Uri Zvi Greenberg

Bajo el diente del arado

La nieve ha vuelto a derretirse,
pero los asesinos son ahora labradores.
Salen y labran su campo, 
el mismo camposanto donde mi gente yace.
Con el diente de su arado han desenterrado 
y volcado sobre el surco
uno de mis esqueletos. 
No se aflige el labrador, no se espanta, continúa su tarea
y sonríe al reconocer la huella de sus herramientas.

La primavera ha llegado deslumbrante:
capullos, flores, pájaros que cantan,
rebaños sesteando al lado del arroyo
de aguas mansas y brillantes.

Ya no hay judíos errando en el camino con sus barbas y sus trenzas.
No se les ve rezar en las posadas con los flecos de su chal 
cayendo sobre la camisa, 
ya no venden en sus baratillos vestidos o pitanza, 
ya no laboran en sus talleres ni en los ferrocarriles,
ya no pasean por los mercados ni se acercan a la sinagoga
pues el arado del gentil se cierne de continuo sobre ellos. 

El Señor se ha derramado majestuosamente sobre los cristianos.
La primavera es en verdad una primavera
y el verano que anuncia parece exhuberante.
Los árboles despliegan su esplendor en la orilla del camino
como si hubieran crecido en un jardín.
Nunca estuvieron tan rojos los frutales como ahora
que no hay judíos ya.

Y es que los judíos no tenían campanas para cantar a Dios.
Benditos los gentiles porque tienen esbeltos campanarios.
Ahora, en primavera, su son flota por toda la llanura,
y se arrastra tranquilp sobre el vasto paisaje de luz y de perfumes
dominándolo todo con su majestdad,
en cualquier lugar se escuchan sus tañidos, 
no como entonces,
cuando serpenteba por los tejados judíos...

Benditos sean los cristianos
por sus altas campanas
con que glorian al Señor 
que les protege...

Reposan los judíos bajo el diente del arado,
o debajo de los pastizales,
o en las zanjas del bosque,
o al borde de un camino,
en la orilla del torrente,
...o en su hondura.

Uri Zvi Greenberg 


¿De quién habrá de aprender a olvidar?

¿De quién habrá de aprender a olvidar 
el tesoro abandonado a las lejanías 
y la suerte amor que brilla desde lejos? 

Y el eco responde, 
responde, y se burla: 

¿Olvido? ¡Ja—ja! 
¡No existe nada semejante! 
Por lo visto, mi muchacho, 
necesitas paz 
y deseas respirar. 
¿Y qué es acaso desesperación? 
¿Y en qué consiste el arrepentimiento? 
En la soledad has de parir dos criaturas 
que han de llamarse: 
desesperación y arrepentimiento. 
Y el corazón habrá de ser la cuna 
para ambas, 
para ambas. 

Pero entretanto, muchacho, tienes uñas, clávatelas 
y aúlla a las tinieblas. 

No existe retroceso, 
el puente ha sido arrancado.

Uri Zvi Greenberg 


El profeta Elahu

Seis millones de copas de Eliahu con sangre en vez de vino
Seis millones de hombres libres que están muertos.
No vendrá Eliahu a contar sus cadáveres,
allí están los asesinos
y su mano no alcanza los picaportes.
No vendrá Eliahu a probar de las copas
en las que hay sangre en vez de aguardiente
para la comida de los gentiles.
 Luna de pascua y campo de estrellas,
silencio, silencio.
 Aún en sueños no se arriesgará Eliahu,
 hay que cruzar el mar aún en sueños.
El queda - en su dolor - sobre las tumbas de los judíos.
Ellos lo querían y él los quería.
Ellos eran pacientes y querían esperarlo.
Pero los gentiles no les dejaron esperar.
El queda sobre sus tumbas, el único judío.
Sin engaños como dicen los gentiles,
porque no es un cuerpo vivo de carne y de sangre.
Allí estuvo solitario, allí estuvo silencioso,
día y noche en torno de su luto
verano e invierno, lluvias y heladas.
No se encoleriza contra él un gentil
no le ladrará un perro
porque no es cuerpo vivo de carne y de sangre.
Es sólo nuestro espíritu,
es el cadáver sin figura
debajo de él, lápidas,
distancias, distancias
y rabias sofocadas,
sin consuelos
sin reparaciones. 

Uri Zvi Greenberg 



Homesong

Ella está en silencio, mi madre mártir,
Sus ojos se levantan contra mi rostro, sin mirarme, pero más allá.
Miro detrás de ella, detrás de mi espalda, a la pared,
El espejo colgante está envuelto en una sábana
Y abajo, un barril de agua más oscura,
El chal de oración de mi padre flotando en él
Su collar de plata se ha ido.

Uri Zvi Greenberg 



La colina

Cuando sacaron a mi padre de la casa para conducirlo a la colina de
(cadáveres, 
en los nevados campos extranjeros aulló el general alemán: 
(¡A desvestirse!. 
Y mi padre comprendió cuál era la sentencia.
Se quitó mi padre el abrigo y los pantalones como si se quitase
(la realidad del mundo,
se arrancó los zapatos como para el duelo de la tarde de Ab,
y se quedó en su ropa blanca, con las medias...
¿Qué había más desnudo que su desnudez
bajo la bóveda del cielo y en el campo nevado, aquel día, en el mundo?
Nunca se había encontrado tan desnudo bajo el cielo
y la negra y pequeña kipá de su cabeza,
a no ser por las noches al pie de la cama,
o en la casa de los baños, cuando se quitaba la ropa blanca,
las medias y el gorro, y no miraba los pudores de su carne hasta que 
(las aguas

por una y otra parte la cubrían, como quien baja a adorar a lo profundo.
Pero cuando el general vio que mi padre estaba aún en ropa blanca,
con el gorrito en la cabeza, aquel malvado
le asestó un golpe entre las paletillas con su arma fría,
y mi padre tosió y cayó de cara, como delante de Dios,
se postró profundamente hasta lo más hondo de la vida y no se levantó:
emitió un quejido, como el fin de una última plegaria,
y  nada existió después fuera de los cielos nublados y de la colina 
(de cadáveres
y de ese general que resoplaba sobre la nieve
enrojecida con la sangre que salía de su boca.
Y al ver el general que no se levantaba, metió la puntera
de su bota negra por debajo del vientre del venerable padre
y le sacudió y lo puso boca arriba, y parecía que la tierra pagana
le pegaba en el rostro puntapiés.

Y al anochecer brotaron las estrellas y creció la colina de cadáveres en 

(el campo,
y la nieve caía en la noche con una abundancia cruelmente blanda...
Así lo quería Dios. Se notaba que había Dios,
aunque era el Dios de los paganos. No hay Dios para Israel.
Sólo la nieve era testigo, la nieve que bajaba del cielo en abundancia...
 Acertó a pasar por aquel sitio Rabi Uri de Strelisk, el Serafín, el abuelo,
sin que se oyera ruido alguno de pasos, ni respiración en el aire.
Abrió su boca y dijo susurrando:
ah, cuerpo que era arpa de las oraciones de Israel,
boca que derramaba consuelo al afligido,
¿cómo es que te cubre la nieve infinita de los campos paganos?
¿Dónde fueron a parar tus oraciones, nieto mío?
¿Dónde fueros las mías?
¿A qué región del mundo?
En la colina de cadáveres se agitó y se deslizó
el pequeño Samuel, a quien llamaban Samuelito. Rebulló
y se deslizó a los pies del abuelo Rabi Uri de Strelisk,
el Serafín...Gimoteó como un chiquillo y
no abrió sus ojos porque no podía. Palpó
con la palma de sus manos pequeñas los zapatos del abuelo,
y el abuelo se inclinó hacia él, y le besó en la frente y le dijo:
Bebé mío, criatura santa.
Contestó el hijo de mi hermano venerable, el chiquillo
de nombre Samuel, a quien llamaban por cariño Samuelito:
Abuelo, abuelo, ¿por qué no viniste antes con una muchedumbre
de serafines y de ángeles?
Abuelo, abuelo, ¿dónde está el Dios de los judíos?
Entonces el niño se calló,
y se quedó tendido a los pies del abuelo Rabi Uri,
que se había retrasado con sus lámparas
y no había traído un ejército de ángeles
como escudo a nuestra casa.
Y Rabi Uri de Strelisk, el Serafín,
estaba doblado, de rodillas, helándose en el campo extranjero.
 Y la nieve caía. Caía. Caía...

Uri Zvi Greenberg 


"Nuestro cuerpo es salvaje,  es un errante  cuerpo de símbolos. ¿Y es nuestro sistema  nervioso en alguna  medida como  el  de  los  gentiles?. La ba hebrea es más bien como una herida; detrás de la frente hebrea grita un águila."

Uri Zvi Greenberg 


"Soñé y aún sueño: Jerusalem construida
 con calles embaldosadas,
 sobre el asfalto está el espíritu santo."

Uri Zvi Greenberg 


¡Un tan espeso bosque negro brota aquí de la llanura, 
un valle tan profundo, pavor y pena, en Europa! 
Los árboles tienen copas doloridas, salvajes tenebrosas, salvajes tenebrosas. 
De las ramas penden cadáveres con heridas aún sangrantes. 
(Todo muerto celestial tiene de plata el rostro 
y las lunas vierten áureamente aceite en sus cráneos.) 
Cuando se grita de dolor allí, la voz es una piedra al agua, 
y el rezar de los cuerpos, una lágrima al abismo. 

Yo soy la lechuza, el pájaro plañidero del dolor—bosque de Europa. 
En los valles pavor y pena medianoches ciegas bajo cruces. 
Yo levantaría una queja hermana al pueblo árabe en Asia: 
—¡Venid, conducidnos al desierto, indigentes como somos! 
Pero mis ovejas tienen miedo porque la media luna se tiende 
como una hoz hacia mis cuellos. 
Atravieso con mi llanto porque sí de miedo el corazón del mundo en Europa 
y con cuellos tendidos yacen en el bosque—dolor las ovejas. 
Escupo sangre sobre cruces llaga a través del mundo en Europa. 
(¡Balancead ancianos, balancead muchachos 
las cabezas agua en el bosque—dolor!) 

Desde hace dos milenios arde aquí en el abismo bajo árboles un callar, 
cierto veneno que se acumula en el abismo, e ignoro 
qué hay de diferente: dos milenios dura ya la sangría, el mutismo, 
y boca alguna arrojó aún del paladar el salivazo ponzoñoso. 
Y en los libros está escrito "todas las muertes a mano de los gentiles" 
pero la respuesta no figura; nuestra respuesta a las muertes. 

Ya es tan enorme el bosque—dolor y los árboles tienen las copas doloridas, 
salvajes, tenebrosas: ¡qué pavor cuando viene la luna a echar una mirada! 
Cuando se grita de dolor allí, la voz es una piedra al agua, 
y el sangrar de cuerpos como rocío en el océano. 
¡Gran Europa! ¡Reino de la cruz! 

Un domingo quiero celebrar una fiesta negra en tu honor. 
Quiero abrir el bosque—dolor y mostrarte cada árbol, 
cómo penden allí mis muertos con sus cuerpos descompuestos. 
¡Goza, reino de la cruz! Ven y observa en mis valles: 
mis fuentes se hallan desoladas y en derredor los pastores; 
pastores muertos con blancas cabezas de corderos sobre las rodillas. 
Hace ya mucho que no hay agua en las fuentes. Sólo maldición. 

Uri Tzvi Grinberg 



Una es la verdad, no hay dos

Vuestros maestros os enseñaron: una patria se compra
 con dinero.

Se compra la tierra y se toma la pala.
Y yo os digo: No se compra una patria con dinero,
y con la pala también se cava una fosa en la tierra
y se entierra en ella al muerto.

Yo os digo: Una patria se conquista con sangre,
por la sangre heroica se la hace propia,
y sólo lo conquistado con sangre
se santifica en el pueblo con la santidad de la sangre
y sólo el que sigue al cañón en el campo
también merecerá seguir su buen arado
en la tierra conquistada:
y sólo esta tierra dará pan fortalecedor y alimenticio,
y la casa que se construirá sobre sus cimientos
será altar y fortaleza,
porque absorbió sangre honorable.

Vuestros maestros os enseñaron:
el Mesías vendrá en largas y posteras generaciones
y Judea surgirá sin sangre y sin fuego.

Se levantará con cada árbol, con cada casa construida
y yo os idog: si vuestra generación se atrasara
y en vuestros tiempos no actúa
y si no lograréis tomar el destino en vuestras propias
 manos,
y si en el fuego no entraréis con el escudo de David,
y si no pisarán las patas de vuestros caballos charcos
 de sangre
el Redentor no vendrá ni en la más lejana generación
y nunca se levantará Judea.

Vosotros pagaréis tributo a todo gobernante extranjero.

Vuestra casa será paja para la chispa
de todo bandido e incendiario,
y todo árbol vuestro, con su carga de fruta madura
será talado.

Vuestros vientres serán perforados por manos enemigas
y el valor del muchacho será igual al del lactante
ante el filo de la espada del enemigo.

Sólo vuestra habladuría permanecerá
vuestra única propiedad en la vida.
Testigos de vuestra vergüenza, serán documentos
dispersos en todos los archivos,
y la eterna maldición universal
se verá en el perfil de vuestra imagen.

Vuestros maestros os enseñaron
una verdad hay para los pueblos: ¡sangre por sangre!
Pero esta verdad no tiene vigencia para los judíos
y yo os digo: Una es la verdad y no hay dos,
como uno es el sol y como no hay dos Jerusalem.
Esta verdad está escrita en la doctrina de conquista
de Moisés y de Josué
hasta el último de nuestros reyes, león herido.
Una verdad que los dientes de la Diáspora y de los
 traidores
royeron durante los tiempos.

Pero vendrá un día, en el que desde el río de Egipto hasta el Eufrates
y desde el mar hasta las montañas de Moab
marcharán nuestros jóvenes armados
y llamarán a nuestros enemigos y a quienes nos odian
a la última batalla,
y la sangre decidirá: Quién será aquí el gobernante.

Uri Zvi Greenberg 

















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