Palabras de Isis
 
«YO ISIS, señora de los misterios de la naturaleza, me dirijo a ti»:
 
«Tú, neófito que buscas atravesar el portal de la iniciación, y tú, profano que lees por curiosidad, serena tu espíritu, aclara tu mente, calma tus emociones. Apártate del mundanal ruido cobíjate en el manto de tu propio YO para que puedas trasponer sin peligro el umbral que conduce a la morada de los brujos. Arroja tus prejuicios; despójate de tu egoísmo, huye por un instante del personalismo y la irreflexividad; analiza con serena mirada».
 
«No temas sino a ti mismo, no dudes sino de lo que analices superficialmente, no niegues sin primero reflexionar. Sepárate de la multitud que opaca tus ideas; sé tú mismo y piensa por ti mismo; no te limites».
 
«Tú, buscador de maravillas, tú, candidato a la iniciación, no mires hacia la distancia, reúne todas tus energías en ti mismo. Olvídate de la India y del Tíbet, no clames a Dios, Alá, ni Jesucristo. Lo que buscas está allí mismo donde tú estás en este momento. Sí, deja de mirar hacia afuera y sepulta tu mirada en lo más profundo de ti mismo. Aguza tu percepción, afina tus sentidos, y allí en el centro de tu ser estás tú mismo, tu YO, tu verdadera esencia, la verdad detrás de la mentira, la energía inmortal que anima al barro. Mira con unción y reverencia porque es luz…, esa luz que te ciega, es Dios. Escucha como dice: Yo soy el camino y la vida».
 
«Más…, ¡cuidado!, no se puede contemplar a Dios cara a cara sin morir. ¿Estás dispuesto a seguir? Puedo concederte un gran don. Te ofrezco… ¡la muerte! No tiembles, esta muerte es el don de los inmortales, es la del fénix que renace glorioso de entre sus propias cenizas. Para ser, es preciso no ser; para nacer y ser, se debe morir primero. Si lo logras, serás llamado el Dos veces nacido. No desdeñes mi oferta, piénsalo bien; más vale morir ahora que vivir a la espera de la muerte. No creas que si me rechazas podrás seguir indemne tu camino, por el contrario, todos los caminos conducen hacia mí; ignórame y serás como los huérfanos, que no conocen a sus padres. Solamente tienes dos caminos: o te devoro o te desposas conmigo. Tuya, y solo tuya es la elección».
 
«Si eliges ser devorado, dedícate a gozar de la vida, apura la copa del placer hasta la última gota, cierra la mente a la voz de tu espíritu, entrégate a la bestia, y disfruta del placer sensual de la materia. Así, casi sin darte cuenta, llegará el momento de la antropofagia final. ¿Crees acaso que me compadeceré de ti? Te engañas, no tengo sentimientos, estoy más allá del placer y del dolor, más allá del bien y del mal, soy como el sol que se levanta en las mañanas para alumbrar a todos por igual. Después de tu muerte serás solo un despojo y un recuerdo. Después… ni siquiera eso».
 
«Si anhelas desposarte conmigo debes estar dispuesto a sufrir la muerte iniciática, tendrás que pasar por las pruebas a las cuales te someterá sin piedad la terrible Esfinge para aquilatar tu valor espiritual y la calidad de tu temple. Yo me entrego solamente al que llegó a la crucifixión, resistiendo los embates de los cuatro elementos. Amo solamente a los que han sabido apurar la copa de la amargura, de las traiciones, del escarnio y la mofa, persecuciones, calumnias y difamación; a los iniciados que han persistido con valor, sufriendo la soledad del espíritu en medio de un mundo de animales. A mí se llega después de haber recibido la calumnia y la difamación, que son las pruebas del aire; los golpes y persecuciones que son las pruebas de la tierra; los vicios y las tentaciones sensuales que son las pruebas del agua, y después de haber dominado las ambiciones descontroladas, que son las pruebas del fuego».
 
«Este cuaternario corresponde a cada uno de los extremos de la cruz, donde fue clavado uno de los que arribó a mi regazo: Jesús, el Cristo. No obstante, otros aun más grandes han vivido y viven en el secreto; nadie conoce su existencia porque así conviene a sus labores».
 
«No creas que en el mundo existen solo los nacidos una vez y los dos veces nacidos; también existen, por desgracia, los una y media vez nacidos, y los abortados. Guárdate de engrosar sus filas convencido por su maquiavélico lenguaje, ya que éstos no viven ni en este mundo ni en el otro; son aquéllos que en verdad no son iniciados ni profanos, los imitadores de los maestros, los semisabios, los sembradores de mano sucia, los seguidores de la letra muerta, y los magos negros, que me codician y se ufanan de mi amor, cuando no son dignos ni siquiera de mi sonrisa. Unos pueden vestir sari o túnica; otros, collarines y mandiles, otros, los atavíos “rosacruces”; algunos, se proclamarán los “únicos dueños de la verdad”, creyendo tener su monopolio; todos se jactan de mi amistad, pero son solamente pordioseros que me imploran una migaja de sabiduría. No se nace dos veces parándose de cabeza o meditando, ni en el ataúd de ceremonias puramente simbólicas, como tampoco, por obra y gracia del espíritu santo».
 
«Si me desdeñas, recibe mi bendición y prosigue tu camino; destinado estás a ser alimento de los dioses; no todos pueden ser “hombres”; algunos, solamente animales, o peor todavía, vegetales. Si vienes a mí por curiosidad, piénsalo dos veces: es fácil ser temerario con lo que no se conoce. Si no tienes el valor necesario, retrocede, escúdate en tu vanidad y en tu orgullo, confórmate con mirar el suelo como tus congéneres. Si no estás preparado, no aspires a conocer mi rostro: desgraciado de aquél que, poseído de animal codicia o insana curiosidad, contemplare, aunque fuera mi reflejo, porque no me olvidará jamás, y morirá atormentado por el ansia de poseerme».
 
«Si estás preparado, si tienes ojos para ver y oídos para escuchar, si tu intención es noble y pura, prosigue sin desmayo, y sabe que a partir desde el momento en que cruces la puerta de la oculta morada, yo te esperaré ansiosa como la novia adolescente con su primer amor. Este libro puede ayudarte mucho, puede ser el guía que te lleve hacia la escondida puerta que tantos buscan y que tan pocos encuentran. Busca y encontrarás; no eleves preces a los dioses, lucha por mí. Me conquistarás por la fuerza de tu decisión, y no orando».
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
Resulta sorprendente cómo el ser humano, sabiendo tantas cosas, comprende tan pocas. Al igual que en la homeopatía, el producto noble —conocimiento—, se encuentra diluido infinitesimalmente, debido a la incapacidad de comprensión. El homo sapiens dedica sus más importantes esfuerzos al aumento de su saber, pero es precisamente en este empeño donde se pierde cada vez más en la bruma de la incertidumbre y la desorientación. Teórico del conocimiento, devora incansablemente cuanta tesis o nuevo estudio aparece, pero al igual que en el suplicio mitológico de Tántalo, su sed, lejos de saciarse, se acrecienta. Paradójico destino es el de esta criatura alucinada: saber cada día más y comprender cada vez menos. Exteriorizarse cotidianamente de manera inevitable, hasta perder la propia identidad, alejándose obligadamente de sí mismo para fundirse con lo externo. El sapiens ha avanzado con rapidez extraordinaria en la conquista de la ciencia, y con la misma celeridad se ha perdido a sí mismo para vivir en un mundo de fantasmas nacidos de la alucinación colectiva de un mundo cada vez más artificial, estereotipado, y programado. En este mundo, por lo general, triunfa el hombre colectivizado que exhibe una perfecta sumisión a las pautas de la muchedumbre, y que renuncia a temprana edad a pensar con su propio cerebro, haciéndolo en cambio, con «la mente colectiva» de la multitud. Éste es el seguro pasaporte para el éxito material, pero el precio que se paga es de una desigualdad exorbitante con la recompensa. Este precio es la propia individualidad, alegoría central del lema délfico «conócete a ti mismo». Precisamente, quien se conoce a sí mismo, y por ende a los demás, es vejado, postergado y marginado. El liderazgo pertenece a los mediocres; se glorifica al becerro de oro y se celebra el clisé hueco del sujeto programado. El templo de Delfos y su ideal ya no existen. Han sido reemplazados por el templo de la Universidad, el templo de la ley, el templo de las religiones, el templo de las ideologías políticas y sistemas económicos y el templo de las instituciones sociales y sus lemas y consignas. A todos los une un común denominador: «desconócete a ti mismo, entrégate a la muchedumbre y acata sus designios».
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
Lo cierto es que la antorcha de la espiritualidad es llevada en el momento presente por unos pocos individuos, desconocidos en su mayoría. Llamémoslos «los brujos», en un sentido dignificante de esta expresión que usualmente se emplea de modo tan vulgar, ya que nos referimos a los grandes iniciados, a los nuestros, a los superiores desconocidos o sabios ocultos de la humanidad. Entonces, ¿por qué usar el apelativo de «brujos»? Por la simple razón de que siempre, la masa ignorante ha calificado así a los poseedores de cualidades extrañas o poderes desconocidos por el vulgo. Existió además una inquisición que tildó con este apelativo a los hombres sabios de avanzada, para desacreditarlos y anular sus ideas diferentes. Por este motivo, adoptamos con agrado este nombre, con la intención de lavar con el tiempo su estigma negativo y supersticioso. Pretendemos mostrar cómo la hechicería, la ignorancia y la superstición son exclusividad del sapiens, y no así de «los brujos». Por desgracia, en el pasado, la mentalidad popular ha calificado de «brujos» a los simples hechiceros que viajan al «sabbat» empleando sortilegios de baja extracción para satisfacer tal vez sus bajas pasiones. Ahora bien, ¿por qué designamos a Cristo como el símbolo de la espiritualidad? Lo hacemos porque Jesús fue el miembro más destacado de «la Cofradía de los Brujos», preparado especialmente para su misión de hacer encarnar en sí mismo a Cristo. (Jesús y Cristo eran dos personas diferentes; una humana y otra divina).
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
En una sociedad enferma, como la nuestra, tendremos indefectiblemente una cultura enferma y alienada por los estereotipos colectivos. Nuestra sociedad está realmente enferma, y vivimos en ella verdaderos sueños infernales, dignos de la «Divina Comedia». Cada ser encierra un mundo de problemas y conflictos de toda índole. Por suerte, o por desgracia, el hombre embota sus facultades superiores y no advierte todo el horror de su existencia en un mundo trastornado. Un aforismo popular dice que «en el mundo de los ciegos, el tuerto es rey». Algo así ocurre en nuestra civilización, en la cual, las formas superiores de gobierno y dirección comunitaria no están sometidas a ningún tipo de control de sanidad mental. Somos dirigidos en mayor o menor medida por individuos de los cuales ignoramos total y absolutamente su grado de trastorno o enfermedad mental. Basta que alguien aparente ser normal para que sea aceptado como tal. Sabemos que la perturbación mental es uno de los fenómenos más difíciles de advertir y evaluar, aun por los profesionales especializados. El sujeto común está imposibilitado de percibir este trastorno. Parece increíble que en una civilización que se dice avanzada, se haya descuidado tan importante tema, ya que sabemos que es un pequeño grupo de hombres el que dirige a la gran masa. ¿Cuántos de los que forman parte de ese grupo de dirigentes son perturbados con problemas graves? ¿Un 30 %, o acaso no 50 %, o tal vez su gran mayoría? ¿Ha evaluado alguien el daño que esto significaría para la humanidad? No importaría gran cosa que sufrieran perturbaciones mentales aquellos sujetos que no ocupan cargos públicos o directivos de importancia, pero tratándose en cambio de personas cuyo radio de acción social es muy amplio, resulta absurdo, inconveniente e irracional que no sean sometidas obligatoriamente a controles periódicos, destinados a evaluar su salud mental y psicológica.
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
A estas alturas, muchos lectores pueden sentirse preocupados, porque tal vez esperaban más «magia», misterio y ocultismo. Deseaban quizá la revelación de fantásticos secretos que le permitirían desdoblarse con un simple «abracadabra» o alcanzar la clarividencia con la apertura del tercer ojo. ¡Paciencia!, el más impaciente y superficial es el que menos ve. Solamente el que intuye que las grandes verdades se encuentran en lo simple, puede llegar a ver bajo la superficie de las apariencias. La gente siempre busca lo complicado, creyendo encontrar una equivalencia entre complejidad y verdad. Si meditamos profundamente nos daremos cuenta que es mucho más difícil reparar en lo simple que en lo complejo. Lo simple se aparece tan desprovisto de atractivo que nadie se preocupa de estudiarlo o de esforzarse por penetrar la superficie. No obstante, la verdad está en lo simple, y es por eso que se afirma que la «verdad está escrita en el libro abierto de la naturaleza». La verdad está «botada» por todas partes y nadie repara en ella. Es más difícil «conocer lo que ya se conoce» que aquello que se ignora. Lo conocido no llama la atención, y existe ya sobre ello una cantidad de prejuicios. Es por eso que el intelecto lo arrincona en el desván de lo insignificante e inservible, despreciando el profundo tesoro que puede encerrar. El misterio del ocultismo y la magia se basa en la comprensión de lo que es de todos conocido pero que nadie comprende. Es por eso que el vulgo anda tan perdido y desorientado al tratar de encontrar misteriosos maestros en la India, de dominar extrañas cualidades parasicológicas, o de encontrar curiosos y desaparecidos manuscritos con los «secretos mágicos». La palabra «ocultismo» no designa un conocimiento desconocido, sino una enseñanza que está oculta. Oculta por la tontería humana, por el snobismo, la superficialidad, la fantasía, y la falta de un estado de conciencia superior. Es por eso que muchas veces, al faltar el «abracadabra» el estudiante se siente defraudado ya que él esperaba lo «mágico». Pero ¿cuál es generalmente el concepto de lo mágico? Lo mágico es el alimento de la esperanza de los flojos, los cuales creen que basta aprender ciertos trucos o alcanzar ciertos «poderes» para poder alcanzar sin esfuerzo alguno, por arte de magia, la realización de todos sus deseos. Es decir, conciben el arte mágico como el ejercicio de lo arbitrario, en un procedimiento en el cual el mundo y la naturaleza estarían sometidos a los caprichos o arbitrarios deseos del hechicero. Desde ya, debemos desilusionarlos, porque lo arbitrario no existe en el Universo, y de existir, provocaría la destrucción del Cosmos. La gente le tiene horror al esfuerzo, y, por lo tanto, lo «mágico-fácil» tiene un atractivo extraordinario sobre los incautos. Parafraseando a Hermes Trismegisto podemos afirmar que «como es arriba es abajo» y que, por lo tanto, tal como la obtención de algo físico o material demanda trabajo, tiempo, y esfuerzo, igual ocurre con lo hermético, arte en el cual, solamente después de un largo proceso iniciático, es posible recién comenzar a dar los primeros pasos. Sin embargo, no debemos tampoco olvidar que el esfuerzo va en relación a la importancia de la meta que perseguimos, y que no conocemos ninguna meta más alta y noble que la de llegar a convertirse en un verdadero ser humano de altas cualidades espirituales. Muchas personas identifican lo mágico con las dotes parapsicológicas, creyendo que la suprema meta del Ocultismo consiste en desarrollar los poderes PSI. Se comprende el equívoco en virtud del completo desconocimiento que existe en lo que a Ocultismo se refiere, cuyas metas espirituales no son ni temporales ni relativas, sino infinitas, eternas, y absolutas, trascendiendo la materia, el momento histórico, la vida y la muerte.
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
… sostenemos que el espíritu o esencia inmortal, o yo Superior, vive en un «misterioso limbo», al cual no tenemos acceso. Desde ese «limbo», un fino hilo llega sin embargo hasta la conciencia psicológica, dándole al sujeto el «sentido de lo espiritual». No obstante, el espíritu jamás se manifiesta en el cerebro del individuo, y por lo consiguiente, tampoco lo hace en la realidad concreta del mundo material. Por ende, si yo me pregunto, ¿Soy o no soy?, por referirse esto al Ser esencial, tendré que responder: Soy en el limbo donde estoy como ser espiritual, pero no soy en el mundo material donde mi cuerpo físico vive la realidad del momento presente. Y como no me sirve para nada Ser en el limbo, tendré que aceptar que No soy. En cambio, «fulano de tal» —mi yo psicológico— es, y existe en cierta medida, en la realidad material. Aquí llegamos precisamente al objetivo básico perseguido por el verdadero Ocultismo —el esotérico y no el exotérico— el cual es: Que el sapiens se transforme en hombre. Que ese hombre sea espiritual.
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
Llegar a ser espiritual significa en verdad una sola cosa, y esto es, «que el espíritu se manifieste a través del propio cerebro. De esta manera el sujeto es espiritual, porque su espíritu tiene acceso a la realidad material, concreta, y temporal. Ahora bien, que como consecuencia de este hecho se despierten ciertas cualidades superiores en el individuo, es asunto aparte».
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
Tal como los agnósticos, sostenemos que no puede producirse el conocimiento genuino, pero agregamos algo muy importante, que constituye el principio medular de la filosofía hermética, y es el hecho de que la imposibilidad de un genuino conocimiento se mantiene solo por las particulares condiciones de la conciencia del sapiens , y que si esas condiciones son alteradas y modificadas mediante técnicas herméticas, el entendimiento aparece en el individuo, y lo capacita gradualmente para llegar, con el tiempo, a un verdadero conocimiento. Así se ha formado la cofradía de los brujos, poseedores de la sabiduría que está más allá del bien y del mal; del conocimiento que trasciende toda polaridad y parcialidad (por fuerza, esta ciencia debe ser absolutamente imparcial e impersonal).
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
Los «invasores» o «alienígenos», como se ha denominado a supuestos visitantes de las estrellas, no están por llegar; están aquí desde la remota época de Lemuria, anónimos, y enteramente confundidos con la muchedumbre. Estos hombres han sido siempre «la luz de la humanidad», los que llevan, a la manera de Prometeo, el fuego divino en sus manos, alumbrando, inspirando, y ayudando a los hombres terrestres, quienes se encuentran en un mero estado larvario en su evolución.
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
… existen dos clases de hombres estelares: los que originariamente llegaron del espacio extraterrestre y prosiguieron su evolución en este planeta, y los que por el proceso de la Iniciación se transformaron en Mutantes, los cuales alcanzaron por la elevación de su conciencia, la calificación de hombres estelares
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
En alquimia hermética se dice que «para hacer oro hay que tener oro, aun cuando sea una fracción infinitesimal». Precisamente, en las pruebas, se sabrá con absoluta seguridad cuanto oro espiritual tiene el candidato. Si no tiene esta semilla áurea, toda mutación resultará imposible, y el sujeto deberá conformarse con luchar en esta vida para formar su pequeñísima porción de oro espiritual, lo cual lo capacitará en una próxima reencarnación para llegar más lejos.
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
En la escuela iniciática el discípulo tiene la oportunidad de alcanzar una real evolución, liberándose del alma colectiva del sapiens , y convirtiéndose en un auténtico mutante u hombre estelar . Por esta razón, si alguien ha podido ingresar a una escuela iniciática, necesita una serie de indicaciones y puntos de referencia para poderse orientar en el trabajo que allí se realiza ya que de otro modo se desilusionaría prematuramente al no poder captar el sentido y contenido de las disciplinas e instrucciones. Tal vez la valla más grande que pueda encontrar el estudiante es el hecho de que no le sirve de nada estudiar la teoría hermética ya que su intelecto no le basta para desvelar los arcanos que se presentan ante él. Por muy inteligente que sea un individuo encontrará que la razón y la lógica no resultan suficientes para conocer la verdad profunda ya que necesita para esto alcanzar un estado de conciencia mucho más elevado, en el cual sus facultades intelectuales alcancen un rendimiento óptimo.
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
Por nuestra parte, diremos que el Iniciado Hermetista, puede alcanzar los siguientes privilegios a lo largo de su camino iniciático: Liberarse de los complejos y pasiones inferiores. Liberarse del Computador Central de la especie y ser un hombre realmente despierto. Claridad mental absoluta y equilibrio emocional. Conocimiento de las fuerzas ocultas de la naturaleza —lo natural no conocido—. Ingreso a la élite de los verdaderos sabios. El verdadero sabio es el sabio de la mente y no del intelecto. Sobreponerse a las eventualidades de la vida. Conocerse y encontrarse a sí mismo. Apoderarse del secreto de la felicidad y del amor. Desprogramación emocional, instintiva y cerebral. Liberarse del inconsciente colectivo o alma animal. Unirse a la divinidad interna. Conocer las verdades trascendentales y la verdad única, convirtiéndose en un sabio de la mente. Liberarse del dolor y sufrimiento estéril. Reencarnar conscientemente por medio de un «avatar». Conocer las causas ocultas de todo lo que existe. Tener el poder de las vibraciones y secreto de las transmutaciones. Alcanzar la calidad de hombre o mujer estelar, por medio de una mutación genética y psicológica. Liberarse del Maya.
 
John Baines
El hombre estelar 
 
 
 
El hombre estelar es el poseedor de la verdad.
 
Afirmamos fehacientemente que el hombre estelar es poseedor de la verdad absoluta, y que nadie puede llegar a lo absoluto sin convertirse primero en hombre estelar. Por lo tanto, nadie sino los hombres estelares tienen la verdad absoluta, y esto ocurre no porque alguien en particular, humano o divino, se las haya revelado, sino porque la especial conformación cerebral e intelectual a la cual han llegado merced a su mutación genética y psicológica, les permite conocer la realidad desnuda, lo cual no es factible en las condiciones oníricas que vive el sapiens. Es menester comprender que el sapiens no posee el órgano de la verdad, sino más bien, el órgano de la ilusión o mentira…
Ahora bien, el hecho de que un hombre estelar tenga la verdad absoluta no quiere decir ni remotamente que lo sepa todo, sino que, al revés, es consciente de todo lo que ignora, pero tiene la ciencia fundamental, con la cual es posible llegar a tener el conocimiento de todo que se quiera si se dispone para ello de un tiempo prudente. Tener la verdad absoluta significa haber llegado por sobre el esquema universal, a la unión con el todo, quien crea y sostiene la ilusión universal. Lo absoluto es lo que no cambia jamás lo que permanece siempre idéntico en su naturaleza intrínseca. Precisamente, las verdades herméticas no cambian en sí mismas, solamente es necesario saber aplicarlas de distinta manera a situaciones siempre cambiantes. Existen tres tipos de verdad: Verdad cósmica absoluta: —conocimiento de los misterios de la naturaleza— (el conocimiento de los 7 principios herméticos). Verdad absoluta particular: —la verdad absoluta en relación a un problema o situación específica—. Verdad relativa: —verdad para el mundo ilusorio y mentira para la verdad absoluta—.
 
El hombre estelar llega a un perfecto equilibrio interno, y establece por partes iguales la satisfacción de su hambre espiritual y bestial, es decir, alimenta a su bestia y a su espíritu, manteniendo así una perfecta estabilidad.
 
El hombre estelar es humilde. Conoce perfectamente la enorme magnitud de lo que ignora, y al compararse él mismo con aquella inmensidad, se siente sobrecogido por su propia pequeñez.
 
El hombre estelar ama a toda criatura viviente. Su conciencia está en todo y todo está en él. Este sentimiento de unidad total lo hace profundamente conocedor de la naturaleza humana, y al conocer los motivos profundos de los hombres, encuentra difícil culparlos por sus errores. Nadie es capaz de dar más amor que él, porque amar es dar, y el hombre estelar es como un sol ardiente. Tal como el astro rey, él elabora energía en su interior por medio de la transformación de la materia. (Como es arriba es abajo).
 
¡Qué diferencia existe entre estar integrado a la humanidad por incapacidad de ser libre, a unirse a ella después de haber alcanzado la libertad!
 
El hombre estelar es justo e imparcial.
 
El hombre estelar carece de pasiones.
 
El hombre estelar es superior a la muerte.
 
El hombre estelar se renueva a sí mismo constantemente. Modifica cada cierto tiempo sus pautas de conducta, hasta el extremo de que sería posible, para un observador cualquiera, afirmar que no las tiene.
 
El hombre estelar es absolutamente indiferente a la opinión ajena.
 
El hombre estelar está más allá del bien y del mal, y por lo tanto, su opinión sobre los hechos del mundo y de la gente difiere considerablemente de lo común.
 
El hombre estelar vive causalmente. Por tener contacto con el plano superior de las causas, él mismo es quien pone en movimiento las causas que desea que posteriormente se manifiesten en su propia vida, u otras, como efectos concretos
 
El hombre estelar es verdaderamente humano. Sus poderes espirituales no lo hacen apartarse de la vida, y generalmente cumple sus deberes ciudadanos y se gana la vida como una persona cualquiera. Si contrae matrimonio, procura siempre elevar a su compañera a su mismo nivel, pero si no lo logra, sabe vivir con paz, armonía y amor.
 
El hombre estelar no profesa ninguna ideología política; solamente es un humanista que desea que todos los seres humanos alcancen su evolución espiritual.
 
El hombre estelar puede enfermarse y morir como cualquier persona, ya que su cuerpo físico está sujeto también a la ley de las transformaciones materiales. Sin embargo, puede, en la mayoría de los casos, si es que así lo desea, transmutar la enfermedad en salud, de manera progresiva y gradual.
 
El hombre estelar no es un ermitaño que permanezca aparte de los vaivenes de la vida; lejos de ser insensible, vive de un modo mucho más intenso que el común de la gente. Sin embargo, puede, si así lo dispone, ser más duro que una roca o un diamante, o, por el contrario, amar con todo su ser. Emocionalmente hablando posee una sensibilidad exquisita, ya que su conciencia abarca una gama de vibraciones infinitamente más amplia que la del hombre común. Es como si poseyera un piano con un inmenso teclado, en el cual existieran miles de notas diferentes, a diferencia de la escala común.
 
El hombre estelar es introvertido, pero no por egoísmo, sino por la riqueza extraordinaria de su mundo interno.
 
El hombre estelar conoce los secretos del magnetismo universal, lo que le permite vitalizarse a sí mismo y proyectar su conciencia a su alrededor.
 
El hombre estelar practica el secreto del «círculo evolutivo». Ya nos hemos referido al «círculo del burro», es decir, al largo camino que recorre a veces «la bestia humana», para quedar siempre en el mismo lugar. Este circuito no le aporta ningún provecho ni evolución. A la inversa, «el círculo evolutivo» consiste en el sabio manejo del principio de la polaridad, donde el iniciado oscila entre la tierra y el cielo, polarizándose y despolarizándose alternativamente. De este modo, conserva un equilibrio perfecto y mantiene la sabiduría de quien no alcanzó a acostumbrarse a la luz ni a la oscuridad. Sus largos viajes lo conducen siempre al punto de partida, pero habiendo evolucionado considerablemente.
 
El hombre estelar posee su propia moral. La moral celeste es diferente de la moral del hombre terrestre.
 
El poder del hombre estelar , no emana de su «tercer ojo», ni de «chakras» o «Kundalini». Tampoco posee cualidades parasicológicas. Como ya lo hemos manifestado, el hermetista sostiene que las cualidades parasicológicas representan solamente el «desplazamiento y proyección de la energía de la masa», por lo cual, mientras más bestial sea el sujeto, mayores posibilidades de éxito tendrá. Es por esta razón que las cualidades parasicológicas «funcionan mejor» cuando el sujeto está experimentando fuertes estados pasionales de tipo instintivo o emocional, los cuales intensifican o multiplican la irradiación de la energía de la masa. No existe ningún mérito espiritual en esto, solo es una «hechicería inconsciente». El poder del hermetista emana de su fuerza espiritual, de su pureza, del dominio de sus pasiones, de la sublimación de su energía animal, y de la rectitud de sus intenciones.
 
El hombre estelar puede tener grandes problemas materiales en su vida terrenal, ya que su enorme diferencia de nivel con la gente hace que ésta lo mire, instintivamente, con desconfianza y temor, al percibir un poder extraño que no sabe cómo catalogar.
 
El hombre estelar hace el bien, pero «mira muy bien a quien». Presta su ayuda en la medida de sus fuerzas, pero solamente a quienes, según su estimación, lo merecen efectivamente.
 
El hombre estelar puede ser una persona muy difícil de tratar, o bien, la más agradable del mundo.
 
John Baines
El hombre estelar
 
 
 

No hay comentarios: