Cuando empujo el carrito por el supermercado,
soy el centro del universo;
de arriba para abajo por los pasillos de los porotos y de los jugos,
soy el centro del universo;
que apenas estoy vivo no es importante;
que soy un amante abandonado no es importante;
que me muevo en mi trabajo como un pez fuera del agua no es importante;
soy el centro del universo.

Siempre aquí, si me necesitan -
soy el centro del universo.

Paul Durcan


Tullynoe: Tete-a-tete en la sala de recibo del cura de la parroquia

"Ah, fue un gran hombre."
"Lo fue: se cayó del tren que iba a Sligo."
"Es verdad: pensó que estaba yendo al lavatorio."
"Sí: de hecho salió por la puerta del último vagón del tren."
"Cierto: Dios, debe haberse pegado un flor de susto."
"Claro: vio que ese no era para nada el lavatorio."
"Sí: vio que eran las vías del ferrocarril que desaparecían."
"Lo vio: me pregunto sí… pero no, fue un gran hombre."
"Lo fue: tuvo el Toyota más caro que uno podría comprarse."
"Lo tuvo: bueno, sólo era hermoso."
"Cierto: solía tener un Audi."
"Claro: de hecho solía tener dos Audi."
"Sí: y después tuvo un Avenger."
"Sí: y después tuvo un Volvo."
"Cierto: al principio tuvo un montón de Volswagen."
"Claro: era un aficionado a los Volswagen."
"Lo era: ¿alguna vez no tuvo un Escort?
"No, no tuvo: tenía un hijo, un doctor."
"Sí, tenía: y también tuvo un Morris Minor.
"Sí: tenía una hermana, una peluquera en Kilmallock."
"Claro: tenía otra hermana, una peluquera en Ballybunion."
"Es verdad: lo pusieron en un cajón que pusieron en el carretón de su padre."
"Sí, lo pusieron: su señora se sentó arriba del cajón para dirigir al burro."
"Sí, hizo eso: Ah, pero fue un gran hombre."
"Lo fue: un gran hombre."
"Buenas noches, Padre."
"Buenas noches, Mary."

Paul Durcan


Yendo a casa en Mayo, invierno de 1949

Al dejar atrás ajena y extraña la ciudad de Dublín,
Mi padre condujo toda la noche en un viejo Ford Anglia,
Su hijo de cinco años en el asiento de al lado,
El asiento de cuerina roja sintética,
Y una luna amarilla que miraba por el parabrisas.
“Papi, Papi -grité-, deja atrás la luna”,
Pero, por muy rápido que condujera, no podía dejar atrás la luna.
Cada pueblo por el que pasábamos era otro hito
Y sus nombres contraseñas mágicas a la eternidad:
Kilcock, Kinnegad, Strokestown, Elphin,
Tarmonbarry, Tulsk, Ballaghaderreen, Ballavarry;
Ahora estábamos en Mayo y la próxima parada era Turlough,
El pueblo de Turlough en el corazón de Mayo,
Y la casa de la madre de mi padre, toda lámparas de aceite y mujeres,
Y mi cuarto sobre el pub de abajo,
Y por la mañana gritos de ganado y cantos de gallo:
La vida aparentemente es una prenda sin costuras magnificamente rasgada
Por sus chillidos y bramidos. Y por las tardes
Caminaba con mi padre en el pasto alto junto al río
Hablando con él, algo inaudito en la ciudad.

Pero el hogar no era el hogar y la luna no podía ser más rebasada
Que la pesadilla de la ciudad de Dublín a la luz del día:
De vuelta a lo largo del canal nos metimos en la ciudad
Y cada esclusa era el peaje de nuestra mutua condena;
Y rejas, vallados, asfalto y semáforos,
Y cuadras y cuadras de las llamadas “nuevas” viviendas –
Miles de cruces de soledad plantadas
En la estrecha tumba de la vida del padre;
En el amplio, amplio cementerio de la infancia del niño.

Paul Durcan















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