El jardín de piedras 

Vivimos en la frescura de ir
portadores de imágenes al jardín de piedras
el vasto imperio expandido, airado.
Lo que permanece a lo largo de los años,
suspiros azulados, violencias calcáreas
enorme región de vidas enmudecidas
crujidos verdes en los dedos de tiza
poco a poco aprendimos a escuchar
en algún lado la caída del jazmín

todas esas noches en las piedras
duermes los ojos los pulmones empapados
de ruidos de un viento inagotable.
La crudeza límpida de una fuga de los cuerpos
adosada a las horas que atormentan la cama
del campamento agitado por la luz 

callar los nombres con suficiente gozo
para que las líneas de fuerza
se muestren en los blancos.
Ve si puedes sentir la arteria
de tanto peso

Hubo noches de acero frágil
Engarzados de gestos inclinados sobre el fuego
el peso de la arena y las penas olvidadas.
Tragaluz paciente en la espesura de la sombra
cada alba en el granito del corazón
tú vuelves a aprender a agitar la luz

Ese ruido de palabras
que viniste a secar
sobre esas pistas donde el viento
se prepara con los cuidados la minucia
de un entomólogo inclinado sobre los coleópteros 

lo que yo amaba por encima de todo
claridad de hierbas de frágil felicidad
era en suma la invención del tallo
brotado temerario, vulnerable
ocupado solamente en crecer.

Que en una tersa sílaba yo pueda
diluir toda violencia y todo oro
ese puro trigo de mí mismo enmudecido.
El desmoronamiento está en mis dedos

Te siento como una flexión en mi voz
donde los polvos de la tarde vienen a asentarse.
La travesía será larga decía el ángel
en la espesura de la piedra 

que no quede más que el ojo indiviso de nuestra carga.
Volvemos siempre más pesados a la tierra
agujereados de espacio clavados de luz
las manos apacibles en el descenso

tus brazos caen
en bajo bosque violáceo
tus ojos caen
y las escamas de la voz
y yo me escucho mil siglos más lejos
recompuesto sonido por sonido.

Sostengo mi vida
una migaja de pan
muy fuerte los cien gramos
del prisionero de guerra
y a menudo tengo tanta hambre
que apenas quedan
y las cosas se colorean
de temores maravillosos

Noche todavía.
Ráfaga de ventana en los cuerpos
abruptos y callados.
La llama pintada del día voluble
sus maquillajes encima del ícono de carne
y cada grado de la noche para comprender
la memoria obsoleta, ¿hasta dónde nos dilataremos? 

Esta plenitud casi y el desgarre de los faros
las aguas de dentro sacuden las ventanas
inmóvil yo escucho escucharme en algún lado
un hambre desbordante de nacer 

Loránd Gaspar


En el pavimento del nombre

En el pavimento del nombre
has recogido esta materia alada.
Deletreaste en voz alta, proclamaste el soplido
la pesada cadena que rechina en el sueño
de las anclas en los puertos desconocidos
Tu ojo pegajoso en la madrugada
intenta comprender, sajada por el remo
en lo untuoso de los grises, esta otra claridad.
Eso que has visto fermentarse en la carne
cuando la bóveda de las aguas se rompe de repente
sobre el portador de brasas, el secuestrador nocturno,
que has enterrado apresuradamente debajo de las noches
o en la aspereza del mediodía cuando la escalinata líquida
del fuego se prende en un cuerpo desconocido
y ensombrece su vientre de zarza espinosa.

Loránd Gaspar



Excavaciones
 
Neolítico II

     Diosas adiposas que no ha tocado aún la
proporción, ni las gracias complicadas, ni el ascesis,

     todo a su reserva de leche, de lípidos, de semillas —
     reina del pliegue que exhala la aloe amarga y los sieteperfumes propiciatorios, mezclados con los husmos de las bestiasgrasas sobre el fuego.
     En un rincón de la casa, en las grandes jarrasblancas, en cuclillas, los muertos.
     Allá, entre los crisantemos de alta mar,con su pesada carga de obsidiana, las barcas deMelos derivan.
Minoico antiguo
La mano deletrea en el sueño las piedras

los nombres y los ritmos del conjuro.

Y es tan clara esta voz procedente de lo opaco,

es tan simple la garganta que ella abre a lo que pesa,

que la mano se estremece sobre las pendientes escotadas.

Adosada a la noche, ella vacila todavía,

tantos ruidos agudos de las aguas en los dedos,

sigue una línea aún desconocida en el mundo

de punto en punto donde su tacto respira,

donde la onda de piedra desabrocha su cuerpo,

desata en el vientre la dicha de la plenitud,

ella repite la línea desconocida ya en el mundo,

en el calor del mismo estrago olvidado.

 Loránd Gaspar


Minoico medio III 

Pozos de luz de los palacios de Tilisos

pozos de sombra de las fiestas del verano

En la habitación profunda de frescor

la Piedra de la mirada en el anillo oscuro

Roto por un breve chorreo de cobre

Culebra de la fecundación, protectora de los muertos.
 

Recolectores de azafrán,

Recolectores de pepitas rojas, azules y blancas

En Cnosos y en Hagia Triada

la sed de las flores bajo el peso de los muertos

curva la mano en los flancos del jarrón —

¡como brilla un instante en el vientre húmedo del sol!

Hombres lampiños de largas melenas,

ceñidos de taparrabos, adiestrados en combates,

el arco tendido al extremo del movimiento,

cosechadores y portadores de ofrendas —

chorreo de hachas y de joyas —

damas azules y hombres de largas melenas

¿qué han visto tan incomprensible?

¿Qué era este clamor encima de sus umbrales?

año 1570
 
Loránd Gaspar



Minoico reciente I
(de Hagia Triada)
 

Delfines, pulpos, peces

frescor de lino, de cañas, de olivos,

vibración del día en un color

gozo de una línea que se mueve todavía

y yo sueño con esta mano entre millones

de manos, sorprendida, feliz —

y no sé qué, un pigmento

que hace que el alma respire,

que vea la vida esas cosas que

vienen a mis ojos

y morirán una vez más 

Loránd Gaspar



Me quemo suavemente

me quemo suavemente
hierba de los días de verano
un grito de silencio
en la idea de infinito

la legra de la mañana desnuda los huesos
el cielo está desnudo un hombre escucha
los ruidos de su corazón empujados por el mar 

Loránd Gaspar


Siempre este eco

siempre este eco
su fuente ilegible
donde deambula antes del alba
descalzo el jazmín
nadas todavía y es de noche
nadas en la noche que siempre ha sido
y tu cuerpo ha atravesado el agua glauca
que siente el engrudo y la levadura.
Y la carne rema en la carne
las manos torturan y las manos matan
arañan para aclarar las tinieblas 

y regresan a lo obscuro.

Loránd Gaspar
















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