Mark Twain Cartas desde la Tierra



—¡Eso es! —dijo Satanás. Ustedes perciben que es una idea estupenda. Nada semejante ha surgido hasta ahora del Intelecto Maestro. La Ley —la Ley Automática—, ¡la Ley exacta e invariable que no requiere vigilancia, ni corrección, ni reajuste mientras duren las eternidades! Él dijo que esos innúmeros y enormes cuerpos se precipitarían a través de las inmensidades del Espacio durante la eternidad, a velocidades inimaginables y en órbitas precisas, que nunca chocarían ya que nunca prolongarían o disminuirían sus períodos orbitales en más de una milésima parte de un segundo ¡en dos mil años! Ése es el nuevo milagro, y el mayor de todos: la Ley Automática. Y Él le asignó un nombre:
Ley de la Naturaleza, y afirmó que la Ley de la Naturaleza es la Ley de Dios, nombres intercambiables para una y la misma cosa.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 3
 
 
El hombre es un experimento, los otros animales son otro experimento. El tiempo demostrará si el esfuerzo valía la pena.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 6
 
 
El hombre es una rareza maravillosa. En las condiciones más favorables, es una especie de ángel del grado más bajo enchapado en níquel; en las peores, es indescriptible, inimaginable; y siempre, el hombre constituye un sarcasmo.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 6
 
 
¡El hombre es una maravilla! Me gustaría saber quién lo inventó.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 12
 
— Cada hombre de la Tierra posee una porción de intelecto, grande o pequeña, de la cual se enorgullece. Su corazón se expande ante la sola mención de los líderes intelectuales de su raza y ama los relatos de sus espléndidos logros. Porque comparten la misma sangre, y al haberse ellos cubierto de gloria honran a sus descendientes.
¡Mirad —exclama—, lo que puede hacer la mente del hombre!; y pasa lista a los ilustres de todas las épocas. Señala las literaturas imperecederas que han dado al mundo, las maravillas mecánicas que han inventado, y las glorias con que han vestido a las ciencias y a las artes. Ante ellos se descubre como ante los reyes, y les rinde su más profundo homenaje, el más sincero que pueda ofrecer su corazón exultante —y superpone así el intelecto sobre las demás cosas de su mundo—, entronizándolo bajo la bóveda celestial en una supremacía inalcanzable. Y luego imagina un Cielo sin asomo de intelectualidad.
¿Es extraño, curioso, sorprendente? Es exactamente como lo cuento, aunque pueda parecer increíble. Este sincero adorador del intelecto y pródigo remunerador de sus servicios aquí en la Tierra ha inventado una religión y un paraíso que no rinden homenaje alguno al intelecto, ni le ofrecen distinciones, ni lo hacen objeto de su liberalidad. En realidad, nunca lo mencionan. Ya habrán notado ustedes que el Cielo del ser humano ha sido proyectado y construido sobre un plan absolutamente definido; ¡y este plan contiene un elaborado detalle de todo aquello que es repulsivo para el hombre, nada que le guste! Muy bien, cuanto más adelante prosigamos, más aparente se hará este curioso hecho. Tomen nota de esto. En el Cielo del hombre no hay ejercicio para el intelecto, nada que pueda alimentarlo. Allí se pudriría en un año, se pudriría y apestaría. Se pudriría y apestaría y en ese estado alcanzaría la santidad. Una bendición, porque sólo los santos pueden tolerar los goces de ese manicomio.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 12
 
 
Así fue pues que Dios expulsó a Adán y Eva del Paraíso terrenal, y por lo tanto los asesinó; y por el simple motivo de que desobedecieron una orden que Él no tenía ningún derecho de dar. Pero la cosa no paró ahí como verán. Dios tiene un código moral para Sí mismo y otro muy distinto para sus hijos. Les exige a éstos que traten con justicia y con suma bondad a los pecadores y que les perdonen no una vez sino setenta veces siete: pero Él no trató a nadie con bondad ni con justicia. No perdonó ni siquiera el primer pecadito a esa parejita de jóvenes inexpertos, tranquilos e inocentes. Hubiera podido decirles: «Por esta vez no los voy a castigar, los voy a poner a prueba nuevamente». ¡Qué va! Al contrario, decidió castigar incluso a los hijos de ellos por toda la eternidad, por una culpa trivial cometida por otros mucho antes de que ellos hubieran nacido. Y todavía los sigue castigando. ¿Con suavidad? Claro que no; de una manera atroz. Ustedes pensarán naturalmente que un ser que se porta como Éste, no debe de ser muy amado entre los hombres. Ni se lo imaginen: el mundo lo llama Justo, Virtuoso, Bueno, Clemente, Bondadoso, Compasivo, Aquél que más nos ama, Fuente de toda verdad y de toda moral. Y semejantes sarcasmos se repiten todo el día por el mundo entero, pero no son sarcasmos deliberados. No, los dicen con toda seriedad y los pronuncian sin una sonrisa.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 19
 
 
Es curiosa la forma en que trabaja la mente humana. El cristiano parte de esta premisa, definida, radical e inflexible: Dios es omnisciente y todopoderoso. Siendo éste el caso, nada puede suceder sin que Él lo sepa de antemano; nada puede acontecer sin Su permiso; nada puede suceder si Él desea evitarlo. Es evidente, ¿verdad? Torna al Creador responsable de todo lo que pasa, ¿no es así? El cristianismo lo acepta en la oración recordada más arriba. Lo acepta con sentimiento, con entusiasmo. Después de haber hecho responsable al Creador de todos los dolores, enfermedades y sufrimientos antes enumerados, y que Él podría haber evitado, ¡el inteligente cristiano lo llama mansamente Padre Nuestro! Es como les digo. ¡Dota al Creador con todos los datos necesarios para crear un ser maligno, y luego llega a la conclusión de que tal Ser y su Padre son la misma cosa! Sin embargo, niega que un loco malvado y el director de la escuela dominical sean, en esencia, lo mismo. ¿Qué les parece la mente humana? Quiero decir, en caso de que les parezca, que existe la mente humana.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 29
 
Sem estaba lleno de parásitos intestinales. Es extraordinario el completo y amplio estudio que dedicó el Creador a la gran obra de hacer desgraciado al hombre. He dicho que ideó un agente de aflicción especial para todos y cada uno de los detalles de la estructura del hombre, sin pasar uno solo por alto, y dije la verdad. Mucha gente pobre tiene que andar descalza porque no puede comprarse zapatos. El Creador vio su oportunidad. Diré, de paso, que siempre tiene el ojo puesto sobre los pobres. La novena parte de sus invenciones de enfermedades estaba destinada a los pobres, y ellos las padecen. Los ricos adquieren los sobrantes. No crean que hablo despreocupadamente, no es así. La mayoría de las enfermedades inventadas por el Creador está destinada a atacar a los pobres. Se podría deducir esto del hecho de que uno de los mejores y más comunes nombres que se le dan al Creador desde el púlpito es «Amigo de los Pobres».
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 31
 
 
Consideremos la «enfermedad del sueño», de África. Esta atroz crueldad tiene por víctima a una raza de negros inocentes e ignorantes que Dios colocó en un desierto remoto, y sobre la cual puso Su Ojo: el que no duerme nunca si hay oportunidad de engendrar padecimientos para alguien. Hizo los arreglos pertinentes antes del Diluvio.
El agente elegido fue una mosca emparentada con la tsé-tsé, una mosca que asola el país de Zambesi y mata con su picadura al ganado y a los caballos, volviendo así a la región inhabitable para el hombre. El espantoso pariente de la tsé-tsé deposita un microbio que produce la «Enfermedad del Sueño». Cam estaba plagado de estos microbios y al término del viaje los esparció en África, comenzando la destrucción que no encontraría alivio hasta haber pasado seis mil años, cuando la ciencia atisbaría en el misterio descubriendo la causa de la enfermedad. Las naciones piadosas agradecen desde entonces a Dios, y lo alaban por venir al rescate de los negros. El púlpito dice que es Él quien merece la alabanza. Por cierto que es un Ser muy curioso. Comete un crimen atroz, prolonga este crimen durante seis mil años y, luego, se hace merecedor de alabanzas porque sugiere a alguien la forma de paliar su gravedad. Al enfermo le llaman paciente, y realmente debe serlo, pues de otro modo hace siglos que hubiera hundido el púlpito en la perdición por los nefastos dones que recibe de Su parte. La ciencia dice lo siguiente de la Enfermedad del Sueño, llamada también Letargo Negro:
«Se caracteriza por períodos de sueño recurrentes a intervalos. La enfermedad dura de cuatro meses a cuatro años, y es siempre fatal. La víctima al principio tiene apariencia lánguida, pálida, débil, idiotizada. Los párpados se inflaman y aparece una erupción cutánea. Se queda dormida mientras habla, come o trabaja. A medida que progresa la enfermedad se alimenta con dificultad, enflaqueciendo. La inanición y la aparición de llagas van seguidas de convulsiones y la muerte. Algunos pacientes pierden la razón».
Quien es llamado por la Iglesia y el pueblo Padre Nuestro que estás en los Cielos es el que inventó la mosca y la mandó a infligir este triste y prolongado infortunio, esta melancolía y esta ruina, esta podredumbre del cuerpo y de la mente, a un pobre salvaje que no hizo daño alguno al Gran Criminal. No hay un hombre en el mundo que no compadezca al pobre negro sufriente, y no hay hombre que no estuviera dispuesto a devolverle la salud si pudiera. Para encontrar al único que no siente piedad de él es necesario ir al Cielo; para encontrar al único que puede sanarlo y a quien no se pudo persuadir de que lo hiciera, es necesario ir al mismo lugar. Hay sólo un padre lo suficientemente cruel para afligir a su hijo con este horrible mal; sólo uno. Ni todas las eternidades pueden producir otro. ¿Les gustan los reproches poéticos llenos de indignación expresada con calor? He aquí uno, recién salido del corazón de un esclavo: ¡La falta de humanidad del hombre Causa incontables pesares!
Les contaré una linda historia que tiene un toque patético. Un hombre se volvió religioso, y preguntó a un sacerdote qué podía hacer para volverse digno de su nuevo estado. El sacerdote dijo: «Imita a Nuestro Padre que está en el Cielo, aprende a ser como Él». El hombre estudió la Biblia con atención, diligente, concienzudamente, y luego de haber rogado al Cielo que lo guiara, inicio sus imitaciones. Hizo caer por las escaleras a su mujer, que se rompió la columna dejándola paralítica por el resto de sus días; entregó a su hermano en manos de un estafador, que le robó cuanto poseía y lo dejó en el asilo; inoculó parásitos intestinales a uno de sus hijos, la enfermedad del sueño a otro, y gonorrea al tercero; hizo que su hija se contagiara escarlatina y llegara así a la adolescencia sorda, ciega y muda para siempre; y después de ayudar a un canalla a que sedujera a la menor, le cerró la puertas de su casa y la hija murió maldiciéndolo en un prostíbulo. Luego se presentó ante el sacerdote, que le dijo que ésa no era la forma de imitar al Padre Celestial. El converso preguntó en qué había fallado, pero el sacerdote cambió de tema y le preguntó cómo estaba el tiempo en su pueblo.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 34
 
 
El hombre es, sin duda, el tonto más interesante que existe. También el más excéntrico.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 36
 
 
La historia humana está teñida de sangre en todas las épocas, cargada de odio y manchada de crueldad; pero después de los tiempos bíblicos estos rasgos han marcado límites de alguna clase. Aun la Iglesia, desde el principio de su supremacía, que posee el crédito de haber derramado más sangre inocente que todas las guerras políticas juntas, observa el límite. Pero noten ustedes que cuando el Señor, Dios de Cielos y Tierra, Padre Adorado del Hombre, está en guerra, no hay límite. Es totalmente inmisericorde, Él, a quien llaman Fuente de la Misericordia. ¡Él mata, mata, mata! A todos los hombres, bestias, jóvenes, niños; también a todas las mujeres y niñas, excepto aquéllas que no han sido desfloradas.
 
Mark Twain
Cartas desde la Tierra, página 51
 
 
 
 

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