Los dos mayores misterios de la naturaleza son la mente y el
universo. Gracias a nuestra avanzada tecnología, hemos sido capaces de obtener
imágenes de galaxias situadas a miles de millones de años luz, manipular los
genes que controlan la vida e introducirnos en el sanctasanctórum del átomo;
sin embargo, la mente y el universo siguen siendo tan esquivos como seductores.
Son las fronteras más misteriosas y fascinantes de la ciencia…
La mente y el universo suponen el mayor reto científico
posible, pero también los une una curiosa relación. Por una parte, son polos
opuestos: uno tiene que ver con la inmensidad del espacio exterior, donde
encontramos extraños habitantes, como agujeros negros, estrellas que explotan y
galaxias en colisión; la otra, con el espacio interior, donde hallamos nuestros
deseos e ilusiones más íntimos y privados. Nuestra mente está tan presente en
nosotros como nuestros propios pensamientos; sin embargo, cuando nos piden que
la describamos y la expliquemos, con frecuencia nos faltan las palabras.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 8-9
El cerebro pesa únicamente alrededor de kilo y medio, sin
embargo, es el objeto más complejo del sistema solar. Aunque supone tan solo el
2 por ciento del peso corporal, su apetito es insaciable y consume un 20 por
ciento de nuestra energía total (en los recién nacidos, el cerebro consume un
pasmoso 65 por ciento de la energía total del bebé), mientras que un 80 por
ciento de nuestros genes codifican características del cerebro. Se calcula que
dentro de la cavidad craneal existen cien mil millones de neuronas, y un número
exponencialmente mayor de conexiones neuronales y vías nerviosas.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 11
Como en la película Matrix, un día podríamos llegar a
descargar recuerdos y habilidades utilizando ordenadores. En distintos
estudios, los científicos ya han logrado insertar recuerdos en el cerebro de
animales. Quizá no sea más que cuestión de tiempo hasta que podamos hacerlo con
nuestro propio cerebro, para aprender nuevas disciplinas, ir de vacaciones a
lugares que no conocemos o dominar nuevos pasatiempos. Y, si se pueden
descargar habilidades técnicas en la mente de los trabajadores y los
científicos, eso podría incluso reflejarse en la economía mundial. Algún día,
los científicos podrían construir una «internet de la mente», o brain-net, en
la que los pensamientos y las emociones se enviarían electrónicamente de un
lugar a otro del mundo. Incluso los sueños se podrían grabar y después enviar
de un cerebro a otro a través de internet. La tecnología también podría
permitirnos mejorar nuestra inteligencia. Se han hecho progresos en la
comprensión de los extraordinarios talentos de los savants, cuya capacidad
mental, artística y matemática es realmente asombrosa. Además, actualmente se
están secuenciando los genes que nos distinguen de los simios, lo que nos
permitirá aventurarnos como nunca antes en los orígenes evolutivos del cerebro.
En animales, ya se ha conseguido aislar genes que aumentan su memoria y
capacidad mental.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 15
Una vez que se descodifiquen las vías nerviosas, cabe
imaginar que podamos llegar a comprender los orígenes precisos de las
enfermedades mentales, y quizá encontrar una cura para tan antiguos males. Esta
descodificación también hará posible crear una copia del cerebro, lo que
suscita cuestiones filosóficas y éticas. ¿Quiénes somos, si nuestra conciencia
se puede cargar en un ordenador? Podemos jugar incluso con la idea de la
inmortalidad. Nuestros cuerpos se deterioran y mueren, pero ¿podría nuestra
conciencia vivir eternamente? Y, más allá de eso, quizá algún día, en un futuro
lejano, la mente se libere de sus limitaciones corpóreas y vague libremente
entre las estrellas, como más de un científico ha imaginado. Podemos imaginar
que, dentro de unos siglos, seremos capaces de introducir toda nuestra impronta
neuronal en rayos láser que después se enviarán al espacio profundo. Esta será,
quizá, la mejor manera de conseguir que nuestra conciencia explore las
estrellas. Se abre ahora ante nosotros un panorama científico nuevo y
resplandeciente, que transformará el destino de la humanidad. Entramos en una
nueva era dorada de la neurociencia.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 16
Ojalá los rápidos avances en neurociencia alivien algún día
el sufrimiento de quienes padecen enfermedades mentales o demencia.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 18
Tardamos trescientos cincuenta años desde la invención del
telescopio hasta entrar en la era espacial, pero han bastado solo quince desde
la aparición de la máquina de imagen por resonancia magnética y otros
sofisticados escáneres cerebrales para que conectemos activamente el cerebro
con el mundo exterior.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 18
Soy un físico teórico interesado desde siempre por la mente.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 20
En cierto sentido, el cerebro humano es como un museo que
conserva los vestigios de todos los estadios previos de nuestra evolución a lo
largo de millones de años, durante los cuales han ido creciendo en funciones y
tamaño hacia el exterior y hacia la parte anterior. (Este es también,
aproximadamente, el camino que sigue cuando un niño nace. El cerebro del recién
nacido crece hacia fuera y hacia la parte frontal, reproduciendo quizá las
fases de nuestra evolución.)
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 28
No obstante, la tecnología de imagen por resonancia
magnética presenta algunos inconvenientes. Aunque su resolución espacial es
insuperable y permite localizar en tres dimensiones vóxeles del tamaño de la
cabeza de un alfiler, su resolución temporal no es tan buena. Se tarda casi un
segundo en seguir el recorrido de la sangre por el cerebro, lo que puede que no
parezca mucho, pero recordemos que las señales eléctricas recorren el cerebro
de manera casi instantánea, por lo que es posible que los escáneres de imagen
por resonancia magnética no permitan distinguir los intrincados detalles de los
patrones de pensamiento.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 32
Actualmente, hay empresas que afirman que la tecnología de
imagen por resonancia magnética demuestra que los lóbulos prefrontal y parietal
se activan cuando alguien miente. Más concretamente, lo que se activa es la
«corteza orbitofrontal» (que, entre otras funciones, puede hacer de «revisor»
del cerebro y advertirnos cuando algo no es correcto). Esta zona está situada
inmediatamente detrás de las órbitas de los ojos, de ahí su nombre. Según esa
teoría, la corteza orbitofrontal comprende la diferencia entre verdad y
mentira, y se acelera en consecuencia. (Hay otras áreas del cerebro que también
se activan cuando alguien miente, como la corteza superior medial e
inferolateral prefrontal, que intervienen en el proceso cognitivo.)
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 33
En la actualidad, varias compañías ofertan aparatos de
imagen por resonancia magnética que funcionan como detectores de mentiras, y
los tribunales están empezando a tratar casos en los que se utilizan. Pero es
importante señalar que lo que estas imágenes por resonancia magnética indican
es un aumento de la actividad cerebral únicamente en determinadas áreas. Aunque
los resultados de ADN a veces pueden alcanzar una precisión de una parte en
diez mil millones, o incluso superior, no sucede lo mismo con las imágenes por
resonancia magnética, porque en la invención de una mentira intervienen muchas
áreas del cerebro, que también se encargan de procesar otro tipo de pensamientos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 34
Un electroencefalograma se diferencia de una resonancia
magnética en varios aspectos fundamentales. Esta última, como hemos visto,
envía pulsos de radio al cerebro y analiza los «ecos» que retornan. Eso
significa que, modificando el pulso, se puede elegir qué átomos se estudian, lo
que hace que sea muy versátil. El aparato de electroencefalografía, por su
parte, es exclusivamente pasivo: analiza las diminutas señales
electromagnéticas que el cerebro emite de manera natural. La
electroencefalografía destaca por su capacidad para registrar las señales
electromagnéticas de amplio espectro que emite el cerebro en su conjunto, lo
que permite a los científicos medir la actividad general del cerebro cuando este
duerme, se concentra, se relaja, sueña, etcétera. Los diferentes estados de la
conciencia vibran a distintas frecuencias.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 34
OPTOGENÉTICA - ILUMINANDO EL CEREBRO
Pero puede que la herramienta más nueva y excitante con la
que cuentan los neurólogos sea la optogenética, algo que en otros tiempos se
consideró ciencia ficción. Como una varita mágica, permite activar ciertas vías
que controlan nuestro comportamiento haciendo incidir un haz de luz sobre el cerebro.
Sorprendentemente, se puede introducir directamente en una neurona, con
precisión quirúrgica, un gen sensible a la luz que hace que la célula se
dispare. A continuación, se enciende el haz de luz y la neurona se activa. Y,
lo que es más importante, esto permite a los científicos excitar esos
recorridos, de manera que pueden activar y desactivar determinados
comportamientos con pulsar un interruptor. Aunque esta tecnología solo tiene
diez años, la optogenética ya ha logrado controlar con éxito ciertos
comportamientos animales. Pulsando un interruptor, se puede hacer que las
moscas de la fruta salgan súbitamente volando, que los gusanos dejen de
agitarse y que los ratones se pongan a correr en círculos como locos. Ahora
están empezando los experimentos con monos, e incluso se habla de realizarlos
con humanos. Hay muchas esperanzas depositadas en las posibles aplicaciones de
esta tecnología para el tratamiento de trastornos como el párkinson y la
depresión.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 39
El éxito de esta primera generación de escáneres cerebrales
ha sido espectacular. Antes de su aparición, solo se conocían con algún grado
de certeza alrededor del 30 por ciento de las regiones del cerebro. Hoy en día,
simplemente con una máquina de imagen por resonancia magnética se pueden
identificar entre doscientas y trescientas regiones, lo que abre fronteras
completamente nuevas para la ciencia del cerebro. Con tantas nuevas tecnologías
procedentes de la física como se han introducido en los últimos quince años,
cabe preguntarse: ¿hay más aún? La respuesta es afirmativa, pero serán
variaciones y refinamientos de las anteriores, no tecnologías radicalmente
nuevas. Esto se debe a que son solo cuatro las fuerzas fundamentales que rigen
el universo: la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la
nuclear fuerte. (Los físicos han intentado encontrar evidencias de una quinta
fuerza, pero hasta el momento todos los intentos han fracasado.) La fuerza
electromagnética, que ilumina nuestras ciudades y representa la energía de la
electricidad y el magnetismo, es el origen de casi todas las nuevas tecnologías
de escaneado (a excepción del escáner de tomografía por emisión de positrones,
gobernado por la fuerza nuclear débil). Como los físicos llevan más de ciento
cincuenta años trabajando con la fuerza electromagnética, crear nuevos campos
eléctricos y magnéticos no tiene ningún misterio, por lo que cualquier nueva
tecnología de escaneado del cerebro será con toda probabilidad una modificación
de alguna ya existente, en lugar de algo completamente nuevo. Como sucede con
casi todas las tecnologías, el tamaño y el coste de las máquinas se reducirán,
lo que provocará que aumente en gran medida el uso de estos sofisticados
instrumentos…
Al mismo tiempo, la dificultad principal a la que se
enfrentan estos escáneres cerebrales es la resolución, tanto espacial como
temporal. La resolución espacial de los escáneres de imagen por resonancia
magnética será mayor cuanto más uniforme sea el campo magnético y más sensible
sea la electrónica. En la actualidad, los escáneres de imagen por resonancia
magnética solo son capaces de detectar puntos o vóxeles dentro de una fracción
de un milímetro. Pero cada punto puede contener cientos o miles de neuronas. La
nueva tecnología de escaneado debería reducir este número aún más. El santo
grial, desde este punto de vista, consistiría en crear un aparato similar a los
de imagen por resonancia magnética capaz de identificar las neuronas
individuales y sus conexiones. La resolución temporal de las máquinas de imagen
por resonancia magnética también se ve limitada porque analizan el flujo de
sangre oxigenada en el cerebro. La máquina en sí posee una excelente resolución
temporal, pero el seguimiento del rastro del flujo sanguíneo la ralentiza. En
el futuro, otros aparatos de imagen por resonancia magnética serán capaces de
localizar distintas sustancias que guarden una relación más directa con la
activación de las neuronas, lo que permitirá analizar los procesos mentales en
tiempo real. Por espectaculares que resulten los éxitos de los últimos quince
años, no son más que un aperitivo de lo que está por llegar.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 41-42
Históricamente, cada nuevo descubrimiento científico ha dado
lugar a un nuevo modelo del cerebro.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 42
Históricamente, cada nuevo descubrimiento científico ha dado
lugar a un nuevo modelo del cerebro. Uno de los primeros fue el «homúnculo», un
hombrecito que vivía en el interior del cerebro y tomaba todas las decisiones.
Esta representación no era muy útil, ya que no explicaba lo que sucedía en el
cerebro del homúnculo. Quizá en el cerebro del homúnculo se ocultase a su vez
otro homúnculo. Con la llegada de los primeros dispositivos mecánicos
sencillos, se propuso otro modelo: el cerebro como máquina, como un reloj, con
ruedecillas y engranajes mecánicos. Esta analogía resultó útil para científicos
e inventores como Leonardo da Vinci, quien, de hecho, diseñó un hombre mecánico.
A finales del siglo XIX, cuando la máquina de vapor estaba forjando nuevos
imperios, surgió otra analogía: el cerebro como máquina de vapor, con flujos de
energía que competían entre sí. Este modelo hidráulico, en opinión de los
historiadores, influyó sobre la idea que Sigmund Freud tenía del cerebro, en la
que existían tres fuerzas en lucha continua: el ego (que representaba el yo y
el pensamiento racional), el ello (representación de los deseos reprimidos) y
el superego (que representaba la conciencia). Según este modelo, si debido a un
conflicto entre estas tres fuerzas se acumulaba una presión excesiva, podía
producirse una regresión o una quiebra general de todo el sistema. El modelo
era ingenioso, pero, como reconoció incluso el propio Freud, necesitaba de
análisis detallados del cerebro a escala neuronal, algo para lo que aún habría
que esperar cien años. A principios del siglo pasado, con la irrupción del
teléfono, se implantó otra analogía: el cerebro como una centralita telefónica
gigante. El cerebro era una gran red de líneas telefónicas interconectadas. La
conciencia era una larga fila de operadoras telefónicas sentadas frente a un
gran panel de clavijas, desconectando y conectando cables continuamente. Por
desgracia, este modelo no decía nada sobre la manera en que estos mensajes se
hilvanaban entre sí para formar el cerebro. Con la aparición del transistor, de
nuevo cambió el modelo dominante: ahora era el cerebro como ordenador. Las
antiguas centralitas se sustituyeron por microchips que contenían cientos de
millones de transistores. Quizá la «mente» no era más que un programa de
software que se ejecutaba sobre «wetware» (esto es, sobre el tejido cerebral,
en lugar de transistores). Este modelo aún perdura, aunque tiene sus
limitaciones. No puede explicar cómo hace el cerebro para realizar cálculos que
requerirían un ordenador del tamaño de Nueva York. Además, no hay programas
cerebrales, el cerebro no tiene un sistema operativo como Windows, ni un chip
Pentium. (Un ordenador con un chip Pentium es muy rápido, pero tiene un cuello
de botella: todos los cálculos deben pasar por ese único procesador. En el
cerebro sucede lo contrario: la activación de cada neurona es relativamente
lenta, pero esto se compensa con creces al tener cien mil millones de neuronas
que procesan datos simultáneamente. De manera que un procesador lento pero
paralelo puede superar a un único procesador muy veloz.) La analogía más
reciente es la de internet, que conecta entre sí miles de millones de
ordenadores. La conciencia, según esta representación, es un fenómeno
«emergente», que surge milagrosamente a partir de la acción colectiva de miles
de millones de neuronas. (El problema de esta imagen es que no dice
absolutamente nada sobre cómo se produce este milagro. Barre toda la complejidad
del cerebro bajo la alfombra de la teoría del caos.) No cabe duda de que cada
una de estas analogías tienen su parte de verdad, pero ninguna de ellas recoge
realmente la complejidad del cerebro. Sin embargo, la analogía que a mí me
parece útil (aunque imperfecta) es la del cerebro como una gran empresa. Según
esta analogía, existe una gran burocracia y líneas de autoridad, con enormes
flujos de información canalizados entre distintas oficinas. Pero la información
importante acaba llegando al centro de mando, donde se encuentra el consejero
delegado (CEO, por sus siglas en inglés: Chief Executive Officer). Es ahí donde
se toman las decisiones finales.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 42
En resumen, puede que convivan dos voluntades dentro de un
mismo cráneo y que a veces compitan por el control del cuerpo. Esto crea la
extraña situación en la que la mano izquierda (controlada por el hemisferio
derecho) empieza a comportarse con independencia de nuestros deseos, como si se
tratase de un apéndice ajeno. Está documentado un caso en el que un hombre que
iba a abrazar a su mujer con una mano se encontró con que la otra mano tenía
intenciones completamente distintas. Le propinó un gancho de derecha en pleno
rostro. Otra mujer relató cómo, mientras elegía un vestido con una mano, la
otra elegía un atuendo completamente distinto. Y a un hombre le costaba
conciliar el sueño por la noche al pensar que su otra mano rebelde podría
estrangularlo. En ocasiones, las personas con el cerebro dividido piensan que
están viviendo en una película de dibujos animados, en la que una mano lucha
por controlar a la otra. Algunos médicos lo llaman el síndrome del doctor
Strangelove, por una escena de Teléfono rojo, volamos hacia Moscú en la que una
mano del protagonista tiene que luchar contra la otra.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 50
Existen diversas maneras de comunicarse por separado con
cada hemisferio sin que el otro tenga conocimiento de ello. Es posible, por
ejemplo, hacer que el sujeto lleve unas gafas especiales en las que se le
muestran preguntas a cada ojo por separado, de manera que es sencillo hacerle
preguntas a cada hemisferio. Lo difícil es tratar de conseguir una respuesta de
cada hemisferio. Puesto que el derecho no puede hablar (los centros del habla
están situados únicamente en el izquierdo), es difícil obtener respuestas de
él. El doctor Gazzaniga me contó que, para averiguar lo que el hemisferio
derecho estaba pensando, había ideado un experimento en el que el (mudo) hemisferio
derecho podía «hablar» utilizando letras del Scrabble. Empezó preguntándole al
hemisferio izquierdo del paciente qué haría tras la graduación. El paciente
respondió que quería hacerse dibujante. Pero la cosa se puso interesante cuando
le hizo la misma pregunta al (mudo) hemisferio derecho. Este deletreó las
palabras «piloto de carreras». Sin que el dominante hemisferio izquierdo lo
supiese, el derecho tenía unos planes de futuro completamente distintos. El
hemisferio derecho tenía literalmente ideas propias.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 51
La humana es una forma específica de conciencia que crea un
modelo del mundo y después simula su evolución en el tiempo, evaluando el
pasado para simular el futuro. Esto requiere evaluar múltiples bucles de
retroalimentación y mediar entre ellos para así poder tomar una decisión con el
fin de alcanzar un objetivo.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 61
Lo fundamental del humor es que nuestra simulación del
futuro sufre una alteración repentina y sorprendente. (Históricamente, esto fue
importante para nuestra evolución, ya que el éxito depende en parte de nuestra
capacidad de simular noticias futuras. Como la vida en la jungla está repleta
de eventos imprevistos, cualquiera que fuese capaz de prever resultados
inesperados tenía una mayor probabilidad de sobrevivir. De esta manera, poseer
un refinado sentido del humor es en realidad un indicio de nuestra conciencia
de nivel III y de nuestra inteligencia, es decir, de nuestra capacidad para
simular el futuro.)
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 66
… algo que todo cómico sabe: el tempo es la clave del humor.
Si la gracia se cuenta demasiado rápido, el cerebro no ha tenido tiempo de
simular el futuro, y por lo tanto no se crea la sensación de lo inesperado. Si
se cuenta demasiado tarde, el cerebro ya ha tenido tiempo de simular varios
futuros posibles, y se pierde igualmente el elemento sorpresa.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 67
El cotilleo es fundamental para la supervivencia, porque los
complejos mecanismos de las relaciones sociales están siempre evolucionando,
por lo que tenemos que hacernos una idea de este terreno social en cambio
continuo. Este es un ejemplo de conciencia de nivel II en acción. Pero, en
cuanto oímos algún chisme, realizamos simulaciones para saber cómo afectará a
nuestra posición en la comunidad. Entonces pasa a la conciencia de nivel III.
De hecho, hace miles de años, los cotilleos eran la única manera de conseguir
información vital sobre la tribu. A menudo, nuestra propia vida dependía de que
estuviésemos al tanto del último chisme.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 68
La teoría espaciotemporal afirma que la conciencia se
compone a partir de muchas subunidades del cerebro, cada una de las cuales
compite con las demás por crear un modelo del mundo, a pesar de lo cual
sentimos que nuestra conciencia es continua. ¿Cómo es esto posible, cuando
todos tenemos la sensación de que nuestro «yo» es ininterrumpido y siempre está
al mando de la situación?
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 76
La siguiente tabla resume estos niveles de conciencia:
Niveles de conciencia de distintas especies
Nivel Especie 0 Plantas I Reptiles II Mamíferos III Humanos
Parámetro
Temperatura, luz solar Espacio
Relaciones sociales
Tiempo (espacio, futuro)
Estructura cerebral Ninguna
Tronco encefálico Sistema límbico
Corteza prefrontal
Teoría espaciotemporal de la conciencia. Definimos la
conciencia como el proceso de crear un modelo del mundo a partir de múltiples
bucles de retroalimentación basados en distintos parámetros (por ejemplo, la
temperatura, el espacio, el tiempo o la relación con los demás) para conseguir
un objetivo.
(Fijémonos en que estas categorías corresponden
aproximadamente a los grados evolutivos que vemos en la naturaleza; por
ejemplo, reptiles, mamíferos, humanos. No obstante, también existen zonas
grises, como animales que pueden combinar pequeños aspectos de distintos
niveles de conciencia, animales capaces de una planificación rudimentaria o
incluso células individuales que se comunican entre sí. Esta tabla solo
pretende trasladar una imagen global de cómo se organiza la conciencia en el
reino animal.)
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 65
DICTADOS Y MÚSICA
TELEPÁTICOS
El paso siguiente podría ser el de transmitir conversaciones
enteras, lo que aceleraría rápidamente la transmisión telepática. El problema,
sin embargo, es que eso exigiría crear una correspondencia unívoca entre miles
de palabras y sus señales electroencefalográficas, de imagen por resonancia
magnética o electrocorticografía. Pero si pudiésemos, por ejemplo, identificar
las señales cerebrales de varios cientos de palabras concretas, entonces
podríamos transmitir rápidamente las palabras que se utilizan en una
conversación típica. Eso significa que pensaríamos en las palabras que componen
frases o párrafos enteros de una conversación y el ordenador las reproduciría.
Esto podría ser extremadamente útil para periodistas, escritores, novelistas y
poetas, a quienes les bastaría con pensar para que el ordenador tomase el
dictado. El ordenador se convertiría en un secretario mental. Podríamos darle
instrucciones mentalmente al robot-secretario sobre una cena, los planes de un
viaje o unas vacaciones, y él completaría todos los detalles de las reservas.
No solo un dictado, también la música podría un día transcribirse de esta
manera. Un músico solo tendría que tararear unas pocas melodías en su cabeza y
el ordenador las reproduciría en notación musical. Para hacerlo, primero se le
pediría a la persona que tararease mentalmente una serie de notas, cada una de
las cuales emitiría unas señales eléctricas características. De nuevo, esto
permitiría generar un diccionario para que, cuando pensásemos en una nota
musical, el ordenador la reprodujese en notación musical. En la ciencia ficción
es habitual que los telépatas puedan comunicarse sin preocuparse de las
barreras idiomáticas, ya que se considera que los pensamientos son universales.
Sin embargo, puede que esto no sea cierto. Puede que las emociones y los
sentimientos sean no verbales y universales, lo que nos permitiría
transmitírselos telemáticamente a cualquier persona, pero el pensamiento
racional está tan íntimamente relacionado con el lenguaje que es muy poco probable
que se pudieran enviar pensamientos complejos saltándose las barreras
idiomáticas. Las palabras se mandarían telepáticamente en el idioma original.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 87
El motivo por el que las máquinas de imagen por resonancia
magnética deben ser tan enormes actualmente es que se necesita que el campo
magnético sea uniforme para obtener una buena resolución. Cuanto más grande sea
el imán, más uniforme será el campo y mejor la resolución de la imagen final.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 90
En el futuro tendremos más capacidad de computación en
nuestro botiquín de la que hoy en día posee un hospital universitario moderno.
En lugar de esperar a obtener permiso de un hospital o una universidad para utilizar
una costosa máquina de imagen por resonancia magnética, podremos recopilar los
datos en nuestra propia casa con tan solo pasarnos el escáner de imagen por
resonancia magnética portátil por encima y después enviarlos por correo
electrónico a un laboratorio para que los analice.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 91
El plan estratégico de la DARPA (Defense Advanced Research
Projects Agency) parece sacado de una obra de ciencia ficción: su «única regla
es la innovación radical». La sola justificación para su existencia es
«acelerar la llegada del futuro».11 Los científicos de la DARPA están
continuamente ampliando los horizontes de lo que es físicamente posible.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 92
Pero lo que distingue a la DARPA de la ciencia es su
historial, que es realmente apabullante. Uno de sus primeros proyectos, a
principios de la década de 1960, fue Arpanet, una red de telecomunicaciones
pensada para tiempos de guerra que conectaría electrónicamente a los
científicos y a los funcionarios durante y tras la Tercera Guerra Mundial. En
1989, la National Science Foundation decidió que, tras la descomposición del
bloque soviético, ya no era necesario mantener esta tecnología en secreto, así
que la desclasificó y permitió el acceso gratuito a los códigos y los planos.
Arpanet acabaría convirtiéndose en internet. Cuando las Fuerzas Aéreas
estadounidenses necesitaron encontrar la manera de guiar sus misiles balísticos
por el espacio aéreo, la DARPA colaboró en la creación del Proyecto 57, un
programa de alto secreto diseñado para dirigir bombas de hidrógeno contra los
silos blindados de los misiles soviéticos en caso de un conflicto termonuclear.
Más tarde, este proyecto constituiría los cimientos del sistema de
posicionamiento global (GPS). En lugar de guiar misiles, hoy guía a los
automovilistas perdidos. La DARPA ha sido un actor clave en una serie de
inventos que han alterado el curso de los siglos XX y XXI, entre los que se
cuentan el teléfono móvil, las gafas de visión nocturna, las telecomunicaciones
y los satélites meteorológicos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 93
Una vez comí con un ex director de la DARPA12 en una
recepción repleta de científicos y futuristas, y le hice una pregunta que
llevaba tiempo incordiándome: ¿por qué tenemos que recurrir a los perros para
olfatear las maletas en busca de explosivos? Seguro que disponemos de sensores
lo suficientemente sensibles para detectar trazas reveladoras de los compuestos
químicos de los explosivos. Me contestó que la DARPA había investigado
activamente la cuestión y se había topado con varios problemas técnicos
importantes. Los sensores olfativos de los perros, me dijo, habían evolucionado
durante millones de años para poder detectar un puñado de moléculas, y ese
grado de sensibilidad es extremadamente difícil de igualar, incluso con
nuestros sensores más afinados. En el futuro cercano es probable que sigamos
utilizando perros en los aeropuertos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 94
En el futuro, se podría utilizar la nanotecnología, la
capacidad de manipular átomos individuales, para insertar en el cerebro
nanosondas con las que acceder a nuestros pensamientos. Estas nanosondas
estarían hechas de nanotubos de carbono, que conducen la electricidad y son tan
delgados como las leyes de la física lo permiten. Estos nanotubos están
compuestos de átomos de carbono dispuestos en un tubo de unas pocas moléculas
de grosor. (Son objeto de un intenso interés científico y en las próximas
décadas se espera que revolucionen la manera en la que los científicos exploran
el cerebro.) Las nanosondas se colocarían precisamente en las áreas del cerebro
dedicadas a determinadas actividades. Para captar el habla y el lenguaje, se
situarían en el lóbulo temporal izquierdo. Para procesar las imágenes visuales,
habría que ubicarlas en el tálamo y en la corteza visual. Las emociones se
transmitirían mediante nanosondas situadas en la amígdala y en el sistema
límbico. Las señales de estas nanosondas se enviarían a un ordenador, que las
procesaría y remitiría por conexión inalámbrica a un servidor, y de ahí a
internet. Los problemas de privacidad se resolverían en parte, puesto que
podríamos controlar completamente cuándo se envían nuestros pensamientos a
través de cables o por internet. Cualquiera que pase cerca puede detectar las
señales de radio, pero no sucede lo mismo con las señales eléctricas que se
trasmiten por cable. También se resolvería el problema de abrir el cráneo y
utilizar aparatosas mallas de electrocorticografía, porque las nanosondas
podrían introducirse mediante microcirugía.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 97
En el futuro próximo, la cuestión no será si alguien podrá
leer nuestros pensamientos en secreto mediante algún dispositivo remoto y
oculto, sino si permitiremos que se registren voluntariamente.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 99
Es posible que en el futuro se fabriquen aparatos de
espionaje que intercepten también las ondas cerebrales. Aunque buena parte de
esta tecnología está aún en estadios primitivos, la telepatía se está
convirtiendo poco a poco en algo habitual. En el futuro podríamos interactuar
con el mundo a través de la mente. Pero los científicos quieren ir más allá de
la mera lectura de la mente, que es pasiva. Quieren asumir un papel activo:
mover objetos con la mente. La telequinesis es un poder que tradicionalmente se
asocia a los dioses. Es el poder divino de moldear la realidad de acuerdo con
nuestros deseos. Es la máxima expresión de nuestros pensamientos y anhelos.
Pronto disfrutaremos de ella.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 101
La holocubierta del futuro podría utilizar una combinación
de dos tecnologías. Primero, las personas que entrasen en ella llevarían
lentillas conectadas a internet, que les permitirían ver un mundo virtual
completamente nuevo mirasen donde mirasen. El panorama que mostrarían las
lentillas cambiaría inmediatamente con tan solo pulsar un botón. Y si tocásemos
algún objeto de ese mundo, se enviarían señales al cerebro que simularían la
sensación del tacto, utilizando tecnología de interfaz cerebro-cerebro. De esta
manera, los objetos del mundo virtual que veríamos a través de las lentillas
parecerían sólidos. La interfaz cerebro-cerebro también haría posible no solo
la tecnología háptica, sino una «internet de la mente» o brain-net, con
contacto directo cerebro a cerebro.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 111
Que se cumplan todos nuestros deseos es algo propio de una
divinidad. Pero este poder celestial tiene sus inconvenientes. Todas las
tecnologías pueden usarse para hacer el bien y para hacer el mal. En última
instancia, la ciencia es un arma de doble filo. Uno de ellos puede cortar la
pobreza, las enfermedades y la ignorancia, pero el otro puede resultar
peligroso para las personas, de varias maneras.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 130
Sin nuestros recuerdos estamos perdidos, a la deriva en un
océano de estímulos sin sentido, incapaces de comprender el pasado o de
entendernos a nosotros mismos. ¿Qué sucederá si algún día podemos introducir
recuerdos artificiales en nuestro cerebro? ¿Qué ocurrirá cuando podamos dominar
cualquier disciplina con tan solo descargar el fichero en nuestra memoria? ¿Qué
pasará si no somos capaces de diferenciar entre los recuerdos reales y los
falsos? ¿Quiénes seremos entonces? Los científicos están dejando de ser
observadores pasivos de la naturaleza para pasar a configurarla y moldearla
activamente. Eso significa que podríamos llegar a ser capaces de manipular los
recuerdos, los pensamientos, la inteligencia y la conciencia. En lugar de
limitarnos a presenciar los intrincados mecanismos de la mente, en el futuro
será posible dirigirlos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 132
Aunque aún es imposible aumentar nuestra inteligencia, en
los campos de los sensores electromagnéticos, la genética y las células madre
se están produciendo rápidos avances que algún día quizá hagan realidad esta
posibilidad. En particular, el interés científico se ha centrado en los
«savants autistas», que poseen capacidades fenomenales y extraordinarias que
hacen que la imaginación se tambalee. Y, lo que es más importante, como
consecuencia de determinadas lesiones cerebrales, una persona normal puede
adquirir rápidamente estos poderes casi milagrosos. Algunos científicos incluso
creen que se podrían inducir estas asombrosas capacidades utilizando campos
electromagnéticos.
(…)
Se cree que alrededor del 10 por ciento de los individuos
autistas exhibe algún tipo de capacidad propia de savants.
(…)
Estos extraordinarios savants poseen capacidades que superan
con creces nuestra comprensión científica actual. Son varios los tipos de
savants que recientemente han llamado la atención de los científicos. Alrededor
de la mitad de los savants padecen alguna forma de autismo (la otra mitad
muestra distintas formas de enfermedad mental o trastorno psicológico). Tienen
graves problemas para interactuar socialmente, lo que resulta en un profundo
aislamiento. También está el «síndrome del savant adquirido», en el que
personas que son perfectamente normales sufren algún traumatismo extremo en
algún momento de su vida (por ejemplo, se golpean la cabeza con el fondo de la
piscina, o reciben el impacto de una bola de béisbol o de una bala), casi
siempre en el lado izquierdo del cerebro. Sin embargo, algunos científicos
creen que esta distinción es engañosa y que quizá todas las habilidades de los
savants son aprendidas. Puesto que los savants autistas comienzan a exhibir sus
capacidades a partir de los tres o los cuatro años, puede que su autismo (como
un golpe en la cabeza) sea el origen de estas, aunque no existe consenso entre
los científicos al respecto. Algunos creen que estos individuos simplemente
nacen así y, por lo tanto, las anomalías son únicas. Sus habilidades, aun
cuando sean activadas por una bala, están programadas en su cerebro desde que
nacen. De ser así, quizá tales capacidades nunca puedan aprenderse o
transferirse. Otros afirman que eso choca con la evolución, que se produce
gradualmente a lo largo de extensos períodos de tiempo. Si existen los genios
savants, entonces las demás personas también deberíamos poseer habilidades
similares, aunque en nosotros estén latentes. ¿Significa esto, entonces, que
algún día podremos activar estos milagrosos poderes cuando lo deseemos? Hay quienes
creen que sí, e incluso se han publicado artículos científicos cuyos autores
afirman que algunas de las capacidades de los savants están latentes en todos
nosotros y se puede provocar su activación utilizando un escáner
electromagnético (TES). O quizá tengan una base genética, en cuyo caso la
terapia génica podría recrear estas asombrosas habilidades. También podríamos
ser capaces de cultivar células madre que permitiesen que las neuronas
creciesen en la corteza prefrontal y en otros centros clave del cerebro. Esa
sería una manera de aumentar nuestras capacidades mentales. Todas estas vías
son objeto de intensa especulación e investigación. No solo podrían permitir
que los médicos revirtieran los destrozos provocadas por enfermedades como el
alzhéimer, sino que también harían posible la mejora de nuestra inteligencia.
Las posibilidades son fascinantes.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 180-181
Hay quien cree que las habilidades de todos los savants
(autistas, sobrevenidos o con síndrome de Asperger) se deben quizá a alguna
lesión en este punto tan específico del lóbulo temporal izquierdo. Esta área
puede actuar como un «censor» que periódicamente se deshace de los recuerdos
irrelevantes. Una vez que se produce la lesión en el hemisferio izquierdo, el
derecho comienza a tomar el control. El hemisferio derecho es mucho más preciso
que el izquierdo, que a menudo distorsiona la realidad o se la inventa. De
hecho, se cree que el hemisferio derecho se ve obligado a hacer un esfuerzo
adicional como consecuencia de la lesión en el hemisferio izquierdo, lo que
hace que se desarrollen las habilidades propias de los savants. Por ejemplo, el
hemisferio derecho es mucho más artístico que el izquierdo. Normalmente, el
izquierdo restringe ese talento y lo mantiene a raya, pero si este sufre algún
tipo de lesión puede dar rienda suelta a las capacidades artísticas latentes en
el derecho, lo que resulta en una explosión de talento artístico. Por lo tanto,
la clave para que se manifiesten las habilidades propias de los savants podría
pasar por mitigar el control que ejerce el hemisferio izquierdo para que no
pueda limitar los talentos naturales del hemisferio derecho. Es lo que a veces
se expresa como «lesión del hemisferio izquierdo, compensación del derecho».
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 187
Las sondas de estimulación magnética transcraneal son el
instrumento más sencillo y práctico para alcanzar este objetivo, ya que pueden
silenciar selectivamente distintas partes del cerebro sin necesidad de recurrir
a lesiones cerebrales o a accidentes traumáticos. Pero conviene señalar que
estas sondas son aún rudimentarias y silencian millones de neuronas al mismo
tiempo. Los campos magnéticos, a diferencia de las sondas eléctricas, no son
precisos, sino que se extienden varios centímetros. Sabemos que, en los
savants, la corteza orbitofrontal temporal anterior izquierda está dañada, y es
probablemente la responsable, al menos en parte, de sus habilidades únicas,
pero quizá la zona específica que haya que desactivar sea una subregión aún más
pequeña. Cada descarga de estimulación magnética transcraneal podría
desactivar, sin pretenderlo, algunas zonas que deberían permanecer intactas
para producir las habilidades características de los savants. En el futuro, las
sondas de estimulación magnética transcraneal podrían permitir localizar con
más precisión el área del cerebro que interviene en la aparición de estas
habilidades. Una vez que dicha área se identifica, el siguiente paso consistirá
en utilizar sondas eléctricas más precisas, como las que se emplean en la
estimulación cerebral profunda, para atenuar la actividad de esas zonas con
mayor precisión. Entonces, con solo pulsar un botón, sería posible utilizar estas
sondas para silenciar esa pequeña área del cerebro y activar las habilidades de
los savants.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 191
Mediante el uso de campos magnéticos, esperamos poder
desencadenar el potencial que ya existe latente en el cerebro. La filosofía que
subyace bajo esta idea es que todos somos savants en potencia. Bastaría con una
ligera modificación de nuestros circuitos neuronales para dar rienda suelta a
este talento oculto. Otra estrategia consiste en alterar directamente el
cerebro y los genes, utilizando lo último en ciencia del cerebro y también en
genética.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 194
Mediante el uso de campos magnéticos, esperamos poder
desencadenar el potencial que ya existe latente en el cerebro. La filosofía que
subyace bajo esta idea es que todos somos savants en potencia. Bastaría con una
ligera modificación de nuestros circuitos neuronales para dar rienda suelta a
este talento oculto. Otra estrategia consiste en alterar directamente el cerebro
y los genes, utilizando lo último en ciencia del cerebro y también en genética.
Un método prometedor hace uso de las células madre.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 194
… solo las células madre embrionarias poseen la capacidad de
dar lugar a cualquier célula del cuerpo.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 195
Si los científicos pudiesen utilizar realmente la terapia
génica para crear simios inteligentes, se parecerían mucho a nosotros, con
manos capaces de utilizar herramientas, con cuerdas vocales capaces de
pronunciar palabras, con una columna vertebral que les permitiría caminar
erguidos y con potentes músculos en el cuello para soportar una cabeza grande,
como los que tenemos nosotros.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 204
… ¿cuáles fueron las fuerzas evolutivas que esta herencia
genética nos proporcionó tras nuestra separación de los simios?; ¿por qué se
desarrollaron genes como ASPM, HAR1 y FOX2? Dicho de otro modo, la genética nos
permite entender cómo llegamos a ser inteligentes, pero no nos explica por qué
sucedió.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 205
Olvidar es una manera alternativa de ahorrar energía. El
cerebro consciente solo tiene acceso a una pequeña porción de los recuerdos que
tienen impacto sobre el cerebro. Así pues, la pregunta es: ¿aumentar el tamaño
del cerebro o la densidad de neuronas nos proporcionaría más inteligencia?
Probablemente no.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 210
… cada vez que toqueteamos el cerebro, acabamos en un
callejón sin salida. Las leyes de la física parecen indicar que hemos alcanzado
el límite máximo de inteligencia que los humanos podemos tener de esta manera.
A menos que podamos aumentar de repente el tamaño de nuestro cráneo o alterar
la propia naturaleza de las neuronas, parece que ya hemos llegado a nuestro
máximo nivel de inteligencia. Si queremos que aumente, tendremos que
incrementar la eficiencia del cerebro (mediante drogas, genes y posiblemente
máquinas del estilo de la estimulación magnética transcraneal).
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 211
Debemos dejar a un lado la idea chovinista de que nuestra
conciencia humana es la única que existe. Hay más de una manera de crear un
modelo de nuestro mundo y más de una manera de simular su futuro.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 215
Los sueños podrían ser una de las claves para comprender los
estados alterados de la conciencia.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 216
Algún día podremos ver un vídeo del sueño que tuvimos la
noche anterior y adquirir conocimientos sobre nuestra mente subconsciente. Con
la preparación adecuada, podríamos controlar conscientemente la naturaleza de
nuestros sueños.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 218
Una mayor inteligencia implicaría una mayor capacidad para
simular el futuro, lo que tendría un valor incalculable a la hora de realizar
nuevos descubrimientos científicos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 214
Muchos de aquellos temores se avivaron también en la
profética novela de Aldous Huxley Un mundo feliz, de 1931. En esta distopía hay
grandes fábricas de niños-probeta que producen clones. Privando selectivamente
de oxígeno a los embriones, es posible producir individuos con diferentes
niveles de daño cerebral. En lo alto de la escala social están los alfas, que
no sufrieron lesiones cerebrales y han sido criados para gobernar la sociedad.
En el nivel más bajo están los épsilon, con un cerebro considerablemente
dañado, que se utilizan como peones obedientes y prescindibles. En medio hay
otros niveles que constituyen las distintas profesiones y la burocracia. La
élite controla la sociedad a base de drogas que alteran la mente, el amor libre
y constantes lavados de cerebro. De este modo se mantienen la paz, la
tranquilidad y la armonía, pero la novela plantea una perturbadora cuestión que
aún sigue resonando en nuestros días: ¿cuánta libertad y humanidad básica
estamos dispuestos a sacrificar en nombre de la paz y el orden social?
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 233
Si definimos la conciencia humana como el proceso de
construir continuamente modelos del mundo exterior y después simular cómo
evolucionarán en el futuro para lograr un objetivo, veremos que la hipnosis no
puede alterar este proceso básico. La hipnosis puede acentuar ciertos aspectos
de la conciencia y ayudar a recuperar ciertos recuerdos, pero no puede hacer
que cacareemos como una gallina sin nuestro permiso.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 238
¿Podría un experimento como el del «casco de Dios» cambiar
las creencias religiosas de una persona? ¿Y podría un aparato de imagen por
resonancia magnética registrar la actividad cerebral de alguien que experimenta
una revelación religiosa?
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 252
Por el momento no existe una manera precisa y universalmente
aceptada de diagnosticar las enfermedades mentales. Pero hay esperanzas de que
algún día los científicos utilicen escáneres cerebrales y otros aparatos de
alta tecnología para crear instrumentos de diagnóstico precisos. Hasta ahora el
progreso en el tratamiento de enfermedades mentales ha sido dolorosamente
lento. Tras siglos de sufrimiento, las víctimas de la esquizofrenia tuvieron
sus primeras señales de alivio en la década de 1950, cuando se descubrieron
accidentalmente drogas antipsicóticas como la torazina, que podían controlar
milagrosamente, y a veces incluso eliminar, las voces que atormentaban a los
enfermos mentales.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 254
Parece que el trastorno bipolar es cosa de familia y,
curiosamente, se da con frecuencia en los artistas; es posible que sus grandes
obras de arte se crearan durante las explosiones de creatividad y optimismo.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 254
¿Cómo tratará la ciencia las enfermedades mentales en el
futuro? Es difícil de predecir, ya que ahora sabemos que la enfermedad mental
no es una sola categoría, sino toda una gama de trastornos que pueden afectar a
la mente de una cantidad asombrosa de maneras.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 264
En otros tiempos, los escritores de ciencia ficción
fantaseaban con que los robots en Marte serían humanoides sofisticados, que
andarían y se moverían igual que nosotros, con una compleja programación que
les daría inteligencia humana. Ha ocurrido lo contrario. Ahora los nietos de
esta idea —como el Mars Curiosity Rover— rondan por la superficie de Marte. No
están programados para andar como un humano. Tienen la inteligencia de un
insecto, pero se las arreglan muy bien en este terreno. Estos merodeadores de
Marte tienen relativamente poca programación, pero en cambio aprenden a base de
tropezar con obstáculos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 282
Las escenas que más miedo dan son aquellas en las que hay
una perversión de lo normal.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 288
¿SON CONSCIENTES LOS ROBOTS?
Puede que la manera más clara de comprender por qué todavía
no existen robots autómatas sea evaluar su nivel de conciencia. Como hemos
visto en el capítulo 2, podemos clasificar la conciencia en cuatro niveles. La
conciencia de nivel 0 es la que corresponde a los termostatos y las plantas; es
decir, incluye unos pocos bucles de retroalimentación en unos pocos parámetros
simples, como la temperatura o la luz del sol. La conciencia de nivel I
describe a los insectos y reptiles, que son móviles y poseen un sistema
nervioso central; implica crear un modelo del mundo en relación con un nuevo
parámetro, el espacio. Después tenemos la conciencia de nivel II, que crea un
modelo del mundo en relación con otros de su clase, lo cual exige emociones.
Por último, tenemos la conciencia de nivel III, que corresponde a los humanos,
quienes incorporan el tiempo y la conciencia de sí mismos para simular cómo se
desarrollarán las cosas en el futuro y determinar su posición en esos modelos.
Según esta teoría, ahora podemos clasificar a los robots. Los de primera
generación tenían un nivel 0, ya que eran estáticos, sin ruedas ni pies. Los
robots actuales están en el nivel I, ya que son móviles, pero están en un
escalón muy bajo, puesto que tienen dificultades tremendas para navegar en el
mundo real. Su conciencia se puede comparar con la de un gusano o un insecto
lento. Para producir una conciencia de nivel I completa, los científicos
tendrán que crear robots capaces de reproducir de manera realista la conciencia
de los insectos y los reptiles. Hasta los insectos tienen habilidades que nuestros
robots no poseen, como ubicar escondites rápidamente, localizar parejas
sexuales en el bosque, reconocer y eludir a los depredadores o encontrar
alimento y cobijo. Como dijimos antes, podemos clasificar numéricamente las
conciencias por el número de bucles de retroalimentación en cada nivel. Los
robots con ojos, por ejemplo, pueden tener varios porque disponen de sensores
capaces de detectar la frecuencia, la intensidad, la tensión, las pausas,
etcétera. El número total de estos bucles de retroalimentación puede llegar a
diez (mientras que un insecto, capaz de buscar alimento en la naturaleza,
encontrar pareja, localizar un refugio, etcétera, puede tener cincuenta o más
bucles). Así pues, un robot típico puede alcanzar una conciencia del nivel
I:10. Para poder acceder a la conciencia de nivel II, los robots tienen que ser
capaces de crear un modelo del mundo en relación con otros. Como ya hemos
dicho, la conciencia de nivel II, en una primera aproximación, se calcula
multiplicando el número de miembros del grupo por el de emociones y gestos que
utilizan para comunicarse entre ellos. Según esto, los robots tendrían una
conciencia de nivel II:0. Pero es de esperar que los robots emocionales que
ahora se están construyendo en los laboratorios hagan aumentar este número.
Nuestros robots ven a los humanos simplemente como un conjunto de píxeles
moviéndose en sus sensores de televisión, pero algunos investigadores de la
inteligencia artificial están empezando a crear robots capaces de reconocer
emociones en nuestras expresiones faciales y tonos de voz. Este es un primer
paso hacia que los robots se den cuenta de que los humanos son algo más que
píxeles al azar, que tienen estados emocionales. En las próximas décadas los
robots irán ascendiendo poco a poco en el nivel II de conciencia, llegando a
ser tan inteligentes como un ratón, una rata, un conejo, un perro y por fin un
gato. Es posible que a finales de este siglo sean tan inteligentes como un mono
y empiecen a fijarse objetivos propios. Cuando los robots tengan un
conocimiento funcional del sentido común y la teoría de la mente, serán capaces
de crear simulaciones completas del futuro en las que ellos aparecerán como
actores principales, y así accederán a la conciencia de nivel III. Dejarán el
mundo del presente y entrarán en el del futuro. Esto está muchas décadas por
delante de la capacidad de cualquier robot actual. Crear simulaciones del
futuro significa que se está en capacidad de comprender las leyes de la
naturaleza, la causalidad y el sentido común, lo que permite anticipar sucesos
futuros. También significa que se comprenden las intenciones y motivaciones
humanas, y que se es capaz de predecir también una conducta futura. El valor
numérico de la conciencia de nivel III se calcula, como ya hemos dicho, tomando
el número total de conexiones causales que podemos hacer al simular el futuro
en diversas situaciones de la vida real, y dividiéndolo por el valor medio de
un grupo control. Los ordenadores actuales son capaces de hacer simulaciones
limitadas en unos pocos parámetros (por ejemplo, la colisión de dos galaxias,
el flujo de aire alrededor de un avión, el comportamiento de los edificios en
un terremoto), pero son completamente incapaces de simular el futuro en
situaciones complejas de la vida real, de manera que su nivel de conciencia
sería más o menos III:5. Como vemos, pueden hacer falta décadas de duro trabajo
antes de que tengamos un robot que pueda funcionar normalmente en la sociedad
humana. OBSTÁCULOS EN EL CAMINO Entonces, ¿cuándo podrán por fin los robots
igualar y superar a los seres humanos en inteligencia? Nadie lo sabe, pero se
han hecho muchas predicciones. La mayoría de ellas se basan en extrapolar la
ley de Moore a décadas en el futuro. Pero esta no es una verdadera ley, de
hecho, viola una ley fundamental de la física: la teoría cuántica. La ley de
Moore no puede durar indefinidamente. Es más, ya podemos ver que va perdiendo
velocidad. Podría quedar estancada al final de esta década o de la siguiente, y
las consecuencias serían terribles, sobre todo para Silicon Valley. El problema
es sencillo: ahora mismo se pueden meter cientos de millones de transistores de
silicio en un chip del tamaño de una uña, pero existe un límite a cuánto se
puede «apretujar» en estos chips. En la actualidad, la capa de silicio más fina
de un chip Pentium tiene unos veinte átomos de grosor, pero en 2020 esa capa
podría tener solo cinco. Pero entonces entra en juego el principio de
incertidumbre de Heisenberg, y ya no podremos determinar con exactitud dónde
está el electrón, que podría salirse del cable. (Véase el apéndice, donde
comentamos con más detalle la teoría cuántica y el principio de incertidumbre.)
El chip se cortocircuitaría. Además, generaría calor suficiente para freír un
huevo encima. Así que la dispersión y el calor acabarán tarde o temprano con la
ley de Moore, a menos que se pueda encontrar un sustituto. Como ya no se puede
llegar más allá empaquetando transistores en chips planos, bidimensionales,
para aumentar la potencia de los ordenadores, Intel está haciendo una apuesta
multimillonaria para añadir una tercera dimensión a los chips. El tiempo dirá
si esta jugada sale bien (un problema importante de los chips tridimensionales
es que el calor generado aumenta rápidamente con la altura del chip). Microsoft
está buscando otras opciones, como expandir las dos dimensiones con
procesamiento paralelo. Una posibilidad es extender los chips horizontalmente
en hilera. Después se descompone un problema de software en partes, se asigna
cada parte a un pequeño chip y se vuelve a juntar todo al final. Sin embargo,
el proceso puede resultar difícil, y el software crece a una velocidad mucho
más lenta que la exponencial y acelerada a que nos tiene acostumbrados la ley
de Moore. Estos apaños pueden sumar años a la ley de Moore. Pero con el tiempo,
todo esto también quedará superado: la teoría cuántica se impondrá
inevitablemente. Por esta razón, los físicos están experimentando con una
amplia variedad de alternativas para cuando la Era del Silicio llegue a su fin:
ordenadores cuánticos, ordenadores moleculares, nanoordenadores, ordenadores de
ADN, ordenadores ópticos, entre otros. Pero ninguna de estas tecnologías aún
está lista para salir a escena. EL VALLE DEL MISTERIO Pero supongamos por el
momento que un día coexistimos con robots increíblemente sofisticados, que tal
vez utilicen chips con transistores moleculares en lugar de silicio. ¿Cuánto
queremos que se parezcan nuestros robots a nosotros? Japón es el líder mundial
en la creación de robots que parecen niños o mascotas monísimas, pero sus
diseñadores ponen mucho cuidado en que no parezcan demasiado humanos, porque
podría resultar inquietante. Este fenómeno fue estudiado por primera vez en
Japón por el doctor Masahiro Mori en 1970 y se llama «el valle del misterio».
Está comprobado que los robots que se parecen demasiado a los humanos resultan
siniestros. (En realidad, este efecto ya fue mencionado por Darwin en 1839 en
El viaje del Beagle, y después por Freud en 1919, en un ensayo titulado «Lo
misterioso».) Desde entonces ha sido objeto de estudios muy cuidadosos no solo
por parte de investigadores de inteligencia artificial, sino por animadores,
publicistas y todo el que promocione un producto que incluya figuras de aspecto
humano. Por ejemplo, en una crítica de la película Polar Express, un
comentarista de la CNN decía: «Los personajes humanos de la película resultan
absolutamente… bueno, inquietantes. De modo que Polar Express es, en el mejor
de los casos, desconcertante, y en el peor, un pelín terrorífica». Según el
doctor Mori, cuanto más se parece un robot a un ser humano, más empatía
sentimos hacia él, pero solo hasta cierto punto. La empatía cae en picado
cuando la apariencia del robot se acerca a la humana; de ahí lo del valle del
misterio. Si el robot tiene un aspecto muy similar al nuestro, excepto por unos
pocos rasgos que son «extraños», causa una sensación de repulsión y miedo. Si
el aspecto del robot es cien por cien humano, indistinguible de nosotros,
volvemos a registrar emociones positivas. Esto tiene implicaciones prácticas.
Por ejemplo, ¿deberían sonreír los robots? En principio, parece obvio que sí,
para saludar a la gente y hacer que se sienta cómoda. Sonreír es un gesto
universal que indica amistad y buena acogida. Pero si la sonrisa es demasiado realista,
a la gente se le empieza a poner la carne de gallina. (Muchas máscaras de
Halloween tienen rostros de monstruos que sonríen diabólicamente.) Así que los
robots solo deberían sonreír si tienen aspecto infantil (ojos grandes y cara
redonda) o si son perfectamente humanos, sin grados intermedios. (Cuando
forzamos una sonrisa, activamos músculos faciales con nuestra corteza
prefrontal. Pero cuando sonreímos porque estamos de buen humor, nuestros
nervios están controlados por el sistema límbico, que activa un conjunto de
músculos ligeramente diferente. Nuestro cerebro puede distinguir la sutil
diferencia entre las dos sonrisas, algo que fue beneficioso para nuestra
evolución.) Este efecto también se puede estudiar con escaneos cerebrales.
Supongamos que se coloca a un sujeto en un aparato de imagen por resonancia
magnética y se le enseña una imagen de un robot que parece perfectamente
humano, aunque los movimientos de su cuerpo son ligeramente rígidos y
mecánicos. El cerebro, cada vez que ve algo, intenta predecir su movimiento en
el futuro. Al ver un robot que parece humano, el cerebro predice que se moverá
como un ser humano. Pero cuando el robot se mueve como una máquina, hay una
discrepancia, que nos resulta incómoda. En particular, el lóbulo parietal se
activa (concretamente el área donde la corteza motora conecta con la visual).
Se cree que en esta zona del lóbulo parietal existen neuronas espejo. Esto
tiene sentido, porque la corteza visual capta la imagen del robot humanoide, y
sus movimientos se predicen por medio de la corteza motora y de neuronas
espejo. Por último, es probable que la corteza orbitofrontal, situada justo
detrás de los ojos, lo junte todo y diga: «Hum, aquí hay algo que no está
bien». Los cineastas de Hollywood son conscientes de este efecto. Cuando se
gastan millones en hacer una película de terror, saben que la escena más
terrorífica no es esa en la que una gigantesca masa gelatinosa o un monstruo de
Frankenstein sale de entre los arbustos. Las escenas que más miedo dan son aquellas
en las que hay una perversión de lo normal. Piensen en la película El
exorcista. ¿Qué escena hacía que los espectadores vomitaran y trataran de
escapar del cine, o se desmayaran en sus asientos? ¿La escena en la que aparece
un demonio? No. En todos los cines del mundo se producía un estallido de gritos
agudos y fuertes gemidos cuando Linda Blair giraba la cabeza trescientos
sesenta grados. Este efecto se puede demostrar también en monos jóvenes. Si les
enseñamos fotografías de Drácula o el monstruo de Frankenstein, se limitan a
reírse y a romper las fotografías. Pero lo que hace que estos jóvenes monos
chillen de terror es la imagen de un mono decapitado. Una vez más, es la
perversión de lo normal lo que provoca más miedo. (En el capítulo 2
mencionábamos que la teoría espaciotemporal de la conciencia explica la
naturaleza del humor, porque el cerebro simula el futuro de un chiste y después
se sorprende al oír la frase final. Esto explica también la naturaleza del
horror. El cerebro simula el futuro de un suceso normal y mundano, pero se
lleva un sobresalto cuando las cosas se vuelven de repente horriblemente
pervertidas.) Por esta razón, los robots seguirán teniendo un aspecto algo
infantiloide, aunque se vayan aproximando a la inteligencia humana. Solo cuando
los robots puedan actuar de manera realista como humanos, sus diseñadores les
harán parecer completamente humanos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 282
Solo cuando los robots puedan actuar de manera realista como
humanos, sus diseñadores les harán parecer completamente humanos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 288
A lo largo de los siglos se han propuesto muchas teorías
sobre si una máquina puede ser capaz de pensar y sentir. Mi filosofía personal
se llama «constructivismo». Es decir, en lugar de debatir la cuestión hasta el
infinito, lo cual no tendría sentido, deberíamos dedicar nuestra energía a
crear un autómata para ver hasta dónde podemos llegar. De otro modo, acabaremos
enzarzados en interminables debates filosóficos que nunca se resuelven. La
ventaja de la ciencia es que, cuando ya se ha dicho y hecho todo, se pueden
realizar experimentos para zanjar definitivamente la cuestión.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 304
… algún día podría ser posible crear robots con conciencia
de sí mismos, e incluso una internet con conciencia de sí misma, pero ese día
está muy lejos en el futuro, tal vez a finales de este siglo. No obstante,
supongamos por un momento que el día ha llegado, que entre nosotros caminan
robots conscientes de sí mismos. Si estos tienen objetivos compatibles con los
nuestros, este tipo de inteligencia artificial no planteará ningún problema.
Pero ¿qué ocurrirá si las metas son diferentes? Lo que se teme es que los
humanos sean superados en inteligencia por los robots autoconscientes y acaben
esclavizados. Gracias a su capacidad superior de simular el futuro, los robots
podrían predecir los resultados de muchas situaciones y encontrar la mejor
manera de derrocar a la humanidad. Una manera de controlar este proceso sería
asegurarse de que los objetivos de estos robots sean benévolos. Como hemos
visto, no basta con las simulaciones del futuro. Estas deben servir a algún
objetivo final. Si el objetivo de un robot es simplemente la autoconservación,
podría reaccionar de manera defensiva a cualquier intento de desactivarlo, lo
que podría significar problemas para la humanidad.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 310
La filosofía de la «inteligencia artificial amistosa» expresa
que los inventores deben crear robots que, desde el principio mismo, estén
programados para ser beneficiosos para los humanos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 314
El futuro de la inteligencia artificial depende de nosotros.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 316
El cerebro humano consta de más de cien mil millones de
neuronas, aproximadamente tantas como estrellas hay en la Vía Láctea. Cada
neurona, a su vez, está conectada a otras diez mil, de manera que en total
existen unos diez mil billones de conexiones posibles (y no hemos empezado a
contar las rutas que existen en esta espesura de neuronas). El número de
«pensamientos» que un cerebro humano puede concebir es verdaderamente
astronómico, fuera del alcance de nuestra comprensión. Pero esto no ha impedido
que un pequeño grupo de entusiastas y dedicados científicos intente reconstruir
el cerebro partiendo de cero. Un antiguo proverbio chino dice que «un viaje de
mil kilómetros comienza por un paso». En realidad, ese primer paso se dio
cuando los científicos descodificaron, neurona a neurona, el sistema nervioso
de un gusano nematodo. Esta pequeña criatura, llamada Caenorhabditis elegans,
tiene trescientas dos neuronas y siete mil sinapsis, todas las cuales se han
registrado con exactitud. Se puede encontrar en internet un plano completo de
su sistema nervioso. (Por el momento es el único organismo vivo cuya estructura
nerviosa se ha descodificado de esta manera.) Al principio se creía que la
ingeniería inversa completa de este sencillo organismo abriría la puerta al
cerebro humano. Paradójicamente, ha ocurrido lo contrario. Aunque las neuronas
del nematodo tenían un número limitado, la red era tan compleja y sofisticada
que se ha tardado años en comprender incluso datos muy simples sobre el
comportamiento del gusano, como qué rutas son responsables de qué conductas. Si
hasta un humilde nematodo puede escapar de nuestra comprensión científica, hay
que imaginar lo complejo que debe de ser un cerebro humano.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 322
Siendo el cerebro tan complejo, existen por lo menos tres
maneras diferentes de desmontarlo neurona a neurona. La primera es simular
electrónicamente el cerebro con superordenadores, que es el enfoque adoptado
por los europeos. La segunda es elaborar un mapa de las rutas nerviosas de los
cerebros vivos, como hace BRAIN. (Esta, a su vez, se puede subdividir más,
dependiendo de cómo se analicen estas neuronas: anatómicamente, neurona a
neurona, o según su función y actividad.) Y la tercera consistiría en descifrar
los genes que controlan el desarrollo del cerebro,
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 323
… el Blue Gene/Q Sequoia, que llevará la informática a un
nuevo nivel. En junio de 2012 batió el récord mundial de velocidad de un
superordenador. En su pico máximo, puede realizar operaciones a razón de 20,1
billones por segundo. Ocupa un área aproximada de doscientos ochenta metros
cuadrados y consume energía eléctrica del orden de los 7,9 megavatios,
suficiente para iluminar una ciudad pequeña. Pero toda esta enorme potencia de
computación concentrada en un solo ordenador, ¿es suficiente para competir con
el cerebro humano? Ni mucho menos. Las simulaciones de estor ordenadores solo
intentan reproducir las interacciones entre la corteza y el tálamo. Por lo
tanto, faltan grandes porciones del cerebro. El doctor Modha es consciente de
la enormidad de su proyecto. Su ambiciosa investigación le ha permitido
calcular lo que se necesitaría para crear un modelo funcional del cerebro
humano, y no solo una parte o una versión reducida, incluyendo todas las áreas
de la neocorteza y las conexiones con los órganos de los sentidos. Según él, no
bastaría con un solo ordenador Blue Gene, sino que harían falta miles, que no
llenarían una habitación sino toda una manzana de una ciudad. El consumo de
energía sería tan grande que se necesitaría una central nuclear de mil megavatios
para generar toda la electricidad. Y después, para enfriar este monstruoso
ordenador y evitar que se derritiera, sería preciso desviar un río y hacerlo
pasar por los circuitos del ordenador. Llama la atención que se necesite un
ordenador gigantesco, del tamaño de una manzana urbana, para simular una pieza
de tejido humano que pesa menos de un kilo y medio, cabe dentro del cráneo,
solo eleva la temperatura corporal unos pocos grados, consume veinte vatios de
potencia y únicamente necesita unos bocadillos para seguir funcionando.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 325
… aunque sea posible simular un cerebro humano allá por
2020, no podremos mantener una conversación sencilla con él. Sin lóbulo
parietal, sería como una hoja en blanco sin sensaciones, privado de todo
conocimiento de sí mismo, de la gente y del mundo que lo rodea. Sin lóbulo
temporal, no podrá hablar. Sin sistema límbico, no podrá tener emociones. De
hecho, tendrá menos potencia cerebral que un recién nacido.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 329
… algún día los microscopios automatizados sacarán
fotografías de manera incansable y otras máquinas con inteligencia artificial
las analizarán veinticuatro horas al día. Pero ahora mismo, crear una imagen
del cerebro humano con microscopios electrónicos convencionales consumiría un
zettabyte de datos, el equivalente a todo lo recopilado en la web alrededor del
mundo.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 333
OBJECIONES A LA INGENIERÍA INVERSA
Los científicos que han dedicado su vida a la ingeniería
inversa del cerebro son conscientes de que tienen por delante décadas de
trabajo duro. Pero también están convencidos de las implicaciones prácticas de
su trabajo. Sienten que incluso unos resultados parciales ayudarían a descifrar
el misterio de enfermedades mentales muy antiguas. En cambio, los escépticos
pueden argumentar que, cuando se haya concluido esta ardua tarea, tendremos una
montaña de datos, pero seguiremos sin comprender cómo encajan todos juntos. Por
ejemplo, imaginemos que un neanderthal encuentra todos los planos de un
ordenador Blue Gene de IBM, en los cuales están todos los detalles, hasta el
último transistor. El plano es enorme, ocupa miles de metros cuadrados de
papel. Es posible que el neanderthal sea vagamente consciente de que en ese
plano está el secreto de una máquina superpotente, pero la pura masa de datos
técnicos no significa nada para él. De manera similar, muchos temen que,
después de gastar miles de millones desentrañando la posición de cada neurona
del cerebro, no seamos capaces de comprender lo que significa todo eso. Pueden
necesitarse muchas décadas más de duro trabajo para ver cómo funciona todo el
conjunto. Por ejemplo, el Proyecto Genoma Humano fue un éxito rotundo en el
sentido de secuenciar todos los genes que componen el genoma humano. Pero fue
también una enorme decepción para los que esperaban curas inmediatas para las
enfermedades genéticas. El Proyecto Genoma Humano era como un gigantesco
diccionario, con veintitrés mil entradas, pero sin definiciones. Todas las
páginas están en blanco, pero la ortografía de cada gen es perfecta. El
proyecto supuso un tremendo avance, pero no es más que el primer paso de un
largo viaje hacia el conocimiento de lo que estos genes hacen y cómo
interactúan. De manera similar, el hecho de disponer de un mapa completo de
todas las conexiones neuronales del cerebro no garantiza que sepamos qué están
haciendo esas neuronas y cómo reaccionan. La ingeniería inversa es la parte
fácil; después de ella empieza la difícil: encontrarles sentido a todos esos
datos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 334
Es posible que unas pocas neuronas sean responsables de
grandes alteraciones de nuestra cognición. Localizar este pequeño conjunto de
neuronas que funcionan mal podría ser una de las tareas del cerebro construido
por ingeniería inversa.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 336
Puede que el precio de crear un cerebro inmortal mediante
ingeniería inversa sea la locura.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 351
Uno de los pilares de esta tecnología futurista será una
cosa llamada «nanobot»: máquinas atómicas que patrullarán nuestro torrente
sanguíneo, eliminando células cancerosas, reparando los daños del proceso de
envejecimiento, y manteniéndonos jóvenes y sanos para siempre. La naturaleza ya
ha creado algunos nanobots: las células inmunitarias que patrullan nuestro
cuerpo a través de la sangre. Pero estas atacan a los virus y cuerpos extraños,
no al proceso de envejecimiento. La inmortalidad estaría a nuestro alcance si
estos nanobots pudieran anular los estragos del proceso de envejecimiento a
nivel molecular y celular. Según esta idea, los nanobots serían como las
células inmunitarias: una policía microscópica que patrulla la corriente
sanguínea. Atacan a las células cancerosas, neutralizan los virus y limpian los
desechos y las mutaciones. La posibilidad de ser inmortales estaría a nuestro
alcance utilizando nuestro propio cuerpo, no un robot o un clon.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 359
Según mi filosofía personal, si algo es consistente con las
leyes de la física, construirlo es solo un problema de ingeniería y economía.
Por supuesto, los obstáculos técnicos y económicos pueden ser extraordinarios,
volviéndolo impracticable por el momento, pero seguiría siendo posible.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 359
La idea de que algún día la conciencia pueda vagar
libremente entre las estrellas es el sueño definitivo. Por increíble que
parezca, también esto encaja en las leyes de la física.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 361
Sin embargo, este sueño de explorar el universo como seres
de energía pura encaja dentro de las leyes de la física. Pensemos en la forma
más familiar de energía pura, un rayo láser, que es capaz de contener enormes
cantidades de información. En la actualidad, billones de señales en forma de
llamadas telefónicas, paquetes de datos, vídeos y mensajes de correo
electrónico se transmiten de manera rutinaria por cables de fibra óptica
recorridos por rayos láser. Algún día, puede que, en el próximo siglo, podremos
transmitir la conciencia de nuestro cerebro por todo el sistema solar, cargando
todo nuestro conectoma en un potente rayo láser. Un siglo después, puede que
seamos capaces de viajar a las estrellas cabalgando en un rayo de luz. (Esto es
posible porque la longitud de onda de un rayo láser es microscópica, se mide en
millonésimas de metro. Esto significa que se pueden comprimir enormes
cantidades de información en su patrón de onda. Pensemos en el código morse.
Los puntos y las rayas del código morse se pueden superponer con facilidad en
el patrón de onda de un rayo láser. Y aún más información se puede transmitir
en un haz de rayos X, cuya longitud de onda es más corta que un átomo.) Una
manera de explorar la galaxia sin las molestas limitaciones de la materia sería
enviar nuestro conectoma en rayos láser dirigidos a la Luna, los planetas e
incluso las estrellas. Con un programa intensivo para localizar las rutas del
cerebro, a finales de este siglo dispondríamos del conectoma completo del
cerebro humano, y en el siglo siguiente podríamos tener una forma de este que
se pudiera cargar en un rayo láser. El rayo láser contendría toda la
información necesaria para volver a montar un ser consciente. Aunque puede
tardar años e incluso siglos en llegar a su destino, desde el punto de vista de
la persona que viaja en el láser el viaje sería instantáneo. Nuestra conciencia
estaría como congelada en el rayo láser mientras este recorre el espacio vacío,
de modo que parecería que el viaje hasta el otro confín de la galaxia se hace
en un abrir y cerrar de ojos.
(…)
… en el futuro, cuando se envíen a las estrellas rayos láser
que contengan nuestros conectomas, estos se podrían transferir a una nube de
moléculas de gas y después atraparlos en una botella. Esta «botella de luz» es
muy similar a un ordenador cuántico. Ambos tienen un conjunto de átomos vibrando
al unísono, todos en fase unos con otros. Y los dos pueden llevar a cabo
complicadas operaciones que están muy lejos de la capacidad de un ordenador
corriente. Por lo tanto, si se puede resolver el problema de los ordenadores
cuánticos, ello podría darnos también la capacidad de manipular estas «botellas
de luz».
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 363-369
… en 1963, el matemático Roy Kerr descubrió que un agujero
negro giratorio no se colapsa hasta reducirse a un punto, como antes se
pensaba, sino que forma un anillo que gira con tanta velocidad que las fuerzas
centrífugas impiden que se colapse. Si caemos a través del anillo, podríamos
pasar a otro universo. Las fuerzas gravitatorias serían inmensas, pero no
infinitas. Sería como el espejo de Alicia: podríamos meter la mano en él y
entrar en un universo paralelo. El marco del espejo sería el anillo que forma
el agujero negro mismo. Desde el descubrimiento de Kerr, decenas de otras
soluciones a las ecuaciones de Einstein han demostrado que, en principio, se
podría pasar de un universo a otro sin ser aplastado inmediatamente. Dado que
todos los agujeros negros observados hasta ahora en el espacio están girando a
gran velocidad (alguno de ellos a 1.600.000 kilómetros por hora), significa que
estos portales cósmicos podrían ser una cosa corriente. En 1988, el doctor Kip
Thorne, físico de Cal Tech, y sus colaboradores demostraron que con suficiente
«energía negativa» sería posible estabilizar el agujero negro para que el
agujero de gusano se volviera «atravesable» (es decir, se podría pasar por él
en las dos direcciones sin ser aplastado). La energía negativa es tal vez el
componente más exótico del universo, pero existe de verdad y se puede crear (en
cantidades minúsculas) en el laboratorio. Este es pues el nuevo paradigma.
Primero una civilización avanzada concentrará suficiente energía positiva en un
punto, creando algo comparable a un agujero negro, para abrir un agujero en el
espacio que conecte dos puntos distantes. Después acumulará suficiente energía
negativa para mantener el portal abierto, de modo que permanezca estable y no
se cierre en el instante de entrar en él.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 371
… una civilización capaz de jugar con los agujeros de gusano
necesitaría una tecnología miles de años más avanzada que la nuestra, que
forzaría los límites de la física conocida.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 372
Varios físicos han calculado que sería más fácil crear un
agujero de gusano microscópico, tal vez del tamaño de un átomo. La materia no
podría pasar por un agujero tan pequeño, pero los láseres y rayos X, cuya
longitud de onda es más corta que un átomo, tal vez podrían atravesarlo sin dificultad.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 373
En cierta ocasión, Carl Sagan se lamentaba de que era
posible que viviéramos en un mundo rodeado por civilizaciones extraterrestres y
careciéramos de la tecnología necesaria para verlo.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 374
Dados los notables avances de la astrofísica, es posible que
establezcamos contacto con una inteligencia extraterrestre en las próximas
décadas. Cómo respondamos a ella podría determinar uno de los acontecimientos
más cruciales de la historia humana.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 376
El doctor Seth Shostak me confesó que hay una cosa que le
preocupa: que la gente confunda el Proyecto SETI con los cazadores de ovnis. El
primero, afirma, está basado en la física y la astronomía más sólidas, y
utiliza lo último en tecnología. Los segundos, en cambio, basan sus teorías en
rumores y evidencias anecdóticas, que pueden contener o no algo de verdad. El
problema es que la cantidad masiva de avistamientos de ovnis que le llegan por
correo no es repetible ni comprobable. Exige a todos los que aseguran haber
sido abducidos por extraterrestres en platillos volantes que roben algo —una
pluma o un pisapapeles alienígena, por ejemplo— para demostrarlo. Nunca salgas
de un ovni con las manos vacías, me dijo. También había llegado a la conclusión
de que no existe ninguna prueba sólida de que los extraterrestres hayan
visitado nuestro planeta. Entonces le pregunté si pensaba que el gobierno de
Estados Unidos estaba ocultando deliberadamente evidencias de un encuentro con
extraterrestres, como creen muchos teóricos de la conspiración. Me respondió:
«¿De verdad crees que serían tan eficientes ocultando algo tan gordo? Recuerda
que es el mismo gobierno el que gestiona el servicio de correos».
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 381
Cuando le pregunté al doctor Wertheimer por qué está tan
seguro de que existe vida inteligente en el espacio exterior, me respondió que
los números están a su favor. En 1961, el astrónomo Frank Drake intentó
calcular el número de estas civilizaciones inteligentes haciendo suposiciones
plausibles. Si empezamos con cien mil millones, que es el número de estrellas
en la Vía Láctea, podremos calcular cuántas de ellas son similares a nuestro
sol. Podemos reducir más ese número calculando la fracción que tiene planetas,
la que tiene planetas como la Tierra, etcétera. Tras hacer una serie de
suposiciones razonables, nos sale una estimación de diez mil civilizaciones
avanzadas, solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea. (Carl Sagan, con un conjunto
diferente de cálculos, obtuvo la cifra de un millón.)
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 381
… imaginemos que unos obreros están construyendo una
superautopista de ocho carriles al lado del hormiguero. ¿Sabrán las hormigas en
qué frecuencia están hablando los obreros? ¿Sabrán siquiera qué es una
superautopista de ocho carriles? Del mismo modo, cualquier civilización
extraterrestre que sea capaz de llegar a la Tierra desde las estrellas tendría
que estar miles o millones de años más avanzada que la nuestra, y puede que
nosotros no tengamos nada que ofrecerles. En otras palabras, es una arrogancia
creer que los alienígenas viajarán billones y billones de kilómetros solo para
vernos. Lo más probable es que no aparezcamos en sus pantallas de radar.
Paradójicamente, la galaxia podría estar rebosante de formas de vida
inteligentes, pero nosotros somos tan primitivos que ni siquiera nos damos
cuenta.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 383
Nuestro primer encuentro será, pues, una conversación
unidireccional. Puede que captemos por casualidad mensajes inteligentes, pero
nuestra respuesta podría tardar décadas o siglos en llegar a ellos.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 384
Algún día, microbios modificados por ingeniería genética
escaparán del laboratorio y harán estragos en el mundo. Dado que no se puede
cancelar una forma de vida, podrían proliferar sin control y desencadenar una
epidemia fatal en el planeta, peor que las de la Edad Media. La biotecnología
podría alterar incluso la evolución humana, creando «varias especies separadas
y desiguales […] que pondrían en peligro el concepto de igualdad que es la
piedra angular de nuestra democracia».
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 403
El artículo, publicado en la revista Wired con el provocador
título de «El futuro no nos necesita» Bill Joy nos dice:
«Los robots no serán en modo alguno nuestros hijos […] es
muy posible que por este camino se pierda la humanidad.» …
«Una utopía tradicional es una sociedad y una vida buenas.
La buena vida incluye a otras personas. Esta tecno-utopía es solo cuestión de
“no me pongo enfermo, no me muero, voy a ver mejor y a ser más inteligente”, y
cosas así. Si se lo describieras a Sócrates o a Platón, se reirían de ti». Y
terminaba diciendo: «Creo que no es exagerado decir que estamos en el camino
del perfeccionamiento del mal extremo, cuyas posibilidades se extienden mucho
más allá de lo que las armas de destrucción masiva permitían a los
Estados-nación».
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 404
Más inmediato es el peligro de la biotecnología, donde
existe una posibilidad real de que unos biogérmenes escapen del laboratorio. De
hecho, Ray Kurzweil y Bill Joy escribieron juntos un artículo criticando la
publicación del genoma completo del virus de la gripe «española» de 1918, uno
de los más letales de la historia moderna, que mató a más personas que la
Primera Guerra Mundial. Los científicos consiguieron reconstruir el virus ya
extinto, examinando los cadáveres y la sangre de sus víctimas y secuenciando
sus genes, y después lo publicaron en la red. Ya existen salvaguardas contra la
liberación de virus tan peligrosos, pero hay que tomar medidas para reforzarlas
y añadir nuevas capas de protección. En particular, si se produce un brote de
un nuevo virus en algún lugar remoto de la Tierra, los científicos deben tener
preparados equipos de respuesta rápida, que puedan aislar el virus en la
naturaleza, secuenciar sus genes y preparar rápidamente una vacuna para impedir
su propagación.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 405
Algún día tal vez podamos controlar de manera rutinaria los
objetos que nos rodean usando el poder de la mente, descargar recuerdos, curar
las enfermedades mentales, aumentar nuestra inteligencia, conocer el cerebro
neurona a neurona, crear copias de seguridad de nuestro cerebro y comunicarnos
telepáticamente. El mundo del futuro será el mundo de la mente.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 406
De todos los instrumentos que la humanidad ha dominado desde
el principio de los tiempos, el más potente y productivo ha sido, con gran
diferencia, la ciencia.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 407
Yo he dedicado toda mi carrera profesional a trabajar en la
teoría cuántica, a pesar de lo cual soy consciente de que tiene pies de barro.
Saber que el trabajo de toda una vida depende de una teoría cuyos cimientos se
basan en una paradoja provoca una sensación desasosegante.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 417
Estoy rodeado continuamente de universos alternativos, que
se dividen de manera constante en mundos diferentes, pero la probabilidad de
saltar entre dos de ellos es tan reducida que la mecánica newtoniana parece
correcta.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 426
Puede que la pregunta sobre si existe el libre albedrío sea
como la de «¿qué es la vida?». El descubrimiento del ADN ha hecho que la
pregunta sobre la vida deje de ser relevante. Ahora sabemos que la cuestión
tiene muchas capas y complejidades. Puede que lo mismo suceda con el libre
albedrío, y que existan muchos tipos distintos.
(…)
Parece que tenemos un problema. Por una parte, la mecánica
cuántica y la teoría del caos afirman que el universo no es predecible y que,
por lo tanto, el libre albedrío es posible. Pero un cerebro reconstruido por
ingeniería inversa y hecho de transistores sería por definición predecible.
Puesto que este cerebro reconstruido es teóricamente idéntico a uno vivo, el
cerebro humano es también determinista y no existe el libre albedrío.
Claramente, esto contradice la primera afirmación.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 430-431
… yo creo que los transistores no pueden reproducir todo el
comportamiento de las neuronas, que llevan a cabo cálculos tanto analógicos
como digitales. Sabemos que las neuronas son caóticas. Pueden tener fugas,
fallar, envejecer y morir, y son sensibles a su entorno. En mi opinión, esto
indica que un conjunto de transistores solo puede reproducir aproximadamente el
comportamiento de las neuronas.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 432
En última instancia, creo que el libre albedrío
probablemente existe, pero no es el que imaginan los individualistas estrictos
que afirman que son dueños exclusivos de su destino. Sobre el cerebro influyen
miles de factores inconscientes que nos predisponen a tomar ciertas decisiones
antes de que seamos conscientes de ellas, aunque creamos que somos nosotros
quienes decidimos. Esto no significa necesariamente que seamos actores en una
película que se pueda rebobinar en cualquier momento. El final de la película
aún no está escrito. Una sutil combinación de efectos cuánticos y teoría del
caos destruye el determinismo estricto. Al final, seguimos siendo dueños de
nuestro destino.
El Futuro de Nuestra Mente
Michio Kaku, página 433
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