Pienso que los extraterrestres no existen, deduzco que los
ovnis obedecen a fenómenos naturales o creaciones humanas como aviones secretos
probándose alrededor del mundo desde 1947 o drones con forma de platillo. Eso,
sin embargo, no quita que confíe en lo que muchos testigos me han contado.
Ellos vieron algo y a estas alturas ya no me importa “eso” que vieron, sino la
experiencia. Algo hay arriba, quizás un algo que nunca debiera ser explicado,
porque vivimos es un lugar entre la poesía popular y la ciencia.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
La ufología fue mi personal rebelión punk.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
«El valle del Elqui es el nuevo Sinaí», aseguraba la Maestra
Lucía. «La montaña energética donde Dios bajó a hablar con los hombres se
trasladó y ahora está en el Valle, donde los Hermanos Mayores entregarán sus
nuevos mandamientos». Según ella, los Hermanos Mayores provenían de múltiples
mundos, aunque su planeta natal orbitaba una de las estrellas de la
constelación de sirio. Sin embargo, los que nos visitaban operaban desde una
estación en la luna Ganímedes de Júpiter, desde donde viajaban a la Tierra a
través de portales o en naves de energía, que no eran otra cosa que los mismos
carros de fuego descritos en la Biblia. Porque por supuesto los extraterrestres
eran la encarnación contemporánea de los ángeles y arcángeles del libro sagrado
de la fe cristiana. «El Arcángel Gabriel fue el primero que me visitó. Es alto
y rubio, con largos cabellos como oro, la piel blanca y casi transparente.
Viste de blanco, con un traje parecido al de un astronauta y con una mochila
con cohetes en la espalda. Estos cohetes no son como los de la Tierra, sino que
despiden energía, envolviendo el cuerpo entero de Gabriel en un halo amarillo
brillante, con destellos que se prolongan hacia los lados por encima de los
hombros». Fue ahí cuando la Maestra Lucía nos explicó que por eso los antiguos
veían a los Ángeles y Arcángeles con túnicas resplandecientes y alas en la
espalda. «La primera vez que los vi, bajaron en un carro de luz, en forma de
plato volador. Después lo hacían teleportándose a través de tubos de luz».
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
A principios de los 70, Sixto Paz era un profesional limeño
común y corriente hasta que un ovni se cruzó en su vida. La nave provenía de
Morlen, mundo que los terrestres conocemos como Ganímedes, el satélite más
grande del planeta Júpiter. Sus tripulantes dijeron ser nuestros Hermanos
Mayores y Paz no solo les creyó, sino que a los pocos meses fundó Rahma, misión
destinada a difundir y estudiar los mensajes de Oxalc, líder espiritual y guía
de los ganimedianos.
(…)
Estando frente a alguien que se define amigo de E.T.,
aprovecho de despejar algunas interrogantes que siempre atormentaron mi mente.
—¿Hay extraterrestres gays?2
—No. Ellos creen en un universo de opuestos complementarios,
hombre y mujer. Las relaciones homosexuales atentan contra sus principios
fundamentales. En su sociedad, el sexo tiene un fin meramente reproductivo,
algo imposible en individuos de un mismo sexo.
—¿Y dónde queda el placer?
—En una dimensión incomprensible al entendimiento humano.
—Tipos serios.
—Bastante.
—¿Tienen sentido del humor?
—Sí, pero en una forma extraña, jamás los he visto reírse,
son como alemanes. ¿Se entiende la analogía?
—Algo... ¿Qué comen?
—Son vegetarianos.
—¡¡¡¿Hay lechugas en Ganímedes?!!!
—(Se ríe). No precisamente lechugas, pero equivalentes.
—¿Cómo son ellos físicamente?
—Parecidos a nosotros. De diferentes estaturas, pero por lo
general delgados, con facciones orientales y enfundados en trajes ajustados que
solo revelan el rostro y las manos.
—No sufren de obesidad, entonces.
—La obesidad es un problema solo de los humanos de la
Tierra, por la mala alimentación que llevamos acá.
—Pensé que eran grises con enormes cabezas.
—Esos son otros, los Zeta Reticulanos, los que llaman Grises
o EBEs, siglas en español e inglés de Entidad Biológica Extraterrestre.
—¿Hay más razas de extraterrestres?
—Por supuesto, tal como acá existen diferentes etnias. Hay
millones de especies en el universo conocido. Y cerca de tres mil son las que
nos visitan.
—¿Y esas tres mil vienen de la Vía Láctea o de otras
galaxias?
—La mayoría de la Vía Láctea…
—¿Pero sus amigos son los de Ganímedes?
—En realidad son nativos de sistemas distantes a 500 y 300
años luz de acá, en las constelaciones de Orión y Sirio. Ganímedes es solo una
base de operaciones, una colonia.
—Y usted ha ido a Ganímedes.
—Dos veces.
—¿Cómo fue el viaje?
—El primero fue instantáneo, a través de un Xendra...
—Perdón, me perdí. ¿Qué es un Xendra?
—Una puerta interdimensional que conecta nuestro mundo con
Ganímedes. Es como viajar sin moverse.
—¿Y la segunda vez?
—En una nave, lo que tu llamarías ovni o platillo volador.
Nos encontrábamos con varios miembros de Rahma en el desierto, cuando apareció
una nave en forma de disco que me cubrió con un haz de luz oblicuo.
El rayo me elevó del suelo y de pronto aparecí dentro de la
nave».
—¿Cómo es un ovni por dentro?
—Amplio, con un gran salón hexagonal coronado por pirámides
invertidas. El piso es acolchado y muy suave. Detrás de un panel podían verse
tres tripulantes...
—¿Los pilotos?
—No necesariamente. Las naves no requieren pilotos como
nuestros aviones, son vehículos que reaccionan cambiando de estructura y de
forma como si estuvieran vivos.
—Biomáquinas.
—Buena definición, Francisco.
—Su descripción me recuerda a cómo muestran el interior de
un ovni en Encuentros cercanos del tercer tipo…
—Esa película es más realidad que fantasía. Steven Spielberg
tuvo acceso a información confidencial del Gobierno de Estados Unidos, como
parte de un blanqueamiento de imagen de una organización secreta llamada Magic.
—O Majestic-12.
—Los conoce.
—¿Quién no, señor Paz? Son los malos de Los expedientes
secretos X. El hombre que fuma es parte de Majestic-12.
—Esa organización existe. Fue creada en 1947 por el
presidente Harry S. Truman como un comité formado por doce personalidades del
más alto nivel civil y militar de los Estados Unidos, para manejar la llamada
Agenda Alien. Su autoridad estuvo y está por encima de la CIA, el NSA o el FBI.
Ellos fueron los que recogieron a los extraterrestres de Roswell y pactaron con
los Zeta Reticuli.
—¿Pactaron?
—Tecnología a cambio de permitirles experimentar con seres
humanos. Todo lo que se ve en la película de Spielberg se basa en lo sucedido
en 1954 en la base de Holloman de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
—¿Qué sucedió en 1954 en la base de Holloman?
—El Majestic-12 y su grupo de soldados y científicos
organizaron la primera reunión entre los Grises de Zeta Reticuli y el
presidente Eisenhower. Las escenas finales de la película, son prácticamente
calcadas a lo ocurrido en Holloman. Diez aliens se quedaron en la Tierra, en la
base de Dulce, Nuevo México…
—Hubiese imaginado que en el Área-51.
—El Área-51 es en realidad un lugar de pruebas de aviones
secretos, no tiene relación con los Grises. Todo el mito alrededor de esta
instalación es un distractor. El sitio realmente importante es YY-II, una base
militar subterránea en Dulce, Nuevo México.
—Entonces diez aliens se quedaron acá…
—Y diez astronautas norteamericanos fueron llevados a Zeta
Reticuli, de donde jamás volvieron…
—Igual que el personaje de Richard Dreyfuss en la película.
—Exactamente.
—¿Por qué la película fue un blanqueamiento…?
—En 1976, el Majestic-12 estaba aterrado. El trato con los
Grises no funcionaba como se pensaba. Estaban raptando más personas de las
permitidas, mutilando ganado y realizando experimentos genéticos con animales…
—El Chupacabras…
—Exacto. ¿Conoce la historia?
—La escuché hace años en una charla de FUPEC. Un híbrido
entre felino y simio hecho con ADN de extraterrestre para crear un arma
biológica, una suerte de súper predador que liberaron en México…
—En realidad en Guatemala. El animal resultó más inteligente
de lo que los Grises pensaron y rápidamente se reprodujo por todo el
continente, cruzándose con gatos, perros e incluso aves rapaces. Además, se
supo que los Grises también habían pactado con los soviéticos y los chinos y
que preparaban una manifestación masiva para el gran público. Con la idea de
preparar a las personas para ese evento, a ocurrir supuestamente en 1982, se
financió la película de Spielberg, que fue la primera vez que la cultura popular
mostró el aspecto verdadero de un Gris.
—Al final nada pasó en 1982.
—Hubo una guerra subterránea y espacial. La alianza secreta
de norteamericanos y rusos derrotaron a los Grises y los expulsaron de la
Tierra. Para eso fue la Iniciativa de Defensa Estratégica. El precio de esta
alianza fue el fin de la administración Reagan y la caída de la Unión
Soviética.
—¿El fin del comunismo fue por extraterrestres?
—Sí. A cambio de una estrategia común de defensa contra los
Grises hostiles, la Unión Soviética aceptó desaparecer como tal.
—Entonces, las armas terrestres pueden afectar a naves de
otros mundos.
—Los misiles atómicos son el arma más poderosa en el
universo conocido, la mayoría de las razas los tienen y los ha usado. Acá los
tenemos desde 1945 y funcionan contra vehículos extraterrestres. Además, en la
atmósfera un avión de combate promedio, como un F-15, puede derribar un ovni.
Lo han hecho, ha ocurrido.
—Como en La guerra de las galaxias.
—George Lucas es el mejor amigo de Steven Spielberg. Pero
por favor, no me gusta hablar de guerra y de seres oscuros, como los Grises y
la gente que ha trabajado para ellos.
—Volvamos a su primer viaje en ovni, entonces. ¿Qué
recuerda?
—Recuerdo que el techo de la nave se hizo traslúcido y podía
verse a través de él.
—¿Y qué vio? ¿Marte y los asteroides pasando rápido?
—No, solo una luz fuerte. Y de pronto estábamos dentro de un
ovni gigantesco, una nave nodriza. En ese instante me desmayé. Cuando desperté,
me encontraba en Ganímedes. Después me explicaron que fue porque mi cuerpo no
estaba preparado para el salto.
—¿Qué salto?
—Lo que ocurre es que el espacio está lleno de túneles a
través de los cuales se puede saltar distancias inimaginables en cosa de
horas... o minutos. El viaje entre la Tierra y Júpiter duró solo tres horas
terrestres.
—¿Cómo es Ganímedes?
—Hay grandes ciudades subterráneas alrededor de su ecuador.
En ellas no existen centros comerciales ni nada parecido, porque no los
necesitan.
—¿No hay dinero?
—No se necesita dinero, todos son iguales y a nadie le falta
nada.
—Socialismo marxismo intergaláctico.
—Se parece de hecho… Hay mucho de socialismo en su forma de
vida, pero sin el factor político.
—¿Qué más puede contarnos de Ganímedes?
—El cielo es una noche perenne iluminada por un enorme
Júpiter que cubre los tres cuartos de la vista sobre el horizonte. Imagina que
la luna fuera mil veces más grande que la Tierra.
—¿Puede decirme algo en extraterrestre? ¿Cómo saludan, por
ejemplo?
—Eso es difícil, ya que se comunican con nosotros a través
de telepatía, que es el lenguaje universal. En todo caso, una vez los oí hablar
en su idioma nativo, dijeron sumar sumaeska methazulsal.
—¿Y eso qué significa?
—Que estamos listos para profundizar el contacto.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
Volví a ver hacia lo alto: solo estrellas, no más que
estrellas, miles de millones de estrellas. Pensé en el resto de los FUPEC (Fundación
Universal para el Encuentro Cósmico) y estuve seguro que tampoco habían visto
nada; esa era la gracia de los Contactistas, creer en lugar de ver.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—¿Qué es el Gigante de Cuyamapu?
—Un ser así de grande —levantó el brazo derecho, indicando
que medía por sobre los dos metros—, que aparece hacia allá —apuntó en
dirección al sur—. Lo ha visto harta gente en el sector. Aparece solo de noche,
es entero negro y tiene los ojos grandes y blancos. No hace ruido, solo camina
y observa.
(…)
Mi abuelo dice que se llama Ñepu y que él lo vio caer en una
estrella cuando era niño. Fue hace muchos años, allá, en lo alto dentro del
cráter del volcán Mocho. Ahora en el último año se ha aparecido varias veces
por allá donde vivo y lo han visto algunos vecinos, ¿quiere que le cuente cómo
fue?
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
¿Existe el Alienígena Chileno? Por supuesto. Ahí está,
marcado en la ladera de un monte cerca de Iquique y en el relato de una
entusiasta niña de 12 años de una escuela del sur; del Gigante de Atacama al
Gigante de Cuyamapu.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
Le conté a don Roberto la historia de la abuela de Carlos.
—Lo que vio la señora Carmen fue a un nórdico, la especie
más frecuente que se aparece en esta zona. Altos, muy rubios y con acento del
norte de Europa, porque no son extraterrestres.
—¿Qué son?
Según don Roberto, los nórdicos eran herederos de los
vikingos, que llegaron al continente quinientos años antes que los
conquistadores españoles.
—¿Sabes que el verdadero descubridor de América fue Leif
Erikson en el siglo X?
—Pero Leif Erikson llegó a Groenlandia y al sur de Canadá,
no a Chile —lo corregí.
—Eso es lo que dice la historia oficial —rezongó—. ¿Nunca
has escuchado de los mapuches rubios de Boroa? —negué—. Boroa es un sector de
la Araucanía a unos veinte kilómetros al sureste de Temuco, entre la capital
regional y Nueva Imperial —respondí afirmativamente—. Cuando en 1551 Pedro de
Valdivia fundó la ciudad de Imperial…
—Hoy Nueva Imperial.
—No, esa es posterior. La original ciudad de Imperial estaba
donde hoy se encuentra Carahue —me corrigió don Roberto—. El asunto es que
cuando los hombres de Valdivia iniciaron la exploración de los alrededores
encontraron, para su sorpresa, en la zona de Boroa, comunidades mapuches o lof
en que los originarios eran rubios, altos y de ojos azules. El sacerdote
jesuita Juan Ignacio Molina, autor de Ensayo sobre la Historia Natural de
Chile, hizo en 1776 un largo relato de las características físicas de los
araucanos, detallando en que no excedían las estatura media de la especie
humana, eran robustos, bien proporcionados y de aspecto soldadesco. Según
Molina, «su piel era de un color moreno rojo, a excepción de los boroanos que
eran altos, rubios y de ojos azules, como los habitantes de Escandinavia». No
solo eso, poseían registros gráficos y símbolos que el propio Molina identifica
como idénticos a los que se hallaban en el norte de Europa, en la zona de
Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suecia.
—¿Y esos registros aún existen?
—La mayoría se los llevaron a Europa, pero aún existen y de
vez en cuando alguien encuentra uno que otro. Hay coleccionistas en la zona de
Carahue de restos de los vikingos de la Araucanía.
—¿Usted los ha visto, don Roberto?
—Por supuesto que los he visto, por algo te lo estoy
contando.
—¿Qué paso con los mapuches rubios de Boroa?
—Algunos continuaron hacia el sur hasta perderse entre los lagos
y montañas, donde se escondieron y fundaron la mayor y más secreta de las
colonias, de seguro has escuchado su nombre…
—No… —vacilé.
—Hombre, puedo apostar que en el colegio te han hecho leer
este libro —don Roberto se levantó y tras revisar sus estantes, sacó un
ejemplar de Pacha Pulai de Hugo Silva.
—¿La Ciudad de los Césares? —reaccioné.
—Exactamente, mi joven amigo. El oro de la ciudad perdida
hace referencia al dorado del cabello de sus habitantes. La Ciudad de los
Césares fue fundada en el siglo XII por los vikingos que llegaron a las costas
de Arauco6…
—Pero en Pacha Pulai, la Ciudad de los Césares está en el
norte.
—Hay muchas Ciudades de los Césares perdidas en la
cordillera. La original y más grande de todas es la que queda en el sur, cerca
del volcán Melimoyú, frente a la isla grande de Chiloé.
—Pero aparte de esos vikingos, hubo otros que se quedaron en
Boroa y estaban ahí para el siglo XV, cuando llega Pedro de Valdivia —insistí.
—Sí. Y siguieron ahí, hasta entrado el siglo XX. Para fines
de 1800, algunos se mezclaron con los colonos alemanes llegados durante la
ocupación de la Araucanía, la sangre llama —marcó.
—Pero, ¿cómo llegaron los vikingos a América del Sur?
—Conoces la leyenda de Quetzalcoatl.
—El dios de los aztecas, la serpiente emplumada.
—Una serpiente emplumada con rostro de hombre barbudo y
rubio —me corrigió de golpe—, rasgos que no se daban en los aztecas ni en los
mexicas en general. Dime, ¿qué es una serpiente emplumada o una serpiente
voladora? —no supe qué contestarle—. Un dragón, ¿verdad? —asentí—. Cuando en el
siglo XV, Hernán Cortés llegó a México, los aztecas lo recibieron, creyéndolo Quetzalcoatl,
por su barba y sus rasgos europeos, ¿sabes por qué? Porque ya habían visto a
personas de ese aspecto. La serpiente emplumada era un dragón, o sea un
drakkar, un barco vikingo en forma de dragón del cual bajaron hombres rubios y
barbados. Entiendes, un hombre rubio dentro de una serpiente emplumada.
Quetzalcoatl era un vikingo en su drakkar…
—Fascinante…
—Algunos vikingos, que transportaban sus barcos por los ríos
y por tierra, usaron el territorio mexicano para cruzar al océano Pacífico y así
explorar las costas occidentales de América hacia el sur. Otros lo hicieron por
el Atlántico, hasta la tierra de la plata o Argentum, que es Argentina
—respiró—. Desde el siglo X en adelante, los vikingos fueron dejando colonias
por toda la costa pacífica del Nuevo Mundo, por eso hay tantas leyendas de
dragones primordiales en América Latina, como los mapuches Tenten y Caicai.
«Boroa y lo que sería Nueva Imperial fue la última colonia
de los nórdicos en América del Sur», armaba su relato, don Roberto. «Acá
contactaron y se mezclaron con los mapuches a los que, entre otras cosas,
enseñaron a pelear. Por eso nuestros hermanos originarios estaban tan
preparados para enfrentar a los españoles, cuando estos cruzaron el Bío Bío.
Gracias a los vikingos los mapuches repelieron incluso a los incas. Como pago,
los mapuches les entregaron el oro de Arauco, que ellos llevaron a la Ciudad de
los Césares. Por eso los pueblos de la costa, los lafkenches de Isla Mocha
tienen ritos tan parecidos a los del norte de Europa, como el espejo que hay
entre el ciclo de Avalón de la mitología artúrica y la isla Mocha. ¿Sabes lo
que pasó para el terremoto del 60 en la desembocadura del río Toltén?»
Negué con la cabeza.
—El movimiento de la tierra desenterró un gran secreto, tres
drakkar, tres barcos dragones de los vikingos. Y esto no me lo contaron —me
aseguró—. Yo los vi. Yo y mucha gente más. La madera podrida y las cabezas de
serpientes emplumadas en la proa, la cola enroscada, igual como salen en los
libros.
—¿Y qué paso con los barcos?
—Vino gente de Santiago y se los llevó. Confiscaron hasta
las fotos que se tomaron, pero los que estábamos allí sabemos lo que vimos. Yo
hice dibujos, incluso. Cuando encuentre el cuaderno te los muestro, porque no
tenía cámara de fotos: en esa época solo los ricos tenían. Estoy escribiendo un
libro sobre esta historia, se llama De césares a vikingos, pero me falta tiempo
para investigar, tú podrías ayudarme.
Al final, don Roberto nunca terminó el libro ni yo tampoco
lo ayudé. Cuando murió hace algunos años intenté comunicarme con la familia. No
sabían de su trabajo, tal vez nunca lo terminó o se perdió entre los muchos
papeles que tiraron a la basura. La biblioteca la vendieron y la donaron. Los
sueños de don Roberto se perdieron en su Ciudad de los Césares llena de rubios.
(…)
—Pero el “nórdico” o el “gringo” que vio la abuela de mi
amigo bajó de una estrella —le repliqué en aquella conversación.
—Tal vez los vikingos refugiados en la Ciudad de los Césares
tienen acceso a tecnologías de otros mundos, y ahora vuelan en carros de fuego,
como los mencionados en la Biblia.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—Esa misma noche, el abuelo nos habló del Ñepu.
—Nombre mapuche de la criatura —repliqué, y ella afirmó.
—Mi abuelo nos contó que sus antepasados hablaban del Ñepu
desde antes de la llegada de los huincas a
estas tierras. Gigantes oscuros de ojos blancos que viven arriba, en la cumbre
de los volcanes, y que a veces bajan a observar a las personas. No son malos,
nunca hacen daño. Solo miran. Les gusta mirar.
—Esa misma noche, el abuelo nos habló del Ñepu.
—Nombre mapuche de la criatura —repliqué, y ella afirmó.
—Mi abuelo nos contó que sus antepasados hablaban del Ñepu
desde antes de la llegada de los huincas10 a estas tierras. Gigantes oscuros de
ojos blancos que viven arriba, en la cumbre de los volcanes, y que a veces
bajan a observar a las personas. No son malos, nunca hacen daño. Solo miran.
Les gusta mirar.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—Este es el gran dios extraterrestre de Chile —me aseguró
don Roberto, mostrándome en una vieja revista GeoChile, una foto del Gigante de
Atacama. Era primera vez que lo veía. De hecho, era primera vez que me enteraba
de su existencia—. Es nuestro “astronauta de Palenque” y un geoglifo mucho más
grande y enigmático que las líneas de Nazca, que tienen mejor prensa. Mira este
monumento, es prueba de que, en el pasado, nuestros pueblos autóctonos fueron
visitados por extraterrestres. Esta imagen es la de uno de esos dioses de otro
mundo, vestido con un traje de astronauta. Alguna vez escribiré un libro acerca
de los dioses extraterrestres chilenos y el Gigante de Atacama estará en la
tapa del libro.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
… en Huara, una cita obligada es con el Gigante de Atacama.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
Ubicado en la ladera noroeste del cerro Unita, el Gigante de
Atacama (también llamado Gigante de Tarapacá) es un geoglifo humanoide de 119
metros de largo, lo que efectivamente —como aseguraba don Roberto— lo convierte
en la figura de su tipo más grande del mundo, incluso más que los dibujos de
Nazca, cuyos trazos antropomórficos más grandes no superan los ochenta metros.
La teoría más aceptada es que corresponde a la imagen de un chamán o yatiri,
aunque otros apuntan que representa al dios incaico Tanupa-Tarapacá. El monumento
tendría una antigüedad aproximada de 900 a 1450 años.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—Y aparte del Gigante de Atacama, ¿en qué otros lugares de
Chile hay pruebas de la visita de extraterrestres en la antigüedad, nuestros
propios recuerdos del futuro? —le pregunté a don Roberto, una tarde en que
estudiábamos a Daniken.
—Hay que poner ojo y seguir todos los lugares donde se
aparece el diablo. El diablo chileno, con sus dientes de oro y sus trajes
negros, montado en “caballos voladores” representa la imagen popular del campo,
de estos visitantes cósmicos. En el sector de San Clemente, región del Maule,
hay otros lugares, como El Enladrillado: una formación rocosa que parece una
pista de aterrizaje y que tal vez sean los restos de una plataforma similar a
un puerto dejado por viajeros del cosmos. Alrededor de El Enladrillado hay
ruinas ciclópeas similares a Stonehenge, al igual que en la costa del Maule.
Restos de civilizaciones ancestrales que estaban en contacto con los
extraterrestres, por eso estamos en una zona tan caliente de avistamientos
ovni…
—¿Qué civilización?
—La civilización Mú, un vasto continente que existía en el
centro del océano Pacífico, el que se hundió en medio devastadores cataclismos
y maremotos. Pocos rastros quedaron de esa tierra, la Isla de Pascua es una de
ellas. El Enladrillado de San Clemente otra…
—Se parece al mito de la Atlántida.
—El mito de la Atlántida se basa en el mito de Mú… Es lo
mismo, al igual que Lemuria, que es otro de los nombres de esa tierra. La
leyenda bíblica del diluvio universal también se origina en esos relatos
míticos.
—Dioses ancestrales por todo Chile.
—Chiloé, por ejemplo. El Caleuche es claramente una nave
extraterrestre submarina; o todo el cuento del Trauco, un ser pequeño y deforme
que aparece por las noches para violar jovencitas. Si lo piensas es exactamente
lo mismo que hoy lees en revistas como esas —en la mesa había un montón de Muy
Interesante y Conozca Más—, bajo el termino contemporáneo de Abducción
extraterrestre. ¡En Chiloé hace siglos hay una colonia de extraterrestres
realizando experimentos biológicos y extraterrestres con hembras humanas! —dijo
con absoluta seguridad.
«Batea Mahuida acá cerca de Victoria», continuó don Roberto,
«hacia la cordillera andina detrás del volcán Llaima. Esa formación montañosa
no es un cráter extinto del tipo caldera17, como explican los hombres de
ciencia. Son los restos de una antigua base de astronautas prehistóricos que
estuvieron en contacto con los habitantes primigenios del Wall Mapu. Conversa
con los pehuenches de la cordillera, desde siempre cuentan de bolas de fuego y
anchimalenes18 despegando del volcán Batea Mahuida. Existen, además, como ya
hablamos, muchas Ciudades de los Césares en la cordillera. Solo una de ellas es
la de los vikingos, las otras fueron excavadas por los mismos gigantes que se
retrataron en el desierto de Atacama…
—Como en Pacha Pulai.
—Como en Pacha Pulai —respiró—. Y por supuesto están los
kuel.
—¿Qué son los kuel?
—Las pirámides mapuches, estimado Francisco. Túmulos
ceremoniales en forma de conos volcánicos, encontrados en la zona de Purén y
hacia el interior de la nación mapuche. Una totalidad de trescientas
estructuras de tierra y barro, de entre cinco y sesenta metros de altura. Estas
pirámides mapuches estaban orientadas hacia los ríos en sentido paralelo o
perpendicular. Los kuel son básicamente complejos ceremoniales colectivos, más
cercanos a templos que a tumbas como en Egipto. Desde lo simbólico representan
volcanes, considerados sagrados no solo por los mapuches, sino por
prácticamente todas las culturas andinas. ¿Por qué hay pirámides en la
Araucanía? Por la misma razón que las hay en México, China, Perú y en buena
parte del centro de Asia, además de Egipto, porque los dioses se las enseñaron
a los antiguos mapuches, nuestros ancestros. No estamos solos, amigo mío. Los
dioses chilenos vienen de las estrellas.
—Usted es un extraterrestre, don Roberto.
—Lo soy, y tú también.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—Lo que le contaba —continuó—. Don Antonio estaba seguro de
que las historias del Trauco se relacionaban con visitas de extraterrestres, lo
que llaman abducciones.
—El Trauco es una explicación mítica para la violación —nos
interrumpió Alejandra, una amiga antropóloga que me acompañó a Chiloé a buscar
historias de duendes alienígenas—, representa el abuso y cómo el machismo
patriarcal buscó una justificación en la leyenda. Es un arquetipo bastante más
terrenal y concreto que hombres verdes del espacio.
—Eso es lo que dicen todos acá, señorita —le contestó don
Héctor—, pero no menos cierto es que la presencia del Trauco está rodeada de
una atmosfera paranormal que la lleva más allá de la metáfora de la violación,
el abuso y los embarazos adolescentes.
—Sí, pero de ahí a sostener que el Trauco sea
extraterrestre…
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
El registro más reciente de la aparición de uno de estos
duendes marinos es de 1972, en la localidad chilota de Huildad. Una mujer,
llamada Blanca Cárdenas fue entrevistada por el antes citado Antonio Cárdenas
Tabies y su testimonio aparece en el ya referido libro Abordaje al Caleuche.
«Mis papás me habían enviado a buscar unas herramientas a la casa de mi abuelo
Tránsito Raín, que vivía por la costa, a unas diez cuadras de la última casa
del poblado. Fui sola. Cuando faltaban unas dos cuadras para llegar a la rancha
del abuelo Tránsito, de un barranco saltó un hombre monstruo que al mirarme me
paralizó con sus enormes ojos redondos, como de pescado. Espantada, solo atiné
a salir corriendo del lugar. El hombre monstruo avanzaba dando saltos, se
alzaba del suelo como medio metro y luego caía. Cuando estaba erguido medía más
de dos metros de alto. Sus piernas eran muy largas y llenas de escamas iguales
a la de los peces. Una especie de cola se le doblaba en la espalda. No tenía
pelo, era completamente calvo y su rostro recordaba al de un delfín. En sus
hombros cargaba dos jorobas, una a cada lado de la cabeza. Cada vez que se
acercaba emitía un chillido como de guagua. Me siguió hasta el claro de bosque
donde vivía mi abuelo, luego se dio vuelta y regresó al mar».
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
Oreste Plath, el folklorista —me dice que leyó su libro de
las animitas—. Bueno, él escribía que había que tener perros y gatos, porque
los perros nos defienden de los vivos con malas intenciones mientras los gatos
lo hacen de los espíritus, duendes y muertos que regresan, también con malas
intensiones.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—¿En este periodo de más encuentros, también desaparecían,
así como por arte de magia?
—Sí, nunca supe de dónde venían ni a dónde ni cómo se iban.
Cuando despertábamos allí estaban, a veces agarrados de la cama de mi hermana,
otras de la mía, mirándonos. No hacían nada más, solo nos miraban. Estaban un
rato, no más de diez o quince minutos, se agachaban y cuando nos acercábamos
para verlos mejor ya no estaban.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—¿Existen los duendes, doctora Barrientos?
—No lo sé —suspiró—. Sólo sé lo que yo vi cuando tenía 10
años. —Hombrecitos de madera. —Arbolitos vivos…
Francisco Ortega
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—¿Quiere ver caquita de duende? —me propusieron los alumnos
del liceo PHP de Pullinque—, por acá cerca siempre uno encuentra.
Francisco Ortega
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—Nunca dejar que la verdad arruine una buena historia —pensé
en voz alta.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—Pinochet sentía una especial inclinación por lo
sobrenatural —cuenta el periodista y escritor Carlos Basso, autor de los
imprescindibles La CIA en Chile y Chile Top Secret —, no es secreto que
consultaba con frecuencia el Tarot, volvía a acostarse si se levantaba con el
pie izquierdo y conversaba con un par de brujas, que le aconsejaban qué hacer y
cada movimiento. En distintas fuentes se mencionan hasta tres mujeres que
hacían las veces de adivinas, incluyendo a una muy famosa, la alcaldesa de Puerto
Cisnes, pero es un tema que está abierto y que nadie ha profundizado, y que da
para mucho. Por supuesto también hay detalles escabrosos, como el supuesto
terror que sentía hacia el fantasma de Allende, que decían y dicen, pena en el
Palacio de la Moneda. Pinochet, como muchos otros dictadores, era un sujeto
supersticioso, y de eso da cuenta, por ejemplo, su obstinación en ver la figura
de la Virgen María tallada a balazos en uno de los vidrios de su Mercedes
blindado, luego del atentado del Cajón del Maipo, en 1986.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
… el Cajón del Maipo es uno de los sitios con más
avistamientos inusuales en Chile.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
Juan José, desde tu experiencia, ¿qué crees tú que ocurrió
en Lluscuma en 1977?
—Yo no tengo dudas de lo que sucedió allá —dio un sorbo a su
café—. La madrugada del 25 de abril de 1977 —empezó a hacer memoria—, una
patrulla militar de siete conscriptos, a cargo del cabo Armando Valdés, se
encontraba en una pesebrera cuidando unos caballos, cuando de pronto
aparecieron sobre ellos dos objetos luminosos muy brillantes, uno de los cuales
aterrizó cerca de donde se encontraban. Valdés decidió ir a explorar y fue
literalmente tragado por la luz. Sus compañeros desesperaron de terror,
entonces, tras quince minutos, Valdés regresó de la luz. Lucía barba de cinco
días y el reloj adelantado en igual cantidad de tiempo. Valdés cayó en una
especie de trance y pronunció la que quizás sea la frase más inquietante de la
ufología moderna…
—Ustedes nunca sabrán… —pronuncié yo.
—Quiénes somos ni de dónde venimos —completó el periodista y
escritor español—, pero volveremos.
—Valdés dice que todo fue un engaño, que no ocurrió nada
—repliqué.
—Valdés puede decir lo que quiera, pero hay un detalle…
—¿Qué detalle?
—Hubo otros siete testigos y ellos sí aseguran que allá, en
el norte de Chile, pasó algo extraordinario.
(…)
… en el norte —hizo hincapié en lo que seguía—, Chile tiene
un montón de secretos que dan miedo. ¿Sabía que al sur de Iquique, entre Iquique
y Tocopilla, hay una base subterránea gigantesca? Una ciudad entera bajo
tierra, de la cual despegan aviones y helicópteros; nadie sabe que existe…
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
El «Área-51 chilena» es uno de los mitos urbanos más
conocidos y a la vez desconocidos de Chile. Quizás en la zona centro y sur no
está en el boca a boca, pero alrededor de Iquique y Antofagasta tiene un
carácter similar al que el Caleuche posee para los habitantes de la isla grande
de Chiloé. «No es tan así, la gente de la calle no habla del tema», me aclara
el escritor Hugo Riquelme, coautor de la novela Balas en la pampa y autor de Un
hombre sin nombre, dupla de espléndidos westerns ambientados en la era de las
salitreras. «Es más una historia de militares, relacionada a gente y personal
que trabaja en las bases del Ejército y la Fuerza Aérea».
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
«Crecí en la base de Cerro Moreno», continúa Hugo, «rodeado
de historias y de mitos militares. Mi papá tuvo una larga carrera en la FACH en
donde ejerció varios roles: guardaespaldas de Gustavo Leigh, artillero
antiaéreo, operador de radar, instructor militar y finalmente administrativo en
la Plana Mayor. Cuando estaba muy chico recuerdo visitas de amigos de mi papá a
la casa, muchos de ellos comandos paracaidistas, y cuando se emborrachaban,
hablaban mucho acerca de esa base, del Área-51 chilena», se ríe. «También de
supuestos polvorines militares con armas supersecretas bajo tierra en
Antofagasta. El refugio antibombas en los subterráneos del Hotel Antofagasta
que se supone resistiría hasta ataques nucleares, y otras anécdotas. Mi
favorita era la del Triángulo de Cerro Moreno, que es nuestro Triángulo de las
Bermudas, una zona al norte de Antofagasta donde hay silencio de radar, y
aviones y barcos se han esfumado sin explicación, siendo la desaparición más
famosa de todas, la del Hawker Hunter número 723 de la FACH».
«Mi viejo tiene una historia bien buena de esta base y de
los funcionarios que operaban desde ahí. Papá ejercía comisiones de servicio de
hasta dos semanas cuando era artillero antiaéreo y operador de radares. Eran
misiones en las que se iba de Antofagasta al cerro Gaviota, al cerro Paloma, a
Punta de Tetas y a otras instalaciones que la FACH tiene desperdigadas en el
desierto. Siempre me contaba historias de avistamientos de grandes naves y
nunca las describía como “luces”, siempre eran metálicas y de formas similares
a “alas delta” como él les llamaba. El Área-51 chilena, tiene un perímetro en
el que no se permiten civiles, en parte porque se indicaba que en esos lugares
los aviones iban a entrenar sus disparos. Cuando le tocaba operar radares siempre
sucedían “eventos” que involucraban aviones de la FACH —en esa época Hawker
Hunter, F-5 o Mirage Elkan—, que eran perseguidos o debían perseguir objetos
luminosos en las cercanías».
(…)
—Y usted volvió a ver las luces.
—Sí, unas cinco veces más, cuando me tocaba manejar de
noche, lo que siempre evitaba, porque la noche es para dormir y otras cosas —se
ríe—. Pero algo hay ahí, en el desierto, se lo juro. No sé qué, pero hay algo.
Algo muy secreto.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
La idea de “disfrazarse” de ovni es más común de lo que se
piensa dentro de las políticas de la Fuerza Aérea Norteamericana. El avión
invisible Lockheed F-117 Nighthawk operó quince años en absoluto secreto
alrededor del mundo, haciéndose pasar por un “platillo volador”. Cada vez que
alguien denunciaba haberlo visto, se difundían noticias de avistamientos de
ovnis.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
—Patricio, se te considera uno de los ufólogos más serios de
Chile. ¿Hay en nuestro país otro caso ovni que involucre organizaciones de
gobierno y que sea tan impactante como lo de Valdés?
—Lo de la Isla Robertson, sucedido en la Antártica en 1956 y
que, en mi opinión, es incluso más espectacular que el caso de Valdés. Hago un
paréntesis antes de continuar, porque una versión de los hechos sitúa esta
experiencia en la isla Robert en lugar de la Robertson. Ambas son de origen
volcánico, de una superficie aproximada a los trescientos kilómetros cuadrados
y se ubican sobre el mar de Wedell, al noroeste de la Península Antártica y al
sur de la isla Rey Jorge, donde está la Base Eduardo Frei Montalva, que es la
principal instalación chilena en el continente antártico.
—Los eventos de la Isla Robertson son relativamente
conocidos y tengo entendido que incluso hay una película en proyecto, que
desarrolla el equipo que hizo la serie Gen Mishima, si no me equivoco. Ocurrió
en el marco de las actividades oficiales de la Armada chilena para el Año
Geofísico Internacional (1956-58). Dos científicos y dos oficiales navales
fueron enviados a esa locación con el propósito de efectuar actividades científicas
de diversas órdenes y disciplinas; desde geología y física hasta estudios
radiactivos. Al ser dos de los testigos protagonistas, miembros de la comunidad
universitaria, siempre reticente a todo lo que tenga que ver con ovnis, se
pidió nunca revelar sus identidades, para evitar el desprestigio entre los
colegas. Uno de ellos era un renombrado físico chileno, galardonado
internacionalmente, al menos eso dicen los rumores. La Armada usó el mismo
protocolo para proteger a sus dos oficiales.
—¿Vive hoy alguno de estos testigos?
—Uno. Y llevo años rastreándolo y convenciéndolo de que
hable, manteniendo su anonimato. Quiero escribir una investigación completa
respecto del Encuentro Cercano de Isla Robertson, como hice con lo de Valdés en
La noche de los centinelas. De acuerdo al informe del caso, que se puede leer completo
en el sitio de la CEFAA, durante tres días este grupo…
—¡A ver, espera! —lo detengo—. Me dices que esta gente tuvo
una situación ovni que duró tres días…
—Exactamente, tres días, por eso es un caso único. Acá no
fue una visión de un par de minutos o unas horas, fue una situación que se
extendió por casi una semana laboral completa —ejemplifica—. Y, solo por eso,
ya es mucho más interesante que lo del cabo Valdés.
—Ya lo creo.
—El caso es que, durante este periodo, el grupo estacionado
en la isla Robertson fue testigo de la aparición de dos objetos cilíndricos
enormes, que permanecieron posados a menos de 150 metros de la estación, lo que
califica la experiencia como un Encuentro Cercano del Primer Tipo.
—Como en la película Arrival.
—¡Muy parecido a Arrival! —se entusiasma Abusleme—. Cuando
vi ese filme se me pasó de inmediato por la cabeza la idea de que el director
Denis Villeneuve, o el autor del cuento original, había tenido acceso al Caso
Robertson. Pero bueno. Durante los tres días, que duró el incidente, el
personal científico y militar de la isla pudo hacer mediciones, estudios
radiactivos e incluso aplicar el método científico a la observación, una
cuestión inédita en la casuística ufológica mundial. La expedición poseía dos
detectores Geiger-Miller de alta sensibilidad, uno de audio y otro de
centelleo. Cuando los objetos aparecieron, se percataron de que el detector de
centelleo revelaba que la radioactividad ambiente había aumentado cuarenta veces.
Es decir, podía producir la muerte a un organismo sometido a ella por un
periodo prolongado. La conclusión fue que se trataba de dos objetos sólidos, de
casi doscientos metros de largo… o de alto, porque las naves permanecieron en
vertical, como torres.
Abusleme y yo recordamos la teoría de nuestro compatriota
Ricardo Santander Batalla en ese clásico del misterio local que es ¿Fue Jehová
un cosmonauta?, libro que se adelantó cuatro años a las “vacas sagradas” del
género, como todo lo publicado por Erich Von Daniken. En el texto, Santander
Batalla habla de los clásicos ovnis en forma de cilindro o cigarro, que dado su
tamaño serían naves nodrizas. De acuerdo a su hipótesis, estas “fortalezas
volantes” podían estacionarse en vertical y rodearse de anillos energéticos,
siendo el posible origen para las columnas de fuego que guiaron a Moisés y al
pueblo hebreo durante el éxodo de Egipto.
—¿Hubo registro físico de lo ocurrido en la isla Robertson?
—le pregunto a Patricio.
—Incluso se sacaron fotos y se filmaron minutos de película,
pero estas fueron enviadas a Estados Unidos, junto con todos los estudios
realizados. Nunca más regresaron —acota Abusleme con desgano—. Imagino que aún
han de estar en los expedientes secretos del ATIC de la Fuerza Aérea de los
Estados Unidos, en la base Wright-Patterson en Dayton, Ohio, sede del mítico
Hangar 18…
—El de la canción de Megadeth y los X-Files.
—Básicamente el Área-51 de la costa este.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
… la expresión “el gobierno niega tener conocimiento” que
aparecía en la presentación de los X-Files es una frase de él (Donald Keyhoe) …
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
De un tiempo a esta parte, existe un grupo para el cual la
única explicación de lo que sucede en el mundo está en una conspiración
marxista; por mucho que el marxismo haya dejado de existir como tal en 1989.
Francisco Ortega
Alienígenas chilenos
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