Ay María chacha diz que

Hay inicios de frases en la ruralidad que anuncian un hostiazo detrás te pongas como te pongas, aunque saques el perfil bueno, como cuando Julio Iglesias fue a Eurovisión con Guendoline, que cuanto mejor hacía en quedarse en casa y habría tenido menos hijos, que no sé a santo de que viene pero dicho queda. Que también decía El Tumbao que vaya cansada que tiene que ser para él la cena de Nochebuena, cuando los rapaces se portan mal y tiene que empezar a amenazar uno por uno. «O coméis el pavo o se lo digo a tu madre y a la tuya y a la tuya y a la vuestra también».

Ostia. Hoy sí que me esnorté, vuelvo al suco antes de que pille barranco y salga más ortigado que los músicos o lo que fueran cuando tiramos a la orquesta o lo que fuera para la rivacha porque no sabían ‘Cara de Gitana’ para empezar a tocar lo agarrao.

Iba la cosa en lo tocante a cuando pita peligro la conversación ante algunas frases que anuncian borrasca. Una de ellas es «ay madre chacha» y su versión cristiana de «ay María chacha» pues solo puede continuar con un «no diz que...» y lo que diz es algo malo que hizo alguien. «No diz que el de Celina y el de Felicia al salir de los pinchos de los guardias erutaron de lo fartos que iba», que fue lo más comentado esta semana en las redes rurales, que son las redes sociales rurales sin conexión a interné ni puta falta que le hace.

Y la otra frase es aquella de «aquí se dijo», que es cuando cuentas algo de alguien que es lo primero que te viene a la quijotera y si te preguntan que de dónde lo sacaste aparece el argumento: «Aquí se dijo» con la versión socializada de «aquí se habló», que es como la versión rural y tasquera de cuando en los periódicos pone eso de «fuentes cercanas al investigado», es decir «yo mismamente».

Por eso cuando An Gelillo, fundador de los Filósofos Mancos Chinos de Toledo, cogía una turca cojonuda no dejaba que se pusieran los teletipos a funcionar, iba el primero al bar e, incluso, a la consulta del médico, y entraba diciendo: «Ay María chacha, no diz que volvió a beber. A su edad».

Fulgencio Fernández



Ya que estás, estate

Decía An Gelillo, filósofo chino nacido en la calle del Ferial del Barrio, calvo sin un pelo con una tienda de crecepelos en Ponferrada y fundador del Grupo de Filósofos de lo Rural sin Obra Publicada... Vuelvo al suco que me esnorto, os decía yo que decía An Gelillo, cuando se le sentaba un veraneante detrás para ver cómo jugaba al tute: «Ya que estás, estate... pero otra vez que no «te se» ocurra».

- Será que no «se te» ocurra; le decían los veraneantes, que si no tienen estudios lo parecen, igual que tampoco había cobertura pero traían el móvil como se les fuera a llamar Doña Litizia, que por aquel entonces coincidía que andaba en tratos con los picores bajeros de Don Majestacito, hijo de Don Majestad y con barco en la mar para cerrar los telediarios. 

Diréis que a santo de qué traigo aquí a doña Liti, y maliciais que será cosa de envidias de que tiene un metabolismo que no se mete en lorzas ni aunque mataran doce gochos en la Zarzuela, el Palacio, no donde canta Ignacio Encinas, que es de Grajal de Campos, aunque no lo dijera en La Voz Yayos, que decían que viene de Cataluña. Ya, y yo vengo de Redipollos, pero a vosotros qué os importa, me diréis.

Vuelvo otra vez al suco, que ahora sí que se me esnortó la pareja de bueyes que aran y voy a acabar sacando las patatas en el Musac, que siempre puede parecer una performance. Que os contaba, me parece, que doña Liti por aquel entonces era como de la casa porque era de Oviedo, que está ahí según vuelves la esquina, y todavía teníamos esperanza de que cuando dejara el régimen igual se ponía como las nuestras del pueblo, del Colectivo de Mujeres que Saben Sazonar el Mondongo con Pimentón del Pajarín y compran Fajas en la Tienda de Fonsa. 

Pero nada. Ni sazona, ni mondongo, ni pimentón, ni faja y del pajarín ya ni te cuento.

A lo que iba. Que cuando el sabio de guardia le matizaba al comerciante calvo de crecepelos que «se dice se te» era el momento en el que An le explicaba: 

- Ni estate ni ostias. ¡Os!

Es que les das la mano...

Fulgencio Fernández












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