Vicente Boix

"La centralización exagerada de nuestros días ha dado el último golpe á la exigua independencia que disfrutaban todavía nuestras Municipalidades. Las provincias no son ya más que unas colonias desgraciadas: envían al corazón su sangre, sus riquezas, su historia; la vida de los extremos al centro: en cambio recibimos la Gaceta."

Vicente Boix



"Las torres del Cuartel sirvieron de cárcel-galera, establecida por el arzobispo D. fray Pedro de Urbina, que dirigió esta vasta diócesis desde 1649 á 1658 en que fue promovido á la iglesia de Sevilla. Antes estuvieron las cárceles para mujeres en la cofradía de San Narciso, que sirven todavía de reclusión; y la torre del Águila, construida por los romanos, fortificada por los árabes y abandonada después por los cristianos, cuando se levantaron las elegantes torres de Serranos, sirvió también á mediados del siglo XVI para este objeto.
Es de forma irregular y se comunica por un pasillo con la alcaidía y torres de Serranos. Vista por la parte exterior presenta ese carácter sombrío y severo de las fortalezas romano-góticas; sin adornos arquitectónicos, pero con la solidez que a pesar de tantos siglos se admira aún en aquellos restos de las artes antiguas.
Las varias cuadras que forman los encierros presentaban, después de la muerte de Peris, un conjunto extraño de mujeres de la clase baja de Valencia. Viejas, jóvenes con niños y sin ellos, prostitutas, vagamundas, encubridoras de ladrones, moriscas asquerosas, hechiceras, decidoras de la buena ventura, y gitanas producían poco después de anochecer un murmullo chillón, discordante, incomprensible. Divididas en grupos chillaban, disputaban, murmuraban, maldecían y regañaban á la luz de sus tres miserables lámparas, y rodeadas de una atmósfera pesada y mefítica.
Muchas veces había entrado maese Cristóbal, el alcaide, para imponer silencio, sacudiéndolas con el látigo y arrojando un torrente de ternos, que se le devolvían con usura. Era un hombre de pequeña estatura, tan alto como ancho, adornada la cara con una barba casi roja, y con una nariz larga y redonda, cuya punta, roja también, competía con el inflamado color de sus anchas mejillas. Su ojo era pequeño, pero alegre, y manejaba con tanta ligereza el látigo, de que siempre iba armado, como la lengua. Había hecho los mayores esfuerzos para reducir al silencio aquella gente maleante y desobediente, cuando una muchacha joven, y de ojos grandes, azules y traviesos, pero pálida, se atrevió á quejarse de los golpes que había recibido del implacable carcelero."

Vicente Boix
El encubierto de Valencia



"Moriré tranquilo si mis contemporáneos dicen a la posterioridad: nuestro cronista fue útil a Valencia."

Vicente Boix Ricarte


"Pensativo estaba el rey don Pedro en su palacio de Valencia á pesar de su victoria.
Era el 22 de diciembre, y la noche era fría, oscura y silenciosa. El río Turia, que había tenido aquellos días un gran crecimiento, por efecto de las muchas lluvias anteriores, murmuraba lúgubremente al pie de la arboleda, que formaba la plaza del real alcázar; mientras el viento, agitando los pintados vidrios de la suntuosa estancia, aumentaba la soledad que rodeaba al monarca.
Se paseaba cabizbajo á lo largo del aposentamiento, deteniéndose alguna vez delante de la abundante hoguera que ardía en la chimenea.
Impaciente ya, ó fatigado de luchar con la pesadumbre de sus pensamientos, hizo sonar el címbalo y apareció un paje.
-¿Espera ya Felipe Boil?
-Sí, señor.
-Que entre, por el diablo.
Un momento después entraba el antiguo paje Boil.
-Señor.
-Tenía que hablaros.
-Mandad, señor.
-¿Han venido mensajeros de las tierras de Castilla?
-Sí, señor.
-¿Qué dicen?
-Que el señor rey don Pedro envía ya sus mesnadas, para que entren y talen las tierras de Aragón.
-Mal pariente, amigo desleal: ¿cree el caballero de la Padilla que no podremos hacer frente á un tiempo á sus huestes y á la revolución?
-Es que no os conoce, señor.
-¡Oh! nos conocemos los dos. O uno ú otro; tal es nuestra suerte. ¿Han salido ya las tropas que mandé contra él?
-Sí, señor.
-Si por fortuna suya llegara hasta aquí, ¿podría contar con Valencia?
-Hasta el último hombre.
-Para ese caso, quedáis vos encargado de la defensa; si es que os deja espacio el cuidado de la capilla que fundáis.
-Es que preparo mi sepulcro, esperando morir en defensa de vuestra alteza.
-Me sois leal: id, pues, á disponer para mañana el envío de nuevas tropas; y así que cumplamos Nos los deberes que nos impone la justicia, nos pondremos al frente de nuestros vasallos. ¿Vos quedaréis aquí para dirigir la defensa de Valencia?
-Cumpliré como quien soy.
-Os conozco, caballero sin par. ¿Han llegado los Jurados?
-Sí, señor.
-¿Y el Justicia?
-También.
-¿Vienen con sus insignias?
-No, señor.
-Bien: así podré tratarles como se merecen. Haced que entren.
Boil se retiró, y poco después se inclinaban delante del monarca cinco individuos, cuyos trajes revelaban las dos clases de nobles y plebeyos."

Vicente Boix
La campana de la unión

















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