Melania G. Mazzucco

"Brigitte tiene hambre y la espera la ha cargado de tanta ansiedad como de excitación. Hace meses que espera este momento: ahora quiere contar todo, explicar todo, liberarse. Declara nombre, apellido, fecha de nacimiento, país de origen. El intérprete de lingala es un hombre, de pequeña estatura, regordete como un hipopótamo. Se intercambian un saludo formal, luego se sienta a su
lado. De él, solo recuerda el nombre y el trasero, monumental, un poco flácido, digno de una maman.
El entrevistador es una mujer. No es una casualidad. La comisión considera que las víctimas de tortura pueden hablar de las violencias sufridas con menos vergüenza con una persona de su mismo sexo. Brigitte ya se ha acostumbrado a la omnipresencia de las mujeres y no se queja. La funcionaria le pregunta si acepta realizar la audiencia ante un único miembro de la comisión, por razones de organización, sin perjuicio de que su caso sea revisado por todos los miembros. Brigitte dice que sí.
Explica que llegó a Termini después de haber utilizado un pasaporte falso, pero del viaje cuenta lo menos posible y solo a regañadientes susurra el nombre de la persona que la ayudó a abandonar su país. En última instancia, en el Congo hay millones de personas que se llaman Constantin. Habla de su etnia, de su religión, de sus estudios, de su familia, de sus hijos. Responde a las preguntas de una forma seca y esencial, dándole tiempo a la funcionaria para transcribir sus palabras en el documento del ordenador. Su relato solo se hace articulado y narrativo cuando recuerda la escena del coronel y la botella de formol y, luego, la del secuestro. La funcionaria tiene en cambio que animarla a que continúe para que hable de la cárcel y de las torturas. Ella se esfuerza por encontrar las palabras adecuadas. Que evoquen el horror sin complacencia. La verdad está desnuda. No quiere compasión, sino justicia.
La funcionaria se resigna y no insiste. Pero quiere estar segura de que la mujer no está repitiendo un guion. Le enseña algunas fotografías de políticos africanos. Algunos son de su país, otros no. Y como ella en su solicitud ha mencionado al vicegobernador del Bajo Congo, la funcionaria le pide que se lo señale con el dedo. Brigitte no vacila. Cómo iba a olvidar esa cara... Al final, de forma
espontánea, aunque acordándose del consejo de Francesca, le dice que ha terminado el curso del nivel A1 de italiano. La funcionaria le pregunta si está bien aquí. Brigitte responde: «Sí, estoy haciendo todo lo posible para aprender italiano y encontrar un trabajo, me gustaría trabajar de enfermera.»
La funcionaria se despide de ella. La audiencia ha terminado. Brigitte saluda al intérprete. Está satisfecha con su trabajo: aunque lleva viviendo en Italia hace décadas y se casó con una mujer italiana, le parece que conoce bien el idioma.
Salen juntos de la sala, porque él ha terminado por hoy, nadie más ha pedido hablar en lingala. Se aleja rápidamente, con el trasero basculando a cada paso. Al año siguiente, Brigitte se lo encontrará bajo los pórticos de la plaza Vittorio. Saldrá a su encuentro sonriendo. El intérprete no la reconocerá o fingirá no reconocerla. Ella pensará que lo hace para protegerse y seguirá su camino."

Melania G. Mazzucco
Estoy contigo


"El capitán Dy se unió al 5º ejército del general Mark Clark en octubre de 1943. Licenciado en Ingeniería en Princeton con las mejores notas, se enroló como voluntario el día de la entrada en guerra de Estados Unidos. A pesar de que su padre era ciudadano de un país enemigo, sospechoso de actividades antipatrióticas e incluso había sido puesto, por poco tiempo, bajo arresto domiciliario, Dy fue reclamado por el llamado Ejército de los Ingenieros, el cuerpo de élite destinado a combatir en Alemania. Deseoso de redimir la infamia de su padre (o perpetrada contra su padre, de inmediato su opinión fue tomándose incierta), durante casi dos años construyó bases aéreas, depósitos de municiones, hospitales, hangares, alojamientos y toda clase de edificio, pista, puente o puerto tan necesario para la victoria como la infantería o las bombas. Su guerra, entre oficinas y obras, había sido una mera abstracción. Metafísica de la matemática. Gran honor, ningún riesgo. Pero cuando supo que el 5º ejército se preparaba para atacar los pasos del río Volturno, solicitó ser transferido al Frente Sur. Le explicaron que cometía un gran error, que perjudicaría su carrera. La guerra en Italia era sólo una maniobra de distracción, con vistas a Overlord. Un teatro aparente, para atraer hacia la península al mayor número posible de alemanes y mantenerlos alejados de la costa de La Mancha, el teatro en que la guerra se decidiría de verdad. En el Frente Sur no había medallas que ganarse. Era una guerra de montaña sin gloria —hundirse en torrentes turbulentos, chapalear en la nieve, bajo el fuego de la artillería alemana. No era una guerra de números: una guerra de tierra, agua, fuego y fango.
Dy insistió. Poseía un carácter obstinado y las innumerables negativas que había tenido que afrontar raramente lo habían desmoralizado. En otoño de 1943 tenía veintitrés años, un limitado miedo a la muerte y una única certeza: quería estar entre los primeros en entrar como libertador en el pueblo del que sus padres habían escapado y donde vivían todavía sus abuelos. El pueblo del que siempre había oído hablar, cuyos sabores y perfumes conocía, el paraíso perdido y el infierno de la memoria del que sólo había visto una postal en blanco y negro —que su madre tenía remetida en el cristal del aseo. Un lugar remoto, un nombre extranjero— que odiaba, porque le recordaba lo que no era, lo que deseaba destruir, para liberarse de ello definitivamente."

Melania G. Mazzucco
Vita



"Creo que la “firma” de un escritor está, más que en el sujeto que relata en la forma en que lo hace. Las historias, al final del día, son siempre las mismas. Lo que constituye nuestra marca, lo que nos revela, es el espíritu que dedicamos a las personas, a los paisajes, a las ideas y a las cosas. El mío, creo, es siempre el mismo (ya sea mi historia de la América de principios del siglo XX, ya sea mi historia de Roma en el año 2001). Me reconozco en la palabra “cuadro”, recupero el espíritu narrativo de mis historias, los muchos personajes, los muchos planos, la simultaneidad del tiempo y todo lo demás. Es igualmente difícil construir a los personajes que quedan en la memoria, los verdaderos diálogos, un mundo que tenga su coherencia y su necesidad de ser. En el caso de una novela contemporánea es quizás una dificultad adicional. Cuando un escritor escribe, digamos, sobre la Londres victoriana, el lector se fía de sus descripciones. Confía en el mundo narrativo que le están describiendo. Cuando el escritor escribe de hoy en día, no puede confiar en su “suspensión de la falta de credibilidad”, porque el mundo narrativo que evoca es el mismo que el del lector, y el lector lo puede abandonar si lo que narra no es verídico, si no es creíble. En cierto sentido, juegas con él en una lucha de igual a igual, de cuerpo a cuerpo, que encuentra a ambos desarmados: y éste es un desafío que un escritor no puede eludir, y que me he complacido en aceptar."

Melania G. Mazzucco



"El núcleo del relato es la historia de amor de un padre y una hija, de un maestro y una discípula, de un genio y de una imitadora, en definitiva, de un creador por su obra. De esta relación difícil y maravillosa, rara y a la vez común, es de lo que quería escribir."

Melania G. Mazzucco


"He atravesado tu vida aturdida, conmovida, fusionada contigo y tu búsqueda, como un bucle que se enriza perpetuamente. Me has dolido como duelen los espejos que revientan sin notificación previa, atravesando piel y músculos con sus fragmentos afilados y punzantes, provocando mínimas, profundas y perdurables llagas que son una puerta abierta para que la sangre se desborde por ellas.
Me has dolido como duele la droga: como un torrente de formas, sonidos, colores y ensueños. Ilusiones falsarias que ocultan el veneno y la ponzoña que te carcome la vida con alucinados espejismos que no son hogar.
Me has dolido como hiere la vida. Me has dolido porque me duelo.
Me has dolido porque la esperanza es un tormento, y la he dejado ir (no quiero inmolarme). Porque la búsqueda no tiene fin. Porque nos hemos encontrado en mundos y tiempos paralelos, idénticas, sin llegar a tocarse ni cruzarse jamás. Me has dolido porque te he querido y amado. Porque soy yo y eres tú. Tú, tan amada. Yo, tan nada.
Durante muchos días me fundí en ti, avistamos el horizonte del mar desde faros rodeados de dificultades y precipicios. Te caíste de la bicicleta y yo salté un muro. Tú en coma, yo en un punto y coma. No hay reposo, no hay sosiego. No parar, no dejar de buscar. Huir, huir para que no nos hiera el amor. Qué paradoja, huir de lo que buscamos con desesperación.
Annemarie, tan transparente, tan indefensa, tan perdida, tan amada, tan deseada, tan insegura, tan enamorada. Tan sola. Tan vulnerable. La vida nos persigue como un fantasma en el cogote. En lugar de guaridas encontramos aristas, la vida nos hace prisioneras. El fondo, la forma, qué importa si lo que buscamos no existe. El destino es irrelevante. La prisa estalla, quererlo todo se penaliza.
Lo que no sucede fuera no existe. Lo que transcurre dentro no nos arrima al exterior y el trayecto hasta la realidad puede ser tan distante que brotan abismos inesperados e insalvables. La fantasía nos convierte en extranjeras."

Melania G. Mazzucco
Ella, tan amada


"No creo haber creado mujeres fuertes y hombres débiles. Son simplemente diferentes: los unos tienen una fuerza que los otros no conocen, y viceversa. Y se hunden en modos diversos. Las mujeres a menudo sufren un colapso interno, los hombres explotan. El personaje de Diamante, por ejemplo, al contrario de Vita, es un fracasado pero en apariencias nada más. En el sentido que no llega al éxito terreno, no amasa una fortuna, hace un trabajo humilde durante toda su vida. Pero yo no creo que el éxito externo sea un símbolo de fuerza: y Diamante se ha ganado mi más profundo respeto: es un hombre libre. En Un día perfecto, los hombres y las mujeres buscan la misma felicidad fugaz. Me gusta, tanto en los hombres como en las mujeres, la misma vulnerabilidad frente a la vida, al dolor, al desamor. Norma y el conde, Medusa y Peru, Enrico y Alma, Annemarie Schwarzenbach y Klaus Mann, Emma y Antonio: ninguno de ellos gana o pierde, de la misma manera que ninguno de nosotros ganamos o perdemos en la vida."

Melania G. Mazzucco



"Reconstruir una vida perdida es mi gran pasión, y mi obsesión. Inevitablemente, en la vida de los demás se deja algo de uno mismo, por tanto en parte eso sirve también para expresarme a mí misma. Pero el móvil de la escritura es el otro, o la otra: reencontrarla. Juntar los fragmentos poco a poco. Nombrar a quien se ha perdido significa darle una vida. Creo que esta lucha contra la muerte es la esencia misma del impulso de narrar historias, y, en el fondo, de todo arte."

Melania G. Mazzucco


"Soy romana, veneciana e italiana, vivo en el arte y rodeada de arte. Para comprender mi país, antes incluso que la literatura, -que siempre ha sido para pocos- es necesario conocer su producción artística -hecha en cambio, para todos-. Los cuadros de Tintoretto dicen del segundo Cinquecento italiano más que cualquier tratado o poesía. Para los italianos Giotto, Miguel Ángel, Rafael, han sido más importantes que los papas o los reyes, y aún lo son. Cada pueblecito minúsculo tenía su iglesia, su pala de altar, su ciclo de frescos. Constituye nuestra memoria colectiva, nuestra historia y nuestra identidad. Hemos sido un pueblo sometido y dividido, Italia no se unificó hasta 1861: pero los pintores no conocían fronteras ni necesitaban pasaporte. Han viajado siempre, y con ellos, el arte. Era la única lengua verdaderamente común que poseíamos. Amar el arte debería ser para los italianos tan natural como respirar. Por desgracia, no es así."

Melania G. Mazzucco



"Un escritor siente la falta de los libros que todavía no ha escrito, de los libros que esperan ser encontrados en alguna parte interna. No puede sentir nostalgia de aquellos que ha completado, incluso si han tenido éxito. Cada libro genera otro, a menudo relacionado a lo que lo precede de hilos sutiles, casi imperceptible. Un día perfecto, en este sentido, está profundamente relacionado con Vita. Esta novela relata una historia italiana que transcurre durante un siglo: el siglo XX. Las vivencias de los protagonistas me han llevado de la gran pobreza de la Italia rural a la aparente riqueza de un país que cree haberse transformado en otra América, y se ha transformado en un país con las puertas abiertas a la inmigración. Era sobre esta Italia del año 2000, rica y egoísta, satisfecha y decepcionada, en ruinas y confusa, que quería escribir, muy del mundo en el que vivimos. Y Vita ha sido el libro que me ha llevado a eso. Los lectores que me han seguido en América con Vita (y después en la Italia de posguerra) viven, como yo, en el mundo de Un día perfecto, y estoy segura que se pueden reconocer en esta historia actual: es sobre Italia, nuestro país, habla de nosotros, los italianos. Quizás escribir sobre este tema era osar, pero ningún escritor puede contentarse con repetir una fórmula ganadora: a menos que no sean hombre de negocios, un vendedor de palabras vende como otros vendedores de jamón, gafas o automóviles. Yo no lo soy. Prefiero meterme en discusiones, y comenzar cada vez de cero."

Melania G. Mazzucco


















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