"Al llegar a cierta edad, los remordimientos los mojamos en el café del desayuno, como las galletas."

Natalia Ginzburg


"Anna estaba sola en un rincón con un vestido de terciopelo amarillo que le había confeccionado la señora Maria con una cortina y pensaba que estaba harta de ir vestida de cortina, todo el mundo tenía que darse cuenta de que lo que llevaba encima era una cortina, quedaban hasta las borlitas por la parte de atrás, porque la señora Maria había dicho que era un adorno de buena calidad y que daba pena tirarlo. Miraba a Giustino que estaba tonteando un poco con la mujer de Danilo; sentado en el brazo de la butaca de ella, le estaba diciendo que en invierno la llevaría a esquiar, le enseñaría a bajar al estilo quitanieves, era muy fácil. La mujer de Danilo llevaba una camiseta color de fuego que no le iba bien con el tono de su pelo, pero por lo menos era una camiseta y no una cortina, Anna se preguntaba por qué era ella la única que tenía que ir vestida de cortina. Le hubiera gustado que Giustino también la llevara a ella a esquiar, pero seguro que no la llevaba, iría él solo con la mujer de Danilo para hacer un poco el tonto, como si a la mujer de Danilo le apeteciera hacerle caso. La mujer de Danilo lo escuchaba distraída con aquella cara cansada y sufrida, y de vez en cuando soltaba una risa que parecía una tos. Giuma estaba allí junto a ellos con los labios plegados en una sonrisa despectiva, debían parecerle muy estúpidas aquellas jactancias de Giustino sobre la bajada al estilo quitanieves, era de suponer que sería un consumado esquiador y aquello del quitanieves le sonaría a estupidez."

Natalia Ginzburg
Todos nuestros ayeres



"(...) Descubrí que un cuento hay que tenerlo en la cabeza como un armazón mientras que una narración larga a partir de un momento se desgrana por sí misma, se escribe prácticamente sola."

Natalia Ginzburg



"Estamos casi siempre en silencio, porque hemos empezado a enterrar lo que pensamos, muy hondo, en lo más profundo de nosotros. Después, cuando volvamos a hablar, diremos sólo cosas inútiles."

Natalia Ginzburg



"Este oficio no es nunca consuelo ni distracción. No es una compañía. Este oficio es un amo, un amo capaz de darnos latigazos hasta que nos salga sangre, un amo que grita y nos condena. Nosotros tenemos que tragarnos saliva y lágrimas y apretar los dientes, limpiarnos la sangre de nuestras heridas y servirle."

Natalia Ginzburg


"La educación no es más que una cierta relación que establecemos entre nosotros y nuestros hijos, un cierto clima en que florecen los sentimientos, los instintos, los pensamientos."

Natalia Ginzburg


"La memoria es amorosa y no es nunca "casual". Ahonda sus raíces en nuestra propia vida y por ello su elección no es nunca "casual" sino siempre apasionada e imperiosa.

Natalia Ginzburg



"La niña tenía seis meses cuando empecé a destetarla. Le preparaba unas papillas de harina de arroz, pero no le gustaban demasiado. Adelgazó todavía más y lloraba mucho y no digería bien. El doctor Gaudenzi era muy amable y venía a menudo a verla pero muchas veces se impacientaba conmigo porque decía que era demasiado impresionable y que nunca estaba tranquila. Y la verdad es que era cierto que nunca estaba tranquila y me asustaba tremendamente cada vez que la niña tenía fiebre y como no entendía nada le ponía el termómetro y leía un libro en el que aparecían todas las enfermedades que podía tener y dejaba de peinarme y de comer y me pasaba en vela toda la noche. Si la niña tenía fiebre me ponía hecha una furia y le gritaba a Gemma sin motivo como si todo fuese por su culpa, pero en cuanto se le pasaba la fiebre poco a poco recobraba la sensatez y me daba vergüenza por Gemma porque le había gritado y entonces la llamaba y le hacía algún regalo. Me daban ganas de no ver a la niña durante un tiempo. Me daba de pronto una especie de repugnancia por todas las cosas que tenían que ver con ella, el sonajero y el bote con los polvos de talco, los pañales, que casi siempre estaban sobre las sillas, y me apetecía irme al cine con mis amigas o leer una novela. Pero no tenía amigas y si abría una novela me cansaba enseguida y regresaba a aquel libro en el que estaban escritas todas las cosas que debían comer los niños pequeños y todas las enfermedades que podían tener.
Una tarde mientras preparaba la harina de arroz de pronto se presentó Francesca. No llevaba sombrero y estaba sin maquillar. Llevaba puesto un impermeable sobre un vestido negro y tenía un aire amenazador con un mechón de pelo que le caía sobre los ojos. Me preguntó si podía dormir en mi casa porque se había peleado con su madre. Le dije a Gemma que le preparase la cama en el diván del salón. Se sentó y se me quedó mirando fijamente mientras le daba la papilla a la niña, la niña como siempre escupía cada cucharada y Francesca fumaba y no dejaba de mirar."

Natalia Ginzburg
Y eso fue lo que pasó


“La nostalgia crecía en nosotros día a día. A veces era incluso agradable, como una compañía tierna y ligeramente embriagadora (…) A veces la nostalgia se tornaba oscura y amarga, se convertía en odio…”, cuenta la escritora. “Cuando comenzaba a caer la primera nieve, una lenta tristeza se apoderaba de nosotros. Lo nuestro era un exilio: nuestra ciudad estaba lejos, y lejos estaban los libros, los amigos, las vicisitudes varias y cambiantes de una verdadera existencia…”

Natalia Ginzburg




"La novela que yo escribí es una novela sin puntos ni comas. No tenía ganas de ponérselas. Y explico por qué. Las comas son como los pasos. Los pasos producen cansancio y yo no tenía ganas de cansarme, me sentía sin fuerzas y no quería caminar, sino sentarme y recostarme."

Natalia Ginzburg



"Lamentamos con nuestro amigo que seamos del mismo sexo, porque nos habríamos casado de haber sido de sexo distinto para poder estar siempre juntos."

Natalia Ginzburg


"Le ocurre a mucha gente. Una persona, en un momento determinado, ya no quiere enfrentarse con su alma. La esconde, porque tiene miedo de no encontrar ya fuerzas para vivir."

Natalia Ginzburg


"Mi madre no había elegido ninguno de esos dos mundos (el científico al que pertenecía su marido y el cultural que adoraban sus hijos), pero vivía un poco en uno y un poco en el otro, y en ambos estaba con alegría, porque su curiosidad nunca rechazaba nada, se nutría de todo tipo de bebida o de alimento."

Natalia Ginzburg


"Mi oficio es escribir historias, cosas inventadas o cosas que recuerdo de mi vida, pero, en cualquier caso, historias, cosas en las que no tiene nada que ver la cultura, sino solo la memoria y la fantasía. Este es mi oficio, y lo haré hasta mi muerte. Estoy muy contenta con este oficio y no lo cambiaría por nada del mundo. Comprendí que era mi oficio hace mucho tiempo. Entre los cinco y los diez años tenía dudas, y a veces imaginaba que podía pintar, a veces que conquistaría países a caballo y otras que inventaría nuevas máquinas muy importantes."

Natalia Ginzburg
Las pequeñas virtudes


"No creo que los novelistas, y las novelas que escriben, puedan ser útiles a la vida pública. Creo firmemente en su magnífica, maravillosa y libre inutilidad."

Natalia Ginzburg
Las tareas de casa y otros ensayos



"No debemos buscar nunca en la escritura una consolación. No debemos tener un objetivo. Si hay algo que esté claro es que hay que escribir sin tener ningún objetivo."

Natalia Ginzburg


“Nos acostumbramos a todo cuando no queda más nada.”

Natalia Ginzburg



"Para aprender a caminar con zapatos rotos quizá sea preciso tener pies secos y calientes de niño."

Natalia Ginzburg



“Pensaba en mi vida anterior, en la ciudad a la que iba todos los días, en el camino que llevaba a la ciudad y que había recorrido en todas las estaciones, durante tantos años. Recordaba bien aquel camino, los montones de piedras, los setos, el río que aparecía de pronto y el concurrido puente que llevaba a la plaza mayor. En la ciudad se podían comprar almendras saladas, helados, se podían mirar los escaparates, y estaba el Nini, que salía de la fábrica…”

Natalia Ginzburg
El camino que va a la ciudad


"¿Pero es que hay que querer a alguien? Se puede no querer a nadie y estar interesado en cualquier otra cosa."

Natalia Ginzburg
El camino que va a la ciudad



"Pero no se apega uno solamente a los recuerdos felices. Al llegar a cierta edad, nos damos cuenta de que a lo que se tiene apego simplemente es a los recuerdos."

Natalia Ginzburg



"Pienso que en la vida de cada uno de nosotros existe un libro similar, que de pequeños no nos limitamos simplemente a leer, sino que inspeccionamos y rebuscamos en cada uno de sus rincones como si de una habitación se tratara. Un libro así, rebuscado como una habitación, escrutado o interrogado como una cara en cada rasgo y arruga, nunca podremos juzgarlo como se juzga un libro, porque para nosotros ha abandonado la zona de los libros y ha pasado a vivir a la zona de la memoria y de los afectos."

Natalia Ginzburg


"Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino en las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la admiración; no el deseo del éxito, sino deseo de ser y de saber."

Natalia Ginzburg



"Qué rara es la gente. Nunca se sabe qué es lo que quieren."

Natalia Levi, conocida como Natalia Ginzburg



"Reinaba en la casa una gran libertad. Pero era una libertad que también daba un poco de miedo. Ya no había nadie que diera órdenes."

Natalia Ginzburg


"Ser sobrios con nosotros mismos y generosos con los demás: esto significa tener una relación justa con el dinero, ser libres frente a él."

Natalia Ginzburg


“Tratando de ser lo más directa y esquemática posible. Quería que cada una de mis frases fuese como un latigazo, una bofetada.”

Natalia Ginzburg 


"Un hombre se ha puesto un delantal de mujer y se hace la comida. El piso en el que tiene lugar la acción es lúgubre y siniestro. El hombre enciende el televisor, enciende la radio, remueve la cacerola, corta cebolla. En una habitación está su mujer, dormida. En otra habitación hay una criada. En un momento dado el hombre, cuando busca no sé qué ingrediente, encuentra una pistola en un armario, envuelta en un diario viejo. Se queda un rato leyendo el diario, en el que hay noticias y fotos de la muerte de un gánster (Dillinger). Desmonta la pistola y la mete a trozos en una ensaladera con aceite. Después sigue cocinando, va arriba y abajo con unas botellas, se ocupa de las cebollas y la cacerola con una minuciosa tristeza y un silencio absoluto. Después come lo que ha preparado, un risotto al azafrán y carne con salsa. Proyecta una película y mira las imágenes de unas vacaciones, mar y playas, su esposa, varias mujeres. Después come sandía con ron, primero en la terraza y después en la cama con la criada, con la cual no cruza ni una palabra. Así han pasado dos horas y hemos visto sin parar objetos, cacerolas, hortalizas, trozos de pistola, hemos oído sin fin la voz inanimada de la radio. El hombre al fin arma la pistola y mata a su mujer. Coge el coche y conduce hasta que llega a una playa, sube a un yate y pide que lo contraten como cocinero a bordo.
Excepto en los últimos cinco minutos, permanece encerrado en el piso, y uno tiene la sensación de estar encerrado en una ratonera, en aquellas habitaciones, con tres personas que no se cruzan ni una palabra pero que resultan, las tres, antipáticas. Nos parecen antipáticas, pero no sabemos nada de ellas y no se nos contará nada. Imposible imaginar qué clase de personas son, qué clase de padres han tenido y qué clase de infancia. Imposible imaginar en qué clase de ciudad está situado aquel lúgubre piso. El silencio sobre estos detalles podría ser increíble y desgarrador si fuese un verdadero silencio. En El silencio de Bergman no se sabe nada de los tres personajes que llegan, agotados, al hotel de la ciudad, desconocida tanto para ellos como para nosotros, y en cuyas calles se libra una guerra de la que nadie sabe nada. Pero aquel silencio es el silencio del universo. En Dillinger el silencio que pesa sobre los hombros de los personajes no es el silencio del universo, es una especie de vacío y de indiferencia que no produce angustia sino solamente una sensación de vértigo físico. Los detalles sobre aquellos tres personajes se ignoran y se callan, no porque la vida sea impenetrable o porque los hombres en la condición actual hayan perdido todo vínculo con sus orígenes, sino porque quien los pensó sentía tal desprecio por la especie humana que consideraba innecesario contar los orígenes y la historia de los seres que había creado. Han sido pescados en el vacío, se los muestra apenas y se los devuelve de nuevo al vacío."

Natalia Ginzburg
Dillinger ha muerto 



"Una vez que se ha sufrido, la experiencia del mal no se olvida ya."

Natalia Ginzburg


"Yo tampoco te quiero, es imposible quererte. ¿Y sabes por qué? Porque no tienes valor para ir hasta el fondo de las cosas. No eres más que un tapón de corcho, eso es lo que eres. Nadie te quiere porque tú no quieres a nadie."

Natalia Ginzburg







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