Gonzalo de Céspedes y Meneses

"Poco más puede haber de cincuenta años que vivió en esta ciudad Claudio Irunza, hombre noble y cargador de los más opulentos y ricos que ha tenido la Europa; pues llegó el valor de su hacienda a un millón, y el de su crédito y confianza a mucho más. Este, aun pasando ya de los cuarenta, casó en Méjico con una principal mujer, hija de otro poderoso mercader vizcaíno, con quien, además de sus virtudes y hermosura, llevó en dote cien mil ducados; cosa por cierto, si no increíble, digna de admiración que en hombre particular se juntase tal máquina de hacienda, y que tan a banderas desplegadas repartiese con él la inconstante fortuna de sus bienes. Pues realmente si hubiera de ellos gozado larga vida, venerable vejez, pudiéramos contarle entre los más dichosos que la fama celebra."

Gonzalo de Céspedes y Meneses
El desdén del Alameda


"Venía, según tengo advertido, algo achacoso el huésped, y aquella noche, o por el gran cansancio del camino, o por estar calado de la enfadosa lluvia, le creció su dolencia tan apretadamente, que hubo de dejar suspendida la jornada. Mandó llamar un médico y, finalmente, sin reservarse gasto conveniente a su cura, servida y ordenada ésta, con entrañable amor y paciencia del virtuoso mancebo, e iba menguando y creciendo con diferentes accidentes, en veinte días que le duró la enfermedad, le llegó el último y final de su vida; en quien, haciendo testamento y declarando ser un caballero italiano y rico, que por su gusto y curiosidad andaba viendo el mundo, dispuestas largamente las cosas de su alma, dio dineros para que le depositasen y dijesen misas, y concluyó nombrando por heredero absoluto de cuanto en su casa avía metido, vestidos, mula, cojín, silla y portamanteo y otras alhajas, a su honrado dueño, encargándole mucho que, en recompensa de ello, tomase por su cuenta el despacho y avío de unas cartas, que para Italia dejaba en su poder. Con esta última voluntad espiró, y enterrado su cuerpo, trató sin dilación el expediente de su descargo; si bien juzgaron no pocos del lugar semejante gravamen por mayor que la herencia, pues de haber de enviar proprio con los despachos que quedaban, poco más poco menos, saldría comido por servido.
Pero lo dispuso de otra manera el cielo, porque al querer desembarazar la maleta, entre el aforro de ella halló, pegados con engrudo, doscientos doblones, y haciéndole este cebo curioso explorador, remirando una y diversas veces los vestidos y alhajas, en las vueltas de las botas de camino descubrió otra mina, y entre la borra y fustes de la silla otra no menos rica. Serían por todos mil y quinientos ducados; con que, dentro de breve espacio, volvió su casa al aumento y valor en que su padre la dejó; bien que mejor, sin duda, por ser esto adquirido y granjeado con su gran caridad, y aquello con robo y daño general del lugarcillo. Así tan de contado tienen las obras de este género satisfacción y paga, y aun no paró en lo dicho la presente, porque Dios, como lo que por su amor se da a los pobres lo recibe emprestado, no sólo en esta vida vuelve ciento por uno, pero para la eterna y perdurable ofrece la bienaventuranza."

Gonzalo de Céspedes
Varia fortuna del soldado Píndaro


"Yo he escrito, oponiéndome a diversos autores que la manzillaron, la historia apologética de este reyno y çiudad con la verdad y desnudez que pidía su antigua gloria y fidelidad [y con motivo de esa obra se le habían] recrecido persecuciones y trabajos y el perder los favores y arrimos."

Gonzalo de Céspedes y Meneses








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