia especificó los años y días de cada indulgencia, casi un dogma de fe creído a pies juntillas porque interesaba creerlo.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 67




Por ejemplo, los miembros de la secta anabaptista de los Regocijados —vaya nombre— se pasaban la vida riendo. Su leit motiv era una buena carcajada que, además de proporcionarles salud, les abría las puertas del cielo. No eran los únicos. Algunos santos varones llegaron a santos precisamente por su mansedumbre y por reírse de cualquier cosa, como fue el caso de san Alejo que sonría cuando le humillaban y le tiraban a la cara cáscaras de plátano.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 72


… en casi todas las apariciones se da un denominador común cual es que aparezcan unos resplandores o signos luminosos en el cielo o bien una entidad femenina luminosa dentro de una cueva o encima un determinado árbol —un álamo negro, roble, pino, higuera, espino…— que manifiesta su deseo de que se construya una ermita sobre ese mismo lugar, en el que luego aparece una imagen o talla de madera de la Virgen escondida desde la época de la invasión musulmana. Por último, se construye el santuario y se convierte desde ese momento en la patrona de esa localidad. Apenas hay variaciones sobre este relato arquetípico, salvo la fecha, la zona o el nombre del pastor protagonista del fenómeno sobrenatural y eso cuando aparece este dato, porque a veces ni siquiera las leyendas mencionan el año y tan sólo se limitan a señalar el siglo. En muchas ocasiones, la advocación de la Virgen recibe un nombre alusivo a esos resplandores: Sonsoles, Luz, Estrella…

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 77


El origen de los grimorios es incierto. Se sabe que en el antiguo Egipto ya existieron libros que recopilaban conjuros. Sus más claros precedentes proceden de la magia babilónica, que influyó en la magia judía. En Europa comenzó su difusión a partir del siglo XII. Bien es verdad que pocos sabían leer, así que su uso quedó restringido a una elite de magos y de eclesiásticos. Algunos grimorios servían para invocar a demonios, ángeles o entidades de dudoso origen o bien para recitar plegarias extrañas con sabor a magia ritual. Muchos eran manuales de fórmulas de magia negra, escritas en pergaminos que decían estar hechos con piel de animales y escritos con sangre de vaya usted a saber qué bicho. En estos libros, auténticos vademecum brujeriles, se incluían recetas para conseguir hechizos variados o para invocar a los espíritus más estrafalarios. También era frecuente incluir mapas, situación y posición de tesoros encantados, confección de talismanes y hasta argucias y trucos para pactar con el demonio en los días propicios. Eran los Libros Negros, Libros Nigrománticos o Libros de los Brujos, temidos, apetecidos, prohibidos y buscados porque se creía que otorgaban conocimientos y poderes a aquel que los tuviera. Por lo general, se invoca y se invita a un demonio, según la especialidad de éste, para que conceda el deseo de turno. Algunos demonólogos creen que los principales “espíritus negros” son seis: Belcebú —jefe de los demonios—, Leonardo —rey de las brujas—, Nieksa —dominador de las aguas—, Gob —generador de terremotos y pestes—, Peralda —señor del huracán y el rayo— y Djinn —amo infernal del fuego—

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 80


Las cuestiones supersticiosas tienen más peso del que imaginamos en el mundo de las monarquías.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 92


En la actualidad la tumba del Cid y de su esposa se encuentra en el centro de la nave mayor de la catedral de Burgos, en el crucero, que le sirve de maravilloso mausoleo. Allí descansan desde el año 1921 en que fueron trasladados sus restos —no todos— desde el ayuntamiento, lugar en el que estuvieron depositados durante 85 años. En la inscripción de la tumba, redactada por Menéndez Pidal, se puede leer: “A todos alcanza honra por el que en buena hora nació”.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 104



¡Babieca!, que por aquellas épocas medievales tenía las connotaciones de papanatas. Ese gesto desafiante fue suficiente para que El Cid se fijara en el animal y dijera: “Si tan valientemente sabe hacer frente a la tempestad, así lo hará en las batallas”.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 107


El matrimonio morganático era el que se celebraba entre dos personas de rango social desigual en el cual se establece que el cónyuge y cualquier hijo de dicha unión, herede los títulos, privilegios y las propiedades del rey o del noble con el que se ha casado. Es conocido como “matrimonio de la mano izquierda” porque el novio sostiene la mano derecha de la novia con su extremidad izquierda cuando lo normal es hacerlo al revés.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 177


Hablar del mítico reino cristiano del Preste Juan de las Indias es hablar de templarios, de cruzadas, de tesoros inconmensurables, del Santo Grial, del Arca de la Alianza y de Abisinia. Cada cosa tiene su lógica, su sentido y su explicación. La existencia del Preste Juan se convertirá en un mito a lo largo de la Edad Media, cuya literatura de viajes recogería los esfuerzos de los europeos por encontrar, primero en Asia y después en Atrica, su reino. Su figura que llegaría a ser relacionada con la de Parzival, con uno de los Reyes Magos, con un descendiente de San Juan Bautista, con un monarca nestoriano de Asia o con el Emperador de Etiopía. Este Rex et Sacerdos —rey y sacerdote— es mencionado, entre muchos otros, por escritores tan dispares como Marco Polo, Juan de Mandeville o Ariosto.

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 142




El movimiento de las beguinas, al no tener una estructura organizada, se diseminó en parte entre las terceras órdenes y, en parte, entre los movimientos heréticos. Hoy se está rescatando esa forma de vida que permaneció ignorada durante tantos siglos, y se les está reconociendo el gran papel que hicieron estas mujeres medievales, como precursoras, entre otras cosas, de las primeras enfermeras. Por ejemplo, las beguinas de Flandes constituyeron una de las órdenes seglares de enfermería más prominentes y eso son cosas que nunca se olvidan…

Jesús Callejo
Misterios de la Edad Media, página 171