Y SERÉIS COMO DIOSES




SOBRE LA IDOLATRIA


El ídolo es la forma alienada de la experiencia de sí mismo que tiene el hombre. Al adorar al ídolo, el hombre adora su yo. Pero este yo es un aspecto parcial, limitado del hombre, su inteligencia, su fuerza física, el poder, la fama, y así sucesivamente. Al identificarse con un aspecto parcial de su yo, el hombre se autolimita a este aspecto, pierde su totalidad como ser humano y cesa de crecer. Depende de un ídolo, ya que solamente en la sumisión al ídolo encuentra la sombra, aunque no la sustancia de su yo (...) El hombre, intentando ser como Dios, es un sistema abierto que se aproxima a Dios; el hombre, sometiéndose a los ídolos, es un sistema cerrado que se convierte en una cosa. El ídolo no tiene vida; Dios es viviente. La contradicción entre la idolatría y el reconocimiento de Dios es, en último análisis, la contradicción entre el amor a la muerte y el amor a la vida.

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El hombre adora ídolos que no pueden ver, y cierra sus ojos a lo que él no puede ver.


Si el ídolo es la manifestación de los propios poderes del hombre, y si el modo como está en contacto con estos poderes es una adhesión sumisa al ídolo, se sigue que la idolatría es necesariamente incompatible con la libertad y la independencia.

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La idolatría, por su naturaleza misma, exige sumisión; la adoración de Dios, en cambio, exige independencia.


Otrora, los ídolos eran animales, árboles, estrellas, figuras de hombres y mujeres. Se los llamaba Baal o Astarté, y se los conocía por millares de otros nombres. Hoy día se los llama honor, bandera, estado, madre, familia, fama, producción, consumo, y otros muchos nombres, pero como el objeto oficial de la veneración es Dios, los ídolos de hoy día no se reconocen como lo que son, los objetos reales de la veneración del hombre. Por esta razón necesitamos una "idología", que tendría por contenido examinar los ídolos efectivos de cualquier período, el tipo de veneración que se les ha tributado, los sacrificios que el hombre les ha ofrecido, de qué modo se sincretizaron con la veneración de Dios, y de qué modo Dios mismo se ha convertido en uno de los ídolos de hecho, frecuentemente, en el ídolo supremo, que imparte su bendición a los otros. ¿Existe realmente tanta diferencia como pensamos entre los sacrificios humanos que ofrecían los aztecas a sus dioses y los modernos sacrificios humanos que se ofrecen en la guerra a los ídolos del nacionalismo y del estado soberano? (...)  La "idología" puede demostrar que un hombre alienado es necesariamente un adorador de ídolos, ya que se ha empobrecido a sí mismo transfiriendo sus poderes vivientes a cosas que están fuera de él, a las que se ve obligado a reverenciar para retener una pequeña parte de su yo y, en último análisis, para conservar su sentido de identidad. (...) En verdad, el conocimiento de los ídolos y la lucha contra la idolatría puede unificar a los hombres de todas las religiones y a los que no tienen ninguna. Las discusiones acerca de Dios no solamente dividen a los hombres sino que sustituyen la realidad de la experiencia humana por palabras, y, eventualmente, llevan a nuevas formas de idolatría. Esto no significa que quienes adhieren a la religión no deban continuar expresando su fe como fe en Dios (siempre que limpien su fe de todo elemento idolátrico) sino que la humanidad puede unirse espiritualmente en la negación de los ídolos y, de este modo, en una fe común no alienada.

Pág. 47-48-49




El objetivo del desarrollo del hombre es la libertad y la independencia. La independencia significa el corte del cordón umbilical y la capacidad de deber la propia existencia exclusivamente a uno mismo. ¿Pero es posible al hombre esta independencia radical? ¿Puede el hombre enfrentar esta soledad sin desvanecerse de terror? (...) El hombre tiene conciencia de los riesgos y peligros de su existencia, pero sus defensas son insuficientes. Eventualmente sucumbe a la enfermedad y a la vejez, y muere. Aquellos a los que ama mueren antes que o después de él, y en ninguno de los dos casos hay consuelo. El hombre es inseguro; su conocimiento es fragmentario. En su inseguridad busca absolutos que prometen seguridad, a los que puede seguir, con los cuales puede identificarse. ¿Puede arreglárselas sin tales absolutos? ¿No consiste la cuestión en elegir entre mejores y peores absolutos, es decir entre absolutos que ayudan a su desarrollo, y los que lo impiden? ¿No es cuestión de elegir entre Dios y los ídolos? En verdad, la plena independencia es uno de los logros más difíciles. Aunque el hombre supere su fijación a la sangre y a la tierra, a la madre y al clan, se mantiene aferrado a otros poderes que le dan seguridad y certidumbre: su nación, su grupo social, su familia, o sus éxitos, su poder su dinero. O se hace tan narcisista que no se siente extraño en el mundo porque él es el mundo, no hay nada además y fuera de él.
La independencia no se logra por el simple dejar de obedecer a la madre, al padre, al estado, y cosas semejantes. Independencia no es lo mismo que desobediencia. La independencia es posible solamente si, y según el grado en que, el hombre asume activamente el mundo, se relaciona con él, y de este modo se hace uno con él. No hay independencia ni libertad a no ser que el hombre llegue a la etapa de la completa actividad y productividad interior.

Pág. 72-73


La idea de que el hombre ha sido creado a imagen de Dios lleva no solamente al concepto de la igualdad del hombre con Dios, o aun a la libertad respecto de Dios, sino que también lleva a la convicción humanística central de que todo hombre lleva en sí mismo a toda la humanidad.

Pág. 76


...La mayoría de los hombres que viven en la sociedad industrial... son consumidores angustiados, vacíos y aislados, aburridos de la vida y compensando su depresión crónica con el consumo compulsivo. Cada vez más apegados a las cosas y a los utensilios, en vez de estarlo a la vida y el crecimiento, son nombres cuyo objetivo es tener mucho y usar mucho, no ser mucho.

Erich Fromm
Y seréis como dioses


 Ed. Paidós ibérica, S.A., 1996










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