Vladimir Arséniev

"Al cabo de veinte minutos un pequeño montículo se levantó por encima del lugar donde se encontraban ahora los despojos del gold. Habiendo terminado su tarea, los obreros encendieron sus pipas, recogieron sus útiles y siguieron al pristav hacia la estación ferroviaria.
Yo me quedé sentado en tierra, cerca del sendero, y pensé largamente en mi amigo muerto. Cuadros del pasado de desarrollaron como en un filme ante mí. En aquel momento, un trepador voló hacia la zarza que crecía al lado de la tumba. Se posó allí tranquilamente, gorjeando y mirándome con confianza.
«Un hombre dulce», el sobrenombre que Dersu aplicaba a esos pájaros de la taiga, me vino a la memoria. El pequeño trepador saltó de su lugar para volar hacia otras zarzas, mientras el sufrimiento se apoderaba de nuevo de mi corazón.
Me fui enseguida, volviéndome aún para fijar bien en mi memoria el lugar donde Dersu acababa de ser enterrado. Dos grandes cedros que lo abrigaban bajo su sombra, eran bastante característicos para poder ser percibidos, incluso de lejos.
–Adiós, Dersu –dije, por última vez, antes de dirigirme a la estación.
Al verano siguiente, emprendí un nuevo viaje que duró casi dos años.
Después, volví a Jabarovsk en pleno invierno y fui enseguida a Korforovskaia para visitar la tumba que me era querida. Pero no reconocí más el lugar; todo había cambiado. Una colonia entera se había creado cerca de la estación, donde se habían empezado a explotar canteras de granito en los contrafuertes del Jekhtzir, a abatir el bosque, y se desbastaban traviesas para construir la vía férrea. En varias ocasiones traté de encontrar la tumba de Dersu, pero fue en vano... Los dos grandes cedros habían desaparecido, reemplazados por rutas, terraplenes y excavaciones de fecha reciente. Los alrededores mostraban entonces la huella de una vida nueva."

Vladimir Arséniev
Dersu Uzala


¿Cómo te llamas? –pregunté al desconocido.

Dersu Uzala –respondió.

Este hombre me interesaba. Tenía algo de particular. Hablando de una manera simple y en voz baja, se comportaba con modestia, pero sin la menor humildad… En el curso de nuestra larga conversación, me contó su vida.

Tenía delante de mí a un cazador primitivo que había pasado todo su existencia en la Taiga. Ganaba con su fusil para ir tirando, cambiando los productos de su caza por tabaco, plomo, y pólvora que le facilitaban los chinos. Su carabina era una herencia que le venía de su padre.

Me dijo que tenía 53 años y que jamás había tenido domicilio. Viviendo siempre al aire libre; únicamente en invierno se acondicionaba una yurta (cabaña indígena) provisional, construida de raíces o de corteza de abedul. Sus recuerdos de infancia más antiguos eran el río,, una choza, una hoguera, sus padres y su hermanita.

-Hace mucho que se han muerto todos –dijo para concluir su relato, y tomó un aire soñador… Tras  un corto silencio, añadió todavía-:
En otro tiempo tuve también una mujer, un chico y una chica. Todos sucumbieron a la viruela, y me he quedado solo.

(….) Las estrellas estaban ya altas en el cielo, indicando que era más de medianoche, pero nosotros seguíamos charlando al lado del fuego.”

Vladimir Arséniev
Dersu Uzala



"Creí que se equivocaba e hice objeciones.
–¡Pero, mira los pájaros! –exclamó Dersu–. Ya ves que vuelven el pico al viento.
En efecto, una corneja, encaramada sobre un abeto vecino, tenía la cabeza vuelta hacia el nordeste. Para ella, era la posición más ventajosa, ya que el viento venía a deslizarse sobre sus plumas. Si ella le hubiera presentado el flanco o la cola, el viento habría penetrado bajo su plumaje y hubiera helado al pájaro."

Vladimir Arséniev
Dersu Uzala



"Dediqué el día siguiente a inspeccionar el Juluay, río que tiene unos 20 kilómetros de largo, fluye en dirección meridional y va a dar al golfo de Vladímir por su parte norteña. El valle del Juluay se estrecha cerca de la desembocadura, pero se ensancha más arriba. Las alturas que hay en su margen derecho tienen un marcado carácter alpino. La mayoría están cubiertas de pedregales. En la parte izquierda se extienden amplias terrazas que, más allá del río, se transforman en unas mesetas que están cubiertas por bosques poco frondosos de tilos, robles y abedules negros. Por esta parte, al Juluay van a dar varios manantiales, los cuales, cuando hay lluvia, arrojan al valle muchos desechos y obstruyen los terrenos fértiles.
De los afluentes del Juluay, el Tiji Kliuch es el que mayor atención merece. Desemboca en su ribera derecha y la senda hacia el Arzamasovka discurre por él. Este manantial justifica plenamente su nombre; en él siempre reina el silencio característico de los terrenos pantanosos. La vegetación en el valle tiene poca altura, es escasa y se compone en su mayor parte de abedules blancos y alisos verdes. Los primeros se hallan dispersos por todo el valle de manera aislada y en pequeños grupos. Los segundos forman espesas arboledas en las riberas.
Allí, un alto cerro peñascoso, llamado por los campesinos más veteranos Petushiy Greben, podía servir como punto de orientación. Este monte queda incluido en la divisoria de aguas entre el Tapouza y el Juluay. La ascensión al puerto en las fuentes del Juluay es larga y suave, pero la bajada al Tapouza es abrupta. Aparte de este cerro, había otro monte: el Zarod. En él se halla la cueva Makrushínskaya, la más grande, interesante y, hasta ahora, no explorada en su totalidad.
La entrada a la cueva tiene forma triangular y está situada a bastante altura sobre el suelo (entre 40 y 50 metros).
Al principio, el explorador entra en la primera sala, que tiene una longitud de unos 35 o 40 metros y una altura de hasta 30. Al fondo se encuentra un pozo profundo, en el que es fácil caerse. Antes de llegar al pozo, hay que torcer a la izquierda e ir a un nicho del que parte un largo pasadizo de subida y de bajada. Este pasadizo se estrecha en el punto más alto de la subida, entre dos estalagmitas. Más adelante, hay que ir a gatas. El trayecto tiene casi 50 metros de largo, tras el cual el explorador sale a un pasaje ancho, que le lleva a una segunda sala, blanca como la nieve. Es pequeña, pero muy bonita. Desde ahí se puede pasar por un angosto conducto a una tercera sala, la más majestuosa. Es mucho más grande que las dos primeras juntas y, en ella, las estalactitas y estalagmitas han formado lujosas columnatas. En las paredes hay cal acumulada por doquier, que produce la impresión de ser cascadas petrificadas.
En algunos puntos de las hondonadas se concentra agua tan limpia y cristalina, que un explorador solo repara en ella cuando ya ha metido un pie. Allí vi otro pozo profundo y más conductos laterales. En esa gran sala, a un observador le sorprenden involuntariamente los asombrosos efectos acústicos; cada palabra dicha en voz alta es contestada por un eco de otras cien. Y si se tira una piedra al pozo, se arma un estruendo similar al de un cañoneo. Parece como si hubiera un derrumbe y la bóveda se viniese abajo.
A 5 kilómetros de la desembocadura, el valle se ensancha y se hace más cómodo para reunirse. Las fansás de agricultores chinos están situadas allí. Son pocas, solo cinco. La que está más próxima al mar se llama Siao-chinzá."

Vladímir Klávdievich Arséniev
Por el territorio del Ussuri


"Por la noche me desperté y percibí a Dersu sentado delante del fuego, acomodándolo. Por encima de mi capote se encontraba la manta del gold. Así, pues, gracias a él, había podido entrar en calor y dormir. Los cazadores también estaban abrigados en su tienda. Yo le ofrecí a Dersu acostarse en mi lugar, pero él rehusó. –No, capitán –dijo–. Duerme; yo guardaré el fuego. ¡Ellos son tan malos! –agregó, señalando los leños. Cuanto más observaba a este hombre, más me gustaba. Cada día descubría en él nuevas cualidades. Antes, yo había pensado siempre que el egoísmo es propio del hombre primitivo, y que los sentimientos de humanidad eran solamente inherentes a los hombres civilizados. ¿No estaría equivocado? Con estos pensamientos, me rindió el sueño hasta la mañana siguiente."

Vladimir Arseniev
Dersu Uzala






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