Johan Bojer

"Al anochecer subió a San Haushaugen. Miraba por las ventanas, a lo largo de la hilera de casas, en donde iban encendiéndose las lámparas y podían entreverse las siluetas, antes de que corriesen las cortinas.
-Quién sabe -se decía- si mi chiquitín estará ahí dentro, o aquí, o allá, y si en este momento le vestirán para dormirle.
Pero, ¿será mañana? ¿Lo tendré ya entonces?
Cuando llegó a lo alto se dejó caer en un banco, extenuada por el insomnio y la excitación nerviosa, y sintió a lo largo de la espina dorsal un dolor que la paralizaba. A poco tuvo frío. Había andado tanto tiempo sobre la nieve derretida que, tenía los pies chorreando. Desaparecieron de la explanada las últimas personas que por ella paseaban. Abajo, la ciudad rumorosa desaparecía en la obscuridad grísea, se encendían los faroles, y las chimeneas de las fábricas y las agujas de las torres se alzaban hacia el cielo de un gris ceniza. En el puerto silbaban los vapores. Algunas estrellas solitarias y pálidas aparecían en el firmamento.
La mujer sentada en el banco, entre los árboles, se hundía cada vez más, cada vez más en la sombra. No dormía. Tampoco estaba lo bastante espabilada para sentir miedo. Transcurrían los minutos, uno a uno, con espantosa lentitud para la que esperaba.
Cuando al fin se encontró arrebujada en las frías sábanas de la fonda permaneció despierta, y la desconsoladora sensación de su soledad oprimió de nuevo su corazón. En torno a ella el mundo inmenso y triste en medio del cual se encontraba completamente sola. Tanto daba que estuviese en la calle helándose como que se guareciese en una casa pequeña y caldeada."

Johan Bojer o Boher
Un corazón herido


"Sobrevino el invierno -y se trataba de un crudo invierno. Peer se movía de una ventana a otra, llamando todo el tiempo a Merle para que viniera y mirara afuera. Él había estado ausente durante tanto tiempo -el invierno del este de Noruega era algo totalmente nuevo para él. ¡Mira, mira! Un mundo níveo -bosques, suelos y blancos lagos nevados, la delicia de un cuento de hadas, un paraíso nocturno bajo el auspicio de la brillante luna. Repicaban constantemente las campanas de los trineos sobre el lago y en el bosque totalmente cubierto del níveo manto. La escarcha se cernía sobre las crines de los corceles y las barbas de los hombres, suspendidas como carámbanos, y en mitad de la noche acaecería el ensordecedor sonido del quebradizo hielo -sonidos que hacían que uno se sentara en el lecho de un salto."

Johan Bojer
Den store hunger









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