A menudo un chico hermoso con labios rojos

A menudo un chico hermoso con labios rojos
me pregunta sonriendo: - ¿cuál es tu religión?
Yo respondo: en tu amor encuentro mi fe,
mi paraíso, mi Dios y mi eternidad.

Abu Ishaq Ibrahim Ibn Sahl al-Isra'ili al-Ishbili más conocido como Ben Sahl de Sevilla



¿Es un sol con la túnica de púrpura

o una luna ascendiendo sobre una rama de sauce?

¿Muestra unos dientes o son perlas enfiladas?

¿Son ojos lo que tiene o dos leones?

¿Una mejilla de manzana o una rosa

que de los escorpiones guardan dos espadas?


Todo el que me censura por amarlo,

Se maravilla cuando ve mi constancia

He sido fulminado por la luz de Musa,


No puedo permanecer de pie cuando lo veo.

Si la luna viera su rostro, se prosternaría

si el cuarto creciente viera su mejilla,

enrojecería de vergüenza

Soy un enfermo grave, cuya desgracia

ha decretado el poder de la belleza

y que ha muerto de tristeza

antes de redimir sus deudas.

Esperaba que me concedieras tus favores


y me has dado de beber,

con la distancia tu amargura

Por Dios, calma el ardiente amor de mi pecho

dándome a beber tu saliva de miel

La enfermedad de la pasión de mi alma no tiene otra cura que besar los labios rojos de tu bella boca. Por Dios, pregunta por mi sed a tus clientes de perlas y a tu fresca saliva de miel por mi fuego.


¿Qué va a pasar a mi alma, que por tu amor ha perecido, si no te inclinas a oír sus quejas?

Has cortado mis noches con la espada del insomnio hasta tal punto que se han convertido

mirada de tus ojos negros, en un esclavo ladrón.

Juro por mi religión que es el amor que siento, y por la alquibla de mi devoción, tu hermoso rostro

que la pasión nace de mis entrañas y si esta enfermedad se adueña de mi cuerpo

prefiero estar enfermo a tener alma.

Cuando me ve el amado esclavizado por su amor, de su poder se da cuenta y coquetea:

bien puedes ser inconstante, porque eres la luna llena y el amado tiene razón si es caprichoso

Cuando llegue la noche, pregunta a tu hermana la luna llena por mi insomnio:

las estrellas, igual que los humanos, saben de mi.

Grito mi queja, bebo mis lágrimas y aspiro el perfume de tu recuerdo fragante.

Con tu imagen en sueños, no está vacío el corazón del triste, pero el sueño,

después de tu partida, amado, ya no es dulce

Soy yo quién siente esta locura de amor: te amo, luna por encima de todos

La tierra viste un manto de verdor y la llovizna esparce aljófar sobre las colinas,

se despiertan las flores, parecen alcanfor, y almizcle penetrante el polvo;

las azucenas saludan a las rosas, boca de perlas que besa una mejilla roja.

El río entre los arriates parece una espada que cuelga de un verde tabalí.

Las aves se levantan, oradores que tienen por tribuna la foresta.

Siento el tonito del color pero es que no se me copiaba bien todo

Ibn Sahl al-Isra’ili


Sus labios rojos, por mi vida, son un ascua encendida
que, en su rostro, refresca y está húmeda.
Me preguntan en broma: ¿Cuál es tu religión?
Ay, por su amor mi fe está dividida:
mi corazón es musulmán, pero mis ojos
siguen la religión de Zoroastro
y adoran el fuego de su mejilla.

Ha quemado mi corazón el aire de un suspiro
y mis ojos, desde que te ausentaste,
no han dormido.
            Mis lágrimas confiesan la pasión,
ay dolor, muero de pena después de que te has ido.
¡Cuántas veces he renegado de la pasión y del amor por ti!
¿Cumplirá el tiempo lo que prometió
y unirá Dios lo que alejado
estaba?
            Me contento con ver tu imagen en sueños, luna mía,
mas se interpone entre nosotros el insomnio;
mi corazón, desde que estás ausente de mis ojos,
se ha separado de mi cuerpo
y ha jurado no volver a él
jamás.
            ¿Volverá la vida a mi cuerpo
para que se cure mi pecho con tu presencia,
aunque tu crueldad me dé la muerte antes de tiempo?
Por ti daría la vida quien muere de tristeza por tu causa,
¿te alegra que te sirva de rescate
o no?
            Estoy confuso por un joven esbelto y hermoso,
cuyos ojos son dueños de los corazones
y muestra la luna llena en la frente;
si la luna viera su rostro se prosternaría
y si el cuarto creciente viera su mejilla, enrojecería
de vergüenza.

            Mi enfermedad se alarga con la languidez de sus ojos;
es un joven hermoso que cautiva a las criaturas con su rostro
y cuya forma de mirar le han robado las gacelas.
Si cuando sale esta gacela
la hubiera visto el samaritano, no hubiese adorado
al becerro de oro.
            ¡Qué hermosa era mi vida —estaba libre de cuidados—
hasta que mis miradas me condujeron al amor!
Oh censor mío, abrevia, no te extiendas;
Dios no ha creado en vano esa hermosura,
no injuries, por su causa,
al afligido.
[…]
Le he perdonado el crimen de dejarme
Por una noche que ha caído ocultando sus favores;
la hemos pasado juntos, con la castidad por compañero,
mezclando el vino de mi canto de amor con el de sus palabras;
mientras la noche se encendía bajo nosotros,
le he presentado el fuego de mi alma y el de su mejilla
y lo he abrazado como el avaro
abraza a su dinero, absorto en él,
lo he atado con los brazos
como si fuera una gacela cuya huida temiese,
¡el corazón quisiera convertirse en brazos
para tener esperanzas de abrazarlo!
Por fin, cuando ya el sueño, enamorado de sus párpados,
extendía en mis brazos un joven obediente a su poder,
la pasión me invitaba a besarlo
y estaba presto a obedecer sus mandatos,
pero la castidad no me dejaba besar sus labios
y el corazón se consumía con sus ascuas.
¡Qué maravilla que se queje de sed
aquel que siente ardiendo las entrañas
y tiene el agua en la boca del amado!

Ibn Sahl al-Isra’ili


Soy culpable de amarlo, soy
el pobre suplicante que desea
una respuesta aunque ésta sea rechazarlo,
soy un amante que al pensar en la muerte se imagina
que quizá Musa encuentre
que es fácil deber visitar su tumba.

Ibn Sahl al-Isra’ili fue conocido también como "El Israelita" por ser judío.








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