La gran catástrofe amarilla



Nada —nunca— es lo que parece. Y, mucho menos, lo que creemos o lo que quieren que creas.
Soy mucho más que un hereje...
Me expuse a todos los peligros del mundo por decir la verdad.
La religión (todas) es un permanente atropello a la libertad.
Sólo la imaginación se aproxima a la verdad.
Contar toda la verdad no es aconsejable.
Dicen los chinos: «Problema olvidado, problema resuelto». No sé yo...
 
J. J. Benítez
La gran catástrofe amarilla
 
 
Me asomo al balcón y contemplo las ocho mil estrellas. La temperatura ha descendido. Los luceros lo acusan y tiemblan. Blanca se acoda en la barandilla, me observa de reojo y comenta: —Tú tienes un gran secreto... La miro, desconcertado. Y disimulo: —No sé a qué te refieres. La mujer sonríe, levanta la vista hacia la negrura y replica casi para sí: —Sabes muy bien de qué hablo. Quedé perplejo. ¿Cómo lo había adivinado? Sí, tengo un gran secreto... Pero elegí el silencio. Besé primero a las estrellas. Después la besé a ella y me retiré.
 
J. J. Benítez
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La «ley del contrato» —según mis informaciones— es obligatoria para los que nacen en este mundo; mejor dicho, para casi todos... Si fuera cierto (está por ver), el «contrato» sería elegido antes de nacer. Elegimos la vida que deseamos vivir, hasta en sus más pequeños detalles: familia, época, trabajo, enfermedades e, incluso, el momento y la forma de morir. Tras aceptarlo se procede al nacimiento. Una vez en la Tierra, el «contrato» es borrado de nuestra mente. Es la forma de no descafeinar la aventura. Eso es la vida: una aventura. Vivimos para experimentar; no para aprender.
 
J. J. Benítez
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Ojalá prestáramos atención a esa «voz» susurrante...
 
J. J. Benítez
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—¿Cómo sabes que hay vida después de la muerte? Hablaste del «otro lado» como si lo conocieras... —He investigado mucho al respecto. Sé de miles de casos. Además... Me mordí la lengua y guardé silencio. Marisa acudió en mi ayuda: —¿Y cómo es el «otro lado»? —No hay palabras para describirlo. En los Caballos de Troya se habla de los mundos MAT. Despertarás del dulce sueño de la muerte en un lugar luminoso. Allí te recibirán tus seres queridos ya muertos. Y te proporcionarán un cuerpo físico. Serás inmensamente feliz. Repito: no hay forma de describir ese lugar y mucho menos los que visitarás después. —¿Tendré que volver a morir? —se interesó Pili, la otra Cubana. —Según mis noticias no. La muerte sólo existe en esta vida. Después, en el «otro lado», irás avanzando hasta convertirte en luz. ¡Luz que piensa!
 
J. J. Benítez
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«¡Qué poco se necesita para alegrar la vida de los seres humanos!»
 
J. J. Benítez
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—¿Y qué pasa con la «chispa» y el alma —pregunta Rosa— cuando mueres? —Se presentan tres ángeles y protegen la «chispa», el alma y las memorias. A ese proceso lo llaman «enserafinación». Me encanta el nombre. —¿En qué consiste? —Un serafín protege la «chispa» con su cuerpo y vuela hacia los mundos MAT. Y el resto hace lo mismo, pero con el cáliz (el alma) y tus memorias. Me miran desconcertados e incrédulos. —¿Y cómo sabes eso? Sonrío y prosigo: —Lo sé... Vuestros recuerdos —las memorias— es lo único que os llevaréis cuando paséis al «otro lado». Por eso es tan importante vivir y hacerlo con intensidad: minuto a minuto. —¿Qué son los mundos MAT? La pregunta de Fede da para horas de conversación, pero intento sintetizar: —MAT es la mitad de la palabra «materia». Cuando despiertes del dulce sueño de la muerte te encontrarás en MAT-1. Allí te proporcionarán un cuerpo físico (a tu gusto) en el que la mitad es materia orgánica y el resto una sustancia parecida a la luz. E irás pasando de MAT en MAT, sin necesidad de morir. Pues bien, en ese proceso, la materia orgánica irá desapareciendo poco a poco, en beneficio de la luz. Y llegará un momento en el que serás luz. ¡Luz pensante! Al llegar a MAT-1, los ángeles te devolverán la «chispa», el alma y las memorias y te regalarán una nueva y prodigiosa mente.
 
J. J. Benítez
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—¿Cuántos universos crees que hay? La observo. Sé que es ingeniera y, por tanto, escéptica. Pero decido decirle la verdad (mi verdad): —En la creación visible se cuentan siete superuniversos. En cada uno de ellos hay más de 700 millones de billones de planetas. Me miran, desconcertados y perdidos. —Lo sé —añado— es una cifra mareante. Hay tantos planetas como granos de arena en las playas del mundo. Y sigo con los ejemplos: —En nuestra galaxia, en la Vía Láctea, hay más de cien millones de soles. Pues bien, formamos parte del llamado cúmulo de Virgo, con un total de 1.300 galaxias. Pero existen otros muchos cúmulos, con millares y millares de galaxias... Esa impresionante cifra de galaxias termina formando un superuniverso. Pues bien, como os decía, según mis noticias, en la creación hay siete superuniversos. El número de planetas es casi infinito. Y en el centro de esos superuniversos se encuentra el Paraíso...
(…)
—El Paraíso —prosigo— es el único lugar fijo en la creación. Todo se mueve en torno a él. Es la casa del Número Uno, el Padre Azul. Allí sólo se puede entrar mediante el sueño.
(…)
—Esa inmensa creación —le digo— es sólo una primera etapa. —No entiendo... —Quiero decir que más allá de los siete superuniversos hay más, mucho más. A esos lugares los llaman «zonas increadas». Están a la espera de nuevos superuniversos.
(…)
—¿Y qué nos puedes decir del Paraíso? —interviene José Luis, el de Alfaguara. —No hay palabras para describirlo. Allí coexisten todas las realidades: pasadas, presentes y futuras. —¿Quién vive allí? —se interesa Gerardo. —El Número Uno y el resto de los Dioses importantes.
 
J. J. Benítez
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—¿A qué vino el Maestro, según tú? Respondo a la pregunta de Gerardo con especial agrado: —Se encarnó para traer un mensaje: todos somos hijos del Padre Azul y, por tanto, espiritualmente hermanos. Jesús de Nazaret trajo la esperanza químicamente pura: después de la muerte seguiremos vivos. No importa lo que pienses o lo que hayas hecho.
 
J. J. Benítez
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Envolveré un beso en un poema y lo lanzaré a la mar.
 
J. J. Benítez
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—¿Qué es para ti el tiempo? —me interroga Pili, la Cubana . Le contesto al tiro: —Es un hijo del espacio. Es una criatura que sólo podemos experimentar en la imperfección; es decir, en la materia. Cuando mueras vivirás el «no tiempo». —¿Cuántos tiempos hay? —se interesa Moli. —En realidad uno solo pero su comportamiento depende de nosotros. No entienden. E intento explicarme: —El tiempo siempre es el mismo, pero, si te sientas, el tiempo te mira... Si corres, el tiempo se ríe... Si estudias, el tiempo encoge. Se hace el silencio. Las nuevas ideas flotan sobre la mesa. Es bueno que reflexionen sobre ellas. El tiempo no es lo que creemos.
 
J. J. Benítez
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La vida, fundamentalmente, es observación. Pero la gente no dedica un tiempo mínimo a la observación. La gente corre y corre, sin saber por qué corre.
 
J. J. Benítez
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«El mar es un desierto de olas», asegura Nicolò Alba.
 
J. J. Benítez
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En otras palabras: el envenenamiento por el supuesto aceite de colza en España fue una maniobra secreta de los militares norteamericanos. No fue la colza la que provocó los muertos y afectados. Fue un agente químico, fabricado en una base militar en EE. UU. Una vez comprobada la eficacia del veneno, éste fue utilizado en la guerra de Afganistán, contra los rusos.
 
J. J. Benítez
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Tras el almuerzo empiezo la lectura de El hereje , de Miguel Delibes (Premio Nacional de Narrativa en 1999). A la tercera página, el libro se me cae de las manos. No comprendo: Delibes fue un maestro... ¿Por qué abunda en palabras eruditas que nadie entiende? Ser culto no quiere decir que no te comprendan.
 
J. J. Benítez
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El Espíritu Infinito es el creador de la mente. Y las reparte a trillones...
 
J. J. Benítez
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Si os fijáis, la mente —lo que yo llamo la «caja de herramientas»— es una criatura prodigiosa. Lo puede casi todo. Sólo se entiende si admitimos que es obra de un Dios.
 
J. J. Benítez
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—Según mis noticias, el Espíritu Infinito habita toda la creación. Me refiero a los animales y a lo inanimado. Está en todo: en el agua, en las piedras, en el aire y hasta en los virus...
(…)
—El Espíritu Infinito sostiene la gravedad, la antimateria y la gravedad espiritual. Esta última no ha sido descubierta aún por el hombre. Él hace llover las ideas.
(…)
Pero, sobre todo, el Espíritu Infinito es amor condensado.
 
J. J. Benítez
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Por la tarde volvemos a reunirnos con Liz y su marido (en la heladería maravillosa). Esta vez —no recuerdo cómo— surge el asunto de las Torres Gemelas, en Nueva York. Soy sincero: —Toda mentira... Las torres no fueron derribadas por los islamistas. Investigué a fondo. Los aviones que se estrellaron en los edificios iban vacíos ¡y sin pilotos! Fue una operación diseñada por los propios militares norteamericanos para justificar —a nivel mundial— la invasión de varios países. En definitiva: dinero. —Pero... Entiendo la lógica extrañeza de Juanfran. —Tú eres arquitecto —le digo—. ¿Qué opinas sobre la caída de las torres? —Da la sensación de que fue una voladura controlada... —Exacto. Y resumo: —No creáis nada de lo que sale en televisión. La manipulación es constante.
 
J. J. Benítez
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Al verme, la mar, recostada en la oscuridad, se levanta tímidamente y habla de soledades. Me acodo en la barandilla y escucho en silencio. Mis soledades también son legión...
 
J. J. Benítez
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Algunos aseguran que nos estamos cargando el planeta. Me opongo. Y explico que el ser humano no es el responsable del cambio. Me miran, desconcertados. Algunas razones: hace 12.000 años (glaciación de Würm), ¿quién contaminaba con el CO2? Nadie... ¿Y por qué se registró un cambio climático que se prolongó durante 8.000 años? Trato de que me entiendan: —Contaminar no es bueno, pero eso no tiene nada que ver con el dichoso cambio climático. Alguien miente. Alguien le está metiendo miedo a la sociedad (en su beneficio). —¿Y cuál crees tú que es la causa del cambio climático? —Pueden ser varias... Todas escapan al control del ser humano. Por ejemplo: oscilaciones periódicas del eje de la Tierra (generalmente cada 40.000 años). Por ejemplo: actividad solar intensa (que influye o no en la creación de barreras nubosas). Por ejemplo: el paso del sistema solar por determinadas regiones de la galaxia... Y resumo: —Han culpado al CO2 y lo han hecho reo de muerte. Repito: no es bueno contaminar, pero el CO2 no es el responsable. El hombre no es tan importante. El planeta tiene su propio ritmo. —¿Y qué opinas de las eólicas? —pregunta Carlos. —Otro error. Los molinos de viento no representan una cifra significativa en la producción eléctrica. Es dinero para los propietarios de los terrenos en los que se levantan. Punto final. Ni la masiva tala de árboles por parte de los romanos o de los turcos provocó tanto desaguisado en el paisaje como estos molinos. Habría que despertar a don Quijote para que se enfrente a los nuevos gigantes...
 
J. J. Benítez
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Trato de dormir, pero la angustia y la tristeza no lo permiten. Me asomo al balcón del camarote y contemplo las estrellas. Ellas saben lo que está pasando, pero no dicen nada. Y mantienen un silencio luminoso. Sé que, tarde o temprano, me enteraré...
 
J. J. Benítez
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«Respirar bajo el agua sería conocer sus secretos»
 
J. J. Benítez
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—¿Sabíais —insiste la de Motril— que casi 250 millones de africanos viven con menos de un dólar al día? A mí se me atraganta la sopa. —Y tú —me pregunta Pili, la Cubana —, ¿qué opinas de esa gravísima injusticia? —Tengo una teoría —explico con desgana—. Al crear los universos del tiempo y del espacio, cada Dios decidió establecer en su reino lo que denominaron «mundos experimentales». No hay muchos, pero los hay. En cada uno de esos planetas «laboratorio» —la Tierra es uno de ellos— puede ocurrir lo más bello y lo más abominable. Son mundos en los que se ensaya, en beneficio del resto de la creación. Es por ello que en la Tierra mueren 27.000 niños de hambre al día... Es por ello que en la Tierra se llevan contabilizadas mil guerras, con casi 500 millones de muertos... Es por ello por lo que gastamos 17.000 millones de dólares al año en comida para perros... Es por ello por lo que en la Tierra hay todavía ocho millones de niños esclavos... Es por ello por lo que en la Tierra hay más de 300.000 niños soldados... Es por ello por lo que, en la Tierra, un ciudadano del primer mundo consume 150 veces más energía que un africano... Es por ello por lo que en la Tierra se acumulan hoy más de 60.000 bombas atómicas, capaces de terminar con la vida de 112.000 millones de personas... Se quedan con la boca abierta. Y resumo: Menú especial. —Es por ello que Jesús de Nazaret se encarnó en la Tierra, el llamado «planeta de la cruz». No fue por casualidad.
 
J. J. Benítez
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—La verdad es inaccesible al ser humano —aclaro—. La VERDAD, con mayúsculas, nos desintegraría. No estamos preparados para conocerla. Eso llegará en su momento. Ahora sólo podemos hablar de verdades parciales. Y cada cual tiene la suya o las suyas...
 
J. J. Benítez
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«La niebla sólo es un disfraz del agua»
 
J. J. Benítez
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Hoy, 7 de abril, se cumplen 1990 años de la crucifixión del Jefe. Le dedico un pensamiento y le guiño el ojo. Curioso: cuando Jesús de Nazaret regrese habrán pasado 2020 años.
 
J. J. Benítez
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—¿Se sabe —pregunta Juanfran— quién escribió realmente los evangelios? Explico lo que sé: —En cierta ocasión logré entrar en el Archivo Secreto Vaticano. Y me mostraron un documento clasificado como «O/COL-IAN» (altamente sensible). Decía, entre otros asuntos: «... Evangelio escrito por el apóstol Tomás antes de su muerte en la isla de Malta: perdido» ... «Evangelio del apóstol Andrés: perdido» ... «Apocalipsis del apóstol Juan: mutilado y perdido (en parte)» ... «Evangelio del apóstol Mateo: fue escrito por Isador, uno de sus discípulos. El texto fue redactado en la ciudad de Pella (actual Jordania) en el año 71 de nuestra era (Jesús murió en abril del 30). Isador contaba con las notas escritas por Mateo tras la crucifixión del Maestro. También poseía parte del evangelio de Marcos… Las notas del apóstol Mateo fueron escritas en arameo. Isador lo hizo en griego… La última copia del relato original de Mateo, en el que se basó Isador, fue destruida en el año 416 en el incendio de un convento, en Siria» ... —Si no he entendido mal —interrumpe Rafa—, el primer evangelio, digamos serio, fue escrito 41 años después de la muerte de Cristo... —Jesús de Nazaret —le corrijo—. Y sí... —Pero eso es mucho tiempo. ¿Cómo podían recordar lo que sucedió? —Siempre lo he dicho: los evangelios canónicos son un naufragio. Todo está cambiado, según convenía. El evangelio de Marcos, por ejemplo, fue escrito en base a los recuerdos del fantasioso Pedro. Os invito a que consultéis los Caballos de Troya. Pedrito no era de fiar. Ese evangelio —el de Marcos— fue escrito a finales del año 68 de nuestra era. Es decir, casi cuarenta años después de la muerte de Jesús. Juan Marcos era un muchacho cuando mataron al Maestro. —¿Y qué dices del evangelio de Lucas? —se interesa Nieves. —Otro desastre. Fue redactado en base a los recuerdos de Pablo de Tarso, que no conoció al Maestro. —¿No conoció a Jesucristo? Corrijo de nuevo a Rafa: —Jesús de Nazaret... Y no lo conoció, en efecto. Pablito fue el genio del marketing. Él fue el verdadero fundador de la iglesia católica, junto a Pedro y otros discípulos. Lucas escribió su evangelio en el año 82 en la ciudad de Acaya, en Grecia. Quería escribir una trilogía sobre la vida del Maestro. No le dio tiempo. Falleció en el 90, cuando había terminado el segundo libro: Los hechos de los apóstoles. La credibilidad es escasa. —¿Y Juan? —interviene Liz. —El evangelio de Juan se halla igualmente manipulado y tergiversado. Y no lo escribió Juan. Según mis informaciones lo hizo un tal Natan, discípulo y amigo de Juan. Y lo escribió en el año 101; es decir, 71 años después de la muerte del Jefe. En otras palabras: un desastre... A Liz no se le han escapado las suaves correcciones a Rafa, en relación al nombre del Maestro. Y vuelve a preguntar: —¿Qué diferencia hay entre las palabras Cristo y Jesús de Nazaret? —Cristo o Jesucristo es lo opuesto a lo que Él pretendió. Cristo es la versión —en griego— de Mesías. El Maestro no fue el Mesías esperado por los judíos. Fue mucho más. Era un Dios encarnado en la Tierra, que llegó para recordarnos que somos hijos del Padre Azul y, por tanto, eternos. Él no fue un libertador político. Ésa es la idea judía sobre el Mesías. Por tanto, mejor utilizar el nombre de Jesús o Jesús de Nazaret.
 
J. J. Benítez
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—Háblanos de las «ventanas» descubiertas por la NASA... Y relato lo siguiente: —Mi confidente en la NASA estaba vivamente impresionado. Jamás habían visto cosa igual. «Aquello» era más espectacular, incluso, que lo registrado en la luna durante el proyecto «Apolo». Los militares se hallaban nerviosos, y con razón...» Con la puesta en órbita de los primeros satélites artificiales, los militares rusos y norteamericanos descubrieron en la Tierra lo que han llamado «ventanas». Se trata de gigantescos haces de luz invisible, sólo captables con radiofrecuencias, que parten del suelo y se dirigen al espacio, hacia el infinito. Las primeras fueron detectadas en octubre de 1957. Son siempre doce, aunque cambian de lugar periódicamente. Por supuesto no es obra humana. Cuando los expertos se sitúan en el lugar del que parte el haz de luz no descubren nada extraño en el suelo. La luz invisible sigue allí. Nadie comprende su cometido. Algunos apuntan la posibilidad de que se trate de una especie de radiofaros, como los que se utilizan en la navegación aérea. En realidad, nadie sabe nada. —¿En qué lugares aparecen esas «ventanas»? —Mi confidente —respondo a Rafa— recordaba algunos puntos: Desierto del Gobi (7), Uritorco (Argentina) (1), In Salah (Argelia) (2), Irán (16), Lourdes (Francia) (12), Lhasa (Tíbet) (5), Hermón (Líbano) (9), Sacara (Egipto) (3), Ocucaje (Perú) (10), Baja California (14), Fátima (Portugal) (11) y Australia (15). —¿Y se siguen captando? —pregunta Nieves. —Al parecer sí. Según mi informante, la vigilancia es permanente. —¡Setenta años de secreto! —se lamenta Juanfran—. ¿Por qué? Me encojo de hombros. No sé responder.
 
J. J. Benítez
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«Para la ignorante, la lluvia siempre es molesta»
 
J. J. Benítez
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Huyo al balcón del camarote y hablo con el Padre Azul. «No creo que la humanidad tenga arreglo —le digo—. Somos peores que los animales.» Pero la «chispa» guarda silencio. ¿Cómo debo interpretar ese silencio? Las estrellas miran para otro lado. No quieren comprometerse. ¡Cobardes!
 
J. J. Benítez
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Exactamente —según consta en nuestros archivos— la infección en humanos dio comienzo el 9 de octubre (2019). En ese otoño, los «corredores» lo «sembraron» también en el resto del planeta. No hubo, por tanto, murciélagos transmisores ni «paciente cero». Fuimos nosotros, los militares de «Fort Apache», los únicos responsables del «Havoc», como lo fuimos de otros virus: sida (VIH) (1981), SARS («sembrado» en Cantón) (2002), gripe aviar (2009), ébola (2014) y el amerithrax (un billón de esporas por gramo), entre otros.
 
J. J. Benítez
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Todo fue diseñado para que la opinión pública mundial quedara convencida del origen chino del coronavirus.
 
J. J. Benítez
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