Cesarea (Caballo de Troya 5)


—Descansa, mi querido ángel. Demos a cada día su afán…

J.J. Benítez
Cesarea (Caballo de Troya 5), página 66


Las ardientes palabras motorizaron los sentimientos de los más oprimidos —los am-ha-arez—, que corearon la advertencia con entusiastas peticiones de ingreso en ese «reino». Y Pedro, reclamando calma, les hizo ver que «sólo había un camino: imitar al Resucitado». Éste, en mi opinión, fue el único error del magnífico y entregado orador. Ahí nacería la futura religión «cristiana». En aquel sábado, 29 de abril del año 30, en la remota playa de Saidan y siendo casi las 16 horas, fue plantada la semilla de una iglesia que olvidó el fondo en beneficio de la forma.

J.J. Benítez
Cesarea (Caballo de Troya 5), página 164


Cuán difícil es traducir a conceptos humanos lo que, sin duda, son realidades sobrenaturales.

J.J. Benítez
Cesarea (Caballo de Troya 5), página 174


¿Sueños proféticos o premonitorios? Rotundamente, sí. Y añado: minuciosa y perfectamente «teledirigidos». ¿Para qué? Quizá, simplemente, para dejar constancia de que «no estamos solos»

J.J. Benítez
Cesarea (Caballo de Troya 5), página 66




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