Peter C. Gøtzsche



Por desgracia, nuestra sociedad es víctima de dos epidemias creadas por nosotros mismos: el tabaquismo y los medicamentos de venta por receta, ambas extremadamente mortales. En Estados Unidos y en Europa los medicamentos son la tercera causa de muerte, después de las cardiópatas y el cáncer.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 27
 
 
Si las muertes causadas por los medicamentos fueran una enfermedad contagiosa, una cardiópata o un cáncer provocado por la contaminación ambiental, habría ya multitud de grupos de defensa de los pacientes recaudando fondos para combatir la situación, y se habrían puesto en marcha varias iniciativas políticas de gran calado. Es algo que me cuesta entender. Al tratarse de medicamentos, nadie mueve un dedo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 27
 
 
La industria tabaquera y la farmacéutica tienen mucho en común: ambas comparten una total y moralmente repugnante desconsideración con las vidas humanas. Las tabaqueras se enorgullecen de haber incrementado sus ventas en países de renta baja o media y, sin ningún ápice de ironía o vergüenza, el consejo de dirección de Imperial Tobacco anunció a sus inversores que en el año 2011 la empresa, con sede en el Reino Unido, ganó la calificación de Premio de Oro en un índice de responsabilidad empresarial. Las empresas tabaqueras ven «muchas oportunidades […] para desarrollar nuestro negocio», negocio que fue descrito por la revista Lancet como el fomento de la venta, la adicción y la muerte, seguramente el modelo empresarial más cruel y corrupto que la humanidad haya podido inventar nunca.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 28
 
 
El propósito de este libro es explicar la manera en que las empresas farmacéuticas han escondido deliberadamente los efectos letales de sus fármacos mediante actividades fraudulentas (en términos tanto de investigación como de marketing) y cómo han negado rotundamente todas las acusaciones cada vez que han tenido que enfrentarse a los hechos…
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 28
 
 
Tanto las tabaqueras como las farmacéuticas cuentan con sus propios «mercenarios». Cada vez que un estudio serio demuestra que un producto es peligroso, aparecen multitud de estudios de calidad inferior que proclaman lo contrario; esto confunde al público debido a que, como dicen los periodistas, «existe divergencia de opiniones entre los investigadores». Esta industria de la duda es muy eficaz a la hora de distraer a la gente para que ignore los peligros; así se gana tiempo mientras la gente sigue muriendo. Esto es corrupción. La corrupción puede interpretarse de diversas maneras, pero lo que yo entiendo por corrupción es lo que aparece en mi diccionario personal: decadencia moral. Otro de los significados es el de soborno, es decir, realizar un pago secreto en efectivo a cambio de un servicio que de otra forma no se prestaría, o al menos no de manera tan rápida. Sin embargo, como veremos más adelante, la corrupción en el sistema sanitario adopta diversas formas, como por ejemplo la remuneración por una actividad aparentemente honrada, que en realidad no es más que una tapadera para entregar dinero a buena parte de los profesionales de la medicina.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 29
 
 
Si tomamos tantos medicamentos es porque las farmacéuticas no venden medicamentos: venden mentiras sobre sus medicamentos. En todos los casos que he estudiado, además, se trata de mentiras flagrantes que han seguido usándose incluso una vez se había demostrado su falsedad. Esa es la principal diferencia de los medicamentos respecto a cualquier otro aspecto de nuestras vidas. Si queremos comprar un coche, o una casa, juzgaremos nosotros mismos si se trata de una buena o mala compra. Ahora bien, en el caso de los medicamentos no tenemos tal poder de decisión, ya que prácticamente todo lo que sabemos de ellos es lo que las empresas farmacéuticas han decidido explicar a los médicos y a los pacientes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 30
 
 
El principal problema del sistema sanitario es que los incentivos económicos que lo dominan impiden por completo el uso razonable, económico y seguro de los fármacos. La industria farmacéutica sigue prosperando a la vez que ejerce un control informativo hermético. Las publicaciones de investigación sobre los fármacos son constantemente tergiversadas por medio de ensayos con errores de diseño y de análisis, la publicación selectiva de ensayos y datos, y la eliminación de resultados indeseados, y artículos redactados por escritores fantasma. Los escritores fantasma escriben artículos por encargo, sin que en ellos aparezca nunca su nombre. En su lugar, la autoría se atribuye a médicos y especialistas influyentes, aunque su aportación a los manuscritos sea ínfima o incluso inexistente. Esta mala praxis científica es la que realmente vende fármacos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 31
 
 
En 1981, Ciba-Geigy había desembolsado cerca de 490 millones de dólares para paliar los efectos nocivos en las víctimas japonesas de la SMON, pero no fue hasta cuatro años más tarde, en 1985 —quince años después de la catástrofe—, cuando retiraron el clioquinol del mercado. Por el contrario, el Ministerio de Sanidad japonés lo prohibió en 1970, un mes después de que se descubriera que el clioquinol era el causante de la tragedia.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 37
 
 
Parece que es imposible sacarnos de la cabeza la idea de que un «remedio milagroso», ya sea un fármaco legal o ilegal, nos permita mejorar nuestro rendimiento físico natural, nuestro humor o nuestra capacidad intelectual.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 38
 
 
Para mejorar las ventas no existe método más efectivo que persuadir a gente sana para que tome medicamentos que no necesita.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 38
 
 
La tos es algo muy común, y el mercado de los antitusígenos sin receta es enorme. Una revisión sistemática de los ensayos clínicos aleatorizados realizada por la Colaboración Cochrane demostró que ninguno de ellos era eficaz, lo que quiere decir que el poderoso mercado de los antitusígenos no es más que una poderosa máquina de malgastar el dinero. Los fármacos como la terbutalina parecen ser también ineficaces, pero alguna mente brillante de Astra acuñó la idea de que se debería sugerir a los médicos que el fármaco tenía efecto contra la tos, haciendo referencia al estudio del que ya hemos hablado sobre la mucosa.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 50
 
 
Pasados los años, me torcí el tobillo. Ocurrió durante un viaje a Londres para asistir a una reunión de la comisión consultiva del British Medical Journal (BMJ), y el dolor era tremendo, por lo que cuando llegué andaba con evidente dificultad. Uno de los miembros de la comisión me preguntó que por qué no iba con muletas, a lo que le respondí que había realizado un ensayo en que se demostró que los pacientes se recuperan en menos tiempo si no las usan, y parece que mi respuesta le resultó interesante, porque decidió analizar sistemáticamente el reposo en cama de pacientes de todas las enfermedades; eligió 39 ensayos (un total de 5.777 pacientes) de 15 tipos distintos de dolencias. Descubrió que la inmovilización es perjudicial para los pacientes, ya que ni un solo resultado mostraba una mejora importante, mientras que en varios casos incluso evidenciaba un empeoramiento.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 56
 
 
Creo que la idea de que los AINE tienen efectos antiinflamatorios es falsa, como muchos otros mitos que las farmacéuticas, con fines publicitarios, han creado acerca de sus productos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 57
 
 
El hecho de que las farmacéuticas decidan por nosotros la opinión que nos merecen sus productos es ciertamente funesto, puesto que su manipulación es intensísima. Por ejemplo, es habitual hablar de fármacos de segunda o tercera generación. Es el caso de los neurolépticos de segunda generación: da la impresión de que son mejores que los fármacos anteriores, cuando los estudios independientes y financiados con fondos públicos que los comparan en ensayos aleatorizados a gran escala casi siempre constatan lo contrario.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 58
 
 
Astra-Syntex, igual que hacía Astra, lleva a cabo técnicas de marketing poco éticas. La dosis estándar de naproxeno es de 500 mg al día. A pesar de eso, se pedía a los visitadores que, basándose en los ensayos de dosis-respuesta redactados por la propia empresa, convencieran a los médicos de que recetaran dosis de 1.000 mg. También analicé estos ensayos como parte de mi tesis, y descubrí que contenían errores. En los ensayos con naproxeno los pacientes fueron tratados con placebo y con dos o tres dosis diferentes de naproxeno, en un sistema cruzado en que todos los pacientes recibieron cada tratamiento en orden aleatorizado; las dosis iban desde los 250 hasta los 1.500 mg al día. Muchos de los resultados no se incluyeron en el informe, lo que yo llamo, con un eufemismo muy británico, «algo más bien inusual».
 
Ni uno solo de los artículos contenía gráficos que permitieran al lector comprobar los beneficios de las dosis más altas. En lugar de eso, se afirmaba que existía una relación lineal importante entre la dosis y el efecto, lo cual da a entender a quién lo lea que al doblar la dosis también se dobla el efecto. Es casi un fraude. En mi informe sobre los AINE incluí nueve curvas sobre la relación dosis-respuesta, y he añadido una de ellas (véase anexo 1). No se obtiene beneficio alguno al aumentar las dosis; la diferencia entre las dosis de 250 y 1.500 mg de naproxeno es que resulta seis veces más cara, pero solo representa el recorrido de 1 cm en la escala de dolor de 1 a 10 cm, y la menor diferencia de dolor que perciben los pacientes es de 1,3 cm. Una diferencia de 1,0 cm, por lo tanto, es imperceptible para los pacientes. El menor efecto clínicamente relevante —es decir, un efecto que justifique empezar a tomar un fármaco o bien aumentar la dosis administrada— es algo que los pacientes apenas pueden percibir. Por el contrario, lo que sí aumenta de forma lineal son los daños, por lo que doblar la dosis conlleva doblar el número de efectos adversos. Puesto que algunos de sus efectos son graves (úlceras hemorrágicas y muerte), se debería recetar la dosis mínima de estos fármacos.
 
Esta manipulación de datos científicos logra el efecto deseado, que no es otro que el aumento de las ventas. Hay pocos médicos capaces de leer informes de investigación de manera crítica, como si la mayoría hubieran olvidado lo que aprendieron sobre farmacología clínica. Las curvas dosis-respuesta para los fármacos prácticamente siempre presentan una forma hiperbólica, y las dosis habituales son bastante altas, ya que corresponden a la parte más alta de la curva, donde los efectos se estabilizan y se acercan al tope
(…)
… hay una farmacéutica peor que Astra-Syntex, y es Pfizer. El resto de farmacéuticas coincidían en que el sistema de marketing de Pfizer era especialmente agresivo y cruel. Pfizer también trató de vender su AINE, el piroxicam (Feldene), a dosis muy altas. El piroxicam tiene una semivida muy larga, por lo que creimos que recetarlo a los ancianos era inadecuado, ya que sus mecanismos de eliminación son deficientes y eso conduce a una acumulación del fármaco que puede resultar tóxica. La manera en que Pfizer promocionó el piroxicam tuvo muy buenos resultados, pero a costa del engaño, puesto que aseguraban que era más eficaz que la aspirina y que tenía menos efectos secundarios a nivel gastrointestinal que muchos de los otros AINE, cuando en realidad ocurría lo contrario: el piroxicam provocaba reacciones mortales y un mayor número de efectos secundarios gastrointestinales letales que otros AINE. Sin embargo, los reguladores farmacéuticos de Estados Unidos y del Reino Unido, en vez de proteger a los pacientes, optaron por proteger a Pfizer. La empresa trató además de evitar la publicación de un artículo en el BMJ cuya conclusión era que la alta incidencia de enfermedades ulcerosas graves estaba relacionada con el piroxicam, hasta el punto de llegar a negar hechos irrefutables, como que cuanto mayor es la concentración de AINE en la sangre, mayor es el riesgo de padecer efectos adversos. Pfizer, pues, trató de escabullirse publicando un absurdo comunicado en el que declaraba que la toxicidad gastrointestinal se debía, en gran parte, al efecto local en el estómago más que a un efecto sistémico. Aunque eso fuera cierto, los daños provocados en los pacientes seguirían estando allí. El hecho de que Pfizer se convirtiera en la mayor empresa farmacéutica del mundo es revelador, puesto que demuestra qué compensa más, si actuar de manera correcta o incorrecta.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 58-59
 
 
Otra farmacéutica, Eli Lilly, tampoco detuvo la agresiva campaña de marketing de su AINE, el benoxaprofeno (Opren u Oraflex), a pesar de ser conscientes de los tremendos daños que causaba.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 60
 
 
El caso de los AINE (antiinflamatorio no esteroideo) es una historia de terror, llena de demandas extravagantes, ilegalidades, inmovilidad reguladora e indolencia ante las ambiciones de la industria farmacéutica, a pesar de la inconsistencia o falsedad de las declaraciones de los científicos que trabajan para ella. Varios fármacos que la FDA vio con buenos ojos fueron posteriormente retirados del mercado debido a su toxicidad, por mucho que se argumentase lo contrario. Veamos algunos ejemplos: «excelentes niveles de tolerancia gastrointestinal» (benoxaprofeno), «tolerancia superior» (indoprofeno), «inocuidad gastrointestinal demostrada» (rofecoxib), «ataca el dolor y no al paciente» (ketorolaco) o «con los menores efectos secundarios posibles» (tolmetina). Pura palabrería, pues la única manera de padecer los menores efectos secundarios posibles es no tomar ningún fármaco. Otros productos que fueron retirados del mercado son, por ejemplo, el zomepirac, el suprofén y el valdecoxib.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 62
 
 
El caso de los AINE ilustra cómo los reguladores farmacéuticos tienden constantemente a conceder el beneficio de la duda científica a los fabricantes en vez de a los pacientes, así como a su creciente permisividad desde la década de los ochenta.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 62
 
 
Las empresas farmacéuticas nunca hablan de los beneficios ni de los inconvenientes de sus productos, sino de la eficacia y la seguridad. Las palabras crean lo que definen, y la semántica se usa con fines seductores. Nos llevan a pensar que, puesto que los medicamentos son eficaces y seguros, tomarlos solo puede tener consecuencias positivas. Otra de las razones por las cuales los pacientes y los médicos tienden a creer que los medicamentos que toman o que recetan son eficaces y seguros es porque están convencidos de que antes de comercializarse han sido cuidadosamente estudiados por la propia empresa farmacéutica y analizados a fondo por las agencias del medicamento estatales siguiendo normas de calidad muy elaboradas. Lo que ocurre es justamente lo contrario. A diferencia de los alimentos o el agua, que además de bastante poco peligrosos son esenciales para nuestra supervivencia, los medicamentos casi nunca son ni eficaces ni seguros. Hace quinientos años, Paracelso dijo que todos los medicamentos son veneno, y que la única diferencia entre un veneno y un remedio es la dosis. Los medicamentos siempre resultan perjudiciales. Si no fuera así, serían inertes, y por lo tanto incapaces de provocar ningún beneficio. Así pues, resulta crucial determinar cuál es la dosis que provoca más beneficios que males en la mayoría de los pacientes. Incluso cuando se consigue esto, la mayor parte de los pacientes no obtendrá ningún beneficio de los fármacos que toma.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 63
 
 
En 2012, Pfizer accedió a pagar 60 millones de dólares para detener la investigación federal sobre sobornos pagados en el extranjero. Pfizer estaba acusada de sobornar no solo a médicos, sino también a directores médicos hospitalarios y a reguladores farmacéuticos en varios países de Europa y Asia. Los investigadores afirmaron que se trató de ocultar los sobornos anotando los pagos en los libros de contabilidad como si fueran gastos legítimos, en concepto de formación, dietas y actividades lúdicas. Según los documentos judiciales, Pfizer enviaba pagos mensuales por lo que se describía como «servicios de asesoría» a un médico de Croacia que ayudaba a decidir qué fármacos se incluirían en el registro de venta y reembolso de su Gobierno. Estas alegaciones no fueron confirmadas ni negadas, algo muy frecuente cuando una farmacéutica llega a un acuerdo en casos de fraude.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 66
 
 
Las diez mayores empresas farmacéuticas firmaron el código PhRMA de Estados Unidos, a excepción de Hoffman-La Roche, la empresa suiza, la mayor corporación fraudulenta de la década de los noventa según un listado de 1999 que engloba todos los sectores, incluidos bancos y petroleras. Según la sección antimonopolio del Departamento de Justicia de Estados Unidos, los grandes directivos de Roche estaban al frente del consorcio que llevó a cabo la mayor conspiración delictiva jamás descubierta. Los directivos de las principales farmacéuticas (la mayoría europeas y asiáticas) se reunían en secreto en suites de hotel y salas de conferencias para repartirse los mercados mundiales y determinar el aumento de los precios, a la vez que estafaban a algunas de las mayores empresas alimentarias del mundo. Ellos mismos bautizaron descaradamente su corporación secreta con el nombre de «Vitamins Inc.». Los ingresos de Roche mientras tenía lugar esa conspiración fueron de 3.300 millones de dólares en Estados Unidos. Durante ese tiempo los confabulados decidieron aumentar de manera gradual el precio de las vitaminas, con suficiente ingenio como para que no saltara la alarma, además de amañar los procesos de subasta
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 66
 
 
Publicitar y vender medicamentos que nadie necesita es un negocio altamente lucrativo, especialmente cuando se trata de fármacos que actúan sobre las funciones cerebrales: Roche promocionó el Valium (diazepam) para que fuera el medicamento más vendido en todo el mundo, a pesar de que muchas de sus indicaciones eran dudosas y su precio al por mayor era veinticinco veces más alto que el del oro. A principios de los setenta, Roche fue multada por los responsables antimonopolio europeos por su comportamiento anticompetitivo en la venta del Valium y de otro popular tranquilizante, el Librium (clordiazepóxido).
Tuvieron que pasar 27 años desde la publicación del primer informe sobre dependencia del fármaco para que los reguladores reconocieran claramente que los tranquilizantes son altamente adictivos, tanto como la heroína y otros estupefacientes. En mi opinión, el hecho de que algunos fármacos que afectan nuestro cerebro sean legales y otros ilegales resulta irrelevante desde la perspectiva ética, si lo que queremos es entender qué está haciendo con nosotros la industria farmacéutica. Otro motivo por el cual creo que esta distinción es irrelevante es que a la industria farmacéutica le da igual que sus acciones sean legales o no, tal como he apuntado con el uso generalizado de técnicas de marketing ilegales para indicaciones no contempladas. Además, cabe recordar que la legalidad no es estática, ya que cambia según los países, las tendencias y las corrientes de pensamiento.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 69
 
 
Es interesante plantearse si realmente sale a la luz alguna manzana podrida de vez en cuando, lo que es tolerable, o si por el contrario realmente todas las del cesto lo son. Es decir, debemos plantearnos si la mayoría de farmacéuticas no infringen la ley por costumbre.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 71
 
 
Una filial de Pfizer se declaró culpable por el mal etiquetado de los fármacos «con intención defraudadora o engañosa», y se acusó a la empresa de la promoción ilegal de cuatro fármacos: Bextra (valdecoxib, un fármaco para la artritis que fue retirado del mercado en 2005), Geodon (ziprasidona, un antipsicótico), Zyvox (linezolid, un antibiótico) y Lyrica (pregabalina, un antiepiléptico).
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 25
 
 
1. Pfizer acepta un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos por valor de 2.300 millones de dólares en 2009
 
Se trata del mayor acuerdo judicial por fraude en el ámbito sanitario de la historia del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Una filial de Pfizer se declaró culpable por el mal etiquetado de los fármacos «con intención defraudadora o engañosa», y se acusó a la empresa de la promoción ilegal de cuatro fármacos: Bextra (valdecoxib, un fármaco para la artritis que fue retirado del mercado en 2005), Geodon (ziprasidona, un antipsicótico), Zyvox (linezolid, un antibiótico) y Lyrica (pregabalina, un antiepiléptico).
 
Su antibiótico, el Zyvox, era ocho veces más caro que la vancomicina, e incluso Pfizer reconocía que esta era mejor que el Zyvox. Sin embargo, Pfizer mintió a los médicos afirmando lo contrario. Incluso después del aviso de la FDA de que dejasen de realizar declaraciones infundadas que provocaban serios conflictos sanitarios (ya que la vancomicina se receta a enfermos en condiciones críticas), Pfizer siguió manteniendo ante los hospitales y los médicos que el Zyvox salvaba más vidas que la vancomicina.
 
 
2. Novartis llega a un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos por valor de 423 millones de dólares en 2010
 
Este acuerdo nacía de la acusación de responsabilidad civil y penal por marketing y promoción ilegal del Trileptal (oxcarbazepina, un antiepiléptico aprobado para tratar crisis epilépticas focales, pero no para su uso psiquiátrico o contra el dolor, entre otros). Novartis promocionó ilícitamente el Trileptal y otros cinco fármacos más, por lo que se presentaron denuncias de fraude en los programas del sistema sanitario estadounidense. El acuerdo puso fin a las alegaciones de que la farmacéutica sobornaba al personal sanitario para que recetaran Trileptal, Diovan (valsartán, para combatir la hipertensión arterial), Zelnorm (tegaserod, para el síndrome del intestino irritable y el estreñimiento, que la FDA retiró del mercado en 2007 debido a su toxicidad cardiovascular), Sandostatin (octreótida, un fármaco que mimetiza los efectos de una hormona natural), Exforge (amlodipino y valsartán) y Tekturna (aliskireno), estos dos últimos para la hipertensión arterial.
 
 
3. Sanofi-Aventis, acusada de fraude, accede a pagar más de 95 millones de dólares en 2009
 
Según se describe en el acuerdo, los Departamentos de Sanidad estatales y federales de Estados Unidos tuvieron que pagar a Aventis un precio superior por los medicamentos destinados a los enfermos indigentes. El Departamento de Justicia de Estados Unidos declaró que garantizaría que los fármacos destinados a los programas para la asistencia de los más desfavorecidos no tuvieran un precio superior al que estipula la ley. Aventis reconoció que no habían informado correctamente del precio de los fármacos para los pacientes del programa Medicaid Drug Rebate, que ampara a los pacientes con menos recursos económicos.
 
 
4. GlaxoSmithKline paga 3.000 millones de dólares en 2011
 
Se trata del mayor acuerdo por fraude de la historia de Estados Unidos. GlaxoSmithKline se declaró culpable de haber promocionado ilegalmente diversos fármacos para usos no aprobados, incluyendo Wellbutrin (bupropión, un antidepresivo), Paxil (paroxetina, también un antidepresivo), Advair (fluticasona y salmeterol, para tratar el asma), Avandia (rosiglitazona, un fármaco para la diabetes) y Lamictal (lamotrigina, un antiepiléptico).
 
La empresa, además de sobornar a los médicos, no incluyó en sus informes para la FDA datos sobre la peligrosidad de la rosiglitazona, y en los programas que financiaba sugería que su fármaco Avandia tenía efectos cardiovasculares positivos a pesar de las advertencias de la FDA de que presentaba riesgos cardiovasculares. En el año 2010 Avandia fue retirado del mercado en Europa debido a que incrementaba la cifra de muertes por problemas cardiovasculares.
 
 
5.AstraZeneca Novartis desembolsa 520 millones de dólares en 2010 por las acusaciones de fraude
 
AstraZeneca estaba acusada de promocionar ilegalmente uno de sus fármacos más vendidos, el antipsicótico Seroquel (quetiapina), para que fuera recetado en niños, ancianos, veteranos de guerra y prisioneros para usos no aprobados por la FDA, como la agresividad, el alzhéimer, el control de la ira, la ansiedad, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), la demencia, la depresión, los cambios de humor, los trastornos de estrés postraumático o el insomnio. Además, el foco de su estrategia de marketing ilegal eran los médicos que no diagnostican habitualmente enfermos psicóticos, algunos de los cuales eran sobornados por AstraZeneca. También invitaban a otros médicos a vacaciones pagadas en complejos turísticos de ensueño para convencerles de que recetaran Seroquel para usos no aprobados.
 
 
6. Roche convence a los Gobiernos de una compra masiva de Tamiflu
 
Roche cometió el que para mí es el mayor robo de la historia, aunque nadie todavía ha llevado a la farmacéutica a los tribunales. Ante la inminencia de la epidemia de gripe de 2009 (que al final resultó ser bastante leve), los Gobiernos europeos y estadounidense desembolsaron miles de millones de euros y de dólares en la compra de Tamiflu (oseltamivir). Roche no ha publicado la mayor parte de los datos de sus ensayos clínicos, y se ha negado a compartirlos con los investigadores independientes de la Colaboración Cochrane. La farmacéutica ha afirmado (aunque basándose en ensayos no publicados) que el Tamiflu reduce las hospitalizaciones en un 61%, las complicaciones secundarias en un 67%, y las infecciones de las vías respiratorias bajas que requieren tratamiento con antibióticos en un 55%. Curiosamente, Roche convenció a la Agencia Europea del Medicamento (EMA) para que aprobara el fármaco para la prevención de complicaciones gripales, y el resumen de las características del producto que elaboró la agencia decía que reducía de 12,7 al 8,6% las complicaciones en las vías respiratorias bajas (p = 0,001). Por el contrario, la FDA hizo llegar a Roche un comunicado advirtiéndoles de que no debían afirmar que el Tamiflu reducía la gravedad y la incidencia de las infecciones secundarias, y solicitó que añadieran el siguiente aviso de exención de responsabilidades en la ficha técnica del fármaco: «No se ha demostrado que el Tamiflu tenga un efecto positivo en las consecuencias potenciales (como la hospitalización, la mortalidad o el impacto económico) de los casos de gripe estacional, aviaria o pandémica».
 
El Consejo de Europa se ha mostrado muy crítico con los Gobiernos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las agencias de la Unión Europea por sus acciones, que comportaron el gasto de grandes cantidades de dinero. Muchos nos preguntamos por qué, para la redacción de las guías sobre los fármacos para la gripe, la OMS contrató a expertos que ya cobraban de las propias farmacéuticas, y por qué este hecho se ocultó en los informes, así como por qué era tanto el secretismo en ese aspecto que resultaba imposible obtener información sobre quién formaba parte del comité de la OMS. Roche ha encontrado en la OMS el aliado perfecto para permitir sus excesos, y presumió de colaborar «con los Gobiernos como socio responsable para ayudarles a minimizar los efectos de la pandemia». Los actos de Roche contradicen totalmente esta afirmación. Ya en 2012 sugerí que los Gobiernos europeos deberían denunciar a Roche y reclamar que les devolviera los miles de millones de euros que desembolsaron innecesariamente al hacer acopio de Tamiflu, ya que puede que provoque los efectos negativos que demostraron los ensayos hasta entonces ocultos. Sugerí, además, que deberíamos boicotear los productos de Roche hasta que la empresa publicara los datos ocultos sobre el Tamiflu.
 
 
7. Johnson & Johnson, multado con 1.100 millones de dólares en 2012
 
Un jurado dictaminó que Johnson & Johnson y su filial Janssen habían minimizado y ocultado los peligros asociados con su antipsicótico, Risperdal (risperidona), y el juez contabilizó hasta 240.000 infracciones de la legislación antifraude de Arkansas contra Medicaid. Los miembros del jurado fallaron a favor del Estado, que argumentó que Janssen mintió acerca de los efectos secundarios potencialmente mortales del fármaco, entre los que figuraban (como en otros antipsicóticos) la muerte, infartos cardiovasculares, crisis epilépticas, aumento de peso y diabetes. A pesar de que la FDA había ordenado a Janssen que mandara una carta a los médicos que corrigiera la que había enviado anteriormente y que decía que el Risperdal no aumentaba el riesgo de padecer diabetes, después del juicio Janssen siguió afirmando que no había incumplido la legislación. Existen sentencias anteriores que fallaron en contra de la farmacéutica solo unos meses antes, y que imponían una sanción de 327 millones de dólares en el estado de Carolina del Sur y otra de 158 millones en concepto de acuerdo judicial en el estado de Texas.
 
Este caso de fraude podría haber sido aún peor, puesto que en abril de 2012 el Gobierno de Estados Unidos, en una moción por un potencial caso de fraude sanitario multimillonario contra Johnson & Johnson, declaró que Alex Gorsky, vicepresidente del departamento de marketing (y a punto de ser nombrado nuevo director ejecutivo de la farmacéutica), estaba activamente involucrado y poseía información de primera mano de este supuesto fraude. Las acusaciones formuladas establecían que Johnson & Johnson pagaba sobornos para que Omnicare, la mayor cadena de establecimientos farmacéuticos para clínicas privadas, comprara y recomendara el tratamiento con Risperdal y otros fármacos de la empresa. La farmacéutica no informó a Omnicare ni a los miembros del equipo de ventas de Janssen acerca del aviso que la FDA les había mandado con respecto a que el Risperdal no debía anunciarse como un fármaco seguro y eficaz, puesto que no había sido debidamente estudiado en la población, ni que la FDA denegó la aprobación del Risperdal para el tratamiento de los trastornos psicóticos y conductuales en pacientes con demencia (con mucho, el uso principal de Risperdal en las clínicas a las que Omnicare abastecía) debido a que no existían los pertinentes datos sobre su seguridad. A pesar de la importancia de las investigaciones federales y estatales sobre las acusaciones relacionadas con el Risperdal, la junta directiva de Johnson & Johnson premió a Gorsky eligiéndolo como nuevo director general de la empresa. Un funcionamiento parecido al de la mafia: cuanto mayor es el delito, mayor la recompensa.
 
 
8. Merck, condenada a pagar 670 millones de dólares por fraude a Medicaid en 2007
 
Merck no pagó los reembolsos correspondientes a Medicaid y otros programas sanitarios del Gobierno de Estados Unidos, y además sobornó a médicos y hospitales para que recetaran varios de sus fármacos…
 
 
9. Eli Lilly, condenada a pagar más de 1.400 millones de dólares por marketing ilegal en 2009
 
Eli Lilly aceptó un acuerdo con el Departamento de Justicia estadounidense como castigo a su estrategia de marketing para promocionar el uso de su antipsicótico más vendido, Zyprexa (olanzapina), para multitud de usos no aprobados. Zyprexa produjo, entre 1996 y 2009, unos ingresos totales de 40.000 millones de dólares. Según lo estipulado en el acuerdo, Eli Lilly tuvo que pagar 800 millones de dólares como sanción, y se declaró culpable de las acusaciones penales, por lo que tuvo que pagar además una multa de 600 millones de dólares. Seis denunciantes de Eli Lilly presentaron las acusaciones contra la farmacéutica, por lo que fueron recompensados con el 18% del importe del resarcimiento federal y de los estados correspondientes, pero una vez acabado el juicio todos ellos fueron despedidos, o forzados a dimitir. Según la demanda, un representante había llamado a la línea directa de la empresa para hablar de las prácticas inmorales de venta de Eli Lilly sin obtener respuesta. La exitosa campaña de promoción de Lilly para el uso de Zyprexa para indicaciones no aprobadas incluía, entre otras, pacientes con alzhéimer, depresión y demencia, en especial para niños y ancianos, y todo eso a pesar de que los peligros del fármaco eran considerables, ya que podía provocar insuficiencia cardíaca, neumonía, aumento de peso y diabetes. Los visitadores de Lilly se presentaban en conferencias sobre usos no aprobados de Zyprexa y audioconferencias destinadas a los médicos y realizaban preguntas ya pactadas para hacerse pasar por miembros del público interesados en los nuevos usos del fármaco. Otra de las técnicas consistía en minimizar la conexión entre el uso de Zyprexa y el aumento de peso (a pesar de ser conscientes del riesgo que suponía el fármaco en ese aspecto) con la difusión masiva de un vídeo titulado El mito de la diabetes, que se servía de «estudios científicos de integridad dudosa y de las notificaciones aleatorias de reacciones adversas». El acuerdo judicial estipulaba además que Eli Lilly debía firmar el Acuerdo de Integridad Corporativa.
 
 
10. Abbott, condenada a pagar 1.500 millones de dólares por fraude a Medicaid en 2012
 
Tras ser acusada de fraude a Medicaid debido al marketing ilegal de su fármaco antiepiléptico Depakote (valproato), Abbott llegó a un acuerdo por el cual tuvo que pagar 84 millones de dólares a los denunciantes…
Los estados americanos alegaron que Abbott promocionó la venta y el consumo de Depakote para usos cuya seguridad y eficacia no habían sido aprobadas por la FDA; que Abbott Laboratories hizo declaraciones falsas y engañosas sobre la seguridad, la eficacia, la dosis y la eficiencia de Depakote para algunas indicaciones no aprobadas; que promocionó de manera inadecuada el fármaco en clínicas particulares con enfermos de demencia a la vez que cancelaba un ensayo en el cual los pacientes presentaron un aumento de los efectos adversos, y que sobornó a médicos y a personal sanitario para que recetaran o promocionaran el fármaco. Abbott firmó también el Acuerdo de Integridad Corporativa.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 72 y siguientes
 
 
En 2007, la FDA (la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos) cargó duramente contra Sanofi-Aventis por no actuar ante los casos de fraude que se descubrieron referentes a un ensayo fundamental de su antibiótico Ketek (telitromicina)
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 85
 
 
En 2003, tras declararse culpable de convencer a los médicos para que pidieran el reembolso de Medicare por su fármaco contra el cáncer de próstata, el Zoladex (goserelina), y de sobornar a los médicos para que lo recetaran, AstraZeneca tuvo que pagar una multa de 355 millones de dólares
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 87
 
 
Johnson 8c Johnson tuvo que pagar en 2009 más de 75 millones de dólares en un acuerdo judicial con las autoridades británicas y estadounidenses por un delito de corrupción que afectaba a tres países europeos e Iraq. Los cargos estaban relacionados con los supuestos sobornos que la compañía pagaba a médicos de Grecia, Polonia y Rumania para que recetaran sus productos, y a los directores de hospitales polacos para la adjudicación de contratos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 88
 
 
Eli Lilly tuvo que pagar 3 6 millones de dólares en 2005 con el fin de acabar con las acusaciones penales y civiles relativas al marketing ilegal de su fármaco Evista (raloxifeno, usado en el tratamiento de la osteoporosis) para que fuera administrado para evitar el cáncer de mama y las enfermedades cardiovasculares, como indican las cartas que los visitadores de la empresa hicieron llegar a los médicos. Lilly también ocultó datos que demostraban que Evista aumentaba asimismo el riesgo de padecer cáncer de ovario. Eli Lilly firmó también el Acuerdo de Integridad Corporativa.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 25
 
 
En 2001, TAP Pharmaceuticals, una empresa conjunta de Abbott y Takeda, tuvo que pagar 875 millones de dólares al declararse culpable de los cargos de fraude tras inducir a los médicos a facturar al Gobierno estadounidense ciertos fármacos que la empresa distribuía de manera gratuita o a un precio reducido.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 88
 
 
GlaxoSmithKline, por ejemplo, tuvo que cerrar su fábrica de Puerto Rico en 2009 al descubrirse que producía fármacos defectuosos. La planta había fabricado y enviado lotes de Paxil (paroxetina) con dos dosis distintas, además de mezclar diferentes fármacos, como Avandia (rosiglitazona) con Tagamet (cimetidina) y Paxil.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 89
 
 
En 2003 Glaxo firmó un Acuerdo de Integridad Corporativa y pagó 88 millones de dólares por una multa civil relativa al cobro abusivo de Paxil y el espray nasal para la alergia Flonase (fluticasona) a Medicaid.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 89
 
 
La empresa Bristol-Myers Squibb llegó a un acuerdo y pagó más de 515 millones de dólares para resolver un caso de marketing ilegal y de fijación de precios fraudulenta por el que se pagaba a los médicos con la intención de que usaran sus fármacos, incluso para usos no aprobados.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 91
 
 
En 2006 salió a la luz la demanda contra Medtronic, presentada por un informador de la empresa; en ella se acusaba a Medtronic de realizar pagos por un valor total de 50 millones de dólares a reconocidos cirujanos ortopédicos durante cuatro años. Según el Departamento de Justicia estadounidense, cada médico recibía entre 1000 y 2000 dólares por cada paciente a quien se le implantaba alguno de los productos de la empresa.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 92
 
 
Cinco fabricantes de prótesis de cadera y de rodilla (Zimmer, DePuy Orthopaedics, Biomet, Smith & Nephew y Stryker Orthopedics) llegaron a un acuerdo judicial con el Gobierno federal de Estados Unidos después de admitir que habían pagado decenas de miles de dólares cada año a cirujanos en concepto de «honorarios de asesoría» para que usaran sus productos
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 93
 
 
Serono Laboratories se declaró culpable, en 2006, de dos cargos de conspiración y aceptó pagar 704 millones de dólares para compensar los delitos penales de los que se imputaba a la farmacéutica, acusada de llevar a cabo un complicado plan de sobornos para aumentar las ventas de su fármaco antirretroviral, el Serostim (somatropina de ADN recombinante).
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 93
 
 
En 2004, la empresa Schering-Plough aceptó un acuerdo de 346 millones de dólares por un caso de soborno. Bayer pagó 257 millones y GlaxoSmithKline, otros 87 millones en acuerdos judiciales por acusaciones parecidas. También se vieron involucradas otras empresas, como AstraZeneca, Dey, Pfizer y TAP Pharmaceuticals.
 
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 93
 
 
La farmacéutica Purdue Pharma como su presidente, abogado y exdirectivo del equipo médico, tuvieron que pagar multas por un valor total de 63 5 millones de dólares por afirmar que el OxyContin (oxicodona, un fármaco similar a la morfina) provocaba menos adicción y dependencia, además de presentar un menor riesgo de padecer síndrome de abstinencia que otros opiáceos. Purdue Pharma reconoció haber mentido a médicos y a pacientes acerca de los riesgos del OxyContin para aumentar sus ventas. Este fármaco, que causó muchas muertes, se popularizó entre los toxicómanos y fue rebautizado como «hillbilly heroin» (algo así como la heroína de los palurdos) En Australia la mayoría de las muertes provocadas por este fármaco no fueron de toxicómanos, sino de sobredosis involuntarias
Purdue formaba a sus vendedores para que explicaran a los médicos que el riesgo de adicción era de menos del 1 %, lo cual es falso, ya que es similar al de los demás opiáceos. Purdue donó tres millones de dólares al Massachusetts General Hospital de Boston para que cambiara el nombre de su unidad de dolor a «MGH Purdue Pharma Pain Center». Como parte del trato, además, los especialistas en dolor del hospital tenían que ceñirse a un plan diseñado por Purdue, concebido en cierto modo con la intención de convencer a los médicos y farmacéuticos más reticentes para que recetaran analgésicos como el OxyContin. ¡Corrupción absoluta!
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 93-94
 
 
El OxyContin es muy caro, y no ofrece ninguna ventaja respecto a otras alternativas mucho más baratas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 95
 
 
Los delitos son tan habituales, variados y afectan a tanta gente que la conclusión inevitable es que si se siguen cometiendo es, simplemente, porque aún sale a cuenta cometerlos. Las empresas ven las multas como un gasto de marketing y continúan con sus actividades ilegales como si no hubiera pasado nada. Es importante destacar que muchos de los delitos no hubieran podido llevarse a cabo si los médicos se hubieran negado a tomar parte en ellos. Los médicos son cómplices desde el momento que aceptan sobornos y participan en otros tipos de corrupción, con frecuencia relacionados con el marketing ilegal. Resulta curioso que puedan salir indemnes a pesar de enriquecerse por colaborar con las empresas farmacéuticas. Cuando se promociona un medicamento para alguna indicación no aprobada se desconocen la eficacia y los daños que puede provocar su uso, como por ejemplo si se receta a niños. Esta práctica, por lo tanto, ha sido descrita como el empleo a gran escala de ciudadanos como conejillos de Indias sin que ni siquiera hayan dado su consentimiento. Incluso cuando el médico receta un medicamento para uno de sus usos aprobados, los delitos siguen teniendo consecuencias para los pacientes. Los médicos solo tienen acceso a cierta información manipulada, por lo que su opinión sobre ciertos medicamentos es, indudablemente, que resultan más eficaces y seguros de lo que realmente son. Eso hace que tanto el marketing ilegal como el legal provoquen un aumento del exceso de medicación en la sociedad y un gran daño que puede ser fácilmente evitado. Muchos de los delitos de corrupción se producen a gran escala, y un gran número de médicos reciben dinero a cambio de recetar medicamentos diez o incluso veinte veces más caros que otros ya existentes y que resultan igual o más eficaces que el nuevo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 95
 
 
En 2004 y 2005, el Comité de Salud de la Casa de los Comunes del Reino Unido investigó a fondo la industria farmacéutica y descubrió que tiene una influencia desmesurada y totalmente fuera de control; los miembros de dicho comité se encontraron, pues, con un sector que soborna e influye en las decisiones de los médicos, de las organizaciones de beneficencia, de las asociaciones de enfermos, e incluso de periodistas y políticos, cuyas regulaciones son en ocasiones permisivas o ambiguas. Además, cabe destacar que el Departamento de Sanidad británico no solo es responsable del sistema sanitario público, sino que además se encarga de representar los intereses de la industria farmacéutica. El informe realizado por el comité evidenció que la reducción de la influencia de la industria farmacéutica iba a ser beneficiosa para todo el mundo, incluida la propia industria, ya que podría centrarse en el desarrollo de nuevos fármacos en lugar de corromper a los médicos, a las asociaciones de enfermos y a un largo etcétera. El informe concluye además que es preciso que sean los científicos quienes lleven las riendas de la industria, no los equipos de marketing; el comité también mostró su preocupación por la creciente medicalización de los pacientes o, lo que es lo mismo, la situación actual en la que parece que todo el mundo necesita tomar algún medicamento. No obstante, cuando el informe del Comité de Sanidad vio la luz, el Gobierno británico no movió un solo dedo, probablemente porque la industria farmacéutica británica ocupa la tercera posición en la clasificación de las actividades empresariales más rentables, detrás del turismo y las finanzas. ¿Saben cuál fue la respuesta de los responsables gubernamentales después de que se les presentase tal cantidad de pruebas irrefutables sobre la influencia de ese sector tan nocivo para la sanidad pública como son las farmacéuticas? ¡Dijeron que no había ninguna prueba de tal influencia!
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 96
 
 
Resulta escalofriante el hecho de que existan tantas similitudes entre la industria farmacéutica y la mafia. La mafia genera ingentes cantidades de dinero, igual que las farmacéuticas; los efectos colaterales del crimen organizado son los asesinatos y las muertes, los mismos que los de la industria farmacéutica; aún más, la mafia soborna a los políticos, entre otros, y eso también lo hace la industria farmacéutica […]. La diferencia entre ambas es que los representantes de las farmacéuticas creen (hasta en el 99% de los casos) que cumplen con las leyes, y se ven diferentes de quien atraca un banco […]. Sin embargo, en cuanto forman un grupo y están al cargo de grandes empresas, algo cambia […] y los ciudadanos honrados se transforman al incorporarse a una gran corporación. Sucede lo mismo que en las atrocidades que se cometen en una guerra: las personas hacen cosas que ni siquiera imaginaban que fueran capaces de hacer. Cuando formas parte de un grupo acabas haciendo cosas que no harías en otras circunstancias, porque el conjunto del grupo valida tus acciones como algo correcto.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 98
 
Los delitos que conllevan la muerte de miles de personas deberían ser vistos como un crimen contra la humanidad. El hecho de que las muertes las provoquen armas o comprimidos no debería hacernos abordar el problema de forma distinta, pero la verdad es que, hasta hace bien poco, existía cierta complacencia incluso con los delitos más letales.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 99
 
 
En las farmacéuticas trabaja mucha gente honrada y respetable, pero es a los que escalan hasta las posiciones más poderosas a los que el criminólogo John Braithwaite define como «cabrones sin escrúpulos» después de haberlos entrevistado.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 100
 
 
Muy pocos pacientes mejoran por tomar los fármacos que se les recetan.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 101
 
 
Un ensayo ciego deficiente, además de constituir una mala praxis científica, determina que los resultados nos hacen creer que un fármaco es eficaz cuando realmente no es así. Los ensayos ciegos no solo son importantes cuando los pacientes se evalúan a sí mismos, sino también cuando los médicos los evalúan. La evaluación de la depresión se realiza mediante elaboradas escalas con muchos puntos de subjetividad, y es obvio que si el médico conoce qué participantes han tomado el fármaco o el placebo, esta información hará que el médico se posicione a la hora de evaluar su estado. Hróbjartsson y su equipo demostraron esto de manera convincente en el año 2012 al usar ensayos para enfermedades de diferentes áreas que habían sido ciegos o no ciegos para los investigadores. Una revisión de los 21 ensayos (la mayoría de los cuales se basaron en los resultados subjetivos) demostró que los efectos se exageraban, de media, un 36% (cálculo realizado mediante el concepto de razón de posibilidades) cuando los médicos evaluadores formaban parte de un ensayo abierto respecto a los de un ensayo doble ciego[135]. Se trata pues de un sesgo preocupantemente alto si se tiene en cuenta que el efecto declarado de la mayoría de los tratamientos a los que nos sometemos es muy inferior al 36%. Por consiguiente, un ensayo doble ciego, si presenta el mínimo fallo en ese enmascaramiento, puede resultar en una exageración importante de los resultados. Si aplicamos esto al ejemplo de los antidepresivos ya mencionado y asumimos que no se cumple la condición de ciego para ninguno de los brazos participantes, para calcular la razón de posibilidades debemos reorganizar los números de manera que una razón de posibilidades baja implique un efecto positivo, como es habitual (véase anexo 3). La razón de posibilidades del efecto relevante es (79 x 100) dividido por (121 x 100) = 0,65. Como esperamos que haya una exageración de los efectos del 36%, podemos calcular cuál es el efecto real del fármaco; un sesgo del 36% significa que el índice entre la razón de posibilidades sesgada y la verdadera es de 0,64. Por lo tanto, el resultado real es el que se obtiene al dividir 0,65 entre 0,64, es decir, una razón de posibilidades de 1,02. Como la razón de posibilidades es cercana al 1, esto significa que el antidepresivo no funciona.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 105
 
 
Los ensayos clínicos aleatorizados son el método más fiable de que disponemos para evaluar los tratamientos médicos, pero parece que hemos asumido con demasiada facilidad que los resultados de esos experimentos deben ser creíbles solo si se trata de un ensayo ciego y el resultado principal aparece acompañado de un valor p relevante.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 107
 
 
Un ensayo ciego deficiente, además de constituir una mala praxis científica, determina que los resultados nos hacen creer que un fármaco es eficaz cuando realmente no es así. Los ensayos ciegos no solo son importantes cuando los pacientes se evalúan a sí mismos, sino también cuando los médicos los evalúan. La evaluación de la depresión se realiza mediante elaboradas escalas con muchos puntos de subjetividad, y es obvio que si el médico conoce qué participantes han tomado el fármaco o el placebo, esta información hará que el médico se posicione a la hora de evaluar su estado.
 
Hróbjartsson y su equipo demostraron esto de manera convincente en el año 2012 al usar ensayos para enfermedades de diferentes áreas que habían sido ciegos o no ciegos para los investigadores. Una revisión de los 21 ensayos (la mayoría de los cuales se basaron en los resultados subjetivos) demostró que los efectos se exageraban, de media, un 36% (cálculo realizado mediante el concepto de razón de posibilidades) cuando los médicos evaluadores formaban parte de un ensayo abierto respecto a los de un ensayo doble ciego. Se trata pues de un sesgo preocupantemente alto si se tiene en cuenta que el efecto declarado de la mayoría de los tratamientos a los que nos sometemos es muy inferior al 36%.
 
Por consiguiente, un ensayo doble ciego, si presenta el mínimo fallo en ese enmascaramiento, puede resultar en una exageración importante de los resultados. Si aplicamos esto al ejemplo de los antidepresivos ya mencionado y asumimos que no se cumple la condición de ciego para ninguno de los brazos participantes, para calcular la razón de posibilidades debemos reorganizar los números de manera que una razón de posibilidades baja implique un efecto positivo, como es habitual (véase anexo 3). La razón de posibilidades del efecto relevante es (79 x 100) dividido por (121 x 100) = 0,65. Como esperamos que haya una exageración de los efectos del 36%, podemos calcular cuál es el efecto real del fármaco; un sesgo del 36% significa que el índice entre la razón de posibilidades sesgada y la verdadera es de 0,64. Por lo tanto, el resultado real es el que se obtiene al dividir 0,65 entre 0,64, es decir, una razón de posibilidades de 1,02. Como la razón de posibilidades es cercana al 1, esto significa que el antidepresivo no funciona.
 
Aunque he simplificado bastante mi ejemplo (puesto que raramente ocurre que un ensayo doble ciego deje de serlo para todos los participantes del ensayo), el ejercicio ciertamente da que pensar. Incluso en el caso de que se rompiera el enmascaramiento solo para algunos participantes, esto podría ser suficiente para que un resultado irrelevante se convierta en relevante. De hecho, Hróbjartsson y su equipo detectaron durante su estudio que la exageración del 36% de los efectos del tratamiento asociados con los asesores médicos no sometidos al ciego estaba inducida por la mala clasificación de los resultados del ensayo en una mediana de solo un 3 % de los participantes evaluados en cada ensayo (lo que corresponde a un total de 12 de los 400 participantes en el caso que nos ocupa).
 
Así pues, un mínimo fallo en el enmascaramiento del ensayo basta para que un fármaco ineficaz parezca ser bastante eficaz.
 
La importancia de este descubrimiento no puede exagerarse; gran parte de los fármacos tienen efectos secundarios evidentes, por lo que no cabe duda de que en la mayoría de los ensayos controlados con placebo muchos pacientes se darán cuenta de ello y se romperá el enmascaramiento. Cuando se receta un medicamento para evitar que un enfermo muera, poco importa si se rompe el ciego, puesto que podemos determinar fácilmente si está vivo o muerto; ahora bien, pocas veces nos encontramos en esa situación, y en la mayor parte de las ocasiones recetamos fármacos para disminuir los síntomas de un enfermo, o para reducir el riesgo de complicaciones debidas a su enfermedad, y a menudo los resultados son subjetivos. Este es el caso no solo de la depresión, sino también de la esquizofrenia, la ansiedad, la demencia, el dolor, la calidad de vida, la capacidad funcional, las náuseas, el insomnio, la tos o la disnea. A veces, incluso determinar si alguien ha padecido un infarto de miocardio puede resultar subjetivo, como veremos en el capítulo siguiente.
 
Los ensayos clínicos aleatorizados son el método más fiable de que disponemos para evaluar los tratamientos médicos, pero parece que hemos asumido con demasiada facilidad que los resultados de esos experimentos deben ser creíbles solo si se trata de un ensayo ciego y el resultado principal aparece acompañado de un valor p relevante.
 
Lo realmente preocupante de este asunto es que todos los medicamentos provocan algún daño y que muchos no son eficaces, por lo que al recetarlos estamos perjudicando a un gran número de personas debido a que los ensayos aleatorizados no nos permiten determinar qué medicamentos simplemente no funcionan.
 
A partir de ahí no es difícil comprender por qué las farmacéuticas que han probado la eficacia de sus fármacos para determinadas enfermedades decidan a continuación estudiar si un mismo fármaco puede utilizarse para otras enfermedades completamente distintas y que los resultados demuestren que también funcionan. Precisamente es este desenmascaramiento la principal razón de que es mucho más fácil inventar nuevas enfermedades que nuevos fármacos. Es sencillo demostrar algún efecto en una escala más o menos elaborada, decidir que ello tiene una determinada relevancia clínica y luego dejar que la maquinaria del marketing haga el resto.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 105
 
 
Una buena manera de saber si los medicamentos realmente curan a los pacientes (incluso si decidimos confiar en los ensayos al pie de la letra) es convertir los índices de mejora en NNT (number needed to treat, es decir, el número de pacientes que es necesario tratar). Este valor es el inverso a la reducción de riesgo absoluto. Por lo tanto, si creemos que el 6o% de los pacientes tratados con antidepresivos experimentarán una mejora, y que el 50% de ellos lo harán con el placebo, el NNT es de 1 / (60 50%) = 10. Esto quiere decir que, por cada diez pacientes tratados con antidepresivos, solo uno de ellos experimentará algún resultado positivo. Si aceptamos la idea de que el posible efecto placebo es tan minúsculo como para ignorarlo, podemos afirmar, por lo tanto, que los resultados no se ven afectados por los otros nueve que sí tomaron el fármaco, aparte de los efectos secundarios que provoca y su elevado precio. Incluso si no aceptamos el supuesto de que el placebo es por lo general bastante ineficaz, sigue siendo cierto que muy pocos pacientes experimentarán un efecto positivo al tomar el antidepresivo. Pero la realidad es mucho peor, y no solo por la falta de un eficaz enmascaramiento, sino también porque esta diferencia del 10% entre el placebo y el fármaco es la que se obtiene de los ensayos clínicos realizados por las farmacéuticas, que no debemos olvidar que están específicamente diseñados para seleccionar los pacientes más propensos a experimentar un resultado. A la hora de la verdad, el NNT es mucho mayor que diez.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 108
 
 
Los ensayos con atropina se realizaron hace ya mucho tiempo, y actualmente los placebos «activos» ya no se utilizan, por una razón muy evidente: la gran mayoría de los ensayos controlados con placebo los realizan las empresas farmacéuticas, que no tienen ningún interés en demostrar que sus fármacos no funcionan. En mi opinión, deberíamos exigir que utilizaran placebos activos y negarnos a que se aprueben fármacos basándose en ensayos con placebos convencionales, al menos en los casos en que los efectos esperados sean reducidos y los resultados, subjetivos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 114
 
 
Por favor, planteémonos la situación: los médicos y sus pacientes colaboran con las farmacéuticas participando en sus ensayos, pero estas son incapaces de devolverles la ayuda para que aquellos lleven a cabo sus propios ensayos. Esta asimetría es inmoral, tan inmoral como los grandes imperios que explotaban a sus colonias. Las empresas deberían estar obligadas a suministrar placebos a los investigadores independientes por un precio reducido, es decir, a precio de coste, como condición por tener un fármaco en el mercado.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 115
 
 
La mayoría de las veces que he tratado de publicar verdades incómodas acerca de la industria farmacéutica he tenido que enfrentarme al equipo jurídico de la revista, e incluso después de haber documentado que todo lo que afirmo es cierto y que otros especialistas ya lo han dicho antes, he tenido que ver cómo se suprimían fragmentos importantes de mis artículos, o incluso cómo se negaban a publicarlo por miedo a una demanda. Esta es una de las razones que me impulsaron a escribir este libro, porque he descubierto que disfruto de más libertad con un libro que con mis artículos…
La ciencia estricta está siempre en peligro de ser falseada, y debería existir una legislación que la protegiera de quienes desean impedir el conocimiento científico, como se empeña en hacer la industria farmacéutica intimidando a todo aquel que divulgue el daño que provocan sus fármacos. Si se protegen las hipótesis con modificaciones ad hoc —realizando cambios imprevistos en el cálculo de los resultados o en el plan de análisis una vez el patrocinador ya ha visto los resultados— o diseñando ensayos inmunes a ser rebatidos, lo único que se consigue es colocar estas hipótesis en la misma categoría de la pseudociencia. En la asistencia sanitaria, la sociedad democrática y abierta se ha convertido en una oligarquía de las grandes empresas, cuyos intereses están al servicio del motor económico de la industria y que contribuyen a modificar las políticas públicas, incluyendo las de las cada vez más débiles agencias reguladoras. Los Gobiernos no han logrado reglamentar correctamente una industria que cada vez es más poderosa, desprotegiendo así la objetividad científica y la curiosidad académica de los poderes empresariales. Durante la primera mitad del siglo xx la investigación previa a la comercialización de un medicamento era escasa, ya que no existía en la sociedad el clamor de que se demostraran sus efectos terapéuticos o profilácticos. Lo más importante entonces era que los medicamentos no fueran excesivamente nocivos, aunque ni siquiera se investigaba debidamente acerca de sus efectos adversos. La consecuencia de esto fue que se produjeron diversos desastres médicos y que muchos medicamentos peligrosos fueron retirados del mercado después de haber provocado situaciones graves o de acabar con la vida de muchas personas. El punto de inflexión de esta situación lo provocó la tragedia de la talidomida: este fármaco, fabricado por la empresa alemana Grünenthal, se suministraba para tratar múltiples problemas, como las náuseas provocadas por el embarazo, sin haber sido estudiado antes en animales. Al poco tiempo de su administración aparecieron los primeros casos de recién nacidos con focomelia, una enfermedad extremadamente rara que hacía que los bebés nacieran sin brazos ni piernas. En cuanto Grünenthal empezó a recibir los informes de estos casos, no hizo nada, a pesar de que el goteo de casos era continuo. Se trata de un ejemplo perfecto de anteponer los beneficios económicos a la integridad de los pacientes. Poco le importaba a la empresa el grado de malformación de los recién nacidos, ni cuántos casos se habían producido, siempre que estos no salieran a la luz pública. En Estados Unidos, una sagaz científica de la FDA tenía dudas acerca de la seguridad de la talidomida, por lo que se negó a recomendar su aprobación. El fármaco nunca llegó a ser comercializado en Estados Unidos gracias a su tozudez, pero no se pudo evitar que algunos ciudadanos padecieran los nocivos efectos de la talidomida; y es que, a pesar de no ser aprobada, Grünenthal había distribuido muestras gratuitas del fármaco por todo el país. La talidomida dejó de comercializarse en todo el mundo en el año 1962, y los estragos provocados llevaron al clamor generalizado de que, antes de que un fármaco fuera aprobado, debían realizarse ensayos con animales y demostrar su eficacia por medio de estudios clínicos. La implantación de estos requisitos tuvo un impacto crucial en lo que a seguridad y eficacia de los nuevos fármacos se refiere. Gracias a ello, los pacientes podían estar más seguros de que lo que sus médicos les recetaban era beneficioso para ellos. Aun así, había mucho trabajo por hacer con los fármacos que no habían sido debidamente estudiados y que se seguían recetando. Tuvieron que pasar décadas hasta que buena parte de ellos desaparecieran finalmente del mercado, pero algunos aún siguen comercializándose en la actualidad, aunque todavía desconocemos cuál es realmente su eficacia y el daño que pueden causarnos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 117
 
 
Las farmacéuticas dan la impresión de que cumplen con las leyes y supuestamente se atienen a lo establecido en las directrices de buena praxis médica y otros requisitos relacionados con los ensayos aleatorizados, es decir, el cumplimiento de los procesos adecuados de aleatorización y enmascaramiento y la correcta supervisión del ensayo para garantizar que la información proporcionada por la farmacéutica sea cierta. Sin embargo, hay mil maneras mediante las cuales las farmacéuticas pueden manipular sus ensayos clínicos para asegurarse de que los resultados ayuden a los visitadores a promocionar el producto, exista o no un enfoque honesto por parte de la comunidad científica.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 120
 
 
La industria farmacéutica ha secuestrado ensayos clínicos con fines promocionales, convirtiéndolos en el hazmerreír de la investigación médica, haciendo un mal uso de una herramienta muy poderosa y traicionando la confianza y el altruismo de sus participantes voluntarios.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 124
 
 
Hay una encuesta de 2005 que resulta especialmente preocupante: en ella se demostró que el 80% de las facultades de Medicina aceptaban los acuerdos para realizar ensayos de colaboración entre varias facultades que otorgaban los derechos sobre los datos a las empresas que los financiaban, y que el 50% de ellas permitían que la empresa redactara el informe de resultados que sería publicado, y que los investigadores solo tenían la potestad de revisar el manuscrito y sugerir revisiones. La propiedad de los derechos de autor era un tema peliagudo, y el 25% de las facultades encuestadas declaraban que estas negociaciones resultaban muy complicadas.
 
Incluso después de firmado el contrato, el 82% de las facultades tuvieron dificultades durante los siguientes cinco años, y en uno de los casos el patrocinador se negó a abonar el pago final ¡porque los resultados no les gustaban!
 
Los investigadores no podían acceder a los acuerdos ya que a menudo las empresas habían solicitado que las facultades consideraran este aspecto como confidencial. Probablemente el abanico de problemas se haya subestimado porque cuesta admitir en una entrevista por teléfono grabada que tu facultad accede a ciertas prácticas altamente dudosas desde un punto de vista ético. Sin embargo, cabe subrayar que el 69% de los rectores afirmaron que la competencia existente para hacerse con los pocos fondos destinados a investigación hace que se sientan presionados a la hora de negociar las condiciones del contrato.
 
Este estudio prueba que la investigación farmacéutica universitaria en Estados Unidos ha sido totalmente corrompida por la industria farmacéutica. Las empresas montan una subasta con diversos centros académicos y escogen los menos peligrosos a la hora de formular preguntas incómodas. La Asociación de Facultades de Medicina Estadounidense (Association of American Medical Colleges) se reunió con altos cargos de la industria farmacéutica para analizar la posibilidad de crear unas condiciones contractuales estandarizadas, pero las conversaciones no llegaron a buen puerto dado que las farmacéuticas se cerraron en banda.
 
He aquí un ejemplo de las consecuencias de este nivel de corrupción. En 2003, la FDA estudiaba los datos no publicados de los ensayos de que disponía sobre el uso de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) en niños y adolescentes para determinar si era un factor que hacía aumentar el riesgo de suicidio. A los catedráticos de las facultades de Medicina que habían publicado resultados positivos de esos fármacos les preocupaba esta situación, y en enero de 2004 redactaron un informe en que defendían la eficacia de los fármacos estudiados y cuestionaban las pruebas de que su uso provocara un aumento de los comportamientos suicidas. Sin embargo, en respuesta a ese informe la FDA afirmó que sí existía dicho riesgo (véase el capítulo 18). Los investigadores universitarios se habían puesto en contacto con las empresas para pedirles el acceso a los datos que ellos mismos habían generado, pero algunas se negaron a dárselos, un acto que no podía ser discutido porque sus facultades, al acordar la realización de los ensayos, habían firmado acuerdos que estipulaban que las empresas podían calificarlos de confidenciales.
 
Según los principios establecidos por la Pharmaceutical Research and Manufacturers of America, la organización estadounidense de investigadores y empresas farmacéuticas, las compañías financiadoras poseen las bases de datos del estudio y
 
pueden decidir quién tiene acceso a ellas […]. Las empresas financiadoras harán un resumen de los resultados del estudio que estará a disposición de los investigadores. Además, los investigadores que formaron parte de un ensayo clínico entre distintas facultades pueden revisar las tablas estadísticas, los gráficos y los informes más relevantes del ensayo en las instalaciones de la empresa o, en su defecto, en otro lugar acordado mutuamente.
 
¿Soy acaso el único a quien le horroriza pensar que las únicas personas en todo el mundo que han tenido acceso a las bases de datos completas de los ensayos sean los empleados de una farmacéutica? ¡Por favor, no!
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 126
 
 
Los ensayos aleatorizados fueron creados para protegernos de los muchos tratamientos inútiles que hay en el mercado, pero sorprendentemente han otorgado el poder de la producción de conocimiento a las grandes farmacéuticas, que hoy utilizan los ensayos para conseguir que los tratamientos con poco o nulo valor sean aprobados, aunque puedan resultar altamente nocivos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 133
 
 
Las revistas médicas más prestigiosas presentan serios conflictos de intereses al enfrentarse a los ensayos financiados por la industria, ya que si adoptan una actitud demasiado crítica se exponen a importantes pérdidas económicas en concepto de reimpresiones o separatas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 139
 
 
Richard Horton, es igual de franco que Richard Smith, y ha dicho que «las revistas médicas se han convertido en meras operaciones de blanqueo de información para la industria farmacéutica
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 142
 
 
Para las revistas médicas parece ser más importante el dinero fácil que la integridad científica. Y en otras revistas, estos problemas son aún más graves. Sus directores tienen a menudo conflictos de intereses económicos relacionados con las farmacéuticas que les hacen llegar los artículos: hay quien tiene acciones de la empresa, o quien trabaja como asesor para ellos; incluso algunas de las revistas dependen directamente del dinero que reciben de ellas por medio de entidades y asociaciones de especialistas que publican material en sus revistas. Muchas revistas especializadas publican artículos sobre simposios patrocinados por empresas farmacéuticas, y estos son, sin duda, los peores. Las empresas normalmente pagan para que publiquen sus artículos, que raras veces han sido analizados externamente, que tienen títulos engañosos, en que aparecen los nombres comerciales de los fármacos en vez de los genéricos, a la vez que reciben muchos más elogios que el resto de los artículos. A pesar de haber sido objeto de tres análisis científicos externos, un editorial que cuestionaba el valor de la epoetina en los enfermos con insuficiencia renal terminal fue rechazado por el editor de Transplantation and Dialysis, una prestigiosa revista sobre nefrología. Este confesó a su autor que la decisión final la había tomado el departamento de marketing: «La publicación de su editorial, en realidad, no hubiera sido vista con buenos ojos por determinadas personas […] y parece que el autor iba mucho más allá de lo que estaba dispuesto a asumir el departamento de marketing». Una investigación del Congreso de Estados Unidos sobre los dispositivos de implante vertebral reveló en 2009 que Thomas Zdeblick, un cirujano ortopédico, cobró más de veinte millones de dólares en derechos de patente y más de dos millones de dólares en honorarios de asesoría de Medtronic mientras fue director del Journal ofSpinal Disorders & Techniques, Medtronic vendía implantes vertebrales, y la revista de Zdeblick publicaba, número tras número, artículos acerca de esos implantes, y como era de esperar, todos favorables; aun así, nunca reveló los vínculos financieros entre los autores y Medtronic. Se trata de una relación turbia, en especial si recordamos que los artículos sobre los dispositivos de fusión vertebral de Medtronic ignoraban claramente los graves peligros ya advertidos por los cirujanos. No se tiene constancia de ni un solo efecto adverso en lo referente a la seguridad y la eficacia en los 780 pacientes tratados con este dispositivo en ninguna de las trece publicaciones financiadas por la industria. Los documentos de la FDA revelaron incoherencias internas en los informes de Medtronic, que parecían indicar que sí se produjeron efectos adversos en el 10-50% de los pacientes, entre los cuales algunos eran potencialmente mortales.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 146
 
 
Hay una costumbre cultural arraigada entre los médicos que permite la aceptación de dinero fácil, y las farmacéuticas ofrecen transferir esas cantidades de dinero de modo que no puedan rastrearse. En 2006, la organización Transparency International dedicó su informe de corrupción global al sector sanitario: los resultados no dejan lugar a dudas acerca de la amplia corrupción existente en la sanidad. A menudo es la industria farmacéutica quien da el primer paso, pero en ocasiones son los propios médicos, ministros y otros funcionarios estatales quienes extorsionan a la industria.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 151
 
 
Y es que las grandes farmacéuticas cuentan con amistades en los más altos círculos. Cuando un empleado de la Oficina del inspector general de Pennsylvania destapó los pagos en B que aparecían en las cuentas de Pfizer y Janssen, fue rápidamente ascendido a investigador principal. Sin embargo, cuando corrió la voz de que esos pagos iban destinados a los funcionarios estatales encargados de redactar las directrices que recomendaban nuevos fármacos mucho más caros en lugar de otros ya existentes y más baratos, la cosa cambió: lo acompañaron hasta la puerta de la oficina y le ordenaron que no se acercara más por allí, después de que uno de los encargados le dijera que «las farmacéuticas entregan cheques a los políticos, sea cual sea su ideología». Puede que el primer acercamiento de la industria farmacéutica sea discreto, pero en cuanto un médico pasa a ser útil para una empresa, el tamaño de los favores aumenta de manera exagerada. Uno de los métodos más comunes para generar esas amistades es el pago de cantidades excesivas por servicios mínimos o incluso, en ocasiones, simplemente inexistentes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 152
 
 
A causa de nuestro inocente sistema de patentes y del poder ilimitado del marketing, resulta muy provechoso desarrollar los denominados «fármacos de imitación», que tienen una estructura molecular muy parecida a la de otros fármacos que ya están en el mercado. Existen más de cien fármacos distintos para el tratamiento de las enfermedades comunes, que cuentan con un inmenso mercado potencial. Este es el caso de los antihistamínicos. Puesto que todos estos fármacos son variaciones de sustancias conocidas, es fácil pensar que no se trata precisamente de nuevos descubrimientos, de la misma manera que el diseño de un nuevo parachoques para el mismo Volvo no lo convierte en un coche diferente. Es muy difícil que los fármacos de imitación supongan algún tipo de progreso médico, pero sí resulta habitual que parezcan serlo. Y para este fin, la industria farmacéutica se sirve principalmente de dos trucos. Uno consiste en realizar muchos ensayos controlados con placebo —totalmente superfluos y, por lo tanto, inmorales— una vez que el efecto del nuevo fármaco se haya probado; aunque parezca algo bastante absurdo, no lo es, como lo demuestran los triptanes para la migraña. El primer fármaco de este tipo fue el sumatriptán, de GlaxoSmithKline. Existen por lo menos 24 ensayos publicados sobre el sumatriptán oral, en que solo se compara con placebo. El gran efecto que se obtiene al compararlo con placebo es utilizado para convencer a los médicos de que receten estos fármacos «nuevos» en lugar de los ya existentes. Resulta extraño que esto dé resultado, pero es así; al parecer, es fácil vender cualquier cosa a los médicos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 157
 
 
Como ya he explicado, la otra forma que tiene la industria farmacéutica para hacernos creer que sus nuevos fármacos son mejores que los ya existentes es manipulando el diseño, el análisis y los informes de los ensayos comparativos directos.
… la otra forma que tiene la industria farmacéutica para hacernos creer que sus nuevos fármacos son mejores que los ya existentes es manipulando el diseño, el análisis y los informes de los ensayos comparativos directos entre dos fármacos activos. Ya sea comparando su fármaco con otro existente o con un placebo, son muy pocos los ensayos de las farmacéuticas que presentan una información valiosa para los pacientes. De hecho, generalmente tienen un impacto negativo en ellos, ya que su único objetivo es el de servir de complemento a las estrategias de marketing de los fármacos con un precio elevado y sin mucho que aportar; en ocasiones incluso han provocado graves daños en los pacientes que los han tomado. Los documentos internos de las farmacéuticas que han salido a la luz gracias a las demandas presentadas muestran las razones por las cuales estas empresas llevan a cabo este tipo de ensayos clínicos. Ya podemos ir olvidándonos de todo eso de ayudar a los pacientes. Nada que ver. Pfizer lo dejó bien claro, llegando a hablar de marketing ilegal, aunque ellos lo bautizaran como divulgación de datos extraoficiales: Los ensayos financiados por Pfizer son propiedad de Pfizer y, en ningún caso, de una persona en concreto. La finalidad de los datos es la de dar apoyo directo o indirecto a la promoción de nuestros productos: —Mediante el uso de mejoras en las fichas técnicas y de las solicitudes de registro de nuevos fármacos. —Mediante las publicaciones destinadas al personal del sector. —Mediante las publicaciones destinadas a apoyar la divulgación de datos extraoficiales. Así pues, hay que incluir el uso comercial y las necesidades médicas en las tareas de divulgación de los datos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 158
 
 
Los ensayos promocionales suelen carecer de valor científico, y a menudo ni siquiera cuentan con un grupo control. Se entrega a los médicos cierta cantidad del nuevo fármaco, y se les pide que lo prueben con sus pacientes y que anoten su evolución. Los datos que se recogen en este tipo de ensayos sirven de bien poco y rara vez aparecen publicados, ya que su principal finalidad es la de conseguir que el máximo número de médicos receten el nuevo fármaco. Los médicos cobran por cada paciente tratado, y por mucho que las farmacéuticas se empeñen en llamarlo investigación, esta práctica tiene todas las características de un soborno.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 159
 
 
En un correo interno de AstraZeneca se lee:
 
Lilly puso en marcha un efectivo y gigantesco programa de ensayos iniciados por investigadores […]. Ofrecen un apoyo económico importante, pero a cambio de tener el control de los datos. Pueden modificar los datos de muchas maneras gracias a la eficacia de su equipo de publicación. A menudo los datos negativos se esconden.
 
El programa de ensayos iniciados por investigadores de BMS [BristolMyers-Squibb] está creciendo rápidamente en los mercados en que se comercializan sus productos […] y muchas de las propuestas son modificadas por BMS. El foco estratégico recae en las indicaciones no aprobadas.
 
Janssen cuenta con un plan de ensayos iniciados por investigadores muy organizado […] y ninguno de sus datos puede ser publicado sin el permiso de Janssen, quien también tiene el control de las comunicaciones. Existen grandes expectativas hacia los investigadores que publican resultados favorables, quienes además reciben importantes bonificaciones por su colaboración. Parecen menos preocupados que Lilly acerca de la posibilidad de que los datos negativos salgan a la luz pública.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 162
 
 
Pharmaceutical Marketing tiene la respuesta: El proceso de asesoría es una de las herramientas más poderosas para mantenerse cerca de aquellos a quien te interesa influir. No solo ayuda a moldear la formación médica en general, sino también a la hora de estudiar la mejor manera de utilizar a cada persona, motivándola a querer trabajar contigo, al tiempo que le envías mensajes subliminales acerca de los productos que comercializas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 163
 
 
Una encuesta realizada en Australia descubrió que uno de cada cuatro especialistas había formado parte de algún comité asesor de una empresa farmacéutica durante el último año. La mayoría de ellos declararon haber recibido menos de 4.000 dólares al año por sus servicios, pero existen otros estudios que confirman que los principales líderes de opinión pueden llegar a percibir hasta 50.000 dólares anuales por formar parte del comité, e incluso haber cobrado 400.000 dólares por solo ocho días de trabajo.
 
John Bell, profesor de Medicina en la Universidad de Oxford, recibió 322.450 dólares por pertenecer a la junta directiva de Roche. El editor del BMJ escribió a Bell en 2012 para recordarle que Roche no había cumplido su promesa de poner a disposición de los investigadores de Cochrane los estudios no publicados sobre el Tamiflu (véase el capítulo 3), y que Bell, como directivo de la empresa, era responsable del comportamiento de Roche; además, le dijo que, al negarse a publicar esos datos de enorme interés público, Bell había conseguido que descartaran a Roche del círculo de empresas farmacéuticas responsables. Lo único que respondió Bell fue que remitiría la carta a Roche.
 
Cuatro de las principales empresas de prótesis para cadera y rodillas entregaron más de 800 millones de dólares en concepto de «contratos de asesoramiento» con médicos entre 2002 y 2006. También en Europa los millones cambian de manos con facilidad. Hay médicos especialistas que pueden llegar a ganar hasta 90.000 dólares por una conferencia, o 60.000 dólares por honorarios de asesoría.
 
Documentos internos de empresas farmacéuticas prueban que el asesoramiento que precisan de esos miles de médicos y miembros de juntas de asesores poco tiene que ver con la investigación, sino con el marketing. En una reunión con dichos médicos, un director de negocios regional les dijo: «Estamos muy interesados en establecer una estrecha relación comercial con vosotros». Esta práctica es ilegal en Dinamarca, y debería serlo en el resto del mundo. Según la legislación danesa, una solicitud de permiso para trabajar con una farmacéutica será generalmente denegada si el trabajo contribuye a las estrategias de marketing, es decir, a redactar material promocional, a la formación de equipos de venta, o a aconsejar acerca de cómo vender los productos, incluso a redactar panfletos financiados por una empresa y que contengan anuncios de sus fármacos destinados a los médicos.
 
Estoy convencido de que estas leyes se incumplen y de que la mayoría de los médicos ayudan a las farmacéuticas con sus estrategias de marketing. He visto ejemplos escritos de ello, y he oído contar a médicos lo divertido que era participar en juegos de rol asumiendo el papel de doctores reticentes, mientras los visitadores trataban de venderles sus productos. Resulta increíble que puedan sentirse orgullosos de haber participado en algo así.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 165
 
 
El dinero manejado por la industria farmacéutica corrompe la integridad que los pacientes esperan de sus médicos, así como de las organizaciones y asociaciones correspondientes, cosa que ya se demostró en 1964, cuando el director general de Sanidad de Estados Unidos publicó un informe que condenaba el tabaquismo. La Asociación Médica Estadounidense fue la única autoridad sanitaria que denegó su aprobación al informe. A lo largo de catorce años, la industria tabaquera le había entregado un total de dieciocho millones de dólares.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 174
 
 
La corrupción académica toca fondo cuando los médicos colaboran con las farmacéuticas promocionando fármacos para indicaciones no aprobadas, algo que pude perjudicar a sus pacientes, y como tal, debería ser considerado un delito penal. De hecho, la promoción de fármacos para usos no aprobados es, por norma general, lesiva de por sí: no sabemos si provoca algún beneficio, pero sí está claro que la toma de cualquier fármaco puede dañar a algunos pacientes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 174
 
 
Los editores de las revistas médicas buscan la opinión de los expertos para determinar la calidad de los estudios antes de su publicación, y puede que aquellos que trabajen para la industria farmacéutica les digan que su calidad es buena cuando no es así. Hay muchos expertos que tienen acciones en empresas farmacéuticas y que saben perfectamente qué significa para la empresa que uno de sus ensayos sea publicado en alguna de las revistas médicas más prestigiosas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 178
 
 
Los lazos existentes entre los médicos y la industria farmacéutica hacen que muchos de ellos no informen a los reguladores sobre la sospecha de que una muerte ha sido provocada por un fármaco, por ejemplo, en los casos en que se consulta tal posibilidad con la farmacéutica antes de publicar el informe. Algunos médicos prefieren mandar sus informes a las farmacéuticas en lugar de a los reguladores, debido a su estrecha relación con ellas; tanto la FDA como la EMA se han encontrado con muchos casos en que las farmacéuticas no les habían informado de las muertes causadas por sus fármacos.
 
 
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 105
 
 
Independientemente de lo que haga la industria farmacéutica, o de cómo decida llamarlo, y de las declaraciones acerca de sus nobles intenciones, todo se resume en un único objetivo: vender fármacos. Esto se consigue de manera muy eficaz controlando férreamente el flujo y la clase de información que aparece sobre sus fármacos, tanto en los artículos científicos como en sus campañas de marketing. Los ensayos clínicos de las farmacéuticas pocas veces pueden considerarse investigación en el auténtico sentido de la palabra (véase el capítulo 5). No es más que marketing disfrazado de investigación. Los ensayos suelen tener fallos de diseño, y a menudo se producen errores adicionales durante el análisis de los datos, a lo que falta añadir el sesgo de los resultados, que los hacen engañosos con el objetivo de asegurarse de que, sea cual sea el resultado que haya dado un ensayo honesto, sus conclusiones consigan incrementar las ventas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 179
 
 
Mi tesis doctoral demostró que lo que publica la industria farmacéutica simplemente no puede ser verdad. Identifiqué 196 ensayos doble ciego que comparaban un nuevo antiinflamatorio no esteroideo (AINE) con otro AINE de control en pacientes con artritis reumatoide. Se trata de una enfermedad muy variable, por lo que no resulta sencillo encontrar diferencias entre dos fármacos similares; sin embargo, la participación en los ensayos era minúscula, con una media de solo 27 pacientes por grupo. Por lo tanto, es lógico esperar que aparecieran diferencias estadísticas importantes por azar; es decir, que el 5 % de las diferencias serían estadísticamente importantes, de las cuales el 2,5% corresponderían al nuevo fármaco, y el otro 2,5%, al fármaco de control.
 
No obstante, el 14% de las diferencias apreciadas (es decir, el triple de lo esperado) eran estadísticamente relevantes, y en 73 de los 196 ensayos todas las diferencias favorecían al fármaco nuevo, en oposición a los solo 8 que favorecían al fármaco de control. Fue imposible, en la mayoría de casos, comprobar los análisis estadísticos, pero a pesar de eso encontré 12 estudios en los que las supuestas diferencias estadísticamente relevantes en realidad no lo eran, y en 5 más tuve serias dudas de que así fuera. Huelga decir que, en esos 17 estudios, todas esas falsas diferencias beneficiaban al nuevo fármaco. Los resultados referentes a los efectos secundarios son aún más chocantes. En los 39 ensayos que mostraron una diferencia importante en los efectos secundarios de ambos fármacos, absolutamente todos favorecían al nuevo fármaco.
 
Por consiguiente, daba la impresión de que el nuevo AINE era sustancialmente mejor que los que ya estaban en el mercado. Pero lo realmente formidable fue la tergiversación de las conclusiones y los resúmenes de los ensayos: en 81 de ellos la conclusión sesgada era favorable al nuevo fármaco, en contraste con un único ensayo que era favorable al fármaco de control (p = 3,4 x 10-23).
 
Sin embargo, cuando analicé los datos de los informes, no había ni rastro de esa supuesta superioridad de los nuevos fármacos. El resultado más común en ellos era la fuerza de prensión, y en ese aspecto, de promedio, no existían diferencias apreciables entre los nuevos fármacos y los de control.
 
Entonces, llegué a la conclusión de que el resultado más importante al comparar dos AINE era por cuál de los dos se decantaban los pacientes en ensayos con grupos cruzados en que todos ellos habían tomado ambos fármacos en orden aleatorizado. Sin duda, los pacientes son quienes mejor pueden juzgar el grado de alivio de dolor en comparación con los efectos secundarios de un fármaco. La mayoría de los ensayos habían usado la indometacina como fármaco de comparación, un producto que empezó a comercializarse en 1963 y que, según los ensayos manipulados y los mitos de la industria farmacéutica, tenía muchos efectos secundarios. Sin embargo, en los ensayos con grupos cruzados en los que se suministró indometacina, los casos en los que los participantes la preferían eran los mismos que para el nuevo AINE. Observamos que cuantos más participantes había en el ensayo, menor era la diferencia entre ambos fármacos. Esta es la tendencia natural según la teoría estadística. Cuando realizamos un ensayo aleatorizado con pocos participantes, en ocasiones habrá más pacientes con buen pronóstico en el grupo de la indometacina que en el otro, y en otras ocasiones habrá más pacientes con peor pronóstico. En cambio, si el número de participantes es mayor, los grupos serán más similares y, por lo tanto, el resultado será más preciso que el de los ensayos más reducidos. También esperamos que, cuando hay muchos ensayos similares, sus resultados sean simétricos, y esto se cumple igualmente si exceptuamos los dos casos sospechosos de haber sido manipulados.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 179
 
 
Las farmacéuticas cuentan con infinidad de triquiñuelas para hacer posible lo imposible. Los títulos de los informes rara vez explican todo lo que uno necesita conocer, pero he aquí un ejemplo: «Por qué la olanzapina supera la risperidona, la risperidona supera la quetiapina y la quetiapina supera la olanzapina: un análisis exploratorio de los ensayos comparativos directos de los antipsicóticos de segunda generación». Desde el punto de vista matemático, esto debería ser imposible: si A es mayor que B, y B es mayor que C, entonces C no pude ser mayor que A.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 183
 
 
Las empresas farmacéuticas institucionalizaron el engaño, y Pfizer estableció el récord de comportamientos poco éticos: desde su creación en 1849, Pfizer ha mostrado siempre una habilidad especial para conseguir que la gente tomara cada vez más medicamentos, por lo que no me sorprende que acabase siendo la mayor farmacéutica del mundo. Cuando su director ejecutivo dejó el cargo en 2000, declaró haberse comprado un barco tan grande que no tenía donde amarrarlo, por lo que tuvo que comprarse también un puerto.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 189
 
 
Cada vez que se han realizado estudios sobre el tema se han encontrado relaciones de dosis-respuesta. Por lo tanto, cuanto más expuestos están los médicos a la influencia de las farmacéuticas, más consecuencias negativas experimentan sus pacientes y las economías nacionales. La realidad de los llamados programas de formación tampoco es mucho mejor: en todos ellos, la información del fármaco de la empresa que financia el acto es siempre mejor, y por lo tanto la tendencia a recetarlo se decanta a su favor.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 192
 
 
A nadie puede sorprender que una de las principales fuentes de ingresos de las empresas farmacéuticas sean los fármacos de imitación; pocas veces son mejores que los fármacos que ya existen, pero este dato no aparece nunca, ya que la industria evita llevar a cabo estudios comparativos directos con fármacos similares, y la mayoría de los que se han realizado han sido amañados. Los ensayos financiados públicamente que comparan nuevos fármacos con los ya existentes casi siempre demuestran que, efectivamente, hemos desperdiciado grandes sumas de dinero por fármacos que no son ni mejores ni más baratos que los que ya existen en el mercado.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 193
 
 
Glaxo Wellcome comercializó en un principio el ondansetrón para tratar las náuseas y los vómitos producidos por la quimioterapia, pero la farmacéutica quiso dar un impulso a sus ventas intentando que se recetara también para los problemas postoperatorios. En 1993 apareció un anuncio en el BMJ en el que se leía: «Hacemos historia en las náuseas y los vómitos postoperatorios», pero las cinco referencias que aparecían en él eran de estudios para el cáncer. Un año después se publicaron dieciocho ensayos controlados con placebo utilizando el ondansetrón para los problemas postoperatorios, un número mucho más elevado que los cuatro publicados con un fármaco de comparación activo. Si tenemos en cuenta la variedad de fármacos efectivos que ya están en el mercado, estos abundantes ensayos controlados con placebo resultan ser poco éticos y muy poco útiles tanto para los pacientes como para los médicos. Claro que quienes sí se beneficiaron fueron los responsables de marketing de Glaxo: a pesar del elevado precio de este fármaco, su uso se extendió mucho, y se dejaron de lado otras alternativas más baratas.
 
Pero cuando caducó la patente del ondansetrón, su eficacia se desvaneció de un día para otro, ya que ahora existían otros «setrones» patentados aún más caros. Entre ellos estaba el granisetrón: la mayor revisión Cochrane que jamás se ha realizado tenía como objetivo evaluar sus efectos en la prevención de las náuseas durante el postoperatorio. En sus 785 páginas se analizan los 737 ensayos (que suponen un total de 103.237 participantes) en que se compara el granisetrón con placebo y con otros fármacos, así como las diferentes dosis y la duración del tratamiento. Un abismal derroche de recursos y un abuso de la confianza de los pacientes para usos meramente comerciales, ya que para obtener las respuestas deseadas hubieran bastado muchos menos ensayos, e indudablemente muchos menos pacientes. No obstante, lo que sin querer nos muestran estos ensayos es una lección acerca del fraude y de la manipulación de datos. Los ensayos sobre las náuseas no presentan un patrón simétrico, y existe un sesgo colosal en los ensayos que comparan el granisetrón con un placebo. Los efectos más espectaculares se observaron en los ensayos pequeños, pero no cabe duda de que un gran número de ellos —en los que el efecto del fármaco era muy limitado o en los que se demostraba que el placebo era mejor— desaparecieron. El sesgo era igual de destacado en los ensayos de mayores dimensiones en los que se comparaba el granisetrón con un fármaco más antiguo y barato, el droperidol. Los ensayos realizados por un autor especialmente prolífico, Yoshitaka Fujii, también presentaban un sesgo importante: más tarde se descubrió que se había inventado los datos de 172 estudios, 126 de los cuales eran aleatorizados. ¡Un récord mundial!
 
A pesar de esta gran cantidad de datos, la revisión Cochrane no pudo determinar las posibles diferencias entre los fármacos. Esto supone muy probablemente algún tipo de triste récord: a pesar de contar con 737 ensayos y más de 100.000 participantes, fue imposible llegar a una conclusión fiable. ¡Y mira que es sencillo realizar un estudio sobre las náuseas y los vómitos postoperatorios!
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 197
 
 
La verdad es que no cumplimos con los valores que nos exige esta profesión. Los visitadores médicos pueden acudir a los jefes de departamento para preguntarles si presentarían una solicitud de aprobación de un fármaco al comité, con el acuerdo tácito de que los que voten en contra perderán el trato de favor cuando busquen ponentes para conferencias. Y así nos van las cosas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 200
 
 
Las relaciones entre los médicos y la industria eran, hasta hace poco, un foco principal de atención para los especialistas en ética médica.. Por desgracia, hoy ya no es así: dos exdirectores del New England Journal of Medicine, Marcia Angell y Jerome Kassirer, y un exdirector del BMJ, Richard Smith, tras abandonar sus cargos, publicaron sendos libros con estos títulos tan reveladores: The Truth about the Drug Companies: How they deceive us and what to do about it [La verdad de las empresas farmacéuticas: cómo nos engañan y qué hacer al respecto]; On the Take: How medicine's complicity with big business can endanger your health [El soborno: la complicidad médica con las grandes empresas puede poner en peligro nuestra salud], y The Trouble with Medical Journals [El problema de las revistas médicas]
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 105
 
 
Algo va mal cuando se trata de priorizar los problemas: los tratamientos más intensivos y caros se aplican cuando al enfermo le quedan solo unos pocos días o semanas de vida. Sería mejor que dedicáramos este valioso tiempo a nuestros seres queridos de manera constructiva en lugar de contaminar nuestros cuerpos con productos tóxicos de la quimioterapia en una lucha que ya tenemos perdida.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 204
 
 
No hay medicamentos seguros. La industria farmacéutica ha llegado a controlarse más o menos a sí misma; la clase política ha debilitado las exigencias de regulación de manera progresiva, debido a que su interés se centra más en el dinero que en la seguridad de los pacientes; existen conflictos de intereses dentro de las agencias del medicamento; todo el sistema se basa en la confianza, aunque sabemos que la industria nos miente. Así, cuando surge un problema, las agencias del medicamento se limitan a poner parches provisionales para salir del paso, a pesar de saber que no van a durar demasiado.
 
Siento un gran respeto por la labor que llevan a cabo los muchos científicos rigurosos que trabajan en las agencias del medicamento; a lo largo de su historia han logrado evitar que un gran número de fármacos peligrosos e inútiles fueran aprobados, además de retirar algunos que ya estaban en el mercado. Sin embargo, forman parte de un sistema que tiene fallos generalizados, y en el que se otorga el beneficio de la duda a las farmacéuticas y no a los pacientes.
 
Una buena analogía que me sirve para explicar esto es la de los automóviles: mi viejo coche, que ya tiene quince años, debe someterse a una revisión mecánica cada dos años. Si en una de esas ocasiones apareciera en el taller sin mi coche, pero con un fajo de documentos de dos palmos de grosor y le explicara al mecánico que no tiene que inspeccionar mi coche sino la enorme pila de documentos porque en ellos se detallan minuciosamente los resultados de mis revisiones del coche, me tomarían por un lunático.
 
Entonces ¿por qué consideramos normal que sea precisamente esto lo que hace la industria farmacéutica? La información clínica de tres fármacos puede llegar a ocupar hasta 70 metros de carpetas. Por lo tanto, en los 10 metros de documentos para mi coche podría haber incluido que hay un problema con los frenos y el mecánico no lo habría visto. Pues esto es lo mismo que ocurre con las empresas farmacéuticas: los casos que han llegado a los tribunales han demostrado que pueden esconder información acerca de los graves perjuicios que pueden causar sus fármacos en las montañas de papeles que presentan a las agencias del medicamento, y que estas nunca den con dicha información. La diferencia entre ambos ejemplos es muy sencilla: en el caso del coche, si los frenos fallan puedo tener un accidente y morir yo y quizás algunas personas más; si una gran empresa farmacéutica oculta los daños mortales que causan sus fármacos, esto puede acabar con la vida de decenas de miles de personas. Por lo tanto, deberíamos ser mucho más cuidadosos con los fármacos que con los automóviles. Pero no lo somos.
 
¿Cuál es el sentido de crear un sistema en el que las empresas son sus propios jueces? Está claro que es un sinsentido. El análisis de los fármacos debería ser una iniciativa pública, pero no lo es debido a que el dinero de las farmacéuticas está en todas partes. Incluso las agencias del medicamento cobran de la industria, por lo que compiten entre ellas para ser las más abiertas.
 
Otro problema fundamental aparece a la hora de valorar si un fármaco es demasiado peligroso teniendo en cuenta sus beneficios. Y esto no es una cuestión científica. ¿Qué debemos hacer con un fármaco que mata a relativamente pocas personas pero que mejora las condiciones de vida de muchas otras? No existe un patrón fijo para ese tipo de valoraciones, y los reguladores no son mucho mejores que el resto a la hora de decidir dónde deben trazar la línea. Lo malo es que los reguladores no suelen consultar estas dudas con la sociedad, sino con quienes tienen claros intereses en el asunto: miembros de las farmacéuticas que fabrican el fármaco, o especialistas que tienen conflictos de intereses económicos en relación con los productos que se están evaluando. De hecho, algunos reguladores tienen conflictos de intereses, pero incluso los que no los tienen saben que una decisión favorable tendría como recompensa una oferta para un puesto de responsabilidad muy bien pagado en esa farmacéutica.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 213
 
 
Los reguladores trabajan de manera tan estrecha con las empresas que deben controlar, que es inevitable que se creen amistades y que acaben teniendo más en cuenta los problemas y los argumentos de la industria farmacéutica que los de los pacientes anónimos. La industria farmacéutica ya no está regulada de manera eficaz, y las agencias se dejan enredar en negociaciones extensas y amigables con las empresas en lugar de remediar los casos de peligro sanitario. Por eso el sistema de la FDA ha sido descrito como el de la intimidación y el miedo, y como excesivamente servicial con la industria. Se considera a la sociedad como una masa enfurecida e irracional a la cual se debe proteger de cualquier comentario sobre la peligrosidad de los productos que consume. Sin embargo, resulta curioso que los ciudadanos participen en determinadas actividades y consultas (como en cuestiones de urbanismo) de manera totalmente democrática, pero se les oculta todo lo que pasa en las agencias del medicamento porque se les presuponen conocimientos y criterio nulos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 218
 
 
En 2006, el Instituto de Medicina hizo público un informe crítico en el que se proponían cambios radicales, pero la FDA respondió a ello de manera inadecuada, demostrando así una falta casi total de comprensión de la magnitud del problema y de los cambios necesarios para articular un buen sistema de seguridad. Cuando los científicos de la FDA encuentran indicios de daños graves, a menudo sus superiores les intimidan y les desautorizan, hasta el punto de prohibirles presentar sus resultados acerca de los daños mortales de los fármacos en las reuniones de la junta de asesores, o directamente se les asigna otro proyecto. Pero la cosa no acaba ahí…, la FDA ha aceptado estudios de seguridad a sabiendas de que eran falsos, o incluso cuando los datos mostraban sin lugar a dudas que el fármaco no era seguro Si echamos un vistazo a lo que ocurre una vez que el fármaco ha sido aprobado, tampoco eso nos genera precisamente una confianza ciega en las agencias. Estas son muy lentas a la hora de reaccionar ante los informes de daños mortales de los fármacos (si es que reaccionan, claro está). Una de las razones por las que ocurre esto es porque, desgraciadamente, la regulación farmacéutica no se basa en el principio de precaución sino en el de permisión, de manera que se otorga el beneficio de la duda de forma sistemática a la industria farmacéutica en lugar de a los pacientes. En el caso de Vioxx, por ejemplo, la FDA lo aprobó porque no había la certeza absoluta de que incrementara el riesgo de producir enfermedades cardiovasculares, a pesar de que era lo previsible según el modo en el que actúa el fármaco. Otra de las razones es que la FDA trata siempre de salvar su pellejo, pues cuando se añaden unas advertencias acerca de un fármaco, o cuando es retirado del mercado, da la impresión de que la agencia del medicamento cometió un error al aprobar su comercialización. Es altamente preocupante que, según una encuesta, «el 70% de los científicos de la FDA no creen que los productos aprobados por ella sean seguros». También se descubrió que el 66% no confían demasiado en el sistema de fármaco vigilancia de los fármacos comercializados. La opinión de los ciudadanos es muy parecida: en una encuesta, el 78% de los participantes indicó que les preocupaba que la FDA no hiciera claramente públicos los problemas de seguridad. Lo cierto es que estos temores y esta falta de confianza son fundados: al menos el 51% de los fármacos se ven sometidos a modificaciones en el prospecto debido a problemas de seguridad graves descubiertos tras su comercialización; el 20% de los fármacos muestran cambios en los recuadros negros de advertencia, y más del 5% son directamente retirados del mercado. Como siempre, la realidad es mucho peor. Los estudios posteriores a la comercialización de un fármaco son habitualmente de escasa calidad, y los informes de daños esporádicos son un método poco adecuado para detectar daños aún más graves. No hay duda, por lo tanto, de que muchos de los fármacos son peligrosos. El problema, sin embargo, es que no sabemos cuáles son.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 218
 
 
Los que trabajan en grandes despachos con mesas de roble toman decisiones que no son viables en el mundo real, y lo saben.
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 221
 
 
La aprobación de un fármaco puede determinar la supervivencia de una farmacéutica en términos económicos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 221
 
 
Nueve científicos escribieron en 2009 una carta al presidente Obama denunciando el alto grado de corrupción que existía en las altas esferas de la FDA, incluyendo a varios comisionados. Su frustración e indignación era evidente, y ofrecieron muchos ejemplos que probaban esa corrupción, que describieron como sistemática e ilegal. También apuntaron que se había creado un clima en el que los empleados honestos temían a los empleados deshonestos, y que los directivos habían eliminado o modificado descubrimientos científicos y tecnológicos, así como sus conclusiones, y que habían abusado de su poder y de su autoridad para tomar represalias contra quien denunciara estos hechos. En 2012 se reveló que la dirección de la FDA había instalado software espía en los ordenadores de cinco de los científicos que habían denunciado los problemas de seguridad a la propia FDA y, tras ver que no se hacía nada, informaron de ello al Gobierno. Este hecho salió a la luz porque miles de documentos confidenciales de sus ordenadores aparecieron en una web pública, supuestamente por error de un trabajador independiente encargado de la documentación que trabajaba para la propia FDA. De hecho, la publicación de estos documentos fue descubierta por uno de los científicos despedidos por la FDA mientras buscaba en Google la publicidad negativa que existía de él y que podía afectarle a la hora de buscar un nuevo puesto de trabajo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 223
 
 
… la injerencia política en los asuntos de la FDA contribuye a lo que se ha descrito como el declive moral del trabajo de esta agencia. En Europa, los miembros del Parlamento danés y del Parlamento de la Unión Europea me han contado con todo lujo de detalles la persecución permanente a que se ven sometidos por los representantes de las grandes farmacéuticas. Esta industria presiona a los políticos mediante sus lobbies, las donaciones y en ocasiones incluso con sobornos para que aprueben leyes nuevas que sacrifican la sanidad pública a cambio del beneficio económico. Esa es la diferencia: los que pagan los impuestos no redactan las leyes, pero en buena parte las farmacéuticas sí las articulan.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 230
 
 
Los políticos estadounidenses han pedido que se reduzcan los plazos de entrega, lo que ha provocado que las evaluaciones acerca de la seguridad de los fármacos (incluso de los que ya están en el mercado) sea más superficial, así como que la plantilla de científicos dedicados a esta tarea sea cada vez más reducida. El objetivo es aprobar los fármacos más rápidamente y así conseguir que la economía estadounidense crezca gracias a las exportaciones. Esta idea ha provocado un grave deterioro de la regulación farmacéutica. Solo el 1,6% de los fármacos aprobados entre 1993 y 1996 fueron retirados del mercado a causa de los serios daños que provocaban, porcentaje que aumentó hasta el 5,3% de 1997 a 2000. Además, los fármacos aprobados antes de que expirara el plazo oficial —una imposición de los políticos a la FDA, a pesar de no ser un plazo suficiente para evaluar debidamente la mayoría de los fármacos— tenían el doble de probabilidades de ser retirados del mercado en comparación con los fármacos que eran aprobados pasada la fecha límite. Los informes sobre los efectos adversos de los fármacos que recibe la FDA demuestran que su grado de seguridad también ha disminuido. Entre 1998 y 2005, los informes sobre los efectos adversos graves aumentaron 2,6 veces, y los de efectos adversos mortales, 2,7 veces; además, los informes de complicaciones graves aumentaron a un ritmo 4 veces superior al número total de recetas en los ambulatorios. Se produjo un aumento desproporcionado de analgésicos y otros fármacos que modifican el sistema inmunitario, pero también se incrementó sustancialmente el uso de otros fármacos. Las consecuencias indeseadas de esa tendencia centrada en la velocidad en lugar de en la seguridad que experimentó la FDA se demuestran por otros datos: en 1988, solo el 4% de los fármacos que salieron al mercado internacional contaban ya con la aprobación de la FDA; diez años más tarde, el porcentaje había aumentado hasta el 66%. A finales de la década de los noventa, la FDA aprobaba más del 80% de las solicitudes de las farmacéuticas para nuevos productos, un porcentaje muy superior al 60% que existía a principios de esa década. La que una vez fue el estandarte de la seguridad farmacéutica a nivel mundial acabó siendo la que más tarde retiró del mercado diversos fármacos que ya habían sido retirados por las autoridades sanitarias europeas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 231
 
 
 
Los valores morales de los científicos de la FDA son muy escasos, y esto es trágico. Existen pocos trabajos más distinguidos que formar parte del equipo de científicos de una agencia del medicamento. Dichos científicos tienen una gran responsabilidad, ya que una valoración errónea puede conllevar la muerte de miles de ciudadanos sanos. Por ello, deberían tener sueldos excepcionalmente altos y estar protegidos de cualquier influencia indebida que puedan ejercer sobre ellos sus superiores, los políticos, la industria farmacéutica y las asociaciones de enfermos. Además, deberían contar con el tiempo necesario para analizar las solicitudes al detalle y la potestad para formular las preguntas molestas que creyeran necesarias. Esta lista está tan alejada de la realidad que casi parece una broma de mal gusto. No obstante, en 2007 cuatro exdirectivos de la FDA coincidieron en afirmar que debería ser el Tesoro Público quien financie las agencias del medicamento, en vez de que lo haga la industria farmacéutica. A pesar de sus declaraciones, nadie movió un dedo para aplicar estos cambios. Los Gobiernos alegan que no tienen de dónde sacar el dinero, pero esto también es mentira. El sistema de tasas de los usuarios provoca que se aprueben demasiados fármacos excesivamente caros que no aportan ningún beneficio. Esto, a su vez, conlleva que el gasto público se dispare hasta cifras muy superiores a las necesarias, puesto que, si las agencias del medicamento pudieran realizar un trabajo más exhaustivo sin depender de la industria farmacéutica, este fenómeno desaparecería. De hecho, una buena forma de obtener el dinero necesario para la Administración sería mediante un pequeño impuesto aplicable a cada receta; con un recargo de un 0,5% sería suficiente.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 233
 
 
La seguridad de los pacientes está especialmente en entredicho cuando hablamos de dispositivos sanitarios: los dispositivos para enfermedades cardiovasculares son aún más peligrosos que un parche para la rodilla y, por consiguiente, están sujetos a un proceso de evaluación mucho más estricto. Aun así, y a pesar de que los requerimientos deberían ser mucho mayores para los dispositivos cardiovasculares que para los fármacos —los pacientes pueden dejar el tratamiento de un fármaco, pero los dispositivos se implantan—, lo cierto es que son mínimos. Un análisis de 78 solicitudes de aprobación de dispositivos cardiovasculares que ya contaban con la preaprobación de la FDA demostró que solo el 27% de esos estudios habían sido aleatorizados, el 65% de las solicitudes estaban basadas en un único estudio, y en el 31 % de ellas los grupos de control eran retrospectivos, lo que indica un diseño del estudio muy precario que casi siempre hace que el nuevo dispositivo salga favorecido. Y para colmo de males, el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó que los pacientes que sufrieran daños por un dispositivo aprobado por la FDA ¡no podían denunciar a la empresa fabricante!
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 235
 
 
Este libro está enteramente dedicado a las personas que han sufrido daños tremendos precisamente por culpa del poder que hemos otorgado a la industria farmacéutica de ser su propia jueza.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 238
 
 
No me cansaré nunca de repetir que los medicamentos son la tercera los medicamentos son la tercera causa de muerte, después de las cardiopatías y el cáncer.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 238
 
 
El hecho de que los políticos estadounidenses permitan la publicidad directa al consumidor es tremendamente nocivo para el sistema de sanidad público. Cada vez que un fármaco con receta pasa a venderse sin receta, la información referente a sus peligros y contraindicaciones puede desaparecer. Esta falta de equidad informativa es muy perjudicial para una sociedad que ya está sobremedicada, y también en los países que no permiten ese asalto definitivo a la buena salud que muchos de nosotros aún tenemos, a pesar de todo. Me revuelve el estómago ver los anuncios en la televisión estadounidense, narrados por una aterciopelada voz femenina —como la de una azafata de vuelo cuando dice eso de «deseamos que vuelva a confiar en nosotros para su próximo vuelo», o algo parecido— o por una viril voz masculina para generar confianza. Estos anuncios siempre concluyen con una frase del estilo de «consulte con su médico lo que Lyrica puede hacer por usted». Bueno, quizá debería consultarlo conmigo mismo, como doctor que soy. Otra de las frases con las que suelen cerrar el anuncio es «puede que padezca una enfermedad y que no lo sepa». Tal vez; hay opciones de que tenga algún cáncer, ya que es fácil encontrarlos en todos los que hemos pasado la barrera de los cincuenta: solo es cuestión de hacer pruebas y análisis hasta dar con él. Pero yo prefiero seguir viviendo en mi desconocimiento, porque no estoy «enfermo» y muchos de los tratamientos para esos pseudocánceres no son precisamente inofensivos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 239
 
 
En julio de 2005, la FDA sopesó la posibilidad de retirar del mercado los beta-agonistas de acción prolongada, aunque finalmente optó por presentar unas advertencias y recomendaciones firmes que estipulaban que estos fármacos debían ser tomados solo cuando otros fármacos no habían dado resultado. En 2010, la FDA advirtió de que el riesgo de que los síntomas del asma se agravaran era mayor, y que eso solo conllevaba la hospitalización e incluso la muerte, y declaró que estos fármacos no deberían ser tomados nunca solos, sino combinados con un corticoesteroide inhalado. Sin embargo, combinarlo con corticoesteroides inhalados no soluciona el problema, pues el riesgo de ingreso en el hospital sigue siendo el doble. La FDA, además, solicitó a los fabricantes que realizaran ensayos clínicos adicionales en los que se evaluara con más detalle la seguridad de estos fármacos en los casos en que eran tomados en combinación con corticoesteroides inhalados; esto me resulta muy extraño, ya que las empresas suelen hacer caso omiso de las peticiones de la FDA para realizar estudios adicionales, y la FDA no impone su cumplimiento. Estos fármacos, además de innecesarios, son también peligrosos, incluso si se combinan con esteroides. Entonces ¿por qué no los eliminamos del mercado?
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 245
 
 
En un cáustico editorial en el New England Journal of Medicine sus editores explicaban que Glaxo se negó a ofrecer inhaladores con placebo para un ensayo con salmeterol realizado por los NIH estadounidenses. Los investigadores tuvieron que invertir 900.000 dólares de los contribuyentes para reenvasar el producto activo y crear un placebo visualmente idéntico para usarlo en su ensayo. En el editorial también se decía: El objetivo de Glaxo, según la propia farmacéutica, es el de «mejorar la calidad de las vidas humanas», pero las farmacéuticas pueden desarrollar y vender sus tratamientos únicamente porque tienen acceso a un recurso comunitario: pacientes dispuestos a poner sus vidas en peligro para participar en ensayos clínicos. Las farmacéuticas deberían estar dispuestas, por lo tanto, a poner en peligro sus productos y a permitir que terceros legitimados tengan acceso a ellos para sus estudios. De no ser así, sería un doble rasero inaceptable.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 247
 
 
Puede que las farmacéuticas no solo engañen a las autoridades con los documentos que les presentan; puede que mientan de igual forma cuando se les pregunta de manera directa. En los documentos preparados para una audiencia de la FDA en 2005, basados en el análisis de 44.000 pacientes, Pfizer negaba que su celecoxib (un antiinflamatorio) causara infarto de miocardio, pero a veces las grandes cifras presentadas por las farmacéuticas son engañosas. Pfizer tenía documentos no publicados que probaban lo contrario. Un ejemplo de eso es un ensayo realizado en 1999 para el alzhéimer. Un directivo de Pfizer reconoció en una entrevista que sus análisis no incluían otros estudios que indicaran que su fármaco causara problemas cardíacos. Uno de esos estudios, del cual Pfizer estaba al corriente, fue dirigido por los NIH estadounidenses, pero concluyó prematuramente al descubrir que la frecuencia de infartos de miocardio y derrames cerebrales era de más del triple cuando se suministraban dosis altas de celecoxib.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 247
 
 
Solo hay una razón para que sepamos tan poco de los peligros de los fármacos: se supone que los médicos deben informar sobre los efectos adversos importantes a las autoridades, pero las estimaciones más habituales muestran que solo se informa del 1% de estos casos. Los médicos están muy ocupados y tienden a pensar que estos hechos no guardan relación con el fármaco, y por lo tanto los descartan, lo que les resulta más práctico. En el caso de que informen de alguno de estos casos, probablemente aprenderán que es mejor no volver a hacerlo nunca. Es posible que sufran el acoso de un representante farmacéutico que no pare de preguntarles todo tipo de detalles sobre el paciente, como qué otro fármaco tomaba y un largo etcétera. Según parece, aparte de la persona que está expuesta a ellos, a nadie le preocupan estos peligros.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 248
 
 
Al solicitar la aprobación de un fármaco, las farmacéuticas están obligadas por ley a presentar todos los ensayos que han realizado. De nuevo, el problema es que no podemos confiar en la industria farmacéutica; puede que desaparezcan ensayos, o en el caso de haber sido realizados en países con baja supervisión pública, que sea imposible tener la certeza de que se llevaron a cabo. Los antitusígenos son ineficaces, pero a pesar de eso las farmacéuticas han logrado que se aprobaran multitud de medicamentos para la tos, y sus ventas son elevadas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 250
 
 
En Estados Unidos, el 39% de las familias tomaron antitusígenos y antigripales de venta libre durante tres años. La mayoría de los fármacos aparecieron en el mercado antes de 1972 (cuando el control de los medicamentos era muy escaso), pero los centros de toxicología informaron, a lo largo de siete años, de más de 750.000 causas de preocupación relacionadas con estos productos, y la FDA contabilizó 123 muertes de menores de seis años en su base de datos. Los efectos adversos de estos fármacos incluyen arritmias cardíacas, alucinaciones, depresión y encefalopatía. Los fabricantes anuncian estos fármacos como seguros y eficaces, y ambas cosas son falsas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 250
 
 
Hoy en día los ensayos clínicos para los medicamentos se externalizan cada vez más a países poco supervisados y donde la corrupción está muy extendida. ¿Cómo vamos a saber si los resultados son ciertos o falsos si ni siquiera podemos supervisar los ensayos? A pesar de que buena parte de los científicos, los filósofos éticos y los grupos de consumidores se opusieron frontalmente a ello, la FDA decidió en 2008 que los ensayos clínicos realizados fuera de Estados Unidos ya no tenían que ajustarse a lo establecido en la Declaración de Helsinki, siempre que sirvieran para ayudar a las solicitudes de registro de los productos en Estados Unidos. Disculpen, pero ¿acaso los de la FDA han perdido totalmente la cabeza? ¿Acaso los directivos de la FDA no han oído nunca hablar de los juicios de Núremberg? ¿No se acuerdan de los experimentos médicos realizados con prisioneros estadounidenses en lugares donde la Declaración de Helsinki no era un problema? ¿Tampoco están al corriente del caso Tuskegee, en Alabama, en el que los investigadores estudiaron durante cuarenta años a 399 hombres negros contagiados de sífilis y sin tratamiento para investigar el desarrollo natural de la enfermedad, a la vez que les negaban el acceso a programas de tratamiento que estaban disponibles para otros enfermos, y que muchos murieron de sífilis, sus esposas la contrajeron y sus hijos nacieron con sífilis congénita? ¿O es que ni siquiera han oído hablar de las farmacéuticas que realizan las investigaciones para sus fármacos más peligrosos en países subdesarrollados porque los campesinos no demandan a las grandes farmacéuticas por daños y perjuicios, y porque las normativas sobre consentimiento informado o bien no existen o bien apenas se aplican? El caso más conocido de utilización de cobayas humanas en países subdesarrollados es el de los anticonceptivos orales, que fueron probados primero en Puerto Rico, después en Tahití y en México, y que cuando se probaron en Estados Unidos se escogió a gente humilde, el 90% de los cuales eran mexicanos o de ascendencia africana. A diferencia de este movimiento indefendible, el Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos decretó poco después que la Declaración de Helsinki constituía una norma suficientemente consuetudinaria como para que se considerara vinculante en el caso de los ensayos para la meningitis que Pfizer realizó en Nigeria, donde los padres ni siquiera sabían que sus hijos tomaban parte en ellos. El tribunal revocó la decisión de un tribunal de primera instancia de sobreseer la demanda presentada por las familias de los niños que fallecieron o enfermaron por ser tratados con el antibiótico de Pfizer, la trovafloxacina (sin tener en cuenta que Médicos sin Fronteras distribuía un fármaco gratuito). Pfizer contrató a investigadores para que reunieran pruebas de corrupción contra el fiscal general de Nigeria, en un intento de persuadirlo para que abandonara toda acción legal. Pero no dio resultado, y Pfizer tuvo que indemnizar a las familias cuyos hijos habían fallecido. Cabe decir que en ningún momento el fármaco fue pensado para ser usado en el continente africano; Pfizer tenía planeado venderlo en Estados Unidos y Europa, pero en Europa se le retiró la licencia por su potencial toxicidad hepática.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 252
 
 
Una de las prácticas más nocivas de la regulación médica es la aprobación de fármacos basándose en sus efectos en resultados indirectos. Puesto que este error ha costado la vida a centenares de miles, incluso millones, de pacientes, es difícil comprender por qué los reguladores no exigen efectos demostrados en resultados relevantes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 254
 
 
La tolbutamida disminuye los niveles de glucosa en sangre, pero esto no es más que un resultado indirecto. No se trata a los pacientes para reducir sus niveles de glucosa en sangre, sino para evitar complicaciones derivadas de la diabetes, principalmente las de tipo cardiovascular. Por lo tanto, creí que era absurdo —y aún lo creo— que, si el único ensayo centrado en el estudio de las complicaciones cardiovasculares fue interrumpido debido a que el fármaco provocaba la muerte a los pacientes, aún se siga usando. El hecho de que los pacientes que siguieron plenamente el tratamiento con tolbutamida tuvieran un índice de mortalidad mayor que los poco cumplidores con el tratamiento fue particularmente convincente, porque por lo general los pacientes que siguen las indicaciones de los médicos tienen mejor salud que los que no, y por lo tanto su tasa de supervivencia es mayor incluso cuando se les trata con placebo. Es lo que se demostró cuando se llevó a cabo una prueba con clofibrato, un agente reductor de lípidos. Los resultados indicaron que la tasa de mortalidad era la misma con el fármaco y con el placebo, pero entre los que tomaron más del 80% del fármaco, únicamente un 15% falleció, en comparación con el 25% del resto (p = 0,0001). Esto, por supuesto, no demuestra que el fármaco funcione; se apreció la misma diferencia en el grupo tratado con placebo, el 15% frente al 28% (p = 5 x 10-l6).
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 255
 
 
Parece que cuando se trata de la regulación farmacológica, nadie está dispuesto a aprender nada —o no demasiado— del pasado; la historia se repite constantemente. Durante los cuarenta años siguientes al ensayo de UGDP las farmacéuticas han dejado de realizar ensayos que puedan revelar que sus fármacos para la diabetes incrementan los episodios cardiovasculares, y, lo que es aún más alarmante, los reguladores se lo permiten. La rosiglitazona es un ejemplo reciente de un fármaco para la diabetes que fue aprobado basándose en su efecto en los niveles de glucemia, pero dado que también incrementaba las complicaciones cardiovasculares que teóricamente debía evitar, fue retirado del mercado en Europa. Esto fue en 2010, después del fallecimiento de miles de pacientes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 256
 
 
… a finales de la década de 1980, se calcula que los fármacos antiarrítmicos podían haber causado unas 50.000 muertes al año únicamente en Estados Unidos: la misma cifra de estadounidenses que fallecieron durante la guerra del Vietnam. Su uso estaba muy extendido debido a que tenían un efecto positivo en un resultado indirecto, el electrocardiograma; y aunque la FDA albergaba serias dudas acerca de su seguridad, sucumbió a las presiones de las farmacéuticas, que —como era de prever— recomendaron estos fármacos para personas totalmente sanas con alguna de estas arritmias benignas que muchos de nosotros tenemos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 218
 
 
Cada vez que se aprueba un fármaco sin los datos de seguridad adecuados aun sabiendo que provoca daños, las autoridades reguladoras cometen un craso error. El caso de los inhibidores de la COX-2 es el ejemplo perfecto de esto, ya que su mecanismo de acción predecía un aumento del riesgo de mortalidad cardiovascular. Al preguntar acerca de ese caso a un regulador farmacéutico, este me respondió que, si tuvieran que solicitar todos esos datos, la introducción de fármacos importantes en el mercado podría retrasarse años. A mí no me la cuelan. Sería tan sencillo como que una empresa farmacéutica llevara a cabo un ensayo de grandes dimensiones para su inhibidor de la COX-2 que determinara cuáles son sus riesgos. Así pues, las farmacéuticas son las culpables de creer que no les pasa nada por recortar gastos. Si se hubiera estudiado el rofecoxib (Vioxx) en los grupos adecuados de pacientes, se hubieran podido detectar rápidamente sus daños, puesto que el número de pacientes que deben ser tratados en un año para que se produzca un infarto de miocardio adicional es de solo 70. Existe, además, un problema ético de fondo, y este no puede ser sorteado por insignificantes reivindicaciones sobre pragmatismo y pérdida de ingresos. Desgraciadamente, las agencias de control farmacéutico sucumben a los insostenibles argumentos que les ofrecen las farmacéuticas. Vioxx fue retirado del mercado en 2004, y el valdecoxib (Bextra), en 2005. Antes de que Bextra fuera eliminado del mercado, nueve de los diez consejeros de la FDA relacionados con la industria votaron para que siguiera comercializándose. En 2008, la FDA se planteó si en el futuro se deberían exigir estudios posteriores a la comercialización de un fármaco sobre aspectos importantes, como la morbilidad y la mortalidad cardiovascular. Sin embargo, solo se realizan un tercio de estos estudios, y todo el mundo sabe que la FDA no obliga a llevarlos a cabo, ya que no tiene autoridad para ello. A partir de 2007, la no realización de un estudio posterior a la comercialización de un fármaco o la no modificación del etiquetado pueden suponer multas de hasta diez millones de dólares. Como estas cantidades no son más que calderilla para las grandes empresas farmacéuticas, esta medida no es sino un apaño, una triquiñuela de cara a la galería. Incluso cuando sí se han realizado estos estudios, algunos de sus resultados pueden mostrar que el fármaco ha matado a miles de pacientes, cosa que se podría haber evitado si se obligara a realizar estudios adecuados antes de que las agencias decidieran si aprobar o no un fármaco en concreto. Realizar estudios cuando el fármaco ya está en el mercado es, por lo tanto, una pésima idea si se compara con la posibilidad de rechazar la solicitud para la autorización comercial de un fármaco. Hace falta disponer de todos los datos importantes de cada nuevo fármaco de tipo terapéutico; y es que un nuevo fármaco puede matar a gente a pesar de que otros diez muy similares no lo hagan.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 258
 
 
Uno de los motivos por los que los nombres químicos (creados por las empresas farmacéuticas) son tan absurdos es que los médicos se ven obligados a usar su nombre comercial. Eso hace que sea menos probable que prescriban un genérico más barato cuando el fármaco deja de estar protegido por una patente.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 265
 
 
Se creía que la cisaprida (el Propulsid de Johnson & Johnson) mejoraba la motilidad gastrointestinal, pero fue retirada del mercado debido a que algunos pacientes fallecieron a consecuencia de las arritmias cardíacas que provocaba. En 1998 la FDA incluyó nuevas advertencias sobre las contraindicaciones de este fármaco en los prospectos de los envases. Los médicos fueron avisados de estos cambios mediante una circular remitida por el fabricante. Pero estas advertencias dieron escaso o nulo resultado. Durante el año anterior a dicha acción reguladora se contraindicó el tratamiento de cisaprida para el 26, el 30 y el 60% de los pacientes que la tomaban en tres de los centros que realizaron un estudio; pasado un año del cambio de regulación, su uso estaba contraindicado para el 24, el 28 y el 58% de quienes la tomaban. A pesar de que nunca debió ponerse en el mercado, Johnson & Johnson mantuvo este fármaco y con él facturó más de 1.000 millones de dólares cada año. Cuando la FDA, en 2000, pidió que compareciera en una sesión informativa pública, un ejecutivo de la farmacéutica confesó que no habían sido capaces de demostrar que este fármaco fuera eficaz. Una vez más, los fallos en la regulación supusieron tragedias para personas corrientes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 266
 
 
«Vanessa era una chica sana. No bebía, ni fumaba, ni tomaba drogas. Bueno, con una excepción: el año anterior había tomado regularmente cisaprida, un fármaco para combatir el reflujo gastroesofágico, comercializado con el nombre de Propulsid. Su médico, que le había diagnosticado bulimia leve, le prescribió este fármaco puesto que ella se quejaba de tener reflujos y se sentía hinchada después de las comidas. Ni el médico ni el farmacéutico hicieron referencia a los peligros de la cisaprida». El 19 de marzo de 2000 su padre fue testigo de que su hija de quince años caía inconsciente al suelo de su domicilio. «La llevamos rápidamente al hospital, y al día siguiente murió. ¿La causa? Fallo cardíaco». Cinco meses más tarde el fármaco fue retirado del mercado, pero ya era demasiado tarde para Vanessa. A raíz de la muerte de su hija, el padre se metió en política y llegó a ser elegido miembro del Parlamento canadiense. Quería cambiar la regulación de los fármacos. Mostró su incredulidad ante el hecho de que los fármacos de venta por receta no estén tan estrictamente regulados como otros potenciales peligros para la salud pública: «El ministro de Transportes no “negocia” con los transportistas la presencia de vehículos peligrosos en las carreteras». Por ley, los médicos deben informar de qué transportistas no son aptos para ejercer su profesión, y además se les paga por hacerlo. El equivalente de la aprobación rápida de fármacos para su comercialización es como si «se obligara a los controladores aéreos a que hicieran aterrizar los aviones más rápidamente». Pasados once años de las investigaciones sobre la muerte de su hija, no se ha materializado ni una sola de sus principales peticiones de reforma. Tenemos miles de fármacos a nuestro alcance, y me pregunto por qué no se ha estudiado si esta gran cantidad de fármacos resulta beneficiosa o perjudicial. Estoy convencido de que resulta perjudicial. No puede catalogarse de beneficioso algo que, como los fármacos, sea la tercera causa de muerte. A diferencia de los médicos, los pacientes sí pueden conocer los peligros de cada fármaco; pueden hacer algo tan simple como leer el prospecto y dejar de tomarlo si consideran que es demasiado arriesgado para ellos. También espero que este libro ayude a que muchos ciudadanos indignados salgan a la calle para protestar y a manifestarse, hasta que nuestros políticos se vean obligados a introducir las tan necesarias.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 266
 
 
Tenemos miles de fármacos a nuestro alcance, y me pregunto por qué no se ha estudiado si esta gran cantidad de fármacos resulta beneficiosa o perjudicial. Estoy convencido de que resulta perjudicial. No puede catalogarse de beneficioso algo que, como los fármacos, sea la tercera causa de muerte. A diferencia de los médicos, los pacientes sí pueden conocer los peligros de cada fármaco; pueden hacer algo tan simple como leer el prospecto y dejar de tomarlo si consideran que es demasiado arriesgado para ellos. También espero que este libro ayude a que muchos ciudadanos indignados salgan a la calle para protestar y a manifestarse, hasta que nuestros políticos se vean obligados a introducir las tan necesarias reformas que les pedimos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 267
 
 
Sabemos que muchas veces los ancianos están sobremedicados, y esto tiene consecuencias nocivas. Un ensayo clínico aleatorizado demostró que la reducción de fármacos hacía disminuir tanto las muertes como los ingresos hospitalarios. En un estudio posterior en que se redujo la media de fármacos de 70 pacientes de 7,7 a 4,4 mostró que el 88% de ellos refirieron una mejora en su salud, y que las funciones cognitivas de muchos de ellos también mejoraron.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 269
 
 
Si el éxito comercial depende de la ocultación de datos importantes para recetar fármacos con seguridad y criterio, entonces tenemos un grave problema con nuestras prioridades en cuanto a la sanidad. Es de vital importancia para la sanidad pública que los médicos y la sociedad tengan acceso a todos los datos generados por los ensayos con voluntarios enfermos y sanos; no vale que se publique una muestra sesgada de los datos, como pasa en la actualidad. Un buen punto de inicio sería poder acceder a la totalidad de los datos que las farmacéuticas han entregado a las agencias del medicamento.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 271
 
 
Iain Chalmers, fundador de la Colaboración Cochrane, cree que la mala gestión informativa de la investigación es un caso de mala praxis científica tan grave como la invención de datos falsos. Yo comparto su opinión. Es más, las consecuencias para los pacientes son aún más devastadoras, ya que se trata de un mal común. Si obtenemos el promedio, solo la mitad de los estudios aparecen publicados. Y podría ser mucho peor. Una revisión de la dispepsia causada por cinco AINE antiguos encontró quince ensayos controlados con placebo publicados y once más sin publicar en la web de la FDA. Solo uno de ellos fue publicado y entregado a las empresas farmacéuticas, pero sus autores no eran los mismos que aparecían en el informe de la FDA. ¿Nadie se ha preguntado por qué en todo el mundo se dan estos patrones de mala praxis científica en la sanidad? Si los investigadores de un estudio eliminaran la mitad de los resultados por el simple hecho de que no obtuvieron lo que esperaban y publicaran el resto, todo el mundo consideraría que se trata de un caso de mala praxis científica. En cambio, cuando desaparecen ensayos completos lo vemos como algo normal, a pesar de que es una actividad absolutamente inmoral para nuestros pacientes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 273
 
 
Liam Grant, el padre del chico que se suicidó mientras estaba en tratamiento con isotretinoína (Roaccutane, de Roche) contra el acné, intentó descubrir cuáles eran los daños de los que había informado Roche a las autoridades antes de que fuera aprobada su comercialización. La EMA permitió en 2010 que accediera a los documentos en que se informaba de los daños. En 2002, la prensa danesa también trató de obtener los informes de episodios adversos del Roaccutane, el llamado Informe Periódico de Actualización de Seguridad de la Agencia Danesa del Medicamento. La agencia estaba dispuesta a concedérselo, pero Roche consiguió bloquearles el acceso argumentando que esto supondría un riesgo importante de pérdidas económicas para la empresa. De hecho, Roche llegó a amenazar al Gobierno danés si la divulgación de los datos acababa perjudicando sus intereses comerciales. ¿Denunciar a un país porque hay menos enfermos que toman un fármaco que se ha descubierto que mata a la gente? ¿Nos estamos volviendo todos locos? Así es como actúan los mafiosos: «Si haces algo que eche a perder nuestras ventas de heroína, acabaremos contigo». El símil es apropiado, porque Roche se hizo de oro con la venta ilegal de heroína y morfina. El hecho de que Roche considere que los daños que los pacientes o sus familiares han declarado son propiedad privada de la empresa demuestra una falta de respeto absoluta hacia las vidas humanas, especialmente en este caso, con un fármaco asociado a la depresión grave y el suicidio. ¡Es indignante!
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 280
 
La historia de las pastillas para adelgazar es la terrible demostración de que los reguladores farmacéuticos no están dispuestos a aprender de sus errores.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 285
 
 
En 1973 salió al mercado otro fármaco pseudoanfetamínico, la fenfluramina (Pondimin), que provocaba un aumento del neurotransmisor de la serotonina, un efecto que también consiguen los ISRS. La fenfluramina fue retirada del mercado en 1997 porque causaba hipertensión pulmonar y fibrosis cardiovascular grave que puede resultar mortal. De hecho, el Pondimin estuvo a punto de no salir nunca al mercado, pero el científico de la FDA que había escrito una nota negativa a la aprobación del fármaco fue trasladado a otro departamento y apartado del caso. Este hecho desencadenó una investigación del Congreso de Estados Unidos acerca de una presunta mala praxis de la FDA; el resultado de dicha investigación fue que un alto ejecutivo de la FDA había engañado al Congreso, tras lo cual abandonó su cargo en la agencia y fue contratado como «testigo experto» para las empresas farmacéuticas. No debería sorprenderles el desarrollo de los acontecimientos: como ya he dicho, en el sector de la regulación farmacéutica la historia se repite constantemente.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 286
 
 
En la década de 1990, en muchos artículos científicos publicados en Europa se describían los efectos perjudiciales del Pondimin, pero su fabricante, la farmacéutica Wyeth, parecía no haber leído ninguno de los informes de la FDA. Una razón evidente de esta falta de atención de Wyeth hacia los peligros de su fármaco era que estaba tramitando la aprobación de un fármaco igual de letal, la dexfenfluramina (Redux), un enantiómero D de la fenfluramina que consta de dos imágenes especulares de la molécula. Un investigador que había trabajado con el fármaco durante su etapa en la farmacéutica Servier acudió a la FDA para presentar sus resultados en privado: la fenfluramina y la dexfenfluramina provocaban lesiones cerebrales en simios y babuinos. Sin embargo, fue despedido inmediatamente, y nadie tomó ninguna medida que protegiera a los pacientes. Todo vale para los reguladores farmacéuticos, por lo que la dexfenfluramina fue aprobada para su comercialización en Europa. Sin embargo, su uso se restringió mucho en 1995, después de que investigadores franceses demostraran que tanto el Pondimin como el Redux multiplicaban por diez el riesgo de padecer hipertensión pulmonar. La FDA se mostró muy despectiva e ignoró estos descubrimientos, y la industria farmacéutica se quejó de un oficial de la FDA que se mostró crítico. No obstante, el comité asesor de la FDA rechazó la aprobación del fármaco debido a que existían dudas acerca de su seguridad, lo que hizo que Wyeth declarara su disconformidad y se convocara una reunión para al cabo de dos meses, algo muy poco habitual. En esta segunda reunión el comité se mostró más a favor del Redux y el fármaco fue aprobado con seis votos a favor y cinco en contra en noviembre de 1995. En cuanto empezaron a aumentar los casos de hipertensión pulmonar, los médicos de la FDA trataron de convencer a Wyeth/Interneuron de que debían añadir una advertencia de peligrosidad especial en la etiqueta. Pero lo que hizo la farmacéutica, en lugar de eso, fue añadir una advertencia de que Redux podía provocar pérdida capilar, algo que ocurría con mucha menor frecuencia que la hipertensión pulmonar
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 286
 
 
La hipertensión pulmonar es una enfermedad terrible, y los síntomas pueden aparecer a partir de solo una semana desde el inicio del tratamiento con el fármaco (Pondimin). Es completamente letal y tiene una tasa de supervivencia menor que la de la mayoría de los cánceres; además, sus síntomas son similares a la estrangulación o el ahogamiento. La valvulopatía, por su parte, es asimismo devastadora. Durante el tiempo en que se presentaron las demandas de lesiones en masa, se calculó que el número de mujeres que había desarrollado alguna de estas dos enfermedades ascendía a 45.000, y que el número de muertes estimado rondaba también esa cifra.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 292
 
 
Estos fármacos fueron sustituidos en 2001 por la sibutramina, que además de incrementar los niveles de serotonina en el cerebro también hacía aumentar los de noradrenalina y de dopamina. Por lo tanto, a nadie sorprendió que fuera retirada del mercado en 2010 a causa de las lesiones cardiovasculares que provocaba. En 2007 solicitamos a la Agencia Danesa del Medicamento el acceso a los ensayos no publicados de este fármaco, el cual nos fue concedido al cabo de un año; sin embargo, el abogado de la farmacéutica Abbott consiguió bloquear el permiso un año más presentando una demanda al Ministerio de Sanidad de Dinamarca. Gracias a la Ley de Libertad de Información descubrimos que Christian Torp-Pedersen, un cardiólogo contratado por Abbott, era el firmante de la carta de Abbott destinada al Ministerio con el objetivo de dar más credibilidad a la demanda. Este hecho nos hizo pensar que Torp-Pedersen debería haberse preocupado más por la salud de sus pacientes y los daños cardiovasculares de la sibutramina que por el bien de la farmacéutica. ¿Por qué demonios se siguen aprobando este tipo de fármacos teniendo en cuenta los precedentes? ¿Y por qué el benfluorex (Mediator, comercializado por Servier) no se retiró del mercado europeo hasta 2009, si tiene una estructura muy similar a la fenfluramina y provoca daños parecidos, cuando el Pondimin desapareció en 1997? Ya ven, nada nuevo bajo el sol. También se dieron casos de conflictos de intereses entre varios consejeros expertos, así como «cooperación institucionalizada» con la industria farmacéutica: la famosa y bendecida colaboración entre el sector público y el privado. Asimismo, salieron a la luz los perjudiciales lazos existentes entre los reguladores farmacéuticos y la industria, lo que levantó las sospechas de que Servier, una farmacéutica francesa, podía ejercer una influencia política excesiva. Este escándalo le costó el cargo a la entonces presidenta de la Agencia Francesa del Medicamento.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 293
 
 
A lo largo de 2004 se produjeron varios hechos que supusieron un toque de atención para quienes aún creían que la industria farmacéutica hacía negocios respetables. Dos de las principales farmacéuticas estadounidenses tenían un prestigio muy distinto antes de que se revelaran los escándalos: Pfizer estaba considerada entre las peores, mientras que Merck tenía fama de ser una de las empresas farmacéuticas con un mayor grado de ética. Pero desde 2004 cuesta diferenciar la una de la otra. En 2004, además, hubo otra farmacéutica, GlaxoSmithKline, que se situó repentinamente en el centro de atención.
 
En 2004, Pfizer aceptó declararse culpable de dos delitos graves y tuvo que pagar 430 millones de dólares por las acusaciones de promoción fraudulenta de su fármaco antiepiléptico Neurontin (gabapentina) para usos no aprobados. Un denunciante de la propia empresa recibió 27 millones de dólares. La multa era una nimiedad si se tiene en cuenta que las ventas de la gabapentina ascendieron, solo en 2003, a 2.700 millones de dólares, y que aproximadamente el 90% de las ventas eran para usos no aprobados; no se considera que la multa tenga un efecto disuasorio.
 
La farmacéutica Warner-Lambert, que más adelante fue adquirida por Pfizer, pagaba a los médicos para que sus visitadores estuvieran presentes en la consulta y así pudieran recomendar el tratamiento con Neurontin para numerosas dolencias, entre las que se incluyen: trastorno bipolar, diversos dolores, migraña, trastorno del déficit de atención, síndrome de las piernas inquietas o los síndromes de abstinencia del alcoholismo y la drogadicción. Todo esto a pesar de que el fármaco solo había sido aprobado para los casos de epilepsia resistentes al tratamiento. La base de datos farmacológica Drugdex recopiló un total de 48 usos no aprobados del Neurontin, y el sistema Medicaid estaba obligado a abonar el precio del fármaco incluso si se recetaba para una de esas indicaciones no contempladas. Además, la empresa a la que pertenece Drugdex vende «materiales de formación médica», un negocio verdaderamente incestuoso.
 
Esta práctica habitual de hacer que los visitadores médicos estén en las consultas se conoce con el eufemístico nombre de «tutelaje», término que parece indicar que el médico tiene a un estudiante en prácticas. Sin embargo, creo que sería más apropiado llamar a este fenómeno «ultraje», puesto que supone una agresión y un daño para los pacientes. Los pacientes no siempre se dan cuenta de que el visitador no es un estudiante en prácticas, ni siquiera cuando se les realizan pruebas para el cáncer de mama. En una ocasión, un directivo de una farmacéutica le dijo a un visitador:
 
Las cenas, los cursos de formación médica continuada y las reuniones de asesoramiento funcionan, pero no podemos olvidarnos del contacto directo. Es el elemento clave, debemos estar ahí dándoles la mano y susurrándoles en la oreja que receten Neurontin para los dolores, Neurontin para el tratamiento con monoterapia, Neurontin para tratar el trastorno bipolar, ¡Neurontin para todo! Y no quiero oír ni una palabra sobre esta mierda de la seguridad.
 
Buena parte de la promoción ilegal se realizaba en los encuentros destinados teóricamente a formar a los médicos. Un especialista que actuó como denunciante testificó que había sido formado para manipular las pruebas científicas y que, en algunos de los eventos promocionales del Neurontin, la farmacéutica había comprado no solo al ponente sino también a algunos asistentes, mediante viajes de lujo a Hawaii, Florida y a los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996.
 
¡Qué fácil resultaba corromper a los médicos! De las 40 personas más influyentes identificadas como ponentes potenciales en el noroeste de Estados Unidos —entre los que se incluyen 26 actuales o futuros presidentes, vicepresidentes y directores de programas o departamentos de investigación clínica—, al menos 35 de ellos habían participado en actividades financiadas por alguna farmacéutica; además, 14 habían solicitado unos honorarios de entre 10.250 y 158.250 dólares por ello. Uno de esos médicos cobró casi 308.000 dólares por glosar las maravillas del Neurontin en diversas conferencias
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 295
 
 
La publicidad del uso de un fármaco para una indicación no aprobada conlleva que los pacientes se vean expuestos a determinados peligros sin que exista la seguridad de obtener algún beneficio para ellos. Esta actividad delictiva ha ido en aumento, y ha costado la vida de muchas personas que han padecido infartos de miocardio y derrames cerebrales, daños neuronales e incluso pérdida de la capacidad visual. En 2010 un jurado declaró a Pfizer culpable de violar la Ley federal Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act (RICO) y de un delito de asociación delictiva de conspiración durante un período de diez años. La farmacéutica tuvo que pagar una multa de 142 millones de dólares como indemnización. Pfizer nunca alertó a los médicos ni a sus pacientes de que sus ensayos habían dado como resultado que el Neurontin no era más eficaz que el placebo en algunos de sus usos no aprobados.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 302
 
 
Hace tiempo que se sabe que el mecanismo de acción de los inhibidores de la COX-2 aumenta el riesgo de padecer trombosis. En 1996 los científicos de Merck decidieron estudiar el riesgo de presentar infarto de miocardio, e investigadores pagados por Merck determinaron que el Vioxx reducía casi a la mitad los metabolitos de prostaciclina urinarios en los participantes sanos, un signo determinante para demostrar que el fármaco causaba trombosis. No obstante, Merck logró convencer a los autores del estudio para que cambiaran lo que habían escrito en el informe por algo totalmente carente de sentido: «La Cox-2 puede tener un papel clave en la biosíntesis sistémica de la prostaciclina». Ese mismo año, un científico de Merck dijo que si no se permitía que en sus ensayos los pacientes tomaran aspirina (que disminuye el riesgo de padecer infarto de miocardio), el riesgo de que los pacientes que tomaban Vioxx tuvieran un infarto era mayor, y que «eso acabaría con el fármaco». Merck sí sabía cómo ocultar la peligrosidad del Vioxx. Uno de los directores científicos de Merck propuso dejar fuera del ensayo clínico que preparaban, el conocido como ensayo VIGOR, a aquellas personas con alto riesgo de presentar problemas cardiovasculares, de manera que la diferencia entre las complicaciones cardíacas de los pacientes que tomaran Vioxx frente a las de los que tomaban otros AINE «no fueran evidentes». Ninguno de los ensayos que se presentaron para que la FDA aprobara el Vioxx estaba diseñado para evaluar los riesgos cardiovasculares
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 303
 
 
… 30 de septiembre de 2004 Merck retiró del mercado su inhibidor de la COX-2, el fármaco contra la artritis Vioxx (rofecoxib).
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 303
 
 
El escándalo de los inhibidores de la COX-2 es verdaderamente gigantesco. Y es que se aprobó basándose en ensayos muy reducidos, y de muy corta duración, que no tenían en cuenta las lesiones cardiovasculares que podía provocar en pacientes con un riesgo mínimo de padecerlas, a pesar de que casi la mitad de los enfermos de artritis presentan o han presentado enfermedades cardiovasculares. Merck llevó a cabo estos dos ensayos clínicos (el ensayo 090 y el ensayo VIGOR), y ambos probaron que el rofecoxib aumentaba el riesgo de padecer accidentes cardiovasculares. El ensayo 090 acabó en 1999, pero no fue publicado hasta siete años más tarde, en 2oo6(190); para entonces el Vioxx llevaba dos años fuera del mercado, por lo que la publicación del ensayo ya no podía tener un impacto negativo en las ventas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 305
 
 
Los documentos internos de Merck prueban que esta contó con autores invitados y fantasmas para que redactaran muchos de sus informes. Con el fin de investigar el grado de errores en la literatura médica y el engaño que supone para los médicos, decidimos estudiar un total de 397 resúmenes de ensayos sobre el Vioxx. Desde el principio esperamos que el fármaco fuera un arma de doble filo si lo comparábamos con otros AINE, es decir, que causara menos casos de hemorragia digestiva y más casos de trombosis. Desde la perspectiva de los pacientes, ambos efectos eran relevantes y debían ser investigados, destacados y relatados de igual manera. Sin embargo, antes de que el Vioxx fuera retirado del mercado, existían 3,4 veces más resúmenes centrados en las hemorragias gastrointestinales que sobre los efectos trombóticos. Y, por el contrario, una vez se dejó de comercializar, los resúmenes sobre los efectos trombóticos eran 1,8 veces más frecuentes. Por lo tanto, los daños que provocaba el Vioxx salieron a la luz demasiado tarde, cuando el fármaco ya no estaba a la venta.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 218
 
 
¿Con cuántas vidas acabó Merck con el Vioxx a resultas de la trombosis? En su ensayo sobre los adenomas colorrectales, Merck evaluó los incidentes trombóticos: los resultados indicaron que por cada 100 pacientes hubo 1,5 más casos de infarto de miocardio, muerte súbita de causa cardíaca e infarto cerebral en el grupo tratado con rofecoxib que en el tratado por placebo. Más de 80 millones de pacientes fueron tratados con rofecoxib. Puesto que el 10% de estos incidentes resultan letales, una estimación aproximada nos revela que el rofecoxib ha acabado con la vida de más de 120.000 personas. Los pacientes estuvieron en tratamiento durante una media de 2,4 años. No obstante, dado que en los hospitales la mayoría de pacientes reciben un tratamiento más corto, esta diferencia podría suponer una sobreestimación. Sin embargo, existen otros factores que pueden provocar una infraestimación: solo se registraron los incidentes ocurridos dos semanas después de que los pacientes dejaran de tomar el fármaco, y además los pacientes tenían 59 años de edad y un bajo riesgo de padecer trombosis. Este es un problema recurrente en los ensayos realizados por Merck. La farmacéutica solo incluyó a los pacientes que tenían un riesgo bajo de trombosis, algo harto infrecuente. Por ejemplo, los pacientes del sistema Medicare en Tennessee que fueron tratados con rofecoxib en el hospital tenían una línea base de riesgo de padecer una trombosis ocho veces mayor que los que participaron en el ensayo. Por lo tanto, creo que, si se tiene en cuenta que los enfermos de artritis suelen tratarse con AINE durante muchos años, esto demostraría que mi estimación de 120.000 muertes por trombosis es verosímil. Además, cabe decir que el Vioxx también ha acabado con la vida de miles de pacientes a causa de complicaciones de úlcera.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 218
 
 
El mismo año en que Merck dejó de comercializar el rofecoxib, su director ejecutivo recibió más de 36 millones de dólares en bonificaciones por rendimiento como complemento a su salario, y a pesar de ello no fue acusado de ningún delito. En 2012, Merck se declaró culpable de los cargos penales por infracción de la legislación federal por sus estrategias de promoción y marketing del Vioxx, y tuvo que pagar cerca de 1.000 millones de dólares de multa y como indemnización por daños y perjuicios. Cinco años antes la farmacéutica ya había anunciado un acuerdo extrajudicial por valor de 485 millones de dólares: por aquel entonces Merck llevaba ya gastados más de 1.200 millones de dólares en honorarios para sus abogados. Los delitos estaban relacionados con la promoción ilegal del Vioxx y la falsedad de las declaraciones acerca de su peligrosidad cardiovascular. En relación con nuestro estudio de los resúmenes de 852 ensayos con Vioxx, recopilamos las enfermedades (aparte de la artritis) que se proponían para el rofecoxib, y aunque casi la mitad de dichos resúmenes fueron publicados cuando el rofecoxib ya no se comercializaba —y por lo tanto no existía ningún interés en sugerir nuevas indicaciones de uso del fármaco—, el número y la variedad de enfermedades por las que se recomendaba su tratamiento era simplemente increíble: en ellos el rofecoxib resultaba indicado en más de treinta enfermedades. Daba la impresión —como ocurrió con el Neurontin— que se podía recetar rofecoxib prácticamente para cualquier dolencia, ya fuera esquizofrenia, esclerosis, ocho tipos distintos de cáncer, e incluso para el acné premenstrual. Y eso que solo analizamos los resúmenes. Estoy convencido de que aparecían aún más enfermedades dentro de los informes.
 
¿Con cuántas vidas acabó Merck con el Vioxx a resultas de la trombosis? En su ensayo sobre los adenomas colorrectales, Merck evaluó los incidentes trombóticos: los resultados indicaron que por cada 100 pacientes hubo 1,5 más casos de infarto de miocardio, muerte súbita de causa cardíaca e infarto cerebral en el grupo tratado con rofecoxib que en el tratado por placebo. Más de 80 millones de pacientes fueron tratados con rofecoxib. Puesto que el 10% de estos incidentes resultan letales, una estimación aproximada nos revela que el rofecoxib ha acabado con la vida de más de 120.000 personas. Los pacientes estuvieron en tratamiento durante una media de 2,4 años. No obstante, dado que en los hospitales la mayoría de pacientes reciben un tratamiento más corto, esta diferencia podría suponer una sobreestimación. Sin embargo, existen otros factores que pueden provocar una infraestimación: solo se registraron los incidentes ocurridos dos semanas después de que los pacientes dejaran de tomar el fármaco, y además los pacientes tenían 59 años de edad y un bajo riesgo de padecer trombosis. Este es un problema recurrente en los ensayos realizados por Merck. La farmacéutica solo incluyó a los pacientes que tenían un riesgo bajo de trombosis, algo harto infrecuente. Por ejemplo, los pacientes del sistema Medicare en Tennessee que fueron tratados con rofecoxib en el hospital tenían una línea base de riesgo de padecer una trombosis ocho veces mayor que los que participaron en el ensayo. Por lo tanto, creo que, si se tiene en cuenta que los enfermos de artritis suelen tratarse con AINE durante muchos años, esto demostraría que mi estimación de 120.000 muertes por trombosis es verosímil. Además, cabe decir que el Vioxx también ha acabado con la vida de miles de pacientes a causa de complicaciones de úlcera.
 
En 2006 vi en la CNN estadounidense un anuncio que concluía con una voz profunda que decía «Merck, donde los pacientes acuden primero». No pude evitar pensar que el eslogan debería ser: «Merck, donde los pacientes mueren primero».
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 316
 
 
Pharmacia, que posteriormente fue adquirida por Pfizer, publicó en 2000 en la revista JAMA un gran ensayo clínico sobre el celecoxib (Celebrex), el CLASS, que era totalmente fraudulento. Todos los autores del ensayo eran empleados o asesores de la farmacéutica, y contaba con colaboradores de ocho facultades de Medicina estadounidenses. Según decía el artículo sobre el ensayo, el celecoxib causó un menor número de úlceras gástricas que sus dos comparadores, el diclofenaco y el ibuprofeno, y dos expertos clínicos escribieron sendos editoriales favorables en JAMA. Uno de ellos montó en cólera al saber —pasado un tiempo y gracias a ser miembro del comité asesor de la FDA— que en realidad no se trataba de un ensayo, sino de dos ensayos fusionados para que parecieran uno solo, y que no duraron seis meses (como se indicaba en JAMA) sino entre doce y quince meses. Los protocolos de ambos ensayos eran considerablemente diferentes de lo que aparecía publicado en la revista en cuanto a diseño, resultados, duración del seguimiento posterior y análisis; así, la ventaja del celecoxib respecto a los dos fármacos de referencia se esfumó cuando investigadores independientes realizaron los análisis tal como se indicaba en los protocolos
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 318
 
 
En 2005 el US National Cáncer Institute publicó un ensayo sobre el celecoxib para prevenir los adenomas colorrectales en el New England Journal of Medicine; este ensayo se interrumpió prematuramente debido a razones de peligrosidad, ya que se descubrió que incrementaba el número de accidentes cardiovasculares. Otro metaanálisis realizado por investigadores independientes con los datos de la FDA probó en 2006 que el celecoxib dobla el número de infartos de miocardio en comparación con el placebo. Sus autores se pusieron en contacto con Pfizer para solicitarles algunos detalles acerca de sus ensayos, pero la farmacéutica no les proporcionó ninguno.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 324
 
 
Cincuenta millones de participantes. ¿Cuántas muertes por trombosis conlleva esta cifra astronómica? Si nos basamos en los mismos cálculos que utilizamos para el rofecoxib, obtenemos una estimación de 75.000 muertes. Además, es importante recordar que el celecoxib también ha acabado con la vida de miles de pacientes por complicaciones de úlcera. Y esto solo hasta finales de 2004. Porque el fármaco sigue en el mercado. Esta es una cifra similar a la estimación de muertes causadas por Vioxx. Me pregunto por qué las agencias del medicamento no han retirado aún del mercado el celecoxib y otros AINE igual de peligrosos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 325
 
 
Los inhibidores de la COX-2 son el ejemplo ideal para demostrar que la investigación y el marketing fraudulento son tremendamente nocivos para los pacientes y tremendamente lucrativos para las farmacéuticas, y que las revistas especializadas más prestigiosas prestan sus páginas para que en ellas se publiquen auténticas mentiras. Un artículo sobre los coxibs publicado en 2001 en el New England Journal of Medicine estaba plagado de errores e imprecisiones. Los dos autores tenían vínculos económicos con los fabricantes del Vioxx y del Celebrex, y el artículo en conjunto era un anuncio descarado de los fármacos, hasta el punto de llegar a hablar de una ventaja inexistente del Celebrex que la propia FDA había prohibido a la farmacéutica mencionar. Los graves daños causados por ambos fármacos eran minimizados de la manera menos profesional imaginable. Me pregunto cuántos millones de dólares obtuvo de beneficio la revista con la venta de un artículo tan engañoso como este. El mismo año, ambos fármacos se situaron entre los diez más vendidos en Estados Unidos. Y es que la popularidad de los nuevos fármacos solo puede entenderse si tenemos en cuenta el enorme poder del marketing. El riesgo de tomar un fármaco nuevo es mayor que el de usar uno ya existente, y eso es debido al tiempo que se necesita para conocer realmente los efectos nocivos de uno nuevo. Como ejemplo, el lumiracoxib (Prexige, de Novartis), otro inhibidor de la COX-2, fue aprobado por la EMA en 2006 y retirado del mercado un año más tarde, debido a los graves problemas hepáticos y las muertes que causó. La FDA, sin embargo, nunca llegó a aprobarlo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 328
 
 
Los AINE son muy peligrosos. Incluso antes de que aparecieran los inhibidores de la COX-2, este tipo de fármacos había provocado ya un gran número de muertes. Se calcula que en el Reino Unido cada año mueren 3.700 personas tratadas con AINE debido a complicaciones de úlceras gastroduodenales, lo que supone unas 20.000 muertes en Estados Unidos. De acuerdo con esto, en 1999 calculamos que más de 16.000 estadounidenses murieron por úlceras de estómago causadas por los AINE, aproximadamente el mismo número de muertes que las causadas por el sida. Esto convierte a los AINE en uno de los grupos de fármacos más letales. Lo más trágico es que muchas de estas personas podrían haber disfrutado de un buen nivel de vida sin tomar ningún AINE, pero el marketing, con la colaboración de reumatólogos prostituidos, ha hecho creer a los médicos que estos fármacos pueden acabar con prácticamente cualquier dolencia. Una periodista especializada en los casos del Vioxx y del Celebrex se puso en contacto con la Sociedad de Reumatología de Estados Unidos en 2000 y pidió hablar con un experto que no recibiera dinero de ninguna de las dos farmacéuticas que fabricaban estos fármacos, y le dijeron que no había nadie que cumpliera ese requisito.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 329
 
 
¿Qué coño está pasando? Sabemos que las grandes farmacéuticas son malvadas, pero ¿y las agencias del medicamento? ¿Por qué se posicionan siempre a favor de las nocivas y fraudulentas empresas farmacéuticas?
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 338
 
 
Los fármacos para la diabetes se comercializan, en principio, con el fin de reducir la mortalidad cardiovascular, no para aumentarla. Pero cuando se descubrió que no era así, Glaxo no pareció tan sorprendida como el resto de los mortales. Resulta que la farmacéutica lo sabía desde hacía ocho años, pero no alertó a las autoridades reguladoras ni a la sociedad. Al cabo de tres años, el Comité Financiero del Senado de Estados Unidos publicó una investigación de 334 páginas sobre la rosiglitazona y Glaxo. En ella se revelaban correos internos y documentos que permiten conocer detalles ocultos sobre el funcionamiento de una gran empresa farmacéutica.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 342
 
 
El riesgo de que se produzca un infarto de miocardio con la rosiglitazona es, al parecer, un 80% más elevado, y en 2010 la FDA decidió que los ensayos con los fármacos para la diabetes debían mostrar un riesgo de accidentes cardiovasculares inferior a ese porcentaje. Que la FDA permita un nivel de riesgo tan elevado es algo increíble, especialmente si tenemos en cuenta que tomamos fármacos para la diabetes para disminuir el riesgo cardiovascular, no para permitir que el riesgo aumente.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 351
 
 
 
Los investigadores independientes fueron los que evitaron que la FDA se viera inmersa en otro escándalo por la diabetes. El muraglitazar tiene un mecanismo de acción similar al de las glitazonas, y a pesar de eso un comité asesor de la FDA decidió aprobar su comercialización. Fueron precisamente los investigadores independientes que analizaron los datos del ensayo presentados a la FDA quienes descubrieron que BristolMyers Squibb y Merck habían modificado los análisis para ocultar los daños que provocaba el fármaco. Las presentaciones que las farmacéuticas realizaron ante el comité asesor concluían que no existía riesgo excesivo de muertes o de accidentes cardiovasculares provocados por el muraglitazar. Sin embargo, lo cierto es que el riesgo era doble para los resultados de muerte, infarto de miocardio y accidente cerebro vascular, y siete veces mayor en fallo cardíaco (a pesar de contar con un intervalo de confianza muy amplio). El muraglitazar también provocaba aumentos de peso y edemas, igual que las glitazonas. La Ley de Libertad de Información permitió que se realizaran estos estudios independientes, y por lo tanto se pudo salvar un gran número de vidas. A pesar de que la FDA ya tenía lista su carta de aprobación para el fármaco, se negó a aprobarla una vez comprobados los resultados del estudio.
 
Si me diagnosticaran diabetes tipo 2, tengo muy claro qué haría: comer menos y hacer más ejercicio. Se trata de dos acciones muy eficaces, y realmente las mejores que hay, si tenemos en cuenta que ninguna de las dos va a matarnos. No obstante, cuando la American Diabetes Association (una organización sin ánimo de lucro) anunció en su web que el control de la diabetes no se limita al control de los valores de glucemia, sino también de la presión sanguínea y del colesterol, no se mencionó en ningún momento dos de los métodos más eficaces: la pérdida de peso y el ejercicio físico. Esto puede ser debido a que las llamadas organizaciones sin ánimo de lucro que impulsaron estas iniciativas contaban con los recursos de multitud de empresas patrocinadoras: AstraZeneca, Aventis, Bristol-Myers Squibb, Eli Lilly, GlaxoSmithKline, Merck/Schering-Plough, Monarch, Novartis, Pfizer y Wyeth.
 
Si tuviera que escoger un fármaco y empezar a tomarlo, este sería la metformina, que lleva muchos años en el mercado y tiene un precio muy asequible y que, comparada con otros fármacos, realmente disminuye la morbilidad cardiovascular y la mortalidad general, e incluso provoca una leve pérdida de peso. Sin lugar a dudas es el mejor fármaco…
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 361
 
 
El grado de corrupción en el campo de la diabetes es repugnante. La Endocrine Society de Estados Unidos cumple supuestamente la función de una sociedad académica para los médicos especialistas en diabetes, pero invita a las farmacéuticas a «tener un acceso completo al mercado de la endocrinología mediante la colaboración con la Endocrine Society», que ofrece «un amplio abanico de endocrinos necesarios […] para satisfacer sus necesidades». Solo leer esto ya me produce arcadas. Las primeras directrices prácticas de esta sociedad recomendaban que se midiera la testosterona de los pacientes varones mayores de cincuenta años, así como que se garantizara el tratamiento a todos ellos, aunque sus valores no fueran bajos, si presentaban síntomas de deficiencia hormonal. Disculpen, de nuevo, las arcadas. Se trata de directrices tremendamente peligrosas, puesto que la testosterona incrementa el riesgo de padecer cáncer de próstata, y no hay pruebas de cribado que puedan decirnos si esto tiene más efectos positivos que negativos. La verdad es que un cribado de estas características ni siquiera es necesario. Estoy convencido de que sus resultados indicarían que un cribado de «niveles de testosterona bajos» (sea cual sea su significado) es perjudicial. No logro comprender por qué mis colegas han puesto en venta su sentido común. El dinero no es tan importante, especialmente para aquellos que ya son muy, muy ricos. Esto tiene un nombre: codicia.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 362
 
 
Victoza fue aprobado por la FDA en enero de 2010, en contra de la opinión de los propios revisores de la agencia. El director de la segunda oficina de evaluación de fármacos de la FDA, Curtís Rosebraugh, borró del mapa las críticas y explicó que mientras «muchos patrocinadores pueden introducir un fármaco en el mercado de manera responsable, el suyo es un negocio basado en los beneficios y existen fuertes presiones para lograr elevados ingresos. Además, como ocurre con la mayoría de medicamentos, las empresas competidoras están desarrollando otros similares, y eso supone aún más presión añadida para generar beneficios económicos antes de que aumente la competencia de mercado». Sidney Wolfe, de la organización Public Citizen, comentó estas declaraciones diciendo que era el tipo de argumentos que uno esperaría de una farmacéutica, o de algún corredor de bolsa de Wall Street, pero nunca de un alto cargo de la FDA. En junio de 2011, Novo advirtió a los médicos estadounidenses de los efectos adversos de la Victoza. La FDA les solicitó que lo hicieran después de que un estudio demostrara que los médicos tenían un conocimiento muy limitado de los daños que provocaba el fármaco. La agencia también alertó de que el fármaco podía provocar tumores de tiroides y pancreatitis, uno de los factores de riesgo del cáncer pancreático. Además, declaró asimismo que la Victoza no debería tomarse como tratamiento inicial hasta que existieran estudios adicionales, y solicitó que se realizaran estudios de seguridad cardiovascular y que se estableciera un registro de enfermos con cáncer para estudiar la incidencia del cáncer de tiroides y de otros tipos. En abril de 2012, Public Citizen mandó una petición a la FDA para que la agencia prohibiera la Victoza. Los experimentos realizados en ratones demostraban que estos estaban genéticamente predispuestos a sufrir cáncer pancreático de manera más rápida de lo habitual en respuesta a uno de los fármacos de tipo péptido similar al glucagón tipo 1. Creo que los investigadores académicos tenían razón y que pronto seremos testigos de la retirada del mercado de la Victoza debido a los daños que provoca, como ya ha ocurrido con muchos otros fármacos para la diabetes, e incluso con los que deberían haber sido retirados del mercado y aún siguen comercializándose (es el caso de la tolbutamida) y la rosiglitazona en Estados Unidos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 365
 
 
La psiquiatría es el paraíso de la industria farmacéutica, porque las definiciones de los trastornos mentales son poco claras y muy fáciles de manipular. Debido a ello, los psiquiatras más influyentes resultan fáciles de corromper, y de hecho son los especialistas que más dinero reciben de los fabricantes de fármacos. Los que más se enriquecen son también los más proclives a recetar con mayor frecuencia antipsicóticos a los niños. También es la especialidad médica en la que las farmacéuticas ofrecen mayores favores a sus profesionales.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 367
 
 
Los fármacos para el TDAH son muy peligrosos; desconocemos muchos de los peligros que ocasionan a largo plazo, pero lo que sí sabemos es que pueden causar los mismos episodios cardiovasculares que sufren los adictos a la cocaína, y que pueden provocar la muerte incluso a los niños. También sabemos que los fármacos para el TDAH causan trastornos bipolares en aproximadamente el 10% de los menores que los toman, unas consecuencias terriblemente graves.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 376
 
 
A lo largo de los años se han creado multitud de trastornos, y en ocasiones los ya existentes se han fragmentado para crear otros nuevos, como ocurrió en el DSM-II con la neurosis ansiosa, que fue dividida en siete nuevos trastornos. Otro cambio fue el producido por la introducción de un método de diagnóstico basado en los síntomas, algo que ha sido muy criticado debido a que multiplica los trastornos existentes y considera el estrés y la tristeza normales como enfermedades para las cuales se deben tomar fármacos. Los criterios para la depresión ya no hacen distinción entre un trastorno y la reacción normal ante un contexto o situación, como sería la pérdida de un ser querido, el divorcio, padecer una enfermedad grave o la pérdida del trabajo. Estos hechos ya no son considerados como criterios excluyentes a la hora de diagnosticar a una persona. Todas estas modificaciones, que resultan muy beneficiosas para la industria farmacéutica, pueden tener que ver con el hecho de que el 100% de los miembros del comité encargado de clasificar los trastornos anímicos del DSM-IV tenían lazos económicos con alguna farmacéutica.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 376
 
 
La psiquiatría está sumida en una gran crisis. Lo que antes se consideraba un trastorno leve, hoy en día es algo crónico. Se ha medicalizado la normalidad. Los psicofármacos se emplean para todo tipo de enfermedades.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 383
 
 
Si tenemos en cuenta la multitud de efectos que provocan los psicofármacos, no cabe duda de que un uso tan masivo como el que hacemos de ellos hoy en día resulta muy nocivo. Por ejemplo, un detallado estudio de cohortes sobre la depresión en personas mayores de 65 años demostró que los ISRS provocan caídas con más frecuencia que otros antidepresivos que llevan tiempo en el mercado, y más a menudo incluso que si no se tratara en absoluto la depresión. De hecho, comparado con las personas sin tratamiento, el ensayo demostró que por cada 28 ancianos tratados durante un año con ISRS se producía una muerte adicional.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 384
 
 
En lugar de esforzarse para comprender a sus pacientes, los psiquiatras han acabado realizando pruebas de verificación, de las cuales se podría encargar una secretaria o los propios pacientes. A menudo establecen el diagnóstico tras una consulta de diez o quince minutos, y los pacientes se van a casa sabiendo que tendrán que tomar algún fármaco durante el resto de su vida para corregir un «desequilibrio químico» en su cerebro. Con gran frecuencia, también, se les explica que su caso es como el de un diabético que debe tomar insulina. Si eso fuera cierto, el número de enfermos mentales se hubiera reducido tras la aparición de los antipsicóticos y los antidepresivos, y no obstante el número de pacientes diagnosticados de enfermedades mentales y el de personas con pensiones por discapacidad no ha hecho más que aumentar. Lo peor de todo es que esto también ha afectado a los niños. En 1987, poco antes de que los ISRS salieran al mercado, eran muy pocos los casos de menores con trastornos mentales en Estados Unidos; veinte años después, sin embargo, la cifra supera los 500.000, lo que supone que los diagnósticos en menores se han multiplicado por 35. Los estudios realizados por la OMS han demostrado que a los pacientes les va muchísimo mejor en los países en que se recetan menos psicofármacos. Este es el caso de países subdesarrollados, en los cuales solo el 16% de los enfermos de esquizofrenia están en tratamiento regular con antipsicóticos, porcentaje que contrasta con el 61% de los países más desarrollados. Estos resultados positivos también se han confirmado en Finlandia, país en que se ha restringido el uso de este tipo de fármacos, por lo que actualmente solo el 20% de los pacientes con esquizofrenia toman antipsicóticos, y dos de cada tres enfermos mentales no los han tomado nunca. En Estados Unidos, los investigadores que han obtenido resultados similares han visto cómo el financiamiento ofrecido por su Instituto Nacional de Salud Mental se reducía al mínimo. Parece que estos resultados no fueron acogidos con especial alegría por los psiquiatras más influyentes. La historia del desequilibrio químico que se cuenta en referencia a los psicofármacos, e incluso para las benzodiazepinas (un tipo de somnífero), es una grandísima mentira. Nunca se ha documentado que alguna de las grandes enfermedades psiquiátricas sea causada por un defecto bioquímico, y no existe ninguna prueba biológica que pueda determinar si alguien padece un trastorno mental en particular.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 384
 
 
A modo de ejemplo, la idea de que los enfermos de depresión tienen escasez de serotonina ya ha sido rebatida de manera convincente. De hecho, algunos de los fármacos que disminuyen los valores de serotonina también son efectivos para la depresión, como es el caso de la tianeptina, y la Agencia Irlandesa del Medicamento prohibió a GlaxoSmithKline afirmar que la paroxetina corrige dicho desequilibrio químico. Existen muchos otros datos que refutan el falso desequilibrio químico, como por ejemplo que el fármaco tarda semanas en hacer efecto.
 
Los psicofármacos no corrigen ningún desequilibrio químico. Al contrario, lo provocan. Es por eso que resulta tan difícil dejar de tomarlos. Si se toman durante más de unas semanas, estos fármacos crean la enfermedad que en principio tenían que combatir. Hemos convertido la esquizofrenia, el TDAH y la depresión (que en el pasado eran enfermedades que remitían espontáneamente) en trastornos crónicos por culpa de los fármacos que tomamos.
 
Podemos experimentar síntomas horribles al tratar de dejar el tratamiento, síntomas que pueden ser similares a la enfermedad, y otros que nunca habíamos sufrido antes. Es algo realmente terrible que casi todos los psiquiatras —y por lo tanto también sus pacientes— interpreten esto como una señal de que el tratamiento es aún necesario. Y normalmente no lo es. Lo que pasa es que se han convertido en dependientes del fármaco, igual que un drogadicto tiene dependencia de la heroína o de la cocaína. Y debido a que los fármacos para el TDAH y los ISRS tienen efectos anfetamínicos, deberíamos considerarlos como drogas con receta y tomarlos lo menos posible.
 
La mayoría de pacientes psiquiátricos estarían mejor sin tomarlos, y los que precisan tratamiento a menudo solo deberían tomarlos durante un período de tiempo breve o de manera intermitente. Los psiquiatras, además, deberían tener presente que los especialistas de otras ramas serían muy reticentes a ofrecer tratamientos sintomáticos a largo plazo sin conocer exactamente lo que hay detrás de esos síntomas, como por ejemplo si un enfermo tiene náuseas o migrañas. No obstante, hace falta una gran determinación, así como grandes dosis de tiempo y de paciencia y un período de disminución del tratamiento progresivo para minimizar los síntomas de abstinencia de los pacientes. Si alguien ha estado tomando un fármaco durante años, el período de abstinencia puede ser superior incluso a un año. Por este motivo muchos psiquiatras prefieren que sus pacientes estén en tratamiento de por vida, algo desastroso por varias razones: los pacientes se estancan en el papel de pacientes, y los fármacos acaban por cambiar su personalidad hasta el punto de hacer que sean incapaces de afrontar los cambios vitales, además de que es muy probable que no solo los antipsicóticos, sino también otros muchos fármacos, causen daños cerebrales y cambios de personalidad permanentes, como por ejemplo discinesia tardía, deterioro cognitivo y embotamiento emocional.
 
Se ha demostrado que los daños cerebrales ocurren a un nivel receptor, y eso no tiene nada de raro, ya que así es como funciona el cerebro. El hachís, el LSD y otras sustancias activas cerebrales también pueden provocar daños cerebrales permanentes y psicosis.
 
El hecho de que los psicofármacos a largo plazo creen las enfermedades que paliaban a corto plazo ha sido objeto de debate durante los últimos treinta o cuarenta años, y por evidentes que fueran las pruebas al respecto, los principales psiquiatras se han encargado sistemáticamente de barrer la cuestión hasta debajo de la alfombra tan rápido como les ha sido posible. Simplemente les resulta demasiado doloroso y complicado de aceptar. Después de dejar atrás el psicoanálisis —un método sin ninguna base científica, hasta el punto de que Sigmund Freud proclamó que todos somos homosexuales, y aquel de nosotros que piense lo contrario es que es un homosexual latente—, los psiquiatras ahora parecen haber acogido la psiquiatría biológica para que parezca que su especialidad es tan científica como la medicina interna, cuando no lo es.
 
Resulta muy perjudicial perturbar las funciones cognitivas normales con drogas, sean estas legales o ilegales. Los psicofármacos pueden llevar a la violencia, incluso al asesinato. Un análisis de los episodios adversos de los fármacos entre 2004 y 2008 presentado a la FDA identificó 1.937 casos de violencia, de los cuales 387 fueron homicidios. Los casos de violencia han sido muy habituales especialmente en psicofármacos como los antidepresivos, los hipnóticos o sedantes, los fármacos para el TDAH y los fármacos de deshabituación tabáquica que también afectan a las funciones cerebrales. Se sospecha que los antidepresivos tienen un efecto causal en los tiroteos, y cuando se descubrieron restos de estos fármacos en la sangre de uno de los chicos que perpetraron el tiroteo de Columbine, la American Psychiatric Association refutó inmediatamente la idea de que existiera una relación causal entre ambos hechos, y añadió que las enfermedades mentales mal diagnosticadas o no tratadas tienen un impacto muy perjudicial tanto para quienes las padecen como para sus allegados. Esto es penoso. Pura palabrería publicitaria, y una táctica característica de la industria farmacéutica, eso de culpar a la enfermedad y no al fármaco. Pero es algo que siempre hacen los psiquiatras, especialmente cuando sus pacientes tratan de dejar el tratamiento y padecen los síntomas de abstinencia. Los psicofármacos, incluidos los ISRS, también provocan un aumento del riesgo de sufrir accidentes de tráfico.
 
En Estados Unidos se receta un medicamento llamado Nuvigil (armodafinilo) que, como su nombre indica, te mantiene en estado de vigilia, y está aprobado para su uso en los casos de trastornos del sueño por turno de trabajo. No me lo estoy inventado, realmente existe. Ahora resulta que la gente que se siente agotada después de trabajar en los turnos de noche tiene un trastorno mental. Como muchos otros psicofármacos, Nuvigil tiene efectos similares a los de las anfetaminas y la cocaína, así que se trata otra vez de una droga con receta. Y como siempre, este producto puede matarnos: puede provocar un sarpullido mortal (el síndrome de Stevens-Johnson), un fallo multiorgánico letal, manía, delirios, alucinosis y tendencias suicidas, hospitalizaciones y mucho, mucho más. Creo que prefiero seguir tomando café, resulta mucho menos peligroso.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 385
 
 
La manera más efectiva de volvernos locos a todos es mediante el cribado de trastornos mentales.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 389
 
 
La ciencia relativa al cribado de la depresión es de una calidad extremadamente baja. Por ejemplo, solo en el 5% de los estudios destinados a evaluar los falsos positivos y negativos de los resultados de estos cribados se excluyó a las personas que ya habían sido diagnosticadas de depresión con anterioridad. Es un fallo imperdonable. Si queremos determinar la eficacia de los ultrasonidos para detectar un cáncer de estómago en pacientes aparentemente sanos, no se nos ocurriría estudiar a los que ya han sido diagnosticados de cáncer por medio de ultrasonidos, precisamente la técnica que escogemos como objeto del estudio. A pesar de que los autores de la revisión Cochrane sobre el cribado para la depresión, tras haber analizado doce ensayos con más de 6.000 participantes, recomendaron con firmeza que no se utilizara este método, las autoridades danesas, después de haber leído el informe Cochrane al respecto, decidieron recomendar este método para diversos —y muy poco definidos— grupos de riesgo. Las pruebas que debían emplearse habían sido recomendadas por la OMS, pero resulta espantoso que por cada 100.000 personas cribadas hubiera 36.000 casos de falsos positivos. Muchas de estas 36.000 personas acabaron siendo tratadas con ISRS. Los psiquiatras ya han creado numerosas enfermedades terribles por culpa de sus diagnósticos, pero la verdad es que cada vez que explico lo perjudicial que resulta un cribado, se hacen el sueco. ¿Cuál es su problema? ¿Por qué no se basan en pruebas? Si tuviera la oportunidad de crear un nuevo trastorno, sin duda este se llamaría TNOHM: trastorno de negación obsesiva de hechos molestos. Es algo muy habitual entre las comunidades médicas, políticas y directivas, y parece que no tiene cura. Es curioso ver que los rectores y decanos de las universidades aceptan sin manías lujosos regalos de la industria farmacéutica a la vez que aprueban políticas en contra de los conflictos de intereses entre sus facultades y los patrocinadores comerciales.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 389
 
 
No creo que el fraude y las mentiras en el ámbito de la investigación y del marketing, o la corrupción de los médicos y la falta de reguladores farmacéuticos, sean peores que las conocidas como píldoras de la felicidad. Las mentiras acerca de ellas empiezan ya con su nombre. El término «inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina» (ISRS) fue inventado por SmithKline Beecham, empresa que en 2000 se convirtió en GlaxoSmithKline. Por desgracia, es el nombre científico por el que se conoce a este tipo de fármacos, a pesar de que no hay nada selectivo en ellos. Tampoco tienen nada de específicos. La mayoría de las sustancias que tienen un efecto en el cerebro, incluyendo el alcohol, tienen un más que probable efecto en la depresión, similar al de los ISRS. El alprazolam (una antigua benzodiazepina), por ejemplo, es mejor que el placebo y tiene una efectividad similar a la de los antidepresivos tricíclicos, a pesar de que estos son mejores que los ISRS. Hasta el año 2003, los reguladores farmacéuticos británicos divulgaron, por medio de prospectos informativos, el mito de que la falta de serotonina era la causa de la depresión. Desconocemos por qué los ISRS tienen los efectos que tienen, y la verdad es que no contienen precisamente grandes dosis de felicidad en su interior. Su efecto más conocido es que causan problemas sexuales. Un científico de la FDA descubrió que las farmacéuticas habían ocultado los problemas sexuales que provocaban los ISRS culpando a los pacientes y no al fármaco; por ejemplo, la anorgasmia femenina se había rebautizado como «trastorno genital femenino». Las farmacéuticas afirmaron que solo el 5% de los pacientes tenían trastornos sexuales, un porcentaje diez veces menor al real. En un ensayo destinado a analizar este asunto, los problemas sexuales afectaban al 59% de un total de 1.022 pacientes, todos ellos con actividad sexual normal antes de empezar a tomar antidepresivos. Entre los síntomas se incluyen la disminución de la libido, el orgasmo y la eyaculación tardíos o nulos y la disfunción eréctil, todos ellos en un índice elevado, y con una tolerancia baja en el 40% de los pacientes. Algunos de ellos bostezaban durante el orgasmo, algo que no ayuda precisamente a la hora de realizar el acto sexual. Si este problema ha pasado inadvertido se debe a que es muy probable que los pacientes no hablen de ello en las consultas médicas. Visto lo visto, estos fármacos deberían haber sido publicitados como excelentes aniquiladores de nuestra actividad sexual. Aunque, claro, eso no habría influido muy positivamente a las ventas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 218
 
 
Durante la década de los noventa, mientras juraban y perjuraban que el Prozac no provocaba un aumento del riesgo de suicidios o violencia, Lilly se dedicaba discretamente a firmar acuerdos extrajudiciales por las demandas presentadas, manteniendo a la vez las pruebas incriminatorias en secreto por medio de órdenes judiciales para blindar los documentos. Es decir, lo mismo que hizo con otro de sus fármacos estrella, el antipsicótico Zyprexa (olanzapina), hasta que una partida de esos documentos acabó siendo filtrada a la prensa.
 
Los documentos internos de Lilly revelan una larga y exitosa batalla contra la idea de que el Prozac puede inducir a la violencia o el suicidio, y parecen indicar que Lilly contaba con una estrategia detallada para culpar a la enfermedad y no al fármaco, postura que algunos de sus científicos no compartían. Ciertas maniobras de la farmacéutica no parecen muy legales; por ejemplo, en un estudio de farmacovigilancia sobre el Prozac se excluyeron 76 de los 97 casos de suicidio antes de que llegara a las manos de la FDA.
 
En 1997, el Prozac era el quinto fármaco más recetado en Estados Unidos. A su vez, también se convirtió en el fármaco más criticado, y se registraron centenares de suicidios relacionados con él. En relación con las demandas presentadas, David Healy encontró borradores preliminares de las instrucciones de uso del Prozac en que se decía que podía provocar psicosis en los pacientes más susceptibles a los antidepresivos. Al parecer, en 1978 Lilly ya era conocedora del hecho de que el Prozac podía provocar en cierta gente un estado de agitación extraño capaz de generar una imperiosa necesidad de suicidarse o matar. La advertencia sobre la inducción de comportamientos psicóticos fue eliminada de las instrucciones de uso finales en Estados Unidos, mientras que la Agencia Alemana del Medicamento exigió que se mantuviera. Pasados dos años, la FDA había recibido más de 2.000 informes acerca de suicidios asociados con la toma de Prozac. Una cuarta parte de ellos describían específicamente estados de agitación y acatisia. Como siempre, la FDA protegió al fármaco en lugar de a los pacientes al afirmar que no habría permitido que se incluyera una advertencia acerca de la acatisia o el suicidio en el prospecto: ¡esto hubiera sido un error de etiquetaje! La EMA anunció en 2006 que tanto los padres como los médicos deberían poner especial atención a los menores tratados con fluoxetina y controlar que no experimentaran tendencias suicidas. Vaya, otro parche provisional, una falsa medida de emergencia. Los menores seguirán suicidándose sean cuales sean las advertencias. La fluoxetina no debería haber sido nunca aprobada para el tratamiento de menores; de hecho, no se debería haber aprobado para el tratamiento de nadie ni de nada, ni siquiera para los perros. Y es que los ISRS se usan a menudo para calmar la ansiedad de separación de los perros, es decir, cuando estos aúllan en exceso porque su dueño no está en casa.
 
Lilly también ocultó los casos de suicidio a la mirada pública. En 2004 se encontró el cuerpo de una estudiante de diecinueve años colgando de una bufanda atada al soporte de la ducha en un laboratorio de Indianápolis propiedad de Lilly. La chica se había inscrito como participante en un estudio clínico por su perfil de chica sana, con el fin de obtener dinero para pagar sus estudios universitarios después de haber pasado por diversas pruebas médicas en busca de depresión o tendencias suicidas. En ese caso, la chica no había tomado Prozac, sino otro ISRS, la duloxetina (Cymbalta), que Lilly quería producir con el nombre de Yentreve para la incontinencia urinaria provocada por estrés. Pero en cuanto los investigadores y la prensa empezaron a hacer preguntas acerca de la duloxetina, la FDA no consultó su base de datos ni hizo públicos los datos. En lugar de eso, simplemente guardó silencio, y justificó su actitud con este fundamento legal:
 
Los datos de algunos ensayos clínicos tienen la consideración de secretoscomerciales o de información comercial protegida.
 
Es indignante que los reguladores farmacéuticos antepongan de manera tan descarada los beneficios económicos a las vidas humanas. Los datos de los ensayos clínicos no son secretos comerciales, y por lo tanto la FDA debe cambiar de actitud y actualizar sus criterios a los de la EMA. Jeanne Lenzer, periodista del BMJ, presentó diversas solicitudes amparadas en la Ley de Libertad de Información para obtener los datos sobre la seguridad de Cymbalta y Yentreve, gracias a lo cual obtuvo los datos registrados, entre los que se incluían 41 muertes y 13 suicidios entre los pacientes que tomaban Cymbalta. En la base de datos, sin embargo, no había rastro de la joven estudiante ni de por lo menos otros cuatro estudiantes voluntarios que se habían suicidado mientras eran tratados para la depresión con Cymbalta.
 
Lilly reconoció que había ocultado al menos dos de esas muertes, y fuentes anónimas dijeron a la periodista que la duloxetina provocaba tendencias suicidas en los pacientes que no sufrían depresión, pero tomaban el fármaco para la incontinencia urinaria. Lenzer no pudo tener acceso a esos datos, porque la FDA no está autorizada a publicar datos de los estudios realizados para fármacos que finalmente no son aprobados. Y la aprobación del Yentreve fue rechazada. Esta dicotomía es absurda, ya que tanto el Yentreve como el Cymbalta comparten el mismo producto químico activo. La sociedad estadounidense debe cambiar su legislación para ponerla al servicio de sus ciudadanos.
 
Sin embargo, la FDA declaró posteriormente que los datos de los ensayos realizados para la incontinencia urinaria por estrés habían demostrado que las mujeres de mediana edad que tomaban duloxetina tenían un nivel de intentos de suicidio de 400 por cada 100.000 personas al año, un porcentaje que dobla con creces la media del de las mujeres de la misma edad, que ronda los 160 por cada 100.000 personas al año. Lo que esto parece indicar es que los ISRS no solo son peligrosos para los menores, sino también para los adultos (véase el siguiente capítulo).
 
Pero aún hay otro asunto del que tenemos que tomar nota en este triste suceso. A los voluntarios (como la chica universitaria que se suicidó) se les explica que, aunque ellos no experimenten ningún beneficio personal al tomar un nuevo fármaco, los avances en el conocimiento científico que se obtienen del ensayo supondrán un beneficio para la sociedad. En lugar de eso, a los participantes voluntarios se les debería explicar la verdad: que su experiencia servirá para que la sociedad mejore únicamente si los resultados son buenos para la farmacéutica. Resulta increíble y profundamente ofensivo que puedan morir voluntarios sanos y que solo lo sepa la farmacéutica.
 
Cuando Lenzer preguntó a Lilly acerca del Prozac a raíz de la aparición de los documentos internos de la empresa, Lilly le hizo llegar el siguiente comunicado: «Prozac ha contribuido a mejorar de manera importante la vida de millones de personas. El Prozac es uno de los fármacos más estudiados de toda la historia de la medicina, y ha sido recetado a más de cincuenta millones de personas en todo el mundo».
 
Cuando las farmacéuticas topan con problemas, siempre tratan de escurrir el bulto con grandes cifras. El Prozac no ha contribuido a mejorar de manera importante la vida de millones de personas. En los ensayos aleatorizados había el mismo número de pacientes que abandonaban el tratamiento en el grupo de ISRS y en el grupo placebo, lo que sugiere que, teniendo en cuenta los beneficios y los daños de manera conjunta, los ISRS no tienen mucho sentido. Un estudio realizado entre 2003 y 2007 con 7.525 pacientes que empezaron el tratamiento con antidepresivos (dos tercios de los cuales tomaron ISRS) mostró que, tras solo dos meses, la mitad de los participantes habían dejado de tomar el fármaco. Los cincuenta millones de personas que lo toman nos indica precisamente que hay millones de personas que sufrieron daños por tomar el fármaco, y que muchos de ellos se han vuelto adictos a él y no pueden dejarlo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 399
 
 
Sería mucho mejor recomendar a la gente que hiciera ejercicio físico y dejase de tomar tantas pastillas. Existen pocos estudios comparativos de los efectos de los ISRS y el ejercicio físico, pero todos ellos son muy interesantes. En un ensayo de cuatro meses con 156 enfermos de depresión grave, el efecto era similar para los participantes aleatorizados que realizaron ejercicio y los que tomaron sertralina (Zoloft); pero pasados seis meses, solo el 30% de los participantes en el grupo del ejercicio físico seguían deprimidos, en comparación con el 52% de participantes del grupo de la sertralina y el 55 % de participantes en el grupo que combinaba el ejercicio con la sertralina. Las diferencias eran evidentes, a pesar del bajo contraste en el tratamiento: el 64% de los pacientes en el grupo del ejercicio y el 66% del grupo de combinación afirmaron que seguían haciendo ejercicio; pero el 48% de los que formaban el grupo de la sertralina declararon haber empezado un programa de ejercicio físico. Una revisión Cochrane sobre el ejercicio físico descubrió que existía un efecto en la depresión muy similar al otorgado a los ISRS.
 
Un ensayo aleatorizado de veinticuatro semanas de duración y realizado con 375 enfermos de fobia social permitió descubrir que existía un efecto similar en el grupo de exposición gradual a los síntomas de temor que al grupo de la sertralina, pero tras seis meses de seguimiento el grupo de exposición siguió experimentando mejoría, algo que no ocurrió en el grupo de pacientes tratados con sertralina. La fobia social era un trastorno muy poco frecuente hasta que las farmacéuticas se hicieron con él y lo rebautizaron como trastorno de ansiedad social. Con la ayuda de las empresas de relaciones públicas más importantes, y los psiquiatras y asociaciones de enfermos a su disposición, las ventas aumentaron de manera espectacular. El número de pacientes aumentó asimismo del 2 al 13% (es decir, uno de cada ocho personas) gracias a los ridículos criterios propuestos por el DSM, que cada vez eran menos restrictivos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 405
 
 
SmithKline Beecham, la que después se convirtió en GlaxoSmithKline, empezó a promocionar la paroxetina (Paxil o Seroxat) allá por 1992, y durante los siguientes diez años afirmó que el fármaco no era adictivo, algo que es absolutamente falso.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 406
 
 
En 1880, el Gobierno británico no creía que el uso de opio en la India pudiera suponer «ningún tipo de consecuencia nociva». En la década de 1930, cuatro de cada diez recetas contenían bromuro, y no se quería reconocer el problema de la intoxicación crónica, de la misma manera que —también en esa época— se ignoraba a los médicos que apuntaron que los barbitúricos creaban adicción. Tuvieron que pasar nada menos que cuarenta años para que el problema de la adicción fuera finalmente reconocido por el Departamento de Salud del Reino Unido y cuando ya era evidente que el motivo por el cual la gente seguía tomando barbitúricos de manera indefinida no era porque estuvieran enfermos, sino porque no podían poner punto y final a su gran sufrimiento. En 1995, en Estados Unidos se fabricaba tal cantidad de barbitúricos que se estima que el 7% de la población se tomaba una píldora cada día.
 
En la década de los sesenta, los médicos creían que las benzodiazepinas eran inofensivas, por eso las recetaban para prácticamente cualquier dolencia. En el punto álgido de su uso, las ventas eran equivalentes a que el 10% de la población danesa las tomara, algo extraordinario debido a que sus efectos desaparecen al cabo de unas semanas porque se genera tolerancia al fármaco y porque son altamente adictivas y provocan un gran número de daños. Los ensayos son sesgados, pero lo que nos permiten observar es que si se toman como somníferos —cuando aún tienen efecto, es decir, antes de que generen tolerancia— se produce un aumento del tiempo del sueño de quince minutos en los ancianos que padecen insomnio, pero a la vez se multiplican por cinco los pacientes que presentan accidentes cerebrales, por tres los problemas psicomotrices y por cuatro los casos de fatiga durante el día. Los pacientes que toman estos fármacos tienen también un riesgo elevado de sufrir caídas y accidentes de tráfico; un estudio descubrió, además, que las benzodiazepinas hacen aumentar asimismo el riesgo de demencia en cerca de un 50%. ¿Por qué motivo se tomaría un anciano un fármaco tan peligroso como este para conciliar el sueño, en lugar de leer un rato cada noche e inducir el sueño de manera natural?
 
Las farmacéuticas han negado durante décadas que las benzodiazepinas causen dependencia, y hasta ahora han conseguido salirse con la suya. Aunque los casos de dependencia grave al fármaco se empezaron a documentar en 1961, no fueron aceptados generalmente hasta dos décadas más tarde. En 1980, los reguladores farmacéuticos del Reino Unido, basándose en los informes de episodios adversos presentados a su agencia, concluyeron que, entre 1960 y 1977, únicamente hubo 28 casos de personas que desarrollaran dependencia a las benzodiazepinas. Todo el mundo sabe que lo más probable es que el número real de casos ronde los 500.000, es decir, ¡20.000 veces más que la cifra oficial!
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 409
 
 
Tal como sucedió en la década de los sesenta con las benzodiazepinas, las farmacéuticas —en colaboración con los psiquiatras más influyentes y con los reguladores dispuestos a no ver lo evidente— han engañado a millones de pacientes para que tomen un fármaco que la mayoría de ellos ni siquiera necesitan. Y cuando la gente presenta abstinencia de benzodiazepinas o de ISRS, la táctica empresarial es siempre la misma: culpar a la enfermedad, nunca al fármaco. Todas las farmacéuticas negaron enfáticamente que sus ISRS causaran dependencia, y eso que en sus estudios no publicados se descubrió que incluso los participantes sanos desarrollaban dependencia tras solo unas cuantas semanas de tratamiento.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 412
 
 
Es sorprendente que las farmacéuticas hayan conseguido hacer creer a todo el mundo sus mentiras y engaños, y más sorprendente aún me parece que incluso los psiquiatras les crean. Los ISRS reducen el número de receptores de serotonina en el cerebro. por lo que cuando se deja de tomar el fármaco de forma repentina, los pacientes se sentirán mal; de hecho, experimentarán la misma sensación que los alcohólicos o los fumadores cuando no tienen alcohol o cigarrillos a su alcance. Por eso, sean cuales sean los síntomas, no pueden interpretarlos como una prueba de que la persona sigue deprimida y que necesita seguir con el tratamiento. La peor argumentación que he oído nunca, no obstante, es la de quienes afirman que los pacientes no son dependientes simplemente porque no les apetece aumentar las dosis que toman. Si esto fuera cierto, los fumadores no serían adictos a la nicotina por el simple hecho de no aumentar cada vez el número de cigarrillos que fuman. Resulta casi imposible de creer la cantidad de burradas que los profesores de psiquiatría me han dicho con el único objetivo de proteger el nivel de autoengaño presente en su especialidad.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 413
 
 
El verdadero riesgo de volver a caer en la depresión una vez la has superado es realmente pequeño. No podemos medir dicho riesgo en las personas que siguen tomando ISRS, ya que el equilibrio normal de su cerebro ya ha sido alterado. Sin embargo, resulta evidente que la mayoría de los síntomas que tienen lugar inmediatamente después de abandonar repentinamente el tratamiento con ISRS no son síntomas de depresión, sino de abstinencia.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 413
 
 
En la actualidad, nuestra sociedad está tan medicada como lo estaba hace cincuenta años. El descenso de más del 50% en el uso de benzodiazepinas se ha visto compensado por un aumento similar del uso de los ISRS. Los ISRS se recetan para la mayoría de las dolencias para las que se prescribían benzodiazepinas, por lo que me parece sospechoso que de golpe los psiquiatras reconozcan sus errores y afirmen que muchos casos diagnosticados como ansiedad —en la época en que era habitual y bien visto recetar benzodiazepinas— resulte ahora que se trata de casos de depresión, por lo que pueden recetar ISRS a esos mismos pacientes. El cambio en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, que pasó de las benzodiazepinas a los ISRS, se ha producido a pesar de que no existen pruebas que lo justifiquen.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 414
 
 
Los revisores de la FDA y los investigadores independientes han descubierto que las grandes farmacéuticas llevan mucho tiempo ocultando los casos de pacientes que han pensado en quitarse la vida o que lo han hecho y clasificándolos simplemente como «propensión emocional». No obstante, los altos cargos de la FDA han mantenido siempre en secreto esta información.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 423
 
 
Resulta apabullantemente claro que los suicidios, las tendencias suicidas y la violencia provocados por los ISRS están terriblemente infravalorados, y también conocemos los motivos de que esto sea así. El primer motivo, el fraude descarado. El segundo, el hecho de que muchos casos de suicidio se hayan clasificado de manera errónea. El tercero, que la industria farmacéutica ha hecho lo posible para sesgar los resultados de sus ensayos gracias a que seleccionaron participantes con un riesgo muy bajo de cometer suicidio. El cuarto, que las farmacéuticas instan a los investigadores a usar benzodiazepinas en los ensayos clínicos, lo que suaviza algunas de las reacciones violentas. El quinto, que algunos ensayos tienen períodos de rodaje con el fármaco activo, y los pacientes intolerantes a dicho fármaco no son aleatorizados, algo que roza la mala praxis, ya que minimiza de manera artificial los casos de tendencias suicidas. El sexto, y quizás el peor de los sesgos, es que los hechos que tienen lugar poco después de finalizar el tratamiento activo (si por ejemplo los participantes se encuentran muy mal) podrían ser casos suicidas provocados por el fármaco pero que a menudo no se registran como tales. Y el séptimo, el hecho de que muchos de los ensayos se guardan con llave en los archivos de las farmacéuticas, y estos son siempre los que ofrecen resultados no tan positivos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 428
 
 
Los ISRS muy probablemente provocan un aumento del riesgo de suicidio en pacientes de todas las edades. Es decir: estos fármacos son enormemente perjudiciales.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 429
 
 
Nunca se ha demostrado que los ISRS provoquen una disminución del riesgo de suicidio. De hecho, al parecer lo que hacen es aumentar ese riesgo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 434
 
 
El Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció, en 2010, que Forest se había declarado culpable de los delitos de obstrucción a la justicia y de promoción ilegal del citalopram (Celexa) y escitalopram (Lexapro) para su uso en niños y adolescentes con depresión. Forest llegó a un acuerdo por el que tuvo que pagar más de 313 millones de dólares en concepto de responsabilidad civil y penal por esos delitos, además de tener que enfrentarse a varias demandas presentadas por las familias de los menores que, debido a esos fármacos, se suicidaron o intentaron suicidarse. También se acusó a la farmacéutica de realizar ensayos promocionales en los que el objetivo primordial era aumentar el uso de esos fármacos. A raíz de eso, dos denunciantes recibieron cerca de catorce millones de dólares y Forest tuvo que firmar un Acuerdo de Integridad Corporativa. Solo seis años antes, uno de sus directivos declaró ante el Congreso estadounidense que su farmacéutica actuaba siempre dentro de la legalidad y que nunca había promocionado el uso de Celexa y Lexapro en menores. Justo lo contrario de lo que realmente hacían.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 437
 
 
Los antipsicóticos son muy peligrosos, y solo deberían recetarse si existe una razón de peso; además, es preferible que se tomen durante un breve período de tiempo y en una dosis baja, debido a que pueden provocar daños cerebrales permanentes de gravedad. Como ya he explicado, incluso buena parte de los enfermos de esquizofrenia han de evitar tomarlos, lo que se traduce en resultados a largo plazo mejores tanto a nivel psicológico como económico.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 441
 
 
Los antipsicóticos son muy peligrosos, y solo deberían recetarse si existe una razón de peso; además, es preferible que se tomen durante un breve período de tiempo y en una dosis baja, debido a que pueden provocar daños cerebrales permanentes de gravedad. Como ya he explicado, incluso buena parte de los enfermos de esquizofrenia han de evitar tomarlos, lo que se traduce en resultados a largo plazo mejores tanto a nivel psicológico como económico. Los antipsicóticos provocan un aumento importante del riesgo de muerte por suicidio, arritmias cardíacas, diabetes y aumento de peso exagerado.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 441
 
 
Las farmacéuticas han provocado ya graves daños en todo el mundo al promocionar ilegalmente los antipsicóticos para indicaciones no aprobadas. Pero no solo han aumentado los usos no aprobados. Su uso legal también ha aumentado: entre 1993 y 1998, su consumo en menores se multiplicó por ocho, y entre 2005 y 2009 el número de adultos que los tomaban
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 441
 
 
El tratamiento con antipsicóticos es el más extendido para las personas con trastorno bipolar (principalmente iatrógeno), causado a menudo por los ISRS y los fármacos para el TDAH, aunque con frecuencia también se prescriben para la depresión cuando los antidepresivos no han dado resultado. Hoy en día es muy habitual leer por doquier anuncios sobre el tratamiento combinado para la depresión (AstraZeneca es una de las que más lo promocionan), e incluso existen preparados que combinan dos fármacos en la misma pastilla: es el caso, por ejemplo, del Symbyax de Lilly, un combinado de Prozac (fluoxetina) y Zyprexa (olanzapina), dos de los fármacos más peligrosos que existen.
 
Como ocurre con los ISRS, hay multitud de ensayos fraudulentos que recomiendan los antipsicóticos para casi cualquier dolencia. En 2011, AstraZeneca quiso poner en marcha un ensayo para determinar si la quetiapina era eficaz en la prevención de la psicosis en adolescentes de quince años «con riesgo» de desarrollar este trastorno, pero tuvo que abandonar la idea ante las acusaciones de que se trataba de una práctica poco ética. No existe nada a lo que agarrarse para alegar que la quetiapina evite trastornos psicóticos; de hecho, lo que sí sabemos es que puede causarlos a largo plazo; además, es importante recordar que la gran mayoría de personas «con riesgo» de desarrollar psicosis ni siquiera van a hacerlo a lo largo de su vida.
 
Un metaanálisis de 150 ensayos (y con 21.553 participantes) realizado en 2009 demostró que los psiquiatras llevan dos décadas engañados, las farmacéuticas se inventaron términos pegadizos, pero completamente fraudulentos, como «antipsicóticos de segunda generación» o «antipsicóticos atípicos» que no tienen sentido alguno, pues ninguno de ellos aporta nada novedoso. Además, es un error dividirlos en dos grupos por la heterogeneidad presente en todos ellos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 442
 
 
En 2007 Lilly seguía empeñada en defender que «numerosos ensayos […] no han determinado que Zyprexa cause diabetes», olvidando al parecer que tanto Zyprexa como otros medicamentos similares incluyen desde 2003 una advertencia de la FDA en sus prospectos, donde se dice que se han notificado casos de hiperglucemia. Los ensayos realizados por la propia Lilly mostraron que el 30% de los pacientes que tomaban Zyprexa aumentaban al menos 10 kg de peso tras un año de tratamiento, y tanto los psiquiatras como los endocrinos han dicho que hay muchos más pacientes que se convierten en diabéticos con este fármaco que con cualquier otro. Zyprexa es, seguramente, uno de los antipsicóticos más perniciosos que existen. Cuando, en 2001, el antidepresivo estrella de Lilly, el Prozac, estaba a punto de quedar libre de patente y los directivos se mostraban desesperados por encontrar la manera de engatusar a la gente para que tomara Zyprexa también para los trastornos de humor, decidió dejar de llamarlo antipsicótico y lo rebautizó como estabilizador del estado de ánimo. A pesar de que no estabiliza el estado de ánimo y de que suponía un auténtico reto hacer creer a los médicos de cabecera que los antipsicóticos no provocaban daño alguno a sus pacientes, Lilly estaba decidida a «cambiar su paradigma». Los documentos internos hablan por sí solos. En psiquiatría, el hecho de que se escoja un fármaco u otro tiene relativamente poca importancia, ya que la mayoría de ellos pueden recetarse para casi todos los trastornos; lo cierto es que los psiquiatras son fáciles de manipular, incluso en un aspecto como el de definir y bautizar nuevas dolencias.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 446
 
 
Sin embargo, la pregunta es: ¿cuántas víctimas mortales se ha cobrado Lilly con Zyprexa? Vamos a hacer cálculos aproximados: en 2007 supimos que más de veinte millones de personas habían tomado Zyprexa. Un metaanálisis de los ensayos aleatorizados de la olanzapina y otros fármacos similares recetados a enfermos de alzhéimer y demencia dio como resultado que el 3,5% de los participantes fallecieron en el grupo del fármaco activo, frente al 2,3% en el grupo del placebo (p = 0,02). Por lo tanto, por cada 100 pacientes tratados había una muerte adicional en el grupo del fármaco activo. No es infrecuente que los pacientes de mayor edad sean tratados con diversos medicamentos, y hay que recordar que son más vulnerables a los daños que estos provocan, por lo que su tasa de mortalidad es superior a la de los pacientes más jóvenes. No obstante, los ensayos que se revisaron tenían una duración de entre diez y doce semanas, cuando lo normal es que un paciente esté en tratamiento durante años. Además, las personas de edad más avanzada son quienes representan el porcentaje más elevado de tratamientos con Zyprexa o fármacos similares. Puesto que a menudo no se incluyen las muertes en los ensayos, muy probablemente la tasa de mortalidad real sea bastante superior a la que resulta del metaanálisis. Creo que no me alejo mucho de la realidad si calculo que se produce una muerte por cada 1.000 pacientes. Por lo tanto, deduzco que, de los 20 millones de pacientes que toman Zyprexa, cerca de 200.000 han muerto a causa de sus efectos nocivos. Lo realmente triste es que la mayoría de ellos no deberían haber sido tratados con Zyprexa.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 447
 
 
¿Cómo es posible que permitamos que las farmacéuticas nos mientan tanto, hagan de sus actos delictivos una costumbre y acaben con la vida de cientos de miles de personas? ¿Por qué no hacemos nada para impedirlo? ¿Por qué no metemos a los responsables entre rejas? ¿Alguien puede explicarme el motivo de que haya tanta gente obcecada en denegar a la sociedad el acceso a todos los datos brutos de los ensayos clínicos, o el motivo de que se nieguen a cambiar el sistema y que solo los investigadores que trabajan para el Estado puedan probar los fármacos en pacientes, de manera independiente a la industria farmacéutica?
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 449
 
 
Todos y cada uno de los miembros de nuestra sociedad vivirían mucho mejor si retiráramos del mercado todos los psicofármacos. Es evidente que los médicos no son capaces de recetarlos con suficiente criterio. Es innegable que su disponibilidad hace más mal que bien.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 449
 
 
Hay que tener mucho coraje para ser un denunciante. El sistema sanitario está tan corrompido que los que destapan un delito de las farmacéuticas acaban siendo unos parias. Porque deciden alterar el statu quo lucrativo del que el resto de los implicados se aprovecha para enriquecerse: tanto los empleados y los directivos, como los hospitales, las universidades, los especialistas, las asociaciones médicas e incluso algunos políticos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 450
 
 
La mayoría de los denunciantes que han tenido contacto con la empresa han sido posteriormente objeto de fuertes presiones, en ocasiones incluso de amenazas. Por ejemplo, «aunque descubras algo, la empresa te dará el empujón final hacia el precipicio y logrará convencer a todo el mundo de que tú eras la oveja negra y el único que cometía esos delitos». La agresividad empresarial tiene un alcance mucho mayor: «Me despidieron, pero encontré otro trabajo. Poco después ellos [no se ha revelado el nombre de la empresa] se pusieron en contacto con mis nuevos jefes. Y volvieron a despedirme». Hay muchos puntos en común entre estas prácticas y los crímenes de la mafia. Quienquiera que ponga en peligro los beneficios obtenidos gracias a una actividad delictiva se expone a la violencia; la única diferencia es que la industria farmacéutica ejerce una violencia psicológica y no física, aunque ambas sean igualmente devastadoras. Este tipo de violencia psicológica incluye la intimidación, el miedo, las amenazas de despido o de acciones legales (o el despido y las acciones legales directamente), así como acusaciones infundadas de mala praxis científica y otros métodos de difamación y de destrucción de las carreras de investigación. Son los abogados de las farmacéuticas quienes llevan a cabo estas maniobras, que a menudo cuentan también con los servicios de detectives privados. La responsabilidad de un denunciante es siempre muy estresante, y los casos suelen tardar unos cinco años de media en resolverse. Peter Rost ha explicado cómo les fue a las 233 personas que informaron sobre un caso de fraude: el 90% de ellas fueron despedidas o degradadas a un puesto de menor responsabilidad, el 27% fueron demandadas, el 26% están en tratamiento físico o psicológico, el 25% padecen alcoholismo, otro 17% perdieron su casa, el 15% se divorciaron, el 10% intentaron suicidarse y otro 8% se arruinaron económicamente. Pero, a pesar de ello, solo el 16% afirmaron que no volverían a informar de otro delito en el futuro.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 451
 
 
Los detectives privados tenían un ojo puesto en los médicos más críticos con la talidomida. En cierta ocasión un médico descubrió catorce casos de recién nacidos con anomalías congénitas relacionadas con el fármaco y Grünenthal le amenazó con emprender acciones legales, además de mandar una carta a más de 70.000 médicos alemanes afirmando que la talidomida no presentaba peligro alguno. Pero la verdad es que la farmacéutica (además de datos sobre las anomalías congénitas) tenía en sus manos informes sobre otros 2.000 casos de lesiones graves e irreversibles en el sistema nervioso, que mantuvo siempre en secreto. El médico que alertó sobre los casos de anomalías congénitas sufrió el acoso de Grünenthal durante los siguientes diez años. También está el caso del científico de la FDA que se negó a aprobar la comercialización de la talidomida en Estados Unidos y que fue víctima de acoso y de intimidaciones, aunque en esta ocasión por partida doble: a manos de la farmacéutica y de sus superiores en la agencia. El inmenso poder de las grandes farmacéuticas queda patente en los procesos judiciales de la talidomida: el primero de ellos, en 1965, tuvo lugar en Sódertálje, ciudad que vio nacer la mayor farmacéutica escandinava, Astra. Astra era quien había producido la talidomida, pero al abogado de la acusación le costó muchísimo encontrar expertos dispuestos a declarar en contra de la farmacéutica. En Estados Unidos, la empresa que distribuía la talidomida (a pesar de que la FDA aún no había aprobado su solicitud) contrató a todos y cada uno de los expertos en anomalías congénitas para evitar así que aceptaran declarar a favor de las víctimas. En Alemania, los juicios fueron una auténtica farsa. Los abogados de la farmacéutica alegaron que el daño al feto no iba en contra de la ley, puesto que este no tenía ningún derecho legal. Quizá deberían haber pensado en los niños con malformaciones, o en los millones de personas asesinadas por los nazis por ser consideradas subhumanas e inútiles. Tres años después de que empezara el juicio, Grünenthal amenazó también a los periodistas por la información publicada, y el caso acabó con un acuerdo económico de cifras ridiculamente bajas, cerca de 11.000 dólares por cada bebé con anomalías. De hecho, ni siquiera se llegó a declarar a Grünenthal culpable, ni se le atribuyó ninguna responsabilidad personal, y nadie fue condenado a prisión. En el caso de los juicios en el Reino Unido, el sistema fue digno de una dictadura.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 453
 
 
La inmutabilidad ante los delitos de las farmacéuticas no solo corresponde a la clase política, de la que únicamente podemos excluir a unos pocos políticos estadounidenses valientes. Los directivos de las principales organizaciones también prefieren hacer caso omiso ante las actividades ilegales, por la simple razón de que solo piensan en salvaguardar sus propios intereses. Merck tenía controlados a todos los médicos que habían hecho preguntas incómodas sobre el Vioxx, y llegó a presionar a algunos de ellos por medio de los rectores y jefes de los departamentos universitarios, a menudo dejando entrever la posibilidad de retirarles la financiación. Pasados unos días tras la declaración de Eric Topol ante un jurado federal, en que afirmó que el expresidente de Merck, Raymond Gilmartin, se había puesto en contacto con los miembros del consejo de administración de su hospital para mostrar su enfado ante sus opiniones sobre el Vioxx, Topol fue apartado de sus cargos como rector y jefe de la Facultad de Medicina de Cleveland.
 
Las demandas presentadas contra Merck nos han permitido descubrir los detalles sobre cómo acosaba sistemáticamente a los médicos críticos y trataba de ganarse la confianza de los principales líderes de opinión.. Entre los documentos que se han hecho públicos hay una lista con los nombres y los datos de los médicos críticos y los encargados de acosarles, además de un correo electrónico que dice: «Puede que necesitemos localizarlos y destruirlos allí donde se encuentren». Así, tal cual, como si Merck hubiera decidido acabar con una plaga de ratas. En otros documentos aparece información detallada sobre la capacidad de influencia de cada uno de esos médicos, los planes ideados para acosarlos y sus resultados. Por ejemplo: «NEUTRALIZADO» o «DESACREDITADO». Hay más ejemplos en el anexo 15. Recibir una invitación para una «conferencia de líderes de opinión» es algo parecido a la policía del pensamiento orwelliana, es decir, el cuerpo de policías secretos de Oceanía que aparece en su novela 1984. Por lo visto, Merck tenía problemas tanto si los médicos eran honestos (como ese que solo «quería presentar datos de los productos aprobados, o información proveniente de las revistas con revisores externos») como si eran demasiado deshonestos, de quienes opinaban que «con toda sinceridad, no me gustaría que este tipo de personas hablaran de nuestros productos».
 
Ya he dado muchos ejemplos de cómo se comportan los altos cargos de las agencias del medicamento, de una manera tan deplorable como la de los rectores y jefes de departamentos universitarios. Cuando David Graham, director adjunto de la Oficina de Vigilancia Epidemiológica de la FDA, demostró que el Vioxx incrementa las cardiopatías, su estudio fue retirado en el último momento de la revista The Lancet y para ello Steven Galson, director del Centro de Investigación y Evaluación de Medicamentos de la FDA, no dudó en contar al editor de la revista las alegaciones de mala praxis científica (alegaciones, por cierto, que los supervisores de Graham sabían perfectamente que eran falsas). El estudio finalmente fue publicado, pero cabe mencionar que hasta una semana antes de que Merck retirara el Vioxx del mercado, los altos cargos de la FDA seguían cuestionando los motivos por los cuales Graham decidió estudiar los daños del Vioxx (ya que la agencia no había tenido ningún problema de regulación) e hicieron lo posible para detener su investigación, con el pretexto de que no era más que «ciencia basura».
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 455
 
 
Las amenazas son especialmente peligrosas cuando los científicos detectan daños mortales en fármacos que ya se comercializan y que las farmacéuticas han logrado ocultar por completo. Entonces incluyen turbadoras llamadas telefónicas amenazando a los científicos de que «pueden pasarles cosas horrorosas», así como coches que vigilan sus casas por la noche, el envío de macabros detalles funerarios, o incluso cartas anónimas con fotos de sus hijos saliendo de casa para ir a la escuela. Actos dignos de la mafia.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 459
 
 
Los periodistas críticos con las farmacéuticas corren el riesgo de perderlo todo: familia, amigos, trabajo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 459
 
 
En 2008, uno de mis compañeros, Jens Lundgren, recibió un SMS con una amenaza de muerte durante un congreso internacional sobre el sida en Ciudad de México pocas horas antes de presentar los datos que demostraban que el fármaco estrella de GlaxoSmithKline, el abacavir (con unas ventas de seiscientos millones de libras) doblaba el riesgo de presentar complicaciones cardiovasculares. La presión, sin embargo, ya era muy elevada desde que, cuatro meses antes, publicara los resultados de su estudio en la revista The Lancet, y él mismo ya había declarado que «el peso que ejercen los medios de comunicación afines a GSK sobre nosotros ya era aplastante cuando publicamos nuestro estudio». Los organizadores del congreso también recibieron amenazas, y en cuanto Lundgren concluyó su presentación fue escoltado por ocho guardaespaldas hasta el aeropuerto.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 462
 
 
Es precisamente David Healy quien más ha escrito sobre los escandalosos fraudes que han cometido las grandes farmacéuticas en el campo de la investigación y la promoción de los ISRS. Healy relata que se ha topado con barreras jurídicas impuestas por los editores en al menos diez de sus artículos, incluso —y por irónico que parezca— con la revista Index on Censorship, dedicada a la defensa de la libertad de expresión. Otro médico que había escrito un libro sobre los riesgos de suicidio y de homicidio asociados a los ISRS también tuvo que vérselas con Lilly, que le amenazó con demandarle en cincuenta países diferentes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 467
 
 
REFUTACIÓN DE LOS MITOS DE LA INDUSTRIA
 
Los mitos referentes al objetivo y a las actividades de la industria farmacéutica se repiten tan a menudo que al final tanto los médicos como los políticos, e incluso la sociedad en general, acaban creyéndoselos. Y lo cierto es que suponen uno de los principales escollos para reformular nuestro sistema sanitario y limpiarlo de corrupción. Por eso me he propuesto desmontar las peores creencias falsas con las que convivimos, porque creo que es primordial realizar este ejercicio antes de proponer soluciones para evitarlas.
 
Mito nº 1 Los medicamentos son tan caros por los altos costes de investigación y producción.
 
Los precios de los medicamentos no solo son un reflejo de lo que la sociedad está dispuesta a pagar por ellos, sino también del grado de habilidad de las farmacéuticas a la hora de mantener la competencia a raya. Las actividades contra la competencia están muy extendidas, por lo que la fijación de precios es muy común. A menudo oímos decir que comercializar un nuevo fármaco supone una inversión de 800 millones de dólares (tomando como referencia el valor del dólar en el año 2000), pero esta cifra es falsa. Y digo que es falsa porque se basa en métodos manipulados, en teorías financieras muy discutibles y en la creencia de que la información confidencial que entregan las farmacéuticas a sus asesores económicos es veraz, cuando estos trabajan en universidades financiadas por la propia industria. En realidad, lo más probable es que el coste real no llegue ni a los 100 millones de dólares.
 
Mito nº 2. Si no se recetan los fármacos más caros, la innovación cesará
 
Este mito está muy extendido entre los políticos y los médicos, a pesar de que es totalmente absurdo. ¿Estarían dispuestos esos políticos y médicos a pagar veinte veces más por su coche únicamente porque su vendedor le diga que, de esa manera, en un futuro existirán coches mucho mejores? Según las palabras de Marcia Angelí, exdirectora de la revista New England Journal of Medicine, la industria farmacéutica insiste en actuar sin el control de la sociedad, además de amenazar a nuestro sistema entero. Su mensaje, en resumen, es claro: «No nos pongáis a prueba. Olvidaos de nuestros pingües beneficios. No protestéis contra estos aumentos de precios insostenibles. De lo contrario, os negaremos el acceso a nuestros remedios milagrosos». A menudo la posición de las empresas es clara: «Si no destinamos dinero para la investigación, desapareceremos». Y las farmacéuticas dicen: «Si no destinamos vuestro dinero en investigación, moriréis».
 
Mito nº 3. El ahorro conseguido por un fármaco caro supera su coste
 
La directora del Consejo Nacional de Sanidad danés, durante una reunión con los representantes de la industria farmacéutica en la que se habló de estas medidas, explicó que sentía curiosidad por el hecho de que, fuera cual fuera el precio de un nuevo fármaco, la empresa que lo producía siempre ofrecía análisis farmaeconómicos que demostraban que el ahorro por la reducción de bajas por enfermedad, prejubilación y otras condiciones similares superaba en todos los casos el coste del medicamento. La economía es un campo muy maleable, ya que casi siempre puedes obtener el resultado que desees dependiendo de los supuestos que escojas para analizar los resultados. Cuesta imaginar un conflicto de intereses mayor que el que se da cuando una farmacéutica elabora un análisis farmaeconómico de uno de sus productos, o cuando contrata directamente a un economista para que lo lleve a cabo. Sea como sea, lo increíble es que los resultados siempre son favorables a la farmacéutica.
 
Mito nº 4. Las innovaciones médicas son resultado de la investigación financiada por las farmacéuticas
 
Se dice con frecuencia que ninguno de los fármacos de los que disponemos fue inventado en los antiguos países comunistas del otro lado del Telón de Acero. Pero ¿y qué? No era lo único que iba mal en esos países dictatoriales. Así pues, esta idea es del todo falaz. De hecho, absolutamente toda la ciencia básica que ha permitido que avanzáramos en la medicina moderna se ha desarrollado gracias a las organizaciones sin ánimo de lucro, las universidades, los centros de investigación y los laboratorios públicos. Un informe del Congreso de Estados Unidos, redactado en 2000, apuntaba que «quince de los veintiún medicamentos más importantes aparecidos entre 1965 y 1992 se desarrollaron gracias al conocimiento y a las técnicas de la investigación financiados públicamente». Existen otros estudios que presentan resultados similares, como por ejemplo que al menos el 80% de los 35 fármacos más importantes fueron creados basándose en los descubrimientos científicos de los centros de investigación públicos. El National Cáncer Institute ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de 50 de los 58 nuevos fármacos contra el cáncer que la FDA aprobó entre 1955 y 2001. Por si fuera poco, tres de los descubrimientos más importantes del siglo xx (es decir, la penicilina, la insulina y la vacuna contra la polio) nacieron en laboratorios financiados públicamente. Los NIH estadounidenses realizaron una investigación de los cinco fármacos más vendidos en 1995: el Zantac (ranitidina, para la úlcera), el Zovirax (aciclovir, para el herpes), el Capoten (captopril, para la hipertensión arterial), el Vasotec (enalapril, también para la hipertensión arterial) y el Prozac (fluoxetina, para la depresión). Los resultados indicaban que dieciséis de los diecisiete informes científicos en los que se basó el descubrimiento y el desarrollo de estos fármacos habían sido preparados en centros públicos.
 
Mito nº 5. Las empresas farmacéuticas compiten en un mercado libre
 
Este mito se utiliza, y con buenos resultados, para reducir la dureza legislativa bajo la falsa creencia de que las fuerzas de mercado solucionarán todos los problemas. Es imposible que exista un mercado libre para unos productos que están fuertemente financiados con el dinero de los contribuyentes, y más aún cuando se cometen tantos delitos. Durante mi etapa en la industria farmacéutica me sorprendió ver cómo se fija el precio de un medicamento. Los jefes de ventas creaban el llamado «presupuesto de ventas» a corto plazo, y en mi cabeza no podía evitar preguntarme cómo eran capaces de hacer presupuestos con dinero que no tenían, simplemente que esperaban tener. No obstante, una vez hecho esto, lo esencial es cumplirlo. De no ser así, surgirían las preguntas incómodas y todo el mundo estaría preocupado. Cuando las ventas no van bien, existe una solución muy sencilla: aumentar el precio de un medicamento y acordar con tus competidores que ellos también aumenten sus precios al mismo nivel. Así, todos contentos. Esto es ilegal, pero a la vez es muy complicado de demostrar, por lo que el cóctel está servido: estas maniobras son el pan de cada día.
 
Mito nº 6. La colaboración entre el sector público y el privado es beneficiosa para los pacientes
 
Este es un mito eterno, que lleva años en circulación. De hecho, hace poco, en 2012, fuimos testigos de uno de los ejemplos más descarados de ello. La Association of the British Pharmaceutical Industry (ABPI) publicó unas nuevas directrices para promover la colaboración con los médicos. En ellas se hablaba de los objetivos comunes y se instaba a los profesionales sanitarios a «no caer en la tentación de aceptar los mitos negativos sobre la cooperación con la industria». Estas directrices, respaldadas por muchos (como la British Medical Association, el Royal College of General Practitioners, la Academy of Medical Royal Colleges y el Department of Health del Reino Unido), usaban el logo de la revista The Lancet para dar veracidad a las graves afirmaciones que en ella se vertían, como que «la industria farmacéutica tiene un papel válido y fundamental en la provisión de formación médica» o que «los representantes médicos pueden ser una fuente de recursos muy útil para los profesionales sanitarios». Bajo el título de «Los hechos», estas directrices empezaban con dos declaraciones falsas: «Puede que estemos perdiendo o descartando buenas oportunidades debido a las ideas equivocadas que surgen de unas prácticas del pasado que ya no son aceptables, o de los actos de algunas personas que no representan la relación profesional entre los profesionales sanitarios y la industria». Estas prácticas no son cosa del pasado, y menos aún atípicas. Además, se decía que estas directrices servirían para «reflejar la determinación de la industria farmacéutica en garantizar que las relaciones con los profesionales sanitarios esté basada en la integridad, la honestidad, el conocimiento, las buenas prácticas, la transparencia y la confianza mutua». Siempre nos dicen que «todos los ensayos están sujetos a un riguroso escrutinio», que «los resultados de los ensayos clínicos controlados están en todo momento disponibles» o que «el código de buenas prácticas del ABPI obliga a hacer públicos los detalles de todos los ensayos clínicos». Pero la realidad es bien distinta: no tenemos nunca acceso a los detalles de los ensayos, la mayoría de los resultados se ocultan en los archivos de las farmacéuticas de la manera más eficaz posible (como si de desechos nucleares se tratara) y los ensayos nunca están sujetos a un escrutinio riguroso, ya que los comités de ética ignoran su deber y además no tienen ninguna experiencia en ello. Las directrices también afirman que «de llevarse a cabo correctamente, la colaboración con la industria no causará ningún daño a la objetividad de las decisiones clínicas», y que las legislaciones existentes garantizan que los niveles de profesionalidad y ética se cumplan. Sin embargo, la realidad demuestra que ocurre justamente lo contrario. También se nos dice que «los descubrimientos científicos y las innovaciones médicas han sido posibles gracias al dinero invertido por las empresas farmacéuticas», ya que «habitualmente el coste de hacer todo lo necesario antes de que un medicamento sea aprobado para su comercialización es de 550 millones de dólares». Nunca había visto tantas mentiras y gilipolleces juntas en tan pocas frases. La asociación entre el sector público y el privado puede que sea beneficiosa para ambas partes en contadas ocasiones, pero lo que resulta innegable es que, como consecuencia de que el poder fáctico permite las maniobras de la industria, quienes realmente salen perdiendo son los pacientes. La idea de que la sanidad pública y la industria farmacéutica tienen objetivos comunes ha sido generada por la palabrería de los equipos de marketing.
 
Mito n.º 7. Los ensayos farmacológicos se llevan a cabo para mejorar el tratamiento de los pacientes
 
El material promocional y los acuerdos de colaboración entre las asociaciones de médicos y la industria contribuyen a fomentar este mito. La verdad, sin embargo, es que, por más que las farmacéuticas digan que trabajan para los pacientes, tienen la misma responsabilidad de supervisar la salud de la población que la industria de comida rápida en su alimentación. Y ciertamente esto es algo que no les interesa lo más mínimo. O bien se diseña el ensayo para maximizar las ventas, o bien para determinar la mejor manera de prevenir o tratar un problema de salud en concreto.
Tal como este libro documenta, la verdad es que las farmacéuticas hacen trampas muy a menudo, por el simple hecho de que es difícil demostrarlo si no se tiene acceso a los datos brutos y porque se trata de un negocio muy rentable.
 
Mito nº 8. Hacen falta muchos fármacos similares porque cada paciente responde de manera diferente al tratamiento
 
Esta frase se la he oído infinidad de veces a muchos médicos que han asistido a charlas de motivación organizadas por visitadores médicos, y que la asumen como cierta, sin reflexionar sobre su veracidad. Esta idea puede ser verdad en determinados casos —sin duda muy pocos—, pero yo no he visto nunca datos convincentes que así lo avalen. Uno de los ensayos que afirmaba demostrar que los pacientes reaccionaban de manera diferente fue uno realizado con grupos cruzados, en que los participantes con artritis reumatoide tomaban cuatro fármacos diferentes y decían a los investigadores cuál era su preferido. Esto no sirve como prueba de nada, ya que la intensidad de los dolores es muy variable. La única manera de saber si las preferencias de los pacientes son válidas o no es exponiendo los mismos pacientes a los mismos fármacos más de una vez.
 
Mito nº 9. Es mejor no tomar genéricos, ya que su potencia es variable
 
En una ocasión, Pfizer declaró que sus pruebas con productos genéricos con la misma sustancia activa que su fármaco para el mareo habían demostrado que diez de los diecisiete genéricos analizados no presentaban los niveles de potencia esperados. Pero estas palabras pierden credibilidad si recordamos que las agencias del medicamento se encargan de garantizar que los genéricos sean bioequivalentes con el fármaco original mediante estudios comparativos en voluntarios que miden la concentración de la sustancia activa en sangre. Son muchos los médicos que se han tragado este mito sin sentido, a pesar de que los investigadores sin conflicto de intereses lo han refutado en incontables ocasiones gracias a sus estudios de biodisponibilidad.
 
Mito nº 10. Pagamos por la formación médica continuada, pues el Estado no lo hace
 
Si esto fuera cierto, sería un acto de inmensa generosidad, ya que sus costes son muy elevados y es algo que afecta a muchos médicos.
Como contó Marcia Angelí en una entrevista, las farmacéuticas generan la idea de que no solo se dedican al negocio de la venta de medicamentos, sino también al de la formación médica. Sus inversores quieren que ganen la mayor cantidad de dinero posible vendiendo medicamentos, y sin embargo se las han apañado para que mucha gente crea que, además de venderles cosas, también nos educan. Y eso no puede ser. Es como si esperáramos que las empresas cerveceras, además de vender cerveza, también se dedicaran a alertarnos sobre los peligros del alcoholismo. Y aquí entra en juego asimismo un conflicto de intereses: las farmacéuticas pueden educar a los médicos acerca de los medicamentos siempre y cuando hablen de sus beneficios; ahora bien, ¿acaso alguna de ellas va a decirles «nuestro medicamento en realidad no es demasiado bueno. Pruebe el de otra empresa, ese sí funciona»? ¿Verdad que no? ¡Pues claro que no! Eso no va a pasar nunca.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 480-492
 
 
Los medicamentos nos matan a gran escala. Y esta es la prueba inequívoca de que el sistema que hemos creado está fuera de control. Hay datos fiables disponibles, y lo que he sacado en claro de los diversos estudios de los que disponemos es que cerca de 100.000 personas fallecen cada año en Estados Unidos por culpa de los fármacos que toman, a pesar de que lo hacen correctamente. Puede que otros 100.000 fallezcan por errores, como tomar una dosis demasiado alta, o tomar un medicamento sin tener en cuenta sus contraindicaciones. Un estudio muy detallado realizado en Noruega permitió descubrir que el 9% de las muertes en los hospitales fueron causadas directamente por los fármacos suministrados a aquellas personas, y otro 9% indirectamente. Puesto que en los hospitales se dan un tercio de todas las muertes, estos porcentajes indican que cada año mueren a causa de ello unos 200.000 estadounidenses. La Comisión Europea estima que las reacciones adversas son las responsables de la muerte de 200.000 europeos cada año (con un coste de 79.000 millones de euros), una cifra algo más baja que en Estados Unidos, ya que la población en la Unión Europea es un 60% mayor que la de Estados Unidos. En 2010, 600.000 estadounidenses murieron a causa de una cardiopatía, 575.000 más debido al cáncer, y otros 140.000 más debido a enfermedades respiratorias crónicas. Esto significa que, en Estados Unidos y en Europa,
 
Los medicamentos son la tercera causa de muerte, después de las cardiópatas y el cáncer.
 
El número real de muertes causadas por los fármacos muy probablemente sea aún mayor. Tanto en la historia clínica como en los informes forenses, a menudo las muertes relacionadas con medicamentos con receta son consideradas muertes por causa natural o desconocida, debido a que resulta casi imposible determinar cómo ocurrieron. Por ejemplo, hay muchos fármacos que provocan arritmias cardíacas, una de las principales causas de muerte entre los pacientes que toman fármacos neurolépticos. En capítulos anteriores he calculado aproximadamente el número de muertes relacionadas con determinados fármacos, y aunque no las he seleccionado sistemáticamente, los datos respaldan el descubrimiento de que los fármacos son una de las principales causas de muerte:
 
El uso de fármacos de calidad inferior ha causado insuficiencia cardíaca a 40.000 pacientes de Estados Unidos.
En el punto más alto de su empleo, se estima que los fármacos antiarrítmicos provocaron alrededor de 50.000 muertes anuales en Estados Unidos.
En 2004, el rofecoxib podría haber causado la muerte por trombosis a cerca de 120.000 personas en todo el mundo.
En 2004, el celecoxib podría haber causado la muerte por trombosis a cerca de 75.000 personas en todo el mundo.
Los AINE pueden causar la muerte de cerca de 20.000 pacientes cada año en Estados Unidos debido a úlceras complicadas
Hasta 2007, la olanzapina había acabado con la vida de unas 200.000 personas en todo el mundo.
A todas estas muertes hay que sumar también los millones de pacientes que cada año experimentan daños graves e incapacitantes debido a los fármacos que toman. Resulta muy complicado discernir las causas de cada uno de los fallecimientos, ya que pueden ser resultado de diversos factores. El tabaquismo provoca muchas muertes por enfermedades cardiovasculares y cáncer, por lo que, si estudiamos el tabaco como causa única, obtenemos que el número de muertes anuales en Estados Unidos es de aproximadamente 440.000. Por lo tanto, el número de muertes causadas por los fármacos es más o menos la mitad de las muertes por tabaquismo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 494
 
 
Las principales causas de estas muertes son la excesiva permisividad de la regulación farmacéutica, la sobremedicación, la polimedicación, el poco conocimiento de los efectos nocivos de los fármacos y el excesivo número de advertencias para cada uno de ellos, que hace que los médicos sean incapaces de estar al corriente de todas. También abundan los errores humanos, pues los actuales sistemas sanitarios son demasiado complejos para que el cerebro humano pueda controlarlos en su integridad.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 496
 
 
De verdad, muy pocas veces necesitamos tomar fármacos. Son mínimas las ocasiones en que un fármaco puede salvarnos la vida, o provocar una mejoría importante en nuestra vida; la mayoría de las veces los fármacos no provocan un efecto positivo en nosotros. Un análisis sistemático permitió descubrir que, en pacientes de avanzada edad, el abandono del tratamiento con fármacos antihipertensivos y psicotrópicos era generalmente beneficioso, y en el caso de los psicotrópicos los resultados mostraron que disminuía la incidencia de caídas y de pérdida de capacidad cognitiva.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 496
 
 
Y es que las farmacéuticas han multiplicado sus ventas vendiendo medicamentos a personas sanas que no los necesitan. Es como un cáncer que ha ido creciendo descontroladamente en nuestra sociedad durante años y años, que ha ido alimentándose gracias en buena parte al crimen organizado, la deshonestidad científica, las mentiras despiadadas y los sobornos. Y ha llegado el momento de ponerle punto final.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 497
 
 
En un estudio realizado en ancianos hipertensos se concluyó que los que empezaban el tratamiento con antihipertensivos tenían un 43% más de riesgo de sufrir fractura de cadera. Además, un cuarto de los que sufrían fracturas morían durante el siguiente año, debido a neumonías o trombosis provocadas por la inmovilización. Un profesor de cardiología emérito dijo en una ocasión: «No convirtamos a los ancianos en pacientes, permitámosles disfrutar del gozo de estar sanos (es decir, sin medicación)». El tratamiento de los pacientes con la presión arterial muy alta puede salvar vidas, por supuesto, pero precisamente por eso debemos tener en cuenta los efectos adversos de estos fármacos antes de recetarlos a pacientes de menor gravedad.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 501
 
 
El tratamiento de los pacientes con la presión arterial muy alta puede salvar vidas, por supuesto, pero precisamente por eso debemos tener en cuenta los efectos adversos de estos fármacos antes de recetarlos a pacientes de menor gravedad. Porque los daños que provocan los medicamentos son igual de graves para las personas enfermas de gravedad y para las que no lo son. La ventaja que presenta el balance de los daños, por lo tanto, puede convertirse en perjudicial si seguimos tratando a las personas que están sanas y únicamente tienen un factor de riesgo alto. Tratar a tantas personas sanas para prometerles que tendrán un riesgo menor de presentar alguna complicación si siguen tomando un medicamento durante el resto de sus vidas sale muy caro.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 501
 
 
Resulta intrínsecamente inmoral que los fármacos puedan patentarse. Somos libres de no comprar cualquier otro producto patentado si su precio nos parece demasiado alto, y no nos pasará nada. Sin embargo, con los medicamentos la cosa es distinta, porque si no podemos pagar un fármaco patentado que puede salvarnos la vida tenemos muchas posibilidades de morir. La única forma de actuar con respecto a los fármacos es abandonar el sistema actual e instaurar otro distinto en que las organizaciones sin ánimo de lucro inventen, desarrollen y pongan a la venta nuevos fármacos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 505
 
 
La razón por la cual no debemos confiar en los ensayos realizados por las farmacéuticas es muy simple: ¿verdad que no confiaríamos en alguien que nos ha mentido repetidas veces, a pesar de que en ocasiones nos diga la verdad? La industria farmacéutica ha roto con nuestro voto de confianza y tiene un enorme conflicto de intereses. Además, las farmacéuticas escogen a los investigadores con quienes tienen mayores relaciones porque no hacen preguntas incómodas. Permitir que las farmacéuticas lleven a cabo ensayos clínicos de sus propios medicamentos es como dejar que un acusado se juzgue a sí mismo en un juicio.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 507
 
 
Resulta extraño que a todos nos parezca normal un sistema en el cual la industria es juez y parte, ya que una de las normas más estrictas del derecho administrativo es precisamente que está prohibido que haya nadie en posición de juzgarse o evaluarse a sí mismo. El hecho de que las agencias del medicamento echen un vistazo al material que les entregan no compensa esta transgresión, ya que muy a menudo las pruebas se tergiversan para que pasen inadvertidas. No deberíamos permitir que la industria farmacéutica realizara ensayos clínicos. En lugar de eso, lo que sí podría hacer es entregar dinero para subvencionar los ensayos clínicos públicos. Esto supondría un gran ahorro económico para las farmacéuticas. La Sociedad Europea de Cardiología estima que el coste de realizar ensayos clínicos en centros universitarios es entre diez y veinte veces menor que el de los ensayos del sector privado, debido a que en estos existen muchos intermediarios que se embolsan jugosos sobrecostes. De forma similar, el National Cáncer Institute ha calculado que podría llevar a cabo ensayos clínicos por poco más del precio habitual de los fármacos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 507
 
 
Lo cierto es que el sistema actual se sustenta en premisas erróneas. El capitalismo funciona según el principio que dice que el riesgo privado solo puede producir o pérdidas privadas o riqueza privada. Pero la idea de que el riesgo público —el de los pacientes que participan en los ensayos— se convierta en riqueza privada es una perversión de la ética capitalista y una explotación de los pacientes. Hace falta un cambio cultural importante para que veamos los ensayos clínicos como una iniciativa pública, para el bien público, y que por lo tanto deben ser responsabilidad de las instituciones académicas independientes. Los expertos académicos también pueden ejercer un sesgo —e incluso ser sobornados por la industria—, pero acabaríamos con este problema si garantizáramos el correcto enmascaramiento del placebo y del fármaco a los investigadores durante la fase de análisis de datos y de redacción de los manuscritos. Así es como realizo yo los ensayos aleatorizado: analizo los datos codificados y redacto dos artículos diferentes, y el código no se desvela hasta que mis coautores aprueban ambos manuscritos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 508
 
 
 
Si fuera obligatorio realizar ensayos independientes antes de tomar una decisión, ahorraríamos una gran cantidad de dinero de las arcas del Estado y obtendríamos una gran mejora cualitativa en el sistema sanitario. Además, dejaría de ser rentable crear infinidad de fármacos de imitación y de autoimitación, y por lo tanto las farmacéuticas se verían forzadas a realizar investigaciones innovadoras en lugar de gastar dinero en marketing.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 510
 
 
Los comités éticos de investigación clínica han ignorado por completo todo aquello que realmente importa a los pacientes; no han hecho nada para garantizar que los ensayos que aprueban son en efecto éticos; ni para que las hojas de consentimiento informado describan con precisión el grado de conocimiento real sobre el fármaco; ni para que los resultados de todos los ensayos estén disponibles para todo el mundo, a pesar de que esto es una petición que ya se hizo en un artículo que apareció en la revista BMJ en el año 1996.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 512
 
 
Por lo que parece, tendrá que pasar mucho tiempo antes de que logremos librarnos de los ensayos de la industria. Pero mientras tanto, lo que sí podemos hacer es decidir si permitimos que las autoridades reguladoras escojan qué facultativos están autorizados a probar los fármacos. Así evitaríamos que sean las propias farmacéuticas quienes los seleccionen, ya que siempre son los más fácilmente sobornables y con mayor predisposición a guardar en secreto la manipulación de pruebas de la industria. Los pacientes tienen derecho a saber absolutamente todo acerca del dinero destinado a los ensayos, así como sobre los conflictos de intereses de nuestros investigadores. Y si esto incomoda a algún médico, entonces es que tiene algo que ocultar, así que más necesario resulta entonces hacer todo lo posible para garantizar la transparencia del sistema. Los protocolos y los contratos con las empresas farmacéuticas deberían hacerse públicos, de manera que cualquier ciudadano pudiera comprobar si se puede o no confiar en las instituciones. Lo triste es que aún haya mucha gente dispuesta a aceptar cláusulas mordaza, así como que los autores de los ensayos habitualmente afirmen en las revistas que tuvieron acceso a todos los datos, algo que casi siempre es mentira.
 
Las empresas deberían estar obligadas a suministrar placebos a los investigadores independientes a precio de coste, como condición por tener un fármaco en el mercado. También tendrían que estar obligadas a entregar fármacos puros (es decir, en polvo) para las investigaciones independientes. Si las farmacéuticas realmente desean ser parte de la sociedad, entonces tienen que estar dispuestas a promover la sanidad pública autorizando a otros investigadores a estudiar sus productos.
 
Cuando mayor partido se saca de los estudios es precisamente cuando se agrupan en revisiones sistemáticas, puesto que estas permiten a sus lectores saber el número de ensayos, respuestas clínicas y resultados que faltan, así como hasta qué punto los ensayos analizados han sido financiados por la farmacéutica interesada. A continuación, les incluyo un buen ejemplo de ello, extraído de una revisión Cochrane sobre la hipertensión, cuyo resumen simplificado destinado a los pacientes decía:
 
La mayoría de los ensayos incluidos en esta revisión fueron financiados por empresas farmacéuticas que producen IECA, cuyos autores no incluyeron los efectos adversos graves de cada uno de ellos. Esto puede significar que las empresas farmacéuticas ocultan los resultados negativos relacionados con sus fármacos […]. Si se recetaran dosis bajas del IECA más barato lograríamos un gran ahorro económico, y posiblemente también una reducción de los episodios adversos relacionados con la dosificación.
 
Por último, los ensayos promocionales deberían ser ilegales en todo el mundo, como ya ocurre en la Unión Europea. La directiva en fármaco vigilancia (es decir, los estudios de peligrosidad posteriores a la autorización del fármaco) fue enmendada en 2010, y actualmente dice que «no deben realizarse estudios cuando el propio acto de estudio promocione el uso de un producto médico determinado.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 512
 
 
Insisto: es necesario un cambio radical en la regulación farmacéutica. Hace falta que las agencias del medicamento trabajen basándose en pruebas, y que los reguladores se den cuenta de que el sistema actual no funciona ni puede funcionar. Se deberían suspender muchos más fármacos y debería exigirse una cantidad suficiente de datos sobre su toxicidad.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 514
 
 
Los pacientes mayores de 65 años no suelen participar en los ensayos de las farmacéuticas—de hecho, solo el 2% de los participantes en los ensayos sobre los AINE tenían 65 años o más—, a pesar de que son precisamente las personas de esta edad las más propensas a tomar estos fármacos y a padecer los daños que provocan. La exclusión de los pacientes de este grupo de edad también complica la detección de los daños causados por los efectos combinados del tratamiento con varios fármacos, es decir, la polimedicación. Hace poco, la EMA anunció que a partir de ahora la distribución por edades de los participantes en un ensayo deberá ser representativa si se quiere conseguir la autorización de venta de un medicamento.
 
Esto es positivo, pero desde luego no es suficiente. Y es que las farmacéuticas aún tienen potestad para incluir en los protocolos de sus ensayos la condición de que los pacientes tomen únicamente el fármaco del estudio, y que no estén diagnosticados de otra enfermedad, cuando en realidad deberíamos exigir que los fármacos sean estudiados en condiciones realistas. Y esto, hoy en día, no ocurre. Un estudio demostró que las dolencias médicas más comunes suponían un motivo de exclusión en el 81 % de los ensayos, y que los pacientes que estaban en tratamiento con los medicamentos más habituales eran excluidos del 54% de los ensayos. Cabe decir, además, que estas exclusiones eran mucho más habituales en los ensayos financiados por las farmacéuticas.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 516
 
 
Dejando de lado los gemelos idénticos, cada persona es genéticamente diferente al resto, ya sea en la rapidez con que metaboliza un fármaco o en la susceptibilidad a experimentar sus efectos. Por lo tanto, es previsible que cierto número de personas reaccionen muy negativamente a la mayoría de fármacos. Estas reacciones negativas solo pueden ser debidamente detectadas si se estudia un gran número de pacientes en ensayos aleatorizados. Si, por ejemplo, un determinado fármaco causa fallo hepático mortal en uno de cada 2.000 pacientes, puede que en un ensayo con 20.000 participantes no se produzca ningún caso (ya que esperaríamos encontrar cinco casos con 10.000 participantes aleatorizados para el nuevo fármaco, es posible que no se dé ningún caso). Si se trata de un analgésico que van a tomar, pongamos por caso, un total de 50 millones de personas, entonces 25.000 de ellos van a sufrir fallos hepáticos letales (necesiten o no tomarlo). Y esto, en la práctica, no ocurre. En el mundo real, el fármaco en cuestión sería retirado del mercado mucho antes de que fallecieran 25.000 pacientes por fallo hepático. Pero si el fármaco provocara un aumento de los casos de infarto de miocardio, no tendríamos manera de saberlo, puesto que de todas formas muchos pacientes lo padecerán.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 518
 
 
Soy de la opinión de que las agencias del medicamento deberían exigir un número mucho mayor de pacientes tratados antes de tomar la decisión de aprobar o no un medicamento, y deberían exigir también que se realicen ensayos de larga duración —varios años, si hace falta— para los medicamentos que vayan a recetarse durante largos períodos, ya que puede que pase algún tiempo antes de que aparezcan los daños. La excusa repetida ad nauseam es que se tardaría mucho tiempo en sacar al mercado medicamentos necesarios. No obstante, la solución es tan fácil como endurecer los requisitos. Tienen que pasar años para que se ponga a la venta un nuevo y revolucionario medicamento y se descubra que los medicamentos son la tercera causa de muerte en el mundo. Y eso es prueba más que suficiente de los problemas existentes en el sistema actual. Si los estudios posteriores a la comercialización de un medicamento son obligatorios es debido a que siguen existiendo dudas sobre su peligrosidad, y por lo tanto es vital que sigan realizándose y sean controlados como parte esencial del proceso de aprobación. Eso sí, este aspecto no debe quedar en manos de las propias farmacéuticas, sino de investigadores independientes. Las farmacéuticas tienen una lista infinita de motivos para ponerse una venda en los ojos cada vez que realizan ensayos de mala calidad, cuando no presentan los informes correspondientes e incluso cuando directamente no los llevan a cabo.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 518
 
 
Teniendo en cuenta que nuestros medicamentos nos matan, las agencias del medicamento deberían ser evaluadas según su efectividad a la hora de tratar los problemas de seguridad farmacológica. Sin embargo, hoy se presta mucha atención a la rapidez con la que se aprueban los nuevos fármacos y los sueldos de sus altos directivos se rigen por los objetivos cumplidos, como ocurre en la agencia danesa. Este tipo de incentivos no solo es perverso. También es mortal.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 523
 
 
Si las agencias del medicamento estuvieran realmente al servicio de la sociedad y no de la industria farmacéutica, los prospectos de sus productos serían muy distintos, más o menos así (versión inspirada por el epidemiólogo Jerry Avorn):
 
No se ha podido demostrar que este nuevo fármaco sea mejor que los ya existentes, y tenemos una idea mucho más imprecisa de los daños que causa (incluyendo los mortales) de la que tenemos de los fármacos más antiguos. Tampoco contamos con pruebas de que su elevado precio se deba a su mayor eficacia. En general, es mucho menos peligroso tomar un fármaco antiguo, ya que a menudo los nuevos son retirados del mercado por los problemas de seguridad que se les detectan.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 523
 
 
Los médicos con lazos económicos en la industria no deberían formar parte de los comités farmacéuticos o de guías clínicas, ya sea en las agencias del medicamento, en los hospitales, en las sociedades de medicina especializada o en cualquier otra parte. Un razonamiento usado persistentemente por estos médicos es que los mejores profesionales son capaces de tomar las mejores decisiones, y que es lógico pensar que serán precisamente los mejores profesionales quienes colaboren con la industria farmacéutica en aras del beneficio mutuo. Un razonamiento divertido, pero evidentemente erróneo. Tal como he explicado en el capítulo 9, los médicos que perciben dinero de la industria a menudo son irracionales en sus opiniones sobre los fármacos y con frecuencia prefieren los más caros, aunque no sean más eficaces que las alternativas más baratas. O peor aún, cuando se descubre que un fármaco muy popular es nocivo, esos expertos son los últimos en dejar de recomendarlo, llegando a usar infinidad de excusas para no aceptar la innegable realidad.
 
Esto fue evidente, por ejemplo, cuando se probó que las hormonas suministradas a las mujeres premenopáusicas y menopáusicas eran nocivas. Los documentos revelados durante el juicio muestran que Wyeth encargó a escritores fantasma una serie de artículos en que se afirmaba que las hormonas eran buenas por un gran número de motivos; estos artículos aparecieron en revistas de gran impacto, como Archives of Internal Medicine, y estaban firmados por grandes expertos que poco o nada tenían que ver con lo que allí se había escrito. A día de hoy, aún no se ha retirado ni uno solo de esos artículos, a pesar de ser peligrosamente engañosos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 524
 
 
Miremos donde miremos, encontraremos especialistas que niegan los daños, incluso si no se trata de fármacos, como cuando resultó evidente que los cribados mamográficos tenían un dudoso efecto positivo a la vez que provocaban enormes perjuicios relacionados con el sobrediagnóstico y la sobremedicación de mujeres sanas. Estaría bien que existieran personas dispuestas a orientarnos basándose en datos reales y no en los intereses de quienes les pagan. Los médicos con conflictos de intereses de cariz económico no son los mejores, ni siquiera los segundos mejores. Porque los mejores médicos son aquellos con experiencia en metodología y con cierto conocimiento en el área en cuestión, ya que serán capaces —y estarán dispuestos a— descubrir cualquier fallo presente en la documentación científica. Los segundos mejores serán los médicos generales expertos en metodología científica, y los terceros quizá sí podrían ser los especialistas que colaboran con la industria y que también son buenos metodólogos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 526
 
 
Mucha gente (especialmente los médicos que cobran un sobresueldo gracias a ello) cree que por el simple hecho de declarar que existen, los conflictos de intereses dejan de ser un problema por arte de magia. Sin embargo, tal como apunta Sheldon Krimsky, «no permitiríamos que un juez tuviera capital invertido en una cárcel privada, aunque lo supiéramos por él mismo». Tampoco aceptaríamos que durante un proceso judicial el juez recibiera dinero de uno de los litigantes. Pues bien, los médicos son los principales defensores de los intereses de los pacientes, y su responsabilidad principal es la de garantizar que no se exponen a daños, como se expresa en el juramento hipocrático: «Primero, no dañar». Por lo tanto, es inadmisible que los médicos consideren injusto e ilegal un juicio en que el juez cobre de una de las dos partes, pero en cambio estén dispuestos a aceptar dinero de la industria farmacéutica. Los médicos están tan acostumbrados a esta situación que casi podría hablarse de una psicosis colectiva.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 526
 
 
La mafia no mata a demasiadas personas si la comparamos con lo que la industria farmacéutica hace conscientemente.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 527
 
 
La mafia no mata a demasiadas personas si la comparamos con lo que la industria farmacéutica hace conscientemente. Por lo tanto, ¿por qué se debe permitir que un médico reciba dinero de la industria si no estaría dispuesto a recibirlo de la mafia?
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 527
 
 
Las campañas de marketing farmacéutico no deberían existir, ya que la eficacia de los productos debería hablar por sí sola. La promoción farmacéutica es tan perjudicial como la del tabaco, y por lo tanto debería estar también prohibida. ¡Qué gran victoria supondría para la sanidad pública que desaparecieran los anuncios de medicamentos, los visitadores, los ensayos promocionales y los cursos de formación financiados por la industria! Imaginemos cómo sería el mundo sin todo esto. Para empezar, la gente gozaría de un mejor estado de salud y tendría más dinero.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 530
 
 
La industria farmacéutica es bastante poco proclive a donar el dinero de sus accionistas. En los pocos casos en que se decide a hacerlo, no se debe a un repentino ataque de altruismo, sino a que desea algo a cambio. El objetivo de los fondos discrecionales para que un departamento los invierta en formación, proyectos de investigación o lo que su director crea conveniente, es el de comprar su lealtad. Y funciona. Los directores de los departamentos saben perfectamente que, si empiezan a usar medicamentos genéricos baratos en lugar de la versión cara del donante en cuestión, el grifo se cerrará de golpe. Y la industria sabe perfectamente que, si algún investigador de ese departamento descubre que alguno de sus productos causa daños de gravedad, su jefe será más proclive a proteger el medicamento que al denunciante. Cuesta creer que los médicos no vean que al aceptar este dinero «sin compromiso» están siendo corrompidos. Creo que son los únicos que no se dan cuenta. Las instituciones académicas no deberían aceptar ayudas económicas que provengan de la industria.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 538
 
 
Todos los países del mundo deberían contar con un registro donde constaran las relaciones entre los médicos y la industria, accesible para todo el público y en el que aparecieran detalladas las cantidades de dinero y los regalos recibidos.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 540
 
 
Las asociaciones de enfermos a menudo creen que pueden empezar a colaborar con la industria para lograr un beneficio mutuo, una idea extremadamente ingenua. Igual que ocurre con los médicos, las asociaciones de enfermos deberían reflexionar también sobre la moralidad de aceptar dinero obtenido parcialmente como resultado de delitos que han causado daños a sus pacientes. Esto es lo que puede usted hacer: Dejar de formar parte de cualquier asociación que acepte favores de la industria. Preguntar a su médico si recibe o no dinero u otros beneficios de la industria, si tiene acciones de alguna farmacéutica o si acepta visitadores en la consulta. En caso afirmativo, búsquese otro médico. Dejar de tomar medicamentos a menos que resulte absolutamente indispensable, lo que es muy improbable. Pregunte siempre si existe alguna solución alternativa, o si no estaría realmente mejor sin tomar nada. Recuerde que son muy pocos los pacientes que experimentan mejoras gracias a los medicamentos que toman. Preguntar si existe una versión más barata del medicamento que le proponga su médico. Evitar tomar cualquier medicamento que lleve menos de siete años en el mercado (porque a menos que se trate de uno de esos pocos casos de medicamentos revolucionarios que le ofrezcan una verdadera ventaja respecto a los ya existentes, la mayoría de los fármacos son retirados del mercado debido a su peligrosidad en ese período de tiempo). Recordar siempre que no podemos creernos ni una sola palabra de lo que nos digan las farmacéuticas, ni de los resultados de sus investigaciones ni de sus campañas publicitarias, ni de la información que ofrecen a los pacientes.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 543
 
 
Durante mi charla hablé de todos y cada uno de los patrocinadores: Merck, Pfizer, UCB, Abbott y Roche. Uno por uno, por orden inverso a sus actividades delictivas:
 
Roche es un camello farmacéutico que ha amasado su fortuna vendiendo heroína ilegalmente en Estados Unidos; que ha enganchado a millones de personas al Librium y al Valium a la vez que negaba que crearan dependencia; que ha engañado a los Gobiernos europeos para que gastaran miles de millones de euros en Tamiflu, lo que en mi opinión es la mayor estafa de la historia de Europa.
 
Abbott y su matón farmacéutico, un cardiólogo danés, nos negaron el acceso que la Agencia Danesa del Medicamento había autorizado a los ensayos no publicados sobre la sibutramina, sus pastillas adelgazantes, que más tarde fue retirada del mercado debido a su peligrosidad cardiovascular.
 
La sucursal de UCB en Bélgica mandó una carta a todos los médicos defendiendo su integridad moral y alegando que todos los datos de sus estudios eran propiedad exclusiva de la farmacéutica, y que tenían el derecho a hacer lo que quisieran con ellos. En ese sentido, apunté que es una gilipollez defender la moralidad de una empresa a la vez que se ocultan datos de sus ensayos. Realizamos un metaanálisis de la somatostatina, su hormona natural destinada a detener las hemorragias (y cuyos supuestos efectos positivos son más que dudosos), y descubrimos que el mayor ensayo clínico realizado hasta el momento no había sido publicado.
 
Pfizer mintió a la FDA durante una audiencia acerca de los daños cardiovasculares producidos por el celecoxib; había aceptado pagar una multa de 2.300 millones de dólares por las acusaciones de promoción ilegal de indicaciones no aprobadas de cuatro de sus fármacos, y recientemente había firmado un acuerdo de integridad empresarial que probablemente incumpliría, porque era nada menos que el cuarto que firmaban, y aún no habían cumplido ninguno. También expliqué que el motivo por el cual Pfizer era la mayor farmacéutica del mundo se debía simplemente a que era aún más criminal que el resto de sus competidoras.
 
Merck había provocado la muerte innecesaria de decenas de miles de pacientes con problemas reumatológicos por culpa de su comportamiento despiadado; había hecho una lista de los médicos más críticos con sus fármacos; había ocultado el riesgo cardiovascular asociado a sus productos tanto en sus publicaciones como en sus campañas de marketing, y con todo eso lo único que habían logrado es que su director ejecutivo, Raymond Gilmartin, se hiciera asquerosamente rico.
 
Tras esta introducción, lancé otras bombas acerca de la práctica delictiva y criminal que impera en la industria, y las devastadoras consecuencias de sus actos en los pacientes. Para acabar mi charla, cité a la editora de la revista BMJ, Fiona Godlee: «Simplemente, digan no». Mi conclusión fue muy breve: dije a los asistentes que si, después de esto, aún creían que no pasaba nada por aceptar dinero proveniente de actividades parcialmente delictivas, no deberían tener reparos en pedir financiación a los Ángeles del Infierno.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 551
 
 
Henrik Vestergaard estaba hecho una furia. Dijo que mis acusaciones eran indignantes e insultantes, algo muy típico de la charlatanería de la industria farmacéutica. ¿Desde cuándo los hechos probados son acusaciones? Son las farmacéuticas las que han cometido estos delitos, y si ahora resulta que es ofensivo contar la verdad, igual deberían plantearse seriamente cambiar el cariz de sus actos. Vestergaard estaba tan enfadado que se negó a responderme cuando le pregunté si no sería mejor para su organización que las multas por cometer actividades ilegales fueran mucho más elevadas. Así, las empresas se verían obligadas a competir a un nivel ético más elevado, lo que a su vez beneficiaría a quienes trabajan para ellas, pues esos trabajos serían también mucho más atractivos desde el punto de vista de los empleados. Vestergaard hizo lo de siempre: apuntar a la manzana podrida del cesto, y afirmó que cuando el erario público no financia la educación de posgrado, acaba siendo la industria quien tiene que hacerse cargo. Era tanta la hipocresía de sus palabras, que un reumatólogo que se hallaba entre el público se levantó para decir que si la industria pagaba esos estudios a sus empleados era porque les salía muy a cuenta y no porque fuese un acto altruista.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 553
 
 
Cuando el emperador romano Vespasiano empezó a recibir críticas por el impuesto sobre los urinarios públicos, dijo que el dinero no huele mal. Hoy en día, la manera en que las farmacéuticas se lucran de los problemas de orina apesta tanto que debería considerarse mala praxis científica.
 
Peter C. Gøtzsche
Medicamentos que matan y crimen organizado, página 558
 
 

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