Jerónimo López Mozo

"Alvar.- (Saliendo entre bastidores.) ¡El telón! ¡Abajo el telón!
Barbero.- ¡Fuera! El escenario es el territorio sagrado de los actores. Nos pertenece. No le profanes.
Alvar.- (Yendo amenazador hacia él.) ¡Te voy a romper la crisma, hijo de puta!
(Barbero le apunta con el arma. Alvar se detiene.)
Alvar.- ¿Qué haces, Edmundo?
Barbero.- ¡¡Fuera!!
(Alvar mira a su alrededor, primero hacia las cajas, luego a la sala. Por una de las calles del fondo asoma Julia Ayuso. Barbero abate la pistola y se dirige al público.)
Barbero.- ¿Dónde me había quedado? (Hace memoria.) ¿Apacible? Más apacible. Sí. (Concluye en voz baja la estrofa y continúa.) "Yo desta suerte/ librar mi vida espero". "Hasta que gente venga/ que tu rigor y cólera detenga..." (Interrumpe el recitado.) Réplicas, contrarréplicas... ¿Qué pasa si damos un salto? ¡Nada! (Prosigue.) "Como habíamos hablado/ de aquella águila, dormido,/ tu sueño imperios han sido,/ mas en sueños fuera bien/ entonces, honrar a quien/ te crió en tantos empeños,/ Segismundo, que aún en sueños/ no se pierde el hacer bien". "¿Qué alboroto es éste, cielos?". "Señor. En mi/ su crueldad prueba". "A tus reales plantas llego,/ ya sé que a morir". " ¿Qué dices?". "Pues, señor, si el obrar bien/ es ya tu blasón, es cierto/ que no te ofenda el que yo/ hoy solicite lo mesmo./ ¿A tu padre has de hacer guerra?/ Yo aconsejarte no puedo/ (Vacila.) contra... mi rey, ni valerte... A tus plantas estoy puesto,/ dame la muerte". "Mil veces tus plantas beso". (Titubea de nuevo y, durante unos segundos, calla.) Otro salto, ¿les parece? "En este tiempo trazaba/ cómo cobrar se pudiese/ tu honor perdido..." "¡Qué caduco desvarío!.../ Darle pensé muerte, cuando/ Segismundo pretendió/ dármela a mí, y él llegó/ a hacer en defensa mía/ muestras de su voluntad/ que fueron temeridad,/ pasando de valentía..." (Se pierde y no logra recuperar el hilo del discurso. Se pasa la mano por la frente.) Concluyamos. No quiero cansarles. "¿Huyendo de un delito? "Pues huyendo.../ te recoges a un sagrado;/ que cuando tan dividido/ el reino.../ Soy con el reino leal,/ soy contigo liberal,/ con..." ¿Con quién agradecido? (En un susurro.) Julia... (Regresa al texto.) "¡Tanto valor...!". "¿Quién te alienta?"... "Es locura"... "Pues véncela". "Pues perderás...". "... Vida y honor". "¿Qué intentas?". "Mira/ que eso es...". ¿Frenesí? ¿Despecho? ¿Desatino? (Se esfuerza por recordar.) "¡Desatino!". "¿Quién ha de ayudarte?". "¿No hay remedio?". (Consciente de que el final está próximo, acomete precipitadamente el recitado de los últimos versos, saltándose palabras y frases.) "No prosigas, tente, aguarda;/ porque Rosaura es tan noble/ como tú, y mi espada/ la defenderá en el campo;/ que es mi hija, y esto basta". "Que yo hasta verla/ casada, noble y honrada,/ no la quise descubrir./ La historia desto es muy larga;/ pero, en fin, es hija mía". (Hace una breve pausa. Se seca el sudor con un pañuelo.) Clotaldo ha dicho su última frase. Unos cuantos versos más, la petición de perdón por las faltas cometidas y el telón cae. (Se vuelve hacia el lateral.) No le bajes todavía, Labra."

Jerónimo López Mozo
El olvido está lleno de memoria


"Mujer que mira la luz.- Hago el amor con el hombre, en la alcoba, todo cerrado, casi a oscuras. Fuera hay luz a borbotones. Cuando me consumo en el abrazo, doblan las campanas y los gritos de los niños que juegan en la calle cesan. Es el bombardeo. Le abrazo. Me abandono. Le dejo hacer sin querer oír las explosiones. Los cristales saltan hechos añicos. El techo se hunde sobre la cama y la abandono. La cama ha quedado destrozada y él, atrapado entre los hierros retorcidos. Salgo fuera, a la luz que me deslumbra. Corro desnuda, entre la gente que huye espantada. Alzo la cabeza para no ver el horror que hay junto a mí y el resplandor del sol sobre las bombas que caen me ciega y no distingo nada.
La destrucción me rodea, pero sólo siento el semen que llevo dentro. Algo estalla delante de mí. Rasga mi vientre y me duele. Los trozos de metralla revientan mis pechos. Me arranco los ojos con los dedos. Vuelvo a la oscuridad de la alcoba. Siento correr por todo el cuerpo la sangre. Muero cuando más amaba. Quiero ver algo de luz, pero ya no puedo.
Toro.- Estoy tranquilo en el silencio de la dehesa. Nada ensucia mi piel brillante, aunque la otra piel de toro esté rasgada. ¿Qué cosa viene a herir o a romper aquel enjambre de aviones y por qué las campanas se asustan? Caen bombas. Son como banderillas de fuego sobre la gente. ¿Cómo reacciona mi bravo hermano en el ruedo cuando se las hincan? Este campo ya no es apacible. Huyo. Corro entre la gente que también huye. No me temáis. El símbolo sagrado de la mitología popular tiene tanto miedo como vosotros. Quisiera que fuera de noche y dormir. Pero este callejón me lleva al ruedo donde se celebra la gran corrida. Ya sé lo que se siente en la plaza ante el castigo. Ya noto en mi carne la punzada de una bala. ¿Se acepta o se resiste? ¡Rabia! ¿Cómo se puede resistir? ¿No se habrán hecho la misma pregunta que yo los que ya han muerto? ¿Cómo se puede no aceptar estando acorralado, condenado a participar en la fiesta de sangre?
Vuelvo la cabeza hacia los aviones. No quiero ver más cadáveres a mis pies, ni oír los estertores de los moribundos.
Toda la piel de toro está bañada en sangre e indignidad.
Estoy aturdido, herido de muerte. Por la boca escupo un chorro de sangre negra."

Jerónimo López Mozo
Guernica






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