Cuchillo que brilla como el agua.
Blanca sal que recuerda a la nieve.
Ella, con sus finos dedos,
desgaja otra naranja.
Cálida ya la alcoba de brocado,
perfumada por inciensos.
Sentada frente a mí, toca una flauta
y me pregunta en voz baja:
-¿Adónde vas esta noche?
Ya han dado la tercera alerta en la muralla.
El caballo resbalará sobre la helada,
y la calle estará desierta.
¿No sería mejor que te quedaras?

Zhou Bangyan


El arroyo de durazno

¡Cuánto me arrepiento
de no haberme quedado
en el Arroyo de Durazno!
La raíz de loto de otoño,
una vez rota,
ya no se junta.
Recuerdo que aquellos días
nos esperábamos uno al otro
en el Puente de Barandillas Púrpura.
Hoy, solo, la busco en vano
por el Camino de Hojas Amarillas.
Entre brumas se yerguen calladas
innumerables montañas verdes.
Gansos silvestres, bañados
por el rojo sol ponente,
se van a la lejanía.
Mientras mi amada se había esfumado
como una nube
llevada por el viento sobre el río.
Y mi sentir,
las pelusas del sauce llorón,
que, azotadas por la tormenta,
caen al suelo.

Zhou Bangyan (Tcheou Pang-Yen)


Luna esplendorosa.
Cuervos intranquilos.
Terminan las gotas de agua
de la clepsidra.
Llega el alba.
Ruidos de la cabría del pozo.
Ella fija en mí sus ojos,
brillantes, humedecidos.
Helada está su almohada,
empapada de lágrimas.

Nuestras manos unidas.
cabellos al viento frígido.
Es hora de marcharme.
Mas no quiero moverme:
me da pena dejarla.
¡Qué desolador es decir y oír
las palabras de adiós!
Ya está la Osa Mayor
encima de la casa.

Zhou Bangyan











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