corre todavía
el chico en la gallina degollada

sus manos le piden exterminio y no acierta a detenerlas

hasta el séptimo golpe en el riñón recién llegado 

corre otra vez

    cree que el padre lo mira

                    cree que va a quererlo

la violencia cada vez le revuelca las tripas

cacarea entre sus manos hasta que su sexo se levanta

misil que lo lleva desalmado por los corredores vacíos

a campo traviesa

                       entre las zanjas

buscando un dios

María Mascheroni


la bella vejez 

hoy tengo un buen día    dice
y mira las flores    con la punta de los dedos
se cerciora
día a día se cuentan ahora los días de su vida
roza las flores
decide recomenzar con las orquídeas
mientras me cuenta
un interruptor celeste ordena como puede
la partitura inicial de la mañana
       olvida que sus ojos no
       -la mano o incluso mi relato verán más-
       y la escena de pétalos carnosos desata la visión
                milagro otra vez entre las ramas negras
                detrás de las ramas negras 

mi madre tiene hoy un buen día
ochenta y tres años
y un hilo de colores variados
con el que enhebra diaria y delicadamente
su coronilla a los instantes
                – alegría de cada siesta en el relámpago-
si dios quiere

yo sólo atino a declinar mi infancia
y alzo las flores ante ella con alegría
como si el abrigo no acabara nunca

María Mascheroni



la mujer mira hipnotizada con la boca abierta cómo la corriente
sacude y se apodera del cuerpo pequeño

no hay abrazo

                           para apagar el convulsivo terror

 si sobrevive a esto será fuerte

piensa una voz en la cabeza de más años

         sabe que si se queda inmóvil    contenido el respiro

         puede salvarse    puede que no la vean

escondida en las llamas del polaco exterminio

bocanadas de aire

para que la niña respire

la quietud como un disfraz

así la hija recibe su herencia sin cedazo

aluvión que pone las cosas en su nombre

la mujer mayor no va a arrodillarse

ni para respirar

ni para pedir a dios

que a su hija llegue la calma

no sabe

cómo sacar la ternura de la estepa

cómo olvidar por un momento al verdugo

que de ahora en más

se enseñorea en la pequeña cabeza infectada de infinito

María Mascheroni




La tristeza de los primeros días persuadió con facilidad a las acacias

la tristeza de los primeros días persuadió con facilidad a las acacias,
a las gargantas fatigadas y cada tarde
la conversación inadvertidamente
halló sus fuentes en aguas lánguidas y claveles del aire
gentilezas materiales a modo de recuerdos

allí se encuentran las amigas
en el muro de las palabras y la idea del amor
algo inquietas    incrédulas de madurez

preguntan por la mañana en los espejos cómo es
cómo estoy aquí
en este rostro que me mira con edad

ríen y raspan la superficie de los comentarios
desfilan con alegría bien intencionada por las habitaciones
                                                          espaciosas
como si hubiera bien o cercanía

mientras una necesidad terrible    mal trazada   se hunde
subrepticia en la zona que no se siembra
y produce pequeños desórdenes en sus tocados
pensamientos de aire confuso
arraigo    a los claveles

María Mascheroni



padre mío...

padre mío
has quedado en tumba ajena alada y animal
así estremecidos ceremonias y usos
con la generosidad de otra especie la calma parece acercarse

empecinado fuiste y tus hijos

el cuerpo de un pájaro concentra todos tus cantos
y las patas quebradas
a esta tumba -no es altar- vuelvo a llevar mis flores tardías

conozco el lugar     con mis manos fue cavado
con las manos de todos nosotros fue cavado
es que cavamos
para tener donde hincarnos    persignar
para bajar las cabezas y quedarnos sin padre

en este suelo -por dos siglos herido- cada tumba se levanta
borde piadoso y bullente de la tierra alzada

María Mascheroni


¿significa eso algo?
desasosegado ante la gota que va a desprenderse

          pronta colisión del agua con el agua entre los racimos

un hombre deja repentinamente su oficio

agarra al niño y al morral

veo sus ojos vaciados de historia desconocer el puño en alto

no va a detenerse    pienso en el río

no va a detenerse

María Mascheroni





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