“Debía de tener cuatro años cuando, una noche, poco antes de conciliar el sueño, me asusté, o mejor dicho, me horroricé al comprender que yo también tendría que morir algún día. Pero, a decir verdad, en ningún momento de mi vida ha sido la muerte lo que ha centrado mis preocupaciones, sino más bien una única cuestión: ¿no es la transitoriedad de la vida lo que aniquila su sentido? Y la respuesta que, a la postre, determinó mi decisión fue la siguiente: en cierta manera, sólo la muerte es lo que da sentido a la vida.”
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 1
Hoy, cada vez con más fuerza, se impone de forma generalizada un sentimiento de falta de sentido en el hombre medio. Entonces surge la pregunta: « ¿Qué puede ayudarlo?». En determinadas circunstancias, una terapia orientada o centrada en el sentido como la logoterapia (logos significa «sentido» en este contexto) puede desempeñar aquí un papel primordial. Como acostumbran a decir los norteamericanos, it speaks to the needs of the hour, es decir, le habla a las necesidades del momento.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 3
En tanto que psicoterapia centrada en el sentido, la logoterapia hace hincapié en la orientación humana hacia el sentido. Su competencia sólo será plena en los casos en que, precisamente más allá de lo psíquico, se discuta lo no ético o, digamos, lo específicamente humano, y en los que la persona vea frustrada su búsqueda en la demanda del sentido de la vida. En realidad, hace mucho que esto ha dejado de tener algo que ver con el hecho de estar enfermo. Una persona que lucha por conseguir dar un sentido a su vida no es neurótica, no está enferma. Por eso, cuando aplicamos la logoterapia en un caso de este tipo, no hablamos de «análisis existencial», pues es un término equívoco, sino que debemos hablar de «logoterapia». Pero en realidad no se trata en modo alguno de una terapia, porque el estado en el que debemos atender al llamado «enfermo» no es ninguna enfermedad. No hay enfermedad cuando un adolescente se pregunta si su vida tiene sentido. Si la hubiera, si hubiera algún tipo de neurosis, esta sería sociógena, porque la frustración en su búsqueda del sentido de la vida residiría en la estructura social actual, en la sociedad industrial y de consumo.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 14
El hombre es hombre gracias a la autotrascendencia que supone buscar un sentido; la autotrascendencia tiene como finalidad esta búsqueda.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 17
No hay nada en el mundo que sea tan capaz de consolar a una persona de las fatigas internas o las dificultades externas como el tener conocimiento de un deber específico, de un sentido muy concreto, no en el conjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situación concreta en la que se encuentra.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 21
… el envoltorio de la ciencia en el ámbito académico es actualmente reduccionista en todos sus aspectos. No sólo vendemos a la gente biología, psicología y sociología, sino también biologismo, psicologismo y sociologismo. Es decir, les repetimos hasta la saciedad que el hombre no es más que un ordenador, el resultado de una mutación, un mero producto de una herencia y un ambiente, un producto de su entorno, de las condiciones socioeconómicas. Haced esto y aquello, arreglad vuestra situación económica, y seréis felices. Y así lo han hecho. La gente es más infeliz en la sociedad del Estado del bienestar. Este es el trasfondo sociológico del vacío existencial, del sentimiento de falta de sentido: la sociedad actual aspira a satisfacer sus necesidades, e incluso a crearlas. Pero hay una necesidad, que, además, es la principal necesidad humana, que queda frustrada, que queda obviada por la sociedad: la necesidad de sentido. Dicho con otras palabras: el relativo bienestar material está acompañado de un empobrecimiento existencial.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 25
La autotrascendencia son nuestros ojos. Es decir, la capacidad de mi ojo de cumplir con su función, que es la de percibir ópticamente el mundo exterior, depende totalmente de la incapacidad de percibirse a sí mismo, excepción hecha de los espejismos. Mi ojo estará enfermo en el momento en que note o vea algo de sí mismo. Si ve nubes, serán cataratas, mi cristalino se opaca; si ve aureolas de arcos iris alrededor de los focos de luz, será glaucoma, un aumento de la presión en el glóbulo ocular. Un ojo sano no se ve a sí mismo. Lo mismo ocurre con el hecho de ser hombre. Autotrascendencia significa que el hombre sea sólo él mismo y, justamente, tanto más hombre será cuanto que se olvide y se pase por alto, se deje a sí mismo atrás, al servicio de algo, de la consecución de su sentido, consagrándose a un deber o a otra persona, un cónyuge; entonces será él mismo.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 27
… en la terapia de neurosis referidas al sentido de la vida, entra en juego la religión. Tenemos que excluir aquí el 80% de fobias y neurosis obsesivas y referirnos únicamente al 20% de neurosis condicionadas por la frustración en la búsqueda de sentido, a las que llamo neurosis noógenas; no se trata de neurosis provocadas por conflictos entre el yo, el ello, y el superyó, sino de neurosis resultantes de un sentimiento de falta de sentido (desesperación, depresión).
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 33
Kreuzer: Sentido fundamentado en la religión, metasentido entendido como comprensión de un sentido en una dimensión superior… Quizá habría que incluir aquí también la concepción de Wittgenstein, quien excluye del dominio científico cualquier cuestión referida a valores éticos, estéticos y hasta religiosos cuando dice que la temática del sentido no pertenece al mundo sobre el que podemos decir algo, sino a aquel sobre el que debemos permanecer en silencio. El sentido no pertenece al mundo, sino que «se manifiesta». El sentido está más allá de los límites del mundo empírico, al igual que el yo, la muerte o Dios. Por lo tanto, la ciencia no puede solucionar los problemas de la vida.
Frankl: Desde joven me relacioné con el Círculo de Viena. Edgar Zilsel, que pertenecía a ese círculo, fue mi primer profesor en la universidad popular. Allí hice una exposición a los quince años sobre el «sentido de la vida». En ella expliqué, y lo sigo suscribiendo, que el hombre no está autorizado a preguntar cuál es el sentido de su vida, sino que es a la propia vida, que le plantea continuamente preguntas, a la que debe responder. Él es el que responde o el que debe responder. No responde con palabras, sino con sus acciones, con acciones responsables. Es decir, el hombre es el interrogado y cualquier situación de la vida es una pregunta. El hombre apenas reflexiona en el día a día, en las situaciones cotidianas. Él sabe que «ahora me toca hacer esto». El mundo que hay más allá, o mejor dicho, a este lado de todas las teorías, es el que arremete directamente contra nosotros y nos asalta como lo hace una forma cuando la percibimos.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 38
Niego de forma categórica que el hombre busque original y principalmente la felicidad. Lo que el hombre quiere es tener un motivo para ser feliz. Una vez tiene el motivo, la felicidad llega por sí sola. Pero si en lugar de aspirar a un motivo para ser feliz, persigue la propia felicidad, fracasará en el intento y se le escapará.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 47
Si usted quiere sacarle el mejor partido a su vida, deberá contar constantemente con el hecho de la muerte, con el hecho de la mortalidad, con el hecho de la transitoriedad de la existencia humana. Porque, si no existiera la muerte, viviríamos eternamente y podríamos dejarlo todo para más adelante; hoy no tendría por qué pasar nada, podría pasar mañana, el año que viene, el siglo que viene… El mero límite temporal de nuestra existencia es un aliciente para aprovechar el tiempo, cada hora y cada día.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 51
Quizá sabrán que nunca me canso de decir que, al contrario de lo que sucedía en tiempos de Sigmund Freud, el primer gran clásico de la psicoterapia vienesa, la gente padece menos frustraciones sexuales y muchas más frustraciones existenciales. Lo que a la gente le atormenta, lo que le urge de verdad, no es este o aquel problema sexual, sino el problema del sentido de la vida. En oposición a la psicología individual de Alfred Adler, la segunda orientación psicológica vienesa, hoy la gente ya no está atormentada por complejos de inferioridad, sino que estos se han visto ampliamente superados por un profundo sentimiento de falta de sentido. En general, la gente se conforma con vivir de algo; sin embargo, apenas saben para qué puede vivir. Podríamos hablar de nihilismo vivido para referirnos a este vacío con el que se enfrenta la gente, y lo más grave de este nihilismo, damas y caballeros, es quizá el fatalismo que lo acompaña. El nihilista se dice a sí mismo que no sirve de nada dar la mano a la vida, controlar el destino, porque, al fin y al cabo, la vida no tiene ningún sentido. El fatalista se dice a sí mismo que eso no sólo es inútil, sino completamente imposible, porque no somos libres, ni siquiera responsables, sino que somos las víctimas de la coyuntura, del entorno, de las circunstancias. Pero los fatalistas no tienen en cuenta y olvidan que, en realidad, somos nosotros quienes configuramos las circunstancias y los que podemos transformarlas allí donde haga falta. ¿Qué dice la ciencia de todo esto? ¿Hace frente tanto al fatalismo como al nihilismo? ¿O no será más bien, como nos advirtieron Einstein y Schrödinger, que la ciencia como tal no está en situación de señalar hacia un fin cualquiera o, incluso, de dar un sentido a la vida? Si me preguntaran a mí personalmente, diría que una ciencia que desconoce sus límites y que, encima, se vuelve todavía más popular, por no decir vulgar, una ciencia que como mínimo sea así, no dará al hombre ningún sentido, sino que le dará las sobras, paradójicamente, quitándole algo que no es otra cosa que el resto de sensación de sentido que todavía pueda quedarle. La ciencia efectúa esta operación adoctrinando al hombre medio actual a través de los medios de comunicación, diciéndole que no es más que el producto de una serie de procesos socioeconómicos o psicodinámicos, el mero producto de la predisposición y el entorno, de la herencia y la educación. Pero a sus predicadores se les escapa que lo propiamente humano, lo que hace hombre al hombre, está fuera del marco de una concepción humana aparentemente científica, es decir, fuera del marco de una pseudociencia del hombre. Porque las disyuntivas «predisposición o entorno», «herencia o educación», son erróneas ya desde su planteamiento; porque, finalmente —y esto se demuestra una y otra vez en las situaciones decisivas—, el devenir de una persona no depende ni de la predisposición ni del entorno, ni de lo que la herencia le haya deparado ni de lo que en su educación le haya tocado en suerte, sino que, al fin y al cabo, todo esto depende de la propia persona, todo se deja al criterio de su propia decisión y, dentro de los límites que las condiciones y las circunstancias le permitan, esta decisión será una decisión libre. Es decir, el hombre no está libre de circunstancias biológicas, psicológicas y sociológicas, pero siempre es y será libre para adoptar una postura frente a todas estas condiciones y circunstancias, ya sea resignándose a ellas o ya sea superándolas haciendo uso del poder de obstinación de la mente.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 59
Ser persona no significa nunca tener que ser sólo así y nada más, sino que es poder ser siempre de otra manera.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 64
En general, la frustración que experimenta hoy el hombre ya no es sexual sino existencial, y ya no adolece tanto de un sentimiento de inferioridad como de un sentimiento de falta de sentido
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 70
Esta sensación de falta de sentido viene acompañada habitualmente de una sensación de vacío, de un «vacío existencial»
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 71
Si nos preguntamos qué es lo que ha producido y causado el vacío existencial, llegaremos a la siguiente explicación: al contrario que un animal, el hombre no tiene ningún instinto o impulso que le diga lo que debe hacer y, al contrario que en épocas pasadas, hoy ya no quedan tradiciones que guíen sus actos. Ni sabe lo que debe hacer, ni tiene nada que lo guíe, y desconoce completamente lo que de verdad desea. Las consecuencias de ello son o bien que el hombre sólo desea aquello que hacen los demás, es decir, conformismo, o bien al revés, que sólo hace lo que los demás desean, es decir, totalitarismo.
Viktor Frankl
En el principio era el sentido, pág. 71
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