Estudio de sueño

Produzco un sueño a mi medida:
tomo agua y la doblo
la corto como sábana de agua
y volviendo a mi sueño
la doblo como agua que fuera sábana.

Invento un sueño y tejo el agua
y abro mi sueño como una sábana suave
así las orillas de sus pliegues sean de vidrio
espumoso que se rompe en una ola
que asfixia y no refresca.

Kostas Papageorgíu



Fuego en la selva

Antes de hacerse árbol
gritó fuego.
Los muebles son mansos animales
que espían al hombre
y le conocen desde su opaco
y reluciente brillo
mientras atraen hacia si
los ritmos de sus miembros
y las imágenes de su cuerpo
y con ellas alimentan sus entrañas de madera.
Los muebles se enfurecen cuando pasa el tiempo,
se despiertan en las noches y rechinan y ladran como perros,
espían al hombre con astucia desde sus ojos de cerradura
y gritan pidiendo fuego,
quieren, desde sus maderas de memoria volver a ser árboles
que duerman verde desde siempre.
Cuando despiertas
sacudes, entonces, tu cabellera de leñador.

Kostas Papageorgíu


Me mudo siempre

Siempre me mudo a la misma parte
los vecinos me conocen
pero no me saludan
Sobre montículos,
por las tardes, antes de la noche,
mis vecinos se bendicen,
en especial los varones
muy serios, enterrados en el suelo
hasta la mitad del cuerpo,
fumando en silencio
como muertos de hace mucho tiempo
con su seca piel
rompiéndose a la luz del día
etérea y entera
como las ampollas de sus pensamientos.

Kostas Papageorgíu


Mis edades

Sentadas, en silencio
y con pena de mi
calladas me miran, mis edades,
lamiendo cada una su trapo sucio
sumido en los hedores de sus años.

Como me miran silenciosas,
pero en sus ojos hay hambre
porque ya pasó la hora
y es tiempo de engullir las tinieblas
que han crecido debajo del frío.

Ven, amarga edad de aquel niño enfermo,
funesta edad de alocado muchacho
huérfano que vaga por calles yermas.

Kostas Papageorgíu


Se sentaron separados

Separados
sentaron
a las vírgenes
y a los muertos.

El padre no vería sus orgías
los dedos del sudor del deseo
las uñas que rompían las nalgas
debajo de un blanco mantel
que manchaba, de repente
y a escondidas,
invisible vuelo de pájaros,
pero y sobretodo
para que nadie oyera los gritos
que salían
nítidos
desde su vergüenza.

Kostas Papageorgíu
















No hay comentarios: