Amanita muscaria
En el bosque de pinos
Un cielo alado
Revoloteaba en torno
Al caminante
Sobre el piso de rojiza
Viruta invernal
Bebía un vino oscuro
Y resplandeciente
Pócima paradisíaca
O infernal
Guarda el velado
Secreto de la identidad.
¿Soy yo ese que vuelve
de entre los muertos?
Apenas el borroso recuerdo
De otras vidas
Tan ciertas como la presente.
Ah, el peso insoportable
Del cuerpo, frío quemante.
Afuera amanece.
Raúl Henao
Definición
El poeta
ese hombrecito sudoroso que corre
tras la gente
para soplarle fuego al oído.
Raúl Henao
El silencio
¡Aire sonámbulo, blancura de las rosas!
¿Quién menciona la abeja
en el avinagrado
corazón de la noche?
El sueño no es más alado
Que esta vigilia
Acertijo y pabilo
Ceguera y deslumbramiento.
A mis palabras el silencio pone alas.
Raúl Henao
El tiempo
Uno de tus días (Dios se apiade de ti)
hallarás de todos modos a ese viejo
de aspecto estúpido
que no se ha sacudido el polvo de encima
en muchos años
Gritando y blasfemando como en una taberna.
Sentado ante una mesa con tablero
de chaquete y dados.
Que, como no tardas en advertirlo,
juega con su mano izquierda
contra su mano derecha
y te asegura que —por todos los demonios—
siempre pierde
Y apostando tres veces a su mano izquierda
gana tres veces la derecha
hasta que no dudas más de su palabra
y te sientas a su mesa de juego
con la certeza de que jamás perderás
frente a semejante adversario.
Olvidando que cada mano a su turno
ganará para él lo que la otra ha perdido.
Raúl Henao
Espejos
“Nos acecha el cristal”
(J. L. Borges)
Los espejos mienten para volver a mirarse
En nuestros ojos.
En realidad, somos su prole multiplicada
Otros espejos vacíos como una sala
Puertas abiertas a puertas adivinadas.
Corredores de tiempo sin fondo
Donde nos precipitamos cada mañana
A pesar de la medida y el hábito.
Mirajes del agua quieta
Bajo la que acecha la informe blancura.
Espectáculo de nuestros rostros simulados
Tableros del azar y el destino
Al que queremos implacable y ajeno.
Raúl Henao
Gradiva o el delirio
Al mediodía en tus labios
El viento enciende
Cigarrillos como pájaros
Un rayo del sol son tus pechos
Hay una alondra perdida
En tu cintura
Tu cintura tallada
En una gota de rocío
La lava de un volcán
Corre por tu vientre
La espuma de mar
Levanta en tu flanco
Monumento al amor
Abajo tus caderas
Se deshojan
En la fuente de agua
Donde surge
A la mañana siguiente
Retumbando una banda de música.
Raúl Henao
Gradiva o el delirio
Al mediodía en tus labios
El viento enciende
Cigarrillos como pájaros
Un rayo del sol son tus pechos
Hay una alondra perdida
En tu cintura
Tu cintura tallada
En una gota de rocío
La lava de un volcán
Corre por tu vientre
La espuma de mar
Levanta en tu flanco
Monumento al amor
Abajo tus caderas
Se deshojan
En la fuente de agua
Donde surge
A la mañana siguiente
Retumbando una banda de música.
Raúl Henao
La requisa
Requisa de la policía.
¿Olvidé pagar
La entrada al paraíso?
Raúl Henao
Visión invernal
La niebla era un enjambre
De abejas rumorosas
En el panal de la tarde.
A trechos, en el abandonado
Camino de la montaña
Se escuchaba el chirrido
De una puerta invisible
Al abrirse o cerrarse
Tras el caminante.
Unos hombres en zancos
Arrastrados por el viento
Desaparecían bajo el negro
Ropaje invernal.
La soledad era una vieja
Conocida, encorvada y diminuta.
Pájaro saltando entre algodoneros.
Raúl Henao
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