"Cuando, hace cuatro años, en esta misma sala, se leyó la proclamación de la República Portuguesa, se formuló el principio fundamental del que derivan todos los poderes del Estado: la soberanía nacional, siempre pospuesta por la frase "de la gracia de Dios". , con el que las dinastías enmascaraban su absoluto poder personal. Las revoluciones de 1640, 1820, 1836 reivindicaron este principio, siempre tergiversado por sus representantes. En esencia, la revolución del 5 de octubre de 1910 fue esta reivindicación, con la consecuencia inmediata de fundar la República; y, para que la revolución no fracasara como las anteriores, se le dio al título de República, que engloba muchas modalidades de instituciones, la forma clara e ineludible de República Democrática Parlamentaria. Como esta base estable no se entendía lo suficiente,
Había olvidado por completo la fundación del 5 de octubre de 1910 y, para salvarla, se produjo el violento conflicto del 14 de mayo de 1915.
Son dos momentos históricos que se complementan, integrándose en una nueva era que será fecunda por el sacrificio de mil víctimas desinteresadas que cimentaron con su sangre la República Portuguesa.
Que se agarren las manos de quienes irreverentemente tocan el área sagrada de nuestras libertades. Que todo ciudadano elevado a la Presidencia de la República se considere magistrado, con el fin de respetar la soberanía nacional y coadyuvar con interés y amor, pero sin intervención ilegítima, al normal funcionamiento del régimen democrático parlamentario.
Ninguna función es más difícil que mantener la armonía de los poderes del Estado, y su mutua independencia y coexistencia. Feliz quien, bajo su liderazgo, logra alcanzar esta energía que hace surgir el orden como condición del progreso.
Portugal ya no es un país confinado al lejano oeste; es un elemento de esta civilización helénico-latina que el Renacimiento incorporó al mundo moderno con veinte siglos de cultura. Vivimos en este tipo de solidaridad humana que corrige los excesos del egoísmo humano. Debe establecerse otro equilibrio europeo que lleve al establecimiento de una paz milenaria.
La política exterior de Portugal se deriva completamente de su situación geográfica; se solidarizó con Europa cuando luchó contra el imperialismo español en el siglo XVII y cuando se derrumbó el imperialismo napoleónico en el siglo XIX; nos hará cooperar en la actividad mundial de los grandes Estados con apoyo en el Atlántico.
Presentando estos dos aspectos de la política interior y exterior de la nación portuguesa, se puede deducir de ellos un plan de Gobierno. Y, al pronunciar las palabras de juramento, de ahora en adelante sólo espero que, cuando regrese dignamente a casa, se pueda decir: "Has cumplido lo que prometiste; guiada por el sentido común y el desinterés"."
Joaquim Teófilo Fernandes Braga
Discurso de Inauguración
"Independientemente de toda la pléyade de teorías y escuelas, la sola observación ha resultado definitiva como orden fenomenológico que nos conduce a un estado de placentera pasividad o como eco de profundos sentimientos que alberga nuestro corazón y fruto del desarrollo de la civilización. Estos hechos sensoriales, en parte recibidos por comunicación directa y en parte inspirados por la naturaleza, han sido especialmente incentivados por una inteligencia libre y creadora, agrupados y sometidos al análisis científico que constituye la Estética. La ciencia moderna, la evolución histórica del pensamiento tratan de reducir los procesos lógicos a fenómenos captables y de descubrir lo racional en el universo sentimental. La Estética adquirió un cariz sensacionalista en Baumgarten e idealista en Schelling y Hegel. Una característica positiva de la renovación científica de este fin de siglo se basa en el automatismo de someter lo tradicional a la aserción de la intuición individual."
Teófilo Braga
Historia del romanticismo en Portugal
“Rápidamente me vi rodeado por el odio; me cortaron la vida en el periódico; en las clases de Derecho me quitaron las distinciones académicas; la crítica me devastó con rudeza; los libreros se negaron a publicar lo que escribí; y los patriarcas de Cartas, con sus sonrisas de peso autoritario con sobria equivalencia a mi valor intelectual, circulando historias depresivas sobre mi carácter y costumbres, que sirvieron para desbaratar mis sacrificios. Otro hubiera desistido. Me vi obligado a revertir la base de mi existencia, abandonar el Arte que me había seducido, porque me quitó la serenidad contemplativa, y me lancé a la crítica, al saber erudito, a la ciencia, a la filosofía.”
Teófilo Braga
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