Luis López Nieves

“Abandono mi pasado, pero no quiero olvidarlo. Por eso apuntaré lo que debo recordar.”

Luis López Nieves



Caracterización indirecta:
Instrucciones para escribir cuentos o novelas

Hay dos maneras de caracterizar a un personaje: de forma directa o indirecta. Esta nota es sobre la caracterización indirecta. (Véase aquí mi nota sobre la caracterización directa.)

“Caracterización” es la técnica por medio de la cual decimos cómo es un personaje, cuál es su personalidad, su carácter. No se trata de descripción física.

La caracterización indirecta es más difícil que la caracterización directa porque requiere crear una escena o una serie de escenas en que se dramatice cómo es un personaje. En la caracterización directa basta decir: “Miguel es un hombre envidioso”. Ya está dicho. Hemos caracterizado al personaje con cinco palabras.

En cambio, para la caracterización indirecta hay que poner al personaje a actuar. El lector, al ser testigo de las acciones, pensamientos o palabras del personaje, podrá concluir (de forma indirecta) cómo es el personaje. El narrador no lo dice: el lector lo deduce por las acciones del personaje.

Veamos un ejemplo. A continuación colocaré un cuento breve de José Luis González que se llama “La carta“:

La carta

San Juan, puerto Rico
8 de marso de 1947

Qerida bieja:

Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo como don Pepe el alministradol de la central allá.

La ropa aqella que quedé de mandale, no la he podido compral pues quiero buscarla en una de las tiendas mejores. Digale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.

Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandálselo a uste.

El otro dia vi a Felo el ijo de la comai María. El está travajando pero gana menos que yo.

Bueno recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.

Su ijo que la qiere y le pide la bendision.

Juan

Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel ajado y lleno de borrones y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Caminó hasta la estación de correos más próxima, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Dobló la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha con la palma hacia arriba.

Cuando reunió los cuatro centavos necesarios, compró el sobre y el sello y despachó la carta.

FIN

El protagonista del cuento se llama Juan. El texto consiste, primero, de una carta en la que no hay narrador para darnos información. Luego termina con dos párrafos de narrativa, en tercera persona, en los que en ningún momento el narrador nos dice cómo es la personalidad de Juan. No dice si es bueno o malo, sabio o tonto, pobre o rico, etc. Solo nos describe con pocas palabras unas acciones de Juan.

Sin embargo, al leer la carta podemos concluir, gracias a la ortografía, que Juan es casi analfabeta. También podemos inferir que es pobre, campesino, de poca educación, desempleado y sin oficio. Ha llegado a San Juan, la capital, y es evidente que ha emigrado del campo. Deducimos, además, que es un buen hijo. Aunque está pasando por mucha necesidad económica (debe pedir dinero para despachar la carta), le dice a su madre, para que ella no sufra, que todo le va bien en la ciudad.

El narrador en ningún momento nos ha dicho nada sobre el personaje. Sabemos sobre Juan porque lo hemos inferido al ver sus acciones.

Por tanto, repito, la caracterización indirecta es cuando los narradores no decimos cómo es el personaje, sino que lo mostramos por medio de sus acciones.

Ahora bien: ¿cuál técnica es preferible? ¿Cuál es la más efectiva? ¿La caracterización directa o indirecta?

La respuesta es clara: la caracterización indirecta es más efectiva y preferible porque nos “muestra” cómo es el personaje. Nos sentimos testigos. No lo podemos olvidar. Si un autor nos dice al comienzo de un cuento, de forma directa, que “Juan es un buen hijo”, es posible que cuando vayamos por la página cinco de la obra ya lo hayamos olvidado. No hemos visto a Juan en acción. No lo hemos visto actuar como un buen hijo. Solo nos lo dijeron, de pasada, al comienzo del texto, y lo olvidamos.

En cambio, cuando leemos una buena escena que caracteriza a un personaje, nos sentimos testigos de su personalidad. Si un amigo nos dice “Juan es un mal hijo”, de inmediato nos sorprendemos y podemos refutar: “¿Pero no viste la carta tan cariñosa y considerada que le escribió a su mamá?

Asimismo, si un amigo nos dice “Juan es un hombre educado”, podemos buscar el cuento y probarle a nuestro amigo, con el texto en la mano, que Juan no es un hombre educado porque su ortografía es la de una persona que ni siquiera terminó la escuela primaria.

La caracterización indirecta es mucho más efectiva.

En ese caso, ¿por qué usar la caracterización directa? Si la caracterización indirecta es la más efectiva, ¿no debemos usarla siempre?

No es necesario. La respuesta breve es que usamos la caracterización indirecta para los personajes más importantes de un cuento o una novela, aquellos que necesitamos conocer con mayor profundidad.

Pero si se trata de un personaje de poca importancia puede ser preferible usar la caracterización directa porque es más económica, requiere menos espacio. Si el protagonista visita una farmacia para comprar aspirinas, basta con decir “el farmacéutico simpático” o “el farmacéutico antipático”. No hay que escribir una larga escena para mostrar al farmacéutico en acción, porque la visita es un elemento sin trascendencia en la obra.

Si un estudiante le hace una consulta breve a su profesor sobre un tema que no tendrá más importancia en la obra, basta con decir “el sabio profesor” o “el profesor ignorante”. No es necesario escribir un diálogo de varias páginas para mostrar al profesor hablando de manera sabia o estúpida.

En conclusión, la caracterización indirecta es más efectiva pero no es necesario usarla en todas las ocasiones.

En esta dirección puedes ver mi nota sobre la “caracterización directa“.

FIN

Luis López Nieves




"Cuando la realidad molesta demasiado, simplemente se cambia."

Luis López Nieves




"Gerolt Visser dice, en su informe al Parlamento, que cuando colocó su ojo frente al lente sintió, durante los primeros dos o tres segundos, que sus pies perdían contacto con la cubierta del barco, que se elevaba de pronto en el aire y se volvía loco. Luego, durante los próximos tres segundos, tuvo la certeza de que había muerto de golpe, de que alguna trampa dentro del tubo lo había matado, y que en cuestión de un instante había subido al cielo. Pero solo fueron las impresiones de los primeros cinco segundos. Asustado, retiró el ojo del tubo y se colocó la mano sobre el corazón, que le latía como nunca antes lo había sentido. Miró a Hans sin decir una palabra.
-Tranquilo -dijo Hans Lippershey en voz baja-. No te pasará nada. No es brujería.
-¡Vi a los guardias en las torres! -exclamó Visser-. Como si estuvieran aquí al lado, en medio del mar. No entiendo.
-Es un "perspicillum". Lo inventó un profesor pisano que se llama Galileo Galilei. Hace unos dos años se lo vendió en secreto al gobierno de Venecia. El primero triplicaba el poder de la visión humana. Se llamaba el 3X. En los últimos dos años cada vez le ha traído al Dux tubos con mayor potencia. Este es el modelo más potente, el 8X, por eso puedes ver las torres y los guardias.
Visser volvió a mirar por el tubo.
-Los veo moverse. Hablan entre sí. También veo la Plaza de San Marcos, la catedral, todo.
-Es el arma secreta de Venecia. Cuando llegan barcos al puerto, ya saben quién viene y cómo recibirlo. En alta mar, los almirantes venecianos les tienden trampas a las flotas enemigas. Mucho antes de llegar, ya saben cuántos son y qué armamentos llevan. Si son pocos, colocan los barcos venecianos en formación de ataque y esperan como buitres. Si los enemigos son muchos, los venecianos dan la vuelta y huyen. Por eso el mundo los cree invencibles."

Luis López Nieves
El silencio de Galileo


La “frase hecha” es una frase que tiene forma fija y que es de uso común por la mayoría de los hablantes de un idioma.

Algunos ejemplos son:

Hierba mala nunca muere.

Las paredes oyen.

Dar gato por liebre

En tiempos de vacas gordas.

La gota que colma el vaso.

Meter la pata.

Le cayó como anillo al dedo.

Es un defecto que un escritor utilice frases hechas. Un autor debe ser original al escribir. No debe usar clichés, frases hechas ni ningún otro tipo de escritura de uso tan común que hasta el hijo del vecino puede utilizarla al escribir.

Como casi siempre ocurre en la literatura, hay excepciones a esta regla. Digamos que la regla aplica al narrador de la historia.

Los personajes, en cambio, tienen sus propias formas de expresión. El autor podría usar frases hechas si su personaje las usa al hablar (durante los diálogos) o al pensar (durante sus reflexiones).

Un texto, por tanto, puede decir que don Juanito exclamó: “¡Metí la pata!” porque quien habla es el personaje don Juanito, no es el narrador.

El narrador, en cambio, nunca debería decir: “Don Juanito metió la pata”.

Luis López Nieves
Instrucciones para escribir cuentos o novelas
[Cómo escribir cuentos o novelas]



"No sé si conoce usted uno de los casos más espectaculares de la genética moderna. Le proveeré los datos que pueda entender mejor la importantísima razón que me lleva a escribirle:
El rey Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793 por los revolucionarios franceses. Luis Carlos, segundo hijo de los reyes, se convirtió ese mismo día en Luis XVII, nuevo rey de Francia, ya que su hermano mayor había muerto en 1789.
Pero Luis XVII era un niño de nueve años de edad y estaba encarcelado en la Torre del Temple, una prisión parisiense, donde murió de tuberculosis el 8 de junio de 1795, dos años después de su padre. Ese mismo año, de inmediato, comenzó un rumor: se decía que en realidad el Monarca había escapado, y que el cadáver era de otro niño. Se popularizó la leyenda de que Luis XVII seguía vivo. En el siglo XX, todavía muchos franceses pensaban que Luis XVII no sólo había sobrevivido, sino que había tenido descendencia.
Ahora bien: durante la autopsia del cadáver sacado de la cárcel, uno de los médicos, Philippe-Jean Pelletan, había extraído el corazón del niño para conservarlo en alcohol. Al restaurarse la Monarquía en el 1814, el médico le ofreció el corazón momificado a la Familia Real, pero por razones desconocidas ésta no lo aceptó. Como consecuencia, el corazón de Luis XVII (una pequeña masa de carne momificada, dura como piedra) tuvo una existencia errante durante casi dos siglos. Estuvo bajo la custodia del arzobispo de París, de un impresor, de los Borbones españoles y del duque de Breauffremont. Desde el 1795 descansaba en una cerca de la Cripta Real de la Catedral de Saint Denis, en las afueras de París.
Muchos historiadores y genealogistas habían tratado de resolver el misterio de Luis XVII, pero siempre en vano. Sin embargo, en el año 2000 la genética (la ciencia que estudia el ADN humano) había dado unos saltos gigantescos, que le permitieron interceder de forma decisiva en la controversia. Dos colegas y amigos míos, Jean-Jacques Cassiman y Bernard Brinkmann, consiguieron tres cabellos que pertenecían sin duda alguna a la reina María Antonieta, madre del niño. Luego le practicaron varias incisiones en el corazón de Luis XVII (extraordinariamente bien conservado: se veían las arterias y los compartimientos) para extraer muestras.
El resultado fue concluyente: el ADN del corazón coincidió con el de la madre. Se desvaneció la leyenda dos veces centenaria y el ministro de Cultura de Francia, como resultado, autorizó que se enterrara el corazón de Luis XVII en la Cripta Real, junto a sus padres... 209 años después de su muerte."

Luis López Nieves
El corazón de Voltaire


“Soy un gran lector de la historia y me di cuenta de que cada historia es una interpretación, un punto de vista. Cada país tiene derecho a crear su versión de la historia para sentirse orgulloso de ella, y hace falta que hagamos eso.”

Luis López Nieves







No hay comentarios: