Citas de libros de Charles Dickens:
“A medida que me acerco al final voy cerrando un círculo que me
aproxima al comienzo. Pareciera tener que ver con allanar y preparar el camino.
A mi corazón acuden muchos recuerdos que hasta ahora dormían.”
Charles
Dickens
Historia
de dos ciudades
“Abre los pulmones, lava el semblante, ejercita los ojos y suaviza el
temperamento; así que llora.”
“Acostumbramos a cometer nuestras peores debilidades y flaquezas a
causa de la gente que más despreciamos.”
Charles
Dickens
"Ahora lo que es necesario son los hechos."
Charles
Dickens
“Caballero una vez, caballero por siempre.”
"Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender."
Charles
Dickens
Charles
Dickens
Charles
Dickens
Charles
Dickens
Charles
Dickens
Charles
Dickens
Historia de dos ciudades
Charles
Dickens
Charles
Dickens
"Hay grandes hombres que hacen a todos los demás pequeños. Pero
la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes."
Charles
Dickens
"Hay hombres que parecen tener sólo una idea y es una lástima que
sea equivocada."
Charles
Dickens
Charles Dickens
Oliver Twist
“Hay siempre en el alma humana una pasión por
ir a la caza de algo.”
Charles
Dickens
"Hay sombras oscuras en la tierra, pero sus luces son más fuertes en el contraste."
Charles Dickens
“Hay una sabiduría de la cabeza y una sabiduría del corazón.”
“He aquí una regla fundamental en los negocios: házselo a los demás,
puesto que ellos te lo harán a ti.”
Charles
Dickens
"He comprobado el cálculo a menudo, y creo que me pasé dos noches recuperándome en la taberna. Veamos. Sí. Estoy seguro de que fue mientras estaba allí echado en la cama cuando me vino la idea de convertir los peligros que había pasado en mi supuesta y misteriosa desaparición, y de probar así a Bella. El temor de vernos obligados a casarnos y perpetuar el destino que parecía haber recaído sobre las riquezas de mi padre (un destino que solo podía acarrear más males) impulsaba esa timidez moral que se remonta a la infancia que pasé en compañía de mi pobre hermana.
Hasta el día de hoy no puedo entender que la orilla del río donde reaparecí a la superficie fuera la opuesta a aquella en la que me tendieron la trampa, y ya nunca lo entenderé. Ni siquiera en este momento, mientras dejo el río a mi espalda y me dirijo a mi casa, no puedo concebir que sus aguas discurran entre ese lugar y yo, ni que el mar esté donde está. Pero eso no es aclarar las cosas; esto no es más que un salto al presente.
No podría haber hecho todo eso de no haber llevado una fortuna dentro de un cinturón impermeable. No era una gran fortuna, ¡poco más de cuarenta libras para el heredero de más de cien mil! Pero era bastante. Sin ellas habría tenido que revelar mi identidad. Sin ellas nunca habría podido ir a la Posada del Tesoro Público, ni alquilado las habitaciones de la señora Wilfer.
Viví en ese hotel unos doce días, antes de la noche en que vi el cadáver de Radfoot en comisaría. El inexpresable horror mental bajo el que actué, como una de las consecuencias del veneno, hace que el intervalo parezca mucho mayor, pero sé que no pudo serlo. Ese sufrimiento ha ido debilitándose desde entonces, y solo ha vuelto de manera esporádica, y espero estar ya libre de él; pero aún en la actualidad a veces tengo que pararme a pensar, esforzarme, y hacer una pausa, o soy incapaz de decir las palabras que pretendo decir."
Charles Dickens
Nuestro amigo común
"Hechos, hechos, hechos; no se advertía otra cosa en la apariencia externa de la población, y tampoco se advertía otra cosa que hechos en todo lo que no era puramente material. La escuela del señor M’ Choakumchild era toda hechos, la escuela de dibujo era hechos, las relaciones entre el amo y el trabajador eran hechos y todo eran hechos, desde el hospital de Maternidad hasta el cementerio; todo lo que no se podía expresar en números ni demostrar que era posible comprarlo en el mercado más barato para venderlo en el más caro no existía, no existiría jamás en Coketown hasta el fin de los siglos. Amén."
Tiempos difíciles I, 5, página 57
Charles Dickens
“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo
el año.”
Charles
Dickens
“Humildes somos, humildes hemos sido, y humildes seremos.”
"Jamás habría tenido éxito en la vida si no hubiera yo prestado a
la cosa más nimia de que me ocupé la misma atención y el cuidado que he
prestado a la más importante."
Charles
Dickens
"La caridad comienza en mi casa, y la justicia en la puerta
siguiente."
Charles
Dickens
“La fama es la amada de todo corazón humano.”
“La ley es un asno.”
“La muerte, los incendios y los robos hacen a todos los hombres
iguales.”
"La regla de oro de todo negocio es: engaña a los demás, de lo
contrario te engañarán ellos."
Charles
Dickens
"La verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes."
"La verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes."
Charles Dickens
"Las herramientas melladas se pueden usar allí donde las
herramientas no sirven."
Charles
Dickens
"Las venturas nunca vienen por pares; las desdichas nunca vienen
solas."
Charles
Dickens
Londres , Octubre de 1868.
Querido hijo mio:
Te escribo hoy esta carta porque tu partida me preocupa mucho, y porque quiero que lleves contigo unas palabras mias de despedida, para que pienses en ellas de cuando en cuando en los momentos de tranquilidad. No necesito decirte cuánto te quiero, y que siento mucho, lo siento en el alma separarme de ti. Pero la mitad de esta vida está hecha de separaciones, y son dolores que hay que sobrellevar, además , la vida con sus pruebas y peligros, te enseñará más que cualquier estudio o tarea que pudieras realizar. Hasta hoy, sólo has necesitado para vivir una meta fija y constante, desde ahora, te aconsejo, hijo mío, que te propongas con firme determinación hacer todo lo que hagas de la mejor manera posible. No te aproveches vilmente de nadie en ninguna ocasión , y no seas duro jamás con los que están bajo tu fuerza. Procura hacer con los demás lo que quisieras que ellos hiciesen contigo, y no te desalientes si a veces dejan de hacerlo. Mucho mejor será para ti que sean ellos los que desobedezcan la máxima regla establecida por nuestro Salvador, y no tú. Pongo en tu equipaje el libro del Nuevo Testamento, porque es el mejor libro de cuantos se han conocido y se conocerán, y porque nos enseña las mejores lecciones por las que puede guiarse todo ser humano que procure ser leal y fiel a su deber.
No abandones jamás la sana costumbre de rezar tus oraciones por la noche y por la mañana. Yo no la he abandonado nunca, y conozco el consuelo que eso presta al alma. Confio en que puedas decir siempre en tu vida que has tenido un padre cariñoso que te ha amado.
Con cariño.
“Los caminos de la lealtad son siempre rectos.”
“Los diferentes medios de comunicación nunca serán un sustituto para
la cara de alguien que alienta con su alma a otra persona a ser valiente y
honesta.”
“Los grandes hombres rara vez son excesivamente escrupuloso en la
disposición de su atuendo.”
"Nadie es inútil en el mundo mientras pueda aliviar un poco el
peso de sus semejantes."
Charles
Dickens
“No está en mi naturaleza ocultar nada. No puedo cerrar mis labios
cuando he abierto mi corazón.”
Charles
Dickens
"No fracasa en este mundo quien le haga a otro más llevadera su
carga."
Charles
Dickens
“No juzgue nada por su aspecto, sino por la evidencia. No hay mejor
regla.”
“No olvides que te espero, no esperes que te
olvide.”
Charles
Dickens
"Nuestras peores debilidades y bajezas se cometen habitualmente
por consideración a las gentes que más despreciamos."
Charles
Dickens
Charles
Dickens
Charles
Dickens
Charles
Dickens
“Si usted pudiera ver mis pies cuando no llevo botas, se haría una
idea de lo que es cariño no correspondido.”
Charles
Dickens
Charles Dickens
"Todos tenemos alguna experiencia de la sensación, que nos viene ocasionalmente, de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias; de que sabemos perfectamente lo que diremos a continuación, ¡como si de pronto lo recordásemos!"
Charles Dickens
David Copperfield
“Un árbol es un vecino muy peligroso en una tormenta.”
"Un domingo por la mañana (el 8 de mayo) decapitaron aquí a un hombre. Había atacado nueve o diez meses antes a una condesa bávara que peregrinaba a Roma […] le robó cuanto llevaba y la mató a palos con su propio cayado de peregrina. El hombre se había casado hacía poco y regaló algunos vestidos de la víctima a su esposa, diciéndole que se los había comprado en una feria. Pero la mujer había visto pasar por el pueblo a la condesa peregrina y reconoció algunas prendas. El marido le explicó entonces lo que había hecho. Ella se lo contó a un sacerdote en confesión, y cuatro días después del asesinato apresaron al hombre.
No hay fechas fijas para la administración de la justicia ni para su ejecución en este país incomprensible; y el hombre había permanecido en la cárcel desde entonces. […] La decapitación estaba fijada para las nueve menos cuarto de la mañana. Me acompañaron dos amigos. Y como sólo sabíamos que acudiría muchísima gente, llegamos a las siete y media. […] Era un objeto tosco [el patíbulo], sin pintar, de aspecto desvencijado y unos diez palmos de altura, en el que se alzaba un armazón en forma de horca, con la cuchilla (una masa impresionante de hierro, dispuesta para caer), que resplandecía al sol matinal cuando este asomaba de vez en cuando tras una nube.
Dieron las nueve y las diez y no pasó nada. […] Dieron las once y todo seguía igual. Recorrió la multitud el rumor de que el reo no se confesaría; en cuyo caso, los sacerdotes le retendrían hasta la hora del avemaría (el atardecer); pues tienen la misericordiosa costumbre de no apartar hasta entonces el crucifijo de un hombre en semejante trance, como el que se niega a confesarse y, por lo tanto, es un pecador abandonado del Salvador. La gente empezó a retirarse poco a poco. Los oficiales se encogían de hombros y se mostraban dubitativos. […] Se oyó de pronto ruido de trompetas. Los soldados de a pie se pusieron firmes, desfilaron hacia el patíbulo y lo rodearon en formación. La guillotina se convirtió en el centro de un bosque de puntas de bayonetas y de sables brillantes. La gente se acercó más, por el flanco de los soldados. Un largo río de hombres y muchachos que habían acompañado al cortejo desde la prisión desembocó en el claro.
Tras una breve demora, vimos a unos monjes que se encaminaban hacia el patíbulo desde la iglesia; y por encima de sus cabezas, avanzando con triste parsimonia, la imagen de un Cristo crucificado bajo un doselete negro. Lo llevaron hasta el pie del patíbulo, a la parte delantera, y lo colocaron allí mirando al reo, que pudo verlo al final. No estaba en su sitio cuando él apareció en la plataforma descalzo, con las manos atadas y el cuello y el escote de la camisa cortados casi hasta los hombros. Era un individuo joven (veintiséis años), vigoroso y bien plantado. De cara pálida, bigotillo oscuro y cabello castaño oscuro. Al parecer se había negado a confesarse si no iba a verle su mujer, y habían tenido que mandar una escolta a buscarla; esa era la razón de la demora.
Se arrodilló enseguida debajo de la cuchilla. Colocó el cuello en el agujero hecho en un travesaño para tal fin y lo cerraron también por arriba con otro, igual que una picota. Justo debajo de él había una bolsa de cuero, a la que cayó inmediatamente su cabeza. El verdugo la agarró por el pelo, la alzó y dio una vuelta al patíbulo mostrándosela a la gente, casi antes de que uno se diera cuenta de que la cuchilla había caído pesadamente con un sonido vibrante. Cuando ya había pasado por los cuatro lados del patíbulo, la colocó en un palo delante: un trozo pequeño de blanco y negro para que la larga calle lo viera y las moscas se posaran en él. Tenía los ojos hacia arriba, como si hubiera evitado la visión de la bolsa de cuero y mirado hacia el crucifijo. Todos los signos vitales habían desaparecido de ella. Estaba apagada, fría, lívida y pálida. Y lo mismo el cuerpo.
Había muchísima sangre. Dejamos la ventana y nos acercamos al patíbulo, estaba muy sucio; uno de los dos hombres que echaba agua en el mismo se volvió a ayudar al otro a alzar el cuerpo y meterlo en una caja, y caminaba como si lo hiciera por el fango. Resultaba extraña la aparente desaparición del cuello. La cuchilla había cercenado la cabeza con tal precisión que parecía un milagro que no le hubiera cortado la barbilla o rebanado las orejas; y tampoco se veía en el cuerpo, que parecía cortado a ras de los hombros.
Nadie se preocupaba ni se mostraba afectado en absoluto. No vi ninguna manifestación de dolor, compasión, indignación o pesar. Me tantearon los bolsillos vacíos varias veces cuando estábamos entre la multitud delante del patíbulo mientras colocaban el cadáver en su ataúd. Era un espectáculo desagradable, sucio, descuidado y nauseabundo; no significaba nada más que carnicería aparte del interés momentáneo para el único desdichado actor. ¡Sí! Un espectáculo así tiene un significado y es una advertencia. […] El verdugo, que no se atrevía, por su vida, a cruzar el puente de Sant’Angelo más que para cumplir su cometido, se retiró a su guarida, y el espectáculo acabó."
Charles Dickens
Estampas de Italia
"Un espeso vaho se levantaba perpetuamente de los humeantes cuerpos del ganado y se mezclaba con la niebla, que parecía descansar sobre los extremos de las chimeneas, colgando pesadamente sobre ellas...Campesinos, carniceros, rebaños, mercaderes, muchachos, desocupados y vagabundos de baja estofa, se mezclaban en una masa densa. Los silbidos de los que llevaban los rebaños, el ladrido de los perros, los mugidos de los bueyes, el balido de los corderos, el gruñido y chirrido de los cerdos, las exclamaciones de los mercachifles, los gritos, interjecciones y peleas por todos los lados, el tañido de las campanas, un estruendo de voces que salían de las tabernas; la muchedumbre empujando, moviéndose y golpeando, insultando y chillando.
(...)
Tentadoras provisiones de todo cuanto puede estimular el hastiado apetito y dar nuevo realce al frecuentemente repetido festín; vasijas de bruñido oro y plata, forjados en las más exquisitas formas de vasos, platos y gobeletes; escopetas, espadas, pistolas y otros instrumentos de muerte, hierros para los encorbados, pañales para los recién nacidos, pócimas para los enfermos, cajas para los muertos, cementerios para los enterrados, todas esas cosas se mezclaban una con otra y al congregarse parecían deslizarse rápidamente en una abigarrada danza."
Charles Dickens
Oliver Twist
“Un corazón amoroso es mejor y más fuertes que la sabiduría.”
“Un día gastado en otros es un día gastado en uno mismo.”
“Un maravilloso hecho para reflexionar es el
que cada criatura se constituye como un único y profundo secreto y misterio.”
"Una aflicción verdadera nos hace más accesibles a la
dicha."
"Una de las primeras virtudes sociales es tolerar en los demás lo
que uno debe prohibirse a sí mismo."
"Una llave muy pequeña puede abrir una puerta muy pesada."
Charles
Dickens
Acorralado
y otros cuentos
"Y aun así he tenido la debilidad, y aún la tengo, de desear que sepáis que con súbita maestría habéis prendido en mí, montón de cenizas que soy, un fuego…"
Charles Dickens
Historia de dos Ciudades
“Yo experimento un profundo y humilde deseo, y lo conservaré mientras
viva, de aumentar la cantidad de alegría inofensiva.”
“Yo nunca habría tenido éxito en la vida si no me hubiera dedicado a
las cosas más pequeñas con la misma atención y cuidado que le dediqué a las más
grandes.”