Francisco Ferrer Lerín

“A medida que pasa el tiempo, se borran las fronteras y nada resulta original ni diferente.”

Francisco Ferrer Lerín


A un alma precordial, asesinada

Japonesa
son tantas las cautelas y la previsión
de los hijos que
la escuela de poetas pobres y la lavandería
mecánica
adolecen estos días de crudo invierno
de los más indispensable enseres: aperos,
gasas, alcanfor en rama
y monumentales jaliscos.

¡Qué sumisión
a las normas establecidas! Guayaberas,
moriscos, hasta un terno fosco capihundido que el maestro
de ayuno
importó de las islas. Amo
en especial
aquellas tardes
de lectura, besos
de carmín a carmín, pintalabios, lápiz
de labios que, en nuestra lengua (tendida al fondo,
pacata)
son varias las acepciones
y las imágenes (hombreras
de plenilunio,
bombera,
pájaro carpintero,
dama de cobalto
en la cuna,
silenciada).

Francisco Ferrer Lerín




"El destino, como dirían los cursis, nos lo labramos nosotros mismos; y los cursis tienen, casi siempre, la razón. Y quizá en esa labranza forme parte principal el inconformismo, la obligación de dar un toque de atención a los que tozudamente quieren llevarnos por el buen camino que, mira cómo son las cosas, a veces resulta que es bueno para ellos pero no para el propio interesado."

Francisco Ferrer Lerín



Furor censal 

Este es el embustero que a veces imita el ladrido del perro.
Este es el rey de la leña podrida y de los huesos de médula atinada.
Esta es la madre de figura capciosa que mece imprecisa la impudente alimaña.
Esta es la mujer de facciones morenas que cruza ligera las colinas cansadas.  

Son cadáveres dispuestos al alba en atroces posturas,
reptantes longitudes que todo lo envenenan, valles asustados.
Padres convertidos en ogros de antro, septenarios ciegos,
parejas contrarias, visionarios pulcros en arte maduro,
reos aquejados de un rural siseo, cundió la costumbre de negar el uso
de suaves nodrizas, ¡serpientes, no hijos! proclamó el soldado,
taciturno hirsuto, mendigo de hierba que engrasa el ganado.  

Núbiles obreras, de hábil maleficio, quemaron el lienzo,
vieron al enano que modela el barro, a Cruel, a Guisado,
a Sesenta Inviernos, a las Pestilencia –cuñadas enormes-
y a las Moribundo –primas elocuentes- forzar la sintaxis
que inclusivas hordas –amazonas bulbos-
vierten en el Húmedo. Pasmada montura,
nadar nunca pudo.

Francisco Ferrer Lerín




"¿Heridas? Ninguna. El sexo no solo es, junto con la omnipresente presencia del aburrimiento en la cotidianidad de la pequeña burguesía, uno de los principales motores del mundo, es que es francamente divertido. La cuestión es que pese a los anticonceptivos, la despenalización del aborto y el ocaso de las creencias, el sexo aún sigue siendo un tabú, al menos en algunas de sus modalidades.

Francisco Ferrer Lerín



"Me resisto a decirlo, pero no queda más remedio, la realidad supera a la ficción, solo hace falta tener un mínimo poder de observación… y aparecerán las situaciones, los personajes, las palabras, más insospechadas. La broma pesada puede tener pase cuando se formula matizada a través de un texto, pero gastar bromas físicamente no solo es una muestra de mala educación sino un ejercicio gratuito de violencia, y la violencia siempre supone un innecesario despilfarro energético."

Francisco Ferrer Lerín



"Si he de ser sincero no aspiro a casi nada, a lo sumo a obtener cierto placer con la relectura a corto plazo de algunos de mis textos y, desde luego, a un leve reconocimiento por parte de selectos grupúsculos de lectores y críticos. Últimamente me van llamando “maestro” pero creo que la razón es meramente cronológica; “maestro” como eufemismo de anciano."

Francisco Ferrer Lerín



Thel 12

El dominio donde reina la arcilla bajo forma de terror, donde
el contumaz gusano -esa gigantesca lombriz lobo- apabulla
el aire oculto, y la sombra del agua como ollar inmarcesible regenera
la voz de Aquel al final de la tarde. Esa cabeza débil
que no soporta ya el peso del fino insecto. Ese insobornable alférez
que fue a ocuparse de los muchos a su cargo. Esa misión:
oler sus ropajes lechosos entre las cuadernas rotas, entre
obra civil de manos sanguinolentas, adscritas
a miembros activos de razas degeneradas. Sí,
aunque de porte exquisito, desconocen
cuál es la fecha de la composición del poema y no miden
la fugacidad de los jardines sin lápidas, el tamaño
de los frutos del olvido que comen los esclavos. No saben
cuál es el objetivo, no pueden
(sólo restan quince ejemplares del libro iluminado)
castigar a quien magulla los cuerpos seccionados, repiten
el nombre de origen oscuro que no debe mencionarse, llegan
al confín, a la puerta norte, a la imposible extensión
del llanto y la tristeza donde jamás se vertió aceite
sobre ellos, criaturas asociadas a la muerte, llameantes esculturas
de porte hospitalario.

Francisco Ferrer Lerín



Varia 

Hélade fatal, hastiada,
llevas marca de futuro, señal
sobre la piel extendida, sobre la piel
tersa, brava, en el año
capital, cuando naciera el preboste
y aquel clérigo señor, autor
de obra menor
angustiada.
 
Qué común razón, martirio,
una porción de estiaje, campo de proporción,
natural pista de ondas,
electrónica ferial, gas de chimenea, cristo,
salimos a saludar, convencidos
de que el tiempo era este, que la esposa, la industria
del metal, la tarde,
culminaban un hecho
trascendental,
hipogrifo botocudo,
linfa astral.
 
Mostró el vidente las cartas,
laxas, apostilló,
es la harina salpicada, y el viento que hería el rostro, ese Potoc
que no habló, no habló muy alto, habló mal,
especialmente.
Cágney, Merlot, Cannavale,
nombres de amor, pasatiempos
de lo mejor de la finca. Grímbey,
Sesún, Iturralde,
cuánto dolor
dijo Cágney
y sí, mereció morir,
no nos quedaba ya aire
para tal espiritual
locuaz minoico albañal
ese dulce primordial
hojaldrada flor de lis.

Francisco Ferrer Lerín











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