"En fin, cuanto más uno busca tanto más uno encuentra, y cuanto más uno encuentra tanto más uno reconoce como Sócrates, que no sabe nada. Hemos surcado hasta aquí las olas de la escritura empujando nuestra nave por todos los puertos, radas, golfos y estrechos a los que la bonanza favorable nos ha llevado, y donde el faro de las estrellas relucientes en el Cielo de la Iglesia nos ha conducido. Falta, pues, otra tierra nueva, otra isla y comarca que no se presta a ser descubierta en el presente (aunque los Teólogos hebreos aseguran que los sentidos de la escritura se pueden variar en 72 aspectos) más que si retomamos el rumbo de nuestra navegación y mostramos ordenadamente uno tras otro los mares y los pasajes donde hemos sumergido los remos. 
Cuando embarcamos, descubrimos el sentido literal e histórico. A partir de ahí recorrimos la llanura de la doctrina moral, donde echamos el ancla en el primer viaje. Luego nos lanzamos a mar abierto, donde encontramos la Alegoría dividida en cuatro brazos principales, el histórico, el mundano o filosófico, el figurado y el simbólico, cada uno de los cuales se divide a su vez en diversos golfos y estrechos. El histórico, en tropología, contemplación y anago­gía, la cual tiene dos embocaduras, a saber, la teología afirmativa y la negativa; el mundano se divide en natural, celeste e intelectual; el figurado, en tantas vías como dones del Espíritu Santo hay, es decir, siete, que se nombran más adelante. El simbólico se subdivide y despliega sus velas, de un lado, con la Matemática, y de otro con el Alfabeto Hebreo, y realiza su singladura con los números, la Geometría, la Música y la Astronomía, llegando a puerto con el Anagrama, el Tseruf o combinación, el Notaricon y la Guematria, de tal manera que contando los caminos y viajes que hemos hecho, verás que su número se eleva a 32, tantos como senderos de Sabiduría o grados del intelecto nos testimonia el sabio Abraham que existen, justo la suma que está contenida en לב Leb, es decir, corazón, donde Lamed vale 30 y Beth 2; y es de estos caminos y grados de los que parece cantar David cuando dice que ha colocado escalones o elevaciones en su corazón. Y de nuevo, irán de virtud en virtud hasta llegar a Sión. Esta puede ser la escala que Jacob vio en Bethel, que es la Sabiduría y la Casa de Dios. Son los 32 dientes por los que el hombre interior y espiritual muerde y mastica el pan de la palabra santa: y como resulta que en otro sentido ellos significan las virtudes adquiridas, no hay que maravillarse de que concuerden en número­ con el corazón que es su raíz y fundamento. También lo confirman los 32 nudos de las manos, que son las ejecutoras de nuestros mandamientos, e igualmente lo indican los de los pies, que son las afecciones y movimientos que nos conducen al buen hacer; por este medio el corazón, los dientes, las manos y los pies, o mejor, el entendimiento, el hablar, el hacer y el querer designados por esos órganos, concuerdan y se entrelazan en nosotros con una maravillosa e increíble armonía, a fin de que estando unidos, ofrezcamos a Dios en nuestra potencia y libre albedrío, sobre el altar de nuestro corazón, todas nuestras acciones, propósitos y deseos santos en un sacrificio voluntario, y cuando se haya cumplido en el sacerdocio la Realeza, la Judicatura y la comunidad de que se compone el cuerpo místico de nuestro Señor Jesucristo, bien podrá decirse que todas las cosas habrán alcanzado su fin y felicidad."

Nicolas Le Fèvre de La Boderie


"Hasta aquí hemos seguido principalmente las huellas y rastros de los Griegos y de los Latinos, explayándonos tanto en el orden y la belleza de la naturaleza por muchos y diversos caminos, como en el artificio numeroso de nuestro entendimiento por las palestras y las carreras del carro de cuatro ruedas; pero ahora, si queremos volver a mirar más de cerca la verdad y ser introducidos en el corazón del Templo para adorar y contemplar con maravilla al santo de los santos, tenemos que penetrar con los hebreos viajeros en algunos senderos desconocidos, inusitados, que pocas personas han frecuentado hasta ahora, las cuales han pasado por ellos, o más bien han franqueado tan ligeramente que apenas subsiste para los ojos débiles e inseguros el más mínimo vestigio o huella de las plantas de sus pies. Nos esforzaremos sin embargo, con la ayuda de quien abre lo que no se puede cerrar y cierra lo que nadie puede abrir, en serviros de guía y escolta por estos caminos nuevos y no trillados tanto como la huella y la marcha de los que los han recorrido nos puedan guiar. Además de los géneros antes expuestos que los Hebreos tienen de común con los Griegos y Latinos, hay todavía otros que les son propios y peculiares, a los cuales es imposible aproximarse sin el conocimiento de la Gramática Hebraica, porque toda la obra y práctica de este artificio está cubierta y escondida ingeniosamente bajo las letras del Alfabeto y bajo las sílabas y las dicciones que se componen de ellas; lo cual parecerá, bien lo sé, ridículo y supersticioso a aquellos que no estiman más que lo que saben y entienden, y que muy frecuentemente consideran sospechoso y prohibido lo que no entienden; y menos aún lo quieren saber, por miedo a confesar tácitamente que haya quienes tengan lo que ellos pueden poseer y que sea alguna cosa ventajosa. Sin embargo, si ellos recordasen que Adán, en el estado de inocencia e integridad, impuso a los animales y otras criaturas nombres propios según la naturaleza de cada uno; que Moisés recibió las tablas de la ley escritas por el dedo de Dios, de cuyas palabras está escrito que el pueblo las vio y no las escuchó; que Dios, a través de sus Angeles, es autor de esta lengua, que siempre ha permanecido casta, santa e inviolable, mientras que las otras que han surgido de ella se corrompen continuamente, y han sido introducidas como venganza y castigo de la arrogancia y la presunción humana; que Cristo, autor y restaurador de la naturaleza, conocía la Ley y los Profetas en este idioma y lengua sin haberlos aprendido; que sus discípulos y trompetas en el día de Pentecostés y Quincuagésimo, cuando fueron bautizados con el Espíritu Santo, empezaron a hablarla de manera que, aunque todos fueran galileos, los judíos de todas las naciones que hay bajo el cielo, reunidos en Jerusalén, los entendían cada uno en su dialecto y manera de hablar, no encontrarían extraño ni fuera de razón, pues tan divina y misteriosa es la Lengua Santa de nuestros Padres incluso en sus primeros elementos, que la misma Sabiduría y Verdad eterna dice que la ley debe ser como anatomizada e investigada hasta una sola iod, que es como un pequeño punto, la menor de todas las letras, su madre y matriz, el fin y el principio de los miembros. Si los Gimnosofistas y sabios de Etiopía sabían describir y representar todas las cosas con sus marcas Jeroglíficas, si la disciplina de Pitágoras era toda ella enigmática y llena de símbolos, ¿hay que sorprenderse de que el Espíritu de Dios, que ha escrito e impreso en el alma de los santos personajes los Oráculos y misterios de la Ley, haya podido hacer en esos caracteres hebreos de los cuales es inventor lo que nosotros admiramos en la invención e industria de los hombres? ¿mas por qué tendría que entretenerme más tiempo probando lo que los hechos y la experiencia pueden mostrar?"

Nicolas Le Fèvre de La Boderie













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