Nazaret


—... Padre nuestro, que nos has creado, arrancándonos como un destello eterno de tu corazón de oro... Que estás en los cielos... Que estás en los cielos limitados de cada dolor y de cada enfermedad... Que estás en la sangre que se derrama... Que estás en el cielo sin distancias del amor... Santificado sea tu nombre... Santificado y repetido con orgullo, con la satisfacción del hijo del poderoso... Venga a nosotros tu reino... Llegue a los hombres la sombra de tu sabiduría... Venga a nosotros la brisa que impulsa la vela... Venga pronto la señal de tu Hijo, mi añorado Hijo, vengan a nosotros las otras verdades de tu reino... Hágase tu voluntad en la Tierra y en los cielos... Y que el hombre sepa comprenderlo... Que los espíritus conozcan que nada muere o cambia sin tu conocimiento... Que no perdamos el sentido de tu última palabra: «Amaos»... Hágase tu voluntad, aunque no la entendamos... El pan nuestro de cada día, dánosle hoy... Danos el pan de la paciencia y el del reposo... Danos el pan de la alegría de los pequeños momentos... Danos el pan de las promesas... Danos el pan del valor y de la justicia... Y el fuego y la sal de la compañía... Y también el llanto que limpia... Danos, Padre, el rostro sin rostro de tu imagen... Y perdona nuestras deudas... Disculpa nuestros errores como el padre olvida la torpeza del hijo... Perdona las tinieblas de nuestro egoísmo... Perdona las heridas abiertas... Perdona los silencios y el trueno de las calumnias... Perdona nuestra pesada carga de desconfianza... Perdona a este mundo que, a fuerza de soledad, se está quedando solo... Perdona nuestro pasado y nuestro futuro... Y no nos dejes caer en tentación... Líbranos de la ceguera de corazón... No nos dejes caer en la tentación de la riqueza, ni en la miseria y estrechez de espíritu... Líbranos, Padre, de toda certidumbre y seguridad materiales... Líbranos.

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 126


—Tú no necesitas la paz, amigo: la llevas dentro.

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 131


“Mi riqueza, Ismael, es hacer la voluntad del Padre. Cuanto mayor es mi fe en Él, más grande mi crédito en la tierra... Y en cuanto a aprender la humildad, ésa, amigo mío, no se aprende: se nace o no se nace con ella.”

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 223


»Algunas veces le preguntamos por el rostro de ese Dios. Nos miraba con dulzura y decía: « ¿Podéis describirme el de la música? ¿Qué facciones tiene el amor? ¿Quién será capaz de dibujar la cara de la sabiduría? ¿Tiene ojos la ternura o la tolerancia o la fidelidad? Pues bien, hermanos míos, así es el Padre de los cielos: sin rostro y con los mil rostros de la belleza, del perdón, de la risa, del poder, de la paz y, sobre todo, de la misericordia.

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 274


Camina en la confianza de que todo ha sido creado para el equilibrio.

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 307


—...Un día, el rey Salomón encontró una bella fortaleza. Pero, ¡oh, cielos!, carecía de puertas. Y buscando y buscando... —María hizo una señal para que me aproximara. Y emocionada me susurró al oído: «Lo cuenta como Él.»—... fue a tropezar con un águila dorada. El rey le preguntó dónde estaba la puerta y ella, que tenía sólo setecientos años, le envió un poco más arriba, al nido de su madre, que contaba novecientos. Pero tampoco supo darle razón y le indicó un tercer nido (más alto que el suyo), habitado por su abuela, que había cumplido mil trescientos años. El águila abuela le dijo que, en efecto, su padre le contó cómo, en la antigüedad, existía una puerta por el oeste. Y el rey, caminando y caminando, halló una entrada de hierro, sepultada en el polvo de los siglos. Y en la puerta se decía: «Nosotros, los moradores de este palacio, vivimos durante años con lujo y riquezas. Pero sobrevino el hambre y nos vimos obligados a fabricar el pan con harina de perlas. Pero no sirvió de nada. Y cuando estábamos a punto de morir, legamos este lugar a las águilas.» ¿Lo has entendido? La Señora repitió el gesto, revelándome otro pequeño secreto: —Eso era lo que preguntaba mi Hijo al concluir la historia. Y la revuelta constelación de pecas cambió de longitud y latitud, empujada por una sonrisa sin fin. —Es fácil —manifestó haciendo suyas las palabras de su ídolo—. Sólo las águilas poseen la inmortalidad. Cuando envejecen vuelan hasta la casa del Padre Azul y Éste, una a una, les cambia las plumas...

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 440


«Aprende de los cuervos. El que trata de arrebatar lo que no le pertenece puede perder hasta lo poco que tiene.»

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 442


¡Cuán sutil es el Destino! Sus dedos terminan enredándose siempre en las ruedas de nuestros carros...

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 459




He dudado a la hora de incluir esta documentación sobre Jesús. No en vano soy Virgo... Pero, finalmente, en honor a la memoria de Eliseo —autor del trabajo— he creído oportuno complementar cuanto llevo dicho con, al menos, una síntesis de un curioso «horóscopo» (el término no era del agrado de mi hermano, más versado que yo en estas cuestiones esotéricas) elaborado con la ayuda del ordenador central de la «cuna». Nunca pregunté cómo lo había logrado. Sólo recuerdo que un buen día, durante el «tercer salto», se enfrascó en su realización, suministrando a Santa Claus cuantos datos llevábamos recogidos. El fruto de su entusiasta labor me dejó atónito. Quién sabe si el presente resumen puede resultar de utilidad para algún otro «loco maravilloso». La documentación decía lo siguiente: HORÓSCOPO NATAL DE JESÚS DE NAZARET. Autor: Santa Claus. (Mi hermano prefirió camuflarse bajo el nombre de guerra de la computadora.) Belén (Judea). 21 de agosto del año «menos siete». Hora local (se refiere al nacimiento): 11 horas 43 minutos y 09 segundos. (Otro inciso: a mi vuelta creo que he sido el único ser de este planeta que ha celebrado la Navidad en dicha fecha y hora.) Datos generales: longitud (35o E 12’), latitud (31o N 43’), domificación (Plácidus, Geo céntrico, Tropical). Hora universal (Greenwich): 9 horas 22 minutos y 21 segundos. Hora sideral: 9 horas 33 minutos y 07 segundos. Casas (Domificación) [En su día, Eliseo fue explicándome el significado de cada uno de estos vocablos. La verdad es que, al no prestarle demasiado interés, lo he ido olvidando]: Casa I (Ascendente: 15o 25’ Escorpión). Casa II (14o 49’ Sagitario). Casa III (17o 06’ Capricornio). Casa IV (Bajo Cielo: 21o 06’ Acuario). Casa V: (23o 32’ Piscis). Casa VI (21o 40’ Aries). Casa VII (Descendente: 15o 25’ Tauro). Casa VIII (14o 49’ Géminis). Casa IX (17o 06’ Cáncer). Casa X (Medio Cielo: 21o 06’ Leo). Casa XI (23o 32’ Virgo) y Casa XII (21o 40’ Libra).

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 516



Jesús de Nazaret. Este informe, más que una carta astral para la persona de Jesús, debe estimarse como una representación simbólica de su relación con el mundo. A través del signo Escorpión —que guarda el misterio de la resurrección— nos habla de su misión en la tierra, dejando un «mensaje escrito» en simbología astrológica. Aun así, puede ser estudiado también como un ser humano. Análisis de la carta astral de su nacimiento. Sorprende la posición de todos los planetas —a excepción de Saturno y de los exteriores—, en sus domicilios. Ello es excepcional. Indica que Jesús representaba todas las fuerzas cósmicas en equilibrio: el hombre perfecto, el Hombre-Dios. Saturno y Urano no aparecen en sus domicilios. Se hallan en Piscis: hecho altamente significativo. (Se trata del signo místico por excelencia. El «pez», su símbolo, sería utilizado posteriormente por los cristianos.) En esta carta domina el elemento «agua». El hombre «de agua» vive a nivel psíquico. Se siente como un extranjero en el mundo de la realidad. Siempre termina apartándose de lo material. La influencia de este elemento proporciona un alto grado de sensibilidad. El nativo siente la necesidad de vivir intensamente. Escorpión, signo del Ascendente (grado de la Eclíptica que figura en el horizonte del lugar natal en el momento del nacimiento), domina su carta. Además de representar al pueblo hebreo, es el símbolo de la muerte; de una muerte voluntariamente asumida que permitirá renacer en un Amor Superior que trasciende los sentidos físicos. La energía más fuerte del hombre «escorpión» es la de su deseo. En él, «altamente evolucionado», su fuerza sexual no actúa en lo erótico: se convierte en fuerza conductora. Es una fuente rejuvenecedora para la humanidad; un «médico», en el más amplio sentido de la palabra. El hombre del que emanan fuerzas curativas. Estas fuerzas poseen, a su vez, el don de la fascinación. Raro es el hombre «escorpión» que no reúne a su alrededor un grupo de personas, magnetizado por su irresistible atractivo personal. Plutón, regente del signo Fijo de Agua Escorpión, asume la regencia de esta carta. Se halla mejor situado y más fuerte que Marte, el otro regente del signo. Plutón representa la transformación. Se le compara a una fuerza o poder invisibles. Su influencia facilita la revelación de los poderes del subconsciente. Pone a disposición del nativo medios para promover y despertar en las masas el tipo de sensibilidad que desee. Influye sobre la conciencia colectiva. Cuando Plutón se vincula a un signo de fuego (el signo de posición del Sol) acentúa poderosos y urgentes estímulos de orden emocional y concede una extraordinaria capacidad dramática. Plutón en Virgo, como aparece en esta carta, conduce a fanatismo de orden social e intensifica al máximo el poder arrollador de las masas. Acentúa también la fuerza del subconsciente y proporciona una personalidad sugestiva y fascinadora. Cuando Plutón se une a Mercurio confiere capacidad de persuasión y un agudo sentido de la observación. Su fuerza espiritual es irresistible. Bajo esta influencia, el nativo desarrolla una intensa penetración, así como una excelente habilidad diplomática. El signo de posición del Sol es el Fijo de Fuego (Leo), que representa el principio de la voluntad (la manifestación de vida del Yo). El hombre Leo altamente evolucionado emana tal aura de positivismo que, a su alrededor, se olvidan los sufrimientos. Es optimista y cree firmemente en el bien. El triunfo del bien sobre el mal —piensa el Leo— es una ley inmutable. Es frecuente que aparezca dotado de tal serenidad que su supremacía resulta incuestionable. No es fácil que la crítica le doblegue. Todo ello le conduce a un notable grado de majestad y grandeza. Uno de sus mandamientos interiores es sustentar moralmente a los demás, siempre con el ejemplo y sin órdenes ni prohibiciones. El Sol aparece como el planeta dominante en su carta. Es el vivo símbolo de lo infinito, de lo divino, del creador, de la luz, del espíritu organizador del Universo, de lo sublime y de la libertad, en contraste con el destino que personifica Saturno. Es la individualidad. El Yo inmortal, en contraposición a la personalidad que simboliza la Luna. El Sol representa al genio creador. Y proporciona sentimientos profundos y estables, criterios firmes, persuasión y gran voluntad. Es magnánimo y generoso. Inspira admiración y simboliza el más elevado estado de conciencia. Su principio es el del poder. En el mundo instintivo es la inclinación hacia todo lo que contribuye a la elevación vital. En el afectivo «reina» sobre sus satélites y disfruta de la veneración que le profesan. Sus puntos de vista son amplios, objetivos y sistemáticos, con una excelsa filosofía. Aquí, el Sol se manifiesta a través de las «vibraciones acuáticas» de Escorpión. Y gana en fortaleza, intuición, nobleza, tenacidad y honradez. Y neutraliza las «influencias ígneas» propias de Leo, apareciendo menos optimista, vehemente y autoritario. El Agua le sensibiliza y proporciona la emotividad de la que carece Leo. Mantiene el impulso de dirigir a los demás, pero a través del sentimiento y no tanto por medio de la autoridad, característica del nativo de Leo. El signo de Piscis también se fortalece al albergar a tres planetas lentos: Urano, Saturno y Júpiter. Es el símbolo que envuelve profundamente en lo psíquico. Resulta extremadamente sensible a cualquier oscilación del espíritu. Padece la vida propia y la ajena. Júpiter es el planeta transmisor de las fuerzas correspondientes a la radiación de Piscis. En esta carta se halla posicionado en dicho signo, ejerciendo todo su poder. Júpiter suministra el empuje para liberarse de toda influencia que lo amarre a lo material, otorgando alas que lo eleven a los planos espirituales. Le libera de su destino —representado por Saturno—, lo que muestra simbólicamente la cúspide de la Casa V entre ambos planetas. Dicha Casa representa el cumplimiento de una meta a través de la muerte. El Nodo Norte Lunar en Tauro señala el objetivo de su encarnación: experimentar, vivir la vida humana en la materia que representa el signo de «tierra»: Tauro. En este signo llega al final de su recorrido por el Zodíaco, en su movimiento simbólico de retrogradación. Es el último signo de «tierra» que deberá recorrer para desligarse de su vínculo con la materia y, conociéndola, regresar a «su» órbita de Fuego, donde inició el camino. Plano físico. Individuo de enorme fortaleza física, ya que Plutón, su regente, dota de insospechado poder para resistir el dolor. El signo del Sol (Leo) aclara el color negro del cabello que proporciona Plutón, así como el de los ojos. Acastañado. Ojos color miel. Rostro de frente amplia y tez clara. Expresión profunda, que irradia gran seguridad. Cuerpo bien proporcionado. Elevada estatura y amplia capacidad torácica. De actitud decidida y manifestaciones rotundamente masculinas. Acuario establece un origen «cósmico» y un nacimiento «original». (Ignoro a qué podía referirse Santa Claus con el término «original».) Su vida —reza la carta— se vería repentinamente truncada. Mercurio se une en conjunción al regente natal Plutón, causando una muerte violenta y provocada, en cierta medida, por Él mismo. La Luna (indicador de los nacimientos) en la Casa de la muerte, señala un «nacimiento» a través de la muerte: la resurrección. Indica igualmente una muerte pública a manos de «militares». (Los romanos lo eran.) Plano mental. Mercurio, el planeta de la razón, se halla muy elevado en su carta, ejerciendo una fuerte influencia sobre su persona. Hace sospechar que la razón desempeñó un importante papel en su misión (situado en esa Casa). Gran facilidad de palabra y filosofía profunda. Expresión en términos enérgicos. Acometía verbalmente con dureza contra sus enemigos, aunque utilizando de todas sus artes. Cada planeta, desde su domicilio, le proporcionaba las cualidades necesarias para la obtención del resultado apetecido. Su filosofía. En esta carta, la filosofía de Jesús aparece reflejada a través de la simbología astrológica en el siguiente mensaje: «La luz, la unión con el Padre: objetivo final de la vida.» Los medios con que cuenta el hombre para conseguirlo —gracias a la Naturaleza— aparecen en las doce Casas. El orden natural del Zodíaco, que arranca en el grado cero de Aries, brinda un cuadro puramente material, con Capricornio en el Medio Cielo, limitándonos a un destino. Aquí, la rueda gira y sitúa a Escorpión como principio: la encarnación. Pero la encarnación de un Ser que tiene su verdadero origen, no en el seno materno, como señala Cáncer en el Zodíaco natural, sino en el Cosmos y cuya máxima aspiración es retornar a él. He aquí, Casa por Casa, el «mensaje astrológico» que dejó el Hijo del Hombre: Casa I (Escorpión): «Cómo es el hombre.» El hombre hace su incursión en el mundo bajo las «vibraciones acuáticas» del signo de Escorpión. En su constitución física el elemento predominante es el agua. Es un ser intuitivo por naturaleza, cuya vida se manifiesta a través del plano psíquico, representado por los signos de agua. En esta existencia deberá perfeccionarse y alcanzar el equilibrio entre sus dos naturalezas: la material y espiritual. El ser humano perfecto es la consecuencia de un conjunto astrológico armónico, en el que cada planeta está en su propio domicilio. A través de sus signos vibran positivamente, dotándole de las características necesarias para su evolución. Casa II (Sagitario): «Qué posee.» Esta Casa representa lo que logra con su esfuerzo. Aquí, en lugar de manifestarse en Tauro, como en el Zodíaco natural, significando los bienes materiales, se sitúa en Sagitario: el símbolo de la sabiduría. A la sabiduría divina no se llega por el experimento físico o la prueba material, sino merced a los conocimientos abstractos representados por Sagitario. Él introduce el elemento Fuego (acción) en forma de «sabiduría», que a través de la actividad simbolizada por el segundo signo Fuego-Aries (trabajo) conduce a la meta: tercer signo de Fuego (Leo). Casa III (Capricornio): «La mente concreta.»Capricornio es el primer signo de Tierra que aparece en esta carta y que coloca al hombre en contacto con la realidad, gracias a la mente. Le hace consciente de lo ajeno (segundo signo de Tierra [Tauro] en VII). Al percibir ese mundo real que le circunda cobra conciencia de que su actuación requiere de la participación de los demás y ello le lleva a la cooperación, simbolizada en el tercer signo de Tierra en la Casa de la amistad. Casa IV (Acuario): «El origen del hombre.» El hombre procede del Cosmos, representado por el signo de Acuario. Su origen material se establece por Cáncer: signo de la maternidad y que en el Zodíaco natural es la Casa IV. Aquí, en cambio, lo sitúa en el «océano cósmico». La madre está representada por el Cosmos. El padre es el creador: el Sol. El final de la vida es el retorno al punto de origen. El hombre entra en el plano mental por el signo de Acuario. Ahí espiritualiza la experiencia, de la mano de la razón, representado por el segundo signo de Aire: Géminis. Casa V (Piscis): «Su obra.» Después de hacerse consciente de la realidad y de haber entrado en el plano mental comienza a crear, gracias al plano emocional y a la sensibilidad que le proporciona Piscis. Los hijos, reflejados en la quinta Casa astrológica, son la obra del hombre. Ellos perpetúan la especie. La mente, en cambio, perpetúa su obra intelectual. Y ello se consigue por el plano intuitivo, representado en este sector. No existe creador sin intuición ni sentimientos. Casa VI (Aries): «El trabajo.» Por este signo de Fuego, el hombre recibe la energía que le impulsa a la acción. Comienza a actuar por iniciativa propia y se hace consciente de la realidad del plano de Fuego: la lucha por la vida. Y tiene que contribuir con su trabajo físico y mental a la vida. Es la energía vital al servicio de la humanidad. Casa VII (Tauro): «El enemigo del hombre.» Esta Casa simboliza «lo ajeno», así como las fuerzas que actúan en contra de la iniciativa humana. El signo de Tierra (Tauro) encarna el amor por los bienes materiales, el arraigo por lo material. Y señala aquí al más peligroso y sutil enemigo del hombre: el afán por las riquezas, el lujo y el placer material. El hombre debe superar la ley de los contrarios y vencer la tentación del placer. Casa VIII (Géminis): «La muerte.» La Luna —que simboliza los nacimientos— se coloca en esta Casa señalando que la muerte no es otra cosa que el nacimiento a una nueva vida. La palabra (el verbo), la vibración sonora, desempeña un papel primordial en la creación y en el proceso evolutivo vinculado al renacimiento a esa vida nueva. El objetivo final de la muerte, simbolizado por la cúspide de Piscis, marca la separación del cuerpo físico del espíritu. El primero vuelve a la materia (Saturno). El segundo, como un viajero (Júpiter), emprende otros «viajes» hacia planos o niveles de existencia. El Gran Trígono (Luna, Marte y Urano) habla de realización mediante un ciclo que se origina en el Cosmos, seguido del nacimiento, de la muerte y de la resurrección. Casa IX (Cáncer): «La mente abstracta.» Después de asimilar los conocimientos por la mente concreta, que suministra al hombre el cuadro de la realidad, deberá canalizarlos a través del sector intuitivo. Esta Casa representa la mente superior, la filosofía y la religión. Cáncer introduce el elemento «imaginación» en el proceso mental superior. La intuición de Escorpión, la sensibilidad de Piscis y la imaginación de Cáncer constituyen los tres elementos básicos para desarrollar la vida psíquica del hombre. Y de ahí emana la sabiduría divina. Esta Casa simboliza también «los sueños», ese proceso, todavía enigmático, que aquí aparece como una herramienta para aprender y adquirir conocimientos superiores. Casa X (Leo): «La meta.» El objetivo de la existencia, simbolizado aquí por el Sol: la luz. Llegar a Dios —alcanzar la sabiduría completa— ésa es la meta del hombre. El tercer signo de Fuego (Leo) representa la voluntad. Adquirida la sabiduría teórica, es por la voluntad como pueden ponerse en práctica los conocimientos y alcanzar la superación; es decir, el control absoluto del Yo inferior y del Yo superior. Casa XI (Virgo): «Los aliados del hombre.» He aquí los amigos, los protectores, todo aquello que ayuda al hombre a cumplir su misión. Venus indica dónde puede hallarse la fuerza para llegar a la meta: en el amor espiritual, basado en el equilibrio materia-espíritu, como señala Venus en Libra. Esta Casa representa las «asociaciones voluntarias» y enseña al hombre su tercera realidad (tercer signo Tierra-Virgo): en la unión reside la fuerza. El hombre, en solitario, no puede lograr su meta final. Es preciso participar en la evolución colectiva de la humanidad. Casa XII (Libra): «La enfermedad.» Este sector representa la enfermedad incurable, el error, los impedimentos, las penas, el misterio y el enemigo oculto del hombre. El tercer signo de Aire-Libra en la Casa XII advierte del peligro que representa el enemigo oculto: «la cultura». Cuando el hombre, en su proceso educativo, desprecia la intuición y la sensibilidad que conducen a planos elevados de conciencia cae en una «intelectualidad enfermiza», incapaz de reconocer la capacidad emocional. Su «cultura» es falsa y le incapacita para intuir siquiera la verdad. El hombre, entonces, termina convirtiéndose en un esclavo de sus propias pasiones; es decir, un desequilibrado (Libra: la balanza).

J. J. Benítez
Nazaret
Caballo de Troya 4, pág. 517











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