“A un pobre hombre se le pueden indicar sus vicios; a un señor, ni aunque camine al infierno.”

Geoffrey Chaucer


“Aquel que es pobre, puede danzar y cantar delante de los ladrones, mientras viaja.”

Geoffrey Chaucer



Buen consejo de Chaucer

Huye de la presión y habita con firmeza;
Te basta tu bien, aunque sea pequeño;
Porque el tesoro tiene odio, y el cosquilleo trepador, la
prensa tiene envidia, y la riqueza se abruma en todos,
no saborees más de lo que te agrada;
Lee bien tú mismo, que otras personas no pueden leer;
Y la verdad librarás, no es pavor.

No os aflijáis, cada uno torcido para vestirse,
en la confianza de la que se vuelve como una pelota;
El gran reposo está en los pequeños negocios:
Guárdate también de despreciar contra un clavo;
No luches como la vasija con el muro;
Piensa en ti mismo que consideras las obras de los demás,
Y la verdad te librarás, no es pavor. 

Lo que se te envía, recíbelo con exuberancia;
La lucha de este mundo pide caída;
Aquí no hay hogar, aquí es solo desierto.
¡Adelante, peregrino! ¡Por la bestia, fuera de tu establo!
Mira a lo alto y da gracias a tu Dios de todos.
Deja tu lujuria, y deja que tu fantasma te guíe,
Y la verdad librarás, no es pavor.

Geoffrey Chaucer



“El más sabio de todos es el que no se preocupa ni pizca de que alguien sea más rico que él.”

Geoffrey Chaucer


“El que habla mal no puede nunca recobrar sus palabras.”

Geoffrey Chaucer


"El que nada emprendió nada terminará."

Geoffrey Chaucer


"En los viejos tiempos del rey Arturo, cuya fama todavía pervive entre los naturales de Gran Bretaña, todo el reino andaba lleno de grupos de hadas. La reina de los elfos y su alegre cortejo danzaba frecuentemente por los prados verdes. Según he leído, esta es la vieja creencia; hablo de hace muchos centenares de años; pero ahora ya no se ven hadas, pues actualmente las oraciones y la rebosante caridad cristiana de los buenos frailes llenan todos los rincones y recovecos del país como las motas de polvo centellean en un rayo de sol, bendiciendo salones, aposentos, cocinas y dormitorios; ciudades, burgos, castillos, torres y pueblos; graneros, alquerías y establos; esto ha ocasionado la desaparición de las hadas. En los lugares que frecuentaban los elfos, ahora andan los frailes mañana y tarde, musitando sus maitines y santos oficios mientras rondan por el distrito. Por lo que, actualmente, las mujeres pueden pasear tranquilamente junto a arbustos y árboles; un fraile es al único sátiro que encuentran, y todo lo que este hace es quitarles la honra."

Geoffrey Chaucer
La comadre de Barth



“Es indispensable que la palabra corresponda a la acción.”

Geoffrey Chaucer


"Es mejor escribirle a un niño una buena frase dos veces que dejar que el niño la olvide una vez."

Geoffrey Chaucer


"¿Es menester relatar la alta y regia majestad, la mucha soberbia y los ponzoñosos trabajos del rey Antíoco? Nadie hubo como él. En los Macabeos leeréis quién era y las orgullosas palabras que decía, y también por qué cayó desde su prosperidad, viniendo a morir malamente en un monte.
Tanto le había envanecido la fortuna, que se creía capaz de abarcar las estrellas por todas partes, y de pesar las montañas en una balanza, y de paralizar las olas de los mares. Odiaba con empeño al pueblo de Dios y a todos sus miembros quería matarlos con tortura, imaginando que Dios no podría arruinar su soberbia. Y cuando Nicanor y Timoteo fueron del todo batidos por los judíos, se enojó más Antíoco contra éstos e hizo aparejar su carro, jurando con acerbas frases que marcharía a Jerusalén y descargaría sobre la ciudad su cruenta cólera.
Empero hubo de renunciar a sus designios, porque Dios castigó su amenaza enviándole una llaga incurable e invisible, que desgarraba y roía sus entrañas, produciéndole atroces dolores. Justo era este mal, porque Antíoco había hecho torturar las entrañas de muchos hombres.
Mas él no suspendió su malvado proyecto, y, a pesar de su dolencia, hizo ordenar sus huestes. Entonces Dios domeñó su orgullo y altanería haciéndole sufrir una caída de su carro. Toda la piel y miembros de Antíoco se desgarraron con el golpe, y, no podía andar ni montar a caballo, sino que habían de llevarle en una silla con la espalda y los costados molidos. Pero aun le hirió más fieramente la mano divina, porque colmó todo su cuerpo de horribles gusanos y le hacía despedir tal hedor que ninguno de su servidumbre podía soportarlo. En tan grande desgracia, el rey se desolaba y lloraba, confesando que Dios era Señor de todo lo creado.
El olor de su cuerpo se hizo repugnante para sus huestes y para él mismo. Y, siempre entre tal hedor y entre sufrimientos terribles, expiró de mala muerte en una montaña. Así, aquel expoliador y homicida, que tanto luto causara entre los hombres, sufrió el castigo que corresponde a la soberbia."

Geoffrey Chaucer
Cuento del monje


“Haz bien a quien te perjudica y bendice a quien te maldice.”

Geoffrey Chaucer


“Jesús de Sirach afirma: Quien tiene el corazón alegre y contento se conserva vigoroso a través de los años, pero un corazón entristecido reseca los huesos.”

Geoffrey Chaucer


"La hermosa figura de Venus flotaba desnuda en el vasto mar, rodeada hasta el talle por las verdes y cristalinas olas. Empuñaba una cítara en la mano derecha y coronaba grácilmente sus cabellos una guirnalda de lozanas y aromadas rosas, sobre las que revoloteaban varias palomas. Ante Venus hallábase su hijo Cupido, alado y ciego como se le suele pintar y con un arco y un carcaj de relucientes y buidas flechas.
¿Debo describiros también las pinturas que ornaban los muros interiores del templete del poderoso y bermejo Marte? Las paredes reproducían con sus imágenes las del helado y torvo paraje de Tracia donde tiene Marte su soberana mansión y su majestuoso templo.
Ante todo se veía una desolada selva, hora de animales y de hombres, llena de árboles viejos, retorcidos, secos y nudosos, de troncos puntiagudos y horrida traza. Por aquellas arboledas corría un bronco fragor, tal que el de un temporal quebrantando las ramas. En la ladera de un monte cubierto de hierba se alzaba el templo del omnipotente Marte, templo todo él de hierro fundido, de zaguán largo y angosto y de amedrentadora apariencia. De él brotaban tan violentas ráfagas de viento que hacían crujir todos los portones. Por la abertura de éstos se veía la claridad de la aurora boreal, que otra cosa no podía ser, pues no había en los muros ventanas que consintieran acceso de luz alguna. Las hojas de las puertas eran de duradero diamante, reforzadas con entrecruzadas barras de hierro, y cada columna de las que sostenían el templo era también de hierro bruñido y gruesa como un tonel.
Allí se divisaban las tenebrosas conjuras del crimen, con todas sus tretas; a cruel ira, roja como una brasa; el latrocinio y el pálido terror; el adulador artero, con el puñal escondido bajo la capa; los establos incendiados y envueltos en negro humo; el traidor asesino que mata al que duerme; la guerra, destilando sangre de sus heridas; la refriega, de hoscas amenazas y bermejo cuchillo. Tétricos alaridos llenaban aquel lugar. E] suicida yacía bañado en la sangre de su propio corazón, hincado el clavo en la sien, en pie se hallaba la estertorosa muerte. En medio del templo, la desgracia exhibía su desalentado y dolorido semblante; reía la locura con estúpido furor; gentes descontentas se levantaban en armas; había tumultos y crueles entuertos; yacían en las espesuras cadáveres con la garganta cortada; se veían asesinados a miles; tiranos con presas ganadas por fuerza, y ciudades reducidas a ruinas completas. También -se veían naves quemadas, a la deriva; cazadores asfixiados por el abrazo de salvajes osos; cerdas devorando niños en sus cunas; cocineros abrasados a despecho de su largo cucharón; carreteros aplastados por las ruedas de sus carros. Nada se escapaba al influjo fatal de Marte. Bajo él estaban el barbero, el carnicero y el herrero, forjador de tajantes espadas en su yunque. Señoreándolo todo, campeaba la Victoria en una torre, y sobre su cabeza pendía, pendiente de hilo sutil, aguda espada. Allí podían contemplarse el asesinato de Julio, de Nerón el Grande y de Antonio. Porque, si bien es verdad que estos hombres, en aquel tiempo, aun no habían nacido, su muerte se figuraba ya allí, como presagio de Marte. Mas bastan estos ejemplos de las antiguas historias, pues no puedo referirlos todos, aunque quisiera.
Erguida en un carro aparecía la armada figura de Marte, de encendida mirada, cual la de un loco. Lucían sobre su cabeza dos estrellas que los manuscritos llaman Puella y Rubeus. A los pies del dios de la guerra había un lobo de ojos rojizos, devorando a un hombre, y toda esta escena se había trazado con primoroso pincel, en gloria y reverencia de Marte."

Geoffrey Chaucer
Cuento del caballero


“La moraleja de todas las tragedias es la misma: que la Fortuna siempre ataca a los reinos prepotentes cuando menos lo esperan.”

Geoffrey Chaucer



“Los hombres más eruditos no son precisamente los más sabios.”

Geoffrey Chaucer



Miles de veces a los hombres he oído contar
que alegre es el ciclo y penoso el infierno.
y bien de acuerdo estoy con tal hablar;
pero yo también sé
que ninguno de los que aquí viven
ha visitado jamás el infierno ni el cielo

Geoffrey Chaucer


“Nadie debe echar sobre sus espaldas fardo que no pueda llevar.”

Geoffrey Chaucer



"Navegábamos con la mente y el placer."

Geoffrey Chaucer
Tomada del libro Musketaquid de Henry David Thoreau



“¿Qué hay mejor que la sabiduría? La mujer. Y ¿qué hay mejor que una buena mujer? Nada.”

Geoffrey Chaucer



"Quien practique este maldito arte,
No tendrá nunca oro bastante,
Porque todo el oro en ello invertido
¡No cabe duda! lo verá perdido."

Geoffrey Chaucer



“Si el amor es bueno, ¿de dónde proviene entonces mi tristeza? Si el amor es malvado, me extraña que los tormentos y adversidades que trae consigo me produzcan placer.”

Geoffrey Chaucer



“Un hombre no puede jurar y mentir ni siquiera con la mitad de la audacia de una mujer.”

Geoffrey Chaucer


"Una vez que alguien había oído algo, se acercaba en seguida a otro y empezaba a contarle lo que le habían contado a él, antes incluso de que la nueva tuviera dos minutos, y de algún modo, en su propio discurso agrandaba lo que le habían dicho. Y no había eso salido totalmente de sus labios, que ya se encontraba con un tercero, y antes de que pasara un momento, se lo contaba también. Fuera la nueva verdadera o falsa, de todos modos la contaba, y cada vez con más agregados." "Tú bien sabes esto, el habla es sonido, pues de otro modo ningún hombre podría oírlo" (...) El sonido no es sino aire roto, y cuando decimos, sea bello o desagradable, proferido en voz alta o confidencialmente, no es en esencia sino aire; pues como la llama no es más que humo encendido, del mismo modo el sonido es aire roto."

 Geoffrey Chaucer


“Yo creo que la adversa fortuna ha sido más provechosa a la mayoría de los hombres que la próspera.”

Geoffrey Chaucer






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