¿Por qué bajaba el tono de la voz? Allí no había nadie… —La
clonación de Cristo —continuó— es el objetivo prioritario de Caballo de Troya.
Lo hemos hablado muchas veces. Tú estabas de acuerdo. ¿O no? Me apresuré a
decir que sí. Y recordé sus palabras: —La CIA distribuirá Jesucristos por todo
el mundo. Cien en Cuba. Diez mil en la China comunista… Un millón de Mesías en
los países árabes… ¡Será el nuevo reino!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 40
Después llevó el puño al corazón. Y yo respondí: —¡Ultra
fidem! (más allá de la fidelidad).
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 42
La «cuna» embarrancó suavemente entre los guijarros. El agua
no molestaba. El lago salado intentaba hacer olas, pero lo conseguía con mucho
esfuerzo. Esos dos días —27 y 28 de enero (año 28 de nuestra era)— me afané en
cuatro tareas fundamentales: revisión de los sistemas de seguridad de la
«cuna», chequeo de mi salud, exploración minuciosa de la Lengua, y examen de
los equipos y de la indumentaria que debería cargar en el próximo viaje a la
aldea de Saidan. Iré por partes.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 45
Como ya explicó el mayor en sus memorias, el gravitatorio
consistía en una «burbuja» gravitacional, igualmente invisible, que protegía la
totalidad de la nave.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 45
—Pero ¿quién eres tú? —preguntó Sitio. —Te lo he dicho: soy
la esperanza. El que me conoce confía.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 67
La naranja es el símbolo del «rayo luminoso que no cesa»: el
aktis-inos… Como decía el Maestro, quien tenga oídos que oiga…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 74
—Estoy aquí —manifestó— por voluntad de Ab-bā, el Padre Azul
que gobierna y sostiene los siete grandes universos… La gente no entendió lo de
«siete grandes universos». Yo tampoco. Y continuó: —… Él me ha enviado para
refrescar la memoria de este atormentado mundo. He venido para disipar la
oscuridad de los corazones… He nacido para que recordéis que existe la
esperanza…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 74
—Cuando rezas, querido amigo, eres consciente de que te
encuentras sobre las rodillas de un Dios. Y Él, Ab-bā, te sonríe, te diviniza…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 77
—Rabí —planteó el de las varices—, ¿qué es la oración? ¿Para
qué sirve? ¿Cómo debemos rezar? ¿Qué diferencia hay entre orar y adorar? Jesús
respondió a todas las dudas del Oso…, y algo más. Esto es lo que recuerdo,
contrastado al final de la conversación con Yu: —La oración —respondió el
Galileo— es una forma de hablar con el Padre Azul. Sirve para divinizar lo
humano. —¿Divinizar lo humano? —preguntó Mateo Leví—. No comprendo… La
intervención del exrecaudador de impuestos fue muy oportuna. En realidad, nadie
entendió. —Cuando rezas, querido amigo, eres consciente de que te encuentras
sobre las rodillas de un Dios. Y Él, Ab-bā, te sonríe, te diviniza… Yu me dio
un codazo y continuó escribiendo en su tablilla… —… Pero no os equivoquéis
—continuó el rabí con entusiasmo—. Rezar no es solicitar cosas materiales… Lo
miraron, perplejos. Y Juan Zebedeo le interrumpió: —¿No debemos pedir salud? El
Maestro negó con la cabeza y aclaró: —Todo eso está contemplado en tu tikkún.
La oración no te salvará de los problemas lógicos de la vida, ni te
proporcionará salud. Lo que hayas elegido antes de nacer se cumplirá
inexorablemente, reces o no reces. El amor del Padre se ocupa siempre, siempre
—repitió—, de tus necesidades materiales. Recordárselo es una falta de respeto
y una pérdida de tiempo y de energía. Él sabe antes de que abras los labios…
—¿Y qué tenemos que solicitar? —le interrogó Pedro.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 77
—No tienes por qué pedir nada —replicó el Maestro a la
cuestión planteada por Pedro—. Orar, os lo he dicho, es una manera de conversar
con la Divinidad. Cuando hablas con un buen amigo, ¿qué haces? ¿Te pasas el
tiempo pidiéndole cosas? Todos respondieron que no. —Pues eso… Siéntate en las
rodillas del Padre Azul y abre tu corazón. Muéstrale cómo eres en realidad.
Háblale de tus sueños, de tus deseos… O no le hables.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 78
—Donde hay amor no se necesitan las palabras. No tienes por
qué decir nada. Siente a Dios, sin más. Él sabe porque está dentro de ti.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 78
—No aburráis a Dios —resumió el rabí…
Y el Maestro prosiguió: —Mi Padre no necesita de esa
recitación, como tampoco os exige ayunos o penitencias. Todo eso es
consecuencia de la mente retorcida del hombre. Estáis aquí para vivir. No
añadáis sufrimiento al sufrimiento propio de la existencia. Y precisó: —Rezad
en secreto. No lo hagáis en grupo. La oración es un acto íntimo, como hacer el
amor o dormir. Y no juzguéis a la hora de rezar. No juzguéis nunca.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 79
—Cuando te pones en las manos del Padre Azul, el universo
maquina a tu favor…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 80
—Dice la ley —explicó Andrés— que, al cumplir con las
šemoneh, alargamos la vida. ¿Estás de acuerdo? —No, querido amigo. Eso es otro
invento humano. Por mucho que reces no añadirás una yod (letra hebrea) a tu
vida. La oración no retrasa la muerte, y tampoco la adelanta. Morirás cuando
llegue el momento…, que tú mismo has fijado.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 81
Mateo Leví preguntó de nuevo: —¿Es mejor el que más reza?
—No. Nadie es mejor que nadie. No lo olvides. Mateo se sintió reconfortado.
Algunos de los discípulos, como fue dicho, no lo aceptaban. Su pasado reciente,
como recaudador, lo convertía en un «pecador». Y Jesús continuó: —En todo caso,
es más inteligente el que hace la voluntad de Ab-bā. Después se refirió a otras
cuestiones, todas vinculadas a la oración. Y dijo: «Rezad, sobre todo, por los
que os maldicen… Rezad siempre, y no sólo en los malos momentos… Rezad para
llenar la copa del alma… Al rezar ya estáis adorando… Después de orar, espera:
mi Padre te sorprenderá… No recéis por la extensión de mi mensaje:
practicadlo». Al terminar la conversación, el lugar se vio impregnado por un
intenso y agradable olor a mandarina. Nos miramos, extrañados. Estábamos a 810
metros de altitud. Allí no se daba ese fruto. Entonces recordé lo escrito por
el mayor. Cuando el Hijo del Hombre derramaba ternura y amor, el sitio se
llenaba de una fragancia que recordaba el perfume de la mandarina.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 81
—Pero, Maestro, ¿qué es la muerte? El Galileo se volvió
hacia el joven que preguntaba y replicó con una seguridad pasmosa: —Despertar…
Morir es despertar.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 87
El griego intervino: —No comprendo… Si el alma no es la
razón, ¿qué es? —Te lo he dicho: una criatura inmortal y deslumbrante que
ahora, en esta vida, no estás capacitado para comprender. Y subrayó: —Ni tú ni
nadie. El alma, en realidad, eres tú… escondido. El alma es tu personalidad,
que un día, cuando pases al «otro lado», se mostrará en toda su belleza. Es tu
auténtico YO.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 90
—En verdad os digo que sois la envidia de los ángeles. Ellos
no tienen derecho a recibir la nitzutz.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 92
—¿Crees que la muerte debe dejar indiferente al hombre? ¿O
tiene que temerla? Felipe me proporcionó un té verde, según él llegado de su
querida China. No le creí, pero lo saboreé. Aseguró que las hojas —tostadas por
él mismo— fueron sumergidas en yeso y añil. El Maestro apuró la pequeña taza y
respondió al filósofo: —La muerte, estimado amigo, es un invento genial de la
Divinidad. Es la forma menos mala de abandonar la carne. Es la forma de llamar
a la puerta en el reino de los cielos. No la temas, pero tampoco la busques.
Llegará cuando tenga que llegar; es decir, cuando tú lo hayas dispuesto… Dejó a
los oyentes con la boca abierta. Y aguardó unos segundos. Después añadió, con
toda intención: —Eres tú, antes de nacer, quien programa la vida que quiere
vivir, incluida la muerte. —¿Cómo es eso? —intervino el incrédulo Tomás. El
Maestro entornó los ojos. Parecía buscar las palabras adecuadas. Pero no las
encontró o, sencillamente, no quiso responder. Hizo un gesto con la mano
izquierda y dio a entender que resultaba difícil y prematuro hablar de ese asunto.
Comprendí. El tikkún o «contrato» —del que escribió Jasón— no era un asunto
sencillo. Hipías preguntó de nuevo: —¿Se puede abandonar este mundo sin
necesidad de morir? Algunos rieron, desconcertados por la audacia del anciano
filósofo. Jesús permaneció serio y maravillado ante la inteligencia de aquel
hombre. Finalmente proclamó: —En verdad te digo que sí… Tomás negó con la
cabeza. El Maestro captó el gesto del discípulo y le salió al paso: —En verdad
te digo que ha habido hombres y mujeres que lo han conseguido. Pero, para dejar
esta vida sin probar la muerte, se necesita una condición… —¿Cuál? —preguntaron
todos al unísono. —Que tu alma se identifique con la nitzutz. Que sean una sola
criatura. —¿Eso es fácil? —se interesó Pedro. —No. —¿Y cómo puedo hacerlo?
—intervino Yu. —Prueba a escucharla. Prueba a sentir la chispa que te habita…
El chino sonrió, entusiasmado. Y a partir de esa tarde, sus silencios fueron
continuos y prolongados. Se dedicó —según sus palabras— a buscar a la nitzutz
que residía en su cabeza. —Zenón dice —comentó el griego de las barbas blancas—
que existe un infierno y que las mansiones de los piadosos están separadas de
las de los impíos, y que aquellos habitan en regiones tranquilas y agradables…
Los impíos, en cambio, purgan sus penas en lugares tenebrosos y horrendos
torbellinos de cieno. El Maestro fue negando con la cabeza, en silencio. E
Hipías concluyó: —¿Qué tienes que decir? —El Padre Azul —mi Padre— es un ser de
amor. Jamás podría concebir un infierno. Si así fuera, la creación se le habría
ido de las manos. Entonces clamó, victorioso: —¡Levantad el ánimo!… ¡Para eso
he venido al mundo!… ¡Confiad!… ¡Sois hijos de un Dios amoroso y azul!… ¡Nada
malo sucederá tras la muerte!… Os lo he dicho: no importa lo que hagáis… ¡Sois
inmortales!… —¿Y después de la muerte? —preguntó Bartolomé, el Oso de Caná.
—Regresaréis a casa… Jesús asumió que no habían entendido y subrayó: —Este
mundo no es vuestra verdadera casa. Aquí estáis de paso. La vida es una
aventura… Y matizó, mirándome a los ojos: —Para la mayoría… Al morir os aguarda
el reino de mi Padre. Todo lo que seáis capaces de imaginar sobre ese reino se
quedará corto y pobre. No hay palabras, no hay palabras para describirlo.
¡Creedme! Sois afortunados. Él, Ab-bā, os ha imaginado y aquí estáis.
¡Disfrutad de la vida!… ¡De cada instante!… El «después» no importa… ¡Está
asegurado! E insistió: —Para eso he venido: para sembrar la esperanza. No sois
lo que creéis ni lo que dicen los demás…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 92
Hipías preguntó: —¿De dónde vengo, Maestro? —De la
imaginación del Padre Azul…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 99
Y Jesús fue más allá: —Yo soy uno de esos Dioses… He nacido
en el mundo para retirar el velo del miedo. Estoy aquí por encargo del Padre
Azul. Soy su enviado.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 101
—La verdad es tolerante —replicó el Galileo—. No la temáis.
La intolerancia es la máscara de los inseguros. Los hombres y mujeres que hacen
la voluntad del Padre Azul no huyen de la crítica constructiva. No tienen
miedo.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 104
—¿Podéis imaginar la nada? ¿Podéis aceptar que esas
estrellas que veis son parte de mi reino? Algunos levantaron la mirada. Las
estrellas centellearon con más intensidad, como si supieran. —¿Tú eres el rey?
—le interrogó Sitio. —Lo soy… Yo he creado esos luceros.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 133
En la segunda reunión con los creyentes de Tiberíades
—celebrada el sábado, 22 de marzo—, sucedió algo asombroso. Lo contó Juan
Zebedeo. A eso de la sexta (mediodía), se presentó en el cielo azul una gran
luz. Tenía forma de espada, según los testigos. Fue vista por miles de
personas. Allí permaneció hasta el atardecer. Kesil y yo, de vuelta al yam, no
la vimos por poco. La gente reaccionó de diferente forma. Unos se maravillaban
y aseguraban que se trataba de un merkabah o carro volante, mencionados en las
Sagradas Escrituras. En ellos volaban los ángeles de Yavé. Otros se lamentaban
y cubrían las cabezas con ceniza, gritando que estaban ante una señal de los
cielos. Algo terrible se aproximaba. Probablemente, ambas opiniones eran
acertadas… Y recordé otras luces imposibles, observadas a lo largo de nuestras
aventuras en la Palestina de Jesús. Una de ellas me impresionó vivamente. El
mayor lo cuenta con detalle. Sucedió el 7 de abril del año 30 sobre la ciudad
de Jerusalén, cuando el Maestro agonizaba en la cruz. Un objeto en forma de
disco se interpuso entre el sol y la mencionada ciudad, provocando unas
tinieblas parciales. La nave —de eso no tengo la menor duda— se hallaba
tripulada y se movía en sincronicidad con la Tierra y el Sol. Calculé que medía
1.757,9096 metros. Al estudiar la cifra (a la luz de la Kábala), quedé
maravillado. Al reducir 1.757,9096 a dos dígitos —44—, el resultado equivale a
«sangre, tristeza en lo alto y silencio». En Kábala, «sangre», además, tiene el
mismo valor numérico que «agua que habla». Sí, ese día hubo mucha sangre, mucha
tristeza (en la tierra y en lo alto) y mucho silencio (demasiado). El número
44, reducido a un solo dígito —8—, simboliza «amor» y «quedar conmovido». Ése
fue el balance de lo registrado en el Gólgota… Sí, la magia de la Kábala.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 182
Sí, Judas era un miserable…, como yo.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 194
Todos miraron al rabí, desconcertados. —… Muy simple, Simón
—concluyó el Hijo del Hombre—. Los muchos pecados de esa mujer han sido
perdonados… Amó mucho y mucho le ha sido perdonado. Pero, ojo, al que ama
poco…, poco le será perdonado.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 213
—Entré en tu casa como invitado de honor y nadie lavó mis
pies… Esa mujer, agradecida, los ha bañado con sus lágrimas y me ha ungido con
un perfume caro… ¿Qué quiero decir con esto? Todos miraron al rabí,
desconcertados. —… Muy simple, Simón —concluyó el Hijo del Hombre—. Los muchos
pecados de esa mujer han sido perdonados… Amó mucho y mucho le ha sido
perdonado. Pero, ojo, al que ama poco…, poco le será perdonado.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 213
—Confía, Tomás… Todo está ordenado para el bien, aunque
ahora no lo comprendas.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 219
Es muy fácil vestir el ego. Lo difícil es desvestirlo.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 220
Al terminar el éxtasis, Quirmet tradujo al griego: «¡Ya
viene!… ¡Lo he visto!… ¡Es una gran roca negra!… ¡Caerá en el mar y devorará el
mundo!… ¡Mucha gente morirá ahogada y quemada!… ¡Otros perecerán de hambre!…
¡Tiene un mensaje en la piedra!… ¡Ya viene!… ¡Atención!… ¡Pero no todo es
calamidad!… ¡Detrás llega el dios sol!… ¡Mitra restablecerá la paz y el
orden!…». ¿Una gran piedra? Yo sabía de la existencia de ese enorme meteorito
por el general Curtiss. Era un secreto militar. Fue detectado en 1946. Si no se
hacía algo al respecto, la roca —de once kilómetros de longitud— impactaría con
la Tierra en agosto de 2027. Como digo, quedé perplejo. ¿Cómo podía saber aquel
persa que se aproximaba Gog? Lo interrogué, pero no supo darme razón. El mago
se limitaba a describir las visiones que tenía en ese estado especial de
conciencia. Y repitió: —El mundo sufrirá mucho… Pero debemos ser optimistas: detrás
de la roca de la muerte llegará la luz salvadora.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 262
«Or gadol… Regresaré detrás de la gran luz».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 263
—… Abrid un boquete en vuestro corazón… Ése es el secreto a
la hora de hacer la voluntad de Ab-bā… Es fácil… ¡Desaprended!… ¡Abrid un
boquete…!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 265
El Maestro, sorprendido y maravillado por la tenacidad de
aquel joven impedido, se inclinó hacia las parihuelas, tomó las manos del
muchacho y exclamó de forma que todos pudiéramos oírle: —¡No temas!… Tus
pecados están perdonados… ¡Confía en el Padre Azul! Algunos de los presentes
murmuraron: —¿Quién es este que dice perdonar los pecados? Sólo Yavé, bendito
sea su nombre, puede hacerlo… El Maestro escuchó los mordaces comentarios y,
dirigiéndose a los que murmuraban, proclamó: —¿Quiénes sois vosotros para
juzgarme? En verdad os digo que el Hijo del Hombre tiene potestad —en los
cielos y en la tierra— para perdonar los pecados… Y volviéndose hacia el
paralítico le ordenó con gran voz: —¡Levántate!… ¡Toma tu litera y regresa a tu
casa! Un segundo después —no más tarde—, la «tercera casa» se llenó de luz. Fue
una luminosidad azul, fortísima, que nos hizo daño en los ojos. Podría
compararla con un relámpago, pero azul y sin detonación. No escuchamos el
correspondiente trueno. Fue un «relámpago» muy largo. Casi ocho segundos… Salomé
y el resto enmudecieron. Y pensé: «¿Dónde está la tormenta?». Por supuesto, no
había tormenta. Y en la sala amaneció un delicioso olor a misericordia
(jazmín).
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 267
Silencio y olor a jazmín. Silencio y misericordia.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 268
Una estrella se asomó a la «tercera casa» y brilló feliz…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 269
«La vida —aseguró el rabí— es una aventura que elegimos…,
personalmente.»
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 275
«Fue una luz azul…, todo se volvió azul…, después, los
mancos tenían manos, los leprosos estaban limpios, a los cojos les crecieron
nuevos pies…».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 283
—Son muchos los ángeles que me acompañan —aclaró el rabí—,
aunque vuestros ojos no puedan verlos… Y pronunció una cifra: 170.000. Todos
miramos a nuestro alrededor, inútilmente. Las ocho mil estrellas centellearon y
se burlaron de nuestra inocencia. En definitiva, eran «ellos» —los ángeles— los
responsables de la «tormenta azul» y de la masiva sanación en Tariquea y su
entorno. Esto lo repitió varias veces. Pero Juan Zebedeo, el Iscariote y Pedro
se negaron a aceptarlo. Felipe, entonces, preguntó: —¿Cómo puede ser que donde
no hay mano aparezca una mano? —En el reino de mi Padre todo es posible. Basta
con desearlo. Pero no puedo dar detalles. No hay palabras para explicarlo. No
lo entenderíais… Y subrayó: —No lo entenderíais…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 284
Y Tomás, el bizco, se interesó: —¿Qué es para ti la
misericordia? —El sentido de mi vida. No serás Dios si no eres misericordioso.
La misericordia es el amor, materializado, aplicado…, empaquetado. Es lo que
distingue a los Dioses.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 285
—… En la inmensa creación de Ab-bā hay hombres insectos y
hombres cocodrilos y hombres de ocho metros de altura y hombres esféricos —que
flotan y brillan— y hombres y mujeres centauros y hombres de fuego…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 291
El amor vence. El amor regresa. El amor busca. El amor no
olvida. El amor te lleva de la mano. El amor guarda y aguarda. El amor espera
siempre. Enamórate y ensayarás la vida eterna…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 310
¿Quién era ese tal Jesús de Nazaret? ¿Verdaderamente era un
mago poderoso?
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 336
El semblante de Jesús se iluminó. Y supuse que los recuerdos
llamaban a la puerta de su memoria. ¡El Hijo del Hombre había vivido entre
aquella gente durante veintidós años! Era lógico que se emocionase.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 343
No estaba muy alto. Quizá a mil pies (300 metros). Y, de
pronto, del triángulo, vimos salir seis o siete luces muy pequeñas; algunas
eran rojas, otras azules… Y se alejaron hacia el oeste a una velocidad
igualmente imposible. ¡Pardiez! ¿Qué demonios era aquello? Yo lo sabía, pero no
quise admitirlo… ¡Estábamos en el año 29!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 345
—Maestro —se interesó Mateo Leví—, ¿por qué hablas en
parábolas? La gente no entiende… La respuesta del Maestro me dejó perplejo: —Lo
hago para confundir a los que tratan de perdernos… De esta manera verán sin ver
y escucharán sin oír.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 372
—Rabí, ¿cuál es tu verdadera gracia? ¿Cómo te llaman en el
reino invisible y alado? Nos quedamos con la boca abierta. Bartolomé, el Oso de
Caná, era un caso… —Mi verdadero nombre es… Y dejó correr los segundos, como si
dudase. Pero no, el Maestro no dudaba. Sonrió, divertido, y proclamó: —Me
llaman Micael (Mica’el)…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 375
na tarde, otro de aquellos odiosos «santos y separados»
(fariseos) formuló la siguiente pregunta trampa: —Rabí, ¿cuántas clases de
hombres hay? Y Jesús, conociendo el veneno que anidaba en su corazón,
respondió: —Sé de tres clases de nueces: las de cáscara blanda, las de cáscara
media y las de cáscara de piedra. La primera se abre sola. La segunda exige un
poco de esfuerzo. La última resulta difícil de abrir… Miró a su interlocutor y
sonrió, pícaro. Y preguntó: —¿Has comprendido? El fariseo movió la cabeza,
negativamente. Y Jesús accedió a redondear la parábola: —Los hombres son como
las nueces… Muchos dan caridad sin que se la pidan. Ésos son los de la cáscara
blanda. A otros hay que rogarles varias veces. Son los de la cáscara difícil.
Por último, tenemos a los de la cáscara de piedra: casi nunca abren
voluntariamente su corazón. Alguien preguntó sobre la muerte. Y el Maestro
—haciéndose eco del Eclesiastés (7,1)— respondió: —Dicho está: la muerte es
mejor recibida que el nacimiento… Esto es semejante a dos barcos: uno que se va
del puerto y otro que regresa… ¿La gente debe alegrarse por el que se va o por
el que llega?… El hombre sabio dirá que por el que llega a puerto. En verdad os
digo que es lo contrario: el verdaderamente feliz es el que muere, el que se
va; el que regresa a casa… Quien tenga oídos… que oiga.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 381
Felipe estaba perdiendo la paciencia que le quedaba. Y
arremetió: —¡Maestro!… ¡Estamos en mitad de la nada!… ¿Dónde compramos la
comida?… ¿Marchamos a Saidan?… ¡Ni con doscientos denarios nos apañaríamos! El
Galileo escuchaba en silencio, cada vez más divertido. ¡Pardiez! ¡Por supuesto
que sabía lo que estaba a punto de ocurrir! Andrés se puso de lado de Felipe,
pero el Hijo del Hombre no cedió. Y continuó insistiendo: —Tenéis un problema…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 396
Se recogieron doce canastos con las sobras, más la cesta
original. ¡Pardiez!… ¡«13», en Kábala, es el símbolo del «amor eterno»! Como
digo, no fui capaz de hallar una explicación medianamente lógica y científica.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 402
—El éxito es un malentendido… El hombre lo persigue sin
saber que ya ha triunfado.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 417
—Soy el que dices… y mucho más. El Padre Azul y yo somos
uno…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 429
El Padre me ha enviado al mundo para que sepáis que Él
habita en vosotros, en vuestras mentes… ¡Y que os acompañará siempre!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 430
—¡Prestad atención!… No es lo que entra por la boca lo que
ensucia el alma del hombre… Es lo que sale de ella, y del corazón, lo que
verdaderamente la embarra…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 431
Presta atención: no puedes obligar a nadie a que busque la
verdad y, mucho menos, a que la ame…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 431
—Yo declaro que no es lo que entra por la boca lo que
ensucia el alma del hombre. El mal procede de su corazón.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 432
El corazón de aquel Hombre había vuelto a actuar. La
luminosidad pudo permanecer cuatro o cinco segundos, no más. Después sentimos
aquel familiar perfume a jazmín (símbolo, según Jasón, de la misericordia del
Hijo del Hombre). La sinagoga entera olía a jazmín. Y los asistentes se
interrogaban unos a otros y hacían alusión a la «tormenta azul» y a la intensa
fragancia. Pero nadie sabía explicarlo.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 433
—Hasta que el hombre no descubra al Padre Azul —prosiguió el
Galileo con creciente ardor—, todo será oscuridad, temor y vacilación. Y
seguirá sometido a la religión de autoridad. Eso es lo fácil… Será la religión
del espíritu la que eleve, definitivamente, a la sociedad y termine con las
injusticias. En la religión del espíritu no existe el ansia de poder. En la
cristalizada sí, ¡y de qué forma!… En la religión de autoridad muy pocos creen
en el amor. La del espíritu sólo funciona si hay amor… Será la religión del
espíritu la que llevará a la unión de los pueblos.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 461
—¡¡¡’Ahab!!!… Y lo dijo en hebreo: ¡¡¡Amor!!!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 462
Pasado un tiempo sin tiempo, atravesaréis la primera
frontera sin necesidad de morir por segunda vez… Eso se terminó… Sólo se muere
una vez… Y vuestro cuerpo físico será más sutil… Allí —en ese nuevo lugar—
aprenderéis a pensar en una sola dirección… Y comprenderéis lo que hoy os
resulta incomprensible… Finalmente, tras casi 600 “saltos”, llegaréis al final
de esa etapa… Entonces, al fin, seréis luz… Sólo luz…, sin cuerpo físico y sin
forma humana… ¡¡Luz!!… ¡Luz que piensa y razona!… ¡Luz que se desplaza y que
puede estar en dos lugares a la vez!… Y seguiréis la aventura hacia el Paraíso,
a la búsqueda del Padre Azul…».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 476
—¡Y yo os digo que nadie puede luchar contra su Destino! No
es la ley del reino de mi Padre… En verdad os digo que si eso sucediera, si al
hombre le fuera revelado su Destino, dejaría de pelear… El amor no es egoísta.
No teme. El amor no necesita estelas de oro o de vidrio… ¡Y tampoco se
prostituye!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 495
En esta oportunidad, el Galileo habló del valor de las
pequeñas cosas. Según el intendente, dijo frases como éstas: «Las pequeñas
cosas evitan que naufragues… Las pequeñas grandes cosas te devolverán al
silencio, el sonido del reino invisible y alado, tu verdadera patria… Practica
las pequeñas cosas y encontrarás la gran felicidad…». Yu tomaba notas y se
mostraba conforme en todo. Y Felipe prosiguió: «… ¿Y qué entiendo por pequeña
gran cosa?», planteó el Maestro. Tomó una copa de vino, la levantó y dejó que
la luz de las lucernas le arrancase brillos. Después prosiguió, feliz: «La
caricia templada de un buen vino… ¡Lehaim!… La mar, a cualquier hora… El
silencio, siempre… Acurrucarse en la voluntad del Padre Azul cuando todo parece
perdido… Renunciar sin que nadie lo sepa… Pan recién horneado y su estela
perfumada… La danza del fuego, en tu hogar, mientras el viento amenaza en el
exterior… Una mirada y su mensaje… Más silencio… Otra duda, cuando llega y lo
remueve todo… Desplegar un libro y beber su contenido… Una canción en la
lejanía… Una caricia a tiempo… Las gotas de lluvia, perdidas en la ventana… Un
susurro en mitad del amor… Un suspiro a tiempo… Nada que hacer cuando todo está
por hacer… Una sorpresa… Regalar un “ahora”… Untar las palabras en amabilidad…
Una sonrisa gratuita… Un día sin promesas… El crujido de la nieve bajo los
pies… El frío en el rostro… Una ola que llega, sumisa… Rebañar el plato…
Cambiar una piedra de posición… Una luna cargada de presagios… Una luna que
riela en los ojos de la amada… Nadar desnudo… Contar arrugas… Cocinar ideas… Un
melón en la ardiente madrugada… La tempestad, a lo lejos… La calderilla de la
risa… La dulce caricia del jazmín… Una pompa de jabón que flota… Una mariposa a
la pata coja… Un arco iris para ti… Una rosa violeta que te mira…».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 496
Al terminar la reunión, el maestro recitó los «diez no
mandamientos». Yu escribía, maravillado: 1. Dios no juzga… No vives para ser
bueno o malo. 2. Tú no eres lo que crees… Eres mucho más. 3. Dios no está
afuera… Él te habita en silencio. 4. Lo más bello no ha llegado aún… La muerte
te sorprenderá. 5. Dios no castiga… Es el hombre el que cree que Dios castiga.
6. Tú no eres libre (ahora)… Lo serás mañana. 7. Dios no establece condiciones…
Es un Dios de lujo. 8. Dios no es el final… La segunda era no ha empezado. 9.
Dios no es religioso… Lo suyo es el arte y la simetría. 10. Tú no puedes
ofender a Dios (aunque lo pretendas). Tú no puedes beberte la mar. Y el
undécimo: «No molestes a Dios con simplezas…».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 498
En la madrugada del domingo, 14, se repitió la escena. Pero,
cuando la segunda luna llevaba una hora sobre las montañas, sucedió algo
asombroso: de la enorme luz blanca surgieron otras luces —más pequeñas— que
volaron en todas direcciones. Los discípulos gritaron, perplejos. Eran esferas
de diferentes colores. No sabría precisar, pero contamos decenas… Una de
aquellas «luces» —del tamaño de un melón— fue a estacionarse en lo alto de la
sabina sagrada. E iluminó el árbol con una intensa luminosidad azul, similar a
la que había contemplado durante las sanaciones y prodigios del Galileo.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 514
—¡No temáis!… Veréis cosas más grandes que ésta…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 522
—En el reino invisible y alado hay muchas moradas. Allí
viven nuestros hermanos. Esas ovejas también conocen mi voz… Y yo he prometido
al Padre Azul que todas esas ovejas serán conducidas a una misma hermandad
espiritual…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 547
Aquel Hombre era imprevisible.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 554
—… Lo que enseño procede de Aquel que me ha enviado. El que
habla por sí mismo busca su gloria… Yo no. Yo no busco mi gloria… ¡Busco la del
Padre Azul, que me ha enviado!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 562
—¿Por qué el Sanedrín quiere matarte? —Porque mis palabras
liberan —respondió el Galileo—. Ellos saben que si aceptáis mis enseñanzas su
religión tradicional será derrotada… Y su autoridad se derrumbará.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 563
—¡¡Y la verdad os apartará!!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 565
Según explicaron, esas noches, miles (no cientos) de
estrellas se movieron lentas y veloces de un lado al otro del cielo. Se
detenían. Subían. Bajaban. Formaban figuras. Lanzaban destellos… Todos pensaron
que se avecinaba una gran noticia. «Algo importante —decían— está por llegar.»
¡Pardiez! ¡Y ya lo creo que llegó! ¡Aquel 21 de agosto nació el Hijo del
Hombre!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 573
—Maestro, ¿qué opinas? ¿Qué fueron aquellas luces en el
cielo? ¿Quizá ángeles? Bartolomé utilizó la palabra paraš, que podría ser
traducida como ángeles o aurigas de Dios. Jesús puso cara de circunstancias y
salió del apuro como pudo: —Digamos que esas «estrellas que caminan» son los
merkavah de los ángeles… La palabra merkavah significaba «carro que vuela».
Carro al servicio de la divinidad. Merkavah o rejeb como el que se llevó a
Elías, según el segundo libro de los Reyes (2, 11). Para los escribas, los
carros volantes eran de diferentes clases: tebel (carros pequeños) y šamáyim (porque
permanecían en lo alto, sin descender a tierra). Estos últimos eran
gigantescos. Parecían ciudades. Brillaban con muchas luces. Los doctores de la
ley se referían a los merkavah con enorme respeto y siempre en voz baja. —¿Pero
los ángeles necesitan carros? —intervino el incrédulo Tomás. —El Padre Azul
tiene su casa… Os lo dije. Él vive en el Paraíso… Lo vi dudar de nuevo. Pero
continuó, valiente: —… Y el Paraíso está lejos… —¿Cómo de lejos? —gritó Felipe
desde la cocina. —¡Más allá de tu querida China! —respondió el rabí,
divertido—… Por eso necesitan los merkavah.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 575
… Cada hombre y cada mujer reciben un par de ángeles
custodios, que los acompañarán en esta vida y después de la muerte…
—¿Y por qué dos ángeles? —se interesó Andrés. —En realidad
es uno solo —aclaró Jesús, aunque con dificultad—. Al imaginar un paraš, el
Padre Azul hace realidad una criatura doble… Un solo ángel con dos mentes.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 576
—¿A qué sabe Dios, bendito sea su nombre? —planteó el Oso al
ver el gesto del rabí. Jesús rio, divertido. Y replicó: —¿A qué sabe el amor? —A
todo… —se adelantó Tomás—. Sabe a todo. —Pues eso —concluyó el Galileo—. El
amor sabe a todo…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 389
En sus cuatro «calles» encontré miradas perdidas, timidez,
niños desnutridos, burros hambrientos con los remos delanteros trabados y
recelo, mucha desconfianza. La pobreza era endémica. Por allí no pasaba nadie.
Sólo el viento, y siempre cabreado.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 602
«… No olvidéis que la sombra sigue al cuerpo… Así ocurre con
lo material: va siempre detrás de las inquietudes espirituales… ¡Llenad la copa
del alma! ¡Eso es lo importante!… Pero eso no se logra con dinero… El que
confía en el Padre Azul tiene otra clase de hambre y otra clase de sed…
¡Confiad en lo invisible!».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 608
—Muchos fariseos —prosiguió Jesús— son mis amigos. Algunos,
incluso, mis discípulos… Pero la mayoría se niega a ver la luz, aun cuando la
buena nueva se presente con gran poder… ¡Cuán cuidadosamente limpiáis el
exterior de las copas y platos mientras vuestras almas están sucias e impuras!…
¡Os aseguráis a la hora de aparentar ante el pueblo, pero vuestro interior está
lleno de hipocresía, codicia y extorsión!… ¡Y estáis preparando el asesinato
del Hijo del Hombre!… No creáis que dar limosna o pagar el diezmo os libera
ante los ojos de Dios… ¡Ay de vosotros, fariseos, porque habéis persistido en
rechazar la luz de la vida!… ¡Habéis ignorado la visita del enviado del Señor!…
¡Ay de aquellos que desprecian la revelación del Padre Azul y sólo buscan los
primeros asientos en la sinagoga o el saludo halagador en el mercado!…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 612
«… Aunque la puerta que conduce al reino invisible y alado
es angosta, yo os digo que es lo suficientemente grande como para que quepan
los que buscan la salvación… ¡Y digo más!… ¡Yo soy esa puerta!… ¡Buscadme y
entraréis en el reino del Padre Azul!… Pero, ¡ojo!… Si rechazáis esa entrada,
si os mantenéis en los placeres materiales, puede que no podáis ingresar en el
reino… Y si llamáis a la puerta, después de gozar de la vida, yo os diré desde
dentro: “¡No sé de dónde venís!… Tuvisteis una oportunidad, pero la
rechazasteis”. ¡Y la puerta será cerrada… para siempre!… Los que no desean
hacer la voluntad del Padre no merecen la salvación eterna…».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 617
Mateo Leví y el Oso hicieron causa común. Pero el Galileo no
prestó atención. Dio media vuelta y continuó desmontando la tienda. No había
nada que hacer. Jesús lo tenía decidido. Fue en esos tensos momentos cuando
Tomás se unió al grupo y, ante la perplejidad de todos, sacó los dados y los
agitó en el aire, en su mano izquierda. Después los lanzó sobre las pieles de
cabra de la tienda del rabí. Y cantó: —¡¡Uno…, cinco…, cuatro!! Le miraron sin
comprender. Observé los tres dados. En efecto, aparecían esos números. —¡¡Uno…,
cinco…, cuatro!! —repitió el bizco, entusiasmado—. ¿Es que no lo veis? ¿Ver
qué? Y Tomás aclaró, ante la sonrisa del Maestro: —¡Suma diez!… ¡Yod!… ¡¡El
Padre!!… Estaban desconcertados. El rabí recogió los dados y, sin dejar de
sonreír, se los entregó al eufórico Tomás. ¡Pardiez!… En Kábala, en efecto, la
letra hebrea yod o iod simboliza a Dios… ¡El Padre Azul! Por su parte, el
número «154» equivale a «victoria» … Quedé más sorprendido que los discípulos.
Y lo tomé por lo que era: una señal de los cielos… Tomás, entonces, agitando de
nuevo los dados en la mano izquierda, animó a sus compañeros: —¡Vamos!…
¡Muramos con Él!
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 624
¡Sed fieles a la mujer y a vosotros mismos! Eso es lo
importante en una pareja
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 628
Algo estaba pasando en la cripta… Fue entonces cuando caí en
la cuenta: ¡el fuerte viento había cesado!… ¡Los pájaros desaparecieron!… ¡No
había ruidos!… ¡Todo se detuvo, incluidos los corazones!…
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 636
—¿Cómo es la muerte? ¿Tiene los ojos verdes, como dicen?
El Maestro la contempló, maravillado.
—Es como tú quieras imaginar —respondió con seguridad—. Lo
hemos hablado… La muerte es un dulce y benéfico sueño del que no querrás
volver…
E insistió:
—Del que no querrás regresar… La muerte fue otra genialidad
del Padre Azul. Sólo así podrás continuar hacia el Paraíso.
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 646
«… Y después de mi muerte y resurrección —añadió el
Galileo—, deberéis enfrentaros a toda suerte de persecuciones… El mundo no
perdonará que remováis a sus dioses… El mundo está a oscuras, pero no consentirá
que le proporcionéis la luz… ¡Luz y dinero están reñidos!… Si buscas honor y
riquezas, has equivocado el camino… Si la sal pierde su sabor, ¿de qué sirve?…
Estáis advertidos: si no estáis dispuestos a beber conmigo la copa que me está
siendo preparada, entonces volved a casa… ¡No podéis ser mis heraldos!»
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 657
«Despedirse es morir un poco».
J. J. Benítez
El Diario De Eliseo. Caballo De Troya: Confesiones Del Segundo Piloto,
página 670
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