El Libro de Enoc

“Aquéllos y todos los demás que iban con ellos tomaron mujeres; cada uno eligió la suya, y comenzaron…a pecar con ellas…Y ellas quedaron encinta, y dieron a luz a unos gigantes de trescientos codos de estatura. Tras conocer a las hijas de los hombres, cohabitaron con ellas…Ellas parieron gigantes, y la tierra se llenó de sangre y de la justicia del Señor....
Azazel enseñó a los hombres la fabricación de la espada, el cuchillo, los escudos, los petos, y les hizo conocer los metales de la tierra y el arte de trabajarlos, y brazaletes y ornamentos y el uso del antimonio y del embellecimiento de los párpados y todo tipo de piedras costosas, todos los tintes conocidos (…) Semyasa enseñó los conjuros y la recolección de tubérculos, Armaros las fórmulas para combatir los conjuros, Baraquel la observación de las estrellas, Kokabeel la astrología y las constelaciones, Ezeqeel los movimientos de las nubes, Arakiel las señales de la Tierra, Shamsiel las señales del Sol y Sariel el curso de la Luna…
Esta es la primera ley de las luminarias: la luminaria del Sol tiene su amanecer en los portales del Este del cielo, y su atardecer en los portales del oeste del cielo. Y vi seis portales en los que el Sol se alza y seis portales en los que el Sol se pone y la Luna se alza y se pone en esos portales y los líderes de las estrellas y aquéllas a las que lideran: seis en el este y seis en el oeste, y todos siguiéndose unos a otros en el exacto orden correspondiente; también muchas ventanas a izquierda y derecha de esos portales…”

El Libro de Enoc
Tomada del libro Grandes misterios del pasado de Tomás Martínez Rodríguez, página 156-157


“… el gran juicio en el que la Era será consumada sobre los Vigilantes y los sin Dios, ciertamente, todo será consumado...
Y me llevaron a un lugar de oscuridad y a una montaña cuya cima alcanzaba los cielos. Y vi lugares de las luminarias y tesoros de las estrellas y del trueno (…) vinieron desde el cielo seres que eran como hombres blancos y cuatro de ellos vinieron de ese lugar y tres con ellos. Esos tres (…) me agarraron por mi mano y me llevaron arriba (…) y me subieron alto a un lugar elevado y me enseñaron una torre erguida alto sobre la Tierra y todas las colinas eran más bajas. Y uno me dijo: Permanece aquí hasta que veas todo lo que va a acontecer...
Vi en una visión cómo el cielo se colapsaba y cómo dejaba de sostenerse y caía sobre la Tierra. Y cuando cayó sobre la Tierra y cómo la Tierra era tragada por un gran abismo y las montañas quedaron sumergidas…
Vi las siete estrellas como grandes montañas ardientes y, para mí, cuando pregunté mirándolas, el ángel dijo: Este momento es el final del cielo y la Tierra; se ha convertido en una prisión para las estrellas y los huéspedes del cielo y las estrellas que pasan por el fuego son aquéllas que han transgredido los mandamientos del Señor al comienzo de su caída, porque no fueron en el momento requerido (…) Y entonces vi siete estrellas del cielo lanzadas juntas, como grandes montañas y ardiendo (…)
Y sobrevino el diluvio del Señor sobre la Tierra y exterminó toda vida lo mismo a los 4.090.000 gigantes, y el nivel de las aguas subió 15 codos, más alto que la más empinada de las montañas.”

El Libro de Enoc
Tomada del libro Grandes misterios del pasado de Tomás Martínez Rodríguez, página 157-158



¿Quién es Enoc?

Cuando Enoc tenía sesenta y cinco años engendró a Matusalén. (22) Y Enoc anduvo con Dios y, después de haber engendrado a Matusalén, vivió trescientos años más y tuvo hijas e hijos. Así la vida de Enoc alcanzó los trescientos sesenta y cinco años. Enoc anduvo con Dios y de pronto desapareció ya que Dios, se lo había llevado de vuelta.

(81, 1)

Él me dijo: Oh Enoc, contempla la escritura de la pizarra celestial, lo que hay escrito en ella, y recuerda todos los detalles. Yo contemplé todo lo escrito sobre la pizarra y lo leí todo…

(82, 1)

Y ahora, hijo mío Matusalén, te voy a contar todo y habrás de anotarlo… Conserva, mi hijo Matusalén, los libros que te entrega la mano de tu padre y entrégaselos a las próximas generaciones del mundo…

(83, 1)

Observé dos caras antes de escoger a una mujer. La primera vez cuando aprendí la escritura, y la segunda vez cuando tomé a tu madre…

(87, 3)

Las tres me tomaron de la mano, me separaron de la familia de la tierra y me llevaron hacia arriba a un lugar elevado; y me mostraron una torre muy alta sobre la tierra y todas las colinas eran más bajas…

(91, 1)

Y ahora, mi hijo Matusalén, llama a todos tus hermanos y reúne a todos los hijos de tu madre…

(92, 1)

Esta es la enseñanza de Enoc, el escritor…


Semjasa instruyó en el arte de las evocaciones y de cortar las raíces, Armaros el de cómo disolver conjuros, Baraqel enseñó a observar el cielo, Kokabeel instruyó sobre astrología, Ezequiel sobre la ciencia de las nubes, Arakiel enseñó los signos de la Tierra, Samfaveel los del Sol, Seriel los de la Luna…


«Cuando cumplí trescientos sesenta y cinco años, estaba solo en casa el día del segundo mes… Entonces se me aparecieron dos hombres muy grandes que nunca había visto en la Tierra. Sus semblantes resplandecían como el Sol, sus ojos como antorchas ardientes; de sus bocas emanaba fuego; sus ropas y cantos eran grandiosos; sus brazos como alas doradas. Se pusieron de pie a la cabeza de la cama y me llamaron por mi nombre. Me desperté del sueño y me levanté de mi camastro; después me incliné ante ellos, mi semblante estaba pálido por el miedo. Entonces los dos hombres me hablaron: ¡No tengas miedo, Enoc! ¡No temas! El eterno Señor nos ha enviado hasta ti, hoy deberás venir con nosotros al cielo. Dale a tus hijos y a la servidumbre instrucciones sobre lo que deben hacer en tu casa. Nadie deberá buscarte, hasta que el Señor te traiga de vuelta con ellos…».


Y el Señor llamó a unos de sus arcángeles, de nombre Vrevoel, que adquiría sabiduría más rápido que los demás arcángeles y escribía más rápido todas las obras del señor. Y el señor habló a Vrevoel: Saca de mis receptáculos los libros, coge la caña para escribir y dásela a Enoc y muéstrale los libros. Y Vrevoel marchó raudo y me trajo los libros escogidos y me entregó la caña de la escritura rápida de su mano...


Y Vrevoel me habló de todas las obras del cielo y la tierra y el mar y de todos los elementos, de los animales, de los truenos y el sol y la luna y las estrellas y sus mecanismos y sus cambios y sobre los tiempos y los años y los días y de las salidas de los vientos… Vrevoel me contó eso durante treinta días y treinta noches y su boca no enmudeció.


Y el Señor habló a Miguel: Acercaos a él y desvestid a Enoc quitándole las ropas terrestres e ungidlo con mi buen ungüento y ponedle las ropas de mi gloria. Y Miguel así lo hizo, como el Señor le había hablado: me ungió y me vistió. Y cada ungüento parecía más que una luz grande y su untuosidad era como el rocío y su olor como el de la mirra y brillaba como los rayos del sol. Y me miré a mí mismo, y yo era como uno de sus magníficos seres; y no había diferencia entre nuestras apariencias.


El Señor me dijo: «¡Oh! Enoc, contempla la escritura de la pizarra celestial, lee lo que está escrito sobre ella y recuerda cada detalle». Yo observé todo lo que estaba escrito en la pizarra, memoricé todo y leí el libro.

(Capítulo 81, 1)


Y ahora, mi hijo Matusalén, conserva estos libros que tu padre te entrega en mano y entrégaselos a las generaciones venideras del mundo.

(Capítulo 82, 1)


«Una vez que hayan aumentado los hijos de los hombres, en aquellos días nacerán de estos hijas bonitas y dulces. Pero cuando los ángeles, los hijos del cielo, las vieron, se despertó en ellos el deseo y hablaron entre sí: ¡Adelante! Queremos elegir unas mujeres para nosotros entre las hijas de los hombres, y así engendrar hijos». Sin embargo, Semjasa, su superior, les habló: «Temo que no vais a llevar a cabo tal cosa, pues entonces yo sería el único en expiar grandes pecados». Entonces le contestaron y hablaron: «Todos queremos hacer un juramento y obligarnos mediante una maldición a no dar por vencido el plan». Entonces todos juraron y se obligaron mediante maldiciones a ello. En total fueron doscientos los que en días de Jared descendieron de la cumbre del monte Hermón.

(Capítulo 6, 1-5)


Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, al ver los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.


Los que descendieron hasta aquí se parecían a los hombres y eran mucho más altos que ellos.


Estos son los nombres de sus líderes: Semjasa, su superior; Urakib, Arameel, Akibeel, Tamiel, Ramuel, Danel, Ezequiel, Saraqujal, Asael, Armers, Batraal, Anani, Zaqebe, Samfaveel, Sartael, Turel, Jomjael, Arasjal.


Asael enseñó a los humanos a fabricar espadas, armas, escudos y petos y les enseñó los metales y cómo trabajarlos; y los brazaletes y las alhajas; les enseñó a utilizar el maquillaje de ojos y a embellecer los párpados, las piedras más preciadas y finas y todo tipo de tintes… Semjasa instruyó en el arte de los conjuros y en el de cortar raíces… Baraqel en el de mirar a las estrellas, Kokabeel la astrología, Ezequiel la ciencia de las nubes; Samfaveel los signos del sol, Seriel los de la luna…

(Capítulo 8)


«Y estos son sus nombres: El primero de todos es Semjasa, el segundo Artakisa, el tercero Armen, el cuarto Kokabel, el quinto Turael, el sexto Rumjal, el séptimo Danjal, el octavo Rekael, el noveno Barakel, el décimo Azazel, el undécimo Armaros, el duodécimo Batarjal, el decimotercero Busasejal, el decimocuarto Hananel, el decimoquinto Turel, el decimosexto Simapesiel, el decimoséptimo Jetrel, el decimoctavo Tumael, el decimonoveno Tarel, el vigésimo Rumael, el vigésimo primero Jseseel».


El nombre del primero es Jequn, este es el que sedujo a todos los niños de los ángeles, el que los llevó a tierra firme y los sedujo valiéndose de las hijas de los humanos. El segundo se llama Asbeel; este les dio a los niños de los ángeles malos consejos, de forma que se corrompieron con los cuerpos de las hijas de los humanos. El tercero se llama Gadree; este es el que enseñó a los hijos de los humanos a dar todo tipo de golpes mortíferos. También enseñó a los humanos las armas mortales, los carros de combate, los escudos, las espadas de batalla y toda clase de instrumentos para matar. De sus manos recibieron armas que extendieron entre los habitantes de la tierra firme. El cuarto se llama Penemue; este les enseñó a los niños de los humanos la diferencia entre lo amargo y lo dulce y les reveló todos los secretos de su sabiduría. Él también enseñó a los humanos a escribir con tinta y papel...

(Capítulo 69, 2)


Me llevaron al cielo. Yo entré, hasta que me acerqué a un muro que estaba construido con piedras de cristal y rodeado de una lengua de fuego; y comenzó a infundirme temor. Penetré en las lenguas de fuego y me acerqué a una casa grande construida con piedras de cristal. Las paredes de la casa se parecían a un suelo hecho de piedras de cristal y el suelo era de cristal. Su techo era como un fondo de estrellas y truenos, entre ellas había querubines centelleantes y su cielo estaba hecho de agua. Un mar de fuego rodeaba sus muros y sus puertas ardían en llamas… Allí había otra casa, más grande que esta, todas sus puertas estaban abiertas. Esta destacaba a todas luces por su magnificencia, esplendor y grandiosidad. Su suelo era de fuego; la parte de arriba estaba hecha de rayos y estrellas circulares, y su techo ardía en llamas, y yo vislumbré un trono elevado. Tenía la apariencia de la escarcha; a su alrededor había algo que se asemejaba al sol centelleante… Su gran majestad estaba sentado encima; su vestimenta era más resplandeciente que el sol y más blanca que la nieve más pura…

(Capítulo 14, 9)



Ellos descendieron a la tierra desde el trono del señor en Hermón, rompieron los votos sobre la cima del monte Hermón, y vieron a las hijas de los hombres, que eran hermosas, y las tomaron como sus mujeres para sí, y la tierra quedó ensuciada por sus actos…

(Capítulos 17-19)


No temas, Enoc, hombre justo y escritor. Entra y escucha: ve y habla con los guardianes del cielo que te han enviado aquí para que pidas por ellos: vosotros deberíais pedir por los humanos y no ellos por vosotros. ¿Por qué habéis dejado el alto y eterno cielo para dormir con las mujeres, os habéis unido a ellas y las habéis tomado como vuestras mujeres y habéis actuado como los hijos terrestres…?

(Capítulo 15, 2)


Repetidas veces vi rayos y estrellas en el cielo… y vi cómo estas eran pesadas con una justa balanza, dependiendo de la proyección de su luz, de la magnitud de su espacio y del día de su aparición.

(Capítulo 43)


Allí mis ojos vieron los misterios de los rayos y los truenos, los misterios de los vientos, cómo se distribuyen para soplar sobre la tierra, y los misterios de las nubes y del rocío… (capítulo 41). Vi el continente del Sol y de la Luna, de dónde salen y hacia dónde vuelven, vi su majestuoso retorno, vi cómo el uno precedía al otro, su esplendorosa órbita, cómo no rebasan sus órbitas, cómo no se ensanchan… después vi tanto la cara visible de la Luna como la invisible, y cómo esta vuelve a recorrer su camino cada día y cada noche… Después me fueron revelados los secretos de los rayos y las luces, cómo brillan bendiciendo y saciando a la tierra… Ya que el trueno sigue unas reglas fijas en lo que respecta a la duración de su resonancia y estas están determinadas. Los truenos y los relámpagos nunca van separados; llevadas por el espíritu se mueven juntos y no se separan. Porque cuando relampaguea el trueno hace estallar su voz…

(Capítulo 60)


El libro sobre el funcionamiento de las luces celestes, sobre cómo están relacionadas entre sí dependiendo de sus clases, su poder y su tiempo, de sus nombres, lugares de origen y meses, que me mostró el ángel sagrado Uriel que estuvo a mi lado… (capítulo 72). Primero sale el gran luminar llamado Sol, su alcance es como el del cielo y está completamente envuelto de fuego alumbrador y calorífico… Al descender, el Sol desaparece del cielo y regresa por el Norte para alcanzar el Este. Cuando el Sol despunta en el cielo, aparece durante treinta días por cada una de las cuatro puertas y se oculta por la puerta Oeste del cielo. Durante aquellos días, los días duran más de lo normal y la noche es más corta de lo normal.

(Capítulo 72, 27)


El pequeño luminar llamado Luna… Su salida y su puesta es diferente en cada mes. Sus días son como los días del Sol, y cuando su luz está repartida de forma uniforme, esta es equivalente a la séptima parte de la luz del Sol y de esta forma sale: su primera fase en el Este empieza el 30 por la mañana y ese día se hace visible y por eso aparece ante vosotros la primera fase lunar… La mitad de ella hace que emerja un séptimo de ella y el resto de su disco está vacío y no recibe luz… excepto un séptimo y un catorceavo de la mitad de su luz… El ángel divino Uriel me enseñó todo y yo copié sus posiciones tal y como él me mostró. Ella va aumentando en séptimos (la Luna) hasta que su luz está completa en el Este, y en séptimos va disminuyendo hasta que es completamente invisible en el Oeste…

(Capítulo 74)


Y si se añaden cinco años enteros al Sol le sobran treinta días. Todos esos días, pertenecientes a los cinco años completos, suman en total trescientos sesenta y cuatro días […] Los guías […] tiene también una relación con los cuatro días de años bisiestos, los cuales no se pueden separar de su sitio de acuerdo con el cómputo completo del año, pero que, sin embargo, no se cuentan al calcular el total de los días del año. Y estos hacen sus oraciones en esos cuatro días, que no se tienen en cuenta al calcular el año […] Ya que el ángel Uriel me mostró los signos y los tiempos, los años y los días […] Vi carros volando por el cielo del mundo, encima de cada puerta en torno a la cual se mueven las estrellas y nunca se extinguen. Una de estas estrellas es más grande que el resto y recorre el mundo entero.



Y hasta 200 hombres descendieron y llegaron al lugar de Achuzan, donde se encontraban el mismo Enoc y sus hijos. Y los más viejos del pueblo acudieron y se reunieron todos y besaron a Enoc y hablaron… a ti te ha elegido el Señor entre todos los hombres de la tierra y te sentó para que tomaras notas de sus criaturas.


Enoc nació el sexto día del mes Pamovus y vivió trescientos sesenta y cinco años. Sin embargo, fue acogido en el cielo el primer día del mes Nisán y permaneció en el cielo sesenta días mientras escribía todos los símbolos de las criaturas que había creado el Señor. Y él escribió trescientos sesenta libros y se los entregó a sus hijos, y permaneció treinta días sobre la tierra hablando con ellos y fue de nuevo acogido en el cielo en el mismo mes de Pamovus, el mismo sexto día de ese mes… Matusalén y sus hermanos, todos los hijos de Enoc, se apresuraron y construyeron un altar en el lugar de Achuzan donde él había sido llevado…


… Oíd la palabra de vuestro padre, todo lo que os manifiesto salido de los labios del Señor, y tomad estos libros escritos de puño y letra por vuestro padre…


Estas son las enseñanzas completas recogidas por Enoc, el escritor… [25].

(Capítulo 92, 1)

Otro libro que fue redactado por Enoc para su hijo Matusalén y para aquellos que vivieran después de él…

(Capítulo 106, 1)

Entonces Enoc empezó a relatar lo que ponía en los libros…

(Capítulo 93, 1)

Y ahora, hijo mío Matusalén, trae a mí a todos tus hermanos y reúne ante mí a todos los hijos de tu madre…

(Capítulo 91, 1)

Y ahora, hijo mío Matusalén, te lo he mostrado todo y te he descrito las leyes de las estrellas.

(Capítulo 79, 1)

Matusalén se apresuró y llamó a sus hermanos Ragim y Riman y Uchan y Chermion y Gaidad y a los más viejos del pueblo, y los llamó ante la presencia de su padre Enoc…

(Redacción más extensa en el capítulo 57, 10)


Y ahora, mi hijo Matusalén… te he desvelado todo y te he entregado los libros que tratan sobre todas estas cosas. Conserva, hijo mío Matusalén, los libros que de la mano de tu padre te son entregados y ponlos en manos de las próximas generaciones del mundo…

(Capítulo 81, 1)


Y de una simiente se levantará otra generación, la última generación, una grande y tremendamente insaciable. Después, cuando vaya apareciendo cada generación, los libros escritos de tu puño y letra serán revelados, ya que los guardianes de la tierra se los mostrarán a hombres fieles; y se volverán más sagrados, más que al principio…


Cuando Enoc hubo hablado con su pueblo, el Señor llevó la oscuridad a la Tierra y cubrió a todos los hombres que estaban con Enoc. Y los ángeles se apresuraron y tomaron a Enoc y se lo llevaron hacia arriba… y el pueblo lo vio todo y no entendió cómo Enoc había sido llevado. Y aquellos que lo vieron rezaron a Dios y se fueron a sus casas.


Pero todo ocurrió en el mismo momento en que todos estaban sentados alrededor de Enoc y este les hablaba. Entonces las personas levantaron sus ojos y vieron la figura de un corcel que bajaba del cielo, y el corcel descendió a la Tierra atravesando la tormenta. Entonces las personas le contaron a Enoc lo que veían y este les habló: «Este corcel ha bajado por mí. Ha llegado el momento y el día en que he de partir y nunca volveré a veros». El corcel había llegado ya y todos los hijos de los hombres lo vieron claramente.


Ellos hablaron, iremos contigo al lugar al que vayas, solo la muerte podrá separarnos de ti. Ya que insistían en ir con él, Enoc dejó de tratar de convencerlos, y ellos lo siguieron y no volvieron nunca más. Y así fue como Enoc, atravesando el temporal, ascendió al cielo sobre el impetuoso corcel en el carro en llamas.


Y los buscaron en el lugar donde Enoc había ascendido a los cielos. Y cuando llegaron al lugar encontraron todo cubierto por la nieve, y sobre la nieve había grandes piedras parecidas a las piedras de nieve. Entonces uno le habló a otro: bien, apartemos la nieve, debemos ver si los hombres que siguieron a Enoc yacen debajo de la nieve. Y apartaron la nieve y encontraron a los hombres que habían seguido a Enoc muertos bajo la nieve. También buscaron a Enoc; sin embargo, no lo encontraron, ya que había subido al cielo. Esto sucedió en el año 113 de la Era de Lamech, el hijo de Matusalén, cuando Enoc ascendió al cielo.

Tomadas del libro La historia miente de Erich von Däniken




Vigías del cielo

“Al cumplir 365 me hallé, cierto día del segundo mes, solo en mi casa…Y se me aparecieron dos hombres de gran envergadura. Sus rostros brillaban como el Sol, y sus ojos eran como antorchas llameantes; de sus bocas salían llamas; sus ropas y voces eran magníficas, y sus brazos como alas doradas. Se acercaron a la cabecera de mi cama y me invocaron por mi nombre. Despertaba yo de mi sueño y me puse en pie ante mi lecho; luego me incliné ante ellos, con el rostro lívido de terror. Entonces, los dos hombres me hablaron, y éstas fueron sus palabras: ¡Tranquilízate, Henoc, no temas! Porque el Señor nos envía a verte, y hoy mismo estarás con nosotros en los cielos. Llama a tus hijos y a tus sirvientes, e instrúyeles en las tareas de la casa. Nadie deberá salir en tu busca, hasta que el Señor te reúna de nuevo con los tuyos…”

El Libro de Henoc
Versión eslava
Tomada del libro Grandes misterios del pasado de Tomás Martínez Rodríguez, página 156


"Y aparecieron dos hombres, muy altos, como nunca antes había visto en la Tierra. Sus caras resplandecían como el Sol, y sus ojos eran como lámparas encendidas… sus manos brillaban más que la nieve». A algunos «dioses» antiguos también se los llamaba «los brillantes». Un tema de la investigación extraterrestre moderna y de los informes de abducciones es que el sistema estelar de las Pléyades, las conocidas «Siete Hermanas», está poblado por una raza rubia de ojos azules (y reptiliana) y, una vez más, por todo el Imperio sumerio y más allá encontramos referencias a las Pléyades. Las Pléyades, de hecho, son una agrupación de unas doscientos estrellas y no sólo de las siete a las que se asocian."

Libro de Enoc



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