Si hacemos un resumen, cuatro son las principales posturas e interpretaciones que se han dado sobre la brujería europea:

1. Que no existió, siendo todo una invención eclesiástica para mantener su poder. Lo que sabemos de ella es un cúmulo de difundidas supersticiones. Por ejemplo, el escéptico historiador protestante Henry Charles Lea sostenía que las brujas no habían existido nunca, que habían sido un invento inquisitorial.

2. Que existió, pero en épocas recientes y cristianas. Hoppe Robbins cree que quienes propagaron e inventaron la brujería fueron la Iglesia y la Inquisición, organismo responsable en materia de ortodoxia.

3. La tradición folklorista, defendida entre otros por Margaret Murray, la considera como un antiguo culto femenino a la fecundidad y a un dios cornudo de las viejas religiones que se originó en épocas paganas y sobrevivió hasta la Edad Media convertido en un demonio.

4. Otros piensan que la brujería está compuesta por conceptos muy diversos que han ido mutando y se han conjugado a través de los siglos.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 23


A decir verdad, si hacemos un acto de reflexión no sabemos bien qué es una bruja o una hechicera o qué significó la brujería para la Historia de la humanidad, y sobre todo para aquellos hombres y mujeres que fueron acusados de practicarla. Está muy bien conocer la imagen estereotipada, folklórica y hasta grotesca de la bruja, pero también hay que conocer la otra cara, la que sirvió para amargar la vida a miles de personas basada en conceptos sociales y religiosos retrógrados. Son errores que se han transmitido hasta nuestros días que ya es hora de desterrar gracias a sustanciales y desmitificadores datos que han ido surgiendo en los últimos años.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 29


Brujería y hechicería no son sinónimos. Está claro. Mientras que para muchos especialistas la primera designa un fenómeno inventado por la teología tardo medieval, la segunda hace alusión a ritos populares reales, tanto urbanos como campesinos. La voz brujería implica unos caracteres de malignidad que no suelen darse en la hechicería y la magia, y lo ideal sería reservarla para designar las prácticas atribuidas a los brujos y brujas de la Europa cristiana entre los siglos XIII y XVIII. Los más espabilados distinguen a la brujería como una forma de religión, una herejía cristiana. La hechicería es universal, no tiene límites temporales o espaciales: se ha extendido por todo el mundo y en todas las épocas y no guarda relación con el cristianismo. En cambio, la brujería satánica casi siempre ha estado vinculada con la religión cristiana y se limitó a unos cuantos países de Europa occidental, sobre todo en Francia, Alemania, Escocia e Inglaterra, mientras que en el resto de los países europeos prácticamente se libraron de esta superchería y de este error de percepción, incluida España,

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 31


Se llegó a representar a Hécate con tres cuerpos y una sola cabeza o un solo cuerpo y tres cabezas (no se ponían de acuerdo). Presidía las encrucijadas, lugares por excelencia de la magia, donde se levantaba su estatua, en forma de una mujer de triple cuerpo o tricéfala. De hecho, es una diosa triple, llamada Luna o Selene en el cielo, Diana o Delia en la tierra y Proserpina o Hécate en los infiernos. El propio nombre de Diana es para algunos autores una combinación de los vocablos celtas di—nox (día y noche), luz y oscuridad.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 34


Entre todas las fechas citadas del calendario brujeril hay una que tiene más fama y más literatura, la que produce más escalofríos, más expectación y que provoca más miedo. No, no me refiero a Halloween, que erróneamente se asocia con las brujas cuando en realidad tiene que ver con el mundo de los muertos. Me refiero a Walpurgis, una fiesta bruja que debe su nombre a una santa mitad inglesa y mitad germana. Y digo bien, porque cada noche del 30 de abril al 1 de mayo estamos a punto de entrar de lleno en una nueva noche de Walpurgis, y algunos sin enterarse de lo que se cuece en lo tocante a sus orígenes. Es una de esas noches —más folklóricas que reales— cargadas de magia, de ritos y de brujas cabalgando en sus escobas. Es una fecha favorable para la expulsión de los demonios y de los poderes del mal. Es una noche donde las brujas malignas (de esas que ya no existen) pululan a sus anchas y marchan invisibles por el aire en sus vagabundeos infernales. Es popularmente conocida como la «noche bruja»… sin más preámbulos, rodeada de una buena ración de misterios. Por ejemplo, en la antigua Alemania se llamaba al helecho «polvo del aquelarre» y era en la noche de Walpurgis cuando las brujas utilizaban esta planta para hacerse invisibles.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 65


Según Harner no era un simple símbolo fálico: El empleo del bastón o escoba era indudablemente algo más que un acto simbólico freudiano; servía para aplicar la planta que contenía atropina a las membranas vaginales sensibles, así como para proporcionar la sugestión de cabalgar sobre un corcel, una ilusión típica del viaje de las brujas al aquelarre».

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 69


… los calderos mágicos son los que más literatura y leyendas han generado, los que más han desbordado la imaginación y sobre los que la gente más ha exagerado y fabulado a costa de la credulidad de propios y extraños. Calderos que se preparaban en la clandestinidad, alimentados por el fuego, los conjuros, las fórmulas secretas y los más diversos y asquerosos ingredientes. Calderos en los que podríamos distinguir cuatro finalidades principales:

1. Sustancias y líquidos para hechizar, dañar o matar a una persona
2. Potingues para curar enfermedades
3. Ungüentos para provocar la sensación de transformarse en un animal o de volar al aquelarre
4. Aliños y filtros amorosos para forzar la voluntad de la persona amada.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 73


Algunos demonólogos creen que los principales «espíritus negros» son seis: Belcebú (jefe de los demonios), Leonardo (rey de las brujas), Nieksa (dominador de las aguas), Gob (generador de terremotos y pestes), Peralda (señor del huracán y el rayo) y Djinn (amo infernal del fuego).

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 81

En estos libros, auténticos vademécum brujeriles, se incluían recetas para conseguir hechizos variados, prácticas para invocar a los espíritus más estrafalarios, mapa, situación y posición para encontrar tesoros encantados, confección de talismanes y hasta argucias y trucos para pactar con el demonio o ponerse en contacto con él en los días propicios. Eran los Libros Negros, Libros Nigrománticos o Libros de los Brujos, temidos, apetecidos, prohibidos y buscados porque se creía que otorgaban poderes a aquel que lo tuviera y realizara todo lo que allí se prescribía. (…)
En Europa fueron conocidos Las Clavículas de Salomón y el Testamento de Salomón, en cuyas páginas se encontraba todo lo divino, lo humano y lo infernal. Otros grimorios brujeriles son El libro mágico de Honorio (se refieren al papa Honorio), El Enchiridión del Papa León III, El pequeño Alberto y El Gran Alberto (la autoría estaba reconocida a san Alberto Magno), Libro de Armadel y otros con títulos no menos significativos y animalescos como El Dragón Rojo, La Gallina Negra, etc. Incluso se hablaba de algunos libros sobrenaturales como El Agrippa, un libro enorme que, colocado de pie, tenía la altura de un hombre, con hojas rojas y caracteres negros.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 80


En un pequeño relato moralizante que nos ha transmitido el etnólogo francés Claude Seignolle, se nos dice que en la localidad de Guernesey el prior de Lihou sabía de magia porque poseía el Grand Mêle, un peligroso libro lleno de secretos maléficos. Un día lo confió a su criado previniéndole de que no lo abriera, pero el curioso sirviente desobedeció y el prior, que estaba a mitad de camino entre Guernesey y su islote, se llevó una buena sorpresa al ver subir la marea cuando creía tener todavía dos o tres horas por delante. Pensó que había en ello algo de sobrenatural y, al mirar hacia la orilla, vio a su infiel servidor sentado en un montón de algas secas leyendo el libro. Comprendió entonces por qué la marea se elevaba de manera tan insólita y gritó a su criado que leyera al revés. El sirviente obedeció, pero antes de que hubiera llegado al final del encantamiento, el mar había ya ahogado al sacrílego sacerdote.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 81


Los historiadores actuales están de acuerdo en que la caza de brujas inquisitorial se desarrolló entre 1450 y 1750, tres siglos de horror, tormentos, torturas y ajusticiamientos. Un período que R. Hoppe Robbins llamó «la impresionante pesadilla, el crimen más enloquecido, la vergüenza más profunda de la civilización occidental». Nunca hubo tantas personas obcecadas ni que mantuvieran el error tantos años. Hoy sigue siendo inexplicable por el excesivo tiempo transcurrido, por las víctimas causadas (unas 50.000 y no el medio millón que tantas veces se ha repetido) y por la cantidad de personas que defendieron el exterminio de las brujas procedentes de todos los estratos sociales (casi todo el mundo).

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 126


España es un país de contradicciones. Había un dominio absoluto de la Inquisición, y esto permitió que fuera uno de los países donde más herejes murieron de toda Europa pero, sin embargo, respecto a la caza de brujas, fue la nación que menos la sufrió, junto con Italia y Portugal. Brujas decían que había unas cuantas y era necesario buscarlas. Las hechiceras, en cambio, estaban en todas partes. Debido a la mezcla de culturas (dominación romana, visigodos, musulmanes, judíos…) las supersticiones tenían profundas raíces en España. La astrología y la nigromancia eran asignaturas formales en algunas universidades como la de Salamanca, y hasta épocas muy tardías se siguieron aceptando las manifestaciones externas de la superstición, la magia y la hechicería hasta que la tolerancia empieza a ser cero y se les persigue, escribiendo tratados contra ellas y las supersticiones que generaban.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 168


La esencia de la brujería no nació en la Edad Media ni se extinguió con la última bruja quemada en el siglo XVIII. Es algo anterior al cristianismo, que hunde sus raíces en el paganismo más ancestral y no ha muerto, ya que pervive en nuestros días, aunque con diferentes manifestaciones.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 202


Para ser más concretos y evitar confusiones innecesarias, se deberían utilizar las palabras bruja y brujería referidas al período de la caza de brujas y a la herejía que se originó como consecuencia de esa implacable persecución desde el siglo XIII al XVIII. Y la hechicería y magia se deberían reservar para otra clase de actos que se encuentran diseminados por todo el mundo.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 203


Los investigadores han localizado ese renacimiento moderno de la brujería —que hoy se llama Wicca— así como su reconstrucción en nuestro tiempo, en la obra de cuatro autores: Charles G. Leland, Margaret Murray, Gerald Gardner y Carlos Castaneda.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 206


Los adeptos a la Wicca saben que las formas han cambiado. Dicen que lo que les diferencia de otras religiones es que el suyo es un camino de iniciación hasta el punto de que los que se inician en la Wicca alcanzan un sacerdocio. Sus miembros llegan a ser sacerdotes y sacerdotisas con derecho a llevar a cabo por sí mismos los rituales y los ejercicios espirituales necesarios para su desarrollo individual.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 212


La brujería ha renacido de sus cenizas y ha mutado con el tiempo. Es la Vieja Religión en la Nueva Era.

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 213


Si en Galicia se dice: «Yo no creo en las bruxas, pero haberlas haylas», en la Asturias oriental de Llanes se le da un giro a esa expresión popular y dicen sus paisanos: «Haylas o, por lo menos, habíalas».

Jesús Callejo
Breve historia de la brujería, página 218