"Antes el tipo escribía con una pluma de ganso, y era muy fácil que le saliera “La Divina Comedia”.
Hoy escribe a máquina, y es muy difícil que no le salga una gansada."

Wimpi


"Cada hora de la vida tiene una riqueza, un significado y un sentido. Cuando el tipo no aprovecha esa riqueza, no advierte ese significado, no entiende ese sentido, ha sufrido una pérdida que ya con nada podrá compensar."

Wimpi



"Cuando el tipo le pregunta a otro qué le parece una cosa, es para que el otro le conteste que le parece lo mismo que a él. No bien la opinión que solicita difiere de la suya, el tipo se aluna. Porque siempre considera lindo sólo lo que a él le gusta; bueno, sólo lo que a él le conviene; justo, sólo lo que a él le favorece.
Y de tal manera, que la ajena opinión contraria aun cuando él la hubiese pedido —jamás le sirve para ilustrar la suya propia, porque la mínima concesión que tuviera que hacerle a las razones del prójimo, debería hacérsela a expensas de lo que él ya consideraba decisivo, indiscutible, terminado. Y de tal manera, que la ajena opinión contraria —aun cuando él la hubiese pedido— jamás le sirve para ilustrar la suya propia, porque la mínima concesión que tuviera que hacerle a las razones del prójimo, debería hacérsela a expensas de lo que él ya consideraba decisivo, indiscutible, terminado."

Wimpi



"Decía Róbert Brówning, el poeta de “The Ring and the Book”, uno de los poemas más extensos escritos en inglés, que toda la sabiduría del mundo podría sintetizarse en el viejo cuento oriental de los cuatro ciegos que se reunieron en torno a un elefante: uno de ellos le rodeó una pata con los brazos y dijo que el elefante era un árbol; otro se le recostó, y dijo que el elefante era una pared; el tercero lo tomó de la trompa y opinó que el elefante era una cuerda; y el otro, asiéndosele de un colmillo, sostuvo la doctrina de que el elefante era idéntico a una caña de pescar.
Sin embargo, más allá de la percepción de los cuatro ciegos, se alzaba, imponente y entera, toda la vieja verdad del elefante..."

Wimpi



El hombre, la mosca y el sobretodo

"El hombre se parece en muchas cosas a la mosca: a veces molesta, a veces le gusta la nata, a veces se para donde no debe y a veces lo cazan. 
Pero en otras cosas, no se parece. 
Por ejemplo: la mosca en invierno queda como azonzada, porque la velocidad de sus reacciones orgánicas está condicionada por la temperatura exterior. Quiere decir que la mosca tiene en su cuerpo el calor. A eso se le llama termogénesis. 
El hombre se guarda a sí mismo. Produce su propia temperatura. 
La ropa de abrigo sólo le sirve para retener el calor que él se elaboró. El abrigo no es una calefacción, es una tapa. No da el calor que el hombre necesita, se limita a no dejar escapar el que el hombre mismo se hace. 
El hombre, pues, trabaja ocho horas a fin de ganar el pan -y los bifes, las papas, los choclos, el estofado- que han de servirle para mantener esa temperatura. Durante el día escribe a máquina, lleva libros, hace mandados, habla por teléfono, cruza calles, lo pisan, va a los bancos, corre taxímetros, empuja; todo para que no le falte su sopa de arroz, sus milanesas, su tortilla, su queso y dulce, imprescindibles para que el medio interior no se congele. 
Y, luego, debe sacar de eso —del dinero destinado a la adquisición de combustibles— para comprar un sobretodo que no lo calienta, sino que lo deja enfriar. 
Y cuando, después de tantas andanzas y sacrificios, se pone el sobretodo, ¡ tiene, por medio de la termogénesis, que calentarlo él! 
Por eso es que hay tan poca gente que conserva su sangre fría."

Wimpi



"El saber y la cultura son dos cosas distintas.

El saber depende del número de conocimientos que un hombre ha adquirido. Es una cuestión de cantidad.

La cultura depende del modo en que el hombre se conduzca. Es una cuestión de calidad.

Hay sabios que cuando abandonan la biblioteca, el laboratorio o el anfiteatro, no saben qué hacer. Son sabios incultos.

El médico sabio, por ejemplo, se nota en la forma cómo cura a un enfermo; el médico culto se nota por la forma en que lo trata.

Hombre culto es aquel que con la misma capacidad que cumpliera su tarea profesional, cumple, luego, su tarea de persona.

En el consultorio el médico, en el bufete el abogado, en la cátedra el profesor de historia, utilizan un saber. Pero, luego, ante el semejante que no esté enfermo, que no estudie historia, demuestran —o no demuestran— su cultura.

En una observación panorámica, la cultura es muy parecida a la buena educación.

No puede considerarse bien educada a una persona sólo porque levante el dedo chico al tomar la cucharita del helado.

El no hacer ruido con la sopa, el no atarse la servilleta con un moño en la nuca, son condiciones necesarias de la buena educación, pero no son condiciones suficientes.

Debe entenderse por buena educación el resultado de una integración de educación; la sentimental, la espiritual, la mental, la moral.

Cuando el hombre está bien educado para esas cuatro posibilidades de su volcarse en el mundo, es un hombre bien educado. Un hombre culto. Porque no solamente no le da vuelta los botones al otro mientras le habla, sino que, además, se halla capacitado para situarse —con beneficio para sí y sin perjuicio para los demás— ante el mundo y la vida."

Arthur García Núñez
La calle del gato que pesca


El tipo siempre se cree con la suficiente habilidad como para modificar el Universo. No admite que pueda tener las cosas adelante, yéndoseles; ni atrás, siguiéndolo. Cree que las tiene alrededor. Y que el está en el medio es él. Por eso es que la mejor acepción que se le halló a la palabra cementerio sigue siendo la de que "es el lugar donde están todos los que creían que sin ellos el mundo no iba a poder seguir."

Wimpi



"La felicidad no puede estar al final de ningún camino: debe ir estando en el camino. No es, nunca, una cosa hecha: es intención y referencia, es conciencia y fe. No busca el camino hacia una cosa: se hace, entre las cosas un camino."

Arthur García Núñez, más conocido como Wimpi


La nuca

El castellano tiene posibilidades insólitas. Uno puede decir en castellano con todo derecho: "Cocearete el colodrillo de tal suerte que restarás zangolotino". (Qué bonito, eh! ¿Saben lo que quiere decir? Quiere decir: Te Voy a dar una patada en la nuca que vas a quedar zonzo. Zangolotino, en efecto, que viene de zangolotear —y zangolotear es moverse de un lado a otro desatinadamente— se les llama a los muchachos que siguen con sus hábitos de niños o que en la casa se les hace seguir: son ésos que les dejan el pelo largo, con rulos, hasta los seis años, que toman mamadera hasta los siete y que después, claro, se chupan el dedo por el resto de su vida. Colodrillo, que viene de cogote, es la nuca. Hoy vino uno dispuesto a hablar de la nuca, amigos. O sea del contrafuerte del coco. Coco es uno de los nombres familiares del mate y de tal manera aceptado por el consenso unánime que la Academia llama cocosa a la persona que anda mal de la cabeza. La nuca es una de las cosas más necesarias del mundo. Porque sin nuca el tipo no podría acostarse boca arriba. Y. si el tipo se acostara siempre boca abajo, quedaría ñato y con la punta de los píes torcidas para arriba y si siempre se acostara de costado, quedaría desparejo. 
Uno no es nadie, amigos, como más de cuatro, aunque sabe que cualquiera puede considerarse igual a otro y más también, pero no esta de acuerdo con la etimología que aceptaron los eruditos para la palabra, “nuca". Dicen que nuca viene del árabe “nuja'a", que significa médula espinal. Sin embargo debiera estudiarse si no puede venir de núcula, que en latín es diminutivo de nux: nuez. Porque una cabeza se parecerá a un melón o a un coco, por fuera; pero considerada en su totalidad, por fuera y por dentro, a lo que más se parece es, a la nuez. Además, tanto la cabeza como la nuez, sirven para dar el pesto cuando se las pisa. 
La nuca es una de las cosas menos estudiadas, amigos. Mucho menos que la cara, por ejemplo. Siempre hubo más careros que nuqueros. Y, sin embargo, la teoría de la expresión, la fisiognomía, no debiera descuidar a la nuca como elemento capaz de aportar más de un dato ilustrativo acerca del carácter del tipo y sus modalidades en las que exteriormente se manifiesta. 
Por otra parte le ha resultado siempre mucho más fácil observar nucas que observar rostros. Porque si uno mira fijo a otro para estudiarlo, llega un momento en que el otro se molesta y empieza con el "quilay". Y ya quiere pelear porque uno lo mira... "Escuche, señor, mire que se trata de un estudio". "Ma qué estudio", usted me miraba, ¡cómo! En cambio uno va sentado en el ómnibus y tiene dos nucas adelante en las que puede detenerse cuanto se le ocurra.
No es que se puedan hacer gestos con la nuca, pero su hierática apariencia no es obstáculo para que, analizada minuciosamente, nos dé la nuca por lo menos una noción de su impresionante diversidad. Es muy difícil encontrar dos nucas iguales. La forma de la nuca depende de la forma de la cabeza, e incluso del volumen del pescuezo. Pero ¿a todos los gordos se le forma el mismo número de rollos en el mismo sitio? No. ¿Todos los llamados cráneos ovoides —en una palabra: cabeza de huevo— tienen la nuca igual? No. Entonces, hay que estudiar, amigos. El tipo braquicéfalo, de cabeza redondita y pareja —ese tipo de cabeza que cuando le cortan el pelo a la americana parece que quedara de boina— tiene la nuca corta y peladita, lisa, suave. En cambio el tipo delicocéfalo, de cabeza alta —ese tipo de cabeza que con el sombrero encasquetado hasta los ojos y la bufanda, subida basta la pera, todavía deja ver medio metro de cara— tiene una nuca sarmentosa con los músculos espléndidos—que sirven para estirar el pescuezo, para inclinarlo y dar vuelta la cabeza— recios y salidos. 
Pero hay dos tipos de nuca muy interesantes, amigos: la nuca gorda y la nuca correspondiente a la cabeza ovoidea. La cabeza ovoidea, mirada desde arriba, según el método llamado de "La norma vertícalis" de Blumenbach —que es como mirarla desde un balcón— tiene forma de pelota de rugby; es una cabeza más bien angosta, pero, entonces, con una distancia apreciable entre la frente y la nuca. Cuando el tipo se peina con raya al medio, la raya parece una carretera observada con el método de Blumenbach. Pero está la única nuca que hay que mirar de perfil, porque sus características están determinadas por la parte de cabeza que le sobresale arriba. Hay cabezas que sobresalen en forma de culata de voiturette por arriba de la nuca; entonces, mirada de perfil, asistimos al espectáculo de una nuca con techo. Pero cuando la cabeza sobresale en forma de torpedo, afinándose, entonces es, sin duda alguna, una nuca con mango. 
La persona nucuda, de nuca suculenta, es la que tiene la nuca dividida en rollos. 
Cuando la nuca de este modelo va acompañada, adelante, de mucha papada, uno mira al tipo de perfil y parece que tuviera la cabeza servida en un plato. Y cuando el tipo con esa nuca, se deja la pelusa, parece que anduviera de bufanda. 
Este es el principio, nomás, amigos. Ahora, la gente capaz, tendría que seguir adelante y confeccionar el primer tratado, siquiera elemental, de nucología. Porque siempre es ventajoso saber cómo es el tipo antes de dejarlo dar vuelta ¿no es cierto? 

Wimpi



"No es optimismo auténtico el de quien espera confiado a que la realidad llegue a tener el tamaño de sus sueños: lo es, en cambio, aquel capaz de vivir su sueño como una realidad."

Wimpi



"Pero es que la felicidad no es nunca una cosa hecha: se va haciendo.
No se trata de que el tipo piense, edificado, en que llegará a ser feliz: se trata de que, lúcido, vaya siendo feliz.
A cada momento el tipo está llegando a algo. Lo malo es que no se da cuenta."


Prosapia

UNO bien sabe que no es lo mismo un hijo de Congreve que un hijo de caballo de jardinera. Pero sabe, asimismo, que ninguno de los hijos de Botafogo sirvió para nada... De manera que la regla tiene sus excepciones. El pedigree -o linaje o prosapia, que se dice en nuestra especie- es otra de las cosas que se demuestran andando. Es de balde que el tipo proclame la ilustreza de su progenie, si no alcanza a destacarla en el gesto, en la palabra, en la tentativa, en el paso, en la intención. Tan difícil resulta mantener armónico y grave -con brillo y con gracia-el cuadro de una fineza, que la sola circunstancia de reconocer, quien lo ofrece, esa fineza, ya desluce y empastela.
La "calidad" trasciende del ángulo de una reverencia, de la naturalidad de una gallardía o de la salvación de una sonrisa.
La "clase" se manifiesta en el rechazo de las ventajas, en la mesura del denuesto, en la dignidad del desafío.
Siempre, los caballeros alcanzaron la espada que se le cayó al adversario, sin dejar de sonreír y tomándola por la punta.
Surge pues, una señoría, tanto de la entraña de un afecto como de la forma de un reto.
El tipo no suele tener en cuenta nada de eso, empero.
Adopta dos actitudes clásicas ante la noción de aristocracia: o la niega terminantemente -desde una actitud en la que se mezclan la incomprensión y el resentimiento- o trata de aparecer como un ejemplo ilustrativo de aquella noción, remitiéndose al nombre de sus antepasados. Y, a veces, neciamente, a la jerarquía de su empleo.
Hincha el pecho el tipo, como cuando se ajusta los tiradores y dice:
-Porque mi bisabuelo, que "ya era un señor..."
La gente cretina lo oye y opina:
-Familia muy antigua. "Viene" de los abuelos.
Como si las demás familias hubieran prendido de gajo.
Pero el tipo inteligente opina, antes bien:
-¡Pensar que este señor es como la zanahoria! Lo único que sirve lo tiene bajo tierra.
Ante la imposibilidad de conseguir no recuerda ahora uno qué cosa le aconsejó un amigo a cierto sujeto, realmente importante:
-Diles quién eres. Si les dicen quién eres, la conseguirás.
Y el otro repuso -justamente porque había llegado hasta acá, procedente de los abuelos, sin perder nada en el camino:
-Si tengo que decirles quién soy, entonces no soy nadie.

Wimpi


"Tiene miedo de dudar y tiene vergüenza de creer.
Sin embargo en su distante alma hay un tesoro cuya posesión le haría burlarse de aquellos otros que todavía calientan su codicia y su impaciencia. 
Un tesoro al alcance de sus manos inutilizadas agarrando el aire, a través del camino en el que va quedando acuñada la débil huella irresoluta. En el que van cayendo quejas por no poder conseguir lo que falta o por no poder aprovechar lo que sobra. Mudo testigo --el camino sin indicadores-- de un reconcentrado egoísmo --inútil, porque todo pasa-- y de aquella vieja cobardía --también inútil, porque todo queda..."

Wimpi


"Todo momento es algo, todo paso es una decisión. Cada latido es un regalo. Por no haber entendido eso tuvo que confesar, allá en sus años viejos, la Marquesa de Sevigné: "¡Qué feliz era yo en aquellos tiempos en que era infeliz...!”."

Wimpi






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