Presagiábamos, desde nuestra más tierna ingenuidad, que los
aterrizajes de aquellas asombrosas y misteriosas aeronaves, a las que
llamábamos ovnis, nos iban a conducir irremediablemente a la resolución de este
fascinante enigma. Y que los «extraterrestres» nos traerían, entre otras
grandes cosas, la «buena nueva» sobre la pluralidad del cosmos. Pero esto,
después de siete décadas de investigación y miles de incidentes registrados en
todo el mundo, no ha ocurrido. Y no ha ocurrido por una sencilla razón: la cercanía
del fenómeno se transformó en lejanía. Y es que las interrogantes que se
plantean alrededor de los encuentros cercanos con ovnis son innumerables y
complejas. Muy lejos de presentarse como un fenómeno homogéneo, coherente y
cuantificable, las experiencias de proximidad con los tripulantes de los
platillos volantes nos acercan hacia un universo efímero y etéreo, donde las
barreras de nuestra realidad parecen desvanecerse por completo. Indicando,
entre otras cosas, que nos enfrentamos a un paradigma mucho más complejo que la
respuesta, simplista, que nos ofrece la hipótesis extraterrestre. Es más, el
estudio profundo de este tipo de incidentes, que por cierto son los que más
datos pueden ofrecer sobre la verdadera naturaleza de los ovnis, evidencia la
presencia de un factor mental muy importante, donde la psique del observador
parece jugar un papel preponderante en la acción que se está desarrollando y
ejecutando ante sus ojos. Y es que, tras décadas de ardua investigación, los
informes de aterrizajes de platillos volantes se han erigido como un
impenetrable arcano imposible de desvelar. Y ¿por qué? Porque no hemos sido
capaces, entre otras cosas, de encontrar ni una trama, ni un hilo conductor que
enlazara o conectara todos estos singulares episodios en una única y coherente
historia. La literatura ovni se limita a mostrarnos mil y una variantes,
cargadas de ricos matices, sobre un mismo concepto… la visitación
extraterrestre (visión aeronave/aterrizaje/ocupantes). Pero estamos convencidos
de que con este libro podemos aportar, apoyado en multitud de trabajos
anteriores elaborados por destacados investigadores, un nuevo enfoque que nos
ayude a comprender, por fin, en parte, este irritante y fascinante paradigma…
Encuentros cercanos con ovnis. ¿Una arquitectura psíquica desconocida?
Introducción a la Teoría de la Distorsión
José Antonio Caravaca
El Dr. Joseph Allen Hynek, considerado el padre de la
ufología moderna, se convenció de la realidad del fenómeno, tras su radical
escepticismo inicial, después de comprobar como la USAF no tenía el menor
interés en investigar los ovnis de una manera sería y objetiva. En el año 1972,
tras años de infatigables pesquisas ufológicas, el Dr. Hynek estableció una
clasificación para catalogar los avistamientos ovnis (publicada en su libro UFO
Experience). Los denominados ENCUENTROS CERCANOS DE PRIMER TIPO (CEI)
aglutinarían la observación de un ovni a menos de 150 metros del testigo, lo
suficientemente cercano como para que no existieran dudas sobre la naturaleza
anómala del objeto observado. Los ENCUENTROS CERCANOS DE SEGUNDO TIPO (CEII)
recogerían todos los encuentros donde los ovnis hubiesen dejado algún tipo de
evidencia tras su paso: marcas en el suelo, interferencias electromagnéticas,
daños sobre personas o animales, etc. Y, por último, los episodios más
desconcertantes: Los ENCUENTROS CERCANOS DE TERCER TIPO (CEIII), aquellos casos
en que el testigo haya observado la presencia de tripulantes en el ovni o en
sus inmediaciones. Aunque originalmente el Dr. Hynek utilizó el término «seres
animados» para evitar identificar las visiones de estas entidades con
«extraterrestres» o «alienígenas» (además de distinguir a los posibles seres
físicos de los mecánicos, «robots»).
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José Antonio Caravaca
El ufólogo brasileño Jader U. Pereira realizó un
macroestudio sobre los ocupantes de los ovnis en su clásico libro Tipología dos
humanoides extraterrestres (1970), donde más que unificar el fenómeno,
demostró, sin pretenderlo, su extremada complejidad a la hora de establecer
algún tipo de orden o clasificación. Estas fueron algunas de sus conclusiones
tras analizar decenas de encuentros cercanos:
1.- En la casi totalidad de los casos, los ocupantes no
parecen poseer facultades superiores a las de los humanos, pero en algunas
ocasiones han manifestado dotes sobrehumanas.
2.- La actitud de los seres es variable, pudiendo ser
amigable, pasiva u hostil.
3.- Entre todos los tipos de ocupantes, tan diferentes en
ocasiones, parece haber un punto común: la poca predisposición a entrar en
contacto con los terrestres, tanto a nivel oficial como a nivel de masas.
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José Antonio Caravaca
Los informes decían que los ocupantes de los ovnis podían
presentar casi cualquier aspecto que pudiéramos imaginar. En tamaño, los
encontrábamos de todas las medidas, desde apenas unos centímetros hasta varios
metros de altura. De la misma forma, sus facciones contemplaban todas las
modificaciones concebibles por un guionista de Hollywood; con o sin ojos, sin
nariz, sin boca, con colmillos, calvos, peludos, etc. Y con sus extremidades
ocurría lo mismo: han sido descritos «extraterrestres» con brazos largos y
delgados, cortos y gruesos, sin dedos, con garras o pinzas en vez de manos… ¿Es
esto lógico? ¿Puede ser nuestro planeta el foco de atención de decenas de
civilizaciones extraterrestres? A nadie se le escapa que resulta absurdo e
incomprensible que seamos visitados por una amalgama tan amplia de seres
«alienígenas». Los ufólogos más tradicionalistas, aquellos que se han dejado
seducir por la hipótesis extraterrestre (HET), están plenamente convencidos de
que esto es así. Que la tierra es una especie de zoológico intergaláctico donde
se dan cita infinidad de civilizaciones alienígenas diferentes.
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José Antonio Caravaca
Lo que sí pareció quedar más o menos definido son las
actividades que llevaban a cabo los humanoides una vez habían puesto un «pie»
en tierra. Hemos anotado tres tipos de actuación básica:
1.- La recogida de muestras del entorno; plantas, tierra,
piedras, etc.
2.- La reparación de la aeronave.
3.- La inspección ocular de los alrededores.
Estos tres puntos son muy significativos para nuestro
estudio, ya que todos los tripulantes de los ovnis, sea cual sea su aspecto, su
estatura o número de extremidades, se comportaban de la misma forma. Como si
todos siguieran un mismo guion o un ordenado patrón de conducta. Jader U.
Pereira decía en su amplio informe:
Por su forma y efectos, los aparatos y objetos utilizados
por los tripulantes no son totalmente desconocidos para nosotros, a pesar del
hecho de que en su mayor parte parecen proceder de una tecnología que desborda
los límites de nuestros actuales conocimientos científicos.
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… pese a presuponerse una alta tecnología a los
extraterrestres, estos utilizaban toscas herramientas análogas a las nuestras
para realizar las mismas tareas. Pero había más piezas que no encajaban en este
enorme puzle. Muchos sucesos parecían relatos arrancados de las páginas de una
novela de ciencia ficción, y otros, los más perturbadores, fruto de chiflados y
farsantes. ¿Era esto posible? ¿A qué tipo de paradigma nos estábamos
enfrentando? ¿En qué momento la casuística ovni reveló su verdadera cara?
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José Antonio Caravaca
El fenómeno ovni, estudiado en su conjunto, presenta tal
grado de disconformidad, singularidad e incoherencia, que dibuja un halo de
desconfianza tan grande que hace prácticamente imposible que el grueso de la
sociedad pueda aceptar estas manifestaciones como «ciertas». Incluso en casos
muy parecidos encontramos, siempre, amplias diferencias.
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Los ECIII están repletos de amplios matices inherentes a
cada caso. Y es que casi la totalidad de los extraterrestres y sus naves nunca
regresan… nunca más vuelven a ser vistos, como si su «vida» fuera efímera… como
la de nuestros sueños, tan reales cuando los «percibimos» y tan quiméricos
cuando despertamos… En este grafico se observa a la perfección las discrepancias
que hallamos entre sucesos aparentemente similares.
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En muchos sucesos ovnis, no queda claro si el testigo está
describiendo la presencia de humanoides (seres vivos) o, por el contrario, se
trata de entidades robóticas.
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… o más insólito de la literatura ovni es que, incluso en
casos registrados muy próximos en el tiempo y la distancia, los detalles de los
supuestos tripulantes y sus artefactos son totalmente diferentes, como si
hubiese un tipo de «extraterrestre» por cada persona que lo observa. No existe
una continuidad en las manifestaciones de estos fenómenos que nos pueda inducir
a pensar que estamos en presencia de una sola y sólida historia que se nos está
ofreciendo por capítulo. La trama se reinicia en cada encuentro ovni. No
podemos encontrar un hilo argumental más allá de la apariencia más básica que
nos transmiten estas apariciones, o sea, la visitación extraterrestre;
artefactos de toda índole que descienden, toman tierra y de la que surgen
entidades.
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José Antonio Caravaca
La casuística ufológica solo nos pronostica con seguridad
que «algo» bajará del cielo y que «algo» saldrá a nuestro encuentro. Y es que
los ECIII están abiertos a una «creatividad» sin límites…
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José Antonio Caravaca
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… multitud de testigos de ECIII han experimentado extraños
fenómenos asociados a una percepción anómala de su experiencia. Esto
evidenciaría que este tipo de manifestaciones, lejos de ser encasillables en
una realidad ortodoxa, estarían sujetas a parámetros
espacio/temporales/psicológicos aún desconocidos por nuestra ciencia. Por
ejemplo, algunos observadores describen que mientras contemplaban el descenso o
aterrizaje de un ovni, una inexplicable «campana de silencio» parecía envolver
todos los alrededores y que eran incapaces de escuchar el más mínimo sonido
(ruidos de la vegetación, animales, viento, etc.). Además, si el encuentro se
producía en las cercanías de una carretera, ningún otro vehículo o persona
circulaba por la zona, hasta que el ovni desaparecía de la vista de los
testigos. Otra característica especialmente inusual es que, en algunos
incidentes, los observadores han relatado que el tiempo transcurrió de forma
anómala ante la presencia de estos objetos y sus tripulantes (creen que ha
pasado menos tiempo del que realmente ha transcurrido o, menos frecuente, al
contrario). Sin embargo, la única «evidencia» palpable de estas sugerentes
anomalías espaciotemporales acopiadas por los investigadores es que los relojes
de los testigos se detienen inexplicablemente o presentan alteraciones en su
señalización horaria (atrasados o adelantados). Los estudiosos han planteado,
básicamente, dos posibilidades que pudieran explicar estas extrañas
circunstancias:
1.- Los ovnis proceden de otras dimensiones y su interacción
con nuestro medio provoca todas estas anomalías.
2.- Los campos «energéticos» que envuelven a los ovnis,
producidos por su fuente propulsora, es la causante de estos efectos.
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Aunque parezca difícil de concebir, los ECIII nada tienen
que ver con visitantes extraterrestres.
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… basándonos en nuestros propios estudios, y a las múltiples
contribuciones teóricas de compañeros, estamos convencidos de que estas
experiencias, etiquetadas hasta la actualidad como de procedencia extraterrestre,
son consecuencia de un proceso «mental» creativo único, irrepetible e
intransferible, surgido de la «comunicación» e «interacción» entre la psique
del observador (de forma inconsciente) y un agente externo desconocido (AE). El
resultado de esta «conjunción psíquica» es una proyección «holográfica
tridimensional» cuyo objetivo es inducir a la creencia de una supuesta
«visitación extraterrestre» (aunque también puede abarcar otras manifestaciones
anómalas como apariciones de la virgen, Bigfoot, hadas y difuntos). Pero todo
el material obtenido del inconsciente de los testigos es distorsionado de tal
forma que el observador no pueda reconocerlos como propios, y es por ello que
bautizamos esta idea como la teoría de la distorsión (TD). De esta forma, por
ejemplo, el protagonista de un episodio ovni puede ver el aterrizaje de una
«nave» con la forma «distorsionada» del cohete que vio en la televisión, los
humanoides pueden portar un tipo de escafandra «distorsionada» a partir del
casco de su propia motocicleta o vistiendo una indumentaria estrafalaria que
observó en una revista. Además, si estamos ante algún tipo de proyección (que
puede ser percibida por más personas), esto explicaría por qué, en la mayoría
de ocasiones, los ovnis y sus ocupantes no dejan huellas ni rastros y pueden
desplazarse a través de objetos físicos como si poseyeran facultades
fantasmagóricas. Por si fuera poco, en multitud de ocasiones, los ovnis o sus
ocupantes, juntos o por separado, simplemente aparecen en un determinado lugar
y después se esfuman en el aire. Ni vuelan, ni aterrizan, ni despegan,
propiamente dicho.
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Aunque estos sucesos que hemos estado estudiando compartan
elementos y rasgos comunes con otros incidentes ocurridos en el mundo, cada
episodio de CEIII es exclusivo y enriquecido con elementos propios asociados y
aportados por la mente privativa de cada individuo (hobbies, cine, literatura,
TV, etc.) que participa en la elaboración de esta experiencia. Por tanto, es
lógico que las descripciones de los ocupantes de los platillos volantes, así
como las de las propias aeronaves, contengan matices tan dispares y diferentes
en tamaño, colores y formas, de un suceso a otro, imposibles de confrontar y
etiquetar, y que concluyen en un alocado e interminable listado de presuntos
alienígenas y naves espaciales. Ya que estaríamos ante un proceso altamente
«creativo», prácticamente infinito en resultados posibles, determinado por la
participación de la psique de los observadores, como elementos singulares e
impredecibles, donde el «concepto» sugerido por el agente externo, en el caso
que nos ocupa, «visitante extraterrestre» y «platillo volador», pueden sufrir
todo tipo de variaciones, combinaciones y alteraciones tipológicas o
anatómicas. Además, como se trata de un mecanismo mental, equiparable en
funcionamiento y puesta en escena al de los sueños y, en cierta medida,
«artístico» en su concepción, el desarrollo de los ECIII ofrece una lectura
soterrada que a ojos del profano resulta incomprensible y absurda, carente de
la lógica de la realidad cotidiana. Esto es resultado de la implicación
inconsciente de los testigos que se erigen, aun sin saberlo, como los máximos
responsables de las acciones acometidas por los tripulantes de los ovnis. Pese
a esto, el AE, en ocasiones, puede «sugerir» o «inducir» patrones de conducta
en los «personajes» u otros aspectos «estéticos» de la trama, pero es la mente
del testigo la que decide realmente, con un «esquema onírico», cómo se va a
desarrollar toda la escena. Por ello, los comportamientos delatados de los
supuestos extraterrestres resultan paradójicos y confusos, y a todas luces, en
infinidad de eventos, inadecuados y absurdos para unos presuntos astronautas
procedentes de otros planetas.
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José Antonio Caravaca
Nuestra tesis también explicaría otra anomalía importante:
la presencia de estos fenómenos en cualquier parte del mundo. En España, por
ejemplo, es raro el pueblo que no cuente entre sus vecinos con alguna persona
que haya observado el descenso de un platillo volador; ¿es esto
estadísticamente posible… o sensato? Si son proyecciones que se producen bajo
conjunciones psíquicas desconocidas, es lógico que su extensión/propagación sea
mayor que la de unas supuestas naves de tuercas y tornillos que descienden por
doquier. Además, es muy probable que, en muchas ocasiones, estas
manifestaciones sean solo percibidas por el observador (y es por ello que
personas de su alrededor no sean testigos de estos fenómenos cuando la lógica
dicta que debieron presenciarlo). Es factible que muchos incidentes ovnis solo
tengan una realidad «física» aparente, motivada por la propia percepción del
fenómeno en una visión privada, indistinguible de la realidad ordinaria para el
testigo.
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… los ECIII estarían más próximos a ser una elaborada
«arquitectura psíquica» (con partes físicas y tangibles) producto de un
desconocido e inquietante proceso «onírico/creativo inducido» que a una
exploración espacial orquestada por seres biológicos procedentes del espacio
exterior. Además, si estamos en lo cierto, esto revelaría por qué encontramos
detalles únicos e intransferibles en los incidentes que no se vuelven a repetir
en otra parte del mundo, ya que la principal (que no la única) «fuente» de la
construcción de las experiencias es la propia psique de los testigos. Estos
planteamientos nos ofrecen un nuevo marco conceptual que puede explicar la
monumental y anárquica estructura que recoge la casuística ufológica que, hasta
la fecha, ha escapado, esquivado y eliminado cualquier tipo de escrutinio
racional a la que haya sido sometida para esclarecer su naturaleza u origen…
Encuentros cercanos con ovnis. ¿Una arquitectura psíquica desconocida?
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José Antonio Caravaca
En este contexto, hay que dejar claro que los ECIII no
poseen continuidad alguna. No obedecen a una trama que podamos seguir o
rastrear en el tiempo o en el espacio, creando una gran historia. Son episodios
aislados y fortuitos, únicos e intransferibles, que surgen en un determinado
momento, bajo unas conjunciones indescifrables hasta la fecha, pero que
desaparecen en el mismo instante en que acaba la experiencia, para no repetirse
jamás ni continuar en otro evento. Pese a tener miles de casos a nuestra
disposición, prevalecen de forma alarmante las diferencias sobre las semejanzas
entre avistamientos. Es totalmente inexplicable que los defensores de la
hipótesis extraterrestre no hayan encontrado sumamente extraño que los detalles
de un determinado ovni (su tren de aterrizaje, sus ventanas, su puerta, por
ejemplo) no se encuentren repetidos en otro suceso. Que la descripción de los
platillos volantes varíe de forma y tamaño tan asombrosamente de un episodio a
otro y que no exista más hilo conductor en toda esta alocada trama que la
propia base del fenómeno, o sea, que son hipotéticos visitantes del espacio y
que viajan en naves espaciales. Todo lo demás es susceptible de ser modificable
hasta el infinito. Y de la misma forma, los tripulantes de los ovnis jamás han
ofrecido ninguna información que haya podido ser completada ni en tan solo dos
eventos diferentes. Por ejemplo, los ocupantes de un ovni nunca han comentado a
un testigo: «Mira, hace unas semanas aterrizamos en un pequeño pueblo de
Wisconsin y le regalamos unas galletas a un simpático humano». Es más, incluso
en aterrizajes ovnis ocurridos muy próximos en el tiempo y en el espacio, jamás
se han repetido patrones. Es como si cada experiencia ovni fuera distinta,
nueva y original y conservara solo el trasfondo común: la supuesta visitación
extraterrestre.
Y dos puntos transcendentales:
a.- Al tratarse de una proyección cuyos orígenes hay que
rastrearlos en una conjunción psíquica que proyecta una quimera, nada de lo
sucedido durante un ECIII obedece a una realidad empírica, ni tiene una
continuidad física en nuestro universo después de que el encuentro haya
concluido. O sea, los humanoides, la nave y las acciones registradas durante la
experiencia no tienen una existencia real (más allá de cumplir su cometido
exhibicionista ante los testigos) ni, lo más importante, volverá a repetirse en
otro evento ovni. Sencillamente porque nada de lo representado existe fuera de
la «ilusión/ficción» creada en el momento, ipso facto, para citada proyección.
No existen intenciones ni propósitos preconcebidos. Todo surge en el mismo
momento de la creación.
b.- Al tratarse de una proyección definida y delimitada por
el contenido inconsciente de los testigos, nunca obtendremos ninguna
información realmente inédita de estos contactos (incluimos las sesiones
espiritistas y fenómenos mediúmnicos, entre otros), porque todo lo que
percibimos y obtenemos de estas manifestaciones obedece a un proceso de
retroalimentación de material conocido por el observador (religioso,
filosófico, científico, etc.). Por tanto, el AE es esencialmente neutro en las
experiencias, y sospechamos que no aporta nada, o casi nada, de su cosecha, a
las proyecciones.
Comprobemos nuestros planteamientos con dos ejemplos.
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¿Y qué pasa con las
huellas?
El denominado AE durante la creación de los ECIII aporta
algunos factores comunes, con otras experiencias ovnis ocurridas en el mundo,
guardando cierta estructura narrativa para que estos episodios no sean
confundidos o etiquetados simplemente como alucinaciones, problemas mentales o
burdos engaños. Además, «añade», en ocasiones, distintos tipos de evidencias
físicas (quemaduras, hoyos, manchas, pisadas, etc.) para afianzar, quizás, la
creencia de que estos incidentes obedecen a un paradigma real ajeno a la mente
de los testigos. Aunque, eso sí, los vestigios dejados por nuestros
escurridizos «visitantes» son de tal sutileza que hace que sus incursiones en
nuestra realidad cotidiana sigan siendo enigmas insondables y difíciles de
creer para una mayoría de la población. Pero la TD expone que estas evidencias
físicas adquieren un valor radicalmente diferente al expuesto por los defensores
de la hipótesis extraterrestre. La distorsión establece que el AE es capaz de
«fabricar materia efímera» para dar corporeidad a algunos encuentros cercanos,
para que incluso el testigo interactúe con la escena que está presenciando y no
se percate, de esta forma, de que se halla ante una perfecta «escenografía
tridimensional» orquestada y decorada con elementos inconscientes de su propia
psique. Pero lo más interesante, desde el punto de vista de la TD, es que las
supuestas huellas físicas dejadas en el terreno después de un aterrizaje OVNI,
no dejan de ser evidentes distorsiones de elementos perfectamente reconocibles
por los testigos o los propios investigadores, incluso antes de que estos se
hayan producido: pisadas, hierba aplastada, quemaduras, restos metálicos,
orificios, manchas de «aceite», radiactividad, etc. Todo más que previsible.
Pero ¿por qué no se han encontrado evidencias de otro tipo, difíciles de
encasillar en nuestros parámetros mentales o científicos? Por ejemplo, ¿por qué
ningún platillo volador en su fase de despegue ha transformado los alrededores
a una tonalidad azulada, arboles, tierra y hierbas incluidas? Si nos
enfrentamos a una tecnología casi inimaginable por nuestra ciencia, al
interactuar en nuestra atmósfera, quizás pudiera provocar todo tipo de efectos
imprevisibles, desde trasmutar piedras en diamantes, hasta provocar una lluvia
en un lugar desértico… Pero nada de esto se ha dado sencillamente porque nadie
lo ha «imaginado» como una «cosa lógica» y «probable» que deba producirse por
el aterrizaje o despegue de un platillo volador. Y como esta información no
existe tácitamente en el material inconsciente que el AE extrae de la psique
del testigo en el momento que se produce la «comunicación», no puede
representarla en su efímera proyección, que intenta simular una supuesta
visitación extraterrestre, pero, siempre, tal y como nosotros la presumimos.
Por tanto, tal y como postula la TD, nada de lo presentado ante los ojos de los
eventuales testigos es totalmente desconocido por este. Desde nuestra óptica
humana, es más «sensato» y «comprensible» que una nave espacial alienígena,
aunque sea capaz de cruzar las extrañas distancias estelares en fracciones de
segundos o provenga de un universo paralelo desconocido, debe tener un «tubo de
escape» casi por mandato divino, quemar la vegetación, soltar un chorro de
aceite y provocar radiactividad. Y así, de una forma controlada y deliberada,
producto de una hábil distorsión de la información inconsciente de los
testigos, el AE provee a los observadores y a los investigadores de todo el
«material» que ellos mismos esperan encontrar tras el aterrizaje de una nave
extraterrestre… ni más ni menos.
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José Antonio Caravaca
Pero ¿qué pasa con los efectos físicos sobre los testigos
(quemaduras, ceguera, radiación, mareos, etc.)? No debemos olvidar, en este
punto, que nuestra ciencia médica ha descubierto que las enfermedades
psicosomáticas (inducidas por la mente) son más numerosas de las que se creía
hace décadas: Dificultad para dormir, rigidez por la mañana, ansiedad, dolores
de cabeza, mareos, ceguera, visión doble, afonía, vértigos, desmayos, náuseas,
sensación de hormigueo o adormecimiento en las manos y los pies, parálisis
musculares, taquicardias, falta de memoria o dificultad para concentrarse,
enfermedades de la piel (psoriasis, vitíligo, etc.), cansancio, etc. Por tanto,
la interacción con este AE podría ser el «motor» para infinidad de secuelas
para nuestro organismo. Si el testigo cree (de forma inconsciente, imbuido por
sus creencias o miedos) que aquel objeto puede dañarlo, quemarlo o cegarlo, por
ejemplo, es probable que el observador se vea afectado, a veces, por estas
acciones. Hay que tener en cuenta que tanto las huellas como los efectos sobre
los testigos no se registran en el grueso de la casuística ovni, aunque
tengamos los mismos elementos en juego: distancia del objeto con respecto al
testigo, tocar a los humanoides, ser irradiados por luz, etc., por lo que esto
quiere indicar claramente que estas «secuelas» deben tener un origen diferente
a la mera presentación o presencia sine qua non del fenómeno ante el
observador, ya que, de lo contrario, se registrarían siempre en cada una de las
manifestaciones de los No identificados. Por ello, estamos convencidos de que
en la elaboración/proyección de estas manifestaciones, se ponen en
funcionamiento «energías» que pueden provocar todo tipo de interacciones con el
medio y las personas.
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Este singular proceso psíquico desconocido que estamos
describiendo daría explicación a uno de los mayores, si no el mayor, enigmas
asociado a los ECIII: el factor absurdo. Hasta la fecha, la mayoría de los
investigadores, encabezados por Jacques Vallée, defendían que todos esos detalles
incoherentes que encontramos en las experiencias ovnis (diversas fisionomías,
extravagantes comportamientos, conversaciones ridículas, etc.) tenían un
objetivo concreto, ideado por los tripulantes de los No identificado, restar
credibilidad al fenómeno de cara a la opinión pública. Pero bajo el marco de
nuestras ideas, este incongruente aspecto es mucho más sencillo de entender, y
no hay que otorgarle mayor trascendencia. La propia mecánica interna que
provoca la creación de este tipo de experiencias lleva inherente la
incorporación de estos elementos absurdos e incoherentes, fruto de la
participación inconsciente de los testigos en un proceso casi gemelo al de los
sueños. No hay nada más. Por tanto, estos detalles absurdos carecen totalmente
de significación especial o transcendental, más allá del valor
creativo/artístico expresado en una «proyección holográfica» cuya misión es la
de presentar una ficción muy similar a la del universo onírico, tanto en su
desarrollo como en su puesta en escena. Si no, ¿cómo explicaríamos que los
«cíclopes» del incidente de Brasil conocieran qué gestos realizamos los humanos
para mandar a alguien a dormir? Y es que esta información solo tiene un posible
origen: fue incorporada a la «proyección» por el inconsciente de los niños. ¿O
es casual que unos jóvenes motoristas vieran un extraterrestre vestido
precisamente con una «cazadora de cuero», con casco de moto y andando como un
monstruo cinematográfico?
Y, por si fuera poco, el investigador David Slater, en un
reportaje titulado Spaceships, spheres and the devil´s herb (2010), señaló las
evidentes semejanzas del artefacto observado por Robert Taylor y una nave
espacial que apareció en la serie de televisión Dr. Who en un capítulo llamado
«City of death» el 20 de octubre de 1979, tan solo trece días antes del
avistamiento. De la misma manera, el monstruo de Kofu es casi idéntico a los
personajes aparecidos en las series Alien Hook (Japón) y Outers Limits (EE.
UU.). También es muy delatador de un proceso psíquico encubierto que la mayoría
de avistamientos de humanoides parecidos al «muñeco de Michelin» hayan sido
denunciados sobre territorio francés, de donde es originaria la famosa marca de
neumáticos y donde, lógicamente, estaría más presente el icónico logotipo en el
inconsciente de los testigos. Y tampoco es casual que muchos ocupantes de ovnis
observados por niños porten pistolas y armas, elementos muy latentes en el
imaginario infantil. De hecho, cuando expuse algunas de mis ideas a Jacques
Vallée, en una comunicación personal (24/07/2015), me respondió: Creo que sus
ideas son importantes. Varios autores han planteado la cuestión antes (incluido
yo), pero la nueva documentación que está usted aportando es muy convincente.
Encuentros cercanos con ovnis. ¿Una arquitectura psíquica desconocida?
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José Antonio Caravaca
¿Quién o qué es el
agente externo?
Llegados a este punto, está claro que no estamos ante la
visita de una/s civilización/es extraterrestre/s ni enfrentados a un sistema de
control inteligente que intenta promover algún tipo de cambio en la sociedad
humana, como señala Jacques Vallée entre otros. A nuestro entender, el AE, o el
factor desencadenante de estas experiencias, puede ser algún tipo de entidad
(en su más amplio concepto) que necesitaría de las creencias humanas o de la
propia interacción con las personas para «subsistir», pero, incluso, puede
ocultar, simplemente, un proceso psíquico desconocido, con cierta autonomía
limitada, vinculado con el inconsciente colectivo descrito por el genial Carl
Jung. No estamos necesariamente ante unos «seres inteligentes» con intenciones
ocultas que pretenden transmitirnos algún mensaje o manipularnos, por ejemplo.
Estamos hablando de algo radicalmente diferente que se manifiesta y se expresa
con nuestra propia información inconsciente y que mucho antes de presentarse
como astronautas extraterrestres lo hizo utilizando otros ideogramas (daimones,
ángeles, demonios, fantasmas, etc.). Y es que es muy factible que este AE sea
el promotor soterrado de muchos mitos y folklores presentes en la historia y
haya utilizado diferentes «máscaras» y «ropajes» para presentarse a la
humanidad a lo largo de los siglos. Aunque como decimos, y esto es muy
importante, este «camuflaje» no es sinónimo de una hábil y grandiosa
manipulación psíquica, como han pretendido defender algunos investigadores,
sino que, al utilizar los contenidos inconscientes de los testigos, es obvio, y
no puede ser de otra manera, que las manifestaciones del AE tienen que ser
obligatoriamente sincrónicas a los intereses, pensamientos y avances de la
época. Tampoco puede descartarse que, en ocasiones, el AE se limite a utilizar
creencias latentes en la sociedad para allanar sus incursiones. Lo que también
parece claro es que el contacto/sintonización con el AE provoca un «estado
alterado de conciencia» en los testigos, lo que daría luz a muchísimas de las
inexplicables circunstancias que rodean a veces los CEIII (aislamiento
sensorial, disfunciones del tiempo, percepción sobrenatural, etc.). El
resultado sería una mezcla de «realidad» y «ensoñación» que induciría a que el
observador se sintiera literalmente «arrebatado» por su visión como los
antiguos místicos y profetas con lo que comparten tantísimas cosas…
Encuentros cercanos con ovnis. ¿Una arquitectura psíquica desconocida?
Introducción a la Teoría de la Distorsión
José Antonio Caravaca
El gran error de los ufólogos ha sido pensar que se
enfrentaban a un fenómeno homogéneo global y que para su resolución debían
juntar todas las piezas del puzle y extraer una única y definitiva respuesta:
la consabida HET.
Encuentros cercanos con ovnis. ¿Una arquitectura psíquica desconocida?
Introducción a la Teoría de la Distorsión
José Antonio Caravaca
Conclusiones: ECIII: la gran «estafa» ufológica
El gran error de los ufólogos ha sido pensar que se
enfrentaban a un fenómeno homogéneo global y que para su resolución debían
juntar todas las piezas del puzle y extraer una única y definitiva respuesta:
la consabida HET.
Este, sin duda, ha sido uno de los principales factores que
ha impedido el avance de las investigaciones en esta materia. Es como si
hubiéramos intentado comprender o descifrar el conjunto de mil sueños, de mil
personas diferentes, pensando que todos obedecían a una misma causa. O lo que
es lo mismo: presuponiendo que todos estos sueños procedían de una misma fuente
común que se comunicaba con los mil durmientes para enviar un mismo y único
mensaje. En nuestra alocada carrera por obtener patrones comunes o una
explicación global a esta ingente cantidad de sueños, extraeríamos tantos
elementos diferentes, dispares y absurdos que convertirían nuestra tarea en una
misión imposible. Transformaríamos de manera irremediable experiencias
puramente subjetivas (con algunos nexos de unión entre ellas) en complejos
sistemas de creencias. Además, para mayor confusión, como ocurre con el estudio
de los ovnis, este análisis nos llevaría a formular multitud de preguntas y
teorías que simplemente no tienen respuestas, porque no nos enfrentamos a una
gran y única cuestión. No hemos realizado las preguntas adecuadas. Tal y como
defendía Carl Jung, el mensaje de los sueños va dirigido exclusivamente al
soñante, con elementos privativos e imágenes inherentes a su universo mental
individual, aunque pudiendo, en ocasiones, compartir arquetipos universales de
nuestra especie. Jung, en su libro Approaching the unconscious (1978),
señalaba:
Aprendan todo cuanto puedan acerca del simbolismo; luego,
olviden todo cuando estén analizando un sueño.
Pues esto mismo deberíamos haber aplicado al estudio de los
ovnis. Los encuentros con platillos volantes y sus ocupantes son fenómenos de
características únicas y exclusivas creadas por el propio testigo (bajo la
influencia del AE); por lo tanto, en su inmensa mayoría, son intransferibles o
confrontables con otras vivencias, repitiéndose solo los esquemas básicos de
cada experiencia. Y es por eso, única y exclusivamente, que ha sido imposible
hallar un patrón común o una estructura sólida que pudiera conectar al menos
una docena de casos y plantear una sólida hipótesis sobre estas apariciones.
Cada incidente presenta nuevos y desconocidos elementos que conforman un nuevo
universo que interpretar para el investigador. No obstante, los ufólogos han
ignorado durante décadas estos hechos irrefutables y no han sabido vislumbrar
el contundente mensaje que transmitía la exclusividad de cada episodio ovni. Es
inadmisible que no se hayan detenido a pensar por un momento que este era un
factor incompatible con sus planteamientos (HET). Con la vista puesta sobre la
casuística, ha sido un auténtico disparate defender que existiesen tantas
variables en los ECIII. Lo lógico es que hubiésemos tomado este aspecto como
una señal inequívoca de que nos enfrentábamos a un paradigma radicalmente
distinto de cuanto habíamos supuesto hasta la fecha y de importantes
implicaciones psíquicas. Así, probablemente, los ECIII obedezcan, en realidad,
a una simple «actualización» (fruto de la era espacial y la ciencia ficción) de
antiguos mitos y crónicas que describen encuentros con una vasta legión de
seres y entidades sobrenaturales. El contacto «íntimo» con un «agente», que aún
no hemos podido identificar, permite a los observadores acceder a una realidad
«mental/física» más allá de nuestra visión newtoniana del universo. Pero que,
en última instancia, tiene estrecha relación con nuestra propia psique.
Por tanto, aún queda mucho por hacer. Apenas hemos empezado
a vislumbrar a dónde nos pueden conducir estas conclusiones. Esperamos haber
despertado la curiosidad de investigadores y amantes del fenómeno ovni. La
teoría de la distorsión es una puerta que acabamos de abrir. Solo comenzamos a
atisbar hacia dónde nos podría conducir. Aunque tenemos la sensación de que ya
estamos más cerca del núcleo del misterio…
Encuentros cercanos con ovnis. ¿Una arquitectura psíquica desconocida?
Introducción a la Teoría de la Distorsión
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
José Antonio Caravaca
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