A veces vuelves

A veces vuelves, en los entreactos de
una frase, en la vacilación de un verbo
que desconfía de toda calificación, vuelves
con un ritmo oscuro y tenue del agua
de un pozo ciego. Y es como si una puerta
se abriera hacia un afuera que carece
de entorno, que no tiene perfiles de
montaña, atardeceres: blanco sobre blanco
que se agita como una piel sobre sí
misma, golpeada por la fuerza impredecible
de un recuerdo: la sin nombre, la sin rostro,
la sin habitación:
Y cuyo cuerpo es un estremecimiento
ante el misterio, peso del aire,
sabor eterno de la espuma,
morbidez de la luz,
contundencia de un ala sobre la
quieta superficie de la sombra.

Darío Ruiz Gómez



II

pacientemente crece entre los cuartos
de la casa la esperada soledad: empiezan
de repente a escucharse olvidadas palabras 
y entre la sombra de los cuadros renace una sonrisa
que alguna vez nos conmovió Ahora es bueno
entrar al baño y contemplarse humanamente solo
débilmente nostálgico perezosamente triste
ahora es bueno al descubrir la vida
darse cuenta de que esa sombra inacabada de la muerte
siempre estuvo ahí y ni la música de la noche
o los pasos de un vecino que ha llegado tarde
como tampoco ese recuerdo que aletea 
desde la luz de una sábana tranquila
logran borrar este dolor oculto este sabor
de permanente desconsuelo 
donde descubro sin embargo 
la risa de los niños
la alta esperanza de los hombres pobres
ese calor de un corazón que canta

Darío Ruiz Gómez



"La ciudad, como se ha dicho, es el gran invento de la humanidad porque significa dejar atrás la servidumbre del campo, la fatalidad de la naturaleza y entrar en una compleja red donde aparecen los otros, donde la relación humana establece límites y descubre fronteras imprevistas. Es el horror, pero también, la poesía, tal como lo dimensiona Walter Benjamin en su retrato del Baudelaire de París. La ciudad no existe apriori, se va haciendo con uno, como sucede con el flâneur, que en la medida en que camina y medita, va descubriendo los palimpsestos de otras ciudades que lo habitan. En Medellín es evidente este proceso hacia la aparición de un urbanita que necesita, a partir de cero, crear su propia tradición. La ciudad industrial crea un tipo urbano que nada tiene que ver ya con el campo y en su desamparo existencial escoge el tango como la música que lo representa en su sentimentalidad, en algo propio del ser ciudadano, o sea, la nostalgia de algo. Todo esto lo he recogido, no como historia con mayúsculas, sino como una memoria que se convierte en un eterno presente, con personajes y escenarios desde los cuales la vida se llenó de determinados contenidos y en los cuales descubrí lo transitorio de cualquier empeño humano, la idea de la muerte, la idea, de la derrota. Para repetir el verso de Kavafis, siempre estarás regresando a tu ciudad."

Darío Ruiz Gómez



"La modernidad en países como Colombia se tomó como un progreso material, no como un progreso moral. La presencia de formas económicas contundentes trajo consigo un desequilibrio social disfrazado de muchas maneras y justificado como un logro de la modernidad."

Darío Ruiz Gómez


Poema

quien araña la pared no sabe que
a este lado de ella no hay nada: ni
el vacío, ya que éste supondría la
desocupación de algo: los gastados
procesos de una intimidad: una llave, un
trozo de servilleta, un clavo. O sea, rastros
de sentimientos, ácidos desperdicios de
cuerpos que se odiaron huyendo de la
mirada que hubiera podido salvarlos
del horror final. Y quien toca aún la
puerta ignora que ya no hay casa detrás
de ella: un árido campo de extramuro a
quien redimen la ortiga y la campánula
¿Quién puede arañar la pared?
¿Quién puede tocar a la puerta?

Darío Ruiz Gómez



Que los pasos

Que los pasos que han buscado la puerta
verdadera se detengan por fin. Y al entornar
el ala de la puerta sólo la claridad
premie los años de tortuosa búsqueda,
la falta de palabras, el monólogo convertido
en lágrimas cada amanecer. ¡Sólo tú bastas
claridad redentora para que el huerto frío
de mi pecho vuelva a conocer la bondad
de la floración, el silencioso brotar de
los pecíolos, imágenes perdidas que el sol
de otro estío recupera a los ojos asombrados!

Darío Ruiz Gómez






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