Atardeceres
Atardeceres son criaturas halladas tras las tapias;
atardeceres son ancianos que no logran morirse;
atardeceres son lámparas, ya arden sus mechas.
Atardeceres son ojos de locos silenciosos;
atardeceres son cartas escritas y rasgadas:
algo nos libera y algo sucumbe.
Atardeceres son anillos sobre dedos cortados:
sangre sobre oro; oro sobre sangre.
Atardeceres son brazos de hermosas pordioseras.
Atardeceres son banderas en batallas perdidas.
Atardeceres son violines mientras malos espíritus
atrapan a la novia y la arrancan de su casa.
Atardeceres son ventanas de sinagogas abandonadas,
en colores gimen los cristales.
Yisroel Stern
Manicomios cantan
Henos aquí encerrados por nosotros mismos
huidos a escondernos detrás de los barrotes.
Con espesas cortinas de llanto,
como con trapos, está cubierto el mundo.
Vuestra vida es atardecer y madrugada;
permanentemente sangran las calles.
Las madres enloquecen,
los niños mueren como minutos.
Y los padres desaparecen como los años,
aunque no tan lenta ni silenciosamente;
no son centeno maduro
llevado a moler presurosamente.
Y allí por donde cruza el carro
ya no ha de brotar la hierba.
Y al judío ya no le queda sino lamentarse,
y vuestra voz como el vidrio se quiebra.
Agujeros vacíos son vuestros días;
vuestra dicha, botones mal cosidos;
y cuando queréis dar con los asesinos,
os atrapáis entre vosotros mismos.
Y precisamente la noche quiere volcarse
en vuestro cerebro, como la locura,
y escucháis que el cielo hace rechinar
con ira a las estrellas, como dientes.
No sabéis a donde huir y pensáis:
¿de dónde nos vendrá ayuda?
Pero vuestro tiempo os traiciona y ríe,
y, como un pañuelo alrededor de la sien, se ajusta.
Debéis roncar en agonía, y la ciudad
debe suspirar enferma—impura, como con leprosos,
y acudís por ayuda a nosotros, vuestros dioses;
a nosotros, los grandísimos locos.
Yisroel Stern o Isroel Shtern
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