Arte poética I

El sueño es un arte poético involuntario.
Immanuel Kant

Estoy de espaldas a la vida
y ésta alza su silencio bajo el mío,
aún no rebalsa la sombra en que se plasma
porque mi despertar detrás de ella me deslumbra
y la sequedad del ruido mancha mi alma,
impidiendo que flote mi cuerpo sobre la tierra.
Adrede rehúso abrir los ojos,
sobre mi ajena angustia,
hecho pedazos, luchando grave
fuera de mí, liberto,
separado de la luz y de las sombras,
para evitar morir
como hilacha de carne en la memoria.
Lo que fuera de mí se calla
rehuyendo zafarse del vacío
se esconde encogiéndose
en imágenes de vigilia
en la última ola de palabras,
libre de voces hasta partir
como único grito de la sílaba.
Mi cuerpo, rápido y de pie
ante la pobre desazón del adjetivo,
alza el alma, no ve alejarse
al que intenta hallarse en la imagen,
desconcertado frente al rugir del verbo
obviando su corazón ajeno
a espaldas mías, entregado.

Isaac Goldemberg



Caídas

Soy un hombre herido
Por la espalda
Y como estoy herido
Sé adónde voy.
Luis Hernández

De dónde
tanta tristeza
que te persigue
Andas por el filo
y caes con ella
aplaudiendo
el espectáculo
de la caída
Hay otro sol
en el fondo
Un silbido
que llama
un gesto negro

Isaac Goldemberg


Casas

Todavía quedaban en la ciudad todas las casas.
Pero la que menos quedaba era la casa del padre.
El dijo que guardaría su casa hasta el último día de sus días.
Más tarde, mucho tiempo más tarde,
volvía del destierro para ponerle candado.
Y el hijo, sin que fuese suya, se quedó con la llave.
Tiempo hace ya que la casa fue vendida al olvido.
Hoy el olvido tiene su llave, idéntica a la memoria del padre.
Esta será su tranca —dijo— mi memoria.
Más tarde, mucho tiempo más tarde, mudó su casa.
Pónganla aquí —dijo— donde estuvo la casa.

Isaac Goldemberg


“El fútbol me interesa como metáfora de los conflictos en la sociedad.”

Isaac Goldemberg


La última cena

Señor,
un plato de sopa para la resurrección de la carne.
El mozo parece el hambre, el hambre parece Dios.
Quien parece Nadie.
Rechina el diente en la punta del tenedor.
Hoy probó la boca el hambre de Nadie.
Señor, un plato de muerte lo quiere la boca.
Debajo de la mesa ya cavan la fosa.
Llora el cuchillo en la punta de la carne.
Se ahoga la cuchara en la sopa.
Señor,
un plato de sopa para la resurrección del hombre.
Sálvalo, cuchara.
Recógelo, tenedor.
Hoy la lengua probó el sabor de Nadie.
Llueve. Llueve hambre en el plato de sopa.
De la mano del cuchillo, hoy llegó el hambre a comer con Dios.
Desde las barrigas llegaban los gritos de los guardianes del hambre.
Dios pensaba, pensaba en su hambre.
Se sintió el exiliado en el mundo de los hombres.
Oyó que alguien sembraba semillas en los surcos del hambre.
Los esclavos del hambre copulaban en su sopa fecundando más hambre.
Los pies descalzos de Dios danzaban
para que lloviera más sopa
y el hambre y la muerte yacían desnudos sobre la mesa
atrapándose las eyaculaciones con las bocas.
Dios era la virgen herética de todas las hambres.
Llevaba un collar con los dientes de Nadie
y su corazón era la ceniza del hombre.
Dios entró a la casa del hombre con hambre.
Entonces se asomó a su mirada. A sus ojos de tenedor,
al color de su sopa.
Dios comía con el hambre.
Su cuchillo era la muela del hombre.
Su cuchara la espalda, su plato la fosa.
Enredada en la cuchara de Dios se acababa la sopa.
El hambre entraba a saco en la barriga del hombre.
En los vientres encinta.
¡Cuántas lenguas sin boca! ¡Cuántas bocas sin sopa!
Dios tiró su plato con los huesos del hombre.
Se quemó la lengua con el hambre del hombre.
Dios vio diablos en la mesa.
Vio diablos devorando al hijo del hombre.
Nadie les dé posada. Nadie.
Nadie les guarde vino en la copa. Nadie.
Ningún buen hombre. Nadie.
Ninguna buena esposa.
Ninguna buena madre.
Dios vio a los sembradores del hambre
cayendo en su plato de sopa trozados por la cintura
en dos trozos de carne.
Vio salir de los huesos del hombre
el tenedor del ángel del fuego
hurgando en la sopa de los dioses del hambre.

Isaac Goldemberg


Las diez palabras

Toda mi obra la he compuesto con los pensamientos de los humanos, dijo Dios.
Alguien pensó, como en un canto, las diez palabras.
El pensamiento se le quebraba, no la voz.
Cántico hermoso y solemne de la no importancia.
De la no importancia de Dios, dijo el humano.
En la mente del humano rugía el fin del mundo, sin respiración.
Y esto sucedió ante una montaña como podría haber sucedido
ante un prado o un río de diez siglos.
La historia que les he dado es injusta, dijo Dios.
Más injusta de lo que crees, dijo el humano.
Las diez palabras cayeron como un rayo, sin comentarios.
Se citarían después las excepciones,
pero la palabra mandaría expresarse sin ninguna excepción.

Isaac Goldemberg


Lección de poesía

Aunque te mantenga en vela toda la noche,
lava las paredes y friega el piso
de tu escritorio antes de componer una sílaba.
Billy Collins
Sigo pensando que es otra cosa la poesía.
José Emilio Pacheco
La poesía sufrió la mayor devastación.
Fue expulsada de nación en nación.
¿Dónde estaba la justicia en esto?

Al examinar lo ocurrido,
La poesía llegó al corazón del asunto:
Podía ser que hubiese sido la víctima
por haberse dedicado a servir sus propios propósitos.

Cierto, tuvo una visión y una perspectiva del Universo,
pero permaneció oculta al humano.
Su perspectiva fue nada más
que una proyección de sí misma
y quedó bastante satisfecha de su conclusión:
no se encontraba a disposición de los humanos,
y no era sensible a sus términos,
estaba oculta y se revelaba sólo cuando lo deseaba.

La poesía era la poesía
y el humano era el humano
y ocurrió que ya casi nunca se encontraban
la una con el otro.
Esto puso al humano en su lugar,
Golpeó en la raíz de su error,
de su concepción de la realidad misma.

¿Pero por qué se dio en el humano esa aversión tan profunda?
El humano dijo que su mismísima presencia
lo había puesto en peligro
y tenía que hacerla perecer para no ser su amenaza.
Luego rehusó voltear a mirarla.

Isaac Goldemberg



Mail de Dios a los pueblos elegidos

El primer fundamento de la fe es el Nombre,
el primero de las demás existencias.
Ser que no crea ello
habrá perdido su vértebra principal.
Estáblezcase con firmeza en el corazón
que esta verdad no es intercambiable
con ninguna otra verdad.
Y ni siquiera ante la muerte
admitirá sustituto alguno.
Cumplid con la palabra.
Convertidla en práctica.
Todo esto fortalece la fe del corazón
en la indiferencia del Nombre.

Isaac Goldemberg


Me hice hombre al fin
y contuve la pena entre los dientes hasta
morderme la conciencia.

Isaac Goldemberg


"Sentiría cierta vergüenza si pusiera en inglés algo relacionado con el Perú."

Isaac Goldemberg


"Tal vez si hubiera vivido en México o Argentina hubiera tomado su acento, pero en un medio donde el idioma es otro ¿qué español iba a adoptar?  Seguro que la larga permanencia fuera va limando el acento, pero —aunque llame a sorpresa— yo sigo hablando y escribiendo como peruano."

Isaac Goldemberg






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