Los dos mayores misterios de la naturaleza son la mente y el universo. Gracias a nuestra avanzada tecnología, hemos sido capaces de obtener imágenes de galaxias situadas a miles de millones de años luz, manipular los genes que controlan la vida e introducirnos en el sanctasanctórum del átomo; sin embargo, la mente y el universo siguen siendo tan esquivos como seductores. Son las fronteras más misteriosas y fascinantes de la ciencia…
La mente y el universo suponen el mayor reto científico posible, pero también los une una curiosa relación. Por una parte, son polos opuestos: uno tiene que ver con la inmensidad del espacio exterior, donde encontramos extraños habitantes, como agujeros negros, estrellas que explotan y galaxias en colisión; la otra, con el espacio interior, donde hallamos nuestros deseos e ilusiones más íntimos y privados. Nuestra mente está tan presente en nosotros como nuestros propios pensamientos; sin embargo, cuando nos piden que la describamos y la expliquemos, con frecuencia nos faltan las palabras.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 8-9


El cerebro pesa únicamente alrededor de kilo y medio, sin embargo, es el objeto más complejo del sistema solar. Aunque supone tan solo el 2 por ciento del peso corporal, su apetito es insaciable y consume un 20 por ciento de nuestra energía total (en los recién nacidos, el cerebro consume un pasmoso 65 por ciento de la energía total del bebé), mientras que un 80 por ciento de nuestros genes codifican características del cerebro. Se calcula que dentro de la cavidad craneal existen cien mil millones de neuronas, y un número exponencialmente mayor de conexiones neuronales y vías nerviosas.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 11


Como en la película Matrix, un día podríamos llegar a descargar recuerdos y habilidades utilizando ordenadores. En distintos estudios, los científicos ya han logrado insertar recuerdos en el cerebro de animales. Quizá no sea más que cuestión de tiempo hasta que podamos hacerlo con nuestro propio cerebro, para aprender nuevas disciplinas, ir de vacaciones a lugares que no conocemos o dominar nuevos pasatiempos. Y, si se pueden descargar habilidades técnicas en la mente de los trabajadores y los científicos, eso podría incluso reflejarse en la economía mundial. Algún día, los científicos podrían construir una «internet de la mente», o brain-net, en la que los pensamientos y las emociones se enviarían electrónicamente de un lugar a otro del mundo. Incluso los sueños se podrían grabar y después enviar de un cerebro a otro a través de internet. La tecnología también podría permitirnos mejorar nuestra inteligencia. Se han hecho progresos en la comprensión de los extraordinarios talentos de los savants, cuya capacidad mental, artística y matemática es realmente asombrosa. Además, actualmente se están secuenciando los genes que nos distinguen de los simios, lo que nos permitirá aventurarnos como nunca antes en los orígenes evolutivos del cerebro. En animales, ya se ha conseguido aislar genes que aumentan su memoria y capacidad mental.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 15


Una vez que se descodifiquen las vías nerviosas, cabe imaginar que podamos llegar a comprender los orígenes precisos de las enfermedades mentales, y quizá encontrar una cura para tan antiguos males. Esta descodificación también hará posible crear una copia del cerebro, lo que suscita cuestiones filosóficas y éticas. ¿Quiénes somos, si nuestra conciencia se puede cargar en un ordenador? Podemos jugar incluso con la idea de la inmortalidad. Nuestros cuerpos se deterioran y mueren, pero ¿podría nuestra conciencia vivir eternamente? Y, más allá de eso, quizá algún día, en un futuro lejano, la mente se libere de sus limitaciones corpóreas y vague libremente entre las estrellas, como más de un científico ha imaginado. Podemos imaginar que, dentro de unos siglos, seremos capaces de introducir toda nuestra impronta neuronal en rayos láser que después se enviarán al espacio profundo. Esta será, quizá, la mejor manera de conseguir que nuestra conciencia explore las estrellas. Se abre ahora ante nosotros un panorama científico nuevo y resplandeciente, que transformará el destino de la humanidad. Entramos en una nueva era dorada de la neurociencia.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 16


Ojalá los rápidos avances en neurociencia alivien algún día el sufrimiento de quienes padecen enfermedades mentales o demencia.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 18


Tardamos trescientos cincuenta años desde la invención del telescopio hasta entrar en la era espacial, pero han bastado solo quince desde la aparición de la máquina de imagen por resonancia magnética y otros sofisticados escáneres cerebrales para que conectemos activamente el cerebro con el mundo exterior.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 18


Soy un físico teórico interesado desde siempre por la mente.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 20


En cierto sentido, el cerebro humano es como un museo que conserva los vestigios de todos los estadios previos de nuestra evolución a lo largo de millones de años, durante los cuales han ido creciendo en funciones y tamaño hacia el exterior y hacia la parte anterior. (Este es también, aproximadamente, el camino que sigue cuando un niño nace. El cerebro del recién nacido crece hacia fuera y hacia la parte frontal, reproduciendo quizá las fases de nuestra evolución.)

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 28


No obstante, la tecnología de imagen por resonancia magnética presenta algunos inconvenientes. Aunque su resolución espacial es insuperable y permite localizar en tres dimensiones vóxeles del tamaño de la cabeza de un alfiler, su resolución temporal no es tan buena. Se tarda casi un segundo en seguir el recorrido de la sangre por el cerebro, lo que puede que no parezca mucho, pero recordemos que las señales eléctricas recorren el cerebro de manera casi instantánea, por lo que es posible que los escáneres de imagen por resonancia magnética no permitan distinguir los intrincados detalles de los patrones de pensamiento.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 32


Actualmente, hay empresas que afirman que la tecnología de imagen por resonancia magnética demuestra que los lóbulos prefrontal y parietal se activan cuando alguien miente. Más concretamente, lo que se activa es la «corteza orbitofrontal» (que, entre otras funciones, puede hacer de «revisor» del cerebro y advertirnos cuando algo no es correcto). Esta zona está situada inmediatamente detrás de las órbitas de los ojos, de ahí su nombre. Según esa teoría, la corteza orbitofrontal comprende la diferencia entre verdad y mentira, y se acelera en consecuencia. (Hay otras áreas del cerebro que también se activan cuando alguien miente, como la corteza superior medial e inferolateral prefrontal, que intervienen en el proceso cognitivo.)

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 33

En la actualidad, varias compañías ofertan aparatos de imagen por resonancia magnética que funcionan como detectores de mentiras, y los tribunales están empezando a tratar casos en los que se utilizan. Pero es importante señalar que lo que estas imágenes por resonancia magnética indican es un aumento de la actividad cerebral únicamente en determinadas áreas. Aunque los resultados de ADN a veces pueden alcanzar una precisión de una parte en diez mil millones, o incluso superior, no sucede lo mismo con las imágenes por resonancia magnética, porque en la invención de una mentira intervienen muchas áreas del cerebro, que también se encargan de procesar otro tipo de pensamientos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 34



Un electroencefalograma se diferencia de una resonancia magnética en varios aspectos fundamentales. Esta última, como hemos visto, envía pulsos de radio al cerebro y analiza los «ecos» que retornan. Eso significa que, modificando el pulso, se puede elegir qué átomos se estudian, lo que hace que sea muy versátil. El aparato de electroencefalografía, por su parte, es exclusivamente pasivo: analiza las diminutas señales electromagnéticas que el cerebro emite de manera natural. La electroencefalografía destaca por su capacidad para registrar las señales electromagnéticas de amplio espectro que emite el cerebro en su conjunto, lo que permite a los científicos medir la actividad general del cerebro cuando este duerme, se concentra, se relaja, sueña, etcétera. Los diferentes estados de la conciencia vibran a distintas frecuencias.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 34




OPTOGENÉTICA - ILUMINANDO EL CEREBRO

Pero puede que la herramienta más nueva y excitante con la que cuentan los neurólogos sea la optogenética, algo que en otros tiempos se consideró ciencia ficción. Como una varita mágica, permite activar ciertas vías que controlan nuestro comportamiento haciendo incidir un haz de luz sobre el cerebro. Sorprendentemente, se puede introducir directamente en una neurona, con precisión quirúrgica, un gen sensible a la luz que hace que la célula se dispare. A continuación, se enciende el haz de luz y la neurona se activa. Y, lo que es más importante, esto permite a los científicos excitar esos recorridos, de manera que pueden activar y desactivar determinados comportamientos con pulsar un interruptor. Aunque esta tecnología solo tiene diez años, la optogenética ya ha logrado controlar con éxito ciertos comportamientos animales. Pulsando un interruptor, se puede hacer que las moscas de la fruta salgan súbitamente volando, que los gusanos dejen de agitarse y que los ratones se pongan a correr en círculos como locos. Ahora están empezando los experimentos con monos, e incluso se habla de realizarlos con humanos. Hay muchas esperanzas depositadas en las posibles aplicaciones de esta tecnología para el tratamiento de trastornos como el párkinson y la depresión.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 39


El éxito de esta primera generación de escáneres cerebrales ha sido espectacular. Antes de su aparición, solo se conocían con algún grado de certeza alrededor del 30 por ciento de las regiones del cerebro. Hoy en día, simplemente con una máquina de imagen por resonancia magnética se pueden identificar entre doscientas y trescientas regiones, lo que abre fronteras completamente nuevas para la ciencia del cerebro. Con tantas nuevas tecnologías procedentes de la física como se han introducido en los últimos quince años, cabe preguntarse: ¿hay más aún? La respuesta es afirmativa, pero serán variaciones y refinamientos de las anteriores, no tecnologías radicalmente nuevas. Esto se debe a que son solo cuatro las fuerzas fundamentales que rigen el universo: la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte. (Los físicos han intentado encontrar evidencias de una quinta fuerza, pero hasta el momento todos los intentos han fracasado.) La fuerza electromagnética, que ilumina nuestras ciudades y representa la energía de la electricidad y el magnetismo, es el origen de casi todas las nuevas tecnologías de escaneado (a excepción del escáner de tomografía por emisión de positrones, gobernado por la fuerza nuclear débil). Como los físicos llevan más de ciento cincuenta años trabajando con la fuerza electromagnética, crear nuevos campos eléctricos y magnéticos no tiene ningún misterio, por lo que cualquier nueva tecnología de escaneado del cerebro será con toda probabilidad una modificación de alguna ya existente, en lugar de algo completamente nuevo. Como sucede con casi todas las tecnologías, el tamaño y el coste de las máquinas se reducirán, lo que provocará que aumente en gran medida el uso de estos sofisticados instrumentos…
Al mismo tiempo, la dificultad principal a la que se enfrentan estos escáneres cerebrales es la resolución, tanto espacial como temporal. La resolución espacial de los escáneres de imagen por resonancia magnética será mayor cuanto más uniforme sea el campo magnético y más sensible sea la electrónica. En la actualidad, los escáneres de imagen por resonancia magnética solo son capaces de detectar puntos o vóxeles dentro de una fracción de un milímetro. Pero cada punto puede contener cientos o miles de neuronas. La nueva tecnología de escaneado debería reducir este número aún más. El santo grial, desde este punto de vista, consistiría en crear un aparato similar a los de imagen por resonancia magnética capaz de identificar las neuronas individuales y sus conexiones. La resolución temporal de las máquinas de imagen por resonancia magnética también se ve limitada porque analizan el flujo de sangre oxigenada en el cerebro. La máquina en sí posee una excelente resolución temporal, pero el seguimiento del rastro del flujo sanguíneo la ralentiza. En el futuro, otros aparatos de imagen por resonancia magnética serán capaces de localizar distintas sustancias que guarden una relación más directa con la activación de las neuronas, lo que permitirá analizar los procesos mentales en tiempo real. Por espectaculares que resulten los éxitos de los últimos quince años, no son más que un aperitivo de lo que está por llegar.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 41-42


Históricamente, cada nuevo descubrimiento científico ha dado lugar a un nuevo modelo del cerebro.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 42


Históricamente, cada nuevo descubrimiento científico ha dado lugar a un nuevo modelo del cerebro. Uno de los primeros fue el «homúnculo», un hombrecito que vivía en el interior del cerebro y tomaba todas las decisiones. Esta representación no era muy útil, ya que no explicaba lo que sucedía en el cerebro del homúnculo. Quizá en el cerebro del homúnculo se ocultase a su vez otro homúnculo. Con la llegada de los primeros dispositivos mecánicos sencillos, se propuso otro modelo: el cerebro como máquina, como un reloj, con ruedecillas y engranajes mecánicos. Esta analogía resultó útil para científicos e inventores como Leonardo da Vinci, quien, de hecho, diseñó un hombre mecánico. A finales del siglo XIX, cuando la máquina de vapor estaba forjando nuevos imperios, surgió otra analogía: el cerebro como máquina de vapor, con flujos de energía que competían entre sí. Este modelo hidráulico, en opinión de los historiadores, influyó sobre la idea que Sigmund Freud tenía del cerebro, en la que existían tres fuerzas en lucha continua: el ego (que representaba el yo y el pensamiento racional), el ello (representación de los deseos reprimidos) y el superego (que representaba la conciencia). Según este modelo, si debido a un conflicto entre estas tres fuerzas se acumulaba una presión excesiva, podía producirse una regresión o una quiebra general de todo el sistema. El modelo era ingenioso, pero, como reconoció incluso el propio Freud, necesitaba de análisis detallados del cerebro a escala neuronal, algo para lo que aún habría que esperar cien años. A principios del siglo pasado, con la irrupción del teléfono, se implantó otra analogía: el cerebro como una centralita telefónica gigante. El cerebro era una gran red de líneas telefónicas interconectadas. La conciencia era una larga fila de operadoras telefónicas sentadas frente a un gran panel de clavijas, desconectando y conectando cables continuamente. Por desgracia, este modelo no decía nada sobre la manera en que estos mensajes se hilvanaban entre sí para formar el cerebro. Con la aparición del transistor, de nuevo cambió el modelo dominante: ahora era el cerebro como ordenador. Las antiguas centralitas se sustituyeron por microchips que contenían cientos de millones de transistores. Quizá la «mente» no era más que un programa de software que se ejecutaba sobre «wetware» (esto es, sobre el tejido cerebral, en lugar de transistores). Este modelo aún perdura, aunque tiene sus limitaciones. No puede explicar cómo hace el cerebro para realizar cálculos que requerirían un ordenador del tamaño de Nueva York. Además, no hay programas cerebrales, el cerebro no tiene un sistema operativo como Windows, ni un chip Pentium. (Un ordenador con un chip Pentium es muy rápido, pero tiene un cuello de botella: todos los cálculos deben pasar por ese único procesador. En el cerebro sucede lo contrario: la activación de cada neurona es relativamente lenta, pero esto se compensa con creces al tener cien mil millones de neuronas que procesan datos simultáneamente. De manera que un procesador lento pero paralelo puede superar a un único procesador muy veloz.) La analogía más reciente es la de internet, que conecta entre sí miles de millones de ordenadores. La conciencia, según esta representación, es un fenómeno «emergente», que surge milagrosamente a partir de la acción colectiva de miles de millones de neuronas. (El problema de esta imagen es que no dice absolutamente nada sobre cómo se produce este milagro. Barre toda la complejidad del cerebro bajo la alfombra de la teoría del caos.) No cabe duda de que cada una de estas analogías tienen su parte de verdad, pero ninguna de ellas recoge realmente la complejidad del cerebro. Sin embargo, la analogía que a mí me parece útil (aunque imperfecta) es la del cerebro como una gran empresa. Según esta analogía, existe una gran burocracia y líneas de autoridad, con enormes flujos de información canalizados entre distintas oficinas. Pero la información importante acaba llegando al centro de mando, donde se encuentra el consejero delegado (CEO, por sus siglas en inglés: Chief Executive Officer). Es ahí donde se toman las decisiones finales.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 42


En resumen, puede que convivan dos voluntades dentro de un mismo cráneo y que a veces compitan por el control del cuerpo. Esto crea la extraña situación en la que la mano izquierda (controlada por el hemisferio derecho) empieza a comportarse con independencia de nuestros deseos, como si se tratase de un apéndice ajeno. Está documentado un caso en el que un hombre que iba a abrazar a su mujer con una mano se encontró con que la otra mano tenía intenciones completamente distintas. Le propinó un gancho de derecha en pleno rostro. Otra mujer relató cómo, mientras elegía un vestido con una mano, la otra elegía un atuendo completamente distinto. Y a un hombre le costaba conciliar el sueño por la noche al pensar que su otra mano rebelde podría estrangularlo. En ocasiones, las personas con el cerebro dividido piensan que están viviendo en una película de dibujos animados, en la que una mano lucha por controlar a la otra. Algunos médicos lo llaman el síndrome del doctor Strangelove, por una escena de Teléfono rojo, volamos hacia Moscú en la que una mano del protagonista tiene que luchar contra la otra.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 50


Existen diversas maneras de comunicarse por separado con cada hemisferio sin que el otro tenga conocimiento de ello. Es posible, por ejemplo, hacer que el sujeto lleve unas gafas especiales en las que se le muestran preguntas a cada ojo por separado, de manera que es sencillo hacerle preguntas a cada hemisferio. Lo difícil es tratar de conseguir una respuesta de cada hemisferio. Puesto que el derecho no puede hablar (los centros del habla están situados únicamente en el izquierdo), es difícil obtener respuestas de él. El doctor Gazzaniga me contó que, para averiguar lo que el hemisferio derecho estaba pensando, había ideado un experimento en el que el (mudo) hemisferio derecho podía «hablar» utilizando letras del Scrabble. Empezó preguntándole al hemisferio izquierdo del paciente qué haría tras la graduación. El paciente respondió que quería hacerse dibujante. Pero la cosa se puso interesante cuando le hizo la misma pregunta al (mudo) hemisferio derecho. Este deletreó las palabras «piloto de carreras». Sin que el dominante hemisferio izquierdo lo supiese, el derecho tenía unos planes de futuro completamente distintos. El hemisferio derecho tenía literalmente ideas propias.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 51


La humana es una forma específica de conciencia que crea un modelo del mundo y después simula su evolución en el tiempo, evaluando el pasado para simular el futuro. Esto requiere evaluar múltiples bucles de retroalimentación y mediar entre ellos para así poder tomar una decisión con el fin de alcanzar un objetivo.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 61


Lo fundamental del humor es que nuestra simulación del futuro sufre una alteración repentina y sorprendente. (Históricamente, esto fue importante para nuestra evolución, ya que el éxito depende en parte de nuestra capacidad de simular noticias futuras. Como la vida en la jungla está repleta de eventos imprevistos, cualquiera que fuese capaz de prever resultados inesperados tenía una mayor probabilidad de sobrevivir. De esta manera, poseer un refinado sentido del humor es en realidad un indicio de nuestra conciencia de nivel III y de nuestra inteligencia, es decir, de nuestra capacidad para simular el futuro.)

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 66


… algo que todo cómico sabe: el tempo es la clave del humor. Si la gracia se cuenta demasiado rápido, el cerebro no ha tenido tiempo de simular el futuro, y por lo tanto no se crea la sensación de lo inesperado. Si se cuenta demasiado tarde, el cerebro ya ha tenido tiempo de simular varios futuros posibles, y se pierde igualmente el elemento sorpresa.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 67


El cotilleo es fundamental para la supervivencia, porque los complejos mecanismos de las relaciones sociales están siempre evolucionando, por lo que tenemos que hacernos una idea de este terreno social en cambio continuo. Este es un ejemplo de conciencia de nivel II en acción. Pero, en cuanto oímos algún chisme, realizamos simulaciones para saber cómo afectará a nuestra posición en la comunidad. Entonces pasa a la conciencia de nivel III. De hecho, hace miles de años, los cotilleos eran la única manera de conseguir información vital sobre la tribu. A menudo, nuestra propia vida dependía de que estuviésemos al tanto del último chisme.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 68


La teoría espaciotemporal afirma que la conciencia se compone a partir de muchas subunidades del cerebro, cada una de las cuales compite con las demás por crear un modelo del mundo, a pesar de lo cual sentimos que nuestra conciencia es continua. ¿Cómo es esto posible, cuando todos tenemos la sensación de que nuestro «yo» es ininterrumpido y siempre está al mando de la situación?

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 76




La siguiente tabla resume estos niveles de conciencia:

Niveles de conciencia de distintas especies
Nivel Especie 0 Plantas I Reptiles II Mamíferos III Humanos

Parámetro
Temperatura, luz solar Espacio
Relaciones sociales
Tiempo (espacio, futuro)

Estructura cerebral Ninguna
Tronco encefálico Sistema límbico
Corteza prefrontal

Teoría espaciotemporal de la conciencia. Definimos la conciencia como el proceso de crear un modelo del mundo a partir de múltiples bucles de retroalimentación basados en distintos parámetros (por ejemplo, la temperatura, el espacio, el tiempo o la relación con los demás) para conseguir un objetivo.

(Fijémonos en que estas categorías corresponden aproximadamente a los grados evolutivos que vemos en la naturaleza; por ejemplo, reptiles, mamíferos, humanos. No obstante, también existen zonas grises, como animales que pueden combinar pequeños aspectos de distintos niveles de conciencia, animales capaces de una planificación rudimentaria o incluso células individuales que se comunican entre sí. Esta tabla solo pretende trasladar una imagen global de cómo se organiza la conciencia en el reino animal.)

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 65


DICTADOS Y MÚSICA TELEPÁTICOS

El paso siguiente podría ser el de transmitir conversaciones enteras, lo que aceleraría rápidamente la transmisión telepática. El problema, sin embargo, es que eso exigiría crear una correspondencia unívoca entre miles de palabras y sus señales electroencefalográficas, de imagen por resonancia magnética o electrocorticografía. Pero si pudiésemos, por ejemplo, identificar las señales cerebrales de varios cientos de palabras concretas, entonces podríamos transmitir rápidamente las palabras que se utilizan en una conversación típica. Eso significa que pensaríamos en las palabras que componen frases o párrafos enteros de una conversación y el ordenador las reproduciría. Esto podría ser extremadamente útil para periodistas, escritores, novelistas y poetas, a quienes les bastaría con pensar para que el ordenador tomase el dictado. El ordenador se convertiría en un secretario mental. Podríamos darle instrucciones mentalmente al robot-secretario sobre una cena, los planes de un viaje o unas vacaciones, y él completaría todos los detalles de las reservas. No solo un dictado, también la música podría un día transcribirse de esta manera. Un músico solo tendría que tararear unas pocas melodías en su cabeza y el ordenador las reproduciría en notación musical. Para hacerlo, primero se le pediría a la persona que tararease mentalmente una serie de notas, cada una de las cuales emitiría unas señales eléctricas características. De nuevo, esto permitiría generar un diccionario para que, cuando pensásemos en una nota musical, el ordenador la reprodujese en notación musical. En la ciencia ficción es habitual que los telépatas puedan comunicarse sin preocuparse de las barreras idiomáticas, ya que se considera que los pensamientos son universales. Sin embargo, puede que esto no sea cierto. Puede que las emociones y los sentimientos sean no verbales y universales, lo que nos permitiría transmitírselos telemáticamente a cualquier persona, pero el pensamiento racional está tan íntimamente relacionado con el lenguaje que es muy poco probable que se pudieran enviar pensamientos complejos saltándose las barreras idiomáticas. Las palabras se mandarían telepáticamente en el idioma original.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 87

  

El motivo por el que las máquinas de imagen por resonancia magnética deben ser tan enormes actualmente es que se necesita que el campo magnético sea uniforme para obtener una buena resolución. Cuanto más grande sea el imán, más uniforme será el campo y mejor la resolución de la imagen final.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 90


En el futuro tendremos más capacidad de computación en nuestro botiquín de la que hoy en día posee un hospital universitario moderno. En lugar de esperar a obtener permiso de un hospital o una universidad para utilizar una costosa máquina de imagen por resonancia magnética, podremos recopilar los datos en nuestra propia casa con tan solo pasarnos el escáner de imagen por resonancia magnética portátil por encima y después enviarlos por correo electrónico a un laboratorio para que los analice.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 91


El plan estratégico de la DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency) parece sacado de una obra de ciencia ficción: su «única regla es la innovación radical». La sola justificación para su existencia es «acelerar la llegada del futuro».11 Los científicos de la DARPA están continuamente ampliando los horizontes de lo que es físicamente posible.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 92


Pero lo que distingue a la DARPA de la ciencia es su historial, que es realmente apabullante. Uno de sus primeros proyectos, a principios de la década de 1960, fue Arpanet, una red de telecomunicaciones pensada para tiempos de guerra que conectaría electrónicamente a los científicos y a los funcionarios durante y tras la Tercera Guerra Mundial. En 1989, la National Science Foundation decidió que, tras la descomposición del bloque soviético, ya no era necesario mantener esta tecnología en secreto, así que la desclasificó y permitió el acceso gratuito a los códigos y los planos. Arpanet acabaría convirtiéndose en internet. Cuando las Fuerzas Aéreas estadounidenses necesitaron encontrar la manera de guiar sus misiles balísticos por el espacio aéreo, la DARPA colaboró en la creación del Proyecto 57, un programa de alto secreto diseñado para dirigir bombas de hidrógeno contra los silos blindados de los misiles soviéticos en caso de un conflicto termonuclear. Más tarde, este proyecto constituiría los cimientos del sistema de posicionamiento global (GPS). En lugar de guiar misiles, hoy guía a los automovilistas perdidos. La DARPA ha sido un actor clave en una serie de inventos que han alterado el curso de los siglos XX y XXI, entre los que se cuentan el teléfono móvil, las gafas de visión nocturna, las telecomunicaciones y los satélites meteorológicos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 93


Una vez comí con un ex director de la DARPA12 en una recepción repleta de científicos y futuristas, y le hice una pregunta que llevaba tiempo incordiándome: ¿por qué tenemos que recurrir a los perros para olfatear las maletas en busca de explosivos? Seguro que disponemos de sensores lo suficientemente sensibles para detectar trazas reveladoras de los compuestos químicos de los explosivos. Me contestó que la DARPA había investigado activamente la cuestión y se había topado con varios problemas técnicos importantes. Los sensores olfativos de los perros, me dijo, habían evolucionado durante millones de años para poder detectar un puñado de moléculas, y ese grado de sensibilidad es extremadamente difícil de igualar, incluso con nuestros sensores más afinados. En el futuro cercano es probable que sigamos utilizando perros en los aeropuertos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 94


En el futuro, se podría utilizar la nanotecnología, la capacidad de manipular átomos individuales, para insertar en el cerebro nanosondas con las que acceder a nuestros pensamientos. Estas nanosondas estarían hechas de nanotubos de carbono, que conducen la electricidad y son tan delgados como las leyes de la física lo permiten. Estos nanotubos están compuestos de átomos de carbono dispuestos en un tubo de unas pocas moléculas de grosor. (Son objeto de un intenso interés científico y en las próximas décadas se espera que revolucionen la manera en la que los científicos exploran el cerebro.) Las nanosondas se colocarían precisamente en las áreas del cerebro dedicadas a determinadas actividades. Para captar el habla y el lenguaje, se situarían en el lóbulo temporal izquierdo. Para procesar las imágenes visuales, habría que ubicarlas en el tálamo y en la corteza visual. Las emociones se transmitirían mediante nanosondas situadas en la amígdala y en el sistema límbico. Las señales de estas nanosondas se enviarían a un ordenador, que las procesaría y remitiría por conexión inalámbrica a un servidor, y de ahí a internet. Los problemas de privacidad se resolverían en parte, puesto que podríamos controlar completamente cuándo se envían nuestros pensamientos a través de cables o por internet. Cualquiera que pase cerca puede detectar las señales de radio, pero no sucede lo mismo con las señales eléctricas que se trasmiten por cable. También se resolvería el problema de abrir el cráneo y utilizar aparatosas mallas de electrocorticografía, porque las nanosondas podrían introducirse mediante microcirugía.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 97


En el futuro próximo, la cuestión no será si alguien podrá leer nuestros pensamientos en secreto mediante algún dispositivo remoto y oculto, sino si permitiremos que se registren voluntariamente.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 99


Es posible que en el futuro se fabriquen aparatos de espionaje que intercepten también las ondas cerebrales. Aunque buena parte de esta tecnología está aún en estadios primitivos, la telepatía se está convirtiendo poco a poco en algo habitual. En el futuro podríamos interactuar con el mundo a través de la mente. Pero los científicos quieren ir más allá de la mera lectura de la mente, que es pasiva. Quieren asumir un papel activo: mover objetos con la mente. La telequinesis es un poder que tradicionalmente se asocia a los dioses. Es el poder divino de moldear la realidad de acuerdo con nuestros deseos. Es la máxima expresión de nuestros pensamientos y anhelos. Pronto disfrutaremos de ella.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 101


La holocubierta del futuro podría utilizar una combinación de dos tecnologías. Primero, las personas que entrasen en ella llevarían lentillas conectadas a internet, que les permitirían ver un mundo virtual completamente nuevo mirasen donde mirasen. El panorama que mostrarían las lentillas cambiaría inmediatamente con tan solo pulsar un botón. Y si tocásemos algún objeto de ese mundo, se enviarían señales al cerebro que simularían la sensación del tacto, utilizando tecnología de interfaz cerebro-cerebro. De esta manera, los objetos del mundo virtual que veríamos a través de las lentillas parecerían sólidos. La interfaz cerebro-cerebro también haría posible no solo la tecnología háptica, sino una «internet de la mente» o brain-net, con contacto directo cerebro a cerebro.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 111


Que se cumplan todos nuestros deseos es algo propio de una divinidad. Pero este poder celestial tiene sus inconvenientes. Todas las tecnologías pueden usarse para hacer el bien y para hacer el mal. En última instancia, la ciencia es un arma de doble filo. Uno de ellos puede cortar la pobreza, las enfermedades y la ignorancia, pero el otro puede resultar peligroso para las personas, de varias maneras.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 130



Sin nuestros recuerdos estamos perdidos, a la deriva en un océano de estímulos sin sentido, incapaces de comprender el pasado o de entendernos a nosotros mismos. ¿Qué sucederá si algún día podemos introducir recuerdos artificiales en nuestro cerebro? ¿Qué ocurrirá cuando podamos dominar cualquier disciplina con tan solo descargar el fichero en nuestra memoria? ¿Qué pasará si no somos capaces de diferenciar entre los recuerdos reales y los falsos? ¿Quiénes seremos entonces? Los científicos están dejando de ser observadores pasivos de la naturaleza para pasar a configurarla y moldearla activamente. Eso significa que podríamos llegar a ser capaces de manipular los recuerdos, los pensamientos, la inteligencia y la conciencia. En lugar de limitarnos a presenciar los intrincados mecanismos de la mente, en el futuro será posible dirigirlos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 132


Aunque aún es imposible aumentar nuestra inteligencia, en los campos de los sensores electromagnéticos, la genética y las células madre se están produciendo rápidos avances que algún día quizá hagan realidad esta posibilidad. En particular, el interés científico se ha centrado en los «savants autistas», que poseen capacidades fenomenales y extraordinarias que hacen que la imaginación se tambalee. Y, lo que es más importante, como consecuencia de determinadas lesiones cerebrales, una persona normal puede adquirir rápidamente estos poderes casi milagrosos. Algunos científicos incluso creen que se podrían inducir estas asombrosas capacidades utilizando campos electromagnéticos.
(…)
Se cree que alrededor del 10 por ciento de los individuos autistas exhibe algún tipo de capacidad propia de savants.
(…)
Estos extraordinarios savants poseen capacidades que superan con creces nuestra comprensión científica actual. Son varios los tipos de savants que recientemente han llamado la atención de los científicos. Alrededor de la mitad de los savants padecen alguna forma de autismo (la otra mitad muestra distintas formas de enfermedad mental o trastorno psicológico). Tienen graves problemas para interactuar socialmente, lo que resulta en un profundo aislamiento. También está el «síndrome del savant adquirido», en el que personas que son perfectamente normales sufren algún traumatismo extremo en algún momento de su vida (por ejemplo, se golpean la cabeza con el fondo de la piscina, o reciben el impacto de una bola de béisbol o de una bala), casi siempre en el lado izquierdo del cerebro. Sin embargo, algunos científicos creen que esta distinción es engañosa y que quizá todas las habilidades de los savants son aprendidas. Puesto que los savants autistas comienzan a exhibir sus capacidades a partir de los tres o los cuatro años, puede que su autismo (como un golpe en la cabeza) sea el origen de estas, aunque no existe consenso entre los científicos al respecto. Algunos creen que estos individuos simplemente nacen así y, por lo tanto, las anomalías son únicas. Sus habilidades, aun cuando sean activadas por una bala, están programadas en su cerebro desde que nacen. De ser así, quizá tales capacidades nunca puedan aprenderse o transferirse. Otros afirman que eso choca con la evolución, que se produce gradualmente a lo largo de extensos períodos de tiempo. Si existen los genios savants, entonces las demás personas también deberíamos poseer habilidades similares, aunque en nosotros estén latentes. ¿Significa esto, entonces, que algún día podremos activar estos milagrosos poderes cuando lo deseemos? Hay quienes creen que sí, e incluso se han publicado artículos científicos cuyos autores afirman que algunas de las capacidades de los savants están latentes en todos nosotros y se puede provocar su activación utilizando un escáner electromagnético (TES). O quizá tengan una base genética, en cuyo caso la terapia génica podría recrear estas asombrosas habilidades. También podríamos ser capaces de cultivar células madre que permitiesen que las neuronas creciesen en la corteza prefrontal y en otros centros clave del cerebro. Esa sería una manera de aumentar nuestras capacidades mentales. Todas estas vías son objeto de intensa especulación e investigación. No solo podrían permitir que los médicos revirtieran los destrozos provocadas por enfermedades como el alzhéimer, sino que también harían posible la mejora de nuestra inteligencia. Las posibilidades son fascinantes.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 180-181


Hay quien cree que las habilidades de todos los savants (autistas, sobrevenidos o con síndrome de Asperger) se deben quizá a alguna lesión en este punto tan específico del lóbulo temporal izquierdo. Esta área puede actuar como un «censor» que periódicamente se deshace de los recuerdos irrelevantes. Una vez que se produce la lesión en el hemisferio izquierdo, el derecho comienza a tomar el control. El hemisferio derecho es mucho más preciso que el izquierdo, que a menudo distorsiona la realidad o se la inventa. De hecho, se cree que el hemisferio derecho se ve obligado a hacer un esfuerzo adicional como consecuencia de la lesión en el hemisferio izquierdo, lo que hace que se desarrollen las habilidades propias de los savants. Por ejemplo, el hemisferio derecho es mucho más artístico que el izquierdo. Normalmente, el izquierdo restringe ese talento y lo mantiene a raya, pero si este sufre algún tipo de lesión puede dar rienda suelta a las capacidades artísticas latentes en el derecho, lo que resulta en una explosión de talento artístico. Por lo tanto, la clave para que se manifiesten las habilidades propias de los savants podría pasar por mitigar el control que ejerce el hemisferio izquierdo para que no pueda limitar los talentos naturales del hemisferio derecho. Es lo que a veces se expresa como «lesión del hemisferio izquierdo, compensación del derecho».

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 187


Las sondas de estimulación magnética transcraneal son el instrumento más sencillo y práctico para alcanzar este objetivo, ya que pueden silenciar selectivamente distintas partes del cerebro sin necesidad de recurrir a lesiones cerebrales o a accidentes traumáticos. Pero conviene señalar que estas sondas son aún rudimentarias y silencian millones de neuronas al mismo tiempo. Los campos magnéticos, a diferencia de las sondas eléctricas, no son precisos, sino que se extienden varios centímetros. Sabemos que, en los savants, la corteza orbitofrontal temporal anterior izquierda está dañada, y es probablemente la responsable, al menos en parte, de sus habilidades únicas, pero quizá la zona específica que haya que desactivar sea una subregión aún más pequeña. Cada descarga de estimulación magnética transcraneal podría desactivar, sin pretenderlo, algunas zonas que deberían permanecer intactas para producir las habilidades características de los savants. En el futuro, las sondas de estimulación magnética transcraneal podrían permitir localizar con más precisión el área del cerebro que interviene en la aparición de estas habilidades. Una vez que dicha área se identifica, el siguiente paso consistirá en utilizar sondas eléctricas más precisas, como las que se emplean en la estimulación cerebral profunda, para atenuar la actividad de esas zonas con mayor precisión. Entonces, con solo pulsar un botón, sería posible utilizar estas sondas para silenciar esa pequeña área del cerebro y activar las habilidades de los savants.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 191


Mediante el uso de campos magnéticos, esperamos poder desencadenar el potencial que ya existe latente en el cerebro. La filosofía que subyace bajo esta idea es que todos somos savants en potencia. Bastaría con una ligera modificación de nuestros circuitos neuronales para dar rienda suelta a este talento oculto. Otra estrategia consiste en alterar directamente el cerebro y los genes, utilizando lo último en ciencia del cerebro y también en genética.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 194


Mediante el uso de campos magnéticos, esperamos poder desencadenar el potencial que ya existe latente en el cerebro. La filosofía que subyace bajo esta idea es que todos somos savants en potencia. Bastaría con una ligera modificación de nuestros circuitos neuronales para dar rienda suelta a este talento oculto. Otra estrategia consiste en alterar directamente el cerebro y los genes, utilizando lo último en ciencia del cerebro y también en genética. Un método prometedor hace uso de las células madre.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 194


… solo las células madre embrionarias poseen la capacidad de dar lugar a cualquier célula del cuerpo.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 195

Si los científicos pudiesen utilizar realmente la terapia génica para crear simios inteligentes, se parecerían mucho a nosotros, con manos capaces de utilizar herramientas, con cuerdas vocales capaces de pronunciar palabras, con una columna vertebral que les permitiría caminar erguidos y con potentes músculos en el cuello para soportar una cabeza grande, como los que tenemos nosotros.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 204


… ¿cuáles fueron las fuerzas evolutivas que esta herencia genética nos proporcionó tras nuestra separación de los simios?; ¿por qué se desarrollaron genes como ASPM, HAR1 y FOX2? Dicho de otro modo, la genética nos permite entender cómo llegamos a ser inteligentes, pero no nos explica por qué sucedió.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 205


Olvidar es una manera alternativa de ahorrar energía. El cerebro consciente solo tiene acceso a una pequeña porción de los recuerdos que tienen impacto sobre el cerebro. Así pues, la pregunta es: ¿aumentar el tamaño del cerebro o la densidad de neuronas nos proporcionaría más inteligencia? Probablemente no.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 210


… cada vez que toqueteamos el cerebro, acabamos en un callejón sin salida. Las leyes de la física parecen indicar que hemos alcanzado el límite máximo de inteligencia que los humanos podemos tener de esta manera. A menos que podamos aumentar de repente el tamaño de nuestro cráneo o alterar la propia naturaleza de las neuronas, parece que ya hemos llegado a nuestro máximo nivel de inteligencia. Si queremos que aumente, tendremos que incrementar la eficiencia del cerebro (mediante drogas, genes y posiblemente máquinas del estilo de la estimulación magnética transcraneal).

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 211


Debemos dejar a un lado la idea chovinista de que nuestra conciencia humana es la única que existe. Hay más de una manera de crear un modelo de nuestro mundo y más de una manera de simular su futuro.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 215


Los sueños podrían ser una de las claves para comprender los estados alterados de la conciencia.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 216


Algún día podremos ver un vídeo del sueño que tuvimos la noche anterior y adquirir conocimientos sobre nuestra mente subconsciente. Con la preparación adecuada, podríamos controlar conscientemente la naturaleza de nuestros sueños.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 218


Una mayor inteligencia implicaría una mayor capacidad para simular el futuro, lo que tendría un valor incalculable a la hora de realizar nuevos descubrimientos científicos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 214

Muchos de aquellos temores se avivaron también en la profética novela de Aldous Huxley Un mundo feliz, de 1931. En esta distopía hay grandes fábricas de niños-probeta que producen clones. Privando selectivamente de oxígeno a los embriones, es posible producir individuos con diferentes niveles de daño cerebral. En lo alto de la escala social están los alfas, que no sufrieron lesiones cerebrales y han sido criados para gobernar la sociedad. En el nivel más bajo están los épsilon, con un cerebro considerablemente dañado, que se utilizan como peones obedientes y prescindibles. En medio hay otros niveles que constituyen las distintas profesiones y la burocracia. La élite controla la sociedad a base de drogas que alteran la mente, el amor libre y constantes lavados de cerebro. De este modo se mantienen la paz, la tranquilidad y la armonía, pero la novela plantea una perturbadora cuestión que aún sigue resonando en nuestros días: ¿cuánta libertad y humanidad básica estamos dispuestos a sacrificar en nombre de la paz y el orden social?

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 233


Si definimos la conciencia humana como el proceso de construir continuamente modelos del mundo exterior y después simular cómo evolucionarán en el futuro para lograr un objetivo, veremos que la hipnosis no puede alterar este proceso básico. La hipnosis puede acentuar ciertos aspectos de la conciencia y ayudar a recuperar ciertos recuerdos, pero no puede hacer que cacareemos como una gallina sin nuestro permiso.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 238


¿Podría un experimento como el del «casco de Dios» cambiar las creencias religiosas de una persona? ¿Y podría un aparato de imagen por resonancia magnética registrar la actividad cerebral de alguien que experimenta una revelación religiosa?

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 252

Por el momento no existe una manera precisa y universalmente aceptada de diagnosticar las enfermedades mentales. Pero hay esperanzas de que algún día los científicos utilicen escáneres cerebrales y otros aparatos de alta tecnología para crear instrumentos de diagnóstico precisos. Hasta ahora el progreso en el tratamiento de enfermedades mentales ha sido dolorosamente lento. Tras siglos de sufrimiento, las víctimas de la esquizofrenia tuvieron sus primeras señales de alivio en la década de 1950, cuando se descubrieron accidentalmente drogas antipsicóticas como la torazina, que podían controlar milagrosamente, y a veces incluso eliminar, las voces que atormentaban a los enfermos mentales.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 254


Parece que el trastorno bipolar es cosa de familia y, curiosamente, se da con frecuencia en los artistas; es posible que sus grandes obras de arte se crearan durante las explosiones de creatividad y optimismo.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 254


¿Cómo tratará la ciencia las enfermedades mentales en el futuro? Es difícil de predecir, ya que ahora sabemos que la enfermedad mental no es una sola categoría, sino toda una gama de trastornos que pueden afectar a la mente de una cantidad asombrosa de maneras.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 264


En otros tiempos, los escritores de ciencia ficción fantaseaban con que los robots en Marte serían humanoides sofisticados, que andarían y se moverían igual que nosotros, con una compleja programación que les daría inteligencia humana. Ha ocurrido lo contrario. Ahora los nietos de esta idea —como el Mars Curiosity Rover— rondan por la superficie de Marte. No están programados para andar como un humano. Tienen la inteligencia de un insecto, pero se las arreglan muy bien en este terreno. Estos merodeadores de Marte tienen relativamente poca programación, pero en cambio aprenden a base de tropezar con obstáculos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 282


Las escenas que más miedo dan son aquellas en las que hay una perversión de lo normal.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 288


¿SON CONSCIENTES LOS ROBOTS?

Puede que la manera más clara de comprender por qué todavía no existen robots autómatas sea evaluar su nivel de conciencia. Como hemos visto en el capítulo 2, podemos clasificar la conciencia en cuatro niveles. La conciencia de nivel 0 es la que corresponde a los termostatos y las plantas; es decir, incluye unos pocos bucles de retroalimentación en unos pocos parámetros simples, como la temperatura o la luz del sol. La conciencia de nivel I describe a los insectos y reptiles, que son móviles y poseen un sistema nervioso central; implica crear un modelo del mundo en relación con un nuevo parámetro, el espacio. Después tenemos la conciencia de nivel II, que crea un modelo del mundo en relación con otros de su clase, lo cual exige emociones. Por último, tenemos la conciencia de nivel III, que corresponde a los humanos, quienes incorporan el tiempo y la conciencia de sí mismos para simular cómo se desarrollarán las cosas en el futuro y determinar su posición en esos modelos. Según esta teoría, ahora podemos clasificar a los robots. Los de primera generación tenían un nivel 0, ya que eran estáticos, sin ruedas ni pies. Los robots actuales están en el nivel I, ya que son móviles, pero están en un escalón muy bajo, puesto que tienen dificultades tremendas para navegar en el mundo real. Su conciencia se puede comparar con la de un gusano o un insecto lento. Para producir una conciencia de nivel I completa, los científicos tendrán que crear robots capaces de reproducir de manera realista la conciencia de los insectos y los reptiles. Hasta los insectos tienen habilidades que nuestros robots no poseen, como ubicar escondites rápidamente, localizar parejas sexuales en el bosque, reconocer y eludir a los depredadores o encontrar alimento y cobijo. Como dijimos antes, podemos clasificar numéricamente las conciencias por el número de bucles de retroalimentación en cada nivel. Los robots con ojos, por ejemplo, pueden tener varios porque disponen de sensores capaces de detectar la frecuencia, la intensidad, la tensión, las pausas, etcétera. El número total de estos bucles de retroalimentación puede llegar a diez (mientras que un insecto, capaz de buscar alimento en la naturaleza, encontrar pareja, localizar un refugio, etcétera, puede tener cincuenta o más bucles). Así pues, un robot típico puede alcanzar una conciencia del nivel I:10. Para poder acceder a la conciencia de nivel II, los robots tienen que ser capaces de crear un modelo del mundo en relación con otros. Como ya hemos dicho, la conciencia de nivel II, en una primera aproximación, se calcula multiplicando el número de miembros del grupo por el de emociones y gestos que utilizan para comunicarse entre ellos. Según esto, los robots tendrían una conciencia de nivel II:0. Pero es de esperar que los robots emocionales que ahora se están construyendo en los laboratorios hagan aumentar este número. Nuestros robots ven a los humanos simplemente como un conjunto de píxeles moviéndose en sus sensores de televisión, pero algunos investigadores de la inteligencia artificial están empezando a crear robots capaces de reconocer emociones en nuestras expresiones faciales y tonos de voz. Este es un primer paso hacia que los robots se den cuenta de que los humanos son algo más que píxeles al azar, que tienen estados emocionales. En las próximas décadas los robots irán ascendiendo poco a poco en el nivel II de conciencia, llegando a ser tan inteligentes como un ratón, una rata, un conejo, un perro y por fin un gato. Es posible que a finales de este siglo sean tan inteligentes como un mono y empiecen a fijarse objetivos propios. Cuando los robots tengan un conocimiento funcional del sentido común y la teoría de la mente, serán capaces de crear simulaciones completas del futuro en las que ellos aparecerán como actores principales, y así accederán a la conciencia de nivel III. Dejarán el mundo del presente y entrarán en el del futuro. Esto está muchas décadas por delante de la capacidad de cualquier robot actual. Crear simulaciones del futuro significa que se está en capacidad de comprender las leyes de la naturaleza, la causalidad y el sentido común, lo que permite anticipar sucesos futuros. También significa que se comprenden las intenciones y motivaciones humanas, y que se es capaz de predecir también una conducta futura. El valor numérico de la conciencia de nivel III se calcula, como ya hemos dicho, tomando el número total de conexiones causales que podemos hacer al simular el futuro en diversas situaciones de la vida real, y dividiéndolo por el valor medio de un grupo control. Los ordenadores actuales son capaces de hacer simulaciones limitadas en unos pocos parámetros (por ejemplo, la colisión de dos galaxias, el flujo de aire alrededor de un avión, el comportamiento de los edificios en un terremoto), pero son completamente incapaces de simular el futuro en situaciones complejas de la vida real, de manera que su nivel de conciencia sería más o menos III:5. Como vemos, pueden hacer falta décadas de duro trabajo antes de que tengamos un robot que pueda funcionar normalmente en la sociedad humana. OBSTÁCULOS EN EL CAMINO Entonces, ¿cuándo podrán por fin los robots igualar y superar a los seres humanos en inteligencia? Nadie lo sabe, pero se han hecho muchas predicciones. La mayoría de ellas se basan en extrapolar la ley de Moore a décadas en el futuro. Pero esta no es una verdadera ley, de hecho, viola una ley fundamental de la física: la teoría cuántica. La ley de Moore no puede durar indefinidamente. Es más, ya podemos ver que va perdiendo velocidad. Podría quedar estancada al final de esta década o de la siguiente, y las consecuencias serían terribles, sobre todo para Silicon Valley. El problema es sencillo: ahora mismo se pueden meter cientos de millones de transistores de silicio en un chip del tamaño de una uña, pero existe un límite a cuánto se puede «apretujar» en estos chips. En la actualidad, la capa de silicio más fina de un chip Pentium tiene unos veinte átomos de grosor, pero en 2020 esa capa podría tener solo cinco. Pero entonces entra en juego el principio de incertidumbre de Heisenberg, y ya no podremos determinar con exactitud dónde está el electrón, que podría salirse del cable. (Véase el apéndice, donde comentamos con más detalle la teoría cuántica y el principio de incertidumbre.) El chip se cortocircuitaría. Además, generaría calor suficiente para freír un huevo encima. Así que la dispersión y el calor acabarán tarde o temprano con la ley de Moore, a menos que se pueda encontrar un sustituto. Como ya no se puede llegar más allá empaquetando transistores en chips planos, bidimensionales, para aumentar la potencia de los ordenadores, Intel está haciendo una apuesta multimillonaria para añadir una tercera dimensión a los chips. El tiempo dirá si esta jugada sale bien (un problema importante de los chips tridimensionales es que el calor generado aumenta rápidamente con la altura del chip). Microsoft está buscando otras opciones, como expandir las dos dimensiones con procesamiento paralelo. Una posibilidad es extender los chips horizontalmente en hilera. Después se descompone un problema de software en partes, se asigna cada parte a un pequeño chip y se vuelve a juntar todo al final. Sin embargo, el proceso puede resultar difícil, y el software crece a una velocidad mucho más lenta que la exponencial y acelerada a que nos tiene acostumbrados la ley de Moore. Estos apaños pueden sumar años a la ley de Moore. Pero con el tiempo, todo esto también quedará superado: la teoría cuántica se impondrá inevitablemente. Por esta razón, los físicos están experimentando con una amplia variedad de alternativas para cuando la Era del Silicio llegue a su fin: ordenadores cuánticos, ordenadores moleculares, nanoordenadores, ordenadores de ADN, ordenadores ópticos, entre otros. Pero ninguna de estas tecnologías aún está lista para salir a escena. EL VALLE DEL MISTERIO Pero supongamos por el momento que un día coexistimos con robots increíblemente sofisticados, que tal vez utilicen chips con transistores moleculares en lugar de silicio. ¿Cuánto queremos que se parezcan nuestros robots a nosotros? Japón es el líder mundial en la creación de robots que parecen niños o mascotas monísimas, pero sus diseñadores ponen mucho cuidado en que no parezcan demasiado humanos, porque podría resultar inquietante. Este fenómeno fue estudiado por primera vez en Japón por el doctor Masahiro Mori en 1970 y se llama «el valle del misterio». Está comprobado que los robots que se parecen demasiado a los humanos resultan siniestros. (En realidad, este efecto ya fue mencionado por Darwin en 1839 en El viaje del Beagle, y después por Freud en 1919, en un ensayo titulado «Lo misterioso».) Desde entonces ha sido objeto de estudios muy cuidadosos no solo por parte de investigadores de inteligencia artificial, sino por animadores, publicistas y todo el que promocione un producto que incluya figuras de aspecto humano. Por ejemplo, en una crítica de la película Polar Express, un comentarista de la CNN decía: «Los personajes humanos de la película resultan absolutamente… bueno, inquietantes. De modo que Polar Express es, en el mejor de los casos, desconcertante, y en el peor, un pelín terrorífica». Según el doctor Mori, cuanto más se parece un robot a un ser humano, más empatía sentimos hacia él, pero solo hasta cierto punto. La empatía cae en picado cuando la apariencia del robot se acerca a la humana; de ahí lo del valle del misterio. Si el robot tiene un aspecto muy similar al nuestro, excepto por unos pocos rasgos que son «extraños», causa una sensación de repulsión y miedo. Si el aspecto del robot es cien por cien humano, indistinguible de nosotros, volvemos a registrar emociones positivas. Esto tiene implicaciones prácticas. Por ejemplo, ¿deberían sonreír los robots? En principio, parece obvio que sí, para saludar a la gente y hacer que se sienta cómoda. Sonreír es un gesto universal que indica amistad y buena acogida. Pero si la sonrisa es demasiado realista, a la gente se le empieza a poner la carne de gallina. (Muchas máscaras de Halloween tienen rostros de monstruos que sonríen diabólicamente.) Así que los robots solo deberían sonreír si tienen aspecto infantil (ojos grandes y cara redonda) o si son perfectamente humanos, sin grados intermedios. (Cuando forzamos una sonrisa, activamos músculos faciales con nuestra corteza prefrontal. Pero cuando sonreímos porque estamos de buen humor, nuestros nervios están controlados por el sistema límbico, que activa un conjunto de músculos ligeramente diferente. Nuestro cerebro puede distinguir la sutil diferencia entre las dos sonrisas, algo que fue beneficioso para nuestra evolución.) Este efecto también se puede estudiar con escaneos cerebrales. Supongamos que se coloca a un sujeto en un aparato de imagen por resonancia magnética y se le enseña una imagen de un robot que parece perfectamente humano, aunque los movimientos de su cuerpo son ligeramente rígidos y mecánicos. El cerebro, cada vez que ve algo, intenta predecir su movimiento en el futuro. Al ver un robot que parece humano, el cerebro predice que se moverá como un ser humano. Pero cuando el robot se mueve como una máquina, hay una discrepancia, que nos resulta incómoda. En particular, el lóbulo parietal se activa (concretamente el área donde la corteza motora conecta con la visual). Se cree que en esta zona del lóbulo parietal existen neuronas espejo. Esto tiene sentido, porque la corteza visual capta la imagen del robot humanoide, y sus movimientos se predicen por medio de la corteza motora y de neuronas espejo. Por último, es probable que la corteza orbitofrontal, situada justo detrás de los ojos, lo junte todo y diga: «Hum, aquí hay algo que no está bien». Los cineastas de Hollywood son conscientes de este efecto. Cuando se gastan millones en hacer una película de terror, saben que la escena más terrorífica no es esa en la que una gigantesca masa gelatinosa o un monstruo de Frankenstein sale de entre los arbustos. Las escenas que más miedo dan son aquellas en las que hay una perversión de lo normal. Piensen en la película El exorcista. ¿Qué escena hacía que los espectadores vomitaran y trataran de escapar del cine, o se desmayaran en sus asientos? ¿La escena en la que aparece un demonio? No. En todos los cines del mundo se producía un estallido de gritos agudos y fuertes gemidos cuando Linda Blair giraba la cabeza trescientos sesenta grados. Este efecto se puede demostrar también en monos jóvenes. Si les enseñamos fotografías de Drácula o el monstruo de Frankenstein, se limitan a reírse y a romper las fotografías. Pero lo que hace que estos jóvenes monos chillen de terror es la imagen de un mono decapitado. Una vez más, es la perversión de lo normal lo que provoca más miedo. (En el capítulo 2 mencionábamos que la teoría espaciotemporal de la conciencia explica la naturaleza del humor, porque el cerebro simula el futuro de un chiste y después se sorprende al oír la frase final. Esto explica también la naturaleza del horror. El cerebro simula el futuro de un suceso normal y mundano, pero se lleva un sobresalto cuando las cosas se vuelven de repente horriblemente pervertidas.) Por esta razón, los robots seguirán teniendo un aspecto algo infantiloide, aunque se vayan aproximando a la inteligencia humana. Solo cuando los robots puedan actuar de manera realista como humanos, sus diseñadores les harán parecer completamente humanos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 282


Solo cuando los robots puedan actuar de manera realista como humanos, sus diseñadores les harán parecer completamente humanos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 288


A lo largo de los siglos se han propuesto muchas teorías sobre si una máquina puede ser capaz de pensar y sentir. Mi filosofía personal se llama «constructivismo». Es decir, en lugar de debatir la cuestión hasta el infinito, lo cual no tendría sentido, deberíamos dedicar nuestra energía a crear un autómata para ver hasta dónde podemos llegar. De otro modo, acabaremos enzarzados en interminables debates filosóficos que nunca se resuelven. La ventaja de la ciencia es que, cuando ya se ha dicho y hecho todo, se pueden realizar experimentos para zanjar definitivamente la cuestión.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 304




… algún día podría ser posible crear robots con conciencia de sí mismos, e incluso una internet con conciencia de sí misma, pero ese día está muy lejos en el futuro, tal vez a finales de este siglo. No obstante, supongamos por un momento que el día ha llegado, que entre nosotros caminan robots conscientes de sí mismos. Si estos tienen objetivos compatibles con los nuestros, este tipo de inteligencia artificial no planteará ningún problema. Pero ¿qué ocurrirá si las metas son diferentes? Lo que se teme es que los humanos sean superados en inteligencia por los robots autoconscientes y acaben esclavizados. Gracias a su capacidad superior de simular el futuro, los robots podrían predecir los resultados de muchas situaciones y encontrar la mejor manera de derrocar a la humanidad. Una manera de controlar este proceso sería asegurarse de que los objetivos de estos robots sean benévolos. Como hemos visto, no basta con las simulaciones del futuro. Estas deben servir a algún objetivo final. Si el objetivo de un robot es simplemente la autoconservación, podría reaccionar de manera defensiva a cualquier intento de desactivarlo, lo que podría significar problemas para la humanidad.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 310


La filosofía de la «inteligencia artificial amistosa» expresa que los inventores deben crear robots que, desde el principio mismo, estén programados para ser beneficiosos para los humanos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 314


El futuro de la inteligencia artificial depende de nosotros.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 316


El cerebro humano consta de más de cien mil millones de neuronas, aproximadamente tantas como estrellas hay en la Vía Láctea. Cada neurona, a su vez, está conectada a otras diez mil, de manera que en total existen unos diez mil billones de conexiones posibles (y no hemos empezado a contar las rutas que existen en esta espesura de neuronas). El número de «pensamientos» que un cerebro humano puede concebir es verdaderamente astronómico, fuera del alcance de nuestra comprensión. Pero esto no ha impedido que un pequeño grupo de entusiastas y dedicados científicos intente reconstruir el cerebro partiendo de cero. Un antiguo proverbio chino dice que «un viaje de mil kilómetros comienza por un paso». En realidad, ese primer paso se dio cuando los científicos descodificaron, neurona a neurona, el sistema nervioso de un gusano nematodo. Esta pequeña criatura, llamada Caenorhabditis elegans, tiene trescientas dos neuronas y siete mil sinapsis, todas las cuales se han registrado con exactitud. Se puede encontrar en internet un plano completo de su sistema nervioso. (Por el momento es el único organismo vivo cuya estructura nerviosa se ha descodificado de esta manera.) Al principio se creía que la ingeniería inversa completa de este sencillo organismo abriría la puerta al cerebro humano. Paradójicamente, ha ocurrido lo contrario. Aunque las neuronas del nematodo tenían un número limitado, la red era tan compleja y sofisticada que se ha tardado años en comprender incluso datos muy simples sobre el comportamiento del gusano, como qué rutas son responsables de qué conductas. Si hasta un humilde nematodo puede escapar de nuestra comprensión científica, hay que imaginar lo complejo que debe de ser un cerebro humano.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 322


Siendo el cerebro tan complejo, existen por lo menos tres maneras diferentes de desmontarlo neurona a neurona. La primera es simular electrónicamente el cerebro con superordenadores, que es el enfoque adoptado por los europeos. La segunda es elaborar un mapa de las rutas nerviosas de los cerebros vivos, como hace BRAIN. (Esta, a su vez, se puede subdividir más, dependiendo de cómo se analicen estas neuronas: anatómicamente, neurona a neurona, o según su función y actividad.) Y la tercera consistiría en descifrar los genes que controlan el desarrollo del cerebro,

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 323


… el Blue Gene/Q Sequoia, que llevará la informática a un nuevo nivel. En junio de 2012 batió el récord mundial de velocidad de un superordenador. En su pico máximo, puede realizar operaciones a razón de 20,1 billones por segundo. Ocupa un área aproximada de doscientos ochenta metros cuadrados y consume energía eléctrica del orden de los 7,9 megavatios, suficiente para iluminar una ciudad pequeña. Pero toda esta enorme potencia de computación concentrada en un solo ordenador, ¿es suficiente para competir con el cerebro humano? Ni mucho menos. Las simulaciones de estor ordenadores solo intentan reproducir las interacciones entre la corteza y el tálamo. Por lo tanto, faltan grandes porciones del cerebro. El doctor Modha es consciente de la enormidad de su proyecto. Su ambiciosa investigación le ha permitido calcular lo que se necesitaría para crear un modelo funcional del cerebro humano, y no solo una parte o una versión reducida, incluyendo todas las áreas de la neocorteza y las conexiones con los órganos de los sentidos. Según él, no bastaría con un solo ordenador Blue Gene, sino que harían falta miles, que no llenarían una habitación sino toda una manzana de una ciudad. El consumo de energía sería tan grande que se necesitaría una central nuclear de mil megavatios para generar toda la electricidad. Y después, para enfriar este monstruoso ordenador y evitar que se derritiera, sería preciso desviar un río y hacerlo pasar por los circuitos del ordenador. Llama la atención que se necesite un ordenador gigantesco, del tamaño de una manzana urbana, para simular una pieza de tejido humano que pesa menos de un kilo y medio, cabe dentro del cráneo, solo eleva la temperatura corporal unos pocos grados, consume veinte vatios de potencia y únicamente necesita unos bocadillos para seguir funcionando.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 325

… aunque sea posible simular un cerebro humano allá por 2020, no podremos mantener una conversación sencilla con él. Sin lóbulo parietal, sería como una hoja en blanco sin sensaciones, privado de todo conocimiento de sí mismo, de la gente y del mundo que lo rodea. Sin lóbulo temporal, no podrá hablar. Sin sistema límbico, no podrá tener emociones. De hecho, tendrá menos potencia cerebral que un recién nacido.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 329


… algún día los microscopios automatizados sacarán fotografías de manera incansable y otras máquinas con inteligencia artificial las analizarán veinticuatro horas al día. Pero ahora mismo, crear una imagen del cerebro humano con microscopios electrónicos convencionales consumiría un zettabyte de datos, el equivalente a todo lo recopilado en la web alrededor del mundo.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 333


OBJECIONES A LA INGENIERÍA INVERSA

Los científicos que han dedicado su vida a la ingeniería inversa del cerebro son conscientes de que tienen por delante décadas de trabajo duro. Pero también están convencidos de las implicaciones prácticas de su trabajo. Sienten que incluso unos resultados parciales ayudarían a descifrar el misterio de enfermedades mentales muy antiguas. En cambio, los escépticos pueden argumentar que, cuando se haya concluido esta ardua tarea, tendremos una montaña de datos, pero seguiremos sin comprender cómo encajan todos juntos. Por ejemplo, imaginemos que un neanderthal encuentra todos los planos de un ordenador Blue Gene de IBM, en los cuales están todos los detalles, hasta el último transistor. El plano es enorme, ocupa miles de metros cuadrados de papel. Es posible que el neanderthal sea vagamente consciente de que en ese plano está el secreto de una máquina superpotente, pero la pura masa de datos técnicos no significa nada para él. De manera similar, muchos temen que, después de gastar miles de millones desentrañando la posición de cada neurona del cerebro, no seamos capaces de comprender lo que significa todo eso. Pueden necesitarse muchas décadas más de duro trabajo para ver cómo funciona todo el conjunto. Por ejemplo, el Proyecto Genoma Humano fue un éxito rotundo en el sentido de secuenciar todos los genes que componen el genoma humano. Pero fue también una enorme decepción para los que esperaban curas inmediatas para las enfermedades genéticas. El Proyecto Genoma Humano era como un gigantesco diccionario, con veintitrés mil entradas, pero sin definiciones. Todas las páginas están en blanco, pero la ortografía de cada gen es perfecta. El proyecto supuso un tremendo avance, pero no es más que el primer paso de un largo viaje hacia el conocimiento de lo que estos genes hacen y cómo interactúan. De manera similar, el hecho de disponer de un mapa completo de todas las conexiones neuronales del cerebro no garantiza que sepamos qué están haciendo esas neuronas y cómo reaccionan. La ingeniería inversa es la parte fácil; después de ella empieza la difícil: encontrarles sentido a todos esos datos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 334


Es posible que unas pocas neuronas sean responsables de grandes alteraciones de nuestra cognición. Localizar este pequeño conjunto de neuronas que funcionan mal podría ser una de las tareas del cerebro construido por ingeniería inversa.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 336


Puede que el precio de crear un cerebro inmortal mediante ingeniería inversa sea la locura.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 351


Uno de los pilares de esta tecnología futurista será una cosa llamada «nanobot»: máquinas atómicas que patrullarán nuestro torrente sanguíneo, eliminando células cancerosas, reparando los daños del proceso de envejecimiento, y manteniéndonos jóvenes y sanos para siempre. La naturaleza ya ha creado algunos nanobots: las células inmunitarias que patrullan nuestro cuerpo a través de la sangre. Pero estas atacan a los virus y cuerpos extraños, no al proceso de envejecimiento. La inmortalidad estaría a nuestro alcance si estos nanobots pudieran anular los estragos del proceso de envejecimiento a nivel molecular y celular. Según esta idea, los nanobots serían como las células inmunitarias: una policía microscópica que patrulla la corriente sanguínea. Atacan a las células cancerosas, neutralizan los virus y limpian los desechos y las mutaciones. La posibilidad de ser inmortales estaría a nuestro alcance utilizando nuestro propio cuerpo, no un robot o un clon.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 359


Según mi filosofía personal, si algo es consistente con las leyes de la física, construirlo es solo un problema de ingeniería y economía. Por supuesto, los obstáculos técnicos y económicos pueden ser extraordinarios, volviéndolo impracticable por el momento, pero seguiría siendo posible.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 359


La idea de que algún día la conciencia pueda vagar libremente entre las estrellas es el sueño definitivo. Por increíble que parezca, también esto encaja en las leyes de la física.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 361


Sin embargo, este sueño de explorar el universo como seres de energía pura encaja dentro de las leyes de la física. Pensemos en la forma más familiar de energía pura, un rayo láser, que es capaz de contener enormes cantidades de información. En la actualidad, billones de señales en forma de llamadas telefónicas, paquetes de datos, vídeos y mensajes de correo electrónico se transmiten de manera rutinaria por cables de fibra óptica recorridos por rayos láser. Algún día, puede que, en el próximo siglo, podremos transmitir la conciencia de nuestro cerebro por todo el sistema solar, cargando todo nuestro conectoma en un potente rayo láser. Un siglo después, puede que seamos capaces de viajar a las estrellas cabalgando en un rayo de luz. (Esto es posible porque la longitud de onda de un rayo láser es microscópica, se mide en millonésimas de metro. Esto significa que se pueden comprimir enormes cantidades de información en su patrón de onda. Pensemos en el código morse. Los puntos y las rayas del código morse se pueden superponer con facilidad en el patrón de onda de un rayo láser. Y aún más información se puede transmitir en un haz de rayos X, cuya longitud de onda es más corta que un átomo.) Una manera de explorar la galaxia sin las molestas limitaciones de la materia sería enviar nuestro conectoma en rayos láser dirigidos a la Luna, los planetas e incluso las estrellas. Con un programa intensivo para localizar las rutas del cerebro, a finales de este siglo dispondríamos del conectoma completo del cerebro humano, y en el siglo siguiente podríamos tener una forma de este que se pudiera cargar en un rayo láser. El rayo láser contendría toda la información necesaria para volver a montar un ser consciente. Aunque puede tardar años e incluso siglos en llegar a su destino, desde el punto de vista de la persona que viaja en el láser el viaje sería instantáneo. Nuestra conciencia estaría como congelada en el rayo láser mientras este recorre el espacio vacío, de modo que parecería que el viaje hasta el otro confín de la galaxia se hace en un abrir y cerrar de ojos.
(…)
… en el futuro, cuando se envíen a las estrellas rayos láser que contengan nuestros conectomas, estos se podrían transferir a una nube de moléculas de gas y después atraparlos en una botella. Esta «botella de luz» es muy similar a un ordenador cuántico. Ambos tienen un conjunto de átomos vibrando al unísono, todos en fase unos con otros. Y los dos pueden llevar a cabo complicadas operaciones que están muy lejos de la capacidad de un ordenador corriente. Por lo tanto, si se puede resolver el problema de los ordenadores cuánticos, ello podría darnos también la capacidad de manipular estas «botellas de luz».

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 363-369


… en 1963, el matemático Roy Kerr descubrió que un agujero negro giratorio no se colapsa hasta reducirse a un punto, como antes se pensaba, sino que forma un anillo que gira con tanta velocidad que las fuerzas centrífugas impiden que se colapse. Si caemos a través del anillo, podríamos pasar a otro universo. Las fuerzas gravitatorias serían inmensas, pero no infinitas. Sería como el espejo de Alicia: podríamos meter la mano en él y entrar en un universo paralelo. El marco del espejo sería el anillo que forma el agujero negro mismo. Desde el descubrimiento de Kerr, decenas de otras soluciones a las ecuaciones de Einstein han demostrado que, en principio, se podría pasar de un universo a otro sin ser aplastado inmediatamente. Dado que todos los agujeros negros observados hasta ahora en el espacio están girando a gran velocidad (alguno de ellos a 1.600.000 kilómetros por hora), significa que estos portales cósmicos podrían ser una cosa corriente. En 1988, el doctor Kip Thorne, físico de Cal Tech, y sus colaboradores demostraron que con suficiente «energía negativa» sería posible estabilizar el agujero negro para que el agujero de gusano se volviera «atravesable» (es decir, se podría pasar por él en las dos direcciones sin ser aplastado). La energía negativa es tal vez el componente más exótico del universo, pero existe de verdad y se puede crear (en cantidades minúsculas) en el laboratorio. Este es pues el nuevo paradigma. Primero una civilización avanzada concentrará suficiente energía positiva en un punto, creando algo comparable a un agujero negro, para abrir un agujero en el espacio que conecte dos puntos distantes. Después acumulará suficiente energía negativa para mantener el portal abierto, de modo que permanezca estable y no se cierre en el instante de entrar en él.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 371


… una civilización capaz de jugar con los agujeros de gusano necesitaría una tecnología miles de años más avanzada que la nuestra, que forzaría los límites de la física conocida.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 372


Varios físicos han calculado que sería más fácil crear un agujero de gusano microscópico, tal vez del tamaño de un átomo. La materia no podría pasar por un agujero tan pequeño, pero los láseres y rayos X, cuya longitud de onda es más corta que un átomo, tal vez podrían atravesarlo sin dificultad.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 373


En cierta ocasión, Carl Sagan se lamentaba de que era posible que viviéramos en un mundo rodeado por civilizaciones extraterrestres y careciéramos de la tecnología necesaria para verlo.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 374


Dados los notables avances de la astrofísica, es posible que establezcamos contacto con una inteligencia extraterrestre en las próximas décadas. Cómo respondamos a ella podría determinar uno de los acontecimientos más cruciales de la historia humana.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 376


El doctor Seth Shostak me confesó que hay una cosa que le preocupa: que la gente confunda el Proyecto SETI con los cazadores de ovnis. El primero, afirma, está basado en la física y la astronomía más sólidas, y utiliza lo último en tecnología. Los segundos, en cambio, basan sus teorías en rumores y evidencias anecdóticas, que pueden contener o no algo de verdad. El problema es que la cantidad masiva de avistamientos de ovnis que le llegan por correo no es repetible ni comprobable. Exige a todos los que aseguran haber sido abducidos por extraterrestres en platillos volantes que roben algo —una pluma o un pisapapeles alienígena, por ejemplo— para demostrarlo. Nunca salgas de un ovni con las manos vacías, me dijo. También había llegado a la conclusión de que no existe ninguna prueba sólida de que los extraterrestres hayan visitado nuestro planeta. Entonces le pregunté si pensaba que el gobierno de Estados Unidos estaba ocultando deliberadamente evidencias de un encuentro con extraterrestres, como creen muchos teóricos de la conspiración. Me respondió: «¿De verdad crees que serían tan eficientes ocultando algo tan gordo? Recuerda que es el mismo gobierno el que gestiona el servicio de correos».

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 381

Cuando le pregunté al doctor Wertheimer por qué está tan seguro de que existe vida inteligente en el espacio exterior, me respondió que los números están a su favor. En 1961, el astrónomo Frank Drake intentó calcular el número de estas civilizaciones inteligentes haciendo suposiciones plausibles. Si empezamos con cien mil millones, que es el número de estrellas en la Vía Láctea, podremos calcular cuántas de ellas son similares a nuestro sol. Podemos reducir más ese número calculando la fracción que tiene planetas, la que tiene planetas como la Tierra, etcétera. Tras hacer una serie de suposiciones razonables, nos sale una estimación de diez mil civilizaciones avanzadas, solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea. (Carl Sagan, con un conjunto diferente de cálculos, obtuvo la cifra de un millón.)

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 381


… imaginemos que unos obreros están construyendo una superautopista de ocho carriles al lado del hormiguero. ¿Sabrán las hormigas en qué frecuencia están hablando los obreros? ¿Sabrán siquiera qué es una superautopista de ocho carriles? Del mismo modo, cualquier civilización extraterrestre que sea capaz de llegar a la Tierra desde las estrellas tendría que estar miles o millones de años más avanzada que la nuestra, y puede que nosotros no tengamos nada que ofrecerles. En otras palabras, es una arrogancia creer que los alienígenas viajarán billones y billones de kilómetros solo para vernos. Lo más probable es que no aparezcamos en sus pantallas de radar. Paradójicamente, la galaxia podría estar rebosante de formas de vida inteligentes, pero nosotros somos tan primitivos que ni siquiera nos damos cuenta.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 383

Nuestro primer encuentro será, pues, una conversación unidireccional. Puede que captemos por casualidad mensajes inteligentes, pero nuestra respuesta podría tardar décadas o siglos en llegar a ellos.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 384


Algún día, microbios modificados por ingeniería genética escaparán del laboratorio y harán estragos en el mundo. Dado que no se puede cancelar una forma de vida, podrían proliferar sin control y desencadenar una epidemia fatal en el planeta, peor que las de la Edad Media. La biotecnología podría alterar incluso la evolución humana, creando «varias especies separadas y desiguales […] que pondrían en peligro el concepto de igualdad que es la piedra angular de nuestra democracia».

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 403


El artículo, publicado en la revista Wired con el provocador título de «El futuro no nos necesita» Bill Joy nos dice:
«Los robots no serán en modo alguno nuestros hijos […] es muy posible que por este camino se pierda la humanidad.» …
«Una utopía tradicional es una sociedad y una vida buenas. La buena vida incluye a otras personas. Esta tecno-utopía es solo cuestión de “no me pongo enfermo, no me muero, voy a ver mejor y a ser más inteligente”, y cosas así. Si se lo describieras a Sócrates o a Platón, se reirían de ti». Y terminaba diciendo: «Creo que no es exagerado decir que estamos en el camino del perfeccionamiento del mal extremo, cuyas posibilidades se extienden mucho más allá de lo que las armas de destrucción masiva permitían a los Estados-nación».

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 404


Más inmediato es el peligro de la biotecnología, donde existe una posibilidad real de que unos biogérmenes escapen del laboratorio. De hecho, Ray Kurzweil y Bill Joy escribieron juntos un artículo criticando la publicación del genoma completo del virus de la gripe «española» de 1918, uno de los más letales de la historia moderna, que mató a más personas que la Primera Guerra Mundial. Los científicos consiguieron reconstruir el virus ya extinto, examinando los cadáveres y la sangre de sus víctimas y secuenciando sus genes, y después lo publicaron en la red. Ya existen salvaguardas contra la liberación de virus tan peligrosos, pero hay que tomar medidas para reforzarlas y añadir nuevas capas de protección. En particular, si se produce un brote de un nuevo virus en algún lugar remoto de la Tierra, los científicos deben tener preparados equipos de respuesta rápida, que puedan aislar el virus en la naturaleza, secuenciar sus genes y preparar rápidamente una vacuna para impedir su propagación.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 405


Algún día tal vez podamos controlar de manera rutinaria los objetos que nos rodean usando el poder de la mente, descargar recuerdos, curar las enfermedades mentales, aumentar nuestra inteligencia, conocer el cerebro neurona a neurona, crear copias de seguridad de nuestro cerebro y comunicarnos telepáticamente. El mundo del futuro será el mundo de la mente.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 406


De todos los instrumentos que la humanidad ha dominado desde el principio de los tiempos, el más potente y productivo ha sido, con gran diferencia, la ciencia.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 407


Yo he dedicado toda mi carrera profesional a trabajar en la teoría cuántica, a pesar de lo cual soy consciente de que tiene pies de barro. Saber que el trabajo de toda una vida depende de una teoría cuyos cimientos se basan en una paradoja provoca una sensación desasosegante.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 417


Estoy rodeado continuamente de universos alternativos, que se dividen de manera constante en mundos diferentes, pero la probabilidad de saltar entre dos de ellos es tan reducida que la mecánica newtoniana parece correcta.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 426


Puede que la pregunta sobre si existe el libre albedrío sea como la de «¿qué es la vida?». El descubrimiento del ADN ha hecho que la pregunta sobre la vida deje de ser relevante. Ahora sabemos que la cuestión tiene muchas capas y complejidades. Puede que lo mismo suceda con el libre albedrío, y que existan muchos tipos distintos.
(…)
Parece que tenemos un problema. Por una parte, la mecánica cuántica y la teoría del caos afirman que el universo no es predecible y que, por lo tanto, el libre albedrío es posible. Pero un cerebro reconstruido por ingeniería inversa y hecho de transistores sería por definición predecible. Puesto que este cerebro reconstruido es teóricamente idéntico a uno vivo, el cerebro humano es también determinista y no existe el libre albedrío. Claramente, esto contradice la primera afirmación.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 430-431


… yo creo que los transistores no pueden reproducir todo el comportamiento de las neuronas, que llevan a cabo cálculos tanto analógicos como digitales. Sabemos que las neuronas son caóticas. Pueden tener fugas, fallar, envejecer y morir, y son sensibles a su entorno. En mi opinión, esto indica que un conjunto de transistores solo puede reproducir aproximadamente el comportamiento de las neuronas.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 432



En última instancia, creo que el libre albedrío probablemente existe, pero no es el que imaginan los individualistas estrictos que afirman que son dueños exclusivos de su destino. Sobre el cerebro influyen miles de factores inconscientes que nos predisponen a tomar ciertas decisiones antes de que seamos conscientes de ellas, aunque creamos que somos nosotros quienes decidimos. Esto no significa necesariamente que seamos actores en una película que se pueda rebobinar en cualquier momento. El final de la película aún no está escrito. Una sutil combinación de efectos cuánticos y teoría del caos destruye el determinismo estricto. Al final, seguimos siendo dueños de nuestro destino.

El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 433




No hay comentarios: