"Adiós -le dijo-, adiós. Jamás la olvidaré. -Ella no respondía. Al mirarla, Bruno vio que tenía los ojos llenos de lágrimas y volvió la cabeza-. (...) En ese momento ya no se avergonzaba de amarlo, porque su deseo había muerto y sólo sentía por él pena y una ternura inmensa, casi maternal. Se esforzó por sonreír-. Como la madre china que mandó a su hijo a la guerra aconsejándole prudencia "porque la guerra tiene sus peligros", le ruego que, en recuerdo mío, preserve su vida tanto como pueda. - ¿Porque es valiosa para usted? -preguntó él con ansiedad. -Sí. Porque es valiosa para mí."

Irène Némirovsky


"Ahora se reñía y se burlaba de sí misma ferozmente. Estaba loca. Era una mujer de veinte años y había actuado como una niña de doce. "Pero no soy una mujer -se dijo-. Hay personas que carecen de edad, y yo soy de ésas. A los doce años era una vieja, pero cuando tenga el pelo cano, en mi fuero interno seré exactamente la misma que hoy. ¿Por qué avergonzarse?"."

Irène Némirovsky


"Como a todo, a amar también se aprende, y esa técnica ya no cambia... Y se emplea, pese a uno mismo, con mujeres diferentes..."

Irène Némirovsky



"El compromiso fue casi oficial, pero usted lo rompió inopinadamente. ¿Puede decirnos el motivo? ¿No quiere responder? Probablemente no estaba dispuesta a renunciar a su vida libre y caprichosa ni a todas las ventajas de esa libertad. Su prometido se convirtió en su amante."

Irène Némirovsky


"El dinero, los vestidos y los coches bonitos, ¿de qué servía todo eso sin un hombre en tu vida, un pretendiente, un joven amante?"

Irène Némirovsky



"El reloj toca cuatro veces... Otra hora perdida, hundida, que se ha escurrido entre los dedos como el agua y no volverá..."

Irène Némirovsky



"Empezaba a comprender que la injusticia del mundo solo nos parece insoportable cuando nos afecta a nosotros mismos."



Irène Némirovsky



"En el fondo, seguía siendo, y siempre sería, una niña tímida que sólo se sentía a gusto en una soledad montaraz."

Irène Némirovsky




"En el fondo, todas las pasiones son trágicas, todos los deseos están malditos, porque siempre conseguimos menos de lo que soñábamos."

Irène Némirovsky




"En el fondo, todos juzgamos a los demás según nuestro propio corazón. El avaro cree que a todo el mundo lo mueve el interés; el lujurioso, el deseo, y así sucesivamente."

Irène Némirovsky



"En los barrios populares, el metro y los malolientes refugios estaban siempre llenos, mientras que los ricos preferían quedarse en las porterías, con el oído atento a los estallidos y las explosiones que anunciarían la caída de las bombas, con el alma en vilo, con el cuerpo en tensión, como animales inquietos en el bosque cuando se acerca la noche de la cacería. No es que los pobres fueran más miedosos que los ricos, ni que le tuvieran más apego a la vida; pero sí eran más gregarios, se necesitaban unos a otros, necesitaban apoyarse mutuamente, gemir o reír juntos."

Irène Némirovsky



"En octubre de 1940 se promulga una ley sobre "los ciudadanos extranjeros de raza judía". Estipula que pueden ser internados en campos de concentración o estar bajo arresto domiciliario. La ley del 2 de junio de 1941, que sustituye al primer estatuto de los judíos de octubre de 1940, vuelve su situación aún más precaria. Supone el preludio de su arresto, internamiento y deportación a los campos de exterminio nazis."

Irène Némirovsky



"Ese mismo día escribe a su director literario en Albin Michel una carta que no deja ninguna duda sobre su certeza de que no sobreviviría a la guerra que los nazis habían declarado a los judíos: "Querido amigo... Piense en mí. He escrito mucho. Supongo que serán obras póstumas, pero ayuda a pasar el tiempo"."

Irène Némirovsky



"Felices o desgraciados, los acontecimientos extraordinarios no cambian el alma de un hombre, sino que la precisan, como un golpe de viento que se lleva las hojas muertas y deja al desnudo la forma de un árbol, sacan a la luz lo que permanecía en la oscuridad y empujan el espíritu en la dirección en la que seguirá creciendo."

Irène Némirovsky


"Hay que tener un corazón más desprendido. Ante la vida, tienes que ser como un acreedor generoso, no como un ávido usurero."

Irène Némirovsky



"La espera, en momentos así, es erótica..."

Irène Némirovsky
Suite francesa



"La forma en que un hombre bebe en compañía no tiene ningún significado; pero cuando lo hace a solas revela, sin que él lo sepa, el fondo mismo de su alma. Hay un modo de hacer girar el vaso entre los dedos, una manera de inclinar la botella y mirar cómo cae el vino, de llevarse el vaso a los labios, de sobresaltarse y dejarlo bruscamente en la mesa cuando te llaman, de volver a cogerlo con una tosecilla afectada, de apurarlo cerrando los ojos, como si se bebiera olvido a tragos, que es la de un hombre intranquilo, agobiado por las preocupaciones o por un terrible problema."

Irène Némirovsky





"La nieve cubría la tumba de Charles Langelet en Père-Lachaise y el cementerio de automóviles cercano al puente de Gien: los coches bombardeados, calcinados, abandonados durante el mes de junio, se amontonaban a ambos lados de la carretera, panza arriba o tumbados sobre un costado, con el capó abierto en un enorme bostezo o convertidos en un amasijo de retorcida chatarra. Los campos, silenciosos, inmensos, estaban blancos; durante unos días, la nieve se fundía y los campesinos recuperaban los ánimos. "Qué alegría ver la tierra...", decían. Pero al día siguiente volvía a nevar, y los cuervos graznaban en el cielo. "Este año hay muchos", murmuraban los jóvenes pensando en los campos de batalla, en las ciudades bombardeadas... Pero los viejos respondían: "¡Igual que siempre!" "

Irène Némirovsky


"La niña se había transformado en joven mujer. Un mundo se había desmoronado, arrastrando a innumerables personas a la muerte, pero de eso Elena no se acordaba, o más bien un feroz egoísmo lo velaba en su interior: rechazaba los recuerdos fúnebres con la implacable dureza de la juventud; sólo le quedaba la conciencia de su fuerza, su edad, su poder embriagador."

Irène Némirovsky


"Las madres y las enamoradas, hembras feroces..."

Irène Némirovsky



"Las mujeres estaban sentadas en la arena como en sillas de un salón, con el busto erguido y la falda cubriéndoles los tobillos. Cuando, agitadas por el viento, las resecas briznas de hierba les rozaban las pantorrillas, juntaban castamente las piernas. Llevaban largos vestidos negros y cuellos de lencería almidonados y armados con ballenas, que les apretaban y les hacían volver la cabeza a derecha e izquierda con bruscas sacudidas, como gallinas que picotearan una lombriz. De vez en cuando, la luz del faro descubría sobre sus sombreros todo un arriate de flores de gasa y terciopelo que temblaban sobre sus tallos de alambre. Aquí y allá se veía una gaviota de puntiagudo pico disecada en lo alto de un canotier, como dictaba la última moda, la sensación de la temporada, aunque había quien lo encontraba un poco atrevido. Aquel pájaro con las alas extendidas y los redondos ojillos de cristal resultaba un tanto aparatoso, pensaba la madre de Pierre mirando a la madre de Agnès y comparando el sombrero de su vecina, adornado con plumas grises, con el suyo, salpicado de margaritas. Pero la madre de Agnès era parisina. Había matices que no percibía ni comprendía.
No obstante, parecía deseosa de agradar. Decía: «Sí, opino lo mismo», «Yo también lo creo». Sin embargo, su humildad tampoco inspiraba confianza. Se sabía que antes de casarse Gabrielle Florent había tenido que trabajar para vivir. Ella misma admitía que había dado lecciones de canto. Tal vez. Pero una profesora de canto bien podía haberse codeado con actrices. Pese a todo, en Saint-Elme la recibían en todas las casas, porque de su conducta actual nada podía reprochársele. La recibían, aunque sin bajar la guardia.
Para Agnès, para su porvenir, habría sido mejor una acusación concreta acerca del pasado de su madre que aquellas vagas sospechas, aquellos cuchicheos a su paso, aquellos meneos de cabeza, aquellos murmullos. «¿Tienen familia en París? Me parece que en su juventud madame Florent no era nada fina. Su hija no encontrará marido fácilmente. Yo no la veo casada. ¿Y usted?» El señor Florent había muerto hacía tres años, y sorprendía que la viuda se hubiera quedado en Saint-Elme. «No debe de tener más familia», comentaba la gente de Saint-Elme con malevolencia, pues la carencia de parentela abundante se les antojaba sospechosa. «Ella cuenta que perdió a todos los suyos»; pero ésa no era una excusa: una buena familia burguesa debía ser lo bastante grande y resistente como para hacer frente a la muerte."

Irene Nemirovsky
Los bienes de este mundo


"¿Lo amará ella? -se preguntó la joven mientras su madre bailaba en brazos de su amante y cuando ambas se reencontraban sobre el pulido parqué del vestíbulo-. Es vieja, vive desesperadamente su vejez; está comprando una ilusión..."

Irène Némirovsky



"Lo que une o separa a los seres humanos no es el idioma, las leyes, las costumbres ni los principios, sino la manera de coger el cuchillo y el tenedor."

Irène Némirovsky


"Los hombres que te han querido a los veinte años y siguen viendo en tus facciones actuales tu cara de los veinte años, esos hombres no tienen precio."

Irène Némirovsky


"Los invadía esa extraña felicidad, esa prisa por desnudar el corazón ante el otro, una prisa de amante que ya es una entrega, la primera, la entrega del alma que precede a la del cuerpo. "Conóceme, mírame. Soy así. Esto es lo que he vivido, esto es lo que he amado. ¿Y tú? ¿Y tú, amor mío?"."

Irène Némirovsky


"Los libros mienten. En el mundo no existen ni la virtud ni el amor. Todos los hogares son parecidos. En las familias solo hay codicia, mentiras e incomprensión mutua». Se interrumpió, hizo girar el lápiz en la mano y esbozó una sonrisita tímida pero cruel. Escribir esas cosas la aliviaba. "

Irène Némirovsky


"Miró al mar con una especie de odio. Qué harto estaba de aquel universo que no paraba de moverse, de agitarse a su alrededor… La tierra, corriendo tras las ventanillas de los coches y los trenes, aquellas olas con sus rugidos de animales inquietos, las humaredas en el tormentoso cielo de otoño… Contemplar, hasta la muerte, un horizonte inalterable."

Irène Némirovsky
David Golder


"¿No comprendes que estoy enamorada, que daría la vida por ser amada? Ves mis vestidos, mis pieles, mis joyas, y querrías arrebatármelos para llevárselos a Laurette... ¡Pues renunciaría a ellos con gusto! Si supieras cuán desgraciada soy a pesar de todo eso... Si supieras cómo he sufrido hoy... Mi amante...- ¡Cállate! ¡Hay palabras que no tienes derecho a pronunciar! En tu boca son antinaturales... Una monstruosidad. Tienes sesenta años, eres un vejestorio... El amor, los amantes, la felicidad, no son para ti. Los viejos deben conformarse con lo que no podemos quitarles."

Irène Némirovsky


"Nunca se acaba de conocer a nadie."

Irène Némirovsky


"Odiaba la guerra, que amenazaba algo mucho más importante que su vida o su bienestar: a cada instante destruía el universo de la ficción, el único en que se sentía feliz."

Irène Némirovsky


"París tenía su olor más dulce, un olor a castaños en flor y gasolina, con motas de polvo que crujen entre los dientes como granos de pimienta. En las sombras, el peligro se agrandaba. La angustia flotaba en el aire, en el silencio. Las personas más frías, las más tranquilas habitualmente, no podían evitar sentir aquel miedo sordo y cerval. Todo el mundo contemplaba su casa con el corazón encogido y se decía: "Mañana estará en ruinas, mañana ya no tendré nada. No le he hecho daño a nadie. Entonces, ¿Por qué?" Luego, una ola de indiferencia inundaba las almas: "¿Y qué más da? ¡No son más que piedras y vigas, objetos inanimados! ¡Lo esencial es salvar la vida!"."

Irène Némirovsky


"—Pero entonces, ¿qué te consuela?
—La certeza de mi libertad interior —respondió Maurice tras un instante de reflexión—, que es un bien precioso e inalterable, y de que conservarlo o perderlo sólo depende de mí. De que las pasiones llevadas hasta el extremo, como ahora, acaban por apagarse. De que lo que tenido un comienzo tendrá un final. En una palabra, de que las catástrofes pasan y hay que procurar no pasar antes de ellas, eso es todo. Así que lo primero es vivir: Primum vivire. Día a día. Vivir, esperar, confiar. "

Irène Némirovsky

Suite Francesa


"(...) Pero le gustaban los libros y el estudio, como a otros el vino, porque ayuda a olvidar. ¿Qué otra cosa conocía? Vivía en una casa desierta y silenciosa. El sonido de sus pasos en las habitaciones vacías, la quietud de las gélidas calles tras las ventanas cerradas, la lluvia o la nieve, la temprana oscuridad, una lámpara fija que, encendida frente a ella, iluminaba las largas veladas y que miraba durante horas, hasta que empezaba a balancearse lentamente ante sus cansados ojos... Ése era el escenario de su existencia."

Irène Némirovsky


"Pero ¿por qué siempre nos toca sufrir a nosotros y a la gente como nosotros? -exclamó con rabia-. A la gente normal, a la clase media. Haya guerra, baje el franco, haya paro o crisis, o una revolución, los demás salen adelante. ¡A nosotros siempre nos aplastan! ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho? Pagamos por todo el mundo. ¡Claro, a nosotros nadie nos teme! Los obreros se defienden y los ricos son fuertes. Pero nosotros, nosotros somos los que pagamos los platos rotos."

Irène Némirovsky


"(...) Pero si algo hay seguro es que dentro de cinco, diez o veinte años, este problema, que, según él, es el de nuestro tiempo, habrá dejado de existir, habrá cedido el sitio a otros... Mientras que esta música, ese repiqueteo de la lluvia en los cristales, esos ruidosos y fúnebres crujidos del cedro del jardín de enfrente, esta hora tan maravillosa, tan extraña en mitad de la guerra, esto, todo esto, no cambiará... Es eterno..."

Irène Némirovsky


"Porque llega una edad en que la piedad que hasta entonces se reservaba únicamente para los niños toma otra forma, una edad en que se contemplan los marchitos rostros de los "viejos" con el presentimiento de que un día nos pareceremos a ellos... Y ése es el principio del fin de la primera infancia."

Irène Némirovsky


"(...) Pues bien, ¡Todo seguía igual! Se acordó de la Historia Sagrada y la descripción de la tierra antes del Diluvio. ¿Cómo era? ¡Ah, sí! Los hombres construían, se casaban, comían, bebían... Bueno, pues el Libro Sagrado estaba incompleto. Debería añadir: "Las aguas del diluvio se retiraron y los hombres siguieron construyendo, casándose, comiendo, bebiendo..." De todas maneras, los hombres eran lo de menos. Lo que había que preservar eran las obras de arte, los museos, las colecciones."

Irène Némirovsky


"¿Qué otra cosa somos nosotros, Maurice y yo, a ojos de la gente, que una pareja de pobres empleadillos? En cierto sentido es verdad, y en otro somos seres valiosos y únicos. Yo lo sé. ¡Qué atrocidad tan absurda!"

Irène Némirovsky


"(...) Se sentaba discretamente en una silla arrimada a la pared. El anciano leía o escribía. La corriente de aire helado que entraba por debajo de la puerta hacía revolotear la punta de su larga barba. Aquellas veladas invernales, de una paz melancólica, eran los momentos más dichosos de la niña. Y ahora la llegada de la tía Rhaissa y sus primos iba a arrebatárselos."

Irène Némirovsky


"Se sentía maniatado tanto por la servidumbre de los sentidos como por la mera costumbre. Experimentaba el miedo a una soledad aún más amarga, irremediable..."

Irène Némirovsky


"Sin duda, cuando se ama de ese modo, nunca puede admitirse la muerte. Se cree que el amor protege. Incluso si no vuelve, si se extravía en la nieve o lo alcanza una bala perdida, lo esperará... Fielmente."

Irène Némirovsky


"Sólo la música es capaz de abolir las diferencias de idioma o costumbres de dos seres humanos y tocar algo indestructible en su interior."

Irène Némirovsky


"Tarde o temprano, la vida apaga en nosotros las pasiones más ardientes."

Irène Némirovsky
Jezabel


"Toda alegría es contagiosa y desarma los sentimientos de odio."

Irène Némirovsky


"Toda la claridad del día huía de la tierra y por un breve instante parecía refugiarse en el cielo; nubes teñidas de rosa formaban una concha alrededor de la luna llena, que tenía un color extraño, un verde muy pálido de sorbete de pistacho, y una dura transparencia de hielo; se reflejaba en el lago."

Irène Némirovsky



"Todos sabemos que el ser humano es complejo, múltiple, contradictorio, que está lleno de sorpresas, pero hace falta una época de guerra o de grandes transformaciones para verlo. Es el espectáculo más apasionante y el más terrible del mundo. El más terrible porque es el más auténtico. Nadie puede presumir de conocer el mar sin haberlo visto en la calma y en la tempestad. Sólo conoce a los hombres y las mujeres quien los ha visto en una época como ésta. Sólo ése se conoce a sí mismo."

Irène Némirovsky


"Trató de adivinar qué ventana correspondía a la habitación del niño, Harry. Eligió una de la derecha, que brillaba como una estrella. -Harry...Harry...Harry...-murmuró, apoyando la mejilla caliente contra el hierro de la verja. Sintió el mismo placer, suave y casi doloroso, que al contemplar el cielo y la hermosa casa. En sus labios, aquel extraño nombre, aquel nombre nuevo, de noble y singular sonido, se formaba como un beso."

Irène Némirovsky


"Un baile... Dios mío, Dios mío, ¿Sería posible que hubiera, a dos pasos de ella, una cosa espléndida que ella imaginaba vagamente como una mezcla confusa de música frenética, perfumes embriagadores, trajes deslumbrantes y palabras de amor cuchicheadas en un gabinete apartado, oscuro y fresco como una alcoba... Y que ella estuviera acostada, como todas las noches, a las nueve, como un bebé?"

Irène Némirovsky


"Una mujer que envejece, atraída por la juventud de un muchacho, por la emoción de lo desconocido, de la aventura, puede que incluso por la humilde condición de ese amante."

Irène Némirovsky


"Y estos deseos malignos... Por qué esta envidia vergonzosa, desesperada, que roe el corazón al ver pasar dos enamorados bajo el crepúsculo, que se abrazan al caminar y titubean dulcemente, como ebrios... ¿Un odio de solterona a los catorce años?"

Irène Némirovsky


"Yves acompañó a la señora Jessaint, que dejó a su marido terminándose el café en la terraza. Observó a la joven mientras caminaba delante de él, con su vestido blanco; en la deslumbrante luz de la tarde, su cabello negro parecía tan etéreo y azulado como los anillos de humo de los cigarrillos orientales. Al pie de la escalinata, se volvió hacia él sonriendo. -Adiós, señor Harteloup... Hasta pronto, seguramente..."

Irène Némirovsky







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