Creemos que siempre
pensamos de forma lógica y que estamos bien informados; en realidad, somos
versos de un libro gigante, del que desconocemos las primeras cuatro mil
páginas.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 5
El punto de partida que he elegido en el abismo del
tiempo revela que la nuestra es una sociedad desangrada y desconocedora
que juzga como si supiera algo.
Erich von Däniken
Un profundo cambio se está aproximando, un cambio que los
políticos, los científicos autocomplacientes y los melodramáticos líderes
religiosos intentan frenar, pero nunca podrán parar. Contra los pensamientos no
existen vacunas; estos no conocen ni fronteras, ni pueden ser censurados. E
incluso encima tienen la capacidad de extenderse sin parar. A través de nuestros
canales mágicos se intenta homogeneizar a la sociedad. Las personas se
convierten en vagos moralistas que se convencen de que son «buenas personas».
Los medios de comunicación de masas prefabrican la imagen que estas personas
tienen del mundo, y los jefes y redactores no son más que meros peones de las
recomendaciones superficiales y de los consejos consultivos de las comisiones
políticas que, en el momento más indicado, tratan de entrometerse —aun cuando
no entienden nada del tema—. No están permitidos los programas en televisión
que contradigan alguna religión. ¡Hasta este punto hemos llegado! El carácter
poco científico y la creencia en tonterías lo dominan todo. Con la saturación
de información nos hemos vuelto perezosos. Preferimos engancharnos a la
televisión a centrar nuestra atención en leer un libro de forma crítica. Mejor
hacer el vago en la playa de Hurgada que arrastrarse por la Gran Pirámide. La
juventud trastea y teclea algo en internet y la pantalla escupe datos a la
retina —que ni siquiera nos interesan y que por ello desaparecen en el olvido—.
¿De qué sirve una proliferación del conocimiento en la edad electrónica si no
ocurre nada con él? Navegamos por las informaciones pero no nos sumergimos en
ellas. Este internet nos manipula, ya que creemos que a la Red le podemos pedir
toda información posible y así estar completamente informados. Erich von
Däniken = fin de la racionalidad. La Red nos devuelve lo que alguna vez alguien
introdujo. Por este motivo, estimados lectores, no podrán encontrar en la Red
ni textos apócrifos, ni una lista de los reyes de Manetón, ni mucho menos una
traducción completa del Mahabharata de Chandra Roy realizada en el año 1888. La
información en la Red es una ilusión. De pronto nos encontramos con el vacío
cuando queremos llegar hasta textos primigenios que jamás fueron introducidos.
Basura en forma de gigas que entra, basura en forma de gigas que sale. Entre
tanto, tampoco son posibles las conexiones transversales. El internet que todo
lo sabe es parcial, e incluso manipula a los que creen que pueden fiarse de él.
Creado para los simpatizantes entre los simpatizantes. Los internautas se
comportan todos de la misma manera en cuanto están sentados ante un teclado.
Inconscientes de que pestañean al compás. Ya no me sorprendo porque sé cómo
funciona el sistema. No se pueden establecer relaciones transversales fuera de
la Red porque no se conocen. Así, esta creencia psicótica, se podría llamar
también la sociedad de los simpatizantes, se ha convertido en el día a día de nuestra
sociedad aparentemente tan bien informada. El unir el pasado con el futuro está
reñido con estos cerebros programados de la misma forma. Ambos están unidos, y
una sociedad que no quiera aprender eso tendrá que orientar su pensamiento en
otro sentido ya que el futuro será arrollado por el pasado. ¿Cómo nos
comportaremos cuando los extraterrestres de Enoc vuelvan a aparecer? Y que van
a venir es más seguro que el amén de las iglesias.
Erich von Däniken
Como especialista en extraterrestres sé — ¡y no creo! — que
hace milenios los extraterrestres visitaron la Tierra.
Erich von Däniken
Si los ojos pudieran gritar, lo harían en Nazca.
Erich von Däniken
¿Se supone que el mismo Roger Bacon fue el autor del
Manuscrito Voynich? Faltan pruebas de ello, pero tampoco se puede descartar
totalmente. Un libro de la envergadura del Manuscrito Voynich probablemente
hubiera sobrepasado incluso a Roger Bacon. A fin de cuentas, se trata de una
escritura totalmente nueva que se burla de cualquier lógica con coloridos
dibujos de plantas y artefactos que no existen en ningún lugar de la Tierra.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 11
Con las tradiciones orales de épocas muy lejanas tenemos un
verdadero problema (¡uno de tantos!).
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 12
En los poemas epopéyicos Ramayana y Mahabharata hay
aproximadamente 50 pasajes en los que sin ningún tipo de tapujos se habla sobre
máquinas volantes [9]. ¡Y… y… y…! Aquel que no conozca los textos de la Edad
Media que hablan de posibilidades de vuelo debería callar. A mí me parece que
Roger Bacon debió de haber conocido, al menos, algunas fuentes antiguas —por
eso no permaneció en silencio. Con las tradiciones orales de épocas muy lejanas
tenemos un verdadero problema (¡uno de tantos!). Pocas personas conocen estos
textos; a eso se le suma que miles de libros antiguos ya no existen. En el año
47 a. C. y nuevamente en el año 391 de nuestra era la Biblioteca de
Alejandría fue pasto de las llamas. Lo mismo sucedió con la de Jerusalén,
Pérgamo y el resto de ciudades en las que las guerras hicieron estragos. Y
cuando, en nombre de la cruz, fue conquistada Centroamérica, los monjes
quemaron con gran fervor miles de manuscritos de los mayas y los aztecas. ¡Todo
el conocimiento de la Antigüedad perdido! ¿Dónde están los textos originales de
Enoc, ¿Salomón, Manetón? ¿dónde quedaron las obras originales sobre Atlantis?
El punto de partida que he elegido en el abismo del tiempo revela que la
nuestra es una sociedad desangrada y desconocedora que juzga como si supiera
algo.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 12
El Manuscrito Voynich no solo contiene sílabas sin sentido o
«letras», también tiene dibujos a color que están situados a la izquierda y a
la derecha de las páginas del pergamino, muy a menudo encima del texto o
incluso insertos en él; de forma que puede parecer que el texto es un
comentario de los dibujos. Por este motivo, los expertos debieron preguntarse:
¿es todo inventado?, ¿todo es falso, son todo fantasías iguales al resto de las
que surgen en cada siglo en cualquier clínica psiquiátrica?
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 14
¿No fue todo más que una ilusión religiosa, una visión
garabateada por un loco sobre un pergamino en su celda? Se conocen ejemplos
similares. En algún momento algún genio loco pudo decirse a sí mismo: ahora
dejaré a los investigadores del futuro algo que no podrán entender. ¿Se esconde
detrás del autor la figura de Roger Bacon con sus increíbles conocimientos
sobre épocas pasadas?
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 15
Bacon debió de haber tenido diversos motivos para plasmar su
conocimiento en un texto secreto y evitar que el clero fuera tras él. Por otra
parte, él no hubiera producido algo indescifrable. A él le bastaba con que, desde
aquellos que le criticaban hasta el Papa, nadie pudiera leer el texto
codificado. Para ello, en el texto tenía que haber un sistema oculto. Nuestros
criptógrafos descifran todos los códigos secretos, y mucho más en la era de los
ordenadores. El Manuscrito Voynich carece de este tipo de lógica. O tal vez
Roger Bacon copiara un alfabeto mucho más antiguo para crear el Manuscrito
Voynich sin ni tan siquiera entender su significado. ¿El contenido y las
imágenes son la invención de un oculista para estafarle a Rodolfo II 600
ducados? En aquella época esto pudiera haber sido probable. O —última opción—
¿es Wilfried Voynich el falsificador de la obra? Según se ha demostrado,
Wilfried se daba a la buena vida y siempre necesitaba dinero. Un contemporáneo
suyo lo describe como «capaz y dinámico, pero insoportablemente grosero y
prepotente». A pesar de todo, no es plausible que el falsificador sea Voynich,
ya que, definitivamente, el manuscrito existía ya antes de 1887.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 15
todos los cristianos creyentes están convencidos de que la
Biblia contiene la palabra de Dios; y en el caso de los Evangelios del Nuevo
Testamento predomina la creencia popular de que los que acompañaban a Jesús de
Nazaret habían ido apuntando las palabras y enseñanzas de su maestro, por así
decirlo, que habían ido escribiendo una crónica de forma dinámica. A esta
crónica se le atribuyó la calidad de «texto primigenio». Y, de hecho, no es
cierto todo lo que aparece en dicho texto. Ni siquiera existen esos textos
primigenios tan fecundos para la teología y que tanto esfuerzo costó escribir.
¿De qué disponemos? De copias que, sin excepción, se originaron entre los
siglos IV y X después de Cristo. Y estas, aproximadamente, 1500 copias
provienen por su parte de copias de copias, y ni una sola copia coincide con el
resto. Se han contado alrededor de 80 000 versiones (¡ochenta mil!). No
hay ni una sola página de estos supuestos «textos primigenios» en la que no
aparezcan contradicciones. De copia a copia los diferentes escribas
interpretaron el texto de forma diferente y lo adaptaron a sus épocas. Este
«texto primigenio» bíblico está rebosante de miles y miles de errores que se
pueden demostrar con facilidad. El «texto primigenio» más conocido, el Codex
Sinaiticus —que como el Codex Vaticanus es originario del siglo IX—, fue
encontrado en 1844 en un monasterio del Sinaí. Este contiene no menos de
16 000 correcciones (¡dieciséis mil!) realizadas, como poco, por seis
correctores. Algunos pasajes fueron sustituidos varias veces y suplantados por
un nuevo «texto primigenio». Solamente el profesor Friedrich Delitzsch, uno de
los mejores expertos en la materia, encontró en el «texto primigenio» 3000
fallos de elaboración.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 16
El mejor objeto que Crespi me enseñó, y que por lo que él
creía provenía de una biblioteca de metal subterránea, sobre la que hablaré en
el siguiente capítulo, fue una plancha de oro con 56 cuadrados. En la plancha
había dibujadas catorce líneas, en cada línea había cuatro cuadrados y en cada
cuadrado una inscripción estampada. Algunos de estos signos sorprendentemente
son iguales a algunos del Manuscrito Voynich. ¿Podría ser esta plancha de la
colección de Crespi la Piedra Rosetta que sirva para descifrar el Manuscrito
Voynich? Yo tengo tan poca idea como ustedes, queridos lectores, pero sé con
seguridad que hace siglos existían otras escrituras que no están registradas en
ninguna biblioteca y que fueron traídas a la Tierra por extraterrestres. Esas
escrituras contradecirían a toda lógica terrestre, a la simetría de cualquier
alfabeto y podrían ser traducidas, en el mejor de los casos, si se contara con
la cantidad suficiente de material comparativo. ¿Escrituras de los
extraterrestres?, ¿traídas desde lejos?, ¿cuándo aparecieron?, ¿cómo?, ¿con qué
medios viajaron los extraterrestres años luz y, si este fue el caso, qué
buscaban en la Tierra? ¿Y, ahora, además, se trata de escrituras? ¡Menuda
afirmación! ¿Cómo pretenden ocultar algo así? Precisamente, sobre algunas
escrituras de extraterrestres existen relatos.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 22
Sobre algunas escrituras de extraterrestres existen relatos.
Aquí está una recopilación de ellos.
Platón, en su diálogo con Fedro, cita uno de estos relatos,
el cual había llegado a conocer a través de su colega Sócrates:
Uno de los antiguos dioses de Egipto estuvo en Naukratis, el
mismo a que está consagrado el pájaro que los egipcios llamaban Ibis. Sin
embargo, el nombre del dios era Thot. Este había inventado los números y el
cálculo, la geometría y la astronomía, además de los juegos de mesa y de dados,
y al final también la escritura…
El dios Thot le confió la escritura al faraón con las siguientes
palabras:
¡Oh rey!, esta invención hará a los egipcios más sabios y
servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de
aprender y recordar.
El faraón no estuvo de acuerdo con ello y contradijo al dios
Thot:
Este invento no producirá sino olvido entre las almas que la
conozcan, ya que, confiados con este auxilio extraño, abandonarán a caracteres
materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su
espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de
despertar reminiscencias.
Razón tenía, las escrituras milenarias solo pueden despertar
el recuerdo de la memoria, mientras este no se haya perdido. ¿Quién sabe si el
querido dios —sea quien fuere— inventó otros mundos mucho antes de crear la
Tierra? Al leer en los relatos de los judíos en la Antigüedad encontramos lo siguiente:
Al principio el Señor había creado miles de mundos; después
creó otros mundos… El Señor creó mundos y los destruyó, plantó árboles y los
arrancó porque todavía estaban desordenados… Y siguió creando mundos y
destruyéndolos hasta que creó nuestro mundo, entonces habló: este mundo me
satisface, aquellos no me gustaban.
¿Crear mundos y plantas para destruirlos después porque no
coincidían con lo deseado? Hoy en el lenguaje técnico se le llama terraforming.
Para ello se trata de convertir en habitable un planeta que no lo es, de forma
que, por ejemplo, se podrían dispersar algas azules en Marte. Estas se
multiplican rápido y en poco tiempo producen enormes cantidades de oxígeno.
¿Fue al hombre al que después de experimentar un penoso
proceso de maduración intelectual de pronto se le ocurrió garabatear unas
letras? ¡Naturalmente! ¿A quién si no? ¿Seguro? Los relatos provenientes del
tiempo primigenio cuentan que incluso dos mil años antes de la creación del
hombre inteligente ya existía la escritura. Ya que entonces no existían los
rollos de pergamino y no había ganado cuya piel se pudiera utilizar, ni tampoco
metales y, por falta de árboles, tampoco pizarras de madera, este libro existía
en forma de piedra de zafiro sagrado. Un ángel llamado Raziel, el mismo que
estaba sentado sobre la corriente que salía del Edén, le dio este extraño libro
a nuestro progenitor Adán. Debió de haber sido un ejemplar único, ya que no
solo contenía todo el saber digno de ser conocido, sino que también se podían
encontrar en él predicciones sobre el futuro. No solo Adán iba a beneficiarse
de aquel libro de las maravillas, sino también sus predecesores.
También entre tus hijos, los que vengan después de ti, habrá
uno que se sirva de este libro y sepa lo que va a ocurrir. Sabrá si se van a
extender la desdicha o el hambre, si el trigo será abundante o si lloverá o
habrá sequía.
¿Qué es un diccionario o una enciclopedia al lado de este gran
libro? A los autores de esta fenomenal obra debemos buscarles entre los
ángeles, ya que después de que el ángel Raziel entregara a nuestro progenitor
el libro y se lo leyera en alto se produjo algo inesperado:
Y en el momento en que Adán recibió el libro, se prendió un
fuego en la orilla del río y el ángel ascendió entre las llamas a los cielos.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 23
Adán, Set y Noé debieron haber conocido por el libro los
nombres de varios cielos. ¿No existe únicamente un cielo? ¿De qué hablan en
realidad? Los judíos de la Antigüedad detallan esta historia [15]. El primer
cielo se llamó Wilon, y desde él se vigilaba a los hombres. Encima del cielo de
Wilon estaba el cielo Rakia, donde se hallaban las estrellas y los planetas. Un
poco más arriba surgía Schechakim, y encima de este estaban Gebul, Makhon y
Maon. Finalmente, encima de ellos aparecía el cielo superior, llamado Arabot. Y
allí debían de encontrarse la «querubina» y las «espirales sagradas»,
significara eso lo que significara para las formaciones del espacio. A menudo
se menciona que entre los diferentes cielos hay distancias y espacios
temporales, y que entre ellos hay «escaleras» y «épocas de quinientos años».
Todo esto suena un poco a viajes por el espacio.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 27
La diferencia entre los teólogos y yo es que yo también consulto
textos de otras religiones y regiones del mundo, mientras que la teología
judeo-cristiana solo se ocupa de encontrar las relaciones cruzadas que existen
en la Biblia y en los textos apócrifos.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 37
Los primeros cinco capítulos del libro de Enoc anuncian
algún tipo de juicio final (aparentemente): el divino Dios dejará su morada
para hacer una aparición con su hueste de ángeles en la Tierra. Los siguientes
once capítulos describen el tan conocido caso de los «ángeles disidentes» que
—en contra de las órdenes de su Dios— se juntan con las hijas de los hombres. A
estos «ángeles» les fueron encomendadas por su Dios tareas precisas que nunca
encajarían en lo que se supone deben ser las actividades de los seres celestiales.
Por ejemplo:
Semjasa instruyó en el arte de las evocaciones y de cortar
las raíces, Armaros el de cómo disolver conjuros, Baraqel enseñó a observar el
cielo, Kokabeel instruyó sobre astrología, Ezequiel sobre la ciencia de las
nubes, Arakiel enseñó los signos de la Tierra, Samfaveel los del Sol, Seriel
los de la Luna…
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 41
El libro de Enoc eslavo contiene detalles interesantes que
no se hacen explícitos en el libro abisinio:
«Cuando cumplí trescientos sesenta y cinco años, estaba solo
en casa el día del segundo mes… Entonces se me aparecieron dos hombres muy
grandes que nunca había visto en la Tierra. Sus semblantes resplandecían como
el Sol, sus ojos como antorchas ardientes; de sus bocas emanaba fuego; sus
ropas y cantos eran grandiosos; sus brazos como alas doradas. Se pusieron de
pie a la cabeza de la cama y me llamaron por mi nombre. Me desperté del sueño y
me levanté de mi camastro; después me incliné ante ellos, mi semblante estaba
pálido por el miedo. Entonces los dos hombres me hablaron: ¡No tengas miedo,
Enoc! ¡No temas! El eterno Señor nos ha enviado hasta ti, hoy deberás venir con
nosotros al cielo. Dale a tus hijos y a la servidumbre instrucciones sobre lo
que deben hacer en tu casa. Nadie deberá buscarte, hasta que el Señor te traiga
de vuelta con ellos…».
Las interpretaciones teológicas de que el patriarca
antediluviano viviera una aparición o tuviera una visión son insostenibles.
Enoc se despierta, se levanta de la cama y le da a su gente indicaciones de lo
que tiene que ocurrir en su ausencia. La versión de que pudo haber tenido una
visión estando muerto tampoco aporta nada, ya que Enoc regresa con los suyos
después de su viaje espacial. ¿Qué vivió «allí arriba»?
Enoc aprendió a escribir y le fueron dictados libros. No es
que el «querido Dios» le hubiera dictado personalmente, de esto se ocupó el
arcángel llamado Vrevoel. Para que todo fuera más deprisa, Vrevoel le
proporcionó una «caña de escritura rápida»:
Y el Señor llamó a unos de sus arcángeles, de nombre
Vrevoel, que adquiría sabiduría más rápido que los demás arcángeles y escribía
más rápido todas las obras del señor. Y el señor habló a Vrevoel: Saca de mis
receptáculos los libros, coge la caña para escribir y dásela a Enoc y muéstrale
los libros. Y Vrevoel marchó raudo y me trajo los libros escogidos y me entregó
la caña de la escritura rápida de su mano...
¿Qué era eso tan importante que le tenía que dictar? De
hecho, todo, porque los hombres entonces no sabían nada. Enoc relata:
Y Vrevoel me habló de todas las obras del cielo y la tierra
y el mar y de todos los elementos, de los animales, de los truenos y el sol y
la luna y las estrellas y sus mecanismos y sus cambios y sobre los tiempos y
los años y los días y de las salidas de los vientos… Vrevoel me contó eso
durante treinta días y treinta noches y su boca no enmudeció.
Con todo, eso no fue suficiente. A esta reunión maratoniana
le siguió otra que también duró treinta días. Enoc era un alumno modelo.
Siempre que en discusiones surge el tema de Enoc y yo
propongo que el patriarca antediluviano asistió como hombre privilegiado a un
curso en una nave nodriza asistido por extraterrestres, vuelvo a oír que
entonces tenía que haber estado metido de algún tipo de traje espacial. ¿Tenía
que ser así? En nuestras estaciones espaciales los astronautas también se
mueven sin traje espacial. Los extraños que aparecieron ante Enoc tuvieron que
haberse protegido simplemente de los virus y bacterias y probablemente del olor
humano. Lo que precisamente describe el atento alumno Enoc:
Y el Señor habló a Miguel: Acercaos a él y desvestid a Enoc
quitándole las ropas terrestres e ungidlo con mi buen ungüento y ponedle las
ropas de mi gloria. Y Miguel así lo hizo, como el Señor le había hablado: me
ungió y me vistió. Y cada ungüento parecía más que una luz grande y su
untuosidad era como el rocío y su olor como el de la mirra y brillaba como los
rayos del sol. Y me miré a mí mismo, y yo era como uno de sus magníficos seres;
y no había diferencia entre nuestras apariencias.
Ahora hay que imaginarse que toda esta escena tiene algo que
ver con el «querido Dios» de las religiones. Él posee un ungüento especial y da
órdenes de que Enoc sea embadurnado con esta pasta de intenso olor. ¡Nosotros
los hombres siempre tuvimos un gusto muy particular! Después, Enoc es vestido
y, según el procedimiento, constata que su apariencia es la misma que la de los
otros. ¡Lógicamente! ¡Con su traje espacial! ¿Cómo si no? Cuando Enoc llegó al
puente de mando o a la sala de conferencias de la nave —según la visión
teológica—, «ante el trono de su gran majestad», cuenta que el jefe se alzó y,
«se acercó a mí y me saludó empleando su voz».
En este punto la cosa se pone delicada para los exégetas. No
se puede atribuir a Dios esta escena. Dos extraterrestres («hombres, que nunca
había visto en la Tierra») cogen a Enoc, lo desinfectan, le ponen un traje
espacial, lo llevan a la nave y lo ponen ante el comandante y este se supone
que saluda al hombre «empleando su voz». Este comandante da órdenes de
proporcionarle al hombre la «caña de escritura rápida», y el subordinado
llamado Vrevoel le dicta durante días obras científicas. ¿A quién le sorprende
que toda la vieja escuela de exégetas se tirara de los pelos y convirtiera el
resumen de la experiencia de Enoc en «palabrería» y «visiones»? ¿En qué era
vivimos? ¿Cuántos argumentos hacen falta para abrirles los ojos a estos
provincianos? Esto es todo lo que yo, como aplicado escritor del presente,
estoy describiendo —nada nuevo—, tiene milenios de antigüedad. Simplemente ha
sido olvidado, malinterpretado, analizado psicológicamente y tergiversado. Ya
va siendo hora de tomar los textos y darles una forma comprensible y moderna; y
de sondear la profundidad de sus significados. Que las dudas hagan temblar a la
autoridad y que la razón triunfe por encima de la creencia.
En los círculos de la ciencia aparece el argumento de que la
investigación tendría que concentrarse primero en la opción adecuada posible y
razonable, antes de recurrir a propuestas más exóticas. En el caso de los
textos de Enoc, ¿cuál es la opción adecuada, posible y razonable? Seguramente
no los resultados presentados hasta ahora. No tienen ningún sentido porque Dios
o sus arcángeles y ángeles son presentados como las figuras ejecutivas.
Entonces algunos hechos de estos creadores omnipotentes del universo
convertirían a un verdadero dios en una figura absolutamente indigna. La mejor
solución para sondear el significado de los textos es adoptar un punto de vista
acorde con la época. Esta también fue la intención de todos los «señores» que
dictaron los libros a Enoc:
El Señor me dijo: «¡Oh! Enoc, contempla la escritura de la
pizarra celestial, lee lo que está escrito sobre ella y recuerda cada detalle».
Yo observé todo lo que estaba escrito en la pizarra, memoricé todo y leí el libro.
(Capítulo 81, 1)
El mismo Enoc, escritor del Señor, le entrega estos libros a
su hijo en la despedida previa a su gran expedición espacial:
Y ahora, mi hijo Matusalén, conserva estos libros que tu
padre te entrega en mano y entrégaselos a las generaciones venideras del mundo.
(Capítulo 82, 1)
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 42
Caminamos derechos hacia un tiempo de milagros y de
despertar. La historia humana no ha llegado todavía a su fin.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 53
Creo en la evolución —con algunas restricciones— y engullo
los libros de Enoc con total lucidez. No pude ser que en los libros antiguos
aparecieran conocimientos modernos y que nuestros superinteligentes filólogos,
teólogos y exégetas solo vieran en ellos «visiones» o «el jardín encantado de
Enoc». A veces imagino que estoy dentro de un ballet. A mí alrededor bailan
sirenas en puntas y hombres con túnicas ondeantes, y todos hacen un dibujo
fantasmal que no existe. ¿Les falta a los demás imaginación o son incapaces de
deshacerse de sus prejuicios y desligarse de sus caparazones hinchados tras el
paso de los siglos? Yo me califico a mí mismo como un realista fantástico, pero
la fantasía no es lo mismo que tener un velo ante los ojos. Las fronteras entre
los realistas de hoy en día —los científicos— y mi forma de concebir las cosas
son difusas. Simplemente, un científico aparta la mirada en cuanto la realidad
adquiere una forma fantástica. La realidad de un Enoc para nosotros hoy en día
sigue siendo fantasía, para Enoc también lo fue y, sin embargo, fue una
realidad vivida. Después de un talk show en televisión, un científico me dijo:
«¡Uno no se ocupa de esas cosas! ¡Tenemos problemas ahora en el presente!» Él
no quiso reconocer que el pasado influye sobre nuestra forma de pensar en el
presente. Si hace siglos unos extraterrestres visitaron la Tierra e instruyeron
a un tipo como Enoc, esto tiene mucho que ver con el presente. Piense usted,
estimado lector, en las concepciones religiosas, en las consecuencias
filosóficas, en la posibilidad de una tecnología espacial que atraviesa años
luz o en la promesa de retorno de todas las religiones que ha habido desde el
pasado hasta el presente.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 53
Del séptimo soberano antes del Diluvio, «el que se elevó a
los cielos» —según las escrituras cuneiformes—, hay relatos que han sido
incluso falsificados, adaptados, ampliados, modificados, reescritos y que han
sido provistos de significado religioso y, sin embargo, siguen siendo
reconocibles por sus contenidos. Ya que este «séptimo» se llama Enoc en la
Torah, y en el Antiguo Testamento a esta ensalada variada se le llama los
libros de Enoc. Aun cuando el escritor se llamara de otra forma totalmente
distinta, no me queda otra que seguir llamándolo Enoc. Un grupo de extraterrestres
letrados le enseñaron diferentes aspectos de las ciencias, y para que todo
fuera un poco más deprisa le enseñaron a escribir con la «caña de la escritura
rápida». Después del curso divino intensivo regresa con los suyos con un
objetivo muy claro: debe informarlos y entregarles sus libros para que estos
perduren en el tiempo.
Y hasta 200 hombres descendieron y llegaron al lugar de
Achuzan, donde se encontraban el mismo Enoc y sus hijos. Y los más viejos del
pueblo acudieron y se reunieron todos y besaron a Enoc y hablaron… a ti te ha
elegido el Señor entre todos los hombres de la tierra y te sentó para que
tomaras notas de sus criaturas.
(Redacción más extensa en los capítulos 61, 4-64, 5)
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 63
Un profundo cambio se está aproximando, un cambio que los
políticos, los científicos autocomplacientes y los melodramáticos líderes
religiosos intentan frenar pero nunca podrán parar. Contra los pensamientos no
existen vacunas; estos no conocen ni fronteras, ni pueden ser censurados. E
incluso encima tienen la capacidad de extenderse sin parar.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 65
A través de nuestros canales mágicos se intenta homogeneizar
a la sociedad. Las personas se convierten en vagos moralistas que se convencen
de que son «buenas personas». Los medios de comunicación de masas prefabrican
la imagen que estas personas tienen del mundo, y los jefes y redactores no son
más que meros peones de las recomendaciones superficiales y de los consejos
consultivos de las comisiones políticas que, en el momento más indicado, tratan
de entrometerse —aun cuando no entienden nada del tema—. No están permitidos
los programas en televisión que contradigan alguna religión. ¡Hasta este punto
hemos llegado! El carácter poco científico y la creencia en tonterías lo
dominan todo. Con la saturación de información nos hemos vuelto perezosos.
Preferimos engancharnos a la televisión a centrar nuestra atención en leer un
libro de forma crítica. Mejor hacer el vago en la playa de Hurgada que
arrastrarse por la Gran Pirámide. La juventud trastea y teclea algo en internet
y la pantalla escupe datos a la retina —que ni siquiera nos interesan y que por
ello desaparecen en el olvido—. ¿De qué sirve una proliferación del
conocimiento en la edad electrónica si no ocurre nada con él? Navegamos por las
informaciones, pero no nos sumergimos en ellas. Este internet nos manipula, ya
que creemos que a la Red le podemos pedir toda información posible y así estar
completamente informados. Erich von Däniken = fin de la racionalidad.
La Red nos devuelve lo que alguna vez alguien introdujo. Por
este motivo, estimados lectores, no podrán encontrar en la Red ni textos
apócrifos, ni una lista de los reyes de Manetón, ni mucho menos una traducción
completa del Mahabharata de Chandra Roy realizada en el año 1888. La
información en la Red es una ilusión. De pronto nos encontramos con el vacío
cuando queremos llegar hasta textos primigenios que jamás fueron introducidos.
Basura en forma de gigas que entra, basura en forma de gigas que sale. Entre
tanto, tampoco son posibles las conexiones transversales. El internet que todo
lo sabe es parcial, e incluso manipula a los que creen que pueden fiarse de él.
Creado para los simpatizantes entre los simpatizantes. Los internautas se
comportan todos de la misma manera en cuanto están sentados ante un teclado. Inconscientes
de que pestañean al compás. Ya no me sorprendo porque sé cómo funciona el
sistema. No se pueden establecer relaciones transversales fuera de la Red
porque no se conocen. Así, esta creencia psicótica, se podría llamar también la
sociedad de los simpatizantes, se ha convertido en el día a día de nuestra
sociedad aparentemente tan bien informada. El unir el pasado con el futuro está
reñido con estos cerebros programados de la misma forma. Ambos están unidos, y
una sociedad que no quiera aprender eso tendrá que orientar su pensamiento en
otro sentido ya que el futuro será arrollado por el pasado. ¿Cómo nos
comportaremos cuando los extraterrestres de Enoc vuelvan a aparecer? Y que van
a venir es más seguro que el amén de las iglesias. (Para los interesados me
remito a la fuente número). Se puede esgrimir del siguiente ejemplo que nuestra
mente está manipulada desde el momento en que nacemos. Esto es algo que se me
quedó grabado en una conferencia del profesor de informática Karl Steinbuch.
En un país los niños reciben una educación que les convierte
en cristianos, en otro en musulmanes, y ninguna de las dos sociedades se
plantea que con un simple intercambio de los bebés una persona no se hubiera
vuelto cristiana sino musulmana, y la otra no se hubiera vuelto musulmana sino
cristiana. Este simple hecho demuestra el significado fundamental de todos los
procesos de adoctrinamiento.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 66
El paseo de Enoc a caballo a través de las nubes fue mortal
para todos sus acompañantes. Al día siguiente se buscó a los hombres que habían
seguido al maestro:
Y los buscaron en el lugar donde Enoc había ascendido a los
cielos. Y cuando llegaron al lugar encontraron todo cubierto por la nieve, y
sobre la nieve había grandes piedras parecidas a las piedras de nieve. Entonces
uno le habló a otro: bien, apartemos la nieve, debemos ver si los hombres que
siguieron a Enoc yacen debajo de la nieve. Y apartaron la nieve y encontraron a
los hombres que habían seguido a Enoc muertos bajo la nieve. También buscaron a
Enoc; sin embargo, no lo encontraron, ya que había subido al cielo. Esto
sucedió en el año 113 de la Era de Lamech, el hijo de Matusalén, cuando Enoc
ascendió al cielo.
Este dramático final debería dejar perplejos a los exégetas
que califican la «ascensión» de Enoc como el eterno recibimiento de la
grandiosidad de Dios. ¿Se puede imaginar uno que el bondadoso, querido Dios,
observó de brazos cruzados cómo cientos de mentecatos morían mientras su
maestro Enoc ascendía a los cielos? Estos escucharon al sabio Enoc, lo adoraban,
se quedaron pegados a él y lo acompañaron hasta el final, hasta donde comenzaba
todo para él. ¿Qué les pasaba a estos hombres? Enoc asciende «atravesando el
temporal» y «sobre el impetuoso corcel en el carro en llamas» hacia el cielo,
pero en el suelo mueren todos sin excepción e incluso las piedras se ponen
blancas del calor y se deshacen en polvo que parece nieve. Hoy sabemos que las
piedras de cal cuando están sometidas a altas temperaturas se vuelven blancas,
y que la arena —dependiendo de la temperatura— se deshace en forma de cristales
que parecen sal blanca. ¿Y se supone que esto lo provocó el querido Dios que
según los teólogos estaba detrás de las «visiones» de Enoc? ¿No tenía él el
poder de traer hacia sí a sus alumnos sin perjudicarlos? ¿A qué se debe la
forma tan cruel y dramática en que murieron quemadas esas personas que solo
querían seguir a su maestro Enoc?
La teología, la filología y la filosofía son, al fin y al
cabo, ciencias humanas, y precisamente estas me reprochan a mí y a algunos que
piensan como yo que hemos retorcido los textos para beneficiarnos de ellos.
¿Cuán retorcido ha de ser un pensamiento para convertir la «majestad», «la gran
majestad» de los libros de Enoc, en algo divino? Bien es cierto que entiendo
las interpretaciones de la vieja escuela, ya que nuestros honorables abuelos no
sabían nada de los viajes al espacio y creían que era necesario entender los
textos desde un punto de vista teológico, interpretarlos y protegerlos. La
protección tiene algo de conservación —las latas de conservas tienen escrita
una fecha de caducidad.
Los textos de Enoc y otros relatos de la Antigüedad están
pidiendo a gritos una interpretación más acorde con nuestros tiempos. Sin
embargo, en nuestra sociedad se gritan muy rápido con indignación cosas como
«imposible», «locura» y «sacrilegio». ¿Cuándo va a entender la ciencia que la
rueda del conocimiento no la controlan aquellos que poseen los libros, incluso
si estos son académicos, sino aquellos que no quieren dar la espalda a la
razón? Ya en 1946 la ONU proclamó la libertad de informaciones como un derecho
fundamental. Todos los Estados libres conocen este freedom of information act,
como se conoce este derecho en Estados Unidos de América. El libre intercambio
de informaciones es uno de los derechos más valiosos de las personas. Todos
debemos hablar, escribir y expresarnos libremente. Es obvio, ¿no?
Incluso en el mundo democrático hemos llegado hasta el punto
en que hay libros que se prohíben judicialmente. Una persona individual o una
comunidad religiosa —o, lo que es más grave, una ideología política— se siente
ofendida y se indigna y de inmediato se prohíbe el libro, muchas veces incluso
antes de que se publique. Como si los afectados no pudieran demandar por
injuria y no se pudieran plantear las verdaderas o aparentes calumnias. En los
casos más graves esto sirve para perjudicar al autor que pregonaba en el mundo
esas calumnias. Hoy hemos alcanzado tal punto, que no se permite decir
determinadas cosas en público. Estamos limitados por lo «políticamente
correcto» o las leyes hipócritas —¡es inadmisible! — que ponen el grito en el
cielo después de que se haga una declaración. ¿Quién ha dicho qué? La
manipulación fundamentada en lo judicial, el Estado orwelliano, van avanzando
paso a paso dirigidos por payasos políticos que se creen importantes hasta
puntos indescriptibles. Y los pobres jueces, que tienen que imponer este
sinsentido, también se lo acaban creyendo; sus juicios consiguen que haya paz
entre las almas de la sociedad, y esta tiene mucho mayor peso que la
constitución. Como miembro del club internacional Pen Club, comprometido con la
libertad de expresión me avergüenzo total y absolutamente de estas tristes
leyes, que sotierran la libertad de expresión y que recientemente han empezado
a existir incluso en el Derecho suizo. ¡Cuán lejos han llevado todo esto los
bufones políticos!
En los Estados teocráticos no hay libertad de expresión.
Quien siempre prohíbe la palabra hablada o escrita, siempre tiene un motivo
para temerla. ¡Su propio adoctrinamiento apesta demasiado! Cuando la sociedad
se ha «adaptado», lo siguiente es esto: ¡marchar en formación!
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 69
He planteado la suposición de que en la Tierra tiene que
haber textos escritos por los extraterrestres, y hasta el momento me remito a
los siguientes ejemplos:
El dios Thot le entregó al faraón unos textos en Naukratis
(Egipto).
El llamado Libro de Adán escrito sobre una piedra de zafiro.
Oannes (Babilonia) entregó a los hombres un libro.
El ser divino «Yma», del libro sagrado de los persas, el
Avesta, dejó unos textos. En los fenicios el mismo ser se llamó «Taut».
El emperador chino de Meng-Ho recibió unos textos sobre
monstruos con «cuerpo de caballo y cabeza de dragón».
El maestro divino del Tíbet cuyo nombre era Padmasambhava
trajo unos textos indescifrables a la Tierra que hasta hoy están ocultos
esperando al momento en que «sean comprendidos».
Diodoro de Sicilia sostenía que Dios había enseñado a los
hombres a escribir.
Enoc: «¡Oh Enoc! Contempla lo que está escrito sobre la
tabla divina…». Enoc fue instruido por arcángeles llamados Vrevoel, Bertil y
Uriel y recibe la «caña de la escritura rápida». Le entregó los libros a su
hijo Matusalén.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 71
En la colección del Padre Crespi podemos encontrar
inscripciones grabadas en piedra y metal, que nadie las tiene en cuenta
únicamente porque nadie las revisa. Sin embargo, algunas de las piedras de
Crespi, la gargantilla dorada con los 16 símbolos, o también la pirámide de
metal con los elefantes y con una franja escrita en el borde inferior de la
piedra, se pueden encontrar a miles de kilómetros al norte de Ecuador, en
Estados Unidos y también a 12 000 kilómetros al este, en Francia.
Allí, cerca de la localidad de Glozel al sudeste de Vichy,
el campesino Emile Fradin descubrió entre los años 1924-1930, piedras grabadas
y huesos con caracteres, que nadie analizó. En su libro Enigmas arqueológicos,
el periodista suizo Luc Bürgin expone minuciosamente este hecho, aunque no
consigue hacer eco entre los expertos. Estos deberían haber prestado mayor
atención, ya que muchos de los signos en las «piedras de Glozel» también están
presentes en las obras expuestas del padre Crespi. Como por arte de magia. Doce
mil kilómetros en línea recta separan Glozel en Francia del padre Crespi en
Ecuador. Por lo menos algunos de los descubrimientos en Glozel fueron datados
entre los años 15000 a 17000 a.C. ¿Quién ha «copiado» a quién?
Otro yacimiento enigmático así de controvertido se encuentra
en un valle apartado en Illinois, Estados Unidos. En los años 80 del siglo
pasado aparecieron allí numerosos artefactos que se encontraban en unas
cavernas. El obstinado y estrafalario Russel Borrows afirma ser el autor de
este descubrimiento. Entre los objetos dorados encontramos grabados con signos.
Lamentablemente, Russel Borrows tiene un circo montado en torno a estas cuevas
de las que de ninguna manera quiere revelar su ubicación que mantiene en
secreto.
Aun así, Luc Bürgin pudo fotografiar algunos de los
artefactos y, de esta manera, hacerlos públicos. Los caracteres procedentes de
la «Borrows Cave» también se asemejan a los de Glozel en Francia y a aquellos
de la colección de Crespi en Ecuador. Evidentemente, existieron, en épocas
prehistóricas y muy anteriores a la inundación, hombres que grabaron en piedra,
hueso y metal caracteres muy similares. ¿Qué debemos hacer? ¡Por lo menos
echarles un vistazo y comparar!
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 76
No estaría nada mal que los libros de Enoc que todavía no se
han descubierto nos revelaran los secretos de las plantas extraterrestres y los
métodos para alargar nuestra esperanza de vida.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 78
En la vida todo vuelve.
Erich von Däniken
Recapitulo:
- Dos
extraterrestres «como nunca los he visto en la Tierra» desinfectan a Enoc
con una pasta de un olor maravilloso y lo visten.
- Lo
suben a una nave nodriza.
- Él
aprende a escribir, recibe la «caña de la escritura rápida» y se le dicta
un número incontable de libros.
- Antes
de que se despida definitivamente de la Tierra entrega estos libros a sus
hermanos e hijos para «las generaciones de después del Diluvio».
- Los
libros de Enoc son escondidos. Posiblemente algunos se encuentran dentro
de la Gran Pirámide, otros —en forma de manuscrito— acaban en Labán, en
algún lugar cerca de Jerusalén.
- Un
«dios» desconocido encomienda a uno de los hermanos de Enoc la misión de
rescatar las planchas de metal de Labán.
- Este
grupo se hace llamar «los jareditas» —descendientes de Jared, el padre de
Enoc.
- El
«Señor» les ayuda a construir barcos magníficos no según «la manera
humana», les entrega una curiosa esfera que puede hablar y enseña imágenes
holográficas. Además, les da «piedras brillantes».
- Con
ayuda de los viejos barcos los jareditas llegan a América con las planchas
de metal y empiezan a fabricar nuevas planchas describiendo la historia en
América. Probablemente hacen copias de las planchas viejas.
- Joseph
Smith recibe el encargo de traducir estas planchas —todavía estoy
intentando averiguar cómo le fue esto posible—. De la traducción salen el Libro
del Mormón, la «Biblia» de la «Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días».
- En
el libro se asegura que la biblioteca de metal fue escondida pero que un
día saldría a la luz, un día en que se diría «que las maravillas han
terminado». También será un día en que llegarán noticias de tierras
lejanas sobre «fuegos, tormentas y gases que se evaporan» y también sobre
«guerras y rumores de guerras y terremotos».
- La
información escrita sobre las planchas de metal hará pensar a las personas
que se trata de alguien que habla de los muertos.
- Se
descubre en Ecuador una biblioteca subterránea junto con otras maravillas
como la luz artificial…, etc.
- El
testigo Petronio Jaramilla describe detalles sobre las fantásticas cámaras
subterráneas, incluida la biblioteca de metal.
- Un
pequeño grupo de mormones modernos visita en 1968 las «Cuevas de Tayos» de
Ecuador con la esperanza de dar allí con el legado de sus ancestros —los
jareditas.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 140
Joseph Smith, el fundador de la religión mormona, no podía
saber nada en el año 1827 sobre una biblioteca subterránea de metal en Ecuador
y tampoco sobre la historia de la creación babilónica Enuma Elish, la misma en
la que se describe la construcción de los barcos, al igual que en el libro Eter
de los mormones.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 142
La realidad es más fantástica que la propia fantasía. Una
vez más —como en libros anteriores—, surge la pregunta de quién fue ese «dios»
o quiénes fueron esos «dioses» que aparecieron hace miles de siglos. Como hombre
creyente en Dios que todavía reza todos los días, mi fe se remonta a la
creación del universo. Me imagino a Dios como un ser eterno, omnipresente,
atemporal y todopoderoso que no necesitó andar con ningún medio de transporte
por la tierra que hiciera ruido, levantara una gran polvareda, despidiera
brasas y que fuera peligroso para los humanos. (Véase el Primer Libro de Moisés
o el del profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento). Conozco las inteligentes
obras de algunos filósofos y teólogos sobre la «naturaleza de Dios» —ninguno
consiguió dar con una definición de Dios—.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 142
Independientemente del espíritu de la creación, como yo
llamo a Dios, hace siglos surgieron unos seres que parecieron dioses a los ojos
de las personas. Las explicaciones que dan los psicólogos de que nuestros
antepasados eran tontos y veneraban a las fuerzas naturales como si de dioses
se tratara se convierten en nada cuando los dioses hablaban, daban órdenes o
transmitían conocimientos astronómicos y técnicos de los que las personas no tenían
ni la más remota idea. ¿O debió de haber dado una fuerza natural a Enoc la
«caña de la escritura rápida», lo desinfectó, lo vistió y lo llevó «hacia las
nubes montado en un carro de fuego»? ¿Le dictó las fases de la Luna y el
desarrollo del Sol? ¿Fue una tormenta, fueron las silenciosas estrellas del
firmamento, el rayo cegador entre las negras nubes los que enseñaron a escribir
a nuestros antepasados recién salidos de entre los árboles? Entonces aquí,
¿quién es este dios tan particular al que los jareditas siguieron con sus
planchas de metal?
Si el grandioso espíritu del universo quería transportar a
un grupo de personas a un continente lejano, que más tarde recibió el nombre de
América, entonces, ¿por qué mediante la construcción tediosa de ocho pequeños
barcos? ¿No hubiera podido el todopoderoso Dios llevar a los hijos de los
hombres a otra orilla lejana mediante una maravilla? O —como se formula en la
sura 2, verso 118 del Corán— cuando Dios quiere algo, solo piensa en ello y
entonces eso acontece. ¿El Señor de los jareditas no disponía realmente de
cualidades verdaderamente «divinas»? El hecho consumado demuestra que quería
llevar al grupo junto con sus planchas de metal a bordo de pequeños botes hasta
el otro lado del gran charco. ¿Por qué tiene que dar el «Señor» instrucciones
técnicas? ¿Se olvidó al principio de la ventilación y la luz puesto que las
tuvo que proveer más tarde? Incluso si el dios de los jareditas no tuvo ninguna
gana de crear una maravilla, incluso si quiso que las pequeñas personas
trabajaran duro para poder salvarse, sigue siendo inconcebible por qué no mandó
construir un barco tan grande como el de Noé. Y partiendo de que los barcos
fueran construidos con cáscaras de nuez, ¿no hubiera podido el eterno Dios
regalar a sus corderitos al menos una mar calma? Todo resulta irritante y lleno
de contradicciones. ¿Les hizo el dios a los jareditas preguntarse de forma
intencionada el porqué de la técnica y no una maravilla? ¿Por qué un viaje
lleno de peligros atravesando el bravo océano? ¿Hubiera podido el Señor
intervenir si el bote se hubiera hundido junto con las planchas de metal?
La contradicción existente entre el grandioso espíritu de la
creación = Dios y las figuras deificadas de los relatos es inequívoca. Mi
humilde inteligencia me hace buscar los dioses de la Antigüedad, ya que estos
tuvieron una gran influencia en algún momento. Esta constatación está
absolutamente clara para los conocedores de la materia, entre los me incluyo
después de haber investigado durante cincuenta años y haber leído treinta
libros sobre el tema. Taladrando la madera se obtienen agujeros. Las respuestas
ficticias, las medio respuestas o las mentiras ya no me satisfacen. La
curiosidad es una bestia insaciable que incluso en el lecho de muerte continúa.
Pregunta y pregunta y pregunta: ¿qué pasó aquella vez?, ¿por qué ocurrió?,
¿quiénes eran esos dioses que impresionaron tanto a las personas de la época de
forma que de ellos surgieron las religiones? Hay una conclusión que se puede
extraer de todo ello de forma clara: los dioses de las religiones no
aparecieron bajo la apariencia de las hadas de cuento que transportaran a los
grupos de personas utilizando un polvo mágico. De hecho, los dioses de la
Antigüedad volaron atravesando los países; en algunos casos individuales de los
que hay pruebas, llevaron consigo pasajeros; sin embargo, no transportaban a
tribus enteras en sus cacharros volantes. Lo que se utilizó fue la técnica y no
las maravillas divinas. ¿Por qué? ¿Carecían los llamados dioses de las maravillosas
cualidades de los espíritus del universo? ¿O todos estos libros sagrados de las
religiones, el Libro del Mormón inclusive, no son más que invenciones?
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 143
Para aportar una solución posible ante tantas
contradicciones he de sumergirme en una realidad fantástica:
Un grupo de extraterrestres se revela a su «superior», «la
gran majestad» como se describe en el libro de Enoc. Eso ocurrió hace milenios.
Estos extraterrestres, «ángeles caídos» y «guardianes de los cielos» practican
sexo con las chicas terrestres y algunos forman familias. Se conocen muchos
nombres y las profesiones de estos tipos, Enoc los enumera. «La gran majestad»
hace que caiga sobre la tierra un diluvio —probablemente ocasionado desde un
punto de vista técnico por una bomba de hidrógeno o mediante el choque de un
meteorito—. El grupo de los insurrectos reconoce el peligro y algunos se pueden
poner a salvo y sobreviven. Sobre la tierra comienzan las «Guerras de Dios»,
tal y como son descritas en incontables leyendas y mitos. En realidad, se trató
de la lucha entre los insurrectos, porque cada uno reclamaba para sí una parte
mayor de la tarta de la tierra y sus tesoros. Estos titanes supervivientes —no
precisamente delicados en sus maneras— querían de todo. Precisaban de
minerales, metales, alimentos…, etc. Todo el trabajo sucio y pesado fue
desempeñado por grupos de humanos. En su desconocimiento creen que su máximo
jefe era un Dios. No tendrás otros dioses que yo, dice la Biblia. Se forman
castas de sacerdotes. Solo estando limpio como una patena se permite acercarse
al «Señor» y ofrecerle «víctimas» y también alimentos.
El equipo original de los titanes ya no dispone de más armas
avanzadas, ya que estas están a bordo de la nave nodriza de su «alteza». Sin
embargo, sus conocimientos no pueden ser eliminados. Todos los del equipo saben
cómo construir un globo aerostático y esto está descrito en el Libro de la
Gloria de los Reyes de Etiopía, el Kebra Nagast. Todos saben cómo funciona un
láser, de qué materiales se compone la dinamita o qué mezclas de metales hay
que hacer para impresionar a los humanos.
Uno de los pseudodioses de entonces, o uno de los sucesores
mejor formados, conoce gracias a sus mensajeros un continente lejano y no
habitado, la posterior América. Dirige hasta allí a un grupo de personas y les
exige que lleven consigo las planchas de metal: todas las planchas sobre las
que está grabada la historia de los hombres desde la creación, desde Adán y
Eva. Ese ser, llamado por los hombres «el Señor», no dispone del poder técnico
para conducir a través del mar a grandes grupos de personas junto con algunos
animales y las planchas de metal. Por eso les manda construir unos barcos y les
brinda apoyo con sus conocimientos técnicos.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 146
Detrás de la manera de obrar del «Señor» se esconde un plan
en el tiempo. El plan de los milenios.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 148
Los científicos no discuten los errores que se producen
dentro de su gremio. La ciencia está viva, es capaz de adaptarse y está
dispuesta a aprender. Al contrario que las religiones. Las religiones se
comportan como el famoso trío de monos: el primero se tapa los ojos, el segundo
las orejas y el tercero la boca. A pesar de su desconocimiento, constantemente
levantan un dedo como modo de advertencia; quieren aleccionar y opinar, sobre
todo. De hecho, ¿quién nos protege de las personas que quieren opinar sobre
todo?
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 151
Como especialista en extraterrestres sé —¡y no creo! — que
hace milenios los extraterrestres visitaron la Tierra.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 151
Como especialista en extraterrestres sé —¡y no creo! — que
hace milenios los extraterrestres visitaron la Tierra. De ello surgieron
escrituras sagradas y religiones.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 53
El contenido del Libro del Mormón es absolutamente acertado
—a excepción de algunas partes que fueron añadidas después—. No obstante, la
visión moderna cambia el sentido del «Señor» y este también tuvo ese propósito.
Mandó confeccionar la biblioteca de metal expresamente para personas del
futuro. Además, el «Señor» no se presentó como un espíritu:
(Libro del Mormón, Eter, capítulo 3, 6)
Y sucedió que cuando el hermano de Jared hubo dicho estas
palabras, he aquí, el Señor extendió su mano y tocó las piedras, una por una,
con su dedo. Y fue quitado el velo de ante los ojos del hermano de Jared, y vio
el dedo del Señor; y era como el dedo de un hombre, a semejanza de carne y
sangre; y el hermano de Jared cayó delante del Señor, porque fue herido de
temor.
(3, 9)
Y el Señor le dijo: A causa de tu fe has visto que tomaré
sobre mí carne y sangre; y jamás ha venido a mí hombre alguno con tan grande fe
como la que tú tienes; porque de no haber sido así, no hubieras podido ver mi
dedo. ¿Viste más que esto?
(3, 15)
Y nunca me he mostrado al hombre a quien he creado, porque
jamás ha creído en mí el hombre como tú lo has hecho. ¿Ves que eres creado a mi
propia imagen? Sí, en el principio todos los hombres fueron creados a mi propia
imagen.
Increíble. El «Señor» tiene apariencia de humano y le
pregunta al hombre que si vio más que el dedo. Como Dios omnisciente tendría
que haberlo sabido. Se muestra en una apariencia física, pero también podría
haberse aparecido como un espíritu, como él asegura.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 159
Profeso un gran respeto a los relatos del Libro del Mormón y
presto especial atención a las historias de Eter y Nefi, sin embargo, no puedo
estar de acuerdo con ellas en un punto. Una y otra vez se pueden encontrar en
el Libro del Mormón partes en las que está insertado (aparentemente)
Jesucristo, el (aparente) fundador del cristianismo. La Iglesia de Jesucristo,
así lo dice el «Señor» en el Libro del Mormón, no se desarrolló según lo
previsto, caminó en una dirección totalmente equivocada y por eso él, el Hijo
de Dios, visita ahora América para fundar, esta vez, una Iglesia «verdadera»,
la «Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días». Entiendo la
aparición de Jesucristo. Joseph Smith y sus intrépidos hombres llegaron a
América expuestos a una gran presión. Allí solo existía la religión cristiana
—en sus diferentes variantes— y allí no había cabida alguna para los otros
relatos completos del Eter y del Nefi. Joseph Smith y sus seguidores fueron
perseguidos por los cristianos americanos, calumniados, humillados y
torturados. No pocos de los jóvenes mormones acabaron en la cárcel, incluso
Joseph Smith. Tenía que hacerse una «corrección» que pudiera armonizarse con
Jesucristo, el Hijo de Dios. Por eso este apareció en el Libro del Mormón. Esto
resulta comprensible desde un punto de vista humano, pero no es correcto. (Al
igual que las apariciones de Jesucristo en el libro de Enoc que fueron
introducidas por otra persona y que no aparecen en el texto original de Enoc en
ninguna parte). Toda la historia de Jesucristo, empezando por el «pecado original»,
la «Inmaculada Concepción», la «Redención», la «Resurrección» junto con la
«Ascensión» —todo, claros indicativos de la creencia cristiana— no es cierto de
ningún modo. Esto no lo dice el sabelotodo Erich von Däniken, sino profesores
en Teología de renombre como, por ejemplo, el doctor H. Küng y el doctor J.
Drewermann; o el concienzudo investigador y crítico de la Iglesia Karlheinz
Deschner. No obstante, si la Iglesia reposa sobre un fundamento equivocado, si
no existieron los pecados originales y por ello tampoco la Resurrección,
entonces lógicamente ningún hijo de Dios llamado Jesucristo pudo haber llegado
a América para reformular, esta vez, mejor y sin errores su propia religión.
Errare humanum est —decían los antiguos latinos—. Errar es de hombres, no de
dioses.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 162
Con la biblioteca de metal nos encontramos precisamente ante
la puerta del conocimiento.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 164
Pero ¿qué demonios es este mundo de Nazca? Lo primero de
todo, Nazca es misteriosa, enigmática y, de alguna forma, también siniestra. El
desierto de Nazca es al mismo tiempo abarcable e invisible.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 166
Bajo el avión se abre el «libro de imágenes más grande del
mundo». Del desierto de arena y grava aparece una araña sobredimensionada,
después un colibrí, un mono, numerosas espirales, un pez y, entre medias,
líneas tan finas como un hilo, ¡a lo largo de kilómetros! Y en las laderas de
las montañas aparecen cabezas rodeadas de rayos; a esto se le suman las
«Pistas». Estas parecen antiguas pistas de aeropuerto desgastadas, cuyos
contornos todavía relucen a través de la arena. La más larga de ellas llega a
medir aproximadamente tres kilómetros. Pero ¿qué demonios es este mundo de
Nazca? Lo primero de todo, Nazca es misteriosa, enigmática y, de alguna forma,
también siniestra. El desierto de Nazca es al mismo tiempo abarcable e
invisible. Está lleno de magia, resulta seductor, parece lógico y al mismo
tiempo absurdo. Nazca es como cien rayos proyectados sobre la razón. Si los
ojos pudieran gritar, lo harían en Nazca. El mensaje de Nazca está oculto y
cubierto, todas las teorías sobre él resultan contradictorias. Quien se dé por
satisfecho en Nazca con soluciones simples, probablemente cree en el conejo de
Pascua. El paisaje parece insondable e indisoluble, parece que fue quemado y no
tiene sentido. En Nazca se prenden los cables de la razón y no pueden seguir
creyendo y —¡lógicamente! — dan vueltas en círculo. Nazca se ha resistido a
toda explicación, a pesar de que año tras año los «arqueocriminalistas»
aparecen diciendo que han resuelto el misterio de Nazca. La ciencia —en Nazca,
la arqueología— intenta aplicar, de forma artificial, el conocimiento y el
pensamiento moderno a las personas que vivieron hace mucho tiempo y cuya visión
del mundo no era la que nosotros tenemos. Estamos enamorados de nosotros mismo
y por eso damos por hecho que somos astutos, ingeniosos y que fuimos bendecidos
con el don de la perspicacia. Creemos que la metodología científica nos conduce
irremediablemente al cielo del conocimiento. De esta forma, durante milenios
han surgido teorías sobre Nazca, especulaciones, locuras y comentarios
disparatados acerca de Nazca que al final no han revelado nada definitivo.
Nazca es igual que una máquina del tiempo en el pasado de la humanidad. El que
se acerca a Nazca tiene que cambiar su modo de pensar —es cierto que el esquema
arqueológico proyecta verdades a la superficie; medioverdades.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 166
Abundan las teorías sobre Nazca; yo las enumero todas en mi
libro sobre Nazca y por eso en este punto prescindo de poner las fuentes
bibliográficas exactas. Aquí estás las teorías más corrientes; Nazca
fue/fueron:
- Un
calendario astronómico.
- Signos
tribales de los indios.
- Un
lugar de culto para los dioses del agua.
- Un
lugar de culto para los dioses de las montañas.
- Un
culto a la agricultura.
- Marcas
que delimitaban fronteras.
- Caminos
para actividades sacrales.
- Caminos
para las procesiones.
- Informaciones
geométricas.
- Un
lugar para los trabajos ceremoniales.
- Un
taller colosal de tejedores.
- Un
punto prehistórico desde el que despegaban globos.
- Una
orgía de cultos de todo tipo.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 169
Ahora los arqueólogos viven de los escombros. Su visión es
la de un mundo en evolución. Una cosa siempre da lugar a otra. De relativamente
pocos fragmentos se sacan conclusiones y estas se aplican a las líneas de Nazca
y Palpa. Otras cuestiones que estén detrás de las cuestiones son superfluas e
indeseables. Si existen dudas, se ridiculizan. Las refutaciones de los
estudiantes carecen de trascendencia para el profesor. Los conocimientos
superficiales se convierten en conocimientos definitivos y estos les son
impuestos a la siguiente generación de estudiantes. Y pronto estas opiniones se
consolidan en todas las mentes de los científicos y de los periodistas.
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 170
El informe científico del equipo de investigación
germano-peruano sacó las siguientes conclusiones:
En comparación con el entorno virgen, los resultados de las
mediciones magnéticas mostraron diferencias claras entre las líneas y las
pistas y el terreno de alrededor sin ellas.
Las mediciones geoeléctricas registraron, sin margen de
error, anomalías hasta dos metros por debajo de los geoglifos.
En el entorno geológico de Palpa/Nazca podemos encontrar una
alta presencia de arsénico en los sedimentos.
En cascajales concretos cercanos a Palpa se encontró un
material blanquecino que está compuesto principalmente por cristal. No se ha
podido averiguar el origen de este material.
¿Es realmente tan sencillo el mundo desde el punto de vista
de la arqueología? ¿No hay nada misterioso en todo esto? ¿Existe algo que
todavía esté sin aclarar? Los hombres crearon enormes vías rituales para honrar
a los dioses. ¡De acuerdo, no tengo nada en contra de que construyeran estas vías
para venerar a los dioses! Pero quiero recalcar que las «Pistas» de Nazca y
Palpa terminan de forma abrupta. ¿Dónde están los senderos por los que deberían
llegar a estas vías espirituales? Los fieles debieron llegar por algún camino.
¿Y cómo pudieron subir la montaña en vertical? ¿Cuáles eran los dioses
venerados y para qué clase de dioses se excavaban dibujos en el suelo que
pueden verse, excepto algunas excepciones, desde el cielo? ¿Me explico con
suficiente claridad?
Aquellos que no conozcan la literatura de la India, en la
que se describen los distintos objetos volantes que recibían el nombre de
«vimanas», que no sepan nada acerca del objeto volante del rey Salomón, ni
tampoco de Ezequiel y su detallada descripción de una nave extraterrestre, ni
entiendan nada acerca de «perlas del cielo» tibetanas o las «barcas de los
dioses» egipcias, no pueden hacer juicios de valor sobre Nazca. No deberían
hacerse valoraciones infundadas de un lugar tan maravilloso como Nazca, ya que,
tarde o temprano, uno hace el ridículo. Y, para terminar, quiero añadir que en
mis libros no consta en ninguna parte que las «Pistas de aterrizaje» de Nazca
sean obra de los extraterrestres y que utilizaran esta zona como «aeropuerto
para sus naves».
Erich von Däniken
La historia miente, pág. 179
Si los ojos pudieran gritar, lo harían en Nazca.
Erich von Däniken
La historia miente
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