Ibrahim Al-Koni

"¿Cómo pudo ser capaz de renunciar a su mitad divina a cambio de la ilusión del mundo material? ¿Qué es la mujer? Es el lazo creado por Satanás para arrastrar al hombre por el cuello ¿Y qué son los hijos? Juguetes con los que los padres se solazan pensando que les proporcionarán la eternidad y la salvación cuando en realidad no son más que motivo de ruina y quiebra de bienes ¿Y qué es la honra? Otra ilusión creada por los moradores del desierto para esclavizarse a si mismos y cargar con un cúmulo mayor de lazos y grilletes."

Ibrahim Al-Koni
Oro en polvo


"El agotamiento y la sed pudieron más que él y sintió las fauces del cruel daimon encima de su cabeza. Cuando la espumosa saliva del camello cayó sobre sus brazos, se dio cuenta de que la maldita bestia lo había sorprendido. Decidió comportarse como un adulto y se desvió hacia la derecha. Corrió un corto trecho para desviarse esta vez hacia la izquierda. El astuto demonio seguía, sin embargo, pisándole los talones, virando en pos de él, con la destreza de un pájaro y la flexibilidad de una serpiente, así que se sintió desesperar. Se desesperó porque el cansancio lo había abrumado y la sed lo había traicionado, activando en su conciencia todos los peligros que había de afrontar y sintiendo, por tanto, la emoción de aquel amargo trance.
La siguiente vez, la bestia le quitó el velo al intentar morderle la cabeza. De modo que corrió con la cabeza descubierta a través de la árida llanura. En su precipitada huida, bajó algunos barrancos hasta llegar a una pronunciada pendiente que comenzó a ascender, apenas sin aire en los pulmones, latiendo su corazón abruptamente. De no haberse servido de ambas manos y pies, la bestia le habría atacado salvajemente antes de hollar la cima de la pendiente.
Nada más llegar a la cumbre, se dejó caer, rodando cuesta abajo por la pendiente. No se detuvo siquiera a pensar qué estaba haciendo hasta que llegó a un saliente. Entonces se encontró en un profundo barranco, donde los árboles crecían a intervalos dispersos a lo largo del fondo del valle donde pastoreaba el ganado. No, no se trataba de ovejas o de cabras sino de jumentos. La mitad de la manada permaneció impertérrita; los otros se asustaron, pero no huyeron. Cerca de allí, apenas a unos pasos de donde había caído, unos ojos grisáceos e inquisitivos lo miraron. Detectó en aquella mirada una sonrisa misteriosa en la que pudo discernir un mensaje salvífico. Saltó a su lado y montó sobre la burra. Al principio el animal pareció ofenderse y se resistió en un heroico intento de verse libre, pero él se mantuvo firme y se apretó fuertemente contra el lomo del jumento ya que estaba completamente seguro de que era el único asidero al que podía aferrarse. En ese momento los alcanzó el demonio. El animal trató de patearlo para repeler su ataque y salió despavorido hacia el valle, hasta más allá de la arboleda hasta llegar a apostarse justo en medio de la indiferente manada, dejándolos atrás en un santiamén para continuar con su loca huida, alcanzando la cordillera en un tiempo récord y depositando su carga a los pies de la montaña, junto a una confortable piscina, conformada por los torrentes lluviosos en medio de los afloramientos rocosos y al abrigo del ardiente sol. Atrás quedó la tierra estéril y también la bestia había desaparecido. Así que se zambulló en la piscina para beber."

Ibrahim Al-Koni
En busca del lugar perdido



"Los Tuaregs también son africanos, descendientes de los bereberes, y han existido desde hace miles de años, desde la época de [el historiador del siglo V a.c] Herodoto. Tenemos una civilización, un alfabeto, todo, excepto el reconocimiento de nuestra cultura e identidad."

Ibrahim Al-Koni


"Notaba cómo su sangre y la de él se mezclaban y fundían. Eso es lo que los viejos llaman fraternidad, el juramento de hermandad, el compromiso de fidelidad eterna. El cuerpo se unió con el cuerpo y la sangre se mezcló con la sangre. Antes sólo eran amigos; ahora, estaban unidos por un vínculo mucho más poderoso: la sangre. La hermandad de la sangre es más poderosa que la del linaje."

Ibrahim Al-Koni
Oro en polvo


Ojos insomnes

El Desierto, lar de la divinidad.
El exilio es como el Desierto, patria divina.
El Desierto, oasis de eternidad.
El Desierto, templo del espíritu, exilio corporal.
El cielo, Desierto en la cima; el Desierto, bóveda celeste
en la cima terrestre.
El Desierto, mágica botella de libertad.
El Desierto, una casa sin muros.
La miseria se cierne sobre aquél que concibe el Desierto
como su patria, incapaz de disfrutar de la vida en su tierra
natal o de vivir lejos de ella.
Quien tiene el desierto como patria carece de hogar.
La belleza del Desierto es metafísica. El Desierto es el
despertar del espíritu.
No sería el Desierto paraíso perdido para el cuerpo ni
paraíso terrenal para el espíritu.
El Desierto, casa en contacto con la eternidad, espacio para
la vasta eternidad.
El Desierto es como el mar, dimensión infinita que no se
manifiesta por completo.
El Desierto, con sus manantiales bajo la superficie, es la
tierra desértica en su extraviada dimensión.
El Desierto es expansión; desértica en su desconocida
dimensión.
El Desierto es un océano cuyo tronco es lo yermo y cuya raíz
es la eternidad.
El Desierto está en conflicto con la existencia pero en
armonía con su adversaria, la nada.
El Desierto es encantamiento donado por la eternidad.
El Desierto es paraíso vertido no a través del agua sino de
la libertad.
El Desierto es un vacuo paraíso.
Si el Desierto no careciera de agua, la libertad no sería
como un oasis acuoso.
El cuerpo del Desierto está purificado por el sol del
Desierto; el espíritu del Desierto está purificado por la
soledad.
La desnudez del desierto ha sido ofrecida por el cielo.
El Desierto, como el cielo, nunca permanece oculto.
Lo yermo, como el cielo, permanece como sino desértico.
Acudimos al Desierto a saciar nuestra sed de libertad.
En el Desierto sentimos una sed agónica, vivimos con el
anhelo de calmar nuestra sed mediante la libertad.
En el Desierto muere nuestro cuerpo, pero vive nuestro
espíritu.
El Desierto nunca nos ha traicionado. Somos nosotros
quienes le hemos sido infieles.
El Desierto ofrece gratuitamente la dicha llamada libertad.
El amante del Desierto es prisionero de la libertad. ¿No es
el amante del Desierto amante de la eternidad? El mundo es
cuerpo, el Desierto es espíritu.
¿Puede el desierto paliar tu voraz hambre? Por supuesto.
¿Cuándo te ha provisto de pan el espíritu?
El mundo nos devora con su caos, el Desierto nos insufla vida
con su tranquilidad.
La libertad es como el Desierto: nosotros únicamente
habitamos en él para trascender. Nosotros sólo trascendemos
para encaminar de nuevo, presurosos, nuestros pasos hacia
Él.
El devoto del Desierto puede elegir permanecer en el oasis,
pero el devoto del oasis puede decidir no prolongar su
estancia en el Desierto. Ésa es la razón por la cual el oasis
denota cautiverio frente al salvífico Desierto.
El Desierto, cuerpo de libertad; la libertad, espíritu
desértico. El Desierto, libertad encarnada; la libertad,
recóndito Desierto.

Ibrahim Al-Koni




























No hay comentarios: