Juego con prendas
Me ajustas una venda a los ojos
prietamente
como si jugáramos
a la infantil gallinita ciega.
Quizás con ojos vendados
distinga
aquella lagrima
que se fingió fraterna.
Puede que escuche el canto de estrellas
extinguidas hace tiempo
y que perciba como maduran
quedamente los sueños.
Entonces, siga el juego.
Tiendo ante mí los dedos,
tal vez en la oscuridad
reconozca mis añoranzas
crecidas sepulcro adentro.
En este lugar preciso me alcanza un murmullo…
Comienzo a dar vueltas
sin que haya a quien descubrir.
Mi mano cuelga vacía
y el juego llegó a su fin.
Pero no encuentro la puerta
y siento como voy haciéndome
parte del desnudo muro…
¿Quién de mis ojos, entonces,
habrá de desatar la venda
y tomar
mi vida
en prenda?
Rachel H. Korn
Otoño
Los frescos, negros, surcos de tierra
yacen agobiados y sumisos bajo el sol otoñal
como parturientas primerizas
que tras los dolores sonríen calladamente
prontas ya para ser madres de nuevo.
Vinieron cuervos a participar de la fiesta;
se pasean con pasos medidos, bailarines,
buscan gusanos desenterrados
con inteligentes ojos negros
y sacuden las cabezas como tías viejas
masticando porciones de bizcochuelo con las encías azules:
—No importa, el dolor es como el rocío,
en seguida vas a alcanzar la alegría; en seguida,
antes aún que con sus afiladas colas, las golondrinas
recorten las primeras lanas del cielo de primavera.
Rachel H. Korn
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