Ángel guardián

Yo soy el pájaro que llama a tu ventana al comenzar el alba
y tu compañero en ese instante, a quien no reconoces.
Los pétalos que pueden despertar el tacto de un ciego.

Yo soy la cima del glaciar que resplandece más sobre aquel bosque,
y las voces de bronce que recibes desde las torres de las catedrales.
El recuerdo que de repente te asalta a mitad del día
y te llena de un extraño bienestar.

Yo soy una persona a quien amaste hace ya tiempo.
Camino a tu lado cada día, te observo sin cesar
y pongo mis labios en tu pecho, pero tú nunca te das cuenta.

Yo soy tu tercer brazo y tu segunda sombra,
la blanca, por la cual tu corazón no se interesa,
y la que nunca te podrá olvidar.

Rolf Jacobsen
Versión al español de Reinaldo García Ramos,
a partir de la traducción de Guillermo Arango


"Cuando Barbro creció en Barrøy, las chicas no tenían silla. Comían de pie ante la mesa. De las mujeres de la casa, solo la madre, Kaja, comía sentada, y no empezó a sentarse hasta que tuvo a su primer hijo. Cuando Kaja murió, Barbro quiso su silla. Pero Hans decidió que fuera para Maria, acababan de casarse. Al poco se casó también Erling, el hermano mayor, que entonces se mudó a una isla más grande y más rica. Así fue como Barbro y Maria consiguieron una silla más o menos al mismo tiempo. Ingrid solo tenía tres años cuando el padre le fabricó una a ella y le puso unos reposabrazos sobre los que podían colocar un tablón. Así la niña podía sentarse en el tablón y apoyar los pies sobre el asiento hasta que fue lo bastante grande para que se lo quitaran.
Una época había acabado.
Nada de esto se discutió. Tampoco sería fácil determinar si las mujeres consiguieron sentarse gracias a la reivindicación de Barbro o por alguna idea que Hans se trajera de Lofoten. Sencillamente se llevó a cabo, del mismo modo en que las personas de pronto encuentran un nuevo camino entre la maleza, le cogen el gusto y vuelven a recorrerlo hasta que crean un sendero, palabra que no es más que un sinónimo de costumbre.
Pero Barbro se acordaba de cómo era no tener silla, así que desde que consiguió una, se la llevaba a todas partes: a la caseta del embarcadero, al alpendre y también a los campos, donde se sentaba a mirar los animales, el cielo y los ostreros que deambulaban entre las piedras de la playa. Un mueble al aire libre. Eso era como transformar el cielo en un tejado y el horizonte en las paredes de una casa llamada mundo. Eso no lo había hecho nadie nunca. Y los demás no lograban acostumbrarse.
Más adelante, hubo que hacerle también una silla a Lars. Hans la fabricó en el banco de carpintero del alpendre de los suecos, bajo la estrecha supervisión de Barbro, que le llevaba café y comida. Hans intentó deshacerse de ella.
Y Barbro se limitó a quedarse al otro lado de la puerta, pero allí no podía quedarse, no paraba de llover, así que Hans la invitó a entrar otra vez, para que pudiera barrer el serrín y recoger las herramientas a medida que él no las iba necesitando.
Acabó siendo la silla más bonita de la isla. Era igual que la de Ingrid, también con unos reposabrazos sobre los que colocar un tablón, pero además le hizo unas tallas en la parte alta del respaldo, parecían las hojas de una flor que ninguno de ellos había visto nunca. También tenía un agujero ovalado en el asiento, a través del cual Lars podía hacer de vientre, en un orinal; de modo que la silla fue también una letrina, hasta que el niño fue lo bastante grande para ir a la que usaban los demás, que estaba adosada al establo."

Roy Jacobsen
Los invisibles



En voz baja

Palabras
solo pequeñas
palabras pequeñas
y en voz baja
casi sin aliento
para nosotros

como pajitas rotas
palabras sin luz
y casi sin forma,
palabras como en árboles,
pequeñas medias-palabras
como en el sueño
para nosotros

Entre todo lo grande
pequeñas, pequeñas palabras
que esconden
en el dorso de una mano
y junto a tu lóbulo
pequeñas palabras
completamente sin luz
como animales
y hierba.

Rolf Jacobsen


Estuvo Aquí

Estuvo aquí. Justo aquí
junto al arroyo y el viejo rosal.
A finales de la primavera de este año, las rosas siguen pálidas,
casi como tu mejilla
la primera mañana más allá de la muerte.
Pero viene,
solo la luz, solo la fragancia, solo el placer
no vendrá.
Pero fue aquí,
fue una tarde con luna,
el arroyo goteando,
como ahora. Toma mi mano,
pon tu brazo allí.
Y saldremos
juntos en la noche de verano,
silenciosamente, hacia
lo que no es.

Rolf Jacobsen


Girasol

¿Qué sembrador anduvo por la tierra
y plantó con sus manos
estas semillas nuestras de penetrante fuego?
Los granos saltaron de su puño
como el trazo de los arcoíris
cuando surge y se acerca al helado terreno,
a la arcilla joven, a la entibiada arena,
y dormirán allí, avariciosos,
y beberán de nuestras vidas
hasta que revienten en pedazos
para alimentar un girasol que no hemos visto
o el capullo de un cardo o de un crisantemo.
Dejen que vengan las lágrimas de la joven lluvia.
Dejen que lleguen los pacientes dedos del dolor.
No es todo tan dañino como ustedes piensan.

Rolf Jacobsen


"Le recolocó los trozos de madera para que quedasen bien equilibrados y le preguntó si echaba de menos a su padre.
Al principio pareció que no entendía a qué se refería. Luego dijo que sí. Ingrid le aseguró que pronto volvería con ellos. Mikkel también dijo que sí a eso. Ingrid se alegró por todo lo que decía. Le preguntó si el chichón azulado de la frente le dolía. Dijo que no. Ingrid le aseguró que todo pasaría pronto y continuaron caminando a través del intenso frío.
Ingrid estaba sentada en una piel de reno con la espalda apoyada contra la pared y observaba cómo Ellen y Ante retozaban a sus anchas como tambaleantes polluelos de patos de flojel en el suelo frotado con arena. Anja coció carne de cerdo salada que Ingrid había comprado a un herrero con parte del dinero que le había dado Erik Falc, aquella misteriosa deuda del viejo reverendo Malmberget.
Anja había cortado la carne en daditos. Luego había cortado las patatas y las zanahorias también en dados y lo había cocido todo demasiado tiempo. Ahora se encontraba mojando pan fino en el cuenco de madera y saboreándolo mientras miraba a los niños con el primer esbozo de sonrisa que Ingrid había visto en su rostro demacrado, una mujer cuya edad había sido devastada por la guerra y había quedado indeterminadamente entre los veinticinco y los sesenta años, como si no solo la hubieran abandonado el marido y la vida, sino también las estaciones, y, sin embargo, tenía algo, algo de lo que Ingrid carecía, una claridad sencilla y despiadada, no solo un enjambre de sombras que no cuadraban.
Ingrid recordó las palabras de Erik Falc, sobre que había descubierto el amor cuando llegó, y lo había aceptado, pero la verdad era que no había aceptado nada; solo había sido ella misma cuando ocurrió, una persona que ya no existía; y no había sangrado en dos meses.
Era «eso» lo que tenía que haberle preguntado a Eva Sofie, si podía fiarse de los días que había pasado en el hospital tal y como venían anotados en la pizarra junto a la ventana; debería haberlos repasado hora por hora, haberlos repetido y examinado, no solo lo perdido que había ocurrido en Barrøy, sino su cuerpo después de llegar al hospital.
Se levantó y apoyó los dedos sobre la cátedra, debajo de infinidad de mapamundis enrollables y desvencijados, con los cordeles danzando alrededor de su cabeza. Anja la contempló interrogante."

Roy Jacobsen
El mar blanco


Tiempo suficiente

El hombre del bastón blanco tiene tiempo de sobra. Es ciego.
Conoce el mundo desde adentro. Los martillazos
en la pared y los copos de nieve en el pelo, cuando llega el otono
Sabe de qué están hechos los sueños.

No pertenece a la noche sino al día.
Por tu voz sabe si tu corazón está en paz.
La luz le pone un dedo sobre la boca.
No le preguntes. sabe más que tú.

Hay un mundo más allá de los ojos.
Más grande que el nuestro. Es el suyo.
Si te coge la mano él siente los huesos
como alas de pájaros.

Rolf Jacobsen


Tú, pájaro

Tú, pájaro
–siento tu ala.
Siento tu picoteo– tu picoteo
contra las rejas de mi pecho. Sé
que estás preso ahí.
Pero espera
un instante. Sólo un instante,
y serás libre,
tú, pájaro en mí.

Rolf Jacobsen














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