Y Caperucita preguntó al lobo como si hablara con su
abuelita:
—¿Por qué vuelves a leer esos cuentos, si ya te los conoces de memoria?
El lobo se puso de pie y le contestó con voz muy clara:
—¡Para conocerme mejor!
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Leer, disfrutar, comprender e interpretar un cuento, es una
forma de traspasar sus códigos secretos; una manera de recibir un mensaje que
viene a compartir con nosotros siempre algo inusual, impensado o mágico, que
muchas veces está tan alejado de nuestro pensamiento lógico formal, que nos
arrastra a conclusiones contrapuestas con nuestra manera cotidiana de ser y de
pensar, cuando no a ideas excluyentes y enfrentadas con el sistema de creencias
de la mayoría.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
No olvidemos que la literatura, especialmente la literatura
infantil, tiene como primera función un compromiso estético y seductor, que se
materializa en el desafío de promover en los más pequeños el gusto por la
belleza de la palabra y el deleite de recorrer mundos de ficción. Escuchar y
leer cuentos, dejándose encantar por el relato, es la experiencia literaria
primordial; y como tal debería comenzar en el entorno familiar y prolongarse
por el resto de la vida.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Sostengo que uno de los motivos para su eterna vigencia
viene dada por el hecho de que estos cuentos, los más populares y conocidos,
nunca quedan del todo explicitados, dejando siempre la posibilidad de nuevas
interpretaciones, lo que previsiblemente crea a su alrededor un aire mágico,
misterioso y atractivo.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Los cuentos son mensajeros que llegan a nuestra vida para
ayudarnos a mirar los hechos con sencillez y ánimo abierto desde otras ópticas.
El vuelo de la imaginación, la sonrisa, el interés que produzca un cuento, la
admiración por un episodio vivido por otro, real o imaginario, potencia mi
mundo interno evocando conocimientos que solo pueden ser incorporados desde
nuestro yo más primitivo y espiritual, el yo emocional.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Esta historia nos habla de un viejo sabio que
permanentemente era consultado por la gente de su pueblo cuando alguno de ellos
tenía un problema. Después de escuchar a aquellos que se le acercaban, el
anciano iba a su biblioteca y tomaba de ella un gran libro, siempre el mismo,
lo abría y lo ojeaba, como buscando allí la mejor respuesta. Unas veces después
de unos minutos, y otras después de varias horas, terminaba cerrando el grueso
volumen satisfecho y volvía a su consultante trayendo siempre la respuesta más
adecuada y sabia a la pregunta que le habían hecho.
Los discípulos del viejo maestro pedían de vez en cuando que
se les permitiera consultar también el libro, pero el maestro siempre se lo
negaba, argumentando que no estaban preparados para ello.
Una noche, mientras el maestro dormía, los alumnos se
colaron a escondidas en la biblioteca, robaron el libro y se lo llevaron a casa
de uno de ellos para leerlo...
Una vez reunidos todos, a la luz del candil, abrieron el
libro y descubrieron con sorpresa que las páginas del libro robado estaban
todas en blanco.
Estaba claro que el maestro se les había anticipado y, para
darles una lección, había reemplazado el libro por este otro.
Avergonzados, los alumnos fueron al día siguiente a devolver
el libro con las hojas en blanco y le dijeron al maestro que habían aprendido
la lección, que ya podía devolver a su lugar el verdadero libro.
El sabio maestro sonrió y dijo:
—Este ES el verdadero libro...
Los alumnos no entendían.
—Pero… si las páginas del libro están en blanco, ¿por qué lo
consultas? ¿Qué es lo que dice ese libro? No contiene una sola idea, ni un
conocimiento… ni siquiera hay letras en él.
El maestro los miró y les dijo:
—La verdad y la sabiduría de ese libro no están en lo que
dice, sino en lo que insinúa.
Y agrego yo... como en todos los libros.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Una educación que ayude a priorizar lo importante sobre lo
banal, que ayude a diferenciar lo primario de lo secundario y los detalles de
lo fundamental; que nos sirva para separar la venganza de la justicia y
diferenciar lo mejor para el bienestar de muchos, de la satisfacción o la
conveniencia de unos pocos. Una sociedad en la que cada uno tenga claro cuáles
son los valores que defiende.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
La superación personal comienza, sin duda, en el aprendizaje
y sigue en la conciencia de ese aprendizaje. Continúa cuando enfrentamos
nuestro miedo al fracaso y en la capacidad de aprender de los errores.
Finalmente, el resultado necesita las más de las veces que cultivemos la
confianza en nosotros mismos que, más allá de los resultados, de momento nos
permita darnos siempre otra oportunidad. La perseverancia, la consistencia, la
capacidad de aprender y el compromiso son seguramente las herramientas más
poderosas que tenemos los que solemos equivocarnos, es decir, las mejores
herramientas de todos.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Si sé quién soy y tengo claro cuál es mi rumbo, y me permito
elegir conscientemente de quién me acompaño, no solo podré tener un camino
sereno y placentero, sino que también podré desarrollar una percepción más
optimista de las cosas e inevitablemente avanzaré en la dirección de conseguir
que el mundo se transforme más y más en aquello que deseo, para mí y para
todos.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Recuerdo el primer día que escuché este texto, que
reproduzco aquí, llamado «Saludo al Buda que hay en ti», y que tanto se me
aparece cuando escribo sobre estas cosas. Tal como lo puedo recordarlo, decía
más o menos así: Tú eres perfecto, así como eres, aunque no seas consciente de
ello. No es tu mérito, nadie puede ser otra cosa. No es algo que, con suerte,
tiene que suceder en el futuro... Ya ha sucedido. Una sincera confrontación
contigo mismo te revelará tu estado de perfección. Ya sé que puede parecer
presuntuoso, y que por eso te resistirás a confiar en ello totalmente. Es
natural. Pero permite que esta idea se deposite en ti como una semilla y en
torno a ella comenzarán a suceder muchas cosas que te demostrarán esta verdad.
Eres perfecto y nada te falta, solo precisas un poco más de consciencia, una
pequeña lámpara que ilumine tu mente. Todo este reino es para ti, solo tienes
que reclamarlo. Pero no puedes reclamarlo, no puedes ni siquiera soñar con
reclamarlo, si crees que eres un mendigo. Una vez que la oscuridad desaparezca
dejarás de ser un mendigo, y serás un Buda, un soberano, un emperador. Esa idea
de que eres un mendigo, de que eres ignorante, de que no mereces lo que tienes
se te ha repetido tantas veces que se ha convertido para ti en una profunda
hipnosis, y esa hipnosis debe ser desbaratada. Permite que tu corazón lo sepa:
nada está mal en ti, y por eso todo está bien si nada pretendes cambiar, ya
que, más allá de tus creencias, tú eres un Dios en proceso, un ser divino que
está empezando a desarrollarse.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Todos deberíamos preguntarnos: «¿Por qué buscamos
infatigablemente ser maravillosos?». Seguramente porque pensamos que solo así
los otros podrán querernos, que solo se quieren las virtudes, los méritos y los
logros de los demás. Si nos detenemos un segundo a considerar por qué queremos
a quienes queremos, quiénes son y qué hacen, nos daremos cuenta de que nuestro
amor (cuando es verdadero) poco tiene que ver con cuán exitosos sean.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Solo para sacarle todo el partido posible a este espacio,
pregúntate y responde sin pensar demasiado: Cuando amas a una persona… ¿qué
haces con ella o para ella? ¿Cómo la tratas? Alguna de estas cosas que se me
ocurren seguramente pasará también por tu cabeza: … intento hacerle feliz. … no
soy tan duro con él o con ella cuando se equivoca. … valoro su esfuerzo más que
sus resultados. … le hago mimos. … le compro las cosas que le gustan. … le
protejo. … respeto su opinión. … no pretendo que sea diferente de lo que es. …
le perdono. … le aliento a perseguir sus deseos. … cuido su salud. … le sonrío
y le digo con frecuencia cuánto le quiero. ¿Agregarías algo? Por favor, no te
prives... Y después, con tu lista completa pregúntate: ¿Cuántas de estas cosas
haces por ti? ¿Para ti? ¿Contigo mismo?
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Demasiadas veces creemos que para ser dignos de amor debemos
ser portadores de destrezas extraordinarias.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
La mayoría de nosotros chapoteamos en la desidia, utilizando
nuestra energía para justificarla en lugar de ocuparnos de aprender a usar
todos nuestros recursos para vencerla.
Nosotros, los ABNEGADOS, decimos que no tenemos tiempo para nuestras apetencias porque, lamentablemente, antes que en lo que deseamos, siempre debemos pensar en alguna obligación.
Nosotros, los INDECISOS, que tenemos no uno sino muchos deseos y estamos convencidos de que son contradictorios o incompatibles entre sí… Y, como no podemos elegir uno renunciando a los otros, preferimos no pensar en ello.
Nosotros, los que nos creemos FRÁGILES, que evitamos ilusionarnos para no tener después que soportar una frustración.
Nosotros, los DEVALUADOS, que sostenemos que nuestro deseo es demasiado pretencioso cuando hay otros que merecen acceder a él mucho antes.
Nosotros, los NIHILISTAS, explicando que no se puede hablar de «verdaderos deseos» en un mundo como este, donde las condiciones cambian semana a semana, día a día, segundo a segundo...
Y nosotros, los devaluados frágiles nihilistas abnegados e indecisos, que vamos variando de excusa y justificación con tal de no asumir que no estamos dispuestos a luchar por lo que auténticamente deseamos.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Como siempre, una de las llaves de una buena calidad de vida
es concedernos el derecho de cuestionar las pautas aprendidas, dándonos permiso
para explorar con curiosidad e interés todo lo que nuestro cuerpo, alma y
espíritu nos demanden, empujándonos a vivir con intensidad y compromiso cada
minuto, y poniendo en juego todo lo que somos y sabemos, incluso aquellas cosas
que otros dicen que deberíamos mantener en las sombras.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Si Caperucita es un cuento educativo, no está dirigido a los
niños, está dirigido a los padres.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Creo firmemente que el cuento de Caperucita, tal como está
narrado, nos advierte, además, de que la educación de los niños no empieza y
termina en los mensajes de los padres, sino que atraviesa el tiempo y las
generaciones llevando sus nutritivos o tóxicos efectos desde nuestros abuelos
hasta nuestros hijos, y posiblemente más allá.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Está claro que cada cual tiene un talento y que
desarrollarlo es la meta, pero mi experiencia como terapeuta me ha enseñado que
demasiadas veces, aun sabiendo que es ese el desafío, no tenemos claro cuál es
el camino que nos permitirá aprovechar esos recursos. Desarrollar un talento no
es crearlo, es hacer crecer un don que ha nacido con nosotros, poniendo en ello
la energía que solo le dedicamos a las cosas que más nos importan y utilizando
todo lo que otros pueden enseñarnos.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Aún hoy, coexisten dos modelos educativos. Uno que utiliza
como método la memoria y la repetición, y que tiene como objetivo la
acumulación de conocimiento, y otro diseñado para fomentar el descubrimiento y
la investigación, y que se plantea como objetivo la apertura de la mente de los
alumnos. El primero, un tanto carcelario y controlador, está basado en la
importancia de la trasmisión de conocimientos (cuantos más, mejor) y se apoya,
básicamente, en la experiencia de los profesores y en la disciplina del
alumnado. Sobrevalora la importancia de los contenidos y, como dije, espera que
los alumnos incorporen sin modificaciones lo que se les enseña y que sean
capaces de reproducirlo fielmente en sus exámenes. El alumno ideal es el que
acata sin cuestionar, el que obedece sin chistar, el que toma los mejores
apuntes, el que tiene mejor memoria y es más aplicado a la hora de hacer la
tarea. El segundo modelo intenta ser más liberador. Parte de la idea de que
solo se puede conocer algo a fondo involucrándose con ello, es decir,
animándose a transformarlo, cambiarlo, acomodarlo, mejorarlo o empeorarlo,
modificándose uno mismo en el proceso. Valora la innovación, la exploración y
la creatividad, apostando a que el mejor aprendizaje es el que, a través de un
desafío, invoca herramientas conocidas y las pone en juego para elaborar una
respuesta integral al problema que algo nuevo siempre supone. El ideal del
alumno es aquel que participa activamente preguntando, cuestionando y
desafiando a sus maestros, poniendo en acción sus aptitudes personales hasta
conseguir transformarlas en un talento o en un aprendizaje. Obviamente, de nada
servirá que la mejor educación haga el camino más fácil o menos doloroso, hay
que agregarle lo propio: nuestros más guardados recursos, nuestro compromiso y
creatividad, nuestra capacidad y, por supuesto, nuestro trabajo. Dicho de otra
manera, tenemos una idea puramente conductista del aprendizaje, basada en la
memoria, que menosprecia la comprensión profunda de las cosas tanto como
distorsiona la conciencia de utilidad de lo aprendido. Educamos como si
cargásemos datos en una computadora y evaluamos su aprendizaje por la fidelidad
de sus archivos, premiando con una buena nota a los que pueden reproducir mejor
lo que se les dijo o lo que han leído en sus manuales. El proceso de
aprendizaje debe centrarse en la comprensión y la experimentación de lo
aprendido, más que en la simple acumulación de datos, y es allí donde la tarea
de los padres es fundamental e irremplazable.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
De la misma forma que la ciencia médica no se conforma con
diagnosticar, sino que trabaja en curar enfermedades, así la educación, en
general, debería centrarse no solamente en la transmisión de conocimientos,
sino también y, sobre todo, en el descubrimiento, desarrollo y entrenamiento de
la mejor y más eficaz conducta del hijo o del alumno, sea esta cual fuera.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Una vez escribí un poema lleno de cosas encontradas,
descubiertas y aprendidas, que hoy quiero compartir contigo con el deseo de que
la vida misma te haya enseñado ya estas cosas que yo le decía a mi hija, con
emoción, hace casi veinte años: Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro
de haberte enseñado... a disfrutar del amor, a enfrentar tus miedos y confiar
en tu fuerza, a entusiasmarte con la vida, a pedir ayuda cuando la necesites, a
decir o callar, según tu conveniencia, a ser amiga de ti misma, a no tenerle
miedo al ridículo, a darte cuenta de lo mucho que mereces ser querida, a tomar
tus propias decisiones, a quedarte con el crédito por tus logros, a superar la
adicción a la aprobación de los demás, a no hacerte cargo de las
responsabilidades de todos, a ser consciente de tus sentimientos y actuar en
consecuencia, a dar porque quieres, y nunca porque estés obligada a hacerlo.
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado... a exigir
que se te pague adecuadamente por tu trabajo, a aceptar tus limitaciones y
vulnerabilidades sin enojo, a no imponer tu criterio, ni permitir que te
impongan el de otros, a decir que sí solo cuando quieras y decir que no sin
culpa, a tomar más riesgos, a aceptar el cambio y revisar tus creencias, a
tratar, y exigir ser tratada, con respeto, a llenar primero tu copa y, después,
la de los demás, a planear para el futuro sin intentar vivir en función de él.
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado... a
valorar tu intuición, a celebrar las diferencias entre los sexos, a hacer de la
comprensión y el perdón tus prioridades, a aceptarte, así como eres, a crecer
aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos, a no avergonzarte de andar
riendo a carcajadas por la calle sin ninguna razón, a darte todos los permisos
sin otra restricción que la de no dañar a otros ni a ti misma. Pero, sobre
todo, hija mía, porque te amo más que a nadie, quisiera estar seguro de haberte
enseñado... a no idolatrar a nadie... y a mí, que soy tu padre, menos que a
nadie.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Psique reaccionó y corrió tras él. —Por favor…—gritaba la
joven—. ¡No me dejes!... No puedo vivir sin tu amor… —Lo siento. Mi amor no
puede convivir con tu desconfianza —contestó él.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Como siempre, la mitología nos abre a un mundo de
interpretaciones y relecturas, llenando cada momento con decenas de metáforas y
de símbolos.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
El que tiene fe no solo cree: el que tiene fe sabe, confía,
está seguro, tiene la certeza de que los demás, uno mismo, Dios o las
circunstancias, obrarán en concordancia con lo que cree.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Si tengo fe en algo o en alguien, creo en ese proyecto,
confío en esa persona, en su lealtad, en su palabra, en su capacidad, en su
amor... Y esto es tan importante que, en una pareja, la confianza mutua es por
fuerza uno de los tres valores imprescindibles para construir una relación
trascendente (los otros dos son la atracción y el amor).
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Vivimos épocas en las que la confianza no es moneda
corriente...
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Los escépticos de corazones cerrados, aunque a veces posean
mentes brillantes, siempre se quedarán encerrados en el lugar del supuesto
saber, menospreciando a los que seguimos hablando desde el corazón, desde la
panza o desde el alma, a aquellos que hablamos más de emociones que de
pensamientos, más de espiritualidad que de gloria y más de felicidad que de
éxito. Muchos de estos encumbrados pensadores configuran a veces la peor de las
aristocráticas y sofisticadas estirpes de quienes se muestran demasiado
«evolucionados» como para admitir su desolación, su confusión o su infelicidad.
En todo caso permanecen «seguros», totalmente atrapados en su identidad,
confiando en el valor de sus posesiones y en la fuerza de sus lógicas e
irrebatibles ideas, y entonces no están dispuestos a salir de su aislamiento y
que se descubra su propia soledad afectiva y su falta de compromiso con el
común de la gente. Cerrados a casi todos, su único consuelo es apoyarse en las
murallas de la vanidad, lo cual hará que les sea cada vez más difícil aceptar
que otros, desde recorridos totalmente diferentes, les propongan soluciones
también diferentes. Es que si no abrimos el corazón estaremos presos e
inseguros y seguiremos sintiéndonos mendigos, aunque nuestra casa, nuestra
cuenta bancaria y nuestro garaje estén llenos de infinitos bienes materiales.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Todo vínculo, cuando implica un sincero encuentro íntimo,
evoca una cuota de ternura, de compasión, de mutua influencia y de ensamble con
otros, que también asusta. Las relaciones íntimas tienen como punto de mira la
idea de no quedarse en la superficie, y es esta búsqueda de profundidad la que
les da la estabilidad para permanecer y trascender en el tiempo. Una relación
íntima es una relación afectiva que se sale de lo común porque empieza en el
acuerdo tácito de cancelar el miedo a exponernos y en el compromiso de ser
quienes somos.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Tarde o temprano descubrimos que el verdadero valor de las
cosas también se mide con los ojos del alma.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
El aumento de la violencia, la falta de conductas éticas, la
tendencia al aislamiento y el permiso no autorizado para la intrusión salvaje
del establishment en la privacidad de todos, son algunos de los factores que
más negativamente afectan al bienestar y a la calidad de vida de nuestra
sociedad. Sabemos que, para bien y para mal, cada individuo es el heredero
genético de la historia de sus ancestros en cada generación; la especie intenta
adaptarse a los cambios que le aguardan en el mundo que los recibe. No es de
extrañar, pues, que en un mundo donde los padres y abuelos tienen cada vez
menos presencia en la vida del recién llegado, los niños traigan en su
información genética una mayor inteligencia abstracta que los individuos que
les han precedido sobre el planeta. Lo malo de lo bueno es que las otras
habilidades parece que no vienen determinadas, deben ser aprendidas
vivencialmente y en interacción con el medio. Lo bueno de lo malo es que esta
«inteligencia emocional», como bien la llamó Goleman, no solo puede ser
aprendida por cualquiera, sino que, además, continúa desarrollándose a medida
que avanzamos por la vida y aprendemos de nuestras experiencias.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Jorge Bucay
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Jorge Bucay
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Cuentos clásicos para conocerte mejor
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Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Necesitar ayuda no es ser débil, pero otra cosa es depender
de quien ayuda. No son pocos los que, asustados por la sensación de no saber
qué hacer con la libertad que les corresponde por derecho, o no dispuestos a
asumir la responsabilidad que eso implica, elijen «libremente» volverse
esclavos. Esclavos de un modo de actuar estandarizado, esclavos de la moda,
esclavos del trabajo y el dinero, esclavos de una droga, y hasta amorosos
esclavos de otras personas, en las que delegan la responsabilidad que debieron
asumir ellos mismos. Y aunque a ti te parezca demasiado fuerte calificar de
esclavitud a estas situaciones, cualquier dependencia es una forma de
sometimiento, aunque sea voluntaria. La propia decisión de depender no vale
como excusa para justificar el deslinde de nuestro rol de protagonistas
excluyentes de nuestras vidas.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Propongo la «ley de la proacción» (y no pierdas tiempo
buscando esta palabra en tu diccionario, porque me la acabo de inventar).
Proacción sería la suma de una mirada optimista al futuro, una actitud
proactiva respecto de un desafío, una gran capacidad de proyectar una visión,
un importante conocimiento de mis recursos internos, una disciplina férrea
capaz de hacerme perseverar en el camino adecuado y una actitud resiliente que
me permita sobrellevar las dificultades, saliendo más fortalecido de cada
obstáculo. Esta combinación de hechos nunca podrá materializarse en un objeto
aparecido de la nada ni en una situación que, mágicamente, se haga realidad,
pero puede generar en nuestro presente (y lo hará) el mejor de los escenarios,
para que nuestro «accionar» concreto de hoy (es decir, nuestro trabajo activo)
sobre el aquí y el ahora sea la piedra fundamental de la construcción del mejor
de los mañanas. Decían los sufís: Confía mucho en Dios… pero ata tú mismo tu
camello.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Vale la pena destacar que en este cuento hace su debut en el
universo de los personajes el Príncipe Encantado, antecedente directo del
famoso Príncipe Azul (que, literariamente, aparecerá mucho después).
Efectivamente, cuando Charles Perrault publica en 1697 su versión de esta
historia, que tituló La Belle au bois dormant, es decir, «La bella del bosque
durmiente» (inspiradora de la que aquí se reproduce), el autor relata
expresamente el momento en el que el príncipe Felipe se queda como «encantado»
ante la protagonista. Es este adjetivo el que después, en diferentes
traducciones, lo identificará para siempre, transformándolo en el Príncipe
Encantado. Es interesante remarcar un detalle particularmente llamativo de La
bella durmiente que trae al mundo de los cuentos algo poco común: la familia
real es una familia «normal». Es decir, un padre y una madre que viven, están
presentes, quieren mucho a su hija y se quieren mucho entre sí. Toda una rareza
en el mundo de los cuentos de hadas. Quizás por eso este cuento es, de alguna
forma, el paradigma de las historias en las que una princesa espera pasivamente
ser rescatada sin hacer nada, y cuya principal virtud (por lo menos la que
atrae a su rescatador) reside en su belleza. Perspectiva claramente machista
donde las haya y con un mensaje educativo bastante empobrecido para nuestros
días, punto sobre el cual volveré más adelante.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
La bella durmiente nos demuestra que un largo período de
reposo, de contemplación y de concentración en sí mismo, puede conducir a
grandes logros, como sucede con frecuencia. Los errores suceden, y se pueden —y
deben— reparar. Cuando se ha obtenido la paz interna, puede uno empezar a
buscarla en las relaciones con los demás.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Mi amor es la sincera decisión y la consecuente acción de
crear un espacio de libertad para la persona amada. Un espacio tan grande y no
condicionado como para que ella pueda elegir lo que desee, aun cuando su
decisión no sea la que más me favorezca, aun cuando su elección,
definitivamente, no me incluya.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
No depender es, sin lugar a dudas, uno de los grandes
desafíos de los que luchamos diariamente por una vida plena, es decir, de los
que pretendemos ser felices. Claro, que no quedarse pendiente de la mirada, de
la aprobación o la decisión de otros tiene costes, y es necesario saber que no
son para nada baratos. El que ama en libertad siempre será acusado, por
aquellos que todavía transitan espacios dependientes, de ser soberbio, tonto,
cruel o agresivo, y será a la larga abandonado por los que creen que la pareja
es una cárcel de oro, que los acusarán de ser desamorados o egoístas. En todo
caso tendremos que admitir que las diferentes maneras de amar dependerán de
quién soy y no de cuánto quiero. Habrá amores buenos y sanos, que sienten
aquellos de corazones buenos y sanos. Y habrá también amores enfermizos, el de
los incapaces, el de los manipuladores, el de los posesivos, el de los
dependientes, el de los que nunca se dieron cuenta de que el mayor valor de que
alguien esté a mi lado aparece cuando uno se da cuenta de que siempre podría
elegir haberse ido. Quienes han aprendido a amar no dependen, pero tampoco
permiten que otros dependan de ellos. Saben que quien esté en cualquiera de los
dos lados de la cadena, tanto el esclavo como el amo, es víctima de la
esclavitud, y la rechazan de plano. Aman y ponen límites; y pretenden ser
amados de la misma manera. El buen amor, resumiendo, puede recibir la ayuda de
quienes lo aman, pero no depende de esa ayuda ni de su permiso para despertar
y, en el nuevo plano, confirmar su propia identidad y re-descubrirse libre.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Los mitos no solamente cuentan quiénes fuimos, sino también,
y, sobre todo, quiénes somos hoy, en qué podemos transformarnos y por qué.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
En el jardín del Edén había dos árboles, «el de la vida» y
«el del bien y el mal». Este último, el vetado, daba conocimiento sobre lo que
está bien y sobre lo que está mal. Ahora pregunto: si Adán y Eva no habían
comido aún el fruto, ¿cómo podían saber que desobedecer estaba mal? ¿Cómo puede
el hombre elegir entre el bien y el mal sin saber nada sobre uno ni otro?
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Podemos trazar un recorrido donde se establezca que
desobedecer o transgredir siempre tiene consecuencias nefastas… O, por qué no,
trazar un recorrido donde atrevernos a lo nuevo, de vez en cuando, sea un punto
de partida de cosas mayores y mejores. Podemos vivir pensando que dejarnos caer
en la tentación de aquello que nos atrae terminará dañándonos. O, por qué no,
pensar que quien traspasa una regla determinada siempre llegará más lejos que
el que nunca se planteó la posibilidad de hacer algo diferente, no del todo
avalado por la sociedad que lo antecede. Podemos ciertamente recorrer el camino
con seguridad, aprovechando el mapa que los demás trazaron antes. O, por qué
no, arriesgarnos a transitar los caminos nuevos porque tienen más posibilidades
de aportar nuevas respuestas y experiencias diferentes.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Gran parte de nuestra identidad, la de todos, está
conformada por capas y capas de personajes, hábitos, creencias y prejuicios que
alguna vez ciertamente nos han defendido de amenazas reales e imaginarias. Lo
demás, lo poco que quede fuera de este estante, es la presión que recibimos en
nuestra relación con los otros, que muchas veces insisten en creer que somos
como alguna vez fuimos, que somos como deberíamos ser o que somos como nunca
fuimos.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Renunciar a cualquier parte de nosotros es irremediablemente
dañino, especialmente claro si entendemos en ese nosotros todo lo que somos, lo
que fuimos y nuestro potencial actual de llegar a ser lo que seremos en otro
momento.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Nuestra personalidad es, de alguna manera, un lugar
protegido, un espacio creado entre nosotros y otros donde hemos crecido hasta
llegar a estar donde estamos, tener lo que tenemos y desear lo que pretendemos.
Aunque tomemos conciencia de que a veces esto que somos no es auténtico, o nos
limita, no será fácil abandonar la seguridad de lo conocido que nos ofrece este
refugio. Dejarlo nos asusta porque implica, por fuerza, la disolución de
algunas fronteras seguras o históricas del yo.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Deberíamos ser capaces de salirnos de algunas actitudes que
hemos aprendido a mostrar como si fueran todo lo que somos, dejar algunos
disfraces que usamos quizás demasiado frecuentemente y quitarnos algunas de las
máscaras detrás de las cuales nos solemos esconder. Es necesario darse cuenta
de que hacer siempre lo mismo probablemente traiga a nuestras vidas un poco
más… de lo mismo.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
En efecto, cuando, de forma malintencionada o no,
confundimos «identidad» con «identificación», la manera de ser se diseña sobre
la idea de seguir un determinado modelo externo al que consideramos popular,
admirado o deseable. No es difícil de prever el peligro que implica que un
determinado modelo, manipulado socialmente, termine insertado como un mandato
«global» y uniforme. No deja de sorprendernos ver cómo cientos de miles de
jóvenes —que en su discurso aparecen defendiendo a ultranza el derecho y la
necesidad de tener su propia identidad— deciden, paradójicamente, seguir el
modelo de una multitud, muchas veces manipulada por la publicidad que diseñaron
aquellos que, en el mejor de los casos, solo quieren venderles sus productos de
moda. Obviamente, esta identidad falsa, emblema de la falta de dinamismo y
autonomía de algunos jóvenes y de muchos no tan jóvenes, no es la raíz ni la
consecuencia de la falta de crecimiento interno, sino el resultado final de un
cóctel de introyecciones y condicionamientos que una sociedad a veces perversa
ha configurado para manipular mejor nuestros gustos y apetencias.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
También es una falsa identidad la de aquellos niños «buenos»
(excesivamente buenos, diría yo), demasiado adaptados al sistema opresivo o
rígido que se respira en su entorno. Niños y niñas presos de la influencia y la
manipulación de sus padres y maestros que, apoyándose en caprichosos premios y
castigos, condicionan su conducta, transformando su individuación en la construcción
de entes impersonales, estables y previsibles, tan manejables como un animal
amaestrado para un circo. El domador siempre se siente con el derecho, cuando
no con la obligación, de forzar a sus animales a aprender qué es lo que deben
hacer. Pero que a nadie se le escape —tanto en el caso del domador como en los
demás casos de dominio—: en este contexto, «hacer algo bien» es equivalente a
«hacerlo como al domador se le ocurra que está bien hacerlo». De hecho, si
estás amaestrado, la valoración y los halagos de la sociedad a la que
perteneces solo vendrán del reconocimiento de que vives de acuerdo con los
valores, cualesquiera que sean, de esa mayoría de la que esperas el aplauso. La
admiración hacia otra persona, como aseguraba el ácido escritor norteamericano
Ambrose Bierce, es el reconocimiento de que el otro piensa exactamente como
uno. La verdadera identidad solo se puede hallar recorriendo el camino en la
dirección opuesta. Planteado como pregunta existencial: En la cima de una
montaña desierta, en medio de un bosque, como único habitante de un planeta, o
solo, en una isla desierta… ¿QUIÉN ERES? Sin nadie que mire, juzgue u opine...
¿QUIÉN ERES? Si no hay nadie cerca a quien obedecer, nadie para apreciarte o
condenarte, si no hay nadie para aplaudirte ni abuchearte... ¿QUIÉN ERES? Todos
somos únicos. Es evidente que una parte de cada uno de nosotros ha sido
amaestrada, y que una parte de esa parte se ha quedado así, fusionada con
nuestra identidad, aunque no lo hayamos elegido, como un espacio seguro y
previsible pero sin libertad ninguna, una cárcel entregada «por defecto», donde
imperan reglas y mandatos más o menos claros, pero impuestos por otros: «Esto
no se hace» y «Aquello se hace así». Y, sin embargo… sin esos mandatos, ¿QUIÉN
SOY? Para Pinocho, que ha nacido de un trozo de madera y ha cobrado vida sin
educación, el camino es más claro, ya que él simplemente es un muñeco, aunque
pretenda más para sí. Su «padre» Gepeto, según el cuento, ha olvidado (bendita
metáfora) tallarle las orejas y, quizás por eso, Pinocho no escucha los
consejos que se le dan y los mandatos o las órdenes no le llegan. Para
nosotros, los humanos, la situación es bien diferente. Solamente después de
deshacernos de la identidad prestada, condicionada por nuestra educación, por
las normas sociales y por los mandatos de aquellos que más nos amaron,
descubriremos nuestra esencia personal para disfrutar del propio ser, por fin,
libre de toda dependencia. Incluso alguien tan elevado como fue Buda, tuvo que
partir para poder volver más crecido y libre. Él ha escuchado todo (recuerda
las enormes orejas con que se le representa) y se ha deshecho de su carga para
encontrarse a solas consigo mismo. Sin embargo, para descubrir tu propia
identidad, no siempre es necesario huir, dejar tu casa, tu familia y tu ciudad.
Esto es solo metafórico. Lo único imprescindible es darse cuenta de la persona
que uno es, prescindiendo de lo que los demás ven o quisieran ver en ti. La
persona que tú anidas, sin comparaciones ni condicionamientos, única, diferente
y trascendente. Lo mejor de ti. La obra de arte que tú eres. Sin cambiar nada.
Sin mejorar nada. Así, tal y como eres. De carne y hueso. Idea, sentimiento y
acción. Tú mismo. Tú misma.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
La experiencia en la consulta me ha enseñado que, muchas
veces, el verdadero motivo para no querer cerrar definitivamente algunas
situaciones es la absurda y oculta pretensión de no tener que asumir la
responsabilidad de empezar de nuevo.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Yo, que, como siempre digo, pertenezco al equipo de los que
trabajamos intentando ayudar a las personas «de la piel hacia adentro»,
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Creo, sinceramente, que este es legado de Hansel y Gretel:
Es justamente en los tramos más difíciles de nuestra vida, cuando aparecen las
situaciones más complicadas, cuando todas las previsiones traen malos augurios
para nuestro futuro, cuando no se vislumbran en el horizonte condiciones más
favorables… Es en esos momentos duros… cuando aquellos que controlan mejor la
ansiedad, aquellos capaces de aceptar la realidad, en el sentido de renunciar a
las urgencias, aquellos que siempre ponen en juego todos sus recursos y su
fuerza de voluntad se erigen como los más capacitados para tomar las mejores
decisiones. Y no podemos olvidar que son siempre las buenas decisiones las que
multiplican la posibilidad, de todos, de llevar nuestra nave a buen puerto.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
La felicidad (especialmente en una pareja) nunca tiene que
ver con el deseo de dejar de ser lo que cada uno es, sino, por el contrario,
con la tarea de ser cada quien, auténticamente uno mismo.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
El mundo en el que pretendo vivir, y que me gustaría legar a
mis hijos y a los de todos, es el resultado del triunfo de lo personal, rico y
auténtico que cada ser guarda seguramente en su interior, sin distinciones de
sexo, edad, color ni religión. Un mundo lleno de cambios, de sorpresa, de
creatividad y de ingenio. Un mundo que, por no ponerse restricciones, no
reconoce límites en su capacidad de crecer. Un mundo en el que nuestros
vínculos reales sean cada vez mejores, y en el que nuestros mejores vínculos
sean cada vez más reales.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
El traje del emperador simboliza a aquellos que, queriendo
ponerse por encima de los demás, se degradan a la estupidez máxima: la de no
querer parecer estúpido.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Desde Platón en adelante, todos sabemos que la verdad está
ligada íntimamente al diálogo y que este depende de la escucha activa de los
demás y de la visión honesta de la realidad, alejada de mi deseo.
Nosotros, que seguramente somos un poco menos necios que el emperador, caemos, sin embargo, demasiadas veces, en ese abismo de sordera selectiva a algunas cosas que el otro (los otros) nos señalan con insistencia. Sumergiéndonos a sabiendas, o por lo menos sin querer saber, en el intento de permanecer en la zona de confort que limita nuestra ignorancia y hasta buscando «ayuda» para no cambiar la situación.
No ayuda estar rodeado de personas que hablan como si fueran expertos en casi todo.
No ayudan nuestros vecinos, heroicos protagonistas de hazañas impensables solo sabidas por ellos mismos.
No ayuda la tendencia generalizada a enamorarse del propio discurso.
No ayuda, para nada, nuestra encarnizada resistencia a aceptar nuestros errores.
Y entonces, como el emperador, nos refugiamos en el castillo de las verdades falsas pero tranquilizadoras.
Queremos creer, por ejemplo:
1. Que nunca seremos abandonados por los que amamos.
2. Que no somos del todo responsables de lo que hacemos con nuestras vidas.
3. Que lo opuesto a una verdad nunca puede ser verdad.
4. Que alguien puede tener derecho a juzgarnos o condenar lo que hacemos, aunque no dañemos a nadie, según su propia moral y valores.
5. Que no somos capaces de tolerar el dolor.
6. Que si hacemos las cosas bien nunca tendremos que afrontar una frustración.
7. Que existen las certezas absolutas.
8. Que podremos encontrar a alguien, además de nuestros padres, que nos ame incondicionalmente.
9. Que somos infinitos y que, si ponemos empeño, seremos capaces de lograr cualquier cosa que nos propongamos.
10. Que la vida, tarde o temprano, habrá de compensarnos por nuestras desgracias.
Son mentiras hermosas, estamos de acuerdo, pero mentiras al fin.
Como se ha dicho tantas veces:
La única condición que la verdad nos impone es la de no ponerle condiciones.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Todos somos la suma de muchos aspectos, fundidos en la
persona que somos. Debemos admitir que hay aspectos de mí que conozco y otros
que ignoro. Así como hay partes de mí que me animo a mostrar y otras que
prefiero que no se vean. Un aspecto libre que contiene lo que sé de mí y me
animo a mostrar sin conflicto. Un aspecto negado, en donde están esos aspectos
que me cuesta aceptar, aunque los demás, acercándose un poco, lo notan
invariablemente. Existe un aspecto secreto que contiene lo que sé que soy y reconozco,
pero escondo de la mirada de la mayoría. Y, por último, un aspecto oculto y
desconectado, la parte de mí que ni yo ni los demás podemos ver con facilidad,
la parte más tóxica y oscura de mí mismo. ¿Qué podría hacer alguien que hoy se
encuentra con sinceridad con un yo oculto demasiado grande? Dos cosas que el
cuento sugiere con claridad: Aprender a mostrarnos tal como somos y aprender a
escuchar. Es indudable que uno de los pasos en nuestro camino hacia la
superación personal es ser auténticos (y eso no quiere decir salir desnudo a la
calle, literalmente) y el otro es escuchar. Hablo de escuchar activa y
comprometidamente. Pero hablo de escuchar, no de obedecer. De escuchar, no de
someterse. De escuchar, no de estar forzosamente de acuerdo. De escuchar, no de
anular mis propias ideas. De escuchar para aprender la parte del todo que
todavía ignoro. De paso, el cuento pone luz en un hecho más que importante:
darse cuenta de que la verdad arrastra, produce y sostiene, que necesita de una
importante cuota de humildad, porque aprender siempre es un acto humilde y el
aprendizaje es, en sí, el hecho transformador por excelencia.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
En resumen… ¿Qué tiene Blancanieves que ella no tiene? ¿Qué
es lo que su presencia, y hasta su existencia, le recuerdan a la reina a cada
momento? Blancanieves es JOVEN… Y ella, la madrastra, envejece día a día. La
madrastra no teme dejar de ser la más bella. Esa es una excusa digerible que
usa para engañarse a sí misma. ¡Lo que la reina teme es envejecer! Es muy
interesante señalar que la belleza es, sin lugar a dudas, un valor subjetivo:
lo que para mí es bello para ti no es bello, y viceversa; pero la vejez no lo
es. Las arrugas, la flaccidez, la pérdida de la tersura de la piel y otras
señales físicas de la edad, no son opinables: son tan objetivas que basta con
un espejo baste para ponerlas en evidencia. Claro, que lo que sigue siendo
subjetivo es la respuesta de cada uno a esas señales, y para la reina es una
catástrofe: ella no puede dejar que eso le suceda. Y es por eso que, cuando
manda al cazador a matar a Blancanieves le pide que le traiga sus vísceras para
comérselas… Su intención no es asegurarse de su muerte; lo que quiere, aunque
quizás ni lo sepa, es adueñarse mágicamente de la única virtud que envidia de
Blancanieves: su juventud. Una costumbre bastante frecuente entre las tribus
más primitivas es comerse los órganos de aquel animal que tiene como atributo
lo que el guerrero desea: la fuerza del oso, la estrategia cazadora del tigre,
la astucia del zorro… Desde luego que la reina quiere matar a Blancanieves,
claro. Blancanieves también es una especie de espejo, y la madrastra se ha dado
cuenta de que, si no se deshace de ella, deberá mirarse a diario en ese otro
espejo que la confronta con la realidad indeseable del paso del tiempo. Y qué
fantástica paradoja la del cuento. Por un lado, en la madrastra: el odio por
Blancanieves y todo lo que representa termina empujándola a lo que teme,
transformándola en un ser estéticamente desagradable y moralmente despreciable.
Y esto es cierto no solo en los cuentos. También en el mundo real y cotidiano
los sentimientos negativos hacia otros, o hacia una realidad que no queremos,
terminan intoxicándonos y afectando gravemente nuestra manera de ser en el
mundo. Con el tiempo, el rencor se vuelve resentimiento y este en odio puro y
duro. Si definimos el amor como el sincero deseo de bienestar de otro, el odio
será, como efectivamente es, el deseo vehemente de que algo malo o peor le
suceda a alguien. Lo que el cuento nos revela, y la realidad confirma, es que
ese daño siempre se retroflexiona (es decir se vuelve contra el que lo siente)
y termina haciéndole daño en todas las áreas de su existencia: daña su cuerpo
físico, daña su mundo emocional y destruye el mundo de sus relaciones sociales,
aun con aquellos a los que quiere sinceramente.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Me parece una genialidad haber podido diseñar siete
compañeros diferentes, cada uno con una característica que lo define, y me
gusta pensar que de cada uno de ellos le enseñó algo que la joven al llegar no
sabía. De Sabio, el más inteligente de los siete, aprendió a tomar decisiones,
a aceptar los cambios y a ponerse en acción. De Gruñón aprendió a defender su
posición y a mostrar su enojo sin miedo. De Mocoso aprendió a buscar la armonía
y a alejarse de las cosas que la dañan. De Tímido, el más sensible, aprendió a
aceptar la incertidumbre, a disfrutar de sus fantasías y soñar con el amor. De
Dormilón aprendió a darse el permiso de alejarse de lo que no le interesa y a
disfrutar del descanso. De Feliz, el bonachón, aprendió a reírse a carcajadas
porque sí y a disfrutar de las cosas simples. De Mudito, seguramente el menos
dotado intelectualmente, aprendió sin embargo algo muy útil. Mudito le enseñó
que cuando algo sale mal no hay que seguir hablando de ello, simplemente hay
que hacerlo de nuevo. Así, con sus limitaciones, cada uno de sus anfitriones
dejó su huella en la muchacha y, con esas herramientas, ella quedó casi en
condiciones de volver al mundo a recibir todo lo bueno que se merecía, como lo
merecemos tú y yo. Después de lo vivido con los enanitos, y cuando esa realidad
ya le quedaba chica, a Blancanieves solo le faltaba liberarse definitivamente
de la influencia y la amenaza de su madrastra.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Sanar las emociones y no temerle al paso del tiempo son,
para mí, los verdaderos mensajes de Blancanieves.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Según Heródoto, fueron Homero y Hesíodo quienes dieron
nombre a los dioses y asignaron a cada uno de ellos su quehacer o cometido al
mismo tiempo que les dieron forma y atributos, para luego componer la historia
de la creación del mundo (La Teogonía de Hesíodo) y el relato de las hazañas y
aventuras de sus héroes (La Ilíada y La Odisea de Homero).
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Confiar en nuestras posibilidades, nuestros dones y
habilidades es un recurso fundamental para conseguir cumplir algunos de
nuestros objetivos. Cualquiera puede lograr lo que de verdad pretende si confía
y actúa en consecuencia con su propio deseo. Es verdad que nadie puede
conquistar de inmediato todas las cosas que se le pasen por la mente. Es cierto
que algunos nunca llegan a alcanzar algún logro específico que ambicionan: está
claro que no somos omnipotentes. Sin embargo, no es menos cierto que cualquiera
puede lograr lo que de verdad desea si abandona la urgencia, si sabe que se
merece lo que obtiene a cambio de lo que hace, si confía en la fuerza
generadora de su vehemente deseo, que actúa especialmente renovando su esfuerzo
y su actitud positiva, incluso ante circunstancias adversas.
Jorge Bucay
Cuentos clásicos para conocerte mejor
Rabindranath Tagore escribió un hermoso relato sobre este
tema, aunque no habla de un muñeco de madera sino del mismísimo Buda. También
el más iluminado de los iluminados había dejado la casa paterna apenas comenzó
a caminar solo (al igual que Pinocho). También él vagó por el mundo
encontrándose con cosas que nunca imaginó (como Pinocho). Y aunque Buda
recorría una ruta más elevada, que lo llevaría después a la iluminación,
también él regresó al hogar del que había escapado (como lo intentó hacer
Pinocho). Al volver al palacio de su padre, este le dice: —Te he esperado
durante todos estos años y hoy me dices que no eres el que fuiste, que no eres
aquel que partió, que te has iluminado... Respóndeme, por lo menos, a una
pregunta: sea lo que sea que hayas aprendido por el mundo, ¿no hubiera sido
posible aprenderlo aquí, en palacio, a mi lado, entre tu gente? ¿Solo se
encuentra la verdad en el bosque, lejos de tu familia, de las personas que te
quieren? A lo que Buda responde: —La verdad está tanto aquí como allí. Pero
hubiera sido muy difícil para mí descubrirla si no partía, porque me encontraba
perdido en la identidad de príncipe, de hijo, de marido, de padre, que otros me
dieron, comenzando por ti, padre. No fue el palacio lo que abandoné: me alejé
de la prisión que era, para mí, mi propia identidad.
Jorge Bucay
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Cenicienta representa en su actitud sometida de las mujeres
de su tiempo, y quizás la de todos los tiempos. Aún en su despertar, las
Cenicientas de antes y de ahora creerán que solo pueden independizarse a través
de la relación con un hombre que las busque, las encuentre y las salve.
Jorge Bucay
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El miedo es el gran obstáculo a la hora de hacer realidad un
sueño y hacia él deberíamos apuntar el siguiente paso de nuestro desafío. El
miedo paraliza la acción, opaca la más sana de las ambiciones y entorpece la
creatividad. A veces mostrándonos su cara más cruel, y otras disfrazado como
pesimismo, pereza, postergaciones, timidez, nos conecta con nuestros fantasmas
internos: el fracaso, el rechazo, el cambio, el riesgo, la crítica. La batalla
contra el miedo comienza en este caso, simplemente, por aceptar que su
presencia es parte de la respuesta normal al desafío que el sueño plantea.
Jorge Bucay
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Aceptar que estamos influyendo directa o indirectamente en
todos los sucesos que nos rodean es adueñarse de la propia vida y aprender,
desde esa consciencia, que cuando tenemos un sueño debemos atrevernos a luchar para
hacerlo realidad, ya que, en la última etapa, el merecimiento, el trabajo, la
paciencia, la resiliencia y un poco de suerte (que no debe faltar), sumados a
la firme decisión de no perder nunca el rumbo, harán el resto.
Jorge Bucay
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Es urgente y necesario que abandonemos nuestra urgencia por
tener tantas cosas innecesarias y demos prioridad así a lo importante sobre lo
nimio y a lo esencial sobre lo vano y efímero.
Jorge Bucay
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Podríamos decir que el cuento popular es simple y
básicamente, una narración sin autor. Por eso se lo llama, comúnmente, el
género huérfano de la literatura.
Jorge Bucay
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Sigmund Freud y decenas de psicoanalistas se interesaron
muchísimo por el cuento y sacaron conclusiones de lo más variadas de la
historia. Actualmente está descrito incluso un cuadro psicológico llamado
«complejo de Cenicienta», expuesto por la terapeuta Colette Dowling en su libro
The Cinderella Complex: Women’s Hidden Fear of Independence, donde se refiere a
mujeres que se vinculan irreversiblemente al papel de víctimas, resignadas,
ingenuas y desprotegidas, que necesitan ser cuidadas, atendidas y mantenidas a
salvo de todo peligro. Como dice la autora: «A Cenicienta no le gusta la
realidad que le ha tocado vivir, pero hace muy poco para salir de esa
situación».
Jorge Bucay
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—¿Por qué vuelves a leer esos cuentos, si ya te los conoces de memoria?
El lobo se puso de pie y le contestó con voz muy clara:
—¡Para conocerme mejor!
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Nosotros, los ABNEGADOS, decimos que no tenemos tiempo para nuestras apetencias porque, lamentablemente, antes que en lo que deseamos, siempre debemos pensar en alguna obligación.
Nosotros, los INDECISOS, que tenemos no uno sino muchos deseos y estamos convencidos de que son contradictorios o incompatibles entre sí… Y, como no podemos elegir uno renunciando a los otros, preferimos no pensar en ello.
Nosotros, los que nos creemos FRÁGILES, que evitamos ilusionarnos para no tener después que soportar una frustración.
Nosotros, los DEVALUADOS, que sostenemos que nuestro deseo es demasiado pretencioso cuando hay otros que merecen acceder a él mucho antes.
Nosotros, los NIHILISTAS, explicando que no se puede hablar de «verdaderos deseos» en un mundo como este, donde las condiciones cambian semana a semana, día a día, segundo a segundo...
Y nosotros, los devaluados frágiles nihilistas abnegados e indecisos, que vamos variando de excusa y justificación con tal de no asumir que no estamos dispuestos a luchar por lo que auténticamente deseamos.
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Nosotros, que seguramente somos un poco menos necios que el emperador, caemos, sin embargo, demasiadas veces, en ese abismo de sordera selectiva a algunas cosas que el otro (los otros) nos señalan con insistencia. Sumergiéndonos a sabiendas, o por lo menos sin querer saber, en el intento de permanecer en la zona de confort que limita nuestra ignorancia y hasta buscando «ayuda» para no cambiar la situación.
No ayuda estar rodeado de personas que hablan como si fueran expertos en casi todo.
No ayudan nuestros vecinos, heroicos protagonistas de hazañas impensables solo sabidas por ellos mismos.
No ayuda la tendencia generalizada a enamorarse del propio discurso.
No ayuda, para nada, nuestra encarnizada resistencia a aceptar nuestros errores.
Y entonces, como el emperador, nos refugiamos en el castillo de las verdades falsas pero tranquilizadoras.
Queremos creer, por ejemplo:
1. Que nunca seremos abandonados por los que amamos.
2. Que no somos del todo responsables de lo que hacemos con nuestras vidas.
3. Que lo opuesto a una verdad nunca puede ser verdad.
4. Que alguien puede tener derecho a juzgarnos o condenar lo que hacemos, aunque no dañemos a nadie, según su propia moral y valores.
5. Que no somos capaces de tolerar el dolor.
6. Que si hacemos las cosas bien nunca tendremos que afrontar una frustración.
7. Que existen las certezas absolutas.
8. Que podremos encontrar a alguien, además de nuestros padres, que nos ame incondicionalmente.
9. Que somos infinitos y que, si ponemos empeño, seremos capaces de lograr cualquier cosa que nos propongamos.
10. Que la vida, tarde o temprano, habrá de compensarnos por nuestras desgracias.
Son mentiras hermosas, estamos de acuerdo, pero mentiras al fin.
Como se ha dicho tantas veces:
La única condición que la verdad nos impone es la de no ponerle condiciones.
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